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Megan Meade’s Guide to the McGowan Boys


Kate Brian
Sinopsis

Traducido por Lizc


Corregido por Majo

C uando tenía nueve años, Megan Meade conoció un grupo de chicos terribles,
perversos, cubiertos de helados, hijos de un amigo de su padre... los chicos
McGowan. Ahora, siete años más tarde, los padres de Megan, médicos del ejército son
enviados a Corea y Megan es enviada a vivir con los pequeños monstruos, quienes son
mayores ahora y muy diferente a lo que los recordaba.
Vivir en una casa con siete muchachos dará a Megan, quien nunca ha sido besada, la
oportunidad perfecta para aprender todo lo que hay que saber sobre los chicos. Y le
enviará todos sus apuntes a su mejor amiga, Tracy, en...

Guía Megan Meade de los Chicos McGowan

Observación # 1: Ser una mocosa del ejército es una mierda. Salvo que es definitivamente una
mejor alternativa que mudarse a Corea.

Observación # 2: Olvida a los malvados, risueños, pequeños monstruos. Estos chicos han sido
tocados por los dioses Abercrombie.

Observación # 3: Necesito una cerradura para mi puerta. STAT.

Observación # 4: Tres palabras: abdominales de acero.

Observación # 5: No me hagan hablar sobre el estado del baño. Estoy pensando en llamar a un
equipo de materiales peligrosos. En serio.

Observación # 6: Estos chicos saben cómo hacer enemigos. A lo grande.

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Índice

S inopsis
C apítulo 6
C apítulo 13

P rólogo
C apítulo 7
C apítulo 14

C
apítulo 1
C apítulo 8
C apítulo 15

C
apítulo 2
C apítulo 9
C apítulo 16

C
apítulo 3
Capítulo 10
C apítulo 17

C
apítulo 4
Capítulo 11
C apítulo 18

C
apítulo 5
Capítulo 12
S
obre la autora

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Prólogo

Traducido por LizC


Corregido por Majo

—M egan, tenemos que hablar.


Megan Meade bebió un buen trago de su gaseosa y dejó caer la pajilla de sus labios. Su
corazón se dejó caer con ella. Cerró los ojos firmemente.
¿Qué estaban haciendo sus padres de vuelta de la base tan temprano?
—Este es mi primer refresco del día, lo prometo —dijo, girando en la silla La-Z-Boy
giratoria de cuero de su padre para enfrentarse a ellos. Sin embargo, en el momento en
que los vio supo que no iban a hablar sobre su consumo de azúcar al día. Esto era
mucho más grave.
Los padres de Megan estaban de pie delante de ella en el salón para nada original de
asuntos gubernamentales en casa, ambos llevando sonrisas falsas de emoción.
También estaban vistiendo sus uniformes de gala: su madre en una falda prensada y
chaqueta verde militar con medias oscuras, a pesar de que estaban a unos cuarenta
grados a la sombra de Texas, y su padre con el cuello abotonado con tanta fuerza que
su cuello se estaba poniendo rojo.
—Oh Dios —dijo Megan.
Colocó su vaso de soda empapado sobre la montaña de bebidas a su lado y se preparó.
Había sido una mocosa criada en el ejército toda su vida, así que no fue difícil para ella
entender lo que estaba por venir. Sólo esperaba que no fuera cierto.
—Es hora de empacar tu equipo, Pateadora —anunció su padre, forzando una sonrisa
bulliciosa—. ¡Nos vamos a mudar a Corea del Sur!
Así es. Allí estaba. Megan entró en caída libre. Sus órganos internos se volvieron sin
peso y comenzaron a flotar por el interior de la cavidad de su cuerpo. Se aferró a los
brazos de la silla con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos, sólo para no
vomitar.
—¿Qué? —soltó Megan. Su voz sonaba muy distante.

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—Ha pasado un tiempo desde que fuimos trasladados, ¿cierto? —dijo su padre muy
casualmente—. Esto debería ser emocionante.
¿Emocionante? ¿Había estado probando las máscaras de gas por toda la base hoy?
¿Cómo puede alguien pensar que ella estaría entusiasmada con esto?
Megan se había estado mudando durante toda su vida. Ella había nacido en
Rammstein, Alemania, en una de las mayores bases militares estadounidenses en
Europa. Cuando tenía cinco años, justo en el momento en que había hecho su primer
amigo, su familia había sido trasladada a Turquía. Después de unos años allí jugando
al fútbol con los chicos y aprendiendo turqués de su mejor amiga, Medha, otra
transferencia había surgido, enviando a Megan al país que siempre había pensado
como su hogar por primera vez en su vida. A lo largo de toda la escuela media Megan
se había mudado, desde el Fuerte Carson en Colorado al Fuerte Bragg en Carolina del
Norte al Fuerte Leavenworth en Kansas. Ella no había estado en ninguno de esos
lugares durante el tiempo suficiente para hacer amigos de verdad.
Pero aquí, en Fuerte Hood, Megan finalmente había encontrado un hogar. Había
pasado por tres grados completos aquí. Estaba en un equipo campeón estatal de fútbol.
Acababa de recibir su permiso de aprendiz.
Tenía una verdadera mejor amiga, Tracy Dale-Franklin. Y este año, en el primer día
de escuela, iba a hablar con Ben Palmer. Finalmente, por fin iba hablar con él.
Ella incluso tenía un atuendo todo escogido y había practicado el saludo trescientos
cincuenta y un veces delante del espejo. Se suponía que este iba a ser el Año de Megan.
¿Por qué sucede esto?
—¿Megan? ¿No vas a decir nada? —preguntó su madre.
Sí, voy a decir algo, pensó Megan, poniéndose de pie. Le dio la espalda a sus padres y se
quedó mirando por la ventana, abrazándose y agarrándose de los lados de su camiseta
en sus puños. Esto estaba tan mal. Megan siempre había sido la hija perfecta. Ella
nunca les respondía mal. Nunca dejaba saber a sus padres si estaba deprimida o
enojada, o que pensaba que una de sus muchas, muchas reglas no era justa. Nunca los
había desobedecido ni una vez en su vida. Y ella era la única chica en la escuela que no
se paseaba alrededor de la base con una minifalda y una camisa con el vientre al
descubierto como la estrella pop du jour. ¿No se dan cuenta sus padres lo bien que lo
han tenido?
Mientras Megan miraba por la ventana hacia el césped perfectamente cortado, los
canteros impecablemente mantenidos, se sintió como cuando siempre hace bien todo
antes de que empezara a vomitar. Y fue como si una fuerza externa estuviera

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trabajando en ella; sabía que no había ningún modo de detener lo que estaba a punto
de suceder.
Se dio la vuelta y miró directamente a sus padres. Contuvo el aliento. —No voy a ir.
Le tomó cada onza de coraje que tenía sólo para decir esas cuatro palabras, y una vez
que estaban fuera, no podía creer que las había dicho.
Nadie se movió. Megan estaba teniendo una experiencia fuera del cuerpo. Como el
año pasado cuando se había tambaleado en la banca después de sufrir una conmoción
cerebral en el juego de la semifinal estatal. Como si fuera consciente de lo que estaba
pasando a su alrededor, pero en realidad no era ella que estaba allí.
—¿Cómo dijiste? —dijo su padre.
—No voy a ir. No me voy a mudar a Corea del Sur —dijo Megan, todavía incapaz de
creer que las palabras habían salido de su boca.
Su madre y padre intercambiaron una mirada. Parecía que tampoco creían que fuera
Megan la que estuviera en la habitación con ellos
—Lo siento, Megan. Sabemos que esto es duro para ti —dijo su madre—. Pero sólo
vamos a estar allí durante dos años y luego volverás a los Estados Unidos para la
universidad de todos modos.
Dos años. ¿Dos años? ¿Qué clase de persona pone la palabra “sólo” frente a las
palabras “dos años”?
—No, no voy a ir —dijo Megan, sintiéndose más valiente cada segundo que su padre
no explotaba contra ella—. No pueden hacerme esto. Esta es mi vida y... ¡y quiero
vivir aquí! ¡Con mis amigos! Quiero decir, ¿qué pasa con el equipo de fútbol? Y... ¿y la
fiesta de graduación? Y...
¡Ben Palmer y sus hoyuelos perfectos! Se lamentó su mente.
—Megan…
—¡Estoy harta de esto, mamá! No me gusta mudarme. Simplemente no quiero hacerlo
más. ¿Por qué tengo que hacerlo?
El padre de Megan respiró hondo. Sus fosas nasales flameaban mientras él dejaba
escapar el aire. Él y la madre de Megan se miraron de nuevo, comunicándose en
silencio, así como hacían tan a menudo.
—Bueno, hay una otra opción —dijo su madre por último.

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Megan apenas se atrevía a tener esperanza. —¿La hay?
—Tu padre y yo… tenemos que ir —dijo la madre de Megan, jugueteando con su
anillo de bodas—. Pero si realmente quieres quedarte...
—¿Me puedo quedar con Tracy? —soltó Megan.
—No... No —dijo su padre—. Los Dale-Franklin ya tiene las manos llenas. Ya lo
sabes.
Megan lo sabía muy bien. El hermano mayor de Tracy, Joe, se había graduado y se
había ido a la Academia Naval, para gran disgusto de su “Ve al Ejército” papá. Su
movimiento había liberado a cabo un poco de espacio en las casa de tres habitaciones
de los Dale-Franklin, pero Tracy todavía compartía una habitación con su hermana,
Brianna, y el mayor de sus dos hermanos menores aún estaba enclaustrado en el
sótano.
—Entonces, ¿qué?
—Bueno, tu padre estuvo hablando con John McGowan ayer por la noche —dijo su
madre.
—¿John McGowan? —repitió Megan, estupefacta. John McGowan era el viejo amigo
de su padre en la escuela de medicina.
—Él dijo que él y Regina estarían encantados de cuidar de ti, mientras tu padre y yo
estamos en Corea del Sur —continuó su madre, como si no acabara de enviar a la
cabeza de Megan a girar—. No pensamos que sería algo que te interesara Después de
todo, Corea del Sur es una oportunidad increíble para una nueva experiencia cultural.
Sin embargo, si… te sientes fuertemente...
—John McGowan —dijo Megan otra vez.
—Sí. John McGowan —dijo su padre rotundamente—. ¿Estás bien?
¿Sus padres estaban dementes? ¿Estaban certificadamente locos? En primer lugar
querían enviarla al Lejano Oriente, y después sugirieron mandarla a la casa de los
McGowan en Boston, Massachusetts, para vivir con todos esos…
—A los chicos les llevará un poco de tiempo adaptarse, pero estoy segura que todos
ustedes se llevarán muy bien —dijo su madre.
¿Chicos? La mente de Megan fue inundada con imágenes de niños. Niños a quienes le
faltaban dientes, la cara embadurnada con helados, sus ojillos redondos riéndose de
ella cuando la llevaron detrás de su casa para ver a su nuevo “cachorro” y luego la

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enlazaron a un árbol y la colgaron al revés. Cabello grasiento, piernas rechonchas,
niños pequeños malvados. Niños con gusanos en sus bolsillos que consumían chicle
del suelo y tiraban de su cabello.
—¿Cuántos de ellos es que son, otra vez? —preguntó Megan mientras se sentaba
temblando en el borde del sofá.
Su madre y padre reflexionaron sobre esto.
—Siete en el último recuento, creo —dijo su padre—. Cerca de toda una camada.
Sí. Cerca, pensó Megan.
Por supuesto, ya no serían unos pequeños de manos sucias y llenos de manchas de
barro, ¿cierto? La mayoría de ellos habían estado alrededor de su edad la última vez
que los vio hace siete años, lo que significa que ahora serían —trago saliva—
adolescentes.
Megan empezó a sudar. Los adolescentes varones eran aún peor. Chicos manchados
de barro a los que podía darle una paliza en la cabeza con un bate de wiffleball. Así fue
como ella había conseguido que retrocediera finalmente el regordete, de abundante
cabello Evan —el peor de la manada— la última vez después del incidente de lazar.
Pero chicos adolescentes… esos a quienes no podía manejar. Con dieciséis años de
edad y aún no había tenido ni una sola conversación funcional con un chico de su
clase. ¿Cómo iba a vivir con siete de ellos?
—Por lo tanto, ese es el acuerdo —dijo su padre—. Puedes venir a Corea con nosotros
o bien puedes quedarte en los Estados, pero si te quedas aquí, te vas a quedar con los
McGowan.
—¿Tengo que decidir en este momento? —preguntó Megan.
—No, cariño, pero pronto —dijo su madre, inclinándose para correr la mano por el
cabello rubio rojizo de Megan—. Nos vamos dentro de unos pocos días. —Le dio un
beso en la frente de Megan y esta la miró a los ojos… exactamente el mismo verde
como los de la misma Megan, con sólo unas cuantas arrugas en las esquinas—. Te
extrañaremos tanto, si decides quedarte.
Megan asintió con la cabeza aturdida.
—Pero sólo queremos lo mejor para ti, así sea lo que decidas, te apoyamos —agregó su
madre.

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Megan tragó saliva. Esta mañana se había despertado con nada más importante que
hacer que practicar su discurso de Ben Palmer y agregar la mitad de un kilómetro a su
trote diario. Ahora todo el mundo se había puesto al revés.
—Gracias —dijo Megan finalmente.
Su madre sonrió, haciendo parpadear las lágrimas. —Piensa en ello y háznoslo saber.
Megan se desplomó de vuelta en el sofá mientras sus padres salieron de la habitación.
Toda por mi cuenta con siete chicos o con mis padres... en Corea, pensó Megan.
De repente, huir para unirse al circo parecía una opción viable.

***

TooDamn-Funky: ¡¡¡ya te extraño!!!

kicker5525: ¡Tracy! Ni siquiera estoy en el aeropuerto todavía.

TooDamn-Funky: No puedo creer que me estés dejando…

Kicker5525: No por elección.

TooDamn-Funky: ¡M´pas te vale que me envíes un correo electrónico al segundo que llegues allí!
¡¡7 chicos!! ¡Eres tan afortunada!

kicker5525: No afortunada. Muerta. Estoy muerta.

TooDamn-Funky: Bueno... Cierto. Lo ESTÁS.

kicker5525: Gracias por la charla entusiasta. Agrrrr... ¿¿¿CÓMO VOY A HACER ESTO???

TooDamn-Funky: ¡¡¡Oye, quizás FINALMENTE aprenderás a valerte por ti misma!!!

kicker5525: ¿Cuántas veces vas a decirme eso?

TooDamn-Funky: 5.345.654 o hasta que u empieces a hacerlo.

kicker5525: ¡OYE! ¡¡¡¡Fui firme con MAMÁ Y PAPÁ!!!!

TooDamn-Funky: Es un comienzo, bien. He estado pensando en los chicos. ¿Recueras que el año
pasado mi hermano hizo la cosa esa de la inmersión en Venezuela?

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kicker5525: ¿¿¿Donde aprendió a hablar español???

TooDamn-Funky: ¡Sí! Estuvo hablando por 2 semanas nada más que español y se volvió muy
bueno con ello.

kicker5525: ¿¿¿...???

TooDamn-Funky: ¡¡¡Bueno, esto es como un programa de inmersión de chicos!!!

kicker5525: Entonces… ¿qué? ¿Me voy a volver muy buena con los CHICOS?

TooDamn-Funky: ¡Exacto! Sabrás de lo que hablan cuando están solos. Sabrás cómo son entre
sí. ¡Sabrás cómo PIENSAN! ¡¡Y CUANDO TODO ESTO TERMINE SERÁS CAPAZ DE
ESCRIBIR UN LIBRO GUÍA SOBRE CHICOS!!

kicker5525: Estás demente.

TooDamn-Funky: ¡HABLO EN SERIO! ¡Podrás romper el código de los chicos!

kicker5525: Huh.Chicos101.

TooDamn-Funky: ¡Ahora me estás entendiendo! Y me ENVIARÁS todas tus notas para que yo
pueda publicarlas en la web.

kicker5525: Me gusta. Estoy dentro.

TooDamn-Funky: ¡Sabía que la harías!

kicker5525: ¡¡¡Deséame suerte!!! Reaaaaaaaaalmente la necesito.

TooDamn-Funky: ¡Buena suerte! ¡Besos!

kicker5525: ¡Besos!

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Capítulo 1

Traducido por Lore_Mejia y Areli97.


Corregido por Mlle_Janusa.

A medida que Regina McGowan manejaba su camioneta Volvo plateada, por el


camino de entrada para autos en frente a la enorme casa con estilo de campo, lo
único que Megan podía ver eran chicos. Chicos por todas partes. Los sietes más su
padre; corriendo, riéndose y empujándose los unos a los otros en el jardín delantero,
envueltos en lo que parecía ser una versión de contacto de Ultimate Fresbee1, estaban
jugando Shirts and Skins2. Camisetas y torsos desnudos que se veían muy bien.
El pulso de Megan latía en sus oídos. Olviden a los pequeños y risueños monstruos.
Estos chicos habían sido tocados por los dioses Abercrombie. Eran una ráfaga de
perfección tonificada y bronceada. Por unos segundos, Megan tuvo problemas en
concentrarse en sólo uno de ellos, pero entonces uno de los de torso desnudo anotó un
punto y saltó, sus brazos extendidos en el aire, gritando su triunfo mientras cogía el
frisbee con una sola mano. Su abdomen bien marcado estaba perlado de sudor y
algunas ramitas de césped arrancado. Su sonrisa envió temblores en el cuerpo de
Megan. Tenía cabello rubio enmarañado, mentón cuadrado y los más perfectos
músculos en los hombros que Megan había visto. Uno de sus hermanos le dio una
palmada en la espalda y señaló el Volvo. Se dio la vuelta y miró a Megan
directamente.
El resto del mundo dejo de existir.
—Bueno, aquí estamos —dijo Regina, apagando el motor—. ¿Megan?
Esbozó una sonrisa, una perfecta y gran sonrisa feliz.
—¿Megan?
Algo tocó el brazo de Megan.
—¡Oh! Uh… ¿Si? —Megan apartó sus ojos del Sr. Perfección y se ruborizó.

1
Ultimate Frisbee: es un deporte competitivo sin contacto entre jugadores que es jugado en equipos con
un disco volador de 175 gramos.
2
Shirts and Skins: Cuando los chicos juegan football y no tienen con que identificar equipos entonces
unos juegan sin camiseta y otros con las camisetas puestas.

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Los ojos marrones de Regina brillaron con diversión y simpatía.
—Puedes vivir en el auto si quieres, pero encontraran una manera de atraparte de
todas formas.
—Oh… Uh… —Dios, ¿acaba de atraparme babeando por uno de sus hijos?
¡Asqueroso!
—No te preocupes. Me prometieron que se portarían bien —dijo Regina,
desabrochando su cinturón de seguridad. Giró su largo cabello negro por encima de su
hombro mientras salía del auto, y miró a Megan—. ¿Un concejo? Sé tú misma. Estoy
segura de que estarás bien.
Megan se las arregló para sonreír y Regina cerró la puerta del auto. Ser yo misma. Sí.
Correcto. Como si eso me hubiera ayudado en el pasado.
Los dedos de Megan temblaron mientras agarraba la manija de la puerta. Mordió sus
labios, deseando no haber puesto su único brillo labial en su maleta y apretó su cola de
caballo mientras salía del auto. Su camiseta azul cielo se encogía un poco cada vez que
se movía y ella estaba súper consciente del hecho de que mientras ella y Regina se
acercaban al grupo de chicos, algunos pares de ojos se fueron directamente a su
pequeña exposición de piel. Megan haló el extremo de su camiseta y cruzó los brazos
sobre su pecho.
—¡Megan! ¡Qué bueno es verte! —dijo John McGowan, adelantándose a su encuentro.
Estrechó la mano de Megan y dio un paso atrás para mirarla.
John era un hombre alto, de cabello rubio que más largo en la parte superior de su
cabeza pero que se mantenía en su lugar gracias a algún producto para el cabello.
Estaba usando una camiseta de los Red Sox de Boston, unos pantalones cortos de
sudadera y unas nuevas zapatillas Nike. Su piel estaba un poco arrugada y deteriorada,
pero más al estilo de una hermosa estrella de cine que en el de un padre en camino al
envejecimiento.
—Sí… a usted también —contestó ella.
—Bueno, realmente has cambiado —dijo John—. La última vez que te vimos, tenías a
un oso de felpa siempre a tu lado, ¿cierto? ¿Cuál era su nombre? ¿Sr. Boo? ¿Sr. Boony?
Megan se puso morada mientras los chicos se reían. Esto no estaba pasando. Esto no
podía estar pasando ¿Su oso de felpa?
—John —dijo Regina en un tono advertencia.
—En realidad… no lo recuerdo —mintió Megan. Todos la miraban fijamente.

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—¡Oh, sí! ¡Si lo recuerdas! ¡No bajabas a esa cosa por nada del mundo! —gritó John—
¿Sr. Binky? ¿Sr.?
—Sr. Boogie —dijo.
La risa era ensordecedora.
—¡Sí! ¡ El Sr. Boogie! Lo recuerdo porque siempre hacías que me besara —dijo John
alegremente—. ¿Aún lo tienes?
—Hum… no —mintió Megan. El Sr. Boogie estaba metido en el fondo de su maleta.
—Bueno. Creo que ya fue suficiente con el viaje por los caminos del recuerdo —dijo
Regina, poniéndose al lado de John y dándole un pequeño golpe.
—¿Qué? Sólo estoy haciendo que se sienta bienvenida —dijo.
—O justo lo contrario —dijo Regina en voz baja.
Megan miró el suelo, tratando de ignorar los nueve pares de ojos que estaban
centrados en ella. La única vez que alguien le había prestado atención a Megan (aparte
de sus padres y Tracy ) era cuando ella estaba en la cancha de futbol. Y siempre
ignoraba a la audiencia, porque cuando jugaba, el resto del mundo desaparecía. Ahora
se sentía más visible que una erupción en todo el cuerpo.
—Creo que iré por mis cosas —dijo, girándose sobre sus talones. Dándoles la espalda a
los chicos, torció la cara—. ¿Sr. Boogie? ¿Cómo se acuerda del Sr. Boogie? —Abrió la
puerta trasera de la camioneta y sacó su mochila y casco de bicicleta.
Cerró la puerta y se giró, únicamente para encontrarse cara a cara con el Dios
Abercrombie. Sorprendida, Megan se tambaleó hacia atrás y golpeó con el costado del
carro.
Auch.
—Ups. Lo siento.
—Es problema —dijo Megan. Oh, Dios mío—. No hay problema —o— ¡No pasa
nada! —¿Qué tan difícil es decir dos palabras?
—Siento lo de mi padre. Tratamos de intercambiarlo, pero no hay nadie que lo
aceptara —dijo con una sonrisa lenta. Tenía unos ojos marrones increíblemente
cálidos.

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Megan, por supuesto, soltó una risotada. Era todo lo que podía hacer para evitar
ponerse una mano en la boca y salir corriendo. Esto ya era aún peor que cualquier
encuentro con Ben Palmer al que se hubiera enfrentado.
—En fin, pensé en venir a ayudarte con tus maletas.
—Uh… gracias —dijo Megan, alejándose de él y dirigiéndose al maletero de la
camioneta.
—Linda bicicleta —dijo, mirando al techo, donde estaba asegurada su Maverick3 negra
con plateado. En el aeropuerto Megan y Regina se había deshecho de la caja de cartón
en la que la aerolínea la había empacado.
—Uh… gracias —dijo otra vez.
Se colgó la mochila en ambos hombros, el casco estaba amarrado en ella, rebotando
contra su cadera, y abrió la puerta.
—¿Esto es todo? — preguntó.
—Sí —respondió Megan.
—Wow. Pensé que las chicas se caracterizaban por empacar en exceso.
—No soy mucho como una chica —respondió Megan.
¿Qué? ¿Qué acabas de decir?
La miró de pies a cabeza y sonrió.
—Pudiste haberme engañado.
Si la figura humana pudiera derretirse espontáneamente, Megan se hubiera convertido
en un charco de piel líquida justo allí y en ese momento. ¡Este hermoso y sexy chico de
1.90 metros semi-desnudo estaba coqueteando con ella! ¡La machorra, con dificultad
para expresarse y de nariz pecosa Megan Meade!
Sacó la bolsa de malla con balones de futbol del baúl y la lanzó sobre su hombro. Con
su otra mano cogió la maleta más grande, dejando sólo el maletín de su portátil y una
maleta pequeña que contenía la ropa interior de Megan, sostenes y pijamas, para que
ella la llevara. Aunque no tenía ni idea de lo que la maleta contenía, Megan estaba
agradecida de no tener que verlo cargar su ropa interior hacia la casa.
—Soy Evan, por cierto —dijo mientras ella cerraba la puerta.
3
Maverick: marca de bicicletas.

14
Megan casi se ahogó.
—No.
Evan se echó a reír.
—Uh… sí.
—¿Eres Evan?
¿El Evan regordete, de cabello grasoso, que soplaba burbujas de moco se había
convertido en este Dios de proporciones olímpicas digno de aparecer en WB4?
—Sí, soy yo —dijo, estrechando los ojos—. ¿No me golpeaste en la cabeza con un bate
de beisbol una vez?
—Era un bate de Wiffleball5 —dijo—. Y creo que antes me habías colgado de un árbol.
—Huh. Siempre había creído que era un bate de beisbol —dijo Evan.
—Soy extrañamente fuerte —dijo ella.
Bien. Deja de hablar ahora. ¡Deja… de… hablar… ahora!
Pero Evan seguía sonriendo. Se dirigieron por el césped hacia donde estaba el resto de
la familia.
—Así que, juegas futbol, ¿eh? —dijo Evan conforme se acercaban—. Menos mal. Vas
a necesitar ser rápida para sobrevivir a esta multitud.
Megan miró a los otros chicos, que ahora estaban reunidos en un grupo. El más joven
empujó entre sus piernas para llegar al medio del círculo, luego volvió a salirse
empujando para buscar otro punto de entrada.
—¡Hey! ¿Qué significa “Pateadora”? —preguntó uno de los chicos, levantando su
cabeza sobre la multitud. Tenía cabello rubio cortado al estilo Ceasar y un gran arete
de diamante en su oreja izquierda.
Megan bajó la mirada hacia su casco de bicicleta como si nunca lo hubiera visto.
Escrito de un extremo del casco negro a otro estaba la palabra “Pateadora” entre
comillas.
—Oh, ese es mi apodo —dijo Megan.

4
WB: Warner Bros TV
5
Wiffleball: Es una variación del beisbol diseñada para ser jugada en interiores.

15
—Es un apodo estúpido —dijo el chico Ceasar.
—Juega futbol, idiota —dijo Evan mientras ponía su bolsa de balones de futbol en el
piso.
—¡Evan! ¡Vocabulario! —lo regañó Regina.
—De acuerdo, pero dile que deje de ser tan imbécil —respondió Evan.
Megan consiguió esbozar una sonrisa.
—Puedo educar sola, gracias —contestó Regina con una sonrisa. Luego caminó hacia
el chico Ceasar y le dio una palmada en la parte trasera de la cabeza. Soltó un
dramático “¡Auch!” y se sobó la cabeza vigorosamente, poniendo mala cara.
—Entonces, chicos. ¿Se van a presentar o se van a quedar ahí de pie como un montón
de orangutanes? —preguntó su padre.
Rezongando, los chicos rompieron el círculo y uno salió adelante. Era un poco más
bajo que Evan, con una similar contextura atlética, de cabello rubio, ondulado y
despeinado y unos ojos azules grisáceos. Llevaba una camiseta negra que tenía una
sola palabra escrita en blanco con antigua letra de máquina de escribir: Arte.
—Hey, Soy Finn —dijo. Su voz estaba en el lado suave, levantó su mano rápidamente
para saludarla—. Creo que vas a estar en mi clase. Segundo año ¿Cierto?
—Sí —dijo Megan.
—Genial —respondió Finn con una sonrisa—. Hum, conociste a Evan —dijo y se giró
hacia el resto del grupo.
—Este es Sean —señaló a un chico más bajo y fornido, con cabello oscuro y un poco
de barba. Sean llevaba vaqueros aunque hacían 90 grados de temperatura afuera, y
tenía el logo de Orange County Choppers6 tatuado en la parte exterior de su bíceps
derecho. Megan y su padre habían restaurado dos Harleys7 antiguas y ella acababa de
conseguir su permiso. Sean podría ser un alma gemela bajo esa expresión impasible.
—Ese es Doug —dijo Finn, señalando al chico Ceasar, quien claramente pensaba que
era el regreso de Eminem. Usaba una cruz de oro alrededor de su cuello y tenía
grandes brazos, pero un incongruente estómago abultado. Megan le sonrió, pero
desvió la mirada y apretó los dientes.

6
Orange County Chopper (OCC): famosa empresa que fabrica motocicletas personalizadas y exclusivas
por encargo.
7
Harley Davidson: A menudo abreviado como Harley se refiere a una lujosa marca de motocicletas.

16
—Este es Miller —dijo Finn. Miller llevaba corto su cabello rubio y tenía puesta una
camiseta de los Yankees de New York con una caricatura de A-Rod8 en la parte de
adelante. Miró al suelo y solo asintió levemente cuando Finn dijo su nombre.
—Ese es Ian —dijo Finn, señalando a un chico regordete que se veía como Megan
recordaba que Evan se lucía hace siete años.
—Hola, Ian —dijo Megan.
—Hola, Pateadora —respondió Ian, soltando una risotada y agarrándose la barriga.
Wow. Es exactamente igual a Evan hace siete años, pensó Megan.
De la nada, el más pequeño se acercó corriendo, haciendo ruidos al azar. Estrelló su
cabeza contra las rodillas de Evan y se echó a reír.
—Y este renacuajo es Caleb —dijo Evan, levantando al chico como si fuera un saco de
papas. Caleb se sentó cómodamente en el hueco entre los brazos de Evan con su
cabeza sobre su pecho y un brazo alrededor de su espalda. Se puso la punta del dedo
en la boca, sonrió tímidamente y dijo:
—Hola, Megan.
Megan respiró hondo.
—Hola Caleb —tres por siete, pensó. Podría ser peor.
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De: kicker5525@yahoo.com

Para: Tom-n-JeanMeade@yahoo.com

Tema: Instalándome. ¡Hola mamá y papá!


Solo quería decirles que todo está bien aquí, hicimos barbacoa para la cena y comí
ensalada, lo prometo. Los chicos se están acostumbrando a mí y Regina y John son
muy buenos. No puedo esperar para ver la nueva escuela mañana. Ya los extraño.
¡Espero que hayan tenido un buen vuelo! Mándenme un e-mail y llámenme tan pronto
como puedan.
Con amor.
Megan

8
A-Rod: Alexander Emmanuel Rodriguez, jugador de beisbol profesional.

17
Megan se recostó en el asiento de la ventana de su nueva habitación, con su portátil
abierta sobre sus rodillas. Había solo una cosa que Megan podía decir de su nueva
habitación; era definitivamente rosada. Las paredes eran rosadas, el cubrecama era
rosado, la alfombra en forma de flor era rosada. Regina hasta había decorado el gran
closet blanco con calcomanías de flores rosadas.
Era el opuesto exacto de todas las habitaciones en las que Megan había vivido.
Hubo un golpe rápido en la puerta y Regina asomó la cabeza. Megan se sentó derecha.
—Te traje algunas toallas para mañana —dijo Regina con una sonrisa, colocando
toallas rosadas al final de la cama. Miró alrededor de la habitación y pausó cuando vio
las maletas aún cerradas—. ¿Te estás adaptando bien?
—Sí, señora. Gracias —dijo Megan automáticamente. Tarde o temprano tendría que
desempacar, pero eso haría definitivas las cosas. Necesitaba acostumbrarse primero al
hecho de que este era realmente su espacio. Necesitaba acostumbrarse al rosa.
—No tienes que llamarme señora —dijo Regina, cruzando sus brazos sobre su pecho y
encogiéndose de hombros—. Me hace sentir vieja.
—Oh. Está bien, se… —Megan se mordió la lengua. Iba a tardar en acostumbrarse a
eso.
—Así que, estaba pensando que tal vez podríamos ir de compras mañana en la noche
—sugirió Regina—. Estoy segura que hay algunas cosas que aún necesitas para ir a la
escuela. Ropa nueva… maquillaje… ¿tal vez un nuevo bolso?
Vaya. Esta mujer está necesitada de compañía femenina, pensó Megan.

—Uh… está bien. Seguro —dijo, aunque ya tuviera todo lo que necesitaba. Megan no
disfrutaba exactamente las compras (cualidad que siempre había intrigado a la reina-
de-los–regateos: Tracy) pero sabía que podía hacer un sacrificio cuando su respuesta
fue recompensada con una sonrisa inclusive más grande de Regina.
—¡Genial! Se justamente a dónde llevarte. Hay un ala nueva en el centro comercial
que he estado muriendo por ir a ver —dijo Regina—. Comeremos en la plaza de
comida y tendremos una verdadera noche de chicas.
—Suena bien —dijo Megan. ¿Área nueva en el centro comercial? ¿Plaza de comida?
—Está bien, buenas noches —dijo Regina—. Hazme saber si necesitas algo.

18
—¿Regina? —dijo Megan, deteniéndola mientras salía del cuarto— ¿Siempre es tan…
silencioso aquí?
Las cejas de Regina se juntaron.
—Básicamente, nunca. Creo que tenemos que agradecerte por esta ocasional paz y
silencio. Mis chicos no están totalmente seguros de cómo comportarse con una
verdadera chica alrededor.
Justo lo que no quería oír, pensó Megan, con un bulto formándose en su garganta.
Después de una silenciosa cena durante la cual John y Regina habían hecho toda la
conversación, los chicos se retiraron al sótano y su Xbox, Megan no había oído hablar
a ninguno de ellos desde entonces. Se sentía como una rechazada total. Mientras que
no le importaba evitar su escrutinio, tampoco quería que los chicos la odiaran.
—Espero que no estar haciendo sentir a nadie… incómodo.
—Por favor —dijo Regina haciendo una onda con su mano—. Probablemente hoy
tenga mi primera buena noche de sueño en veinte años. Buenas noches, Megan.
—Buenas noches —dijo Megan.
Mientras la puerta se cerraba, Megan le dio un vistazo y releyó el mensaje a sus padres.
“Los chicos se están acostumbrando a mí.” Parte de ella se sintió culpable por no contarles
la verdad completa; que los chicos la estaban ignorando y estaban bastante molestos
por su presencia, pero, ¿cuál era el punto? Colocó el dedo en el ratón y seleccionó
enviar.
En algún lugar de la casa, una tabla en el piso chirrió y una puerta se cerró de un
portazo; después todo estuvo silencioso de nuevo. Este lugar definitivamente no era el
manicomio que había esperado.
A la mañana siguiente Megan abrió su puerta lentamente y echó un vistazo al pasillo.
Música era reproducida detrás de una de las puertas cerradas, pero el pasillo estaba
vacío y la puerta del baño estaba abierta. Ahora era su oportunidad.
Manteniendo sus cosas de baño cerca de su pecho, salió en el mismo momento en el
que Finn salía de su cuarto. Megan se detuvo en seco. Su cabello ondulado estaba
pegado a su espalda y estaba usando un par de pantalones cortos desteñidos de la
Universidad de Boston y una camiseta blanca. Así que esto era con lo que dormían los
chicos.
—Oh… hola. ¿Vas a entrar ahí? —preguntó Finn.

19
—Sí, si está bien —dijo Megan—. Quiero decir, no tengo que ir ahora mismo. No
quiero echar a perder tu rutina de la mañana.
—No, adelante —dijo Finn—. ¿Tocas a mi puerta cuando termines?
—Claro. Está bien —dijo—. No hay problema.
Después de una ducha rápida en la que trató de no pensar en las docenas de diminutos
pelos oscuros y rubios pegados a cualquier superficie, Megan sostuvo su cabello arriba
en una toalla y se deslizó de vuelta en su pijama. Sonaba como si ahora hubiera un
poco más de actividad en el pasillo. Tomó una respiración profunda y se preguntó si
siempre iba a ser así de intimidante simplemente moverse por la casa.
Cuadrando los hombros, Megan salió al pasillo y sus pies descalzos casi fueron
aplastados por un carro a control remoto. Saltó fuera de su camino justo a tiempo para
verlo zigzaguear por el pasillo y subir por una rampa improvisada.
Los ojos de Megan se ampliaron con horror cuando vio que estaba al otro extremo del
salto.
¡Oh… por… Dios!

El coche se estrelló contra una montaña de tampones envueltos, que se desparramaron


por todo el pasillo con el impacto. Ian pasó corriendo a su lado, riendo
maniáticamente, blandiendo los controles. Doug salió de su cuarto para ver el porqué
de la conmoción, recogió uno de los tampones y sonrió.
—¿Súper absorbentes? —dijo, mientras Evan y Finn salían de su cuarto en lados
opuestos del pasillo.
—¿Qué es súper absorbente? —preguntó Ian, su frente arrugándose.
—Ni siquiera quiero saber —replicó Doug, arrojando el tampón en dirección de
Megan. Ella lo atrapó, sintiendo que su temperatura corporal podía hacer un hoyo en
la alfombra. Doug se rió y bajó las escaleras con Ian pisándole los talones.
—Ignóralo. Todos lo hacemos —dijo Evan con una sonrisa aturdida.
—Uh…tío —dijo Finn, mirando hacía los bóxers de Evan, los cuales estaban cubiertos
de caricaturas de ranas y entreabiertos. Entonces Finn echó un vistazo a Megan.
Luego Evan volvió a su cuarto y cerró la puerta. Sin avergonzarse en absoluto.
—Aquí, te ayudaré a limpiar esto —dijo Finn, tirándose al suelo y recogiendo algunos
tampones.

20
—¡No! —Megan se precipitó hacia delante y Finn cayó hacia atrás de sus rodillas a su
trasero. Tomó los tampones de sus manos—. Realmente agradecería que no lo
hicieras.
—Pero puedo…
—No. Sólo… Estoy bien —dijo Megan, torpemente recogiendo los envoltorios
deslizantes en sus brazos—. Gracias.
—Está bien —dijo Finn.
Se puso de pie y estuvo rondando durante un segundo, prolongando la mortificación
de Megan. Finalmente Finn caminó hacia el baño y cerró la puerta. Quedarse sola, era
todo lo que Megan podía hacer para no echarse a llorar. Habían estado en su cuarto.
Habían buscado entre sus cosas. Y Evan había visto sus tampones.
Esta era definitivamente la peor mañana de su vida.
Megan se puso de pie, atrajo sus cosas a su pecho, caminó a su cuarto, dejando caer
todo en la cama.
Está bien, toma el control, se dijo, se empezó a quitar la parte de arriba del pijama por
encima de su cabeza pero entonces vio algo por la esquina de su ojo y gritó. Doug e
Ian estaban ahora en el roble del patio trasero, armados con binoculares, mirando
directamente a su ventana.
—¿Qué están haciendo? —gritó Megan.
Doug rió y saludó.
—¿Te gusta mi cuarto?
—¿Tu cuarto?
—Oye, no me importa dormir con Mill El agujero de eneldo en la litera, si puedo tener
esta vista —dijo Doug con una risa.
Con la mandíbula colgando y abierta, Megan tiró del cordón junto a la ventana,
bajando las persianas.
—¡Niños! ¡Desayuno! —gritó Regina desde abajo—. Si no mueven sus traseros hasta
aquí en cinco minutos, ¡todos van a llegar tarde!
Respira profundo, se dijo Megan. Tomó la silla de madera del frente de su escritorio y
la clavó en el pomo de la puerta como había visto hacer tantas veces en las películas.

21
Poniéndose de rodillas, abrió la larga maleta y sus hombros se desplomaron.
—¿Qué diablos?
Había marcas púrpuras sobre todo el frente de su camiseta blanca favorita. La cogió y
la desdobló. Dibujados justo en el frente había dos enormes círculos, cada uno con un
punto en el centro. Senos. Por su simple representación estaba claro que habían sido
dibujados por uno de los chicos más jóvenes. Y no era sólo esta camisa. Alguien había
dibujado en tres de sus camisas favoritas. ¿Sabían John y Regina que sus hijos eran
dementes criminales?
Sólo respira, se dijo Megan. Tiró las camisetas en el bote de basura de su escritorio.
Sacó su camiseta gris militar y se vistió rápidamente, luego sostuvo su cabello a medio
secar y lo sujeto en una coleta. De repente no podía esperar a llegar a la escuela. Tenía
que ser malditamente mejor que este lugar. ¿Cómo es que pensó que la paz y el silencio
de la noche anterior eran alarmantes?
Abrió la puerta del clóset para tomar sus tenis y se tropezó de nuevo con otra sorpresa.
Caleb estaba parado justo enfrente de ella con su sujetador rosa atado alrededor de la
cabeza, con copas hacia arriba como orejas.
—¡Ja ja ja! ¡Te asusté! —sacó su pequeña lengua mientras se reía.
El corazón de Megan estaba acelerado. Hizo ademán de atraparlo, pero salió
corriendo por su lado.
—¡Tengo tu sujetadooor! ¡Tengo tu sujetadooor! —cantando y bailando en su
habitación.
—¡Caleb! —gritó Megan, arremetiéndolo.
El pequeño idiota era demasiado rápido. Esquivó sus dedos, tiró la silla con estrépito y
salió libre. Megan lo persiguió por las escaleras, pero Caleb se subió al pasamanos y se
deslizó, sus pies tocando el suelo antes de que Megan pudiera siquiera dar el segundo
paso. Se giró, le sonrió y corrió a la cocina.
—¡Caleb! ¡No! —gimió Megan.
En la cocina el resto de los chicos estaban hablando y riendo y comiendo. Megan se
precipitó por las escaleras y corrió por la sala. Dio vuelta en la esquina del pasillo justo
cuando Caleb estaba a punto de impulsarse a través de la puerta oscilante.
—¡Detente! —gritó.

22
En ese momento Sean apareció de la nada. Tomó al pequeño por la cintura y tiró de él
hacia arriba.
—¡Suéltame! ¡Suéltame! —Caleb gritó una y otra vez.
Sean desató el sostén de la cabeza de Caleb y se lo entregó a Megan. Megan sólo se
quedó parada donde estaba. No tenía idea de qué decir o qué hacer.
—No hay forma de controlarlo —dijo Sean. Esas eran las primeras palabras que
Megan le había oído decir.
—Sí… gracias —respondió Megan—. Si él hubiera entrado allí…
Sean la miró por un momento. Su cabello castaño estaba en punta y había algo de
vaselina verde-negruzca por debajo de su oreja derecha. Era apuesto en una fuerte y
peligrosa forma, pero había algo desagradable en él. Tal vez fue la evaluación y la
manera casi burlona en la que la estaba mirando. Como si no estuviera totalmente
seguro de qué era.
—Sí, bueno —dijo.
Luego dio media vuelta y caminó de regreso por un pasillo corto. Megan observó
mientras el abría la puerta que llevaba al garaje. El olor amargo de humo de cigarro
golpeó sus fosas nasales y echó un vistazo a un par de chicos y una chica descansando
en un viejo juego de muebles de sala. Todos estaban usando negro. Había una batería
en el centro del garaje, rodeada de amplificadores y micrófonos. Justo antes de que la
puerta se cerrara de nuevo, Megan vio la parte trasera de una motocicleta Harley, sus
paneles laterales brillando como si hubieran sido recientemente pulidos.
Megan se recostó hacia atrás y tomó un respiro profundo. Al parecer Sean estaba en
una banda. Y la motocicleta tenía que ser suya. Quizá un día le preguntaría. Si algún
día se sentía cómoda bajo esa mirada suya.
Por ahora, debía encontrar un lugar seguro donde esconder sus sostenes, bragas y
tampones era por mucho una prioridad más importante. Megan ignoró su estómago
gruñendo, se alejó de la cocina y subió de nuevo las escaleras.

De: kicker5525@yahoo.com

Para: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: Guía de chicos.

23
La guía de Megan Meade de los chicos McGowan, entrada número uno.

Observación #1: Cuando son hermosos, saben que son hermosos.


Como el segundo más grande, Evan. Es un señor. Es la perfección personificada. Y lo sabe. Lo
puedes decir porque suelta sonrisas conocedoras cuando lo miras embobada. No es que lo haya
mirado embobada. Para nada. Como sea, es demasiado pronto para decir si afecta negativamente
su comportamiento. (Como Mike Blukowsi y su problema de ego de tamaño astronómico.)

Observación #2: Les gusta la piel.


Especialmente la piel que piensan, supuestamente, no es necesaria que sea vista. Como el espacio
de camiseta entre tu abdomen y tu cintura.

Observación #3: No tienen problemas en afrontar situaciones que me mortificarían en


vergonzoso silencio si los roles estuvieran invertidos.
Como Evan que sacó a colación totalmente el incidente del bate de wiffleball, que si me hubiera
pasado a mí, estaría deseando en cada uno de mis pasteles de cumpleaños que todo el mundo lo
olvidara.

Observación #4: Cotillean. ¿Puedes creerlo? Escuché a Finn y Doug en el patio trasero hablando
sobre una chica llamada Dawn, que les contó un chico llamado Simon al que le contó otro chico
llamado Rick como por ¡VEINTE MINUTOS! Sonaban como esas viejitas de pelo canoso en
Malteadas Sal. ¿Recuerdas a las que nos sermonearon durante una hora entera aquél día sobre
como las jovencitas no deben usar pantaloncillos? Espera, okay, me desvié del tema.

Observación #5: Los mayores son tan tiernos con los menores.
Estaban jugando Frisbee cuando llegué aquí y Evan claramente dejó que Caleb e Ian lo taclearan.
Fue taaaaaan lindo. **suspiro**
Observación #6: Son un cliché. Me refiero al tipo de cliché de poner los ojos en blanco, un saludo
secreto, no-nos-hables-a-menos-que-tengas-un-cromosoma-X-y-uno-Y ese tipo de cliché. Muy
educados en el arte de la indiferencia.

Observación #7: No tienen sentido del espacio personal.


Necesito un seguro en mi puerta. STAT.

Observación #8: Los chicos son repulsivos.


No me hagas empezar con el estado de su baño. Estoy pensando en llamar a un equipo de
materiales peligrosos. En serio.

24
Observación #9: Tienen cosas realmente raras sucediendo allí abajo.
Sí, no creo que esté dispuesta a trabajar en esta todavía.

Observación #10: Saben cómo hacer enemigos. A lo grande.

25
Capítulo 2

Traducido por Sheilita Belikov.


Corregido por Mlle_Janusa.

—¡O ye, tonto! ¡Pásame los Cocoa Puffs9!


—¿Qué carajos? ¿Quién se bebió todo el jugo de naranja?
—El café está listo, ¿quién quiere?
Megan entró en la cocina, advirtió el alboroto en la mesa del desayuno, y se unió a
Regina en el centro de la isla, donde el café estaba preparado.
—¡Buenos días, Megan! —dijo Regina alegremente. Le echó un vistazo al atuendo de
Megan, camiseta militar y vaqueros deshilachados, y su sonrisa se volvió un poco
tensa—. Te ves... cómoda.
—Lo estoy —respondió Megan—. ¿Te importa si tomo un poco? —hizo un gesto hacia
el café.
—¡Por favor! Siéntete libre —contestó Regina—. Esta es tu casa ahora.
En realidad, creo que esta casa pertenece a los locos de la mesa, pensó Megan,
alargando la mano hacia la cafetera. No podía creer que después de todo lo que los
McGowan más jóvenes le habían hecho esa mañana, estuvieran masticando
ruidosamente su cereal, totalmente libres de culpa. Ni siquiera parecían preocupados
de que lo contara. Tal vez, podían distinguir que Megan no era del tipo de acusar.
—Oye, Regina... ¿realmente me quedé con el cuarto de Doug? —preguntó Megan,
bajando la voz.
—¿Por qué? ¿Te está torturando por eso? —preguntó Regina.
—No, es sólo que... no quiero desalojar a nadie.
—Por favor, no le des más vueltas —dijo Regina, tocando la mano de Megan. Se
acercó más y susurró—: entre tú y yo, Doug necesitaba que le bajaran los humos.

9
Cocoa Puffs: un tipo de cereal.

26
Megan sonrió con torpeza y se llenó su taza con café. Miller entró y se paró junto a su
madre. Extendió un brazo hacia abajo a su costado y se agarró el codo con la otra
mano, de modo que sus brazos formaban un número cuatro a través de su cuerpo.
Miró hacia el suelo.
¿Cuál era su problema? Miller aún no había hecho contacto visual con Megan desde
que había llegado. Megan sabía lo que era sentirse incómoda en presencia de
desconocidos, pero esto estaba llevándolo a un nivel completamente nuevo.
—Hola, Miller —intentó Megan.
No respondió. Tratando de no sentirse despreciada, Megan echó un poco de azúcar de
la azucarera en su taza. Simplemente iba a tener que aceptar el hecho de que esta no
era su mañana. Añadió un poco de crema y leche a su café y revolvió.
—Eso no va allí.
Megan levantó la mirada. Miller estaba mirando atentamente el envase de crema y
leche y agarrando su brazo con aún más fuerza que antes. Regina estaba de espaldas a
ellos mientras rebuscaba en el refrigerador.
—¿Qué? —preguntó Megan, con el corazón desbocado.
—Eso no va allí —dijo otra vez. Por una fracción de segundo sus ojos realmente se
posaron en Megan. Era la primera vez que ella los veía. Eran de un azul claro y
nítido—. Eso no va allí —repitió—. No va allí.
El pulso de Megan empezó a acelerarse.
—Lo siento.... ¿qué no va dónde?
—Eso no va allí —dijo Miller de nuevo, un intenso rubor subió desde su cuello hasta
sus sienes. Su voz fue volviéndose más y más fuerte.
Megan retrocedió un paso.
—Lo siento, no...
—A Miller le gusta mantener todas las botellas y envases de cartón en orden de altura
—dijo Regina, poniendo las manos sobre los hombros de Miller. Su toque pareció
calmarlo un poco.
—Eso no va allí —dijo él en un tono más explicativo.
—Oh... está bien —dijo Megan.

27
Sintió como todas las venas de su cuerpo palpitaron cuando Miller la miró fijamente.
Los artículos en la isla estaban, en efecto, alineados por orden de altura, desde la
cafetera hasta la jarra de leche, la lata de café y la azucarera. Megan agarró el envase
de crema y leche, con su mano temblando un poco y lo colocó de nuevo en el espacio
en el que había estado antes, justo entre la lata de café y el azúcar.
Miller sonrió, satisfecho.
—Miller, esta es Megan —dijo Regina, inclinándose sobre su hombro—. Te acuerdas
que hablamos de que Megan vendría a vivir aquí, ¿verdad? ¿Ya dijiste hola?
—Hola —dijo Miller hacia el suelo.
—Hola —respondió Megan.
—¿Sabías que Joe DiMaggio tiene el récord de las Grandes Ligas en la racha más larga
de partidos consecutivos bateando de hit con cincuenta y seis partidos? —preguntó,
levantando la mirada brevemente—. Lo situaron en 1941 como miembro de los
Yankees de Nueva York.
Megan miró a Regina de nuevo, quien inclinó la cabeza de manera alentadora.
—¿En serio? —dijo—. Tendré que recordar eso.
Miller asintió con la cabeza y miró a su madre antes de centrarse en el piso de nuevo y
caminar hacia la mesa del desayuno. Megan repentinamente no tenía idea de a dónde
mirar. ¿Qué fue todo eso? ¿Y por qué se sentía tan asustada?
—Tus padres no te dijeron acerca de Miller, ¿eh? —preguntó Regina en voz baja.
Megan tragó saliva y colocó el café en el mostrador.
—¿Qué pasa con él?
—Tiene el síndrome de Asperger. Es una forma de autismo —dijo Regina—. ¿Sabes
algo sobre eso?
—No realmente —dijo Megan, volviéndose para mirar a Miller, mientras él hablaba
con Finn—. Quiero decir, he oído hablar de autismo, pero...
—Se da en todo tipo de formas, pero básicamente se trata de una disfunción social —
dijo Regina, dando un paso al lado de Megan—. Con Miller, son algunas cosas. En
primer lugar, tiene que tener las cosas organizadas impecablemente o se inquieta,
como acabas de ver. En segundo lugar, no es bueno con gente nueva, pero es evidente
que le gustas.

28
—¿De verdad? —preguntó Megan.
—Por lo general, no habla con una persona nueva por lo menos durante una semana.
Contigo sólo tomó una noche —dijo Regina—. En tercer lugar, es increíble para las
matemáticas y la memorización y tiene un don para las estadísticas. Su obsesión
particular es…
—Los Yankees de Nueva York —terminó Megan, mirando la camiseta de Derek Jeter
que estaba usando.
—Exactamente —dijo Regina con un asentimiento de cabeza—. Puedes imaginarte
cómo mi esposo fanático empedernido de los Red Sox se siente acerca de uno de sus
hijos adorando al Imperio del mal —Regina se echó a reír—. De todos modos, si tienes
alguna pregunta acerca del Asperger o cualquier cosa, Megan, háznoslo saber. Miller
es un gran chico. Sólo necesita un poco de atención adicional, eso es todo.
—Lo entiendo —dijo Megan.
Mientras Regina andaba de un lado a otro arreglando la cocina, Megan se mantuvo a
un lado de la acción, sorbiendo su café. En el otro extremo de la mesa, Caleb
estornudó y Megan observó, sorprendida, como Doug llevaba una servilleta a la nariz
del niño y lo ayudaba a sonarse. Luego alborotó el pelo de Caleb y se levantó para tirar
la servilleta a la basura.
Está bien, quizás no es el diablo, pensó Megan. Por supuesto, esto no cambiaba el hecho
de que sus persianas no volverían a estar subidas.
Doug agarró una taza del mostrador y se sirvió un poco de café. Megan se dio cuenta
de que la pierna de sus pantalones estaba excesivamente decorada. Todo el muslo
estaba cubierto con un dibujo intrincado de un personaje femenino de anime con pelo
de punta y enormes pechos a punto de saltar fuera de su leotardo. En la otra pierna
estaba un personaje masculino de aspecto rudo blandiendo una espada. Para ser
bolígrafo sobre mezclilla, eran definitivamente obras de arte.
—¿Qué estás viendo? —dijo Doug, levantando la barbilla.
—Nada —dijo Megan automáticamente.
Doug miró sus pantalones y sonrió.
—¿Te gusta lo que ves?
—¿Tú… dibujaste eso? —preguntó Megan, tratando de hacer algún tipo de
insinuación.

29
—No, fuga de cerebro, deje que otro hijo de puta dibujara sobre toda mi pierna en la
escuela de verano —dijo, arrugando la cara.
—¡Doug! ¡Lenguaje! —dijo Regina.
Doug miró a Megan con evidente desdén.
—Oye, si encuentras alguna de mis viejas Playboys en la habitación, sólo házmelo
saber —luego salió sin darle una segunda mirada.
—¡Doug! ¡Douglas Arnold McGowan! ¡Vuelve aquí! —gritó Regina detrás de él—. Lo
siento, Megan.
—No hay problema —dijo Megan.
Cuando se sentó en el extremo de la mesa y se sirvió un plato de cereal, hizo todo lo
posible por relajarse. De todos los chicos en esta casa, Doug era el que más la ponía de
los nervios. Sólo esperaba que si se quedaba fuera de su camino, él se quedara fuera del
suyo.

***

—¿Esta es su escuela? —preguntó Megan, mirando por la ventana del asiento trasero
del viejo y oxidado Saab de Evan.
—Esta es —dijo Finn—. Baker High en toda su gloria.
—¿Impresionada? —preguntó Evan.
—Bueno, un poco —respondió Megan.
El edificio se veía como algo salido de un folleto de Harvard. Era una enorme
estructura de ladrillo rojo con expansión descontrolada y una verdadera torre de reloj
en la esquina delantera. Enormes árboles frondosos bordeaban los senderos que
conducían hasta la entrada principal y rodeaban los jardines. Docenas de ventanas
relucientes daban a un arroyo rumoroso que corría a lo largo de la parte de atrás de la
cancha de fútbol. El césped había sido cortado tan recientemente que podría haber sido
césped artificial y un enorme estandarte estaba colgado en la parte superior de las
gradas diciendo Baker High: Casa de los Wildcats.

30
En todas partes que Megan miraba, caras nuevas de chicas con minifaldas plisadas
chillaban y se abrazaban unas a otras, hablando efusivamente de sus recuerdos de
verano. Un grupo de chicos, con chaquetas del equipo escolar color marrón,
holgazaneaban en las escaleras delante de las puertas dobles, mirando el paisaje.
Megan se sintió aliviada cuando vio pasar a un grupo de chicas con pantalones
vaqueros, una de ellas sosteniendo un balón de fútbol. Por un momento, había
pensado que se había inscrito en Paris Hilton High.
Evan estacionó el Saab con un chirrido de frenos y Megan abrió su puerta, echándose
al hombro su mochila casi vacía. Todo lo que había traído con ella era su cartera, una
libreta y sus tacos de fútbol, por si acaso tenía la oportunidad de usarlos. Ver el
imponente edificio casi la dejó sin aliento. Su preparatoria en Texas había sido de una
planta de estuco y cromo. Este lugar parecía haber sido el responsable de la educación
de los antepasados de la nación.
—Vamos —dijo Finn—. Vamos a mostrarte dónde está la oficina.
—Gracias —dijo Megan.
—No pensabas que te íbamos a abandonar, ¿verdad? —preguntó Evan, retrocediendo
unos pasos y exhibiendo esa hermosa sonrisa.
Megan notó las miradas curiosas de más de unas cuantas chicas mientras subía las
escaleras frontales entre Evan y Finn. Evan chocó las manos con un tipo apoyador 10,
con la promesa de verlo en el almuerzo y Megan sonrió. Entrar con respaldo era mejor
que entrar sola en cualquier día.
—¡Hey! ¡Strickland! —gritó Evan al segundo en que entraron en el acogedor vestíbulo
lleno de vitrinas con trofeos—. ¡Espera! —Megan y Finn se detuvieron—. Lo siento,
chicos. Tengo que hacer algo —les dijo Evan—. Los veo luego. Buena suerte,
Pateadora.
Evan saltó unos cuantos escalones para alcanzar a sus amigos. Megan lo observó hasta
que los alcanzó, incapaz de apartar los ojos. Todos eran tipos atléticos y todos estaban
mirándola mientras Evan chocaba las manos con ellos y les golpeaba la espalda.
Cuando se dio cuenta de la atención, se dio la vuelta rápidamente.
—No te preocupes por él. Tiene que saludar a su gente —dijo Finn con un toque de
sarcasmo.
—¿Más popular... más atlético... más probabilidades de éxito? —preguntó Megan.

10
Apoyador: posición en el futbol americano.

31
—Todo lo anterior —dijo Finn.
Mientras caminaban por los pasillos, Megan se dio cuenta de que todos los casilleros
estaban pintadas de granate y dorado y que los estandartes de espíritu escolar colgaban
por todas partes. Volantes en las paredes instaban a los estudiantes a inscribirse en
todo, desde el club de fotografía hasta hockey sobre césped o Amnistía Internacional.
—Bueno, eso es todo —dijo Finn, deteniéndose frente a una gruesa puerta de madera
marcada como Oficina principal—. No dejes que la vieja Betsy te intimide. Sólo es un
ser humano infeliz.
—Gracias.
—Cuando quieras —dijo Finn con una media sonrisa, retrocediendo perezosamente—.
¡Buena suerte!
Una vez que Finn se hubo ido, Megan se quedó en el pasillo por un momento,
asimilándolo todo. Una chica de pelo rojo y rizado pasó con sus amigas y le dio una
sonrisa curiosa pero no antipática a Megan.
Aquí estoy otra vez, pensó Megan. Ciudad nueva. Escuela nueva. Rodeada por miles de
personas nuevas. Podría dejar que eso la superara o podría sacar lo mejor de ello.
Con una repentina ráfaga de confianza, Megan enderezó los hombros. Había hecho
esto antes, muchas veces. Por supuesto, entonces sus padres siempre habían estado allí
para apoyarla cuando llegaba a casa de un primer día malo, pero era mayor ahora.
Podía cuidar de sí misma. Megan giró sobre sus talones y entró a la oficina. Vivir con
siete chicos iba a ser un reto. Una nueva escuela era pan comido.

***

La cafetería era siempre el punto más bajo. Por lo menos en clase todo el mundo
estaba mezclado. Los mejores amigos se quedaban sin sus compinches, los grupillos
sin sus centros. Sin embargo, en la cafetería, todos se reunían. Todos se amontonaban
en sus mesas predeterminadas y el nuevo era más visible que nunca.
Megan entró a la cafetería de Baker High armada con este conocimiento y cargada con
más libros de texto de los que cualquier humano o mula de carga debería tener que
llevar. Su casillero estaba en el lado opuesto del edificio de cada una de sus clases, así
que no había tenido tiempo de dejar nada. Su mente daba vueltas con los nombres de

32
los maestros y sus asignaciones, y estaba empezando a darse cuenta de que en realidad
tendría que llevar todas estas cosas a casa, todos los días.
Megan se detuvo cerca de la puerta y miró a su alrededor. Algunas chicas se habían
presentado esa mañana, pero nadie había hecho suficiente conversación que fuera
digna de colarse en su mesa del almuerzo, y desde luego no iba a entrometerse con
Doug, Finn, o Evan.
Se sintió aliviada cuando vio que justo afuera del bullicioso campo minado de las
mesas comunes y largas había un patio pequeño y tranquilo con antiguas mesas de
picnic y bancos encorvados. Sólo algunos solitarios ocasionales estaban sentados allí,
lejos de la multitud. Esa era la utopía de Megan.
Después de elegir un sándwich de aspecto sano, una bolsa de papas fritas y un refresco
de la fila del almuerzo, Megan atravesó la puerta del patio y se dejó caer en la primera
mesa vacía.
Con los hombros caídos y el cerebro cansado, Megan desenvolvió lentamente su
sándwich. Todo lo que tenía que hacer era conseguir pasar por un par de clases más y
entonces estaría en la cancha de fútbol, donde realmente pertenecía. Sólo esperaba que
la secretaria hubiera estado en lo cierto esta mañana cuando le había dicho a Megan
que los equipos seguían aceptando a nuevos estudiantes. Betsy no parecía estar del
todo segura acerca de nada, excepto el hecho de que era más inteligente que Megan y
todos los demás en la habitación. Había suspirado cada vez que alguien le había hecho
una pregunta, como si ya debieran saber la respuesta, pero luego le había llevado diez
minutos buscar la respuesta adecuada.
—¡Ah! ¡Aquí está! —había anunciado, sacando un trozo de papel de una carpeta en su
escritorio—. El entrenador Leonard es el entrenador del equipo de fútbol de las chicas. El equipo
ha estado practicando desde el 20 de agosto, pero las nuevas estudiantes son bienvenidas a hacer
la prueba. Las nuevas estudiantes deben reportarse en la cancha de fútbol detrás de la escuela el
primer día de clases para una prueba.
Se bajó los lentes y miró a Megan con aire de suficiencia.
—Espero que trajeras unos tenis, querida.
—Nunca salgó de casa sin ellos —respondió Megan, acariciando su mochila.

Ahora sus tacos estaban atados a la correa de su mochila para hacer más espacio para
sus muchos libros. Se preguntaba si alguna de las chicas del equipo lo había notado en
los pasillos, si sabían que iría a la práctica. Miró la cafetería a través de la pared de
cristal, tratando de divisar a las chicas del equipo. ¿Eran algo buenas? ¿Eran demasiado
buenas para que lo lograra?

33
Megan tuvo repentinas ganas de una de las conversaciones motivacionales patentadas
de su padre. Lástima que está a miles de kilómetros de distancia, pensó, tragando saliva. No
iba a pensar en sus padres. Quedaban un par de horas por pasar y no podía
compadecerse ahora.
La puerta detrás de ella se abrió con un chirrido y Miller salió, agarrando su bandeja.
Sus ojos, como siempre, estaban clavados en el suelo. Fue directamente a la mesa en la
esquina posterior derecha del patio, puso la bandeja en la mesa y se sentó. Sacó un
radio portátil de su mochila negra y se puso los audífonos en las orejas. Por casualidad
levantó la mirada y vio a Megan observándolo. Por una fracción de segundo, ninguno
de los dos se movió.
—Hola, Miller —dijo Megan finalmente.
—Los Yankees están jugando su partido ciento treinta y cinco de la temporada —
respondió. Luego oprimió un botón y Megan oyó a la voz metálica de un locutor
cobrar vida. Puso la radio sobre la mesa y comenzó a sazonar su plato de sopa con el
salero y pimentero de plástico que estaban en la mesa. Megan se dio cuenta que su lata
de refresco, su botella de jugo, y su paquete de botanas estaban alineados en la bandeja
en orden de altura. Movió el paquete de botanas, colocó el salero y el pimentero entre
él y la botella de jugo, y se echó hacia atrás, satisfecho.

***

TooDamn-Funky: ¿¿¿qué quieres decir con que cosas fuera de lo común están pasando allí???
¡¡¡No puedes decir eso sin explicarte!!!
kicker5525: OMG Esta mañana Evan se despertó y salió de su habitación con los bóxer abiertos.
Sus bóxer de caricaturas de rana.

TooDamn-Funky: ¡OH! ¡JAJAJAJAJAJAJA! Realmente no viste piel, ¿verdad?

Kicker5525: ¡Oh Dios! ¡No! No vi.

TooDamn-Funky: ¡Oye! vives en villa testosterona ahora. ¡Acostúmbrate a ello!

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Capítulo 3

Traducido por atenea.


Corregido por Mlle_Janusa.

E l equipo de fútbol estaba reunido en las gradas cuando Megan se acercó. La


entrenadora; una mujer alta, musculosa con el pelo oscuro y corto, estaba de
espaldas a Megan cuando ella habló con el equipo. Era un largo paseo a través del
campo para unirse a ellos y cuando Megan llegó allí, cada uno de los jugadores estaba
mirándola. Dejó caer su bolso en el escalón del más bajo y la entrenadora paró a
mediados de una oración.
―Debes ser la nueva muchacha sobre la cual he oído tanto ―dijo, echando un vistazo
abajo a los botines sucios de Megan.
―Supongo ―dijo Megan. Por lo visto había tenido razón en suponer que algunas de
sus futuras compañeras de equipo mancharan sus botines en el pasillo―. Soy Megan
Meade.
―Entrenadora Leonard ―respondió―. ¿Qué posición juegas, Megan?

―Centro-delantero ― contestó Megan.


Alguien soltó una risa que fue seguida por una ronda de otras. El cuchicheo que había
comenzado a su llegada intensificado y un par de las muchachas movieron sus cabezas
en obvia compasión. La entrenadora, sin embargo, pareció no estar desconcertada.
―Bien ―dijo con una cabezada―. ¿Muchachas, por qué no hacen un partido y vemos
qué puede hacer Megan? Tina, al banco.
Tina, la muchacha pelirroja que le había sonreído a Megan esa mañana, hizo una
mueca y fue a sentarse en su asiento mientras la mayor parte de las otras muchachas
subieron al campo.
Ella dio a Megan un chaleco rojo hecho bola, que Megan rápidamente se puso sobre su
camiseta.
―Gracias ―Megan dijo.

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―Sí. Rómpete una pierna ―dijo Tina sarcásticamente. Demasiado para aquella
sonrisa.
Megan trotó al campo y se unió a las otras camisas rojas en el lado oeste. Saludó a las
muchachas en la línea y un par extendieron sus manos por unas palmadas, pero
ningún nombre fue intercambiado. Una vez que subían al campo, estas muchachas
eran todos negocios. A Megan le gustó eso.
La entrenadora caminó al centro del campo con una pelota de fútbol y anduvo entre
Megan y la centro-delantero contraria. La otra muchacha era alta y bronceada, con
amplios hombros, una cintura delgada y piernas de asesina. Su pelo rubio había sido
iluminado y estaba tirado en una cola de caballo gruesa. Tenía un poquito demasiado
maquillaje, pero Megan podría decir por la mirada feroz en sus ojos que la muchacha
no era ninguna Barbie. Esto iba a ser interesante.
El balón cayó al suelo, sonó el silbato y comenzó el juego. Megan rápidamente
consiguió el control de la pelota y comenzó campo arriba. Pasó a la muchacha en su
derecha y corrió por delante, zumbando por enfrente de su primera defensora, que
realmente tropezó tratando de cambiar de dirección. La pelota volvió a sus pies
segundos más tarde y Megan golpeaba con fuerza, pero con habilidad hizo reventar la
pelota directamente por las piernas de la chica del medio. Tomó la pelota bajo la línea,
usando un juego de piernas para hacer equivocar a otra defensa. Corrió hacia el
objetivo prácticamente sin ser tocada. La portero, por la mirada en su cara, estaba
completamente desconcertada. Megan falsó a la izquierda y dio una patada a la
derecha. La muchacha no tenía ninguna posibilidad.
―¡Gol! ―La entrenadora Leonard gritó mientras la pelota rozó la espalda de la red.

Las compañeras de equipo de Megan se apiñaron alrededor de ella, dándole golpes en


la espalda y chocando los cinco. Había sido demasiado fácil. Megan esperaba que la
portero principiante estuviera al final del otro campo.
―¡Bueno ese, Megan! ―dijo la entrenadora Leonard―. ¡El resto de ustedes me hacen
ver mal! ¡Vamos!
Esta vez la otra centro-delantero fulminó con toda la fuerza de su mirada y ceño
fruncido a Megan, cuando se pararon en la línea.
—Suerte de principiante ―dijo.

Megan no le hizo caso, sabiendo que ella formularía una reaparición cinco horas desde
ahora; una que nunca tendría las agallas para entregar, de todos modos. En cambio, le
haría a esta muchacha comer su polvo.

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En el silbido, Megan consiguió la pelota otra vez, pero esta vez, Rubiecita lo tomó en
seguida con un robo hábil, detrás de las piernas. Esto pasó tan rápido que Megan
nunca lo vio venir y se echó a reír cuando ella corría en busca de la muchacha.
―Buen movimiento ―gritó, impresionada.

―Acostúmbrate a ello ―contestó la muchacha.


Pasó la pelota directamente por Megan, que estuvo dos segundos demasiado tarde
para bloquearla. Su compañera de equipo lo tomó campo arriba, pero rápidamente la
perdió. La pelota vino volando por el aire hacia Megan. Era un ángulo perfecto para
un pase principal, entonces Megan saltó para tomarlo. Pero antes de que la frente
tocara alguna vez el cuero, fue atacada en un contacto lleno que golpeó cada hueso en
su cuerpo y la lanzó a la tierra. Cuando alzó la vista otra vez, Rubiecita estaba a mitad
del campo con la pelota.
―¡Ten cuidado, Hailey! ―llamó la entrenadora Leonard.

―Wow ―Megan dijo en voz baja ya que Hailey anotó―. Alguien con quien no
meterse.
Sabía que el golpe de Hailey era una asquerosa falta que probablemente habría ganado
a una tarjeta amarilla en un verdadero juego, pero Megan le gustó el hecho de que la
muchacha no tenía miedo de jugar duro. Cada equipo necesitaba a jugadores así de
intrépidos. Y de lo que había visto, Hailey tenía algunos de los mejores movimientos.
Tal vez aún mejor que los míos, Megan pensó. Megan estaba acostumbrada a ser una
estrella en el campo de fútbol, pero sabía bien que compartiría el escenario con esta
muchacha. Sólo esperaba que el juego de la centro-delantero Hailey no le impidiera
entrar en el equipo.
Unos minutos más tarde, sonó el silbato y todas trotaron fuera del campo. Megan trotó
hacia Hailey y sacó su mano.
―Buenos movimientos ahí ―dijo―. Nunca te vi venir.
Hailey miró la palma de Megan como si estuviera cubierto de garrapatas.
―Sí, la mayor parte de las personas no lo hacen. Por eso he estado en Allstate durante
tres años seguidos, y por qué nunca conseguirás mi lugar.
Aturdida, Megan redujo la marcha de sus pasos y dejo a Hailey trotar por delante,
donde chocó palmas con Tina y otras muchachas.
―No le hagas caso a Hailey. A nadie le gusta.

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Otra jugadora, la muchacha que había jugado a la derecha de Megan, la había
alcanzado. Tenía un potente aspecto grande, y la mayor parte de su pelo rubio y largo
hasta el hombro caía de su cola de caballo y colgaba en grupos alrededor de su cara
limpia, brillante de sudor. Megan la había notado en el campo. Era una de las chicas
más rápidas en el equipo.
―¿Incluso ellos? ―Megan preguntó, mirando a los amigos de Hailey.
―Les paga ―bromeó la muchacha―. Como su hermana, tengo que devolver el dinero
y decir lo que realmente pienso.
―¿Eres su hermana? ―Megan preguntó, sorprendida.

―Lo sé. Soy, como, mucho más bonita que ella ―dijo la muchacha, moviendo sus
pestañas de manera cómica―. De todos modos, soy Aimee Farmer. Pequeña hermana
de la Hailey “Reina perra” Farmer.
―Ah ―Megan dijo, estrechando la mano de ella―. Soy Megan.

―Lo sé. ¿Estabas en mi clase de química esta tarde, verdad? ―preguntó.

―Ah, Dios. ¿Estabas allí? Lo siento, no recuerdo nada después de que casi quemé las
cejas de mi compañero de laboratorio.
Aimee se rió.
―No fue tan malo. Entonces... fuiste asombrosa ahí. ¿Dónde aprendiste a jugar así?
―He jugado en muchos equipos de muchachos creciendo ―Megan explicó cuando
alcanzaron la línea del lateral, donde el resto del equipo tomaba agua de las botellas―.
Y el año pasado mi equipo fue el campeón estatal en Texas.
―Wow. Texas. Gran estado.
―Cuéntame.

―¡Bien, vamos a hacer unos ejercicios! —llamó la entrenadora Leonard. Unas


muchachas agarraron los conos naranja que estaban apilados al lado de las gradas y los
llevaron detrás, al campo―. Megan, veme después de la práctica y hablaremos de un
puesto en el equipo.
―Seguro, entrenadora ―dijo Megan.
―Destituya a mi hermana, por favor ―dijo Aimee en voz baja―. La amaré por
siempre.

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Megan se rió cuando ella y Aimee trotaron de vuelta al campo. Un calor familiar y
emocionante la apoderó de pies a cabeza y lo saboreó, incluso cuando pensó con una
punzada en Tracy y última vez que lo había sentido. Megan tenía un sentimiento de
que acababa de hacer su primera nueva amiga.
―Bien, Megan, tienes algo de obvio talento, no tengo que decirte eso ―dijo la
entrenadora Leonard cuando estaban de pie en el vestíbulo, fuera del vestuario de
chicas.
Con el pelo todavía mojado por la ducha, Megan cruzó sus brazos sobre su pecho y
trató de reprimir las mariposas dentro. Tenía que entrar en este equipo.
Sin la familiaridad de práctica de fútbol, ejercicios y juegos, estaría totalmente perdida.
―Pero ya tengo una centro-delantero y lo ha sido durante tres años.
Megan se agarró un poco más fuerte.
―De este modo, tengo una proposición para ti ―dijo la entrenadora Leonard.

―¿De qué se trata, entrenadora? ―Megan preguntó con esperanza.


―¿Cómo te sentirías ocupando el puesto de delantera por izquierda? ―preguntó―.
Somos un poco débiles en aquel lado del campo y creo que serías perfectamente
adecuada.
Megan sonrió abiertamente.
―Seguro Entrenadora. Todo lo que pueda hacer.
―Gracias ―dijo la entrenadora Leonard, dándole palmadas en el hombro―. Estoy
contenta de tenerte aquí, Megan. Pienso que contigo a bordo, podríamos hacer un
largo camino este año.
―Gracias, entrenadora.
―Te veo mañana ―dijo la entrenadora Leonard a Megan una cabezada cuando ella se
fue.
¡Sí! ¡Gracias, gracias, gracias!

―¡Oye! ¿Lo hiciste? ―preguntó Aimee, notando la sonrisa ridícula de Megan cuando
salió del vestidor, un momento después.
―Sí. Delantera por izquierda ―dijo Megan, levantando su bolso del suelo, donde lo
había dejado caer mientras iba a hablar con la entrenadora. Siguió a Aimee a la luz del

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brillante sol, sintiéndolo más ligero que el aire. Había entrado al equipo. Su nueva vida
había comenzado oficialmente.
No podía esperar a llegar a casa y decirle a su mamá y papá. Espera, llamar a Mamá y
papá, Megan se recordó con una punzada de dolor. Esto le había estado pasando todo
el día. Estar lejos de ellos iba a ser difícil de acostumbrarse. Está bien. Hablarás con ellos
esta noche, pensaba. Será genial.

―Ah, bien. Demasiado para la explosión de ego de Hailey. Estaba muy entusiasmada
con eso ―dijo Aimee con una risa―. Pero soy feliz por ti. Oye... ¿necesitas un
aventón a casa?
―Realmente, sería...

Megan se calmó cuando vio una imagen que la hizo perder todo el poder del discurso.
El coche de Evan estaba aparcado frente de la calzada de la escuela y Evan mismo se
apoyaba atrás contra ello, mirando fuera a través del césped delantero, lejos de Megan.
Sus piernas estaban cruzadas en el tobillo y su pelo rubio brillando en la luz del sol.
Alzó la vista, la descubrió y sonrió. Había venido para recogerla de la práctica. Nunca
hubo un momento más perfecto en toda la vida de Megan.
Pero, ¡ah Dios! ¿Qué iba a decirle en el coche para el viaje entero a casa? Claro, la
había llevado esa mañana, pero entonces Finn había estado en el asiento delantero con
él y se habían mantenido el uno al otro ocupado. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a
sobrevivir esto sin hacerse ver como una completa idiota?
―¡Oye, nena! ―Evan llamó.
¿Eh?

Hailey trotó por delante de Megan y Aimee, casi atropellando a su hermana cuando
corrió el camino directamente a los brazos de Evan. Él la levantó de la tierra y la
saludó con un beso largo, casi pornográfico. Megan no podía apartar los ojos.
Tiene novia, Megan pensaba, su buen humor borrado al instante. Por supuesto que
tiene novia. Basta con mirar al tipo.
¿Pero por qué tenía que ser ella?
―Mi hermana, la perra del PDA11 ―dijo Aimee bajo su aliento.

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PDA: public displays of affection. Demostración pública de cariño, amor, etc.

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―¡Consigan un cuarto! ―llamó uno de los amigos de Hailey detrás de Megan,
ganando una ronda de risas del resto del equipo.
Hailey se separó de la cara de Evan y les disparó una sonrisa satisfecha ufana. Ella
tomó la mano de Evan y lo separó del coche así ella podía entrar. Evan abrió la puerta
para ella y al momento en que el trasero de Hailey golpeó el asiento, ella tiró abajo la
visera para comprobar su maquillaje en el espejo.
―Oye, Megan. ¿Vienes? ―Evan llamó.

La cabeza de Hailey se levantó y la miró con el ceño fruncido por la ventana.


―Uh... sí ―Megan contestó, obligando a sus pies a moverse―. Te veo mañana,
―dijo a Aimee. Miró la tierra y envolvió su pelo mojado en un rodete cuando se
dirigió hacia el coche. Evan abrió la puerta para ella, pero no pudo mirarlo hasta que
cayó en el asiento trasero. ¿Cómo podría gustarle Hailey Farmer? Se suponía que era
perfecto.
―¿Entonces, cómo fue tu primer día? ―Evan preguntó cuándo salió del
aparcamiento.
―Estuvo bien ―contestó Megan.

―Lo mismo de siempre ―dijo Hailey al mismo tiempo.


Hailey le disparó a Megan una mirada en el retrovisor y Evan se rió.
―Realmente, Hails, hablaba con Megan ―dijo, extendiendo la mano y poniéndola
sobre la de Hailey―. Sabemos cómo fue tu primer día.

Él y Hailey intercambiaron una mirada y se rieron.


―Bien, entró al equipo de fútbol ―dijo Hailey.
―Genial, Megan. Felicidades ―dijo Evan.

―Gracias —dijo Megan.

―Entonces, ¿dónde te puso la entrenadora? ―añadió Hailey―. Sabemos que no


jugarás como centro-delantero.
La piel de Megan se ardió y miró fijamente la ventana.
―Jugaré en la izquierda ―dijo ella.
Vio la sonrisa astuta de Hailey en el retrovisor.

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―Ah, pues la izquierda es muy importante ―dijo Hailey―. Serás mi apoyo.

Megan hizo rodar sus ojos y se llenó de ansiedad. Una cosa era no ser nada alrededor
de una muchacha como Hailey, pero tenerla pasando delante de Evan era diez veces
peor. ¿Por qué no podía salir en defensa de sí misma?
―No hagas caso de Hailey ―dijo Evan―. El fútbol es su vida.
Hailey le disparó a Evan una mirada irritada que no notó.
―Somos bastante rápidos en el frente ―dijo ella, echando un vistazo sobre su
hombro―. Espero que puedas seguirnos.

―Vamos, Hails. Leonard nunca la habría tomado si no estuviera bien ―dijo Evan.
Megan podría haberle besado. Si no hubiera un millón de obstáculos, tantos físicos
como psicológicos, en su camino, por supuesto.
―Sólo digo ―dijo Hailey, levantando sus manos―. Sólo quiero que esté preparada,
esto es todo.
―No te preocupes por mí ―dijo Megan―. Mi equipo fue campeón estatal el año
pasado.
¡Allí lo tienes! ¡Bien! pensaba, sonriendo triunfalmente.

―¿De verdad? ―preguntó Evan, mirando sobre su hombro―. Eso es impresionante,


Patadas.
La sonrisa de Megan se ensanchó.
―¿Patadas? ¿Qué es Patadas? ―preguntó Hailey.

―Es el apodo de Megan ―dijo Evan―. Realmente, Pateadora es su apodo, pero lo


acorté. ¿Creo que Patadas es más cool, verdad? ―preguntó, echando un vistazo a
Megan en el espejo.
―Definitivamente ―dijo Megan.
Hailey se recostó con fuerza y miró fijamente la ventana, su mandíbula apretada.
―Es tan lindo que ustedes dos ya tengan sus propios apodos.

―¿Siento un pequeño sarcasmo, Hails? ―preguntó Evan festivamente. Se paró en una


luz roja, recogió su mano y la besó.

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Hailey hizo rodar sus ojos, pero sonrió.
―No ―dijo―. En absoluto. De todos modos, ¿cómo te fue la práctica de lacrosse?
¿Vas finalmente a hacer el All-state este año?
―Sabes que no me preocupo por eso ―dijo Evan, todavía sosteniendo la mano de
Hailey mientras giró el volante con su izquierda―. El lacrosse es por diversión.
Mientras entro en el equipo de hockey…
―¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Las escuelas vendrán por ti! ―contestó Hailey.

Mientras Evan y Hailey charlaron, Megan se encontró sufriendo la incomodidad de la


tercera rueda. Se recostó en su asiento y miró fijamente por la ventana, preguntándose
a qué distancia de la escuela estaba la casa de Hailey. Por mucho que no quisiera estar
sola en el coche con Evan para hablar, escuchar la charla de los amantes felices era
mucho, mucho peor.

De: kicker5525@yahoo.com

Para: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: Programa de Inmersión.


La guía de Megan Meade de los chicos McGowan. Entrada dos.

Observación #1: Cuando hay comida en sus vistas, los muchachos apenas notan algo más.
Esto como el tiempo del león y la gacela en Animal Planet. Heidi Klum podría andar en medio y
nadie la notaría. Bien, tal vez ellos lo harían. No hay forma de probar aquella teoría. Pero de
todos modos, esto parece la última concentración.

Observación #2: Son fácilmente distraídos. Se suponía que Evan me mostraría la escuela, pero
vio a algunos amigos y se fue. Elegí no tomarlo personalmente.

Observación #3: Saben cómo posar. Evan. Su coche. Algunos rayos de sol perfectamente
colocados. Una casual, leve inclinación. ** Suspiros **

Observación #4: Tienen un gusto bizarro para las mujeres.

43
Capítulo 4

Traducido por Caamille y atenea


Corregido por maggih

—A sí que, ¿te divertiste? —preguntó Regina esa noche mientras abría la puerta
del frente.
—Sí, gracias de nuevo —dijo Megan—. Pero realmente no tenías que conseguirme
todas estas cosas. —Sujetas en sus manos estaban cuatro bolsas llenas de ropa y
maquillaje que Regina había insistido en traer a casa para ella.
—No tenía que hacerlo, quería hacerlo —dijo Regina—. ¿Sabes el placer que es pasar
el tiempo en la sección de mujeres en Gap?
Megan se rió.
—Bueno, gracias otra vez.
—En cualquier momento —dijo Regina—. Voy a hacer algo de té. ¿Quieres un poco?
—No gracias. Creo que sólo voy a ir a guardar todo esto.
—Bueno, buenas noches, cariño —dijo Regina con una sonrisa.
—Buenas noches.
Megan se dirigió por el pasillo hacia las escaleras pero se detuvo cuando escuchó voces
viniendo desde el sótano. Más abajo, Doug gritó el “jugada tras jugada" para lo que,
dado el sonido del mismo, era un entrenamiento de fútbol digital.
—E Ian de los Patriotas toma el balón en su propia línea en la yarda treinta. —Doug
entonó, reduciendo su voz hasta casi la perfecta impresión de Al Michaels—. ¿Puede
Ian, el presuntuoso estudiante de sexto grado, quien hasta recientemente todavía
estaba sorbiendo su ponche de frutas de una taza con tapa, vencer al campeón del
último año y al completo idiota-todo relleno, no asesino Miller?
Megan sonrió. Doug era en realidad algo gracioso. ¿Quién sabía?
—Y Brady cae para pasar… está mirando… está mirando…

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Otra ovación y Megan escuchó un par de saludos.
—¡No lo puedo creer! —gritó Doug—. Ian capturó su primer intento en la línea de la
yarda 50 con un herr-moo-soo pase completo a todo lo ancho. Está tan fresco como el
otro lado de la almohada. Nadie vio eso venir, especialmente no el defensa Miller
lame-trasero. Si aún puedes llamarlo así. ¡Ay!
Aparentemente Miller había golpeado a Doug. Bien merecido. Megan sonrió. Una
parte de ella quería bajar las escaleras y entrar en la acción, pero no quería
entrometerse. Sintiéndose cansada y de repente sola, Megan comenzó a subir las
escaleras, los sonidos de las escandalosas risas alzándose detrás de ella.
—¿Regina te compró maquillaje? —La madre de Megan le preguntó en el teléfono.
—Lo sé, lo sé. Le dije que no, pero insistió —respondió Megan, mirando la media
docena de polveras y tubos sobre su escritorio que nunca va a usar. Megan
simplemente no se consideraba el tipo de chica que se maquillaba.
La única vez que había dejado a Tracy darle un “ligero cambio de imagen”, había
quedado horrorizada por la prostituta en el espejo e inmediatamente corrió hacia el
lavabo.
—Sólo no uses demasiado de esas cosas en tu cara —le dijo su madre—. Eres
demasiado bonita para eso.
—Gracias —dijo Megan con una sonrisa. Estaba orgullosa de sus ojos verdes y gran
cabello rubio fresa, pero con su pequeña nariz respingona, sus pecas, y su falta de
pómulos, en realidad nunca la habían hecho sentirse “demasiado bonita” para nada.
—Bueno, estoy segura de que es agradable para Regina, tener otra chica alrededor
—dijo su madre—. Pero le dije que no necesitaba comprarte nada.
Los ojos de Megan se encontraron con las bolsas de Gap y Abercombie en el suelo y se
avergonzó.
—No compramos mucho. Y creo que realmente se divirtió. Quiero decir, nos
divertimos —agregó. Había sido un gran maratón de compras para Megan, dos horas
completas en el mall jugando a ser modelo, pero el Cinnabon había hecho que valiera
la pena.
—Bien, grandioso. Me alegro, entonces —dijo su madre.
Megan sonrió. Hablar con su madre no fue tan doloroso como había esperado que
fuera. Había una opresión en su pecho cuando escuchó por primera vez la voz de su

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mamá, pero no estaba afligida por avanzar por la línea del teléfono ni nada. Tomó esto
como una buena señal. Quizás ya estaba acostumbrada a estar por su cuenta.
Por el pasillo una puerta se cerró de un portazo y Megan se estremeció. Caleb e Ian
estaban gritándose el uno al otro en algún lugar en el primer piso. En la habitación del
ático sobre la cabeza de Megan, Sean convirtió una pista de guitarra eléctrica en llanto
y se tumbó en su cama, los resortes chirriaron mientras se acomodaba.
—¿Megan?
—Lo siento, mamá. ¿Qué? —preguntó Megan.
—Tu padre quiere saber si hay alguien en tu equipo de fútbol que pueda mantenerse al
ritmo contigo.
Megan se ruborizó gratamente. Al mismo tiempo, sintió una oleada de calor
desesperante, como si diera cualquier cosa por ver la cara de su padre justo en este
momento. Está bien, así que quizás esta separación no fuera tan fácil.
—Una chica es realmente buena —dijo—. El resto están bien.
Hubo un rápido golpe en la puerta de Megan mientras su madre relataba las noticias a
su papá.
—Pase —dijo Megan.
Era Evan. Se apoyó en el marco de la puerta, sus manos en los bolsillos. Vestía
pantalones color caqui, una camiseta blanca, y una perfecta chaqueta marrón de
gamuza.
—Oye —dijo.
Santo catálogo Abercrombie, Megan pensó.

—¿Qué? ¿Megan? ¿Te he perdido?


—Mamá, tengo que irme —dijo Megan.
—Está bien, cariño —respondió su madre—. Hablaremos pronto.
—Está bien, mamá. Dile “¡Adiós a papá por mí!” —dijo, balanceando sus piernas
alrededor del lugar para colocar sus pies en el suelo.
—¡Adiós! ¡Te quiero!

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—¡Yo también! —respondió Megan, girando la polvera. Colgó el teléfono inalámbrico
y lo tiró en su cama.
—Hola —dijo, intentando mirar a Evan.
—Yo y unos chicos saldremos a Logan a mirar los aviones despegar —dijo—. ¿Quieres
venir?
—Oh… uh…
El estómago de Megan se apretó con nerviosismo y miró su reloj, ganando tiempo.
Probablemente sólo le preguntaba porque sus padres le habían dicho que fuera amable
con ella o algo. Además, tenía escuela mañana. ¿Y qué si los McGowans se enfadaban
con ella por salir tan tarde en noche de escuela? Mientras sus padres le habían señalado
como un millón de veces, que ellos le estaban haciendo un gran favor a Megan. No
quería aprovecharse de ellos. Sería mucho más fácil simplemente alegar que era el
agotamiento de la nueva escuela y decir que había ido a dormir.
—Es un poco tarde —dijo, odiando el sonido infantil de su voz.
—Ese es el punto —respondió—. Vamos. Es muy genial. Y realmente quiero que
conozcas a mis amigos. Los amarás.
Megan se obligó a mirarlo a la cara. Su perfecta cara. Y en realidad parecía tener
esperanzas. No estaba jugando con ella. Realmente quería que fuera.
—Vamos. Sé que hay una chica mala ahí en algún lugar —dijo Evan, mostrando su
sonrisa atrapa-corazón.
Simplemente no podía estar más equivocado, Megan pensó. Pero no pudo evitar sonreír
ante sus palabras. Era tiempo de que dejara de ser tan cobarde y comenzara a tomar
riesgos. Una imagen de Ben Palmer vino a su cabeza, el chico con el que había tenido
un enamoramiento por tres largos años pero nunca dijo una palabra coherente.
—Está bien. —Se puso de pie y agarró su cartera de su tocador. Su pulso acelerado era
tan fuerte en sus oídos que apenas pudo oírse a sí mismo decir—. Estoy dentro.
Megan se agarró del lado de su asiento mientras el auto de Evan se sacudía a lo largo
del camino de tierra, que serpenteaba a través de los árboles hacia la cima de una
pequeña colina. No era el difícil camino o la negrura a su alrededor que la hacían
tensarse, sino los veinte minutos de entretenida conversación con Evan haciéndole
preguntas y ella respondiendo con lamentables no respuestas. Nunca se había oído
decir “no sé” tantas veces en su vida, una frase que repetía sólo porque era más seguro

47
que tratar de encontrar algo interesante que decir. Megan no podía esperar para salir
del auto.
—Así que, ¿extrañas Texas? —preguntó Evan, tratando valientemente de romper el
silencio.
—Un poco —respondió Megan.
—¿Dejaste a alguien atrás? ¿Mejores amigos… novios…? —preguntó Evan.
Megan rio nerviosamente.
—No. Bueno… sí. Quiero decir…
—¿Mejor amigo o novio?
—Mejor amiga. Tracy —dijo Megan—. Sin novios.
—Oh. Bien.
Megan comprobó su perfil. Él estaba sonriendo de una manera satisfecha. Por favor,
Megan. Él tiene a Hailey. Hermosa, maquilladora, popular, atlética Hailey, se dijo así
misma. Contrálate.
Finalmente llegaron a un claro y Megan pudo ver unos pocos autos ya estacionados
más adelante. Los faros iluminaban, iluminaban curiosas caras mientras Evan
estacionaba su Saab12. Un par de chicos miraron, entonces sonrieron cuando vieron
quien estaba detrás del volante. Hailey estaba trotando lejos de la multitud, su rubio
cabello abanicándose detrás de ella, y estaba en la puerta de Evan antes de que siquiera
apagara el motor.
—Oye, bebé —dijo, agarrando su cara a través de la ventana abierta y plantándole un
rápido beso en los labios.
Megan quería abofetearse. Cuando Evan había mencionado a sus amigos, había
imaginado un montón de chicos. Nunca se le ocurrió que Hailey estaría aquí.
Hailey miró de Evan a Megan.
—Oh, hola —dijo rotundamente.
—Hola —respondió Megan—. ¿Cómo estás?
—Bien —dijo Hailey—. ¿Tú?

12
Saab: Tipo de auto.

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—Bien —respondió Megan.
Okay, respira profundo, Megan se dijo mientras una docena o más chicos andaban
alrededor mirándola abiertamente. Megan reconoció a Tina y otra chica del equipo,
una bonita, alta y del medio oriente, chica de cabello oscuro y rizado. Evan y Hailey
caminaron por el lado del pasajero donde estaba Megan, abrazados.
—¡Todos! Esta es Megan —dijo Evan—. Megan, estos son todos.
—Hola, Megan —todos gorjearon, como una clase llena de niños de kinder.
Megan rió y levantó la mano.
—Hola.
—Voy a buscarnos un par de cervezas —le dijo Evan a Hailey—. ¿Quieres? —le
preguntó a Megan.
—No gracias.
—Vuelvo enseguida —dijo Evan. Luego salió trotando hacia sus amigos, dejando a
Megan y Hailey juntas. Megan sintió que podía respirar otra vez. Miró a Hailey por el
rabillo del ojo.
Tal vez Hailey era sólo amenazante esta tarde. Después de todo, tú eres una gran
jugadora de fútbol y eres la chica que está viviendo con su novio. Pero tienes un
montón en común con ella. Quizás todavía había una oportunidad para que se llevaran
bien.
—Así que, Hailey, ¿cuál fue el record del equipo el año pasado? —preguntó.
—Ganamos más de lo que perdimos —dijo Hailey, poniendo sus manos en los
bolsillos de sus jeans ajustados—. ¿Por qué? ¿Te preocupa que el equipo no sea lo
suficientemente bueno para ti?
Megan la miró.
—No, sólo estaba haciendo conversación.
—Bueno, estuvimos en los condados, pero no ganamos la final —dijo Hailey—. Por
supuesto, el entrenador piensa que contigo alrededor, sucederá este año.
—Gracias —dijo Megan.
—Dije: “El entrenador piensa.”

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En ese momento, un avión despegó de una pista y rozando por encima de sus cabezas,
con las ruedas colgando tan bajo que Megan pensó que podrían golpear uno de los
árboles detrás de ellos. El estruendo era ensordecedor, Megan podía ver a Evan y a sus
amigos que estaban animando con todas sus fuerzas, con puños y latas de cervezas
elevadas en el aire, pero no podía oírlos. Megan quería gritar también, a Hailey. En su
mente oía a Tracy diciéndole que se defendiera. Si podía hacerle frente a sus padres,
podía ciertamente hacerle frente a esta chica. Pero sólo pensar en ello hacia que sus
palmas sudaran y su corazón latiera más.
Tengo que hacer algo, sin embargo, Megan pensó, tratando de darse un discurso
motivacional. Ella iba a caminar sobre mí si no hacía algo.
Tan pronto como el ruido del motor se desvanecía, Megan se volvió hacia Hailey otra
vez.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—¿Qué?
—¿Te hice algo? Quiero decir, ¿te ofendí? —preguntó Megan—. Todo lo que estoy
tratando de hacer es acomodarme en una nueva escuela, quizás hacer algunos amigos,
jugar un poco fútbol. Pero parece que en realidad no te agrado.
Megan contuvo la respiración, incapaz de creer que sus pensamientos en realidad se
habían hecho de alguna manera semi-coherentes. Por un segundo, el rostro de Hailey
se suavizó y Megan se dio cuenta que la chica en verdad era bonita cuando no tenía un
ceño fruncido. Incluso parecía que iba a decir algo semi-humano. Luego vio a Evan
aparecer en la multitud con las cervezas y Hailey lo vio venir. Miró a Evan, luego a
Megan, y extendió su brazo hacia él.
—Vamos, bebé —dijo, pegándose a su lado—. Vamos a encontrar algún lugar un poco
más privado.
―Genial ―dijo Evan, dando a Megan una de las cervezas. ―Ve a introducirte
alrededor, Patadas. Los chicos mueren por conocerte ―añadió con un guiño.

―¡O…kay!
Ella miró inútilmente como Hailey llevó a Evan y el grupo detrás de ella, se rió en voz
alta de alguna broma no oída. Hailey echó un vistazo sobre su hombro, le disparó a
Megan una mirada triunfante antes de que ella y Evan entraran entre los árboles.
―¿Bien, cómo vamos hasta ahora? En Boston tenemos árboles, tenemos agua,
tenemos los Red Socks de Boston, tenemos el acuario, y tenemos el… tenemos el…

50
Megan miró a Darnell Wilcox. Él había marcado su lista en sus dedos y ahora miraba
fijamente a su dedo meñique como si esto fuera a darle la respuesta. En la otra mano
agarraba el cuello de una botella medio vacía de Budweiser; de lo que Megan podría
decir, su quinta o sexta. Darnell era un hermoso chico que, según su chaqueta de
Universidad, era el capitán del equipo de fútbol. A principios de la noche, él se había
mostrado siendo un tipo elegante, simpático, gracioso. Ahora que estaba oficialmente
borracho, todavía era amistoso y gracioso, pero la cosa elegante se fue por la ventana.
―Historia ―dijo Megan―. Olvidaste la historia.
―¡Cierto! ―dijo Darnell, sus ojos marrones grandes encendidos cuando la miró―.
¿Ahora, qué tipo de historia tienen en Texas?
Megan se inclinó atrás en el capot del viejo Corvette de Darnell y suspiró.
―Ah, no sé, tenemos Coronado, Álamo... declaramos la independencia una vez
―dijo ella, echando un vistazo a él.

Darnell la contempló durante un segundo, sus ojos apretados en la sorpresa confusa,


como si su banda sonora hubiera cambiado de súbito.
―Sí, pues tenemos la fiesta del té de Boston, la Masacre de Boston, el Boston... el
Boston...
―¡Los Red Socks de Boston! ―alguien gritó, apuntando una ronda de aclamaciones
en la oscuridad.
―¡Sí! ¡Gracias! ―dijo Darnell, levantando su botella―. Los Red Socks de Boston...

―Ya los mencionaste ―dijo Megan con un bostezo.

―Ah, lo siento ―dijo Darnell―. ¿Te estoy aburriendo?


―No. ―Megan negó con su cabeza. Era en serio completamente divertido. Era sólo
que era pasada la medianoche y la noche se hacía vieja.
―Sí... bien, me estoy aburriendo a mí mismo ―dijo Darnell, recostándose al lado de
ella.
Juntos miraron arriba al cielo a otro avión pasando con un sonido agudo. Todos los
demás aclamaron, pero Megan cerró sus ojos y cubrió sus oídos para tapar el ruido.
―Oye. ¿Se divierten?

51
Megan abrió sus ojos para encontrar a Evan revoloteando sobre ella. ¡Dulce alivio! Ella
no le había visto desde que Hailey lo había arrastrado lejos hace dos horas. Ahora
podrían irse finalmente de aquí.
―¿Estás listo para irte? ―preguntó Megan, deslizándose hacia abajo del capot del
auto. Ella echó un vistazo a Hailey, notó una marca de un chupón directamente cerca
de su clavícula, y echó un vistazo lejos. Su corazón ardió con los celos. Incluso no
quería imaginar en donde más habían estado los labios de Evan. Pero ahora, por
supuesto, no podía evitarlo.
―¿Ya? ―preguntó Hailey, alcanzando la mano de Evan con las suyas―. Apenas he
hablado con alguien.
¿Sí? ¿Y culpa de quién es eso? Pensó Megan.

Evan miró a Megan con una mirada suplicante y el estado de ánimo de Megan cayó.
De repente se sintió incluso más agotada que de lo que se sentía hace un segundo.
―¿Sabes qué? Está bien ―dijo Megan, agarrando la mano de Darnell y llevándole en
una posición asentada. Sus ojos rodaron adelante y él intentó hacer foco―. Darnell
aquí me llevará a casa. ¿Estás bien para manejar, verdad, Darnell? ―preguntó,
dándole un golpe tan fuerte que él se deslizó del coche.
Él tropezó un segundo cuando sus pies golpearon la tierra, pero rebuscó sus llaves del
bolsillo de su chaqueta de Universidad.
―Total-al-mente ―dijo él―. Sólo... dime adónde te llevo.

Él apuntó las llaves a la cerradura en la puerta y golpeó la ventana.


Megan levantó sus cejas hacia Evan. Evan miró hacia atrás, divertido y claramente
algo impresionado. Megan podría creerlo apenas. Ella realmente se resistía a él.
¿Quién habría creído que era posible?
Ellos sabían que ella no era bastante estúpida para entrar en el coche con Darnell. Era
una fanfarroneada. ¿La pregunta era, qué haría Evan?
Él dio vuelta hacia Hailey. ―Tal vez deberíamos irnos.

El corazón de Megan revoloteó como una bandera de victoria en el viento.


La cara de Hailey cayó, pero se recuperó rápidamente.
―Bien. Iré a buscar mi bolso. Puedes dejarme.

52
―¿En realidad... crees que podrías llevar a Darnell a casa? ―preguntó Evan,
presionando sus labios juntos y levantando sus cejas adorablemente.
Todos ellos vieron a Darnell inclinado sobre la puerta mientras usaba dos manos para
dirigir su llave hacia la cerradura. Él falló otra vez.
―Evan…
―Hails, vives a dos casas de él ―dijo Evan―. Y alguien tiene que hacerlo.

Hailey revisó por su hombro a los demás mientras otro avión salió y ahogó el mundo.
―Bien, tienes razón ―dijo ella con un suspiro. Atropelló a Darnell y lanzó su brazo
alrededor de su amplia espalda―. Lado equivocado del auto, D.
―¡Eh!? ―dijo Darnell―. Pero llevo a Megan a casa.
―Cambio de planes. Me tienes a mí ahora ―dijo Hailey―. Vamos.

Megan miró mientras Hailey suavemente llevó a Darnell alrededor del asiento de
pasajeros. Evan tomó las llaves y abrió la puerta. Juntos bajaron el trasero de Darnell
en el auto. Entonces Hailey pescó alrededor por la manija bajo el asiento y lo ajustó de
modo que las rodillas de Darnell no fueran presionadas en el tablero de instrumentos.
Irreal. Sólo cuando Megan creyó que la muchacha era completamente mala, iba y
actuaba como un humano.
―Bien, hasta luego ―dijo Hailey, dando a Evan un beso antes de que se pusiera detrás
del volante.
―Buen viaje ―contestó Evan, persuadiendo una sonrisa de su novia.
―Adiós, Hailey ―dijo Megan cuando Hailey arrancó el auto.

Sin otra palabra, Hailey salió, abandonando a Megan y a Evan en el polvo.


―Chica agradable ―dijo Megan bajo su aliento.
Evan la miró de costado y giró hacia su auto. ―Vamos. Vamos a casa.

―¿Así que, tus padres van a matarnos? ―preguntó Megan, comprobando su reloj.
Una y quince de la mañana―. Porque mis padres nos matarían definitivamente.

―No te preocupes. Está bajo control ―dijo Evan.

53
Apagó los faros cuando dio vuelta en la calle tranquila de los McGowan. Aparcando
su auto al final de la calzada, apagó el motor. El sonido de cien grillos llenó el aire. La
única luz en la casa vino de la lámpara en la ventana de la sala de estar delantera.
―Oye ―susurró Evan―. ¿Te divertiste esta noche?

Megan dio vuelta para mirarle, su corazón respondiendo con un golpe pesado. Él se
inclinaba a través de la consola. Inclinándose más cerca de modo que ella podía ver la
barba incipiente en su mandíbula.
―Tus amigos son agradables.

―Sabía que te gustarían ―susurró él, examinando sus ojos tan atentamente, que ella
no podía mirar lejos―. Realmente sabía que les gustaría.

Megan tragó con dificultad. ―Lo… ¿lo sabías?


―¿Bien, por qué no debías gustarle? ―dijo Evan con una sonrisa.

Ah Dios, él iba a besarla. Él iba a besarla ahí mismo en la calzada. Y ella, lo quería
tanto. Lo quería tanto que podía sentirlo en cada molécula de su cuerpo.
Pero él tiene novia, Megan, se dijo. Hailey podría ser una perra, pero ella era una chica y
una compañera de equipo y, aunque la oportunidad nunca se hubiera presentado,
Megan no era el tipo de persona que robaba los novios de otra persona, no importa que
odiosa aquella persona era.
―Bien, sólo cierra...

Megan no podía moverse.


―... tu puerta muy silenciosamente ―susurró Evan.
Él dio vuelta y salió del auto. Megan se desinfló.
Ella se salió del auto y cerró la puerta. Silenciosamente siguió a Evan a la calzada y a
lo largo del lado de la casa. Aparte de los grillos, lo único que Megan podía oír era el
sonido de su propia respiración. Cada segundo que pasó, esperaba que una ventana se
abriera encima de ellos o una luz se encendiera, pero todo estaba quieto. Parecía que
Evan realmente sabía lo que hacía.
Él alcanzó la puerta trasera y abrió la puerta de pantalla a mitad de camino, parándolo
con el dedo del pie de su zapatilla de deporte.
―Lección uno ―susurró él―. Si sólo lo abres hasta aquí, no chilla.

54
Megan sonrió. ―Lo tengo.

Él se inclinó y levantó la alfombra de bienvenida para revelar una simple llave.


―Lección dos: Utilizar esta llave es mucho más silencioso que sacar todo el llavero
entero.
Megan sostuvo su aliento mientras Evan abrió la puerta. Él dejó caer la llave bajo la
alfombra otra vez e inclinó su cabeza, diciéndole a Megan que entrara delante de él.
Durante un momento largo, Megan hizo una pausa, contemplando el espacio escaso
entre Evan y el marco de puerta.
Ella tuvo que ponerse de costado para pasar por él. Cuando se deslizó en la casa, su
cuerpo entero rozó contra el suyo. Pierna con pierna, pecho con pecho, su mejilla se
inclinó bajo su nariz de modo que ella pudiera sentir su aliento caliente en su cara.
Esperó a que él se moviera ligeramente, le diera más espacio, pero no lo hizo.
Megan finalmente estuvo libre. No podía dejar de sonreír abiertamente cuando el aire
libre, frío de la cocina voló sobre ella, aumentando el calor zumbando por todas partes
de su piel. Evan volvió la espalda a ella cuando silenciosamente cerró con llave la
puerta. La casa estaba sepulcralmente silenciosa.
―Escalera trasera ―susurró él.

Su voz envió temblores hasta el final de su cuerpo. Megan fue de puntillas detrás de él.
Él se paró en el final de los escalones para dejarlo ir y su corazón se aporreó con
anticipación. Ella se puso de pie sobre la primera escalera e hizo una pausa, dándose
cuenta que tenía que decir algo —como si sintiera que realmente podía ser capaz de
formular una oración. Tal vez incluso decir algo genial.
Esta era su posibilidad. Tenía que tomarlo.
Ella dio vuelta repentinamente y Evan chocó directamente con ella.
―¡Ah! ―dijo él. Tropezó, colocó su pie atrás en el suelo otra vez para el equilibrio, y
se agarró de la pared. Ambos se rieron y pusieron sus manos sobre sus bocas. Megan
saboreó el momento, riendo junto con Evan, sola y prohibidamente en su casa
oscurecida.
―¿Qué? ―preguntó, sus ojos marrones chispeando en la luz de la luna débil―. ¿Qué
pasa?
―Yo sólo... Sólo quiero decir gracias. Tu sabes, por invitarme esta noche ―dijo
Megan―. Fue… genial de tu parte.

55
Evan sonrió y miró profundamente en sus ojos. Él se inclinó adelante y Megan
encontró que no podía respirar. Era esto. Era esto definitivamente. Y de repente ella no
pensaba en Hailey o el hecho de esa media hora que él había estado besándose con
alguien más. Todo en lo que podría pensar era el hecho que realmente quería besarlo.
Y debería intentar inhalar un poco de oxígeno. Si este iba a ser su primer beso, no
quería desmayarse. Los ojos de Megan revolotearon cerrados mientras Evan se inclinó
más cerca y más cerca. Entonces, muy suavemente, él tocó su mejilla. Ella sintió que él
se alejaba y abrió sus ojos. Él sostenía una yema del dedo a ella.
―Pestaña ―susurró―. Pide un deseo.

El corazón de Megan se aceleró. Ella mordía su labio, hizo su deseo, y sopló.


―¿Qué está pasando? ―El hueco de la escalera se desbordó con la luz.

―¡Papá!

―¿Estoy soñando o es más de la una por la mañana? ―dijo John desde encima. Había
una curva en la escalera, entonces ellos no podían verlo, pero Megan podría contar lo
enojado que estaba por el timbre de su voz.
―Mierda ―dijo Evan bajo su aliento.

―Sólo estás cavando el agujero más profundo, Ev ―dijo su padre.


―Ah Dios ―susurró Megan, cubriendo sus ojos.

―Ustedes dos a sus cuartos ―dijo John―. Hablaremos de esto mañana.

―Lo siento ―articuló Evan a Megan.


―Ahora ―dijo John.

Y con esto, Evan pasó por delante de ella y trotó arriba.

***

De: kicker5525@yahoo.com

A: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: Guía de chico.

56
La Guía de Megan Meade de los chicos McGowan. Entrada Tres.

Observación #1: Los Muchachos son muy sigilosos cuando quieren serlo. Evan tiene todas clases
de trucos para moverse sigilosamente en la casa fuera de horario. (Sé que mueres por saber por qué
sé esto.)

Observación #2: Los Muchachos pierden su genialidad cuando son atrapados por sus padres.
Una vez dentro de la casa, Evan no es tan sigiloso. Por supuesto, tal vez si no se hubiera parado
en la escalera para sacar la pestaña de mi mejilla y hacerme pedir un deseo, nunca habríamos
sido atrapados. (¡¡¡¡Ahhhhhhh!!!!)

Observación #3: Los Muchachos tienen mentes para una sola pista. Lamentablemente, el tren de
Evan no está en MÍ pista. (Lo sé, descenso principal.) ¿Pero quién sabe? Tal vez su tren hiciera
una parada no programada en Meganville.
Bien, lo siento. No más metáforas tarde por la noche. Lo prometo.

57
Capítulo 5

Traducido por clau12345


Corregido por maggih

M egan se sentó en el asiento de la ventana después de la práctica del miércoles y


se quedó mirando la lista de sitios relacionados con el síndrome de Asperger en
Google. Para ser un trastorno del que nunca había oído hablar hasta ayer, seguramente
existía una gran cantidad de información por ahí. Hizo clic en el primer sitio y empezó
a leer.
Abajo, la banda de Sean estaba tocando una desordenada melodía que sonaba
vagamente familiar. Megan estaba al borde, a la expectativa de que en cualquier
segundo podría escuchar un toque en su puerta, esperando a que se dicte la sentencia.
El síndrome de Asperger es un trastorno del desarrollo caracterizado por el deterioro
sostenido de la interacción social y el desarrollo de patrones de intereses repetitivos,
comportamientos y actividades, leyó Megan. Eso sonaba bastante bien. Pero, ¿qué
hacer para conseguir que Miller se sintiera a gusto con ella? Se desplazó por toda la
pantalla leyendo las causas y las comparaciones con el autismo hasta que finalmente
encontró una sección que podría usar. “Vivir con Asperger”.
La puerta trasera se cerró de golpe y Megan giró un poco las persianas para poder ver
por la ventana. Finn cruzaba el patio hacia el cobertizo de las herramientas al otro
lado. Megan lo vio y esperó a que saliera, preguntándose qué necesitaba de allí.
Esperó. Y esperó. No Finn. ¿Por qué estaba pasando el rato en el cobertizo de las
herramientas?
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Ian está sentado en mi sombrero de Patriota y no me lo devuelve!
—Caleb gritó con todos sus pulmones.
—¡Es mi sombrero! ¡Nadie te dijo que podías tenerlo!— le gritó Ian
—¡Yuh-huh! ¡Papá lo hizo! ¡Dijo que te quedaba pequeño, cabezón! —Megan ahogó
una carcajada.
—¡Ian! ¡Caleb! ¡Vengan aquí! —gritó John, cortando brevemente la discusión—. De
hecho, ¡todos ustedes, a la sala de estar! Que alguien traiga a Finn, por favor.
Tendremos una reunión familiar.

58
El corazón de Megan dejó de latir y se congeló. Tal vez si no hacía ruido, se olvidarían
de que estaba allí. Los chicos producían un quejido general, pero dados los sonidos en
el pasillo, todos estaban saliendo de sus habitaciones y bajando las escaleras. La
música del garaje se murió de pronto con un desplome de platillos y Miller salió con
Finn. Al parecer, estas reuniones familiares eran un asunto serio.
Durante un extraño y largo momento, Megan quedó envuelta en el total y absoluto
silencio. Y entonces sucedió.
—¿Megan? ¿Te unes a nosotros, por favor? —dijo John.
Megan cerró los ojos. Colocó su computadora a un lado, respiró hondo y se dirigió
hacia las escaleras. Con solo unos pocos pasos ya podía ver completamente la sala de
estar y a todos los chicos sentados en forma de U en los sofás, como si estuviesen
esperando en el consultorio de un médico.
Echó un vistazo a Evan, quien la estaba mirando directamente. De alguna manera se
las arregló para encogerse de hombros, con los ojos, como diciendo: “¿Qué puedes
hacer?”
Megan se apresuró a bajar los últimos escalones, sintiendo a todo el mundo mirarla.
Regina y John se levantaron frente a la chimenea, de frente a sus hijos. Había un
espacio vacío entre Finn y Doug en el sofá grande del centro. Una rápida mirada por la
habitación le dijo que era exactamente donde encajaba.
Al parecer, Miller estuvo a cargo de arreglar los asientos.
—Megan, ¿puedes sentarte junto a Finn, por favor? —preguntó Regina.
—Por supuesto —dijo Megan, secándose las manos en sus pantalones vaqueros.
Se apretujó incómodamente en el espacio y Doug hizo un elaborado movimiento,
volteando sus rodillas lejos de ella para que ninguna parte de su cuerpo estuviera en
contacto con las suyas. Su movimiento la presionó más hacia el lado de Finn.
—Lo siento —dijo ella ruborizándose.
Finn se aclaró la garganta. —No hay problema —dijo.
Alzó el brazo y lo puso en el respaldar del sofá, dando a los dos un poco más de
espacio. Megan ubicó sus brazos delante de ella y cruzó las piernas herméticamente,
haciendo su cuerpo tan pequeño como fuera posible. Esperaba que la reunión fuera
rápida, porque no pensaba mover un músculo.

59
—Está bien, estoy seguro de que todos saben por qué estamos aquí —comenzó John—
. Su madre y yo sabemos que están haciendo su mejor esfuerzo para hacer que Megan
se sienta bienvenida.
Doug dejó escapar un gruñido que sólo Megan podía oír. Finn se movió un poco,
presionándose a sí mismo contra el brazo del sofá. El corazón de Megan latía a mil por
minuto.
—Ahora, esperábamos no tener que dar esta conversación. Teníamos la esperanza de
que pudiéramos confiar en ustedes para dar un buen ejemplo —continuó John—. Pero
el comportamiento de Evan de ayer por la noche nos ha obligado.
—Buena esa, perdedor —dijo Doug.
Megan se ruborizó. Doug sacó una pluma, la destapó con los dientes y comenzó a
añadir garabatos a sus jeans —los mismos que había usado el día anterior.
—Ahora, en caso de que alguno de ustedes, cabezas de chorlito, tenga alguna idea
divertida sobre el nuevo miembro de la familia, su madre y yo tenemos algo que decir
—continuó John—. En lo que a ustedes concierne, Megan no es una chica.
Doug rió y Megan se desplomó en su asiento. Se quedó mirando un nudo en el centro
del piso de madera.
—Entonces, ¿qué es? —preguntó Caleb inocentemente, por lo que Doug y un par de
los demás se rieron.

—Caleb —dijo Regina en voz baja, en tono de regaño—. Lo que tu padre está tratando
de decir es que, mientras Megan viva con nosotros, ustedes van a tratarla como a una
hermana. Todos ustedes serán hermanos y hermanas, ¿entendido?
Megan moría de ganas de mirar a Evan. En su lugar, sus ojos cayeron justo sobre Ian,
quien hacía bombas con su goma de mascar. Luego logró echar un vistazo a Sean, que
estaba mirando su reloj. Por último, con el esfuerzo de diez hombres, Megan logró
encontrar a Evan. Él estaba mirando al frente, con los talones toqueteando el suelo con
un golpe inestable.
—¿Megan? —dijo John.
Ella se volteó y miró a John.
—¿Qué? —preguntó ella.
—¿Entiendes? —preguntó John.

60
—Oh. Sí, señor.
—¿Y el resto de ustedes? —preguntó John.
—Sí, las manos fuera de Megan. Lo tenemos —dijo Doug—. ¿Ya podemos irnos?
—¡Espera! ¿Eso incluye a Caleb? —preguntó Ian, agrietándose ante su propia broma.
—Muy gracioso, niño listo —dijo Regina—. Acabas de conseguirte la responsabilidad
de sacar la basura durante una semana.
Doug comenzó a levantarse.
—No hemos terminado aún —dijo su padre. Doug se dejó caer de nuevo con un gran
suspiro.
—Yo sé que todos estamos acostumbrados a andar por la casa sin ningún límite, pero
eso cambia ahora —dijo John, alzando la voz ligeramente—. Los padres de Megan
nos confiaron su cuidado y eso significa que todos nosotros somos responsables. A
partir de ahora, todos ustedes comenzarán a respetar su privacidad. Eso significa que
no irán a su habitación sin permiso, no tocarán sus cosas y de ahora en adelante, el
árbol de roble del patio estará fuera de los límites.
—¡No es justo! —exclamó Caleb.
—¡Ese es el árbol de escalada! —añadió Ian.
—Ya no —dijo su padre—. Y tendremos toque de queda.
—¿Qué? ¡Eso es una mierda! —espetó Doug—. ¡Sean nunca tuvo toque de queda!
—Bueno, las cosas eran diferentes cuando Sean estaba en la secundaria —dijo Regina.
—Sí, la Pateadora asesina del zumbido no estaba por aquí —dijo Doug.
—¿Quieres tú también una semana de sacar la basura? —preguntó John, sus ojos
brillaban.
Oh, Dios mío. Ellos me van a matar. Todos van a matarme, pensó Megan.

—El nuevo toque de queda es a medianoche —dijo John, mirando con severidad a
cada uno de sus hijos—. Y no crean que su madre y yo no vayamos a hacerlo cumplir.
Si creen que alguna vez han estado castigados, sólo pruébenme. Ha amanecido un
nuevo día, chicos. Hay que acostumbrarse a él.
—¡Papá! —dijo Evan, inclinándose hacia delante.

61
—Confía en mí, Ev, eres el último que debe tratar de discutir conmigo sobre esto —
dijo su padre con firmeza.
—Muchas gracias —dijo Doug en voz baja.
Finn le golpeó en la parte posterior de la cabeza mientras Megan oraba por el dulce
alivio de la muerte. Si estos chicos no la habían despreciado antes, ahora, sin duda, lo
estaban haciendo.

—Muy bien todos —dijo Regina, aplaudiendo—. Vamos a comer.


Esa noche, Megan se frotó enérgicamente la cara con el exfoliante de albaricoque que
Regina le había dejado en su habitación. Parecía que Regina continuaría tratando de
acercar a Megan a su lado femenino, quisiera o no. Pero ese era el menor de los
problemas de Megan —Evan no la había mirado ni una vez durante la cena y Doug
había continuado pateando su pie bajo la mesa. Y cada vez que alguien le pasaba un
plato a Megan, Ian había gritado: “¡Manos fuera!” y soltado la risa. Toda la
experiencia había sido completamente humillante.
Todo va a estar bien, se dijo, mirándose a los ojos en el espejo. Desafortunadamente,
no se lo creía. Los McGowan acababan de poner el prohibido sobre cualquier
posibilidad de que Megan y Evan estuviesen juntos, por remota que hubiera sido.
Además de que, al parecer Doug la odiaba aún más —algo que no había creído
posible. Por lo menos John, a instancias de Regina, había puesto cerrojo en su
dormitorio y en el baño. De lo contrario, podría despertarse una noche y encontrar a
Doug a punto de asfixiarla con una almohada.
Megan se echó agua en la cara y cerró la llave. Hmm. Muy bien, así que esto huele
muy bien. Mientras presionaba suavemente una toalla sobre su piel, escuchó voces al
otro lado de la pared y se detuvo. Los sonidos venían de la habitación de Evan.

—Esto es una mierda —susurró alguien—. ¿Desde cuándo son tan rígidos respecto a
seguir las reglas?
—Adivina —dijo otra voz.
Megan se estremeció y se abrazó a sí misma. Se acercó de puntillas a la tapa del
inodoro y se sentó a escuchar.

—Mira, yo nunca he visto a mamá y papá tan serios —dijo otra persona—. Ustedes
monos mejor prepárense para una ofensiva en grande.

62
—Hemos gobernado este lugar —dijo Doug—. Ahora la chica lo ha arruinado. Yo
digo que la congelemos hasta que se rompa. Haremos esto tan malo que empezará a
rogar por irse a Corea.
Megan tragó saliva. ¿Nadie iba a defenderla? ¿Finn? ¿Evan? ¿Alguien?
—¿Sabían que los Yankees han aparecido en treinta y nueve Series Mundiales y han
ganado veintiséis de ellas?
Megan sonrió con tristeza.

—Sí, lo sabemos, agujero de eneldo —replicó Doug—. Pero, ¿quién ganó en el 2004?
—Los Medias Rojas, pero...
—¿Y quienes pagan porque les pateen sus grandes traseros por estar ahí? —le preguntó
Doug.
—Los Yankees, pero…
—Entonces, ¿por qué no te callas?
Megan respiró hondo. Metió la toalla en la barra del toallero y se dio una buena y
larga mirada a sí misma en el espejo. Si alguien establecía un reto como este delante de
ella en el campo de fútbol, sería hora del rally. Pero una oportunidad de siete a uno no
era buena. Estos chicos no sólo tenían ventaja en el campo, sino también su propio
idioma, su propia historia, su propio libro de jugadas secretas. Megan estaba a ciegas.
Solo debes entrar allí. Sorpréndelos a morir. Diles que escuchaste todo y que no vas a
salir corriendo sin pelear, se dijo. Pero, por supuesto, ella nunca haría eso.
A medida que la conversación de al lado se fue degenerado en un debate deportivo,
Megan se apartó de su reflejo en el espejo. Estaba empezando a preguntarse si haber
venido a vivir con los McGowan era el peor error de su vida.

De: kicker5525@yahoo.com

Para: TooDamn-Funky@rockin.com:

Asunto: Guía de Megan Made sobre los chicos McGowan, entrada cuatro
Observación # 1: Los chicos no saben mantenerse abajo.

63
Capítulo 6

Traducido por Lizc


Corregido por maggiih

M egan amarró su cabello aún húmedo de vuelta en una coleta y se puso su


sudadera roja. El sol todavía era rosado en el cielo de la mañana y los primeros
sonidos de movimiento podían oírse desde los cuartos de los chicos. Cogió su maleta,
se puso sus zapatillas, y se dirigió hacia las escaleras en puntillas.
La cocina estaba oscura y en silencio, justo como ella había esperado. Abrió la puerta
de la alacena de la cocina y entró. El lugar estaba abastecido como un refugio
antiaéreo. Doce cajas de cereal, por lo menos cincuenta latas de sopa instantánea, filas
y filas de cajas de macarrones con queso, galletas saladas, galletas dulces, y bolsas
gigantes de rosquetes.
Regina y John debían ir de compras todos los días para mantener a su pequeña
camada de demonios alimentada.
Megan examinó los estantes, encontró una caja abierta de barras de granola, y agarró
dos. Después cogió un Gatorade de ponche de frutas del refrigerador y salió por la
puerta trasera. Nada como un desayuno a la carrera.
Su bicicleta estaba estacionada con otra media docena bajo una marquesina de metal
que se extendía desde un lado del cobertizo. Poniendo la barra de granola entre sus
dientes, sacó el manubrio de los otros y movió su bicicleta hacia la entrada.
Deslizó su botella de Gatorade dentro del contenedor, subió, y pedaleó hacia la
escuela. Después de solo dos viajes en el asiento trasero del auto de Evan, apenas
prestando atención hacia donde iba, ella esperaba que de alguna manera recordase la
ruta
Quince minutos más tarde, Megan puso el freno y rodó sobre el pasto, directo hacia el
aparca bicicletas en frente del colegio. Los niños ya estaban llegando y había pequeños
grupos afuera, conversando o comparando apuntes. Megan abrió la segunda barra de
granola y tomó un largo trago de la botella de Gatorade mientras subía los escalones.
Se sentía independiente. ¿Quién necesitaba a los chicos McGowan? Ella podía
cuidarse sola. Por el rabillo de su ojo, vio a Hailey y sus amigas observándola mientras
llegaba al escalón superior.

64
—Y bien… Pateadora —dijo Hailey con una sonrisa—. Veo que ya no estas usando a
mi novio como tu chofer.
Megan no estaba de humor. Se detuvo por un momento y miró a Hailey directamente
a los ojos hasta que la cara de Hailey finalmente cayó. Después miró a las otras chicas
que se habían reído de su chiste y dejó que su mirada se deslizara sobre ellas.
Había dos chicas que no se habían reído ni reaccionado. Les sonrió antes de morder su
barra de cereal y las pasó caminando a grandes pasos dentro del edificio.
Miller ya estaba sentado en su mesa en el patio cuando Megan salió con su bandeja de
comida esa tarde. Una cosa que Megan había aprendido en Internet era que si Miller
alguna vez iba a estar cómodo con ella alrededor, tenía que dejarle ver que estaba ahí
para quedarse —que era alguien a quien debía acostumbrase. Mientras que evadir a los
otros chicos sonaba como un buen plan, salir con Miller era la única forma de
ayudarlo. Ahora era un buen momento para empezar.
Ella no quería invadir su espacio personal, así que se sentó al otro lado de la mesa y en
el otro extremo, tan lejos como era posible. A través de sus audífonos, podía escuchar
un locutor comentando el juego, divagando sobre el marcador. Miller levantó la
mirada y se la quedó mirando, sus ojos vacíos. Ella se ruborizó bajo descarada mirada.
Bajó la mirada hacia su bandeja. Empezó a alinear los ítems frente a ella según su
tamaño. La lata de soda, la manzana, la mini botella de kétchup, la ensalada de frutas.
La hamburguesa y las papas fritas las puso justo frente. Cuando terminó, levantó la
mirada hacia Miller y él sonrió.
Tenía una linda sonrisa. Iluminaba su rostro. Megan le sonrió de regreso y Miller
volvió su atención a su almuerzo. Megan dio una gran mordida a su hamburguesa
cuando notó una sombra sobre su comida. Levantó la mirada y encontró a Evan de pie
en el otro extremo de la mesa.
Su mejilla sobresalía al estilo chimpancé. Buscó a tientas una servilleta y cubrió su
boca mientras terminaba de masticar.
—¿Cómo va todo? —preguntó Evan, deslizándose en la silla al otro lado de la suya.
No tenía maleta, ni libros, ni almuerzo.
—Oye, Mills —dijo, saludando a su hermano.
Miller levantó la mano y subió el volumen de su radio.
—Es bastante genial, sabes. Sentarte aquí afuera con él —dijo.

65
En la luz solar ella podía ver que sus ojos marrones tenían esos asombrosos reflejos
dorados que los hacían brillar. Pero no podía dejar que la absorbiera. Se rehusaba.
—¿Por qué ustedes no se sientan con él? —preguntó Megan, reclinando y cruzando sus
brazos sobre su pecho.
—Sabes cómo es —dijo encogiéndose de brazos—. ¿Entonces, que pasó contigo esta
mañana? Te fuiste.
—Si —dijo rotundamente—. Me fui.
Hubo una larga pausa y alguien en la radio hizo un home run.
—Nos escuchaste anoche, ¿verdad? —dijo Evan, encorvándose hacia adelante con sus
manos entrelazadas entre sus rodillas.
Megan le lanzó una mirada que le indicaba que había escuchado todo. Evan bajó la
cabeza.
—¿Sabes qué? Está bien —dijo Megan, agarrando un papa frita—. Solo me apartaré…
y no molestaré a nadie… y olvidaran que siquiera estoy ahí.
—Sí, mala idea —dijo Evan.
—¿Disculpa? —dijo Megan, su cara calentándose.
—Mira, ignorar a mis hermanos no es la respuesta —dijo—. Confía en mí. He vivido
con ellos más tiempo que tú. Si los ignoras, ellos solo te joderan más.
—Oh.
—Quiero decir, no puedes ignorarnos —agregó—. En caso de que no lo hayas notado,
estamos en todas partes.
Megan reprimió una risa, después trató de cubrirla al tomar un ruidoso sorbo de soda.
—No les puedes dejar pensar que ellos pueden pasar sobre ti, porque lo harán —dijo
—La táctica en tu cara es a lo único que responden.
Megan mordió el borde de su lata de soda.
—¿Megan? ¿Estás ahí? —preguntó Evan, agitando una mano en frente de su cara.
Megan asintió y se echó hacia adelante, colocando su soda de nuevo en su bandeja.
—Lo intentaré —dijo, mirando la bandeja.

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—Gracias —levantó la mirada hacia él—. Quiero decir, por el consejo.
—Si no hay problema —dijo, cogiendo una papa de su bandeja—. Todavía no les
puedo creer a mis padres. ¿Y tú? ¿Ese toque de queda? Apuesto que tus padres nunca
te dieron un toque de queda.
Megan se encogió de hombros. Sus padres nunca habían necesitado darle un toque de
queda. Ella siempre volvía a casa por su cuenta, mucho más temprano de lo que
cualquier adolescente digno debería estar en casa.
—Lo que sea. Que se jodan —dijo—. Sean nunca tuvo un toque de queda, ¿por qué
tendría que tenerlo yo? ¿Creen que estas aquí y repentinamente necesitamos reglas?
—Se mofó y luego tomo otra papa—. No voy a seguir ninguna de ellas.
El pulso de Megan se aceleró y se quedó mirando su sonrisa traviesa. Cuando dijo que
no iba a seguir ninguna de las reglas, ¿eso incluía la regla “manos fuera de Megan”?
—¿Sabes qué? Están ricas estas patatas fritas. Voy a conseguir algo de comer.
—Oh. Está bien. Te…veré más tarde.
Evan la miró, perplejo.
—Iré a conseguir algo de comer y después volveré —dijo lentamente, como si estuviera
hablando con alguien que acabara de aprender inglés.
—Oh —dijo Megan sonriendo—. Está bien.
Él pasó por la puerta y Megan lo siguió con la mirada, una tonta sonrisa en su cara.
Evan iba a almorzar con ella. Por elección propia. Tenía que significar algo. Y a
menos que se equivocara, acababan de tener una verdadera conversación con un solo
pequeño bufido de que hablar. Este día estaba mejorando.
Mientras Megan volvía su atención a su almuerzo, algo dentro de la cafetería atrapó su
visión. Hailey la estaba mirando furiosamente. Ella estaba sentada en la mesa en el
centro de la cafetería y ella y todas sus amigas estaban fulminándola con la mirada
descaradamente. El estómago de Megan se revolvió y apartó la mirada rápidamente,
pretendiendo no haberse dado cuenta. Increíble. ¿Por qué Evan iba a salir con alguien
tan maldiciente? Él merecía algo mucho mejor. Megan cogió su hamburguesa y
mordió un gran bocado.
Desde ahora en adelante, es cada una por su cuenta, Megan pensó. Después rió por su
repentina osadía, agarró su copia de Hamlet de su mochila, y enterró su cara
sonrojada en sus páginas.

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El sol quemaba en la espalda de Megan mientras se apoderaba del balón en la línea
lateral. Era pura adrenalina. La sangre goteaba de una herida en su rodilla, mojando su
media y el acolchado de su espinillera. Su brazo manchado de tierra y su nariz estaba a
punto de moquear. Aun así, todo lo que le importaba a Megan era la sensación del
viento volando su cabello mientras corría por el campo. Todo lo que podía ver era la
arquería frente a ella. Todo lo que podía sentir era a Hailey tan cerca detrás de ella que
podía sentir su respiración. La chica estaba pisándole los talones.
Megan estaba lista para pasar la pelota, pero al último momento, algo atrapó su tobillo
y salió disparada. Y luego un rápido empujón entre sus omoplatos y la cabeza de
Megan se fue hacia atrás mientras que el resto de su cuerpo golpeo el piso. Dolía como
el demonio, pero ella no se quedó tumbada por mucho tiempo. No le iba a dejar a
Hailey salirse con la suya, sin importar cuantas veces la tumbara con tacles contra las
reglas.
—¡Hailey! ¿Qué diablos estás haciendo? —gritó Ria Wilkins, ofreciéndole una mano a
Megan.
Ria era una defensa poderosa y compacta. Ella y Aimee había cuidado la espalda de
Megan todo el día, quitándole algo de carga una vez que se dieron cuenta de que
Hailey iba a tratar de matar a Megan cada vez que tuviera el balón.
—¿Qué? —dijo Hailey, parándose y apareciendo con el balón en sus manos—. Solo
estoy haciendo mi trabajo.
—¡Por favor! ¡La derribaste totalmente! —rebatió Aimee.
—Chicas, está bien —dijo Megan, succionando aire—. Fue un juego limpio.
—No lo fue y lo sabes —replicó Ria—. Lo siento, pero de dónde vengo, cuando
colocan un estupendo jugador en tu equipo, no tratas de dejarlo fuera del equipo en la
práctica.
—¿Que estás diciendo, Ria? —preguntó Hailey, poniéndose a la altura de Ria—.
¿Estás diciendo que no me importa este equipo?
—Hey, tú lo dijiste, no yo —replicó Ria, mirando fijamente a Hailey.
Repentinamente el silbato empezó a berrear furiosamente y la entrenadora Leonard
interrumpió en el centro del rápidamente círculo creciente. Megan se apartó y pasó el
dorso de su mano debajo de su nariz. Hailey había sido bastante violenta hoy, pero
Megan había respondido igual de bien. Los golpes de Megan habían sido limpios, a
diferencia de los de Hailey, pero Hailey había comido bastante césped. Su codo estaba
herido y su cara esta manchada de tierra y césped. Todo era parte del juego.

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—Está bien chicas, eso es todo. Creo que hoy vamos a terminar la práctica un poco
antes —dijo la entrenadora Leonard, fulminado con la mirada a todas—. Me gusta la
energía que estoy viendo aquí afuera, pero Hailey y Megan, si no se comportan y no lo
hacen rápido, los árbitros las sacaran del equipo antes de que puedan decir O y diez
—agregó, fulminándolas con la mirada—. No vamos a ganar mucho con ustedes dos
en el campo, sugiero que empiecen a encontrar una manera de trabajar juntas.
—Sí, Entrenadora —dijo Megan rápidamente.
— Si, Entrenadora —agregó Hailey.
—Bien. Ahora antes de que vayan a las duchas, quiero recordarles que en nuestra
practica final el sábado antes del juego contra Hacketstown, vamos a escoger una
nueva capitana —dijo Leonard—. Así que empiecen a pensar en qué clase de persona
quieren que lidere este equipo.
Casi todas miraron a Hailey. Claramente la chica tenía asegurada la capitanía. Megan
pensó en su equipo en Texas —del cual se suponía que sería capitana este año. Ella
respiró profundamente y exhaló lentamente, tratando de ignorar la punzada de pesar
en su pecho.
El grupo se disolvió y Vithya Jane, la chica que Megan había reconocido en Logan la
otra noche, se acercó y le choco la mano.
—Buena práctica —dijo.

—Gracias —replicó Megan, sorprendida de que alguna amiga de Hailey la apoyara.


Vithya sonrió y trotó para alcanzar a Hailey y Tina mientras que Aimee y Ria
flanquearon a Megan.
—Deberíamos limpiar esa rodilla —dijo Ria, respingando mientras veía la sangre.
—Eh, me gusta un poco —dijo Megan—. Es mi primera herida de batalla como Lince.
Aimee y Ria rieron y las tres conversaron todo el camino de vuelta al gimnasio.
Megan estaba segura de que estaba bien hasta que bajó de su bicicleta en la entrada de
los McGowans y sus músculos se acalambraron. Aparentemente ella debía estirar un
poco más. Hailey realmente le había dado el entrenamiento de toda una vida esta
tarde. Si la chica no tenía cuidado, iba a terminar mejorando el juego de Megan en
lugar de ponerla en la lista de heridas.
La puerta trasera se cerró mientras Megan iba hacia la casa y ella vio a Finn cruzar el
patio y dirigirse al cobertizo de nuevo. Megan rodó su bicicleta hacia la pared y puso

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su bicicleta con las otras. Se detuvo por un momento, escuchando. No había ruido.
Nada. ¿Que estaba hacienda ahí dentro?
Dios, realmente espero que no involucre una pila de Playboys o algo así, Megan pensó,
arrugando la cara.
Aun así, incluso con esa perturbadora idea en su mente, no pudo evitar rendirse ante
su curiosidad. Además, se suponía que estaba absorta en la investigación.
Parte de eso era descubrir que hacían los chicos cuando estaban solos en un cobertizo,
¿Cierto?
Preparándose psicológicamente, Megan se acercó a la puerta y la abrió. Finn se dio la
vuelta, con los ojos muy abiertos, y se la quedó mirando. Él estaba usando una
camiseta azul que decía LOS CHICOS BUENOS VOTAN y estaba manchada con
huellas de pintura morada. Su cabello estaba un poco más despeinado de lo usual.
—Está bien, mi vida pasó ante mis ojos —dijo, exhalando—. Me asustaste.
—Lo siento —dijo Megan.
Algo en su mente le decía que debía salir del cuarto, pero estaba demasiado asombrada
para moverse. Finn no estaba, gracias a Dios, haciendo nada desagradable. Él estaba
sosteniendo una paleta de pinturas y un pincel y de pie frente a un lienzo. Alrededor de
él, detrás de él, sobre el piso, y apoyados contra las paredes habían docenas de lienzos,
todos en variadas etapas de finalización.
Ninguna, hasta ella podía decir, estaba terminada.
—WOW —dijo Finn, mirándola de arriba abajo—. ¿Deambulaste por una mala parte
de la ciudad?
Megan bajo la mirada hacia la herida en su rodilla y el horrible moretón formándose
en su espinilla.
—No. Fue en… la práctica —dijo Megan—. Lo siento, ¿debería irme?
—¡No! No —dijo Finn, sacando un banquillo—. Entra. Siéntate. Te ves como si lo
necesitaras.
Megan sonrió y avanzó lentamente por el cobertizo, temerosa de tocar algo con
cualquier parte de su cuerpo. Se movió furtivamente de lado más allá de su lienzo y se
sentó en el banco, el cual cedió bajó su peso. Megan extendió los brazos para
balancearse y Finn atrapó su mano.

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—Lo siento. Está un poco viejo —dijo.
—No hay problema —replicó Megan. Ella miró su mano sujetando la suya. Él la soltó,
aclarando su garganta y pasando su palma contra sus jeans.
—¿Entonces Hailey te hizo eso? —preguntó Finn, levantando su barbilla y mirando
sus piernas. Él lanzó algo de pintura de un tubo sobre su paleta y presionó su pincel
contra ello, mezclándolo.
—¿Cómo supiste? —preguntó Megan.
—Conozco a Hailey —replicó Finn, soplando un rizo rubio que cayó frente su ojo—.
En la fiesta del cuatro de julio en la piscina de la ciudad en segundo grado, robó mi
paleta de helado, y me hundió hasta el fondo. Le he tenido miedo desde entonces.
—¿En serio? —dijo Megan con una sonrisa.
—Nunca bromeo sobre las paletas de helado —replicó Finn con una media sonrisa.
Megan rió y miró alrededor. La pintura a medio terminar más cerca de ella mostraba
un par de manos, una sobre la otra en una pose agraciada. Los dedos, sin embargo, no
habían sido detallados e iban desvaneciéndose.
Detrás de esa estaba lo que parecía ser un hombro desnudo y el cuello de una chica
quien estaba medio apartando la vista del espectador pero su cabello y facciones no
habían sido llenados.
Cada pintura, de hecho, presentaba un ángulo extraño de alguna diferente parte del
cuerpo, pero ninguna de ellas estaba completa y ninguna era un retrato convencional.
—Sé en qué estás pensando —dijo Finn, tocando con su pincel el lienzo frente a él—.
Este chico nunca termina nada.
Megan se sonrojo. —No… Yo solo…
—Eso es lo que pienso cada vez que entro aquí —dijo Finn—. Es tan extraño. Tengo
estas inspiraciones y vengo a aquí listo para plasmar mi visión sobre los lienzos, pero
una vez que el subidón de adrenalina se va, me bloqueo. Es como si no supiera a
donde ir —Finn colocó su pincel dentro de un vaso de agua y la miró sobre su
hombro—. ¿Entonces ella te está echando bronca?
—¿Quién?
—Hailey —replicó Finn.

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Megan sonrió. —Nada que no pueda manejar.
Él se apartó de su pintura para sonreírle. —Bien —dijo.
Por alguna razón, esa simple palabra llenó a Megan de alivio. Tal vez era la manera en
que lo dijo. Como si estuviera orgulloso de ella. O impresionado. O para nada
sorprendido.
—Tal vez incluso le haga pagarte tu paleta de helado —dijo Megan sarcásticamente.
—Está bien. Superé las paletas de helado —dijo Finn—. Soy más un hombre de
batidos ahora. —Levanto las presillas de su cinturón y ambos rieron.
Finn sostuvo la mirada de Megan hasta que ella apartó la vista. Repentinamente fue
abrumada por la sensación familiar de no saber que decir a continuación. Finn parecía
ser un chico lo suficiente agradable, pero como el resto de sus hermanos, él había
estado en la reunión acerca de cómo espantar a Megan de la ciudad. ¿Estaba
simplemente siendo agradable porque ninguno de sus hermanos estaba alrededor? ¿Era
todo algún tipo de acto?
Finn se aclaró la garganta y la miró por el rabillo de su ojo.
Megan pensó en lo que Evan le había dicho antes ese día —que la mejor manera de
lidiar con sus hermanos era conociéndolos de frente. Su pulso se aceleró por la idea,
pero al menos Finn estaba solo. Tal vez hacerlo uno a la vez no sería tan difícil.
Además, hablar con Finn de alguna manera parecía ser mucho más fácil que hablar
con cualquier otro en esa casa.
—Entonces… yo… yo los escuché hablando sobre mi anoche —dijo Megan, bajando
la mirada hacia sus manos.
El pincel de Finn cayó de su mano y le dio un vistazo, claramente avergonzado.
—Oh. Está bien. Tú… Bien
—¿Bien? —preguntó Megan.
Finn se ruborizó.
—Sí, hago eso algunas veces. Iba a decir: “¿Lo hiciste?” pero también iba a decir: “No
es bueno”—dijo, poniendo su paleta y pincel en un desordenado estante—. En cierto
modo tengo mi propio lenguaje especial.
Megan sonrió. Ella conocía esa sensación.

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—Entonces… nos oíste —dijo Finn, metiendo sus manos en los bolsillos delanteros de
sus jeans.
—Sí, entonces… ¿Todos ustedes quieren que me vaya? —preguntó.
—Solamente…. Solamente estamos acostumbrados a la manera en que las cosas eran
—Entiendo eso. Yo también —dijo Megan—. ¿Pero ustedes no piensas que esto
también es difícil para mí? Nunca he tenido que vivir con tantas personas y mis padres
se fueron y, bueno, en caso de que no se hayan dado cuento, ustedes son…
—¿Apabullantes? —preguntó Finn.
—Buena palabra —dijo ella.
—Mira, todos simplemente necesitamos un período de adaptación —dijo Finn con un
encogimiento de hombros—. Intenta no dejarlos llegar a ti.
Megan levantó la mirada hacia los ojos azul grisáceo de Finn y sonrió.
—Entonces… ¿Tú no eres uno de ellos?
Finn le devolvió la sonrisa. Al igual que Miller, toda su cara se iluminaba y sus ojos se
arrugaban en las esquinas.
—Tenerte aquí es…. Solo digamos que es diferente —replicó—. Pero no te preocupes
por mí. Creo que puedo manejarlo.
Megan levanto sus cejas. —¿Oh, en serio?
—Si —dijo Finn con total naturalidad, mirando directamente dentro de sus ojos—. En
serio.

De: kicker5525@yahoo.com

Para: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: Guía de chicos.


La Guía de Megan Meade de los Chicos McGowan Entrada Cinco.

Observación #1: Los chicos no tienen problema con robar la comida de tu plato sin preguntar
antes. ¡Te lo digo, SE TRATA DE sus estómagos!

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Observación #2: Los chicos no siempre están en la onda. Resulta que a veces me gusta el cotorreo
de Finn.

Observación #3: Los chicos PUEDEN pensar por sí mismos. Evan se sentó conmigo en el
almuerzo y Finn también está totalmente en desacuerdo con todo el plan “Aniquilemos a Megan”
Tal vez Doug no es el malvado cerebro que piensa que es.

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Capítulo 7

Traducido por Lola_20


Corregido por Silvery

M egan emergió de la cola del almuerzo con su bandeja, y una copia enrollada de
la revista de motocicletas saliendo del bolsillo trasero de sus pantalones. Si iba
a sentarse afuera con el Miller silencioso de nuevo, iba a llevar su propio
entretenimiento. Ella sabía demasiado como para esperar que Evan se le uniera dos
días seguidos.
—¡Megan! ¡Por aquí!
Aimee le hizo señas con la mano desde el centro de la cafetería. Megan miró hacia el
parque y vio a Miller ya metido en su juego. No le había dicho ni una palabra a ella o a
Evan el día anterior. Aunque realmente estaba esperando hacer algún progreso con
Miller, decidió que un poco de interacción social podría ser un buen cambio de rumbo.
Saludó a Aimee, Ria y sus amigas.
—Hey —dijo Aimee, sonriendo mientras se sentaba de nuevo.
—Hola —dijo Megan—. Hola, Ria.
—¿Qué hay? —dijo Ria —. ¿Conoces a Jenna y Pearl? —preguntó, señalando a las dos
chicas frente a ella.
—No… hola —dijo Megan, deslizándose en el asiento al lado de las nuevas chicas.
Reconoció a Pearl del equipo. Tenía cabello corto y rubio y una cara redonda, y estaba
ocupada haciendo un brazalete en una caja de coloridas cuentas. Jenna tenía una
trenza larga y oscura que colgada del medio de su espalda y usaba un gafas deportivas
de aviador.
—Hola —dijo Jenna—. Estás en mi clase de español, ¿no?
—¿Sexto período con la Sra. Krantz? —preguntó Megan—. No creo gustarle
demasiado.
—Eso es porque sabes más español que ella —dijo Jenna con una sonrisa.

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—Pearl era el nombre de mi abuela —anunció Pearl, deslizando una cuenta púrpura
en un hilo delgado, junto a un patrón al azar de azules, verdes y aguamarinas.
—Oh… vaya —replicó Megan—. Eso es muy bonito —agregó, señalando al brazalete.
—¿Quieres uno? Puedo hacértelo. Los hago para todo el mundo —dijo Pearl excitada.
Aimee, Ria y Jenna levantaron sus brazos lentamente. Sus muñecas estaban llenas de
brazaletes.
—No puede sentarse sin hacer algo —explicó Aimee
—¿En serio? Yo soy igual —dijo Megan.
—¿Lo eres? —Toda la cara de Pearl se iluminó—. ¿Veis? Se los dije, no necesito
Ritalin, Megan y yo somos perfectamente normales. Así que, Megan, ¿quieres un
brazalete? Acabo de descubrir algunos nuevos estilos.
—Sí, claro, me encantaría uno —dijo Megan.
—¡Genial! —Pearl se estiró frente a Jenna para poner la caja de cuentas frente a ella—.
Elige algunos colores.
Megan rió.
—De acuerdo. ¿Puedo hacerlo después del almuerzo?
—¡Claro! ¡Absolutamente! —replicó Pearl.
—Así que, Megan, empecemos con ello —dijo Ria, inclinando sus hombros hacia la
mesa—. ¿Cómo exactamente terminaste viviendo en el paraíso de chicos?
Megan tomó un bocado de su sándwich.
—No lo llamaría cielo precisamente.
—Oh, por Dios, ¿estás bromeando? ¿Los chicos McGowan? —dijo Aimee—. Son
como, la brigada sexy.
Megan rió y bebió un largo trago de soda.
—¿La brigada sexy?
—¿Y qué? ¡Lo son! —dijo Aimee—. Aún no puedo creer que mi hermana esté saliendo
con una de ellos.

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—Por favor. Una vez, ambos ganaron como los más guapos en octavo grado, todos
sabíamos que estarían intercambiando saliva tarde o temprano —dijo Ria, comiendo
su pasta.
—¡Ria! —exclamaron sus amigas.
—Ew —agregó Aimee, metiendo su dedo hasta su garganta.
—Así que… ¿qué? —dijo Ria a Megan, ignorando a las otras—. ¿Ganaste algún
concurso o algo?
—Nuestros padres son viejos amigos —explicó Megan, sonrojada por la imagen de
Evan y Hailey intercambiando saliva—. Mi papá fue transferido a otro país y yo no
quería ir, así que los McGowans ofrecieron que me quedara con ellos.
—Guau, así que, ¿has visto a alguno de ellos desnudo? —preguntó Ria. Jenna, Aimee
y Pearl estaban mudas y atentas.
—No, no he visto a ninguno desnudo —replicó Megan. Miró alrededor y se inclinó
sobre la mesa—. Pero he visto a la mayoría en boxers.
Jenna casi se ahoga.
—Oh, por Dios, Evan McGowan en boxers. ¿Cómo fue?
Aterrador, pensó Megan, recordando la difícil mañana.

—Fue… interesante.
—Evan McGowan es tan perfecto —dijo Pearl. Se pausó en la construcción de su
brazalete y miró hacia fuera ensoñadoramente—. Tuve mi primera fantasía sexual con
él.
—¿En serio? —preguntó Megan.
—Creo que la mayoría de nosotras lo hizo —replicó Aimee—. ¿Cómo no tenerlas?
Quiero decir, él es tan mujeriego.
El calor corporal de Megan se elevó mientras puso su sándwich en la mesa para
alcanzar su soda.
—¿Lo es?
—¿Qué? ¿No lo has notado? —preguntó Ria—. El chico coquetea con cualquiera, en
cualquier momento, en cualquier lugar. Incluso con las feas.

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—¡Ria! —Sus amigas gritaron de nuevo.
Megan se forzó a respirar. Por supuesto que coquetea con todas, pensó. ¿Pensaste que eras
algo especial? Pero a medida que pensaba esto, se dio cuenta de que lo había hecho.
Había pensado que sus comentarios y sonrisas significaban algo. Tenían que significar
algo.
—¿Qué? ¡Es algo bueno! —contraatacó Ria con los ojos muy abiertos—. ¿Tener un
Adonis así coqueteando con los ogros? Tiene que ser bueno para su autoestima.
De acuerdo, voy a abofetearme ahora mismo, justo aquí, pensó Megan.

—Lo siento, Ria no se da cuenta de que no todas nosotras necesitamos atención de un


chico guapo para tener autoestima —dijo Jenna, subiéndose las gafas por la nariz.
Megan recordó lo guapa y confiada que se sentía cada vez que Evan bromeaba con
ella, o la llamaba Kicks y una ola de vergüenza la recorrió. Su madre feminista estaría
tan decepcionada. Pero no necesito su atención, se dijo a sí misma. Sólo… me gusta.

—Bueno, lo que sea —dijo Aimee—. Desearía que dejara de hacerlo de una buena
vez. Va a darle a Hailey un aneurisma y el resto de mi familia sufrirá las
consecuencias.
—A ella no le gusta, ¿no? —preguntó Megan, tragando con dificultad.
—Lo odio —replicó Aimee, separando algo de lechuga de su ensalada—. Ella vive por
ese chico, lo juro. Para ser honesta, no entiendo cuál es el problema. Puede ser un
cretino y ni siquiera es el más atractivo.
—Oh no, ese sería Finn —agregó Ria.
—¿En serio? —preguntó Megan, feliz por el cambio de tema.
—Oh, por Dios, Evan es mucho más sexy que Finn —dijo Pearl.
—En realidad, estaba hablando sobre Miller —dijo Aimee.
—¿Miller? —repitieron todas, asombradas.
Aimee miró hacia el parque donde Miller estaba reclinado en su asiento, escuchando
su radio.
—No lo sé. Hay algo acerca de él —dijo, entrecerrando los ojos sabiamente mientras lo
miraba.
—Sí, algo raro —dijo Ria.

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—¡Ria! —gritaron sus amigas.
—No, lo entiendo —dijo Megan—. Es como el tipo fuerte y silencioso.
—Sí —dijo Aimee con una tímida sonrisa, sentándose derecha—. No es como si
pudiera conseguir a un chico así. O cualquier chico.
—¿Qué? —preguntó Megan.
—Por favor. Mírame —dijo Aimee.
—¿Qué? Eres hermosa —dijo Megan.
—Ni siquiera te molestes, Megan —dijo Ria sacudiendo su tenedor—. Se lo decimos
todo el tiempo, que es la más guapa de los Farmer, pero se niega a creernos.
—Mis brazos son más anchos que los de Hailey —dijo Aimee frunciendo el
entrecejo—. Dadme un descanso. —Ria y Jenna giraron sus ojos. Aimee tenía
hombros anchos, mucho músculo y quizás un poco más de carne en sus huesos, pero
difícilmente era una gigante—. ¡Lo que sea! Ustedes saben que estoy bien con mi talla.
Algún día algún chico se enamorara totalmente de mí. Sólo que no en la secundaria —
dijo Aimee—. Los chicos en la secundaria son demasiado superficiales.
—Bueno, quizás no todos los chicos —dijo Megan, mirando hacia Miller, luego
inclinándose sobre la mesa—. ¿Has visto su sonrisa? —preguntó.
—En realidad, no lo creo —replicó Aimee.
—Sólo espera —dijo Megan—. Te dejará sin aliento.
Aimee se mordió el labio inferior, y miró a Miller de nuevo. De repente, él levantó sus
puños en el aire y gritó, asustando a los góticos al otro lado del campo.
Aimee rió y volvió a su ensalada.
—Bueno, como sea, aún digo que es Finn. Ustedes simplemente no tienen el mismo
gusto refinado que yo. Me gustan del tipo profundo, sensible —dijo Ría, mirando más
allá del hombro de Megan—. Quiero decir, sólo miren al chico. Esos ojos azules, ese
cabello como de recién levantado. Y miren el modo en que se viste. Cualquier chico
que puede ponerse cualquier cosa y aún verse bien tiene mi voto.
Megan miró sobre su hombro y vio a Finn sentado en una de las mesas cercanas a la
ventana usando una camiseta negra gastada, jeans sueltos y sus siempre presentes
botas manchadas de pintura. El sol entraba por la ventana a su izquierda, iluminando
su cabello rubio oscuro y su expresión intensa. Estaba rodeado de un grupo de chicos

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que bromeaban y reían entre ellos, pero la concentración de Finn estaba en el cuaderno
de bocetos frente a él. Sus manos se movían rápidamente sobre la hoja y cuando
alguien tiraba una naranja que pasaba justo frente a su nariz apenas levantaba la vista.
—Bueno, tienes que admirar ese nivel de concentración —dijo Jenna.
—Sí, pero no tiene sentido. Ese muñeco sólo tiene ojos para una chica —dijo Ria.
—¿En serio? ¿Quién? —preguntó Megan.
Ria señaló con su tenedor de plástico.
—Kayla Bird.
Una belleza alta, misteriosa, con piel oliva flotó hacia la mesa de Finn vistiendo una
falda larga y botas negras. Se sentó en una silla frente a él y levantó su cabello marrón
claro ondulante sobre su delgado hombro. Finn miró hacia arriba, la vio e
inmediatamente cerró el cuaderno.
—¿Quién es ella? —preguntó Megan.
—Kayla Bird, junior. Artística, bella, eternamente bronceada —dijo Ria.
—La chica usa bikinis de tiras en la piscina comunitaria —agregó Aimee—. Estamos
en Massachusetts. Quiero decir, ¿quién puede competir con eso?
Megan miró fijamente la espalda de Kayla. Había una pequeña marca de nacimiento
justo junto a la tira de su remera blanca, y usaba un delicado y antiguo reloj en su fina
muñeca. Todo sobre ella estaba lleno de gracia. Incluso cuando levantaba su botella de
agua para abrirla, se veía como una bailarina.
Megan miró a Finn y él la estaba mirando directamente. No a Kayla, a ella. El
corazón de Megan se detuvo un segundo al ser encontrada espiando y Finn le disparó
una mirada interrogante. Él saludó, y Megan levantó una mano para reconocerlo antes
de girarse de nuevo hacia la mesa. Se hundió en su asiento, sonrojándose
furiosamente. El único chico McGowan que no creía que era un fenómeno ahora…
ahora sí lo creía.
—¡Oh! Creo que sabemos qué McGowan le gusta a Megan —provocó Ria,
señalándola—. Eres una chica Finn. Sabía que nos llevaríamos bien.
—No, no lo soy —replicó Megan—. No soy para nada una chica Finn.
—Por favor. ¡Mira tu rostro! —replicó Ria.

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—Tiene razón —dijo Jenna afirmándolo—. Te estás ruborizando más que
delicadamente.
—Bueno, así soy yo. Me sonrojo demasiado —dijo Megan, enderezándose y aclarando
su garganta—. Créeme. No soy una chica Finn.
—Lo que digas —replicó Jenna, sacudiendo su tenedor de nuevo.
—Bueno, al menos no eres una chica Evan, eso podría ser desastroso —agregó Aimee.
—Sí —respondió Megan, evitando el contacto visual—. Al menos no soy eso.
Megan se dirigió a los vestidores esa tarde, más que lista para descargar las tensiones
del día en un partido. Todos en química se negaban a ser su compañero porque el
percance del primer día, y Sra. Krantz efectivamente la había regañado por trabajar
por encima del nivel de la clase de español. Aparentemente estaba confundiendo a
todos a su alrededor. ¿Qué se suponía que haría, que olvidara su conocimiento de los
tiempos verbales españoles?
Mientras giraba al ala de educación física, Megan oyó un par de voces hablando en
voz alta. Alguien estaba discutiendo justo junto al siguiente puesto, frente a las tienda
de la escuela. Y las voces sonaban bastante familiares. ¿Era… Evan?
—…sé, no quiero decir nada con eso.
—No importa si yo sé eso. Ellos no lo saben —replicó la voz de Hailey—. La mitad de
las chicas de la escuela me miran como si supieran algo que yo desconozco. ¿Tienes
alguna idea de cómo se siente?
—No entiendo. ¿Qué saben que tú no? —replicó Evan.
—¡Creen que les gustas, Evan! —respondió Hailey—. Creen que tienen algo sobre mí
porque coqueteas con ellas justo enfrente mío.
Hubo una exhalación de aire. Megan miró detrás de sí para mirar si alguien se
acercaba, pero el pasillo estaba vacío. No quería ser atrapada espiando, pero este
material era bueno. No podía contenerse.
—Hailey, esa es sólo mi forma de ser —dijo Evan—. Vamos, ¿no confías en mí?
—¡Claro que sí! —dijo Hailey—. Es sólo que… bueno, imagina cómo te sentirías si
pareciera que cada chico en la escuela me quisiera.

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Megan pestañó mientras su corazón se apretaba. Hailey de hecho sonaba algo
vulnerable allí. Pensó en el comentario de Pearl sobre su fantasía sexual basada en
Evan. Quizás no era la cosa más fácil, salir con el chico más atractivo de la escuela.
—Bueno, lo hacen —dijo Evan suavemente.
Megan giró sus ojos.
—Evan, ¡estoy tratando de ser seria aquí!
—¡Bueno! ¡Bueno! ¿Qué quieres que haga? ¿Que deje de hablarle a las chicas por
completo?
—Suena como un plan para mí —replicó Hailey.
La mandíbula de Megan cayó.
—No te creo —dijo Evan.
—Yo tampoco —dijo Megan bajo su aliento. Quizás la relación de Hailey no era fácil,
pero no tenía que tratar de controlar a Evan. En ese momento oyó a un grupo de
compañeras viniendo por el pasillo. Se inclinó adelante y abrió la puerta de los
vestidores pretendiendo que recién llegaba. Aimee, Ria y unas otras chicas doblaron la
esquina, haciendo ruido suficiente para silenciar a Hailey y Evan.
—¡Hey! —dijo Megan—. ¿Listas para rocanrolear?
—Apuesta tu trasero en eso —dijo Ria—. ¿Puedo fingir que la pelota es la cara de la
profesora de matemáticas? ¿Eso estaría mal?
Megan rió. ¿Quién sabe qué pasaría entre Evan y Hailey? A ella no le importaba.
Finalmente se estaba sintiendo como si encajara. Y si eso podía suceder, cualquier
cosa era posible.
Megan se sentó en un banco en la sala de casilleros después de la práctica mientras Ria
hacía una trenza francesa con el cabello húmedo de Megan. Sus tacones rebotaban
arriba y abajo mientras miraba a su ancho reloj de plástico negro. Su nuevo brazalete
rojo rodaba por su brazo cuando se movía.
—¿Cuánto más tardará esto? —preguntó.
—Casi acabo —replicó Ria.
Aimee salió del baño y agarró su mochila y bolso de gimnasia.

82
—Deberías dejar que se seque así y luego soltarlo para la fiesta esta noche —dijo—.
Apuesto a que tu pelo se vería asombroso ondulado.
Megan tragó por su seca garganta.
—¿Fiesta? —preguntó, inclinándose para alcanzar su Gatorade de entre sus pies.
—Si te sigues moviendo sólo llevará más.
—De acuerdo —replicó Megan. Quizás esto es por lo que no tuvo una tropa de amigas
antes. Estas cosas de embellecimiento no era lo suyo.
—Oh, sí. Los chicos del equipo de fútbol tendrán una fiesta esta noche —le dijo
Aimee, levantando la tira de su bolsa sobre su cabeza—. Creí habértelo dicho.
—Deberías venir —agregó Ria, inclinándose sobre su hombro—. Es la primera fiesta
grande del año y generalmente arma dramas mayores.
—Sí, la policía llegó la semana pasada —dijo Pearl mientras ataba sus zapatillas—.
Fue genial.
—Pearl, ni siquiera estuviste allí —dijo Ria—. Estabas visitando a tu abuela.
—Bueno, oí que fue demasiado genial —replicó Pearl sin perturbarse. Ria tomó una
banda elástica del banco y ató la trenza de Megan.
—Listo. Terminado.
Megan estaba de pie en un instante.
—Gracias —dijo, reuniendo sus cosas—. Supongo que tal vez las vea esta noche.
Megan giró para salir por la puerta justo cuando Hailey y sus amigas emergían de la
segunda fila de casilleros. Hailey miró a Megan, Megan giró sus ojos y pasó por la
puerta. Hailey saltó justo al mismo tiempo así que sus bolsas repletas chocaron entre
ellas y por un breve segundo se quedaron atoradas.
—¿Suficientemente rudo? —dijo Hailey.
Megan buscó una contestación, pero como siempre, sabía que no podría decir una si
incluso la pensaba. En cambio rodó los ojos y empujó a través de la puerta.
Sólo una vez, pensó, hirviendo. Sólo por una vez desearía poder realmente defenderme.

—¡Megan! ¡Espera! —gritó Aimee.

83
Megan se paró fuera de la puerta. De nuevo, el coche de Evan estaba estacionado más
abajo. Evan se paraba en el frente, hablando a Darnell y un par de sus amigos que
justo habían salido de práctica. Cuando Megan vio alrededor, más de la mitad del
equipo había vaciado el lugar.
—Aquí, esta es la dirección de Christian Todd —dijo Aimee extrayendo una hoja de
papel de su cuaderno y entregándomela—. Allí será la fiesta, pero llámame si necesitas
transporte.
—Sabes, Aimee, no creo que Megan vaya a poder ir a la fiesta —dijo Hailey
alcanzándolas—. ¿No deberías trabajar tus penaltis? Tenemos un partido cerca.
—Mis penaltis están bien —dijo Megan en forma chata.
—Por favor, ¿cuántos hiciste, tres de siete? —preguntó Hailey mirando sobre su
hombro a Deena la arquera—. Es difícil creer que realmente ganaste el campeonato
estatal el año pasado con una pierna así. ¿O sólo lo inventaste para impresionarnos?
Megan sintió como si la hubieran abofeteado. Unas pocas de sus compañeras se
acercaron y otras miraron de una a otra incómodamente.
—Sabes, si fuera tú, miraría mis propias habilidades y dejaría de agarrármela con otra
—disparó Megan. Al momento que las palabras salieron de su boca, sintió un río de
adrenalina.
¿Lo había dicho?

—Mis habilidades están perfectamente, gracias —disparó Hailey de nuevo.


—¿Eso crees? Porque creo que la práctica de hoy mostraría lo contrario.
—Oh… —dijeron sus compañeras bajo su aliento.
El corazón de Megan martilleaba en su pecho. Casi no podía creer lo que estaba
haciendo. Hailey abrió la boca para protestar, pero de repente todas estaban mirando
más allá de Megan. Miró sobre su hombro y vio a Evan caminando hacia ellas,
girando sus llaves en un dedo.
—Hola, Kicks, nos tenemos que ir —dijo, mirando a penas a Hailey.
Megan se sonrojó un poco ante el triunfo del momento.
—¿Ir adónde? —preguntó Hailey.

84
—Tenemos que recoger la comida para la familia —dijo tensamente Evan—. Puedo
llevarte, pero tendrás que esperar en la casa del Bamboo.
Hailey echaba humo, pero se las arregló para mantener su voz bajo control.
—Gracias de todas formas. Aimee, iré contigo.
—Oh. De acuerdo —dijo Aimee. Hailey la pasó y ella empujó su cuaderno a su
mochila de nuevo— Te veré luego, Megan. —Miró rápidamente a Evan, confundida,
luego corrió tras su hermana.
Evan las miró estoicamente. El corazón de Megan corrió hacia él, aunque no tenía
idea qué estaba sintiendo. ¿Estaba decepcionado por que Hailey era una maniática de
los celos?
¿Estaba triste porque estaban a punto de separarse? ¿Qué?
—Vámonos —dijo finalmente, trabajando en una media sonrisa—. No queremos que
tengan hambre, confía en mí.
Megan dobló la dirección para la fiesta y la puso en su bolsillo trasero. Apenas podía
esperar llegar a su computadora. Megan Meade finalmente se había impuesto por sí
misma.
Tracy estaría tan orgullosa.

TooDamn-Funky: callaste a la barbie???? vamos Megan!!!

kicker5525: LO SÉ! SOY INCREÍBLE!

TooDamn-Funky: Nunca había estado tan orgullosa.

kicker5525: En serio? También voy a una fiesta esta noche!

TooDamn-Funky:!!! Meg ha creado un monstruo!

kicker5525: Bueno, CREO que voy.

TooDamn-Funky: SI VAS. Como tu consejera del programa de inmersión, lo demando.

kicker5525: DE ACUERDO, DE ACUERDO, Iré.

TooDamn-Funky: Y viste rosado!

85
kicker5525: No presiones.

86
Capítulo 8

Traducido por Vettina

—¿C Corregido por katty3


on quién te estás enviando mensajes de texto? —preguntó Evan.
—Un amigo de casa —dijo Megan, apagando su teléfono. Ella lo metió en su bolso—.
Así que... ¿Vas a la fiesta esta noche? —Megan le preguntó Evan, envalentonada por el
encuentro con Hailey, así como la tontería de Tracy.
Se detuvo en una parada en una intersección de cuatro vías y suspiró.
—Sí, supongo. ¿Y tú?
—Creo que sí —dijo Megan, tocando su trenza—. Podría ser divertido, ya sabes,
conocer algunas personas más.
Evan la miró y sonrió.
—Eso es bueno. Deberías ir.
—¿Eso crees? —Megan preguntó—. ¿Crees que debería ir?
—Absolutamente —respondió Evan—. Va a ser genial.
Él se movió a través de la intersección y se volvió hacia la calle Oak. Megan jugueteó
con una cadena gruesa que colgaba del borde de su camiseta blanca. Él iba a la fiesta.
Él quería que fuera a la fiesta. Esto era todo bueno.
—Así que, ¿qué estaba pasando contigo y Hailey allí? —preguntó Evan.
Buena pregunta, pensó Megan.

—Nada —dijo—. Acabábamos de tener una práctica difícil. —Ella lo miró por el
rabillo del ojo—. ¿Está todo bien con ustedes?
—¿Por qué? ¿Te dijo algo? —preguntó Evan, sus ojos brillaban.
—No, sólo... creo que percibí esa vibra —dijo Megan.

87
—En realidad, no tengo ganas de hablar de Hailey en este momento —dijo Evan. Se
detuvo en la calzada y pisó el freno. El coche se detuvo, pero el corazón de Megan
estaba en marcha. Definitivamente problemas en el paraíso—. Tenemos que decirle a
alguien para tener a Finn fuera del cobertizo —dijo Evan alcanzando alrededor en el
asiento trasero por la comida.
—¡Yo iré! —Megan saltó del coche.
—¡Genial! No te preocupes por mí. ¡Puedo llevar todo esto por mí mismo! —Evan
llamó en tono de broma.
Megan no le hizo caso y se fue corriendo por la casa. Estaba sintiéndose tan mareada
que sentía la cabeza ligera. Estaba empezando a sentir una burbuja de entusiasmo por
la fiesta. Tenía amigos para pasar el rato y Evan y Hailey estaban en las rocas. Las
posibilidades de la noche delante parecían interminables.
Tocó una vez en la puerta del cobertizo y entró. Finn había comenzado una nueva
pintura. Un par de brazos delgados se cruzaron en la parte inferior del lienzo. El
contorno de un rostro anguloso y un delicado cuello se cernía por encima. No había
ninguna duda al respecto.
—Oye —dijo Finn, mirando sobre su hombro—. ¿Qué está pasando?
—Kayla Bird, ¿eh? —Megan dijo, deslizándose con cuidado en el taburete.
Finn dejó de pintar.
—¿Cómo conoces a Kayla?
—No lo hago, pero he oído todo sobre ella durante el almuerzo de hoy —dijo
Megan—. Te gusta, ¿verdad?
Finn le dio la espalda y empujó ambas manos por el pelo. Cuando él la enfrentó de
nuevo, había una raya de color azul que iba desde su frente y poniéndose en uno de sus
rizos.
—No era consciente de que esto era de conocimiento común —dijo.
—Oh, por favor. Es tan obvio —dijo Megan, poniendo los ojos en blanco—. ¿La has
invitado a salir ya?
—No exactamente —dijo Finn.
—¿Qué significa eso? —Megan preguntó.
—Significa que no —dijo Finn con una sonrisa.

88
—Bueno, ésta noche hay una gran fiesta. ¿Irás? —Megan preguntó, jugueteando con
su nuevo brazalete—. Porque creo que deberías pedirle que vaya.
Finn la miró por un momento y entornó los ojos. —¿Quién eres tú?
Megan se echó a reír.
—¿Qué? —dijo, de repente consciente de sí misma. Se frotó un rizo en su cuello y lo
miró a través de sus pestañas.
—No, en serio. Estás toda lo emocionada y esas cosas —dijo Finn, dando un paso más
cerca de ella—. ¿Estás teniendo una reacción alérgica a algo?
—¡No! —dijo Megan. Pero podía ver de dónde venía. No estaba actuando como ella
misma. Le estaba diciendo a Finn lo que realmente pensaba. Incluso le decía qué hacer.
Algo así como Tracy siempre lo hacía con ella. Algo así como algo que nunca había
hecho a otra persona en su vida. Extraño.

—Mira, sólo estoy de buen humor —dijo Megan, deslizándose fuera del taburete—. Y
supongo que quiero... extenderlo alrededor o algo así. Voy a la fiesta y un montón de
gente del equipo va... creo que deberías venir también.
—Y crees que debería invitar a Kayla —dijo Finn.
—¿Por qué no? Uno nunca sabe hasta que lo intenta, ¿verdad? —Megan dijo, los ojos
brillantes. Alargó la mano y golpeó el lado del brazo de Finn, que fue
sorprendentemente tenso. Durante un largo momento él veía el lugar donde había
estado su mano.
—¿Segura que estás bien?
Megan se encogió de hombros y metió las manos en sus bolsillos.
—En realidad, nunca me he sentido mejor. —Se volvió hacia la puerta y se detuvo—.
Vamos. Compramos comida china.
—Estaré allí en un segundo —dijo Finn, tirando de su teléfono celular de su bolsillo
trasero. Se volteó hacia ella y sonrió—. Tengo una llamada telefónica que hacer.
Megan sonrió y se marchó. Ésta noche iba a ser la primera noche del resto de su vida.

***

89
—Sí, papá, voy a tener cuidado. No te preocupes —dijo Megan en el teléfono,
mirando por encima del hombro a la cocina, donde todo el clan McGowan estaba
repartiendo la cena.
Doug estaba luchando con Miller por el contenedor de camarones picantes e Ian
golpeaba el plato como un tambor con sus palillos.
—Sé que lo harás, Pateadora —dijo su padre—. Y estamos contentos de que te estás
divirtiendo y haciendo amigos. Estas chicas suenan como buenas personas.
—Lo son —dijo Megan con una sonrisa.
—¿Alguno de los chicos de John va contigo? —su padre preguntó.
Megan vio como Evan sirvió un poco de pollo agridulce para Caleb y sintió palpitar su
corazón.
—Sí, Evan va a estar allí. Y creo que Finn, también.
—Bueno. Ellos van a cuidar de ti, estoy seguro —dijo.
—Papá…
—No es que necesites que alguien cuide de ti —se echó atrás—. Sólo estoy siendo tu
padre.
—Lo sé, lo sé —dijo ella, mirando al suelo—. Oye, estamos a punto de comer, así que
mejor voy.
—Está bien. Diviértete —dijo.
—Lo haré. Te quiero —le dijo Megan.
—Yo también —respondió.
Megan colgó el teléfono y lo colgó en su contenedor antes de caer en su silla en la
mesa. Finn le pasó el arroz frito y Megan tomó una cucharada colmada. Al final de la
mesa, Caleb se tragó una bola de divertidos fideos mai e Ian se detuvo tamborileando
con los palillos el tiempo suficiente para tratar de comer con ellos. Doug estaba
tomando comida con la cabeza baja hacia el plato, como si estuviera en un concurso
de comer ravioles. Sean se recostó en su silla, a ciegas levantando bocados de arroz a
su boca mientras leía de un libro de bolsillo.
—Soda, ¿Megan? —John le preguntó, tendiéndole la botella hacia el vaso.
—Claro —dijo con una sonrisa. Estaba cerca de seis vasos al día. Este lugar era genial.

90
—Entonces, ¿qué hace todo el mundo esta noche? —Regina preguntó, metiendo su
falda debajo de ella mientras se sentaba junto a su marido.
—Fiesta —dijo Doug, un grano de arroz cayó de sus labios mientras levantaba la
cabeza.
—Bien. Servilleta, por favor —dijo Regina. Doug rodó los ojos mientras Sean le
entregó una servilleta de encima de la mesa, nunca levantando la vista de su libro.
—¿Fiesta de quién? —preguntó John.
—Es de Christian —dijo Evan—. Tú sabes, la que él tiene cada año.
—Ah, la fiesta de Christian Todd —dijo Regina, pinchando un pedazo de brócoli—.
¿No fue disuelta por la policía el año pasado?
—Sí, pero va a ser mucho más pequeña —dijo Evan—. Él sólo está invitando a los de
último y penúltimo año.
—¿Entonces por qué va Doug? —Regina preguntó.
Todo el mundo miró hacia la mesa a Doug, quien hizo una pausa en su comida.
—Tengo conexiones.
Regina negó con la cabeza y miró a Megan.
—Por lo tanto, ¿vas también, Megan? —preguntó ella.
—Sí. Algunas chicas del equipo me invitaron —respondió Megan—. En realidad, te
iba a preguntar si podrías darme un aventón. No tengo idea de dónde es ese lugar.
—Por supuesto. Te llevaré —dijo Regina.
—Un momento. ¿Es eso realmente necesario? —John le preguntó, dejando su
tenedor—. Si Doug y Evan van, estoy seguro que alguien puede llevar a Megan.
Doug dejó escapar una sarcástica y aguda risa. Evan se movió en su asiento.
—¿Es eso gracioso por alguna razón? —preguntó John.
Doug miró a Megan, y luego a su padre.
—No. Es sólo que G-Mart conduce y su coche ya está lleno —dijo él—. Así que latah,
hatah —dijo, riendo de nuevo.
—Como sea —dijo su padre—. Finn, ¿tú vas?

91
—Oh, sí. Pero como que tengo una cita —dijo Finn, echando un vistazo a Megan con
una sonrisa.
Megan sintió una oleada de calor. Había puesto una sonrisa en su rostro. Bueno, ella y
Kayla Bird.
—¿En serio? ¿Con quién? —Regina le preguntó.
—Amigo, ¿finalmente enganchaste a Kayla Bird? —preguntó Evan.
—Sí. Al parecer —dijo Finn, ruborizándose.
—Ya era tiempo. ¡Hombre! —Evan dijo alegremente—. ¿Qué hizo que finalmente te
crecieran las bolas?
—Evan —dijo su padre con tono de reproche, mirando a Megan.
—Lo siento —dijo Evan—. Sólo estoy orgulloso de mi hermanito. —Levantó la mano
para chocar los cinco, y Finn le dio una sonrisa tonta.
—Bien, entonces, Evan, parece que llevaras y traerás a Megan —dijo John, tomando
un sorbo de su refresco.
Evan dejó de masticar y miró a Megan. El estómago se le cayó.
—En realidad, papá…
—Tienes un auto, la llevarás —dijo su padre—. ¿Es eso un problema?
La ruidosa mesa creció mucho más tranquila mientras todo el mundo miraba y
esperaba la respuesta de Evan. Incluso Sean dejó de leer, aunque se quedó con el libro
delante de su cara. Evan se limpió las manos en sus pantalones y tragó.
—No. Creo que no —dijo finalmente, apartando la mirada de los demás.
La comida de Megan se convirtió en una masa poco apetecible en su boca. ¿Por qué de
repente Evan estaba actuando tan raro? ¿No le había dicho en el coche que él quería
que fuera a la fiesta?
—Bueno. Ahora, ¿todos recuerdan el nuevo toque de queda? —John preguntó,
mirando alrededor de la mesa a todos ellos.
—Si —Doug, Finn, Evan, y Megan dijeron de forma monótona.
—Me alegra oír eso —dijo John, tomando un bocado de su comida—. Y Evan, tú eres
responsable de Megan. Cualquier cosa que suceda, la sacas de ahí.

92
Interesante, pensó Megan, escondiendo una sonrisa. Ahora, por decreto de sus padres,
Evan tendría que pasar el rato con ella toda la noche. Por desgracia, cuando registró su
reacción a esta noticia, Evan parecía que acababa de comer un trozo de pescado en
mal estado. Megan se obligó a respirar en contra del nudo en la garganta por la
decepción.
—Eso está bien, John —se oyó decir—. No necesito que nadie…
—Megan, por favor. Eso es para lo que son los hermanos, ¿verdad? —John dijo.
Megan deslizó una mirada más allá de Finn a Evan. Se había presionado en su silla y
miraba a su plato medio lleno.
—Sí —dijo—. Supongo.
Pero si ésta era la manera que Evan iba a actuar toda la noche, no estaba segura de
querer estar cerca de él en absoluto.

***

Tracy siempre decía que el rosa era el mejor color de Megan, pero Megan no era nada
si no una chica “anti-rosa”. Sin embargo, el año pasado para su cumpleaños, Tracy
había comprado a Megan una camiseta rosa que ella juraba funcionaba a la perfección
con la falda de lona verde bosque de Megan. “En caso de que quieras parecer a una chica
por completo.” Tracy había dicho.

Así que cuando Megan quitó la trenza de su cabello y desplegó alrededor de sus
hombros sus hermosas y nunca antes concebidas ondas, decidió que ya estaba a mitad
de camino, así que ¿por qué no? Era una casa nueva, una nueva ciudad, un nuevo grupo
de amigos.
Quizás era el momento para un nuevo aspecto. O tal vez debería haber hecho una noche de
cabello en una cola de caballo y una camiseta, Megan pensó, mirando a Evan mientras
aparcaba su coche detrás de otra docena en frente de la enorme casa de piedra de
Christian Todd. No se sentía como ella misma, lo que hizo aún más difícil hacer frente
a la frialdad de Evan. Cuando había bajado a reunirse con él, no había dicho nada
acerca de su pelo o su atuendo. Apenas le había dicho una sola palabra desde que
salieron de la casa, había echado una rápida mirada en su dirección.
Si ella pudiera frotar la guantera y tener un genio que saliera en ese mismo momento,
su único deseo sería saber lo que Evan estaba pensando.

93
Apagó las luces y por un momento hubo silencio. A continuación, unas cuantas
personas pasaron por el auto, hablando y riendo. Evan desabrochó el cinturón de
seguridad y se volvió hacia ella.
—Sé que esto va a sonar tonto, pero no creo que debamos caminar allí juntos —dijo.
—¿Huh?
—Está bien, mira. —Evan se aclaró la garganta—. Um, Hailey ha estado
enloqueciendo los últimos días y es, algo así como… por ti.

—¿Qué? —Megan parpadeó en la oscuridad—. ¿Qué significa eso?


Evan miró al techo y respiró hondo.
—Aquí está la cosa. Hailey y yo hemos estado juntos durante más de un año y se
podría pensar que sería el tiempo suficiente para que ella, ya sabes, confiara en mí,
pero desde que llegaste aquí, ha estado actuando como si yo fuera el enemigo público
número uno.
—Creo que ese es mi papel, en realidad —dijo Megan, mirando a otro lado.
—De todos modos, siempre ha sido un poco celosa, ¿pero contigo en realidad viviendo
en mi casa? Eso casi la empujó sobre el borde —dijo Evan.
—¿Así que...? —Megan quería decir. Bueno, ¿cómo es mi problema y qué demonios se
supone que debo hacer al respecto? pero por supuesto no lo hizo.
—Así que creo que sería mejor para todos, si no... Si no hubiera una escena esta noche
—dijo Evan esperanzado—. ¿Sabes lo que estoy diciendo?
—Sí, lo entiendo —dijo Megan, tratando de parecer simpática.
Apretó los dientes y apretó los puños. ¿No veía lo loca que Hailey era? ¿Cómo podía él solo
ceder?

Demasiado para una noche de un sinfín de posibilidades. La única posibilidad que


enfrentaba ahora era una noche incómoda de volar en solitario.
—Estás pensando en lo perdedor que soy, ¿eh? —dijo Evan, mirando a otro lado, con
voz triste.
Megan tuvo que morderse los labios para no gritar: “¡Sí!” pero aun así, le había tocado
que le importara lo que ella pensara.

Megan empujó la puerta del coche.

94
—¿Sabes qué? No importa —dijo—. Diviértete esta noche.
Ella cerró la puerta y se apresuró a subir la colina a la puerta principal de Christian tan
rápido como la circunferencia de la parte baja de la falda se lo permitía. Más adelante,
unas cuantas personas iban caminando a la casa, y cuando se abrió la puerta, los
sonidos de risas y voces gritando y música en serio en voz alta fluyó hacia fuera sobre
el césped.
El corazón de Megan latía con fuerza. Se llenó de repente con una ola de ansiedad tan
fuerte que en realidad la hizo sentir nauseas. Pero, no iba a dejar a Evan ver eso. Tragó
saliva, enderezó los hombros, sacudió su nuevo cabello con ondas hacia atrás, y fue
directo al interior.

***

De: kicker5525@yahoo.com

Para: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: Guía de chicos

Guía de Megan Meade para los chicos McGowan entrada seis.

Observación # 1: Los chicos tienen mal humor. Como humor de síndrome premenstrual.

Observación # 2: Los chicos son volubles.


Al igual que Tracy Dale Franklin en el mostrador de MAC.

95
Capítulo 9

Traducido por Caami y Omakehell


Corregido por Katty3

—¡O h Dios mío! ¡Tessa! ¡Viniste!

Megan caminó dentro del vestíbulo e inmediatamente una chica le echó los brazos
alrededor, envolviéndola en un abrazo demasiado apretado. Ella olía a perfume de
almizcle y uno de sus crujientes rizos rubios voló directamente a la boca de Megan.
Sabía amargo.
—¡Sabía que vendrías! —gritó la chica en el oído de Megan. La mitad de la cerveza en
su copa se derramó sobre el borde y cayó al piso detrás de Megan—. Entonces me
perdonaste, ¿verdad? Porque juro que no tenía intención de besarlo. Yo sólo, ya
sabes… ¡Resbalé!
Megan empujó su lengua fuera, liberándose de los cabellos. Un par de chicos en su
camino bajando desde el segundo piso, lo notaron y se echaron a reír.
—Um… no soy Tessa —dijo Megan, torpemente palmeando la espalda de la chica.
La joven se alejó, estudió la cara de Megan, e hizo una mueca.
—¿Quién diablos eres tú?
—Uh… lo siento —replicó Megan.
Ella corrió fuera del vestíbulo y se dirigió a la habitación de su izquierda, donde la
fiesta estaba en su apogeo. Caras desconocidas la rodeaban, riendo, cantando con la
música, gritándose unos a otros a través del espacio. Un grupo de chicos la examinó de
arriba abajo y consultó. Aparentemente anotó un alto puntaje en su escala de
calificaciones, porque uno de ellos levantó la barbilla e hizo un movimiento para que
vaya y hablen con ella.
Megan entró en pánico y se metió en la puerta más cercana.
En la siguiente habitación, cuatro juegos de Jenga se estaban reproduciendo de manera
simultánea en una, púrpura, rematada de fieltro, mesa de billar. Al menos veinte
personas estaban reunidas alrededor, viendo la acción.

96
Megan hizo una pausa mientras un hombre escuálido, con la piel húmeda hizo su
movida. La torre se tambaleó por un largo rato, luego se vino abajo, rociando bloques
por todas partes. La multitud gritó, gimió y señaló. El chico asintió y levantó una
mano, luego tomó la cerveza de su amigo y la tiró en tres tragos.
—¡Megan! ¡Hey!
Finn surgió de la multitud. Su cabello enredado estaba despeinado y vestía una
camiseta de beisbol granate con mangas grises brezo.
—Hey. Wow. —Se detuvo y la miró como nunca la había visto antes—. Tu cabello se
ve… Wow. Ondulado.
Megan rió y sintió el calor aumentando en sus mejillas. —Sí, lo está —dijo.
—Bonito —dijo, con un guiño de admiración
—Gracias.
Finn tomó un sorbo de su copa.
—Así que… ¿Dónde está Evan? —preguntó, mirando alrededor.
—Ni pista de él —dijo Megan—. ¿Dónde está Kayla?
—Oh, ella fue al baño —dijo Finn, gritando la última palabra para hacerse oír por
encima de los vítores de la multitud Jenga—. Para ser honesto, no creo que esté
teniendo el mejor momento.
—¿Qué? ¿Por qué? —Megan preguntó.
—Tengo la sensación de que fiestas como estas realmente no son lo suyo —contestó
Finn.
—Lo siento. No lo sabía. Quiero decir, básicamente torcí tu brazo para que la
invitaras.
Finn se echó a reír.
—No, está bien. Por lo menos finalmente lo hice. No sé si te diste cuenta de esto pero,
no soy el mejor con las chicas.
Megan sonrió con satisfacción.

97
—Pero de todos modos, creo que vamos a escapar temprano e ir a un lugar donde
podamos hablar —dijo Finn, mirando alrededor mientras otra exclamación explotaba
en la mesa de billar.
De repente, en la mente de Megan brilló una imagen de Finn llevando a Kayla de
nuevo al cobertizo de su casa y mostrándole todos sus cuadros inacabados. Los dos,
solos en la noche oscura. Mientras miraba el perfil de Finn, Megan sintió un pedazo de
algo en su pecho. Fuera lo que fuese, ella decidió ignorarlo.
—¡Megan! ¡Ahí estás! —Ria y Aimee emergieron de la multitud.
—¡Vamos! ¡Todos estamos bailando en la parte de atrás! —Aimee dijo, agarrando su
brazo—. ¡Oh Dios mío! ¡Sabía que tu pelo iba a lucir asombroso!
Megan rió. —Bueno, supongo que voy a ir a bailar —le dijo a Finn—. ¡Buena suerte
con Kayla!
Megan siguió a las chicas al protegido patio trasero. Los muebles de mimbre habían
sido empujados contra las paredes. El hip-hop ruidoso golpeaba por los altavoces de
sonido envolvente y en el centro del piso, decenas de chicos sudorosos estaban
reventando sus mejores y no muy impresionantes “movimientos”. Aimee y Ria
saltaron en medio de la refriega, donde Jenna y Pearl ya estaban bailando. El pelo de
Jenna estaba suelto y estaba sin gafas por primera vez desde que Megan la había
conocido. Sus brazos estaban unidos alrededor del cuello de un tipo alto, delgado, con
patillas de pelusa. Las manos de él en su trasero.
—¿Quién es? —Megan preguntó.
—Ese es el novio de Jenna, Bobby —respondió Ria—. Van a estar haciéndolo en el
bosque en la próxima hora.
—¿Perdón? —Megan preguntó.
—Sucede todos los años —dijo Aimee—. Al final de la noche será como una orgía allí
atrás.
—Wow. Eso es… especial —dijo Megan, mirando por la cortina hacia el patio trasero.
Estaba disgustada, pero intrigada de alguna manera. Intentó imaginar cuántas
personas se encontraban allí. Preguntándose con una punzada si Evan y Hailey ya
estaban entre ellos.
Ni siquiera importa ya, pensó Megan. Él es un total cobarde. La echó fuera de su coche.
Pero incluso mientras pensaba esto, sabía que si él deslizaba sus brazos alrededor de
ella en ese mismo momento, bailaría con él por el resto de la noche.

98
La última canción de Usher empezó y Aimee dejó escapar un gran y emocionado
“¡Wooo!” a lo que Megan no pudo menos que sonreír abiertamente. Ya era suficiente.
Esta era la primera fiesta de Megan en su nueva ciudad con sus nuevos amigos.
En realidad era su primera fiesta real. Y por una vez en su vida, quiso dejarse ir. Y
obsesionarse con Evan sólo la contenía. Ella no iba a perder un segundo más de
pensamientos en él.
Ria, Aimee y Pearl aplaudieron cuando Megan alzó los brazos y comenzó a bailar.
Cerró los ojos e imaginó que estaba de vuelta en su habitación en Texas, bailando con
Tracy a los que sea que estaba en la radio. Movió las caderas, balanceo su cabello y
dejó que su cuerpo haga lo suyo. Cuando abrió los ojos, llamó la atención de Pearl y
ambas rieron. Esto estaba bien. Esto se sentía realmente bien.
No necesitaba a Evan. Ella no necesitaba a un hombre en absoluto. Había llegado tan
lejos sin uno ¿no? Además, todo lo que hicieron fue meterse en su cerebro. ¿Quién
quería eso?
Bobby susurró algo al oído de Jenna y ella le dio una sonrisa privada. Él tomó su mano
ligeramente y la llevó fuera de la pista de baile. Jenna tropezó, pero encontró su
equilibrio, riendo fuertemente. Megan vio cuanto atravesaban la puerta mosquitera y
se dirigían por el césped hacia afuera.
—Allí van —dijo Ria, levantando una mano.
Megan sintió una punzada de anhelo y la empujó a un lado.
—No lo entiendo. Pensé que ella era un especia de… No sé…
—¿Ratón de biblioteca y fuertemente herida? —Aimee preguntó—. Sí, es así como
ella, ya sabes, se relaja.
Megan estaba a punto de devolver su atención a la pista de baile cuando vio a Hailey
de pie junto a la puerta. Llevaba un top negro y una falda vaquera tan corta que podría
haber pasado por un cinturón. Estaba rodeada por cuatro chicos, los cuales
prácticamente babeaban en sus cervezas. Después de un largo trago a su copa, la
colocó en el borde de la ventana y lanzó sus brazos alrededor del cuello de un chico.
La bebida se volcó y cayó al suelo, salpicando sus zapatos con cerveza. Hailey escupió
una carcajada y se dobló, aferrándose de su hombre. Ella estaba más que borracha.
Justo en ese momento Evan caminaba hacia allí. El corazón de Megan fue en picada
cuando vio su cara. Él fue directo hacia Hailey, la tomó del brazo y la apartó lejos de
su círculo de admiradores.

99
Megan dejó de bailar, justo en el centro de todo el caos. Evan inclinó su cabeza hacia
Hailey y estaba diciendo algo a su oído, pero Hailey se mantuvo mirando a otro lado.
Finalmente, una chispa iluminó sus ojos. Volvió su cabeza hacia él y gritó algo
directamente en su cara. Luego se fue como un tornado por la puerta trasera. Evan
puso sus manos en sus caderas y tomó unas cuantas respiraciones profundas. Sacudió
la cabeza lentamente y volvió a la sala del billar.
Megan apenas podía respirar.
—¡Hey! ¿Qué pasa? —Aimee le preguntó.
—Nada —Megan gritó.
Ella sintió un tirón en su pecho. ¿Qué acababa de ocurrir? ¿Evan estaba bien? ¿Quería
marcharse ahora? Megan sentía una necesidad casi física de seguir a Evan. Pero no, ya
le había dejado claro que no quería estar cerca de ella esta noche. Esto no era ninguno
de sus asuntos. Volvió la atención a sus amigos y bailó.

***

Megan llegó a la cima de las escaleras y miró el pasillo largo de puertas cerradas. Unas
pocas personas arremolinándose alrededor, algunos hablando, otros coqueteando. Un
chico con gorra de beisbol se colocó detrás de ella y presionó su pecho contra su
espalda, apretando su hombro con una mano.
—¡Hey, hey, hey, bonita dama! ¿Te has perdido?
Megan se movió y cruzó sus brazos sobre su pecho.
—Sólo busco el baño.
—Bueno, entonces, viniste con el chico correcto —dijo—. Soy Christian Todd. Estás
en mi fiesta.
—Oh, hola —dijo Megan—. Así que… ¿El baño?
—¿Y tú eres…?
—Megan Meade —respondió, dando otro paso atrás mientras se balanceaba
ligeramente.

100
—¡Oh, de ninguna manera! ¡Tú eres la chica que se estrelló con los McG! ¡Dulce! —
dijo, mirándola de arriba abajo—. ¡Estás caliente!
Megan se ruborizó. —Uh… Gracias. ¿Baño?
—Wow. De verdad tienes que ir —dijo Christian—. Está justo allí.
Señaló vacilante la primera puerta a la izquierda y Megan se escapó de él tan pronto
como fue posible. Abrió la puerta del baño y se congeló. Puerta equivocada,
interesante coincidencia.
En el centro de la habitación había una cama matrimonial y en la cama estaba Evan
McGowan. Tenía los pies en el suelo y sus manos enroscadas en puños junto a sus
sienes. Miraba fijamente al techo, pero se sentó con la espalda recta al segundo en que
abrió la puerta.
—Hey —dijo.
—Hey —respondió ella—. Lo siento, me voy.
—Espera —dijo Evan, antes de que pudiera cerrar la puerta—. Adelante.
El corazón de Megan intentó martillar una salida de su pecho. De algún modo se las
arregló para cerrar la puerta detrás de ella, dejándolos caer en una relativa oscuridad.
La única luz en la habitación provenía de un reflector de alta intensidad que brillaba en
el patio trasero.
—¿Cuánto tiempo has estado aquí? —Megan preguntó, cerniéndose en la puerta.
—Aproximadamente media hora, supongo, —dijo Evan.
—Yo… uh… los vi, a ti y a Hailey —dijo Megan—. ¿Estás bien?
Evan exhaló con fuerza.
—No, no realmente. Estaba tratando de vengarse de mí, ¿puedes creerlo? Estaba allí
para coquetear con el freaky de Mike Bagley y sus perdedores amigos. Cuando todavía
no hice nada.
—Bueno, estaba un poco borracha —dijo Megan.
Evan rió sarcásticamente.
—Por favor. Sabía lo que estaba haciendo cuando entró aquí esta noche. Lo que
realmente me saca es que lo está haciendo a propósito. Cuando coqueteo… si
coqueteo… no es como si fuera premeditado. Es sólo mi personalidad. Quiero decir,

101
soy un buen tipo. Soy amable con las chicas. No es mi culpa si les gusto. Pero nunca la
he engañado. Ni una sola vez. Pensarías que eso cuenta para algo.
Se dejó caer otra vez, doblando sus brazos sobre su frente. Se veía tan indefenso. Tan…
¡Maldita sea! Sexy.

Megan dio unos tentativos pasos hacia él y se sentó en el borde de la cama. La miró
por debajo de sus brazos y volvió a suspirar.
—No debería estar aquí contigo por un montón de diferentes razones —dijo.
Megan se mordió el labio. Era extraño dirigirse a él sobre su hombro. Apretó las
manos sobre el colchón y giró la cara hacia él, atrayendo sus piernas debajo de ella. La
falda lo hizo difícil, por lo que termino sobre sus pantorrillas. Evan alejó los brazos de
su cara y la miró con curiosidad, como si acabara de darse cuenta de que ella estaba
allí.
—Aquí está lo que pienso —dijo Megan mirándolo—. ¿Quieres saber lo que pienso?
Por favor, di que quieres saber lo que pienso, porque no sé si voy a verbalizar esto de vuelta,
Megan pensó.
Evan se levantó y se volvió hacia ella, sentado en estilo indio. Una de sus rodillas tocó
la suya.
—Suéltalo —dijo Evan.
—Creo que eres, realmente, un chico muy bueno y un novio genial —Megan le dijo—.
Quiero decir, Hailey puede ser un poco insegura, pero siempre estás pensando en sus
sentimientos. Ni siquiera querías ser visto conmigo esta noche, porque pensabas que
esto la molestaría. Realmente te preocupas por ella. Ella realmente se preocupa por ti.
Las cosas tienen un modo de resolverse a sí mismas.
Evan la miró a los ojos. Y el corazón de Megan resonaba fuertemente en sus oídos. Sus
manos comenzaron a sudar y la parte posterior de su cuello se sentía caliente. Su cara
estaba a centímetros de la cara de Evan McGowan. No podía respirar. ¿Se lo estaba
imaginando? ¿Estaba comenzando a inclinarse hacia ella? ¿Podría ser éste el momento de su
primer...?

—¡Oh, tienes que estar bromeando!


La puerta golpeó la pared y Megan saltó. Hailey estaba apoyado en la puerta, con las
piernas abiertas. Evan miró de Megan a Hailey, con los ojos muy abiertos.
—Hailey, sé lo que estás pensando…

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—¿Vengo aquí a hablar las cosas contigo y te encuentro en un rincón oscuro con ella?
— gritó Hailey—. ¿Con ella?
—Estábamos…
—No, Megan —dijo Evan, haciendo que todo su cuerpo ardiese de humillación.
—Wow. Quiero decir, realmente, wow. Ustedes dos son increíbles —dijo Hailey,
tirando de la parte superior del tubo con tanta fuerza que casi se volcó—. Diviértete
con tu pequeña pateadora, o como sea que la llames.
—Hailey ¡Espera!
Evan se levantó y la siguió por el pasillo. Megan corrió tras ellos y más allá de una
línea de espectadores completamente abiertas. Hailey bajó por el escaleras y
desapareció en la sala de estar entre la masa de gente que comenzó a subir la escalera,
bloqueando a Evan y a Megan. Evan empujó a través de la multitud, pero ya era
demasiado tarde. Hailey se había ido. Cuando Megan llegó a su lado, él estaba de pie
en el recibidor de la entrada, luchando por respirar.
—Evan…
—Eso es todo. No puedo soportar más esto —dijo Evan, los ojos desorbitados—. Me
voy de aquí.
—¡Evan! ¡Espera! —gritó Megan.
Pero salió de la casa sin mirar atrás.

***

—¿No ha habido suerte? —le preguntó Aimee, sacando una almohada de encaje con
flecos sobre su regazo para que Megan pudiese sentarse en el sofá junto a ella.
—No —dijo Megan, soltando un suspiro mientras se dejaba caer sobre los cojines de
terciopelo. Ella levantó la vista hacia el pez grande, de color azul brillante en el acuario
junto a ella. Estaba flotando justo al lado de su cara, haciendo burbujas al abrir y cerrar
la boca.
—No encontramos a Finn. —Megan frunció el ceño y miró a su amigo—. No estás
loca, ¿no?

103
—¿Por qué? —le preguntó Aimee, apoyando la mejilla en la parte de atrás del sofá—.
No hice nada, ¿no? No es mi culpa lo de Hailey. Y, además, esa chica ha pasado la
mayor parte de su vida torturándome. Ser un poco infeliz una noche no la va a matar.
—Gracias —dijo Megan. Podía pelearse con el resto de los asistentes a la fiesta, pero
ella realmente no quería perder a sus nuevos amigos.
La noticia de lo que había ocurrido arriba se había extendido como una mancha de
aceite y al igual que eso, Megan había pasado de ser la chica invisible a la chica de la
que todos rumorean. Había buscado por todas partes a Finn para ver si podía
conseguir un taxi, pero al parecer él y Kayla se había ido para tener un poco de
privacidad. Todo lo que Megan quería hacer era ir a casa, pero no podía llamar a los
McGowan y preguntar por una camioneta, ya que Evan se metería en serios problemas
si la abandonaba ahí.
Aimee había estado bebiendo, Pearl y Ria habían salido con algunos chicos para ir a
buscar comida. Megan se quedó quieta.
—¡Oh. Dios. Mío. ¡Ustedes!
Jenna zigzagueaba a la habitación desde el porche y se postró de rodillas delante del
sofá. Su cabello era un desastre natural y su chaqueta de punto estaba desabotonada.
Bobby entró detrás de ella y se recostó contra la pared, los ojos medio cerrados, con un
aspecto muy tranquilo.
—¿Jenna? ¿Qué pasó? —le preguntó Aimee.
—Bueno ¡Nunca va a creer a quien acabo de ver llegar desnudos del bosque! —dijo
Jenna.
—Espera. Espera. Tengo que estar de pie para esto.
Se levantó y chocó contra unos tipos que caminaban detrás de él. Megan se lanzó a
agarrarla, pero uno de los chicos la sujetó antes de que cayese.
—¿Quién? —le preguntó Aimee.
—Tu hermana —dijo Jenna, señalando a Aimee—. Y su novio. —Megan sintió una
repentina punzada de pánico y se inclinó hacia delante.
—¿Qué? —Aimee exigió, viéndose más sobria que en toda la noche.
—¿Cuál de ellos? —exigió Megan.

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—El gánster —dijo Jenna, riéndose incontrolablemente mientras ejecutaba algunas
citas de aire grandes—. ¿Puedes creerlo?
—¿Doug? —dijo Megan, con la garganta seca—. ¿Hailey va a tener relaciones sexuales
con Doug?
—¡Escandalosas! —Jenna anunció, agitando las manos.
Megan miró a Aimee, sorprendida. ¿Cómo le pudo hacer esto Doug a Evan? ¿Cómo podría
hacer esto Hailey a Evan?

—Esta noche no podría conseguir nada más en ese estado —dijo Aimee.
—Oh —dijo Jenna, agarrándose su estómago—. Uh-oh.
Luego se dio la vuelta y rápidamente vomitó en el acuario de diseño de Cristian Todd.
—¡Ag, repugnante!
—¡Jenna! ¿Estás bien? —preguntó Aimee, poniéndose de pie.
—Dios mío —dijo Jenna, sosteniendo su mano sobre su boca—. Dios mío, estoy tan
avergonzada.
Se dio la vuelta sobre sus talones y, empujando a la derecha por su novio, tropezó para
el baño.
—Esto no es bueno —dijo Megan, apartándose del agua sucia. Entre el anuncio de
Jenna y su vómito, Megan se sentía un poco enferma.
—Dímelo a mí —dijo Aimee—. Se supone que es mi conductora.
—Estoy hablando de Doug y Hailey —dijo Megan. Ella puso su mano sobre su
estómago.
—¿Cómo pudieron hacer eso?
—Oh, Dios mío. No me digas que te vas a enfermar también —dijo Aimee, sentada de
nuevo.
Megan dejó caer la cabeza hacia atrás y respiró profundamente.
—No, creo que estoy bien —dijo—. Aparte de la imagen mental de Doug desvistiendo
a Hailey.
Aimee palideció. —Muy bien. Ahora voy a vomitar.

105
—¿Te lo esperabas? —le preguntó Megan.
—Créanme, vivo con mi hermana desde hace dieciséis años y casi nada me sorprende
ya —dijo Aimee.
Bobby atravesó la habitación y se detuvo frente a ellos, con las manos en los bolsillos
traseros.
—Uh, alguna de las dos está lo suficientemente sobria para conducir? —preguntó.
—Jenna no está muy bien.
Megan suspiró, miró su reloj, y luego bajó la cabeza derrotada. Ya eran las doce
menos cuarto. La primera prueba de su toque de queda e iba a fracasar
miserablemente. La noche había acabado, y Megan estaba perfectamente dispuesta a
intentar olvidarla.
—Estoy bien —dijo, empujándose a sí misma, entonces extendió una mano para
ayudar a Aimee—. Larguémonos de aquí.

***

—Es éste, aquí mismo. —Dirigía Jenna, señalando a una pequeña casa que era igual
que todas las demás. Megan estacionó el Focus al lado de un parque, dejando escapar
un suspiro. Eran las doce en punto.

—¿Estás segura? —le preguntó Megan.


—Claro, estoy segura. Es mi casa, ¿verdad? —respondió Jenna. A continuación,
entrecerró los ojos y se inclinó hacia delante—. Todas ellas son exactamente iguales,
¿no?
—Es la número veintidós —dijo Megan, señalando el buzón de correo.
—¡Sí! —Jenna levantó los brazos—. ¡Eso es!
Megan puso los ojos en blanco y salió del coche. Jenna caminaba por el lado del
conductor.
—Muchas gracias, Megan —dijo Jenna, dándole un abrazo. Todavía olía vagamente a
vómito—. Juro que no voy a beber de nuevo.

106
—No es ningún problema —dijo Megan. Contuvo el aliento y empujó a Jenna
ligeramente.
—¿Te llevo a casa? —Jenna se bamboleaba un poco como si estuviera tratando de no
caer.
—Ya se me ocurrirá algo —dijo Megan, mirando a la calle a oscuras—. Sólo entra,
Estaré bien.
—Está bien. Bueno, gracias de nuevo. Hablamos mañana, dijo Jenna.
Megan la vio caminar vacilante a la puerta y esperó para entrar. Megan respiró hondo
y se sentó en el parachoques trasero del coche, sacando su teléfono del bolso. Finn
había programado todos los números de los McGowan el jueves, en caso de
emergencia. ¿Quién diría cómo de útil le iba a ser?

Se desplazó a través de su libreta de direcciones hasta dar con Evan y lo llamó. Al


llevar a Aimee, Bobby, Jenna, ya lo había intentado tres veces y sólo le había salido el
contestador. “Hey, llamas a Evan. Deja un mensaje y puede que te llame.” Risita. Beep.

Megan se quejó, y colgó. Si ella no se sintiese tan mal por Evan y si no quisiese, tanto,
darle un beso; sabía que estaría dispuesta a matarlo ahora. Suspiró y fue hasta el
nombre de Finn. Era probable que ya estuviese en casa, cumpliendo el toque de queda
como un buen chico, repasando mentalmente su cita con Kayla. Ella sólo esperaba que
sus padres no se abalanzasen sobre él, haciéndole preguntas.
Finn lo cogió al primer pitido.
—¿Megan?
—Hey, Finn tengo un problema —dijo Megan, entornando los ojos al el letrero de la
calle—. Estoy tirada en Stony Brook Road. Llevé a un montón de gente a casa y ahora
no tengo coche.
—¿Y Evan? —le preguntó Finn.
—No quiero ni saberlo. —Megan oyó la voz de una niña en el fondo—. ¿Es Kayla?
¿Sigues en tu cita?
—Sí, algo así —dijo Finn.
—Oh, Dios mío. Lo siento mucho.
—Por favor. No te preocupes por eso. Voy para allá.

107
—No quiero echarte a perder la noche.
—Diez minutos —dijo Finn—. No te muevas.

***

Estuvo allí ocho minutos más tarde.


Megan cayó en el asiento del acompañante del volvo de la señora McGowan y puso
sus rodillas en el salpicadero.
—¿Mala noche?
—Ni te lo imaginas.
—Bueno, esto no ha terminado todavía —dijo Finn, mirando el reloj.
—¿Crees que estarán esperando por nosotros? —le preguntó Megan.
—Es nuestra primera noche con un toque de queda —dijo Finn, poniendo el coche en
marcha—. Probablemente están registrando los tiempos de llegada con el PalmPilot de
mi papá.
Megan suspiró y miró por la ventana. Se preguntó si Doug había llegado a casa.
Incluso la idea de verlo la afectó.
—Entonces… ¿Disfrutaste de tu primera fiesta Baker? —Finn le preguntó mientras se
acercaban a la casa de los McGowan. El coche de Evan ya estaba en el camino de
entrada.
—Definitivamente fue interesante —dijo Megan—. ¿Cómo estuvo tu cita?
La luz del porche delantero se encendió cuando Finn sacó la hebilla de su cinturón de
seguridad. El estómago de Megan cayó.
—Tal vez deberíamos guardar esa historia para otro momento —dijo Finn, cuando el
rostro de su padre apareció en la ventana.
—Sip —dijo Megan, preparándose para lo que estaba por venir—. Creo que sería lo
más inteligente.

108
***

De: Kicker5525@yahoo.com

Para:TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: Guía de Chicos

La Guía de Megan Meade de los Chicos McGowan. Entrada Siete.

Observación # 1: Todos los chicos pueden ser heridos.


Incluso los que parecen totalmente felices y confiados y les gusta dominar el planeta.

Observación # 2: Cuando el pene se hace cargo, se hace cargo.


Doug se acostó con Hailey. Dormía con Hailey. Ni siquiera puedo contar el número de cosas
importantes y evidentes que tenían que ser ignorados para que esto suceda.

Observación # 3: Puedes contar con ellos.


Finn me rescató cuando me quedé totalmente tirada. Incluso paró su cita con Kayla para
ayudarme. Por supuesto, cuando nos fijamos en la observación #2, parece que no siempre se
puede contar con ellos. Así que tal vez hay una nota al pie de ésta. Puedes contar con los chicos a
no ser que se pongan a pensar con sus penes. Por supuesto, Finn estaba en una cita, por lo que
probablemente estaba en el modo “pene pensamiento”.
Ahora estoy confundida.
Hey, ¿te diste cuenta lo divertida que es la palabra “pene”? Sobre todo si la repites una y otra
vez…

109
Capítulo 10

Traducción SOS por LizC y Agus


Corregido por katty3

M egan se sentó en el extremo de la desordenada mesa del desayuno el sábado


por la mañana, sola y al borde. A su alrededor todo lo que había era
recipientes de cereal y vasos medio vacíos de jugo de naranja. Se acabó su primer
tazón de Trix y se sirvió un segundo, luego tomó la taza y se dirigió a su habitación.
Hoy parecía un buen día para esconderse.
—¡Buenos días, Megan! —dijo Regina alegremente mientras entraba en la
habitación—. ¿Vas a alguna parte?
Megan se detuvo, a mitad de su silla.
—En realidad, sólo iba a llevar esto a mi habitación.
Regina tomó la jarra de café y se detuvo.
—Oh. Espero que no me estés evitando por lo que pasó anoche.
La cara de Megan ardió al recordar la escena. Ella y Finn sentados en esta mesa. Las
expresiones de decepción de John y Regina. Y esas palabras: Están castigados.

Palabras que nunca habían sido dirigidas antes a Megan. Los McGowan habían
apreciado el hecho de que Megan llegara tarde porque había actuado como el
conductor designado, pero habían dicho que no podían hacer excepciones a la regla.
Así que Megan y Finn estaban sin televisión, videojuegos y funciones sociales por una
semana. Por suerte, Megan no era de las que estaba pendiente de la televisión o los
videojuegos, y había renunciado a las funciones sociales para el futuro inmediato. Sin
embargo, el hecho de que hubiera sido castigada la carcomía.
Había sido castigada.

Nunca había pensado que fuera posible.


—No te estoy evitando —dijo Megan finalmente. Estoy evitando a todos los demás—.
Sólo tengo un poco de tarea que hacer.

110
—Bien, bueno, antes de que te pongas en eso, tenía la esperanza de que pudiéramos
hablar. —Regina se acercó a la mesa con una taza de café humeante. Megan miró a la
puerta, a la libertad.
Había estado tan cerca.

—¿Sobre qué? —le preguntó Megan.


Regina la miró con los ojos entornados, pensativa.
—Ya sabes, te veías muy bien anoche. Deberías usar más a menudo el color rosa.
—Uh... gracias —dijo Megan.
—Bueno, de todos modos, estaba pensando que tú y yo deberíamos pasar más tiempo
juntas —dijo Regina con una sonrisa—. Sólo nosotras dos.
—Oh —dijo Megan—. Está bien. Podemos hacer eso en algún momento.
—El próximo sábado —dijo Regina. Megan pestañeó.
—He hecho citas para nosotras en este genial pequeño centro de spa diario. —Regina
tomó un sorbo de su café—. Vamos a tener los distintos tratamientos. Un facial, un
masaje, manicura, y pedicura. Sólo he estado allí una vez, antes, pero fue
increíblemente relajante.
Los músculos de los hombros de Megan se enrollaron en nudos. ¿Faciales, masajes, y
manicuras? Eso sonó como una gran cantidad de permanecer sentada. Sentada quieta
mientras la tocaban extraños al azar. La idea misma hizo que Megan se siéntese
estresada.
Además, el próximo sábado el equipo tenía una sesión de práctica durante todo el día,
la última antes de su primer partido. Se suponía que iban a elegir a un capitán. Estaba
más allá de lo importante.
—¿Qué piensas? —preguntó Regina con ansiedad.
—Oh... uh... —Megan se miró las uñas roídas—. En realidad, creo que...
Echó un vistazo a Regina. Su sonrisa parecía tan esperanzada y emocionada. Esta
mujer estaba prácticamente tirándose a los pies de Megan, rogando por un día
femenino. Megan recordó de repente todo lo que los McGowan estaban haciendo por
ella, lo mucho que les debía. Y ya los había defraudado dos veces.

111
—Creo que suena muy bien —dijo Megan finalmente, forzando una sonrisa. La
sonrisa de Regina se ensanchó.
—¡Perfecto! ¡Esto va a ser tan divertido!
—Sí —respondió Megan—. No puedo esperar.
—Sabes, tengo un par de suéteres de color rosa en mi armario —dijo Regina—. Puedes
tomarlos prestados cuando lo desees.
—Eso está bien.
—¡No! ¡Deberías hacerlo! —dijo Regina alegremente—. ¿Por qué no vamos a que te
los pruebes? Así puedes ver qué opinas.
—Realmente, yo…
—Oh, deja de ser tan amable. ¡Insisto! —dijo Regina, poniéndose de pie—. Vamos.
Poco a poco Megan se levantó de la mesa y siguió a Regina a las escaleras. Más
rosa, pensó con un suspiro. Yupiii.

***

—Sólo mantén la cabeza en alto, amigo. No tengas miedo de la pelota. Eres el dueño
de la pelota.
Megan puso su libro a un lado y se asomó a través de las persianas. En el patio de
abajo, Ian estaba de pie con los hombros encogidos, sosteniendo un bate de béisbol con
los labios bien cerrados, lleno de concentración. Doug estaba a pocos metros con un
guante y una pelota.
—Bueno, ¿listo? —preguntó Doug.
Ian asintió y Doug tiró un lanzamiento en arco justo en la zona de strike de Ian. Ian
tomó impulso y le dio con fuerza, el bate conduciendo la bola directamente a la cabeza
de Doug. Megan jadeó.
—¿Ves? —dijo Doug sonriendo, frotándole la cabeza con una mano—. ¡Eres como un
pequeño Ortiz!
Ian sonrió descaradamente y Megan se echó hacia atrás. El hombre en el patio trasero,
ayudando a su hermano pequeño a aprender a batear… simplemente no parece ser el

112
tipo de persona que podía dormir con la novia de su hermano. Doug puede que odie a
Megan, pero es obvio que amaba a sus hermanos. ¿Era posible que Jenna simplemente se
confundiera acerca de lo que había visto?

Megan se inclinó hacia delante en el asiento de la ventana. Ya no podía quedarse


sentada tranquila. Apagó su ordenador y se dirigió afuera, al cobertizo. Finn había
estado allí durante al menos una hora. Tal vez se merecía un descanso.
Tanto Ian como Doug se quedaron inmóviles cuando ella salió por la puerta de atrás.
—Hola —dijo—. Buen golpe.
—Gracias —contestó Ian.
—¿Qué? ¿Nada sobre el pitcheo? —preguntó Doug.
Megan se encogió de hombros y abrió la puerta del cobertizo suavemente. Finn estaba
mirando con el ceño arrugado, en su pintura a medio terminar de Kayla Bird. Había
llenado una gran parte del cabello y había comenzado en el cuello, pero la pintura
estaba todavía sin rostro.
—Hola —dijo en voz baja.
—Hola —dijo Finn, mirando sobre su hombro. Tenía el extremo de un pincel entre los
dientes—. Llegas justo a tiempo.
—¿Para qué? —preguntó ella mientras se deslizaba en el interior.
—Para mí ataque de nervios —dijo Finn con una sonrisa irónica, dejando caer el
pincel sobre la repisa del caballete. Apretó los talones de las manos en los ojos y se
sentó en un banco del jardín antiguo que estaba empujado contra la pared—. Soy
pésimo. ¿Sabías que estás en la presencia de una persona que completa y totalmente
apesta?
—Ouch —dijo Megan, haciendo una mueca. Ella miró al rostro inconcluso de Kayla.
En realidad, era bastante raro de ver: sólo el mínimo de sus rasgos faciales esbozado
con lápiz, rodeado de todo ese detalle, todos esos colores.
—Pensé que después de anoche, ya sabes, si salía con ella, iba a estar inspirado y que
en realidad podría terminar esto, pero... —Finn levantó una mano hacia la pintura y
suspiró—. No tengo nada.
—Así que, ¿la cita no fue fuente de inspiración?
—Al parecer no —dijo Finn, limpiándose las manos en sus pantalones.

113
—Entonces... ¿qué pasó? —preguntó Megan, subiéndose en el taburete.
—No sé, sólo me sentí como... —Finn se inclinó hacia adelante y apoyó los codos
sobre sus muslos—. Me sentí como si ella estaba en cierto modo siendo
condescendiente conmigo. No se estaba divirtiendo en la fiesta, está bien. Así que
fuimos a Starbucks, estábamos hablando, y es como si ella hubiese estado por todo el
mundo, ¿sabes? Y se la pasaba preguntándome, ¿has estado aquí, has estado allá?
—Y no has estado aquí o allá.
—O en ningún lugar —dijo Finn, sonriendo tristemente—. No hay un montón de
viajes por el mundo con siete hijos. Es más o menos Cape Cod y Florida.
—Entiendo —dijo Megan—. Bueno, ¿le dijiste eso?
—Sí, dije una tonta broma al respecto, pero me di cuenta que estaba decepcionada —
dijo Finn—. Es como si fuera una especie de leproso sólo porque nunca he esquiado en
Vail o he visto la Torre Eiffel.
—Oh, está sobrevalorada —dijo Megan.
—¿La has visto? —preguntó Finn.
—Cuando era una niña.
—Es cierto… has estado en todas partes también —dijo Finn. Luego sonrió—. Tal vez
deberías salir con ella.
—No creo que sea de mi tipo.
Finn se rió y Megan sonrío radiantemente.
—Bueno, definitivamente no es del tipo chica del fútbol fiestera; de eso estoy seguro.
—Sus ojos cayeron y se enfocaron en una salpicadura de pintura seca en la pierna de
sus pantalones.
Megan respiró hondo.
—Mira, Finn, he vivido en muchos lugares y he conocido a mucha gente y si hay una
cosa que he aprendido, es que algunas personas siempre encontrarán una manera de
sentir que son mejores que todas las personas a su alrededor —dijo—. Parece que
Kayla es una de esas personas. Ella simplemente no entiende que el hecho de que
tienes diferentes experiencias... de que te gusta una cosa y a ella otra, no la hace mejor.
Simplemente hace que los dos sean diferentes. —Megan se mordió el labio—. ¿Eso
tiene sentido?

114
—Sí, lo tiene —dijo Finn.
—Y si ella piensa que es mejor que tú, entonces está mal —dijo Megan—. Y no vale la
pena.
Finn miró a Megan y de repente ella se sintió totalmente cohibida. Pero quiso decir
todo lo que había dicho. Sabía que tenía razón. Pero algo en la forma en que la estaba
mirando hacía que sintiera como si pudiera ver bajo su piel.
—¿Puedo pintarte? —preguntó Finn.
Megan pestañeó. —Bueno, eso es básicamente lo último que pensaba que ibas a decir.
Finn ya se había puesto de pie y estaba quitando la pintura de Kayla del caballete antes
de que la oleada de calor hubiera disminuido del rostro de Megan. De pronto, era una
ráfaga de movimiento, limpiando brochas, chorreando pintura sobre la paleta,
arrugando toallas de papel y lanzándolas hacia un bote de basura desbordado en la
esquina.
—Así que puedo, ¿verdad? —preguntó.
—Uh... supongo —dijo Megan, ya sintiéndose incómoda.
Si había una cosa que Megan no era, es ser una modelo. Ella nunca había visto a una
chica de cara pecosa, hombros anchos, de piernas gruesas en las páginas de revistas de
moda de Tracy. Ni una sola vez.
Finn estaba ocupado arreglando su caballete, que daba a la pared del fondo. Megan
comenzó a levantarse de su taburete.
—¿Debería…?
—¡No! No. Quédate ahí —dijo Finn. Tomó su caballete y se volvió de modo que la
parte posterior del artefacto estaba frente a ella y su taburete—. Esto es bueno. Me
gusta la luz allí mismo.
Megan miró a la claraboya y al cielo azul más allá.
—¿Voy a tener que permanecer sentada quieta para esto? —preguntó—. Porque no soy
muy buena en eso.
Finn sonrió y la miró sobre la parte superior de su lienzo en blanco.
—No te preocupes. Nos las ingeniaremos.

115
Megan se sentó y observó a Finn mientras trabajaba, dibujando su silueta, el lápiz
raspaba suavemente sobre el lienzo. Estaba estoico, concentrado, pero sus brazos y
manos parecían moverse por su propia voluntad.
Verlo fue fascinante. Incluso cuando él la miraba, se encontró que no podía apartar los
ojos. Se mantuvo capturando su mirada, observándolo directamente a los ojos. La piel
de Megan entró en calor bajo su intenso escrutinio. Se levantó la cola de caballo de la
parte posterior de su cuello para conseguir un poco de aire y las puntas de su cabello le
hicieron cosquillas en la piel. Su respiración era rápida y superficial.
—¿Estás bien? —preguntó él.
Megan al instante se sonrojó y desvió la mirada. —Sí, bien.
—Porque podemos parar si no quieres hacer esto —dijo Finn.
—No, estoy... estoy bien —dijo Megan. A decir verdad, todo en su interior y alrededor
de ella se sentía cargado. Podría haber permanecido sentada allí todo el día.
—Bien —dijo Finn.
Todo el cuerpo de Megan sintió un calor agradable, una sensación de hormigueo. Por
una fracción de segundo, ninguno de los dos se movió.
El sonido de voces que gritaban arrasó el silencio. Megan se volvió a mirar hacia la
puerta del cobertizo. El griterío venía desde el interior de la casa y estaba cada vez más
cerca. Finalmente, la puerta de atrás se abrió con un crujido y se estrelló, y la discusión
entró en un sonido estéreo envolvente.
—¿Vas a decirme la verdad? —Evan gritó una y otra vez—. Dime, hombre. Dime qué
pasó —Evan dijo, empujando a Doug con ambas manos.
—¡Evan! —Finn gritó.
—Ya lo sabes, hombre. ¿Por qué estas hostigándome? —Doug gritó, dando un paso
hacia él otra vez.
—Porque quiero escucharte decirlo —Evan le replicó—. Quiero que mi hermano
pequeño me diga en la cara que lo hizo con mi novia, ese es el por qué.
—¿Qué? —dijo Finn bajo su aliento.
La puerta de atrás del garaje se abrió y Sean salió limpiándose sus manos grasosas en
un trapo incluso más grasoso. Le disparó a Finn una mirada inquisitiva y él

116
simplemente se encogió de hombros. Megan se sintió enferma. Aparentemente era la
única allí que sabía lo que estaba pasando.
—¡Vamos, hombre! ¡Vamos! —Evan empujó una y otra vez a Doug hasta que él se
estaba tropezando hacia atrás.
—¡Bien! —Doug gritó, golpeando a Evan en el pecho con ambas manos, de modo que
él tuviera que dar varios pasos para estabilizarse—. ¡Bien! ¡Es cierto! Lo hice con tu
novia y cuando había terminado, ¡ella me rogó por más! ¿Es eso lo que querías
escuchar?
Evan chilló y se lanzó hacia él, echándolo hacia atrás y golpeándolo en el suelo.
Megan gritó mientras Finn y Sean corrían hacia la confrontación. Por el momento en
el que llegaron, Evan ya había golpeado su puño en el rostro de Doug muchas veces.
Sus nudillos estaban ensangrentados. La nariz de Doug estaba inundada de rojo.
—¡Déjalo, hombre! ¡Déjalo! —Sean gritó, tratando de agarrar los brazos como aspas
de Evan.
—¡Te odio, egoísta pequeño trasero de punk perdedor! —Evan gritó mientras
aporreaba a Doug como un hombre poseído—. ¡Me enfermas!
Finalmente Sean tuvo a Evan en un bloqueo de dos brazos y lo arrastro fuera de Doug,
pateando y gritando todo el camino. Finn ayudó a su hermano pequeño a
incorporarse. La sangre estaba por todos lados. Finn arrancó su propia remera, la hizo
un ovillo y la sostuvo debajo de la nariz de Doug.
—¿Qué demonios pasó, hombre? —Finn le preguntó, atrapando su aliento.
—¡¿Quién demonios te crees que eres?! —Evan le gritó a Doug.
Doug se empujó torpemente en sus pies, apretando la remera en su cara.
—Eres un imbécil hipócrita —le escupió a Evan.
—¿Soy un imbécil? —Evan gritó—. ¿Tuviste sexo con mi novia en el jodido bosque y
yo soy el imbécil?
—¡Tú estabas en la habitación intercambiando saliva con la chica nueva, mujeriego! —
Doug gritó lanzando una mano hacia Megan—. Hailey se echó a llorar en mí, y
mierda. ¿Qué pretendías que haga?
—¡¿Qué?! —Evan y Megan espetaron al mismo tiempo.

117
—Tú seguiste adelante, hermano —Doug dijo, señalando a Evan—. No culpes a tu
inconstante trasero en mí.
—¿Quién te dijo eso? —Evan dijo, sacudiendo a Sean y adelantándose a Doug otra
vez—. ¿Quién dijo que estaba entreteniéndome con Megan?
La actitud dura de Doug falló por primera vez.
—Hailey. Hailey lo hizo. Dijo que la habías engañado. Que habían terminado.
Evan miró hacia el piso.
—No lo creo —dijo bajo su aliento—. ¡No lo creo! —gritó.
Dio la vuelta y voló entre Megan y Sean, en dirección a su coche al final de la
carretera. Mientras todos se quedaban allí, estupefactos, lo escucharon acelerar,
escucharon su enojado bocinazo y no se movieron hasta que el sonido de su motor se
desvaneció en nada.
—No es cierto —Megan dijo finalmente—. Evan y yo no nos enganchamos. —Ella
miró a Doug a los ojos y sintió como si la tristeza dentro de su pecho fuera a
abrumarla—. Hayley te mintió —dijo—. Mintió.
Doug simplemente se quedó parado allí por un momento, respirando rápidamente,
viéndose tan confundido que Megan casi sintió lástima por él.
—Yo no… Yo no sabía… —Doug tartamudeó. Por una fracción de segundo ella pudo
ver la intensidad del arrepentimiento en sus ojos. Él sabía que había cometido un error.
Un gran error. Cerró sus ojos fuertemente.
—Doug, estoy segura.
—A la mierda esto —dijo, sus palabras apagadas por la remera empapada de sangre.
Luego se apartó de allí y corrió hasta la casa.
Finn dejó escapar una respiración temblorosa y se sentó en uno de las sillas de la sala
de estar del patio, inclinando su cabeza.
—¿Estás bien? —le preguntó Megan.
—Nunca los había visto así antes —dijo, su rostro se aflojó.
—Vamos. Ustedes deben haber tenido peleas.
—No como eso —agregó Sean.

118
Megan tragó saliva. —¿En serio?
—La ocasional tirada abajo por una patineta destrozada o un CD perdido, pero nada
como esto —dijo Finn.
—Entonces esto definitivamente no es bueno —dijo Megan.
Sean suspiró. —Yo diría que eso es quedarse corto.

***

Esa noche Megan se quedó mirando sus pelotas de fútbol, alineadas en la estantería
junto a su cama. Las había organizado en orden cronológico, desde la primera pelota
que su padre le había comprado hasta de nuevo en Alemania para el juego semifinal
del año pasado contra la Preparatoria William Clements. En un intento para calmarse
para dormir, Megan mentalmente había resumido el significado de cada pelota y había
nombrado a todos los miembros de cada uno de los equipos. Había pasado por las
quince pelotas en tres ocasiones. Claramente no estaba funcionando.
Suspiró y giró sobre su espalda. No importaba cómo intentara distraerse, no había
manera de detener el ciclo sin fin de la película mental sobre la pelea de esa tarde.
Megan había visto muchas peleas en su tiempo en la secundaria anterior o en la base
pero nunca entre dos personas que conociera. Y menos entre dos hermanos.
John se había vuelto pálido y mudo cuando escuchó sobre la pelea. Él había llevado a
Doug al hospital para revisar su nariz. Doug estaba bien, pero se había sentado hosca y
calladamente durante la cena. Evan se fue hasta algún momento luego del anochecer,
cuando entró sin una palabra para nadie y fue directamente al piso de arriba.
Un ruido repentino en el patio trasero la sentó rectamente, con su corazón latiendo con
fuerza. Megan caminó de puntillas hacia la ventana y se asomó. Alguien estaba allí
atrás, moviéndose justo bajo su ventana. Se agachó detrás de la cortina y miró a través
del ojal y el marco de la ventana hasta que sus ojos se acostumbraron. Una larga ropa
se sacudió fuera como una hoja y se abrió en abanico en el suelo. De repente todo
entró en foco. Era Evan. Y estaba preparando una bolsa de dormir.
Megan se sentó, sin aliento. Miró su propia bolsa de dormir del ejército, enrollada en
la esquina de su habitación. Antes de que pudiera dudar de lo que estaba por hacer,
agarró la bolsa y su almohada, metió sus pies en sus sandalias, y caminó en puntillas
de pie al piso de abajo.

119
Evan alzó la vista cuando escuchó la puerta abrirse. Él estaba justo empujando sus
piernas dentro de su saco.
—Hola —dijo él.
—Hola.
Ella se estaba acercando a él tentativamente, con la bolsa de dormir firmemente
agarrada en su pecho. —Yo… te vi aquí afuera…
—Mi familia solía hacer esto por lo menos una vez por verano, dormir aquí al aire
libre bajo las estrellas —Evan dijo, dirigiendo su atención al hermoso cielo nocturno—.
Pensé que esta podría ser una de las últimas noches cálidas.
Megan asintió y se quedó encima de él, insegura de qué hacer.
—Entonces, ¿vas a bajar eso o qué? —Evan le preguntó con una pequeña sonrisa.
Megan puso su bolsa a unos metros de la de él. Tiró su almohada cerca de la parte
superior y se desplazó dentro, amando la sensación del frío algodón contra sus
piernas.
Evan dobló su almohada por la mitad para apoyar su cabeza en lo alto y Megan hizo
lo mismo.
—Así que, hoy a la tarde fui a la casa de Hailey —dijo Evan.
La respiración de Megan se atascó. —¿Lo hiciste? ¿Qué te dijo?
—Nada. Nunca llegué a la puerta.
—Ah.
—Simplemente no entiendo. ¿Por qué diría que me enganché contigo? —dijo Evan—.
¿Crees que es posible que en realidad piense que nos vio haciendo algo?
Megan estaba, por un momento, muda. ¿Evan estaba buscando una razón convincente
para perdonar a Hailey por lo que hizo?
—Yo… Yo no lo sé —dijo ella—. Ella estaba bastante ebria, pero…
—Lo sé, lo sé —Evan dijo, mirando al cielo otra vez—. Me refiero a que, le dijo a
Doug que habíamos terminado, y yo sé que nunca habíamos tenido esa conversación.
Ella sólo… está inventando cosas.
—Sí. Luce como algo así —dijo Megan.

120
Dile que ella es malvada. Dile que se merece algo mucho mejor, susurró una pequeña voz en
su mente. Dile que simplemente la olvide.

—Simplemente no lo entiendo —dijo Evan—. ¿Cómo puedes haber hecho todo esto a
alguien que te importa? Me refiero a que obviamente a ella no le importó. Eso es obvio
ahora, ¿no?
Megan no podría haberlo dicho mejor, entonces se quedó en silencio.
—¿Sabes qué? No tengo más ganas de hablar de esto —dijo Evan—. Hablemos de otra
cosa.
—¿Cómo qué? —Megan le preguntó.
—Como, no lo sé, ¿Qué quieres hacer luego de la preparatoria? —Evan le preguntó.
—Wow. Em… Yo… Universidad, ¿supongo? —Megan dijo.
—¿Alguna idea dónde? —Evan le preguntó.
—No lo sé —dijo Megan—. Creo que la idea de quedarme en un mismo lugar por
cuatro años, realmente, es tan bizarra para mí que no puedo terminar de entenderlo.
—Debe ser difícil, mudándose todo el tiempo —dijo Evan.
—Te acostumbras —le respondió Megan automáticamente.
—Bueno, yo quiero largarme de aquí, eso es todo lo que sé —dijo Evan—. BC y New
Hampshire ambos están tratado de reclutarme para hockey, pero estoy pensando en
Michigan o Northwestern13. Algún lugar que por lo menos este a un día de viaje desde
aquí.
—¿No quieres ningún visitante? —Megan bromeó.
—En este punto, no me importa no volver a ver a mi familia otra vez —Evan le
replicó.
—No quieres decir eso —Megan le dijo—. Sólo fue… un mal día.
—No sabes cómo es esto —Evan le dijo, mirando a las estrellas—. ¿Sabes cuántos
profesores me han dicho Sean o Finn o hasta Miller? El Sr. Robertson ha resuelto

13
BC, New Hampshire, Michigan, Northwestern: En todos los casos hace referencia a universidades.
En el primer caso, BC es la Universidad de Columbia.

121
llamarnos a todos McGowan porque él es demasiado senil para mantenernos serios. Es
básicamente imposible tener una identidad en esta ciudad o sentir que soy una persona
separada. Mientras esté aquí, siempre seré sólo uno de los chicos McGowan.
Megan lo miró, horrorizada. —Tú no piensas realmente eso —dijo.
—A veces sí —dijo él. Sus ojos se abrieron un poco más—. Quiero decir, no se lo digas
a nadie.
—No diré nada —Megan dijo.
—No puedo creer que te acabe de contar eso —dijo cubriendo sus ojos con su mano—.
Nunca se lo había dicho a nadie en voz alta.
El corazón de Megan estaba tan lleno que difícilmente podía respirar. Él nunca se lo
había dicho a nadie, pero se lo dijo a ella.
—Está bien, en serio —le aseguró—. Pero que conste, que no creo que sea cierto.
Todos saben quién eres.
—Sí, bueno, creo que Hailey acaba de probar que es cierto —dijo Evan
malhumoradamente, apoyándose en su codo para encararla. Arrancó un puñado de
césped y lo esparció por su palma—. Quiero decir, se acostó con Doug. Se suponía que
estaba enamorada de mí y se acostó con mi hermano pequeño. —Se dejó caer
nuevamente y empezó a mirar fijamente al cielo.
Megan miró el rostro de Evan, mitad en sombras, mitad iluminado por el cielo
brillante sobre ellos. Él se veía tan herido, disgustado y triste.
Quería tocarlo, apretar su palma en su mejilla y decirle que Hailey era una idiota si no
veía lo maravilloso que era. Él era Evan McGowan. No había manera que alguien
pudiera pensar que era intercambiable con Doug o cualquier otro. Su mano avanzó a
través del espacio que los separaba. Megan sostuvo el aliento. Se esforzó en tocarlo,
pero no pudo.
Sentía su pecho como si fuese a explotar. —Todo va a estar bien —finalmente dijo.
Evan la miró a los ojos, luego hacia abajo, a su mano semi extendida. Él extendió la
suya y enganchó su dedo índice alrededor de los de ella.
—Gracias —dijo—. Me alegro que hayas venido hasta aquí.
—Yo también —dijo Megan.

122
Ella esperó que él se suelte, pero no lo hizo. Él se acostó sobre su espalda y cerró sus
ojos, con su dedo todavía doblado alrededor de los de ella. Nunca tan cuidadosamente,
Megan se recostó sobre su estómago y presionó su mejilla en su almohada. Antes que
lo supiera, la respiración de Evan había disminuido en un profundo y rítmico patrón.
Estada dormido, sólo a un par de metros de distancia. Estaba dormido y todavía se
estaban tocando.
Megan mordió su labio y sonrió, mirando a sus dedos entrelazados.
Esta era, sin duda, la mejor noche de su vida.

***

De: kicker5525@yahoo.com

Para: toodamn-Funky@rockin.com

Asunto: Guía de chicos

Guía de Megan Meade de los chicos McGowan, Entrada Ocho.

Observación #1: Los chicos te dirán cómo se sienten realmente.


Creo que simplemente debes estar en el lugar correcto y en el momento correcto. O quizás, ser la
persona correcta.

123
Capítulo 11
Traducido por Jo
Corregido por Silvery

L a tarde del domingo, Megan estaba tan nerviosa que prácticamente estaba
saltando en la silla de su escritorio mientras buscaba en la web. Luego de una
hora de investigación del Asperger decidió poner algo de lo que había aprendido a
prueba. No era como si iba a poder sentarse tranquila y concentrarse en la tarea de
todas formas.
Megan cerró su portátil y prácticamente saltó las escaleras. La mayoría del clan
McGowan, Evan incluido, estaba reunido alrededor de la televisión en la sala de estar,
mirando un juego de los Yankee-Red Sox. Solo Doug y Miller estaban ausentes. Todos
estaban usando maltratadas gorras, camisetas o jerseys de los Red Sox, y la mesa de
café estaba cargada con variadas bolsas de bocadillos y latas de soda. Todos en la
habitación estaban absortos. Megan esperó hasta que el entrenador de los Yankees
saliera para retirar a su lanzador para hablar.
—¿Alguno de ustedes, chicos, ha visto a Miller? —preguntó Megan.
Evan miró sobre su hombro y sonrió al verla. Ella sonrió abiertamente de vuelta.
—Sótano —respondió John.
—No tiene permitido ver los juegos de los Yankee con nosotros —explicó Evan—.
Porque ya sabes, papá lo mataría.
—Ah —Megan miró de reojo a Finn, quien estaba sentado junto a Evan, luego
comprobó a John. Sus ojos estaban pegados en la televisión—. Um… ¿no se supone
que estás castigado? —Megan susurró, acuclillándose atrás del sillón.
—¡Shhh! —dijo Finn mientras se inclinaba hacia adelante por una bolsa de mini-
pretzels—. Mi padre está tan ensimismado que no me ha notado todavía.
—Genial.
—Así que, oye, ¿quieres encontrarme en el cobertizo luego? —preguntó Finn,
empujando un pretzel en su boca.
—Oh, claro —respondió Megan, sonrojándose levemente.

124
—¿Qué están haciendo ustedes dos en el cobertizo juntos? —preguntó Evan,
levantando sus cejas.
El sonrojo de Megan se acentuó.
—Un artista nunca discute su trabajo —replicó Finn.
—Creo que es un mago nunca revela sus secretos —dijo Megan.
—Es lo mismo —replicó Finn. Megan y Evan lo miraron como si estuviera loco—.
Bueno realmente no lo es —concedió.
—Así que, ¿te estás llamando un artista estos días? —preguntó Evan—. Normalmente
solo sales con cuanto apestas.
Finn golpeó a Evan en el brazo, duro. Evan lo golpeó de vuelta. Megan rodó los ojos.
—Los veo luego, chicos.
Se dirigió bajo las escaleras y encontró a Miller sentado solo en un asiento con forma
de frijol en su camiseta A-Rod y gorra de los Yankees, mirando el mismo juego que su
familia estaba mirando arriba. A Megan la golpeó la soledad de todo eso.
—Hola, Miller —dijo Megan, saltando de los últimos escalones hacia la alfombra.
Había un comercial en la televisión, pero él no la miró.
—Están los Yankees.
—Sí, lo sé —dijo Megan—. ¿Te importa si los veo contigo?
Hubo una larga pausa.
—Bueno —dijo Miller finalmente.
Megan empujó otra silla frijol y se sentó junto a Miller. Otro comercial estaba
comenzando. Era el momento.
—Así que, esperaba que pudiéramos hablar —dijo Megan—. Me gustaría conocerte
mejor.
Miller tragó.
—¿A qué te refieres? —Todavía no la miraba.
—Me refería, me gustaría saber más cosas sobre ti —dijo Megan—. Sé que te gustan
los Yankees, pero no sé mucho más. ¿No te gustaría saber más cosas sobre mí?

125
—Supongo —dijo Miller.
—Bueno, ¿qué quieres saber? —preguntó Megan, recostándose en su silla. Miller frotó
sus palmas en la silla, mirando hacia abajo al suelo. Seguía frotando más y más rápido
hasta que su cara empezó a ponerse roja. El estómago de Megan se apretó, pero
mantuvo la calma. Los artículos le habían advertido que algo así podía pasar.
—Bien, creo que sé una manera en que puedes preguntarme cualquier cosa que quieras
preguntarme —dijo Megan—, ¿Miller?
Él se detuvo, girando su enrojecida cara levemente más lejos de ella.
—¿Si?
—¿Qué tal si me dices algo sobre los Yankees? Cualquier cosa. Te gusta hablar de los
Yankees, ¿verdad? —preguntó Megan.
—Si…
—Así que dime algo sobre ellos y luego pregúntame algo sobre mí justo después —dijo
Megan—. ¿Quieres ver si puedes hacerlo?
—Puedo hacerlo.
Megan sonrió.
—Bueno, entonces, adelante.
Miller la miró por una milésima de segundo, luego al suelo de nuevo.
—Los Yankees fueron el primer equipo en ganar cuatro veces seguidas las Series
Mundiales. ¿Por qué hueles así? —preguntó.
Megan comenzó a reír y Miller la miró confundido, luego riendo también.
—¿Por qué huelo a qué? —preguntó Megan.
—Como la playa —replicó Miller—. Hueles como mi mamá en la playa.
—Coco —dijo ella—. Uso champú de coco. No puedo creer que puedas notarlo.
Miller sonrió y asintió.
—Esto es bueno. Inténtalo de nuevo —dijo Megan.
—Derek Jeter fue el primer capitán de los Yankees desde Thurman Munson —dijo
Miller—. ¿Vas a vivir con nosotros para siempre?

126
Esta vez Miller levantó la mirada hacia ella, justo en los ojos, por unos buenos pocos
segundos.
—Bueno, no —dijo Megan—. Seguramente este año y tal vez el siguiente, creo. ¿Por
qué? ¿Te molesta que viva aquí?
Miller se encogió de hombros y volvió su atención a la televisión, estaba volviendo del
descanso.
—Está bien —dijo él, pero estaba sonriendo—. El juego está de vuelta.
Megan nunca había considerado ser una persona paranoica, pero tan pronto ella entró
a la escuela en la mañana del lunes, juraba que podía sentir a diferentes grupos de
chicas observando la parte de atrás de su cabeza cuando caminaba.
Cuando se giró para mirarlas, sus cabezas estaban juntas y estaban susurrando.
Mientras se acercaba a su casillero, Megan rápidamente revisó su atuendo para
asegurarse de que no se había puesto sus pantalones cargo al revés. No, todo estaba
normal. Tal vez vivir con los chicos McGowan le estaba dando un tipo de síndrome
ansioso. Su pecho se aligeró levemente cuando vio a Pearl y Ria en la taquilla de Pearl
a unas pocas puertas de la suya.
—Hola, chicas —dijo Megan—. ¿Cómo estuvo el resto de su fin de semana?
El rostro de Pearl se llenó de color y se agachó en el suelo para meter más libros en su
bolso.
—Bien —dijo— Estuvo… bien.
—Creo que la verdadera pregunta es, ¿cómo estuvo el tuyo? —preguntó Ria,
sosteniendo la correa de su bolso de cartero con ambas manos.
Había algo en la manera en que lo dijo que hizo que los cabellos en la nuca de Megan
se erizaran. O tal vez era el grupo de personas que la miraban mientras ellas pasaban.
—Bueno… ¿qué está ocurriendo? —preguntó Megan— ¿Acaso hice algo?
—Tú dime —dijo Ria, mirándola expectante.
—Tenemos que irnos —dijo Pearl, tirando de la manga del chaleco de Ria—. Tenemos
esa tarea que vamos revisar, ¿no?
—Sí. Nos vemos —dijo Ria despidiendo. Su cara caliente por una razón que no podía
explicar, Megan se dio vuelta hacia su taquilla y comenzó con la combinación.

127
—Hola —dijo Aimee, acercándose. Se veía cansada mientras se recostaba contra la
pared junto al casillero de Megan. Soltó un sonoro suspiro y posó sus ojos en el suelo.
—Hola —respondió Megan, sacando su libro de historia—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Claro —dijo Aimee.
—¿Soy solo yo o la gente está actuando extraño hoy? —preguntó Megan.
—Sí, sobre eso —dijo Aimee—, creo que está algo rondando el que tú y Evan se
enrollaron la noche del viernes y que es tu culpa que Evan y Hailey rompieran.
—¡¿Qué?! —preguntó Megan—. ¿Quién les contó eso?
—No tengo idea —respondió Aimee—, pero es lo que todos están diciendo.
—Bueno, ¿y qué? No es como si fuera asunto de todos, ¿no? —preguntó Megan.
—Mira, Evan y Hailey eran como la pareja estrella aquí —susurró Aimee—, todos los
admiraban. Si creen que él la engañó contigo…
—Pero no lo hizo —dijo Megan, su corazón latiendo—. Ella es la que lo engañó a él.
Evan y yo no somos los malos acá.
Aimee se encogió de hombros.
—Sí, bueno…
—No nos enrollamos, Aimee —dijo Megan, sintiéndose un poco desesperada.
—Oye, te creí el viernes y te creo ahora —dijo Aimee mientras se paraban de nuevo—.
Es el resto de la escuela de los que te tienes que preocupar.
—No me importa el resto de ellos —dijo Megan, cerrando su mochila—. Si tú conoces
la verdad, estoy bien.
Aimee sonrió. Le dio a Megan una mirada que era a la vez amable y satisfecha.
—Bueno, lo hago.
—Bien —dijo Megan, cerrando la puerta de su taquilla.
—Es solo… Hailey es realmente una persona que no quieres como tu enemiga —dijo
Aimee mientras bajaban por el pasillo—. Confía en mí.
—Hola, Miller —dijo Megan, empujándose de la pared. Docenas de estudiantes
pasaron por ella en su camino hacia la cafetería. Todos tuvieron que esquivar a Miller,

128
quien se detuvo de pronto en el centro del pasillo—. Los Yankees no están jugando
hoy, ¿no?
—No. Es día de viaje —dijo Miller.
—Así que, estaba pensando, tal vez nos podemos sentarnos adentro para el almuerzo
—dijo Megan, entrando a la cafetería—. Parece que fuera a llover, de todas formas.
Megan estaba segura de que él iba a decir no. No estaba cerca a estar listo para esto
todavía. Pero luego fijó su mandíbula y asintió.
—Parece que fuera a llover, de todas formas —repitió.
Luego él solo comenzó a caminar, barbilla levantada, expresión casi desafiante.
Llegó a la primera mesa, sacó una silla, y se sentó, abrazando su bolsa en su regazo.
Megan lo siguió, casi sin poder creer lo que estaba viendo.
Wow, realmente estaban progresando aquí, pensó, sintiéndose orgullosa.

Puso su mochila abajo en la silla al frente de la de él.


—¿Quieres que vaya a buscar tu almuerzo? —preguntó. Él lucía como si apenas
estuviera conteniéndose.
—Si, por favor —dijo, mirándola—. Hamburguesa, Coca Cola sin hielo, galleta de
chips de chocolate.
Megan sonrió.
—Suena bien para mí. Estaré de vuelta. No te muevas.
Miller movió sus ojos de izquierda a derecha como si estuviera revisando para
asegurarse de que no hubiera nadie sentado a su lado. Megan estaba algo segura de
que él no se movería a menos de que alguien tomara su silla y lo arrastrara. Se
apresuró a través de la línea del almuerzo, revisando sobre su hombro tantas veces solo
para asegurarse de que Miller estuviera bien. Un par de chicas de primer año que
normalmente se sentaban en la mesa que Miller había tomado le lanzaron una mirada
y luego continuaron buscando otros asientos.
De vuelta en la mesa, Megan puso la bandeja en frente de Miller y lo dejó tomar su
comida. Lo arregló todo de la forma en que le gustaba, luego miró su comida y
suspiró.
—Es agradable dentro, ¿no? —preguntó Megan.

129
—Es ruidoso.
—No tan ruidoso como cuando enciendes tu radio.
Miller sonrió. Lentamente quitó su mochila de su regazo y la puso en la silla a su
derecha, justo como Megan había hecho en su lado de la mesa. Tomó su hamburguesa
y le dio un pequeño mordisco. Pronto su sonrisa había crecido a una más grande.
Megan estaba masticando una papa frita, sintiéndose aturdida, cuando la puerta se
abrió y Evan entró dando zancadas. De pronto todo dentro de ella se cayó. Su
mandíbula estaba apretada fuertemente y sus ojos estaban entrecerrados como
rendijas. Lucía como un hombre en una misión.
La mesa de Hailey estaba en la línea del centro cerca al frente de la habitación. Sus
amigas comenzaron a murmurar mientras Evan se acercaba. Cada alma en la cafetería
estaba o mirando a Evan para ver qué iba a pasar o deliberadamente observando su
comida en un intento de fingir que no estaban interesados. Se detuvo junto a la silla de
Hailey. Ella no lo miró.
—¿Puedo hablar contigo? —preguntó él.
—Claro —dijo Hailey, bajando su panecillo en su plato, donde toda la miga había sido
raspada—. Adelante.
—Afuera —dijo Evan.
Hailey dirigió una mirada hacia sus amigas, luego presionó sus manos en la mesa y se
deslizó de su silla. Evan avanzó hacia un lado para que ella pudiera dirigir la salida
hacia el patio. Mientras pasaban su mesa, los hombros de Megan se tensaron, pero
ninguno de ellos la miró.
De pronto muy consciente de todos los ojos curiosos hacia ella, Megan pretendió estar
totalmente absorta en su comida, a pesar de que estaba segura que cualquiera en un
radio de dos mesas probablemente podía ver el calor irradiando de su cara.
En el segundo en que la puerta se cerró detrás de Evan y Hailey, la habitación hizo
erupción en una sobrealimentada charla. Los chicos en la mesa del lado pusieron su
dinero en medio de sus bandejas, midiendo las probabilidades en si Hailey golpearía a
Evan primero o viceversa. Miller solo se sentó allí, cuidadosamente comiendo su
almuerzo.
Megan intentó no mirar, pero no podía evitar mirar por el rabillo del ojo. Evan estaba
gesticulando abiertamente mientras Hailey se paraba allí, sus brazos cruzados sobre su

130
pecho. Tomó mucho de autocontrol de Megan para abstenerse de sonreír. Ella sabía
que Evan le estaba diciendo a Hailey que sabía su mentira.
Sabía que tan pronto la conversación estuviera terminada, él sería libre para decir lo
que pasó con sus amigos y el resto de la escuela. Sabía que pronto, Hailey y Evan
estarían completamente y finalmente separados.
La puerta de pronto estuvo abierta y Hailey corrió dentro, luciendo abatida y con ojos
aguados. Corrió hacia al baño y algunas de las chicas de su mesa se pusieron de pie y
la siguieron. Su corazón bombeando, Megan levantó la mirada hacia Evan, esperando
que le diera un asentimiento o una sonrisa, algún tipo de señal para dejarle saber que
su nombre había sido limpiado. Pero cuando atrapó su mirada, todo el aire fue
absorbido de la habitación.
Evan la estaba mirando como si no la conociera para nada. Megan comenzó a ponerse
de pie, pero en el segundo en que lo hizo, Evan giró y se fue a través del patio.

***

Megan entró a su habitación esa noche para encontrar a Caleb saltando arriba y abajo
en su cama en cuatro, maullando. Yaciendo abierta en el suelo estaba una casi nueva
varilla de rímel que aparentemente había sido usada para dibujar los bigotes en el
rostro de Caleb. Cuando él la vio, solo rió y continuó saltando. Megan no estaba de
humor. Hailey no había aparecido para la práctica. Nadie más que Aimee y Jenna le
había dicho una palabra y no había tenido la mejor jugada. Ahora iba a concentrarse
en tres horas de tarea mientras se preguntaba todo el tiempo dónde estaba Evan y qué
estaba pasando por su cabeza, por qué la había dejado en el almuerzo y la había
evitado el resto del día.
—¡Caleb! ¡Fuera! —dijo ella, manteniendo la puerta abierta.
—¿Meow? —dijo él, deteniéndose a pesar de que la cama continuó saltando por un
segundo debajo suyo.
—¡Fuera! —gritó.
Caleb bajó de un salto de la cama, volvió a sus rodillas, y frotó la cabeza contra su
canilla antes de fruncir el ceño, gatear al pasillo, y cerrando la puerta detrás de él con
su “pata.” Megan soltó una sonrisa. Tomó su toalla y bata y estaba a punto de ir a la
ducha cuando hubo un golpe en la puerta.

131
—¿Si? —preguntó ella.
—Soy yo —dijo Evan.
Megan rápidamente revisó su reflejo, alisó su pelo hacia atrás, y lanzó sus cosas a la
cama. Sus manos temblaban cuando alcanzaba el pomo.
—Hola —dijo Evan, rozándola al entrar a su habitación.
—Hola —respondió—. ¿Qué suce…?
—Solo quiero saber por qué lo hiciste —dijo Evan, poniéndose en guardia al frente de
ella—. Solo dime qué diablos te haría mentir así.
—¿Qué? —preguntó Megan, estupefacta.
—No actúes como si no supieras de lo que estoy hablando —dijo Evan con un
bufido—. Sé lo que hiciste Megan.
—Uh… bueno. Pero yo realmente no lo sé —dijo Megan.
—No me vengas con el acto inocente —dijo Evan—. No lo creeré de nuevo.
—¿Acto inocente?
—Vamos, Megan. Sé que tú le dijiste a Hailey que nos enrollamos.
Megan sintió como si alguien la hubiera golpeado en las entrañas con un bate de
beisbol. Bajo hasta el borde de su cama antes de que sus rodillas se rindieran bajo de
ella.
—¿Qué? —de alguna forma se las arregló para decir.
—Me contó. Me contó cómo fuiste hacia ella y le contaste que solo pensabas que debía
saber la verdad —dijo Evan—. ¿Acaso conoces el significado de esa palabra?
Megan lo miró, confundida. Tenía que estar hablando otro idioma. Nada de lo que él
estaba diciendo tenía sentido.
—Evan, no tengo idea de lo que estás hablando —dijo Megan lentamente.
—Buen intento —espetó de vuelta Evan—. Me contó todo. Como después que me fui,
fuiste y la encontraste en el solárium y le dijiste que te había besado y actuaste como si
solo estuvieras intentando ser honesta y elegir el camino correcto o algo. ¡Dios! ¡Pensé
que eras tan genial! Pero estás actuando como una psicópata o algo. ¿Por qué harías…?

132
—¡Espera, espera, espera! —dijo Megan temblorosa, interrumpiendo su divague—.
Solo detente por un segundo, ¿bien? Nunca hice nada de eso.
—Nunca hiciste nada de eso —dijo Evan sarcásticamente.
—No.
—Así que, ¿qué, me estás diciendo que Hailey está solo inventando cosas ahora? —
preguntó Evan, sus ojos destellando.
Megan se sintió enferma. Él no le creía.
—Supongo —dijo.
—¿Estas bromeando? ¿Realmente vas a pararte allí y negarlo en mi cara? —gritó
Evan— ¿Por qué demonios Hailey saldría y se acostaría con Doug?
—¡No lo sé! —gritó Megan de vuelta—. Pero yo no hice nada.
Evan la miró fijamente, sus ojos llenos de dolor y confusión y negación.
—No sé qué estaban pensando mis padres, dejando quedarte aquí —dijo finalmente—.
Pero desde ahora, quiero que te mantengas alejada de mí.
El corazón de Megan se rompió justo por el medio.
—Evan, espera…
Evan se dio vuelta, caminó fuera de la habitación, y dio un portazo en su cara.

***

De: Kicker5525@yahoo.com

Para: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: Guía de Chicos


La Guía de Megan Meade para los Chicos McGowan Novena Entrada.

Observación #1: Los chicos apestan.

133
Capítulo 12

Traducido por Lorenaa y LizC


Corregido por Majo

M egan alisó la parte frontal de su camiseta naviera azul y tomó una profunda
respiración para calmar sus nervios. Ella se había levantado a mitad noche pero
no estaba cansada. Aparentemente era cosa de su adrenalina. Cada vez que pensaba
sobre como Evan la había mirado la noche de antes, quería vomitar.
Solo dile que necesitas hablar. Se decía Megan a sí misma. ¿Qué es lo peor que puede
pasar? Pero ni podía pensar sobre eso porque realmente había un millón de cosas
malas que podían pasar. Ella apretó sus ojos cerrándolos con miedo. Megan agarró su
mochila y caminó hacia el pasillo. Con la cabeza bien alta. Cuando llegó a la cocina
Ian y Caleb eran los únicos allí.
—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó Megan cuando ellos dejaban los cuencos de
cereales en el fregadero.
—Se han ido.
—¿Qué significa se han ido? —preguntó Megan.

—Se han ido. Al colegio —dijo Ian rotundamente—. Vamos Caleb, vamos a perder el
autobús.
Caleb cogió su mochila de Spiderman y juntos los chicos se encaminaron hacia la
puerta. Megan los siguió y asomó la cabeza para comprobar el camino de entrada.
Estaba vacío. Megan de repente se sentía vacía y agotada.
—Bueno no es un gran problema —dijo Megan cerrando la puerta—. Solo llegaré un
poco tarde.
Se dirigió fuera y desencadenó su bicicleta de todas las otras. Cuando la puso en el
suelo, hizo un ruido feo. Sus ruedas estaban desinfladas. Los chicos le habían
declarado la guerra.
Megan suspiró y caminó a lo largo del garaje, dirección a la carretera.
—Supongo que ahora llegaré muy tarde.

134
—¡Hey!

Megan se detuvo al final del camino de entrada. Sean estaba parado junto a la puerta
de enfrente, con una taza humeante en su mano. Estaba usando una camiseta negra y
vaqueros y su pelo estaba subido en sus típicos picos. Un oscuro rastro cubría su
mentón y sus mejillas.
—Hola —dijo con incertidumbre.

—¿Vas a ir andando?
—Parece que si —dijo Megan.

—Vas a llegar tarde —replicó.


—Parece que si —repitió
—Te llevaré.

—¿De verdad? —¿Sean no había oído sobre la decisión de Guerra de la casa?


—Agarra tu casco —dijo Sean.

Estaba un poco extraña al principio, subida en su moto y sujetándose a Sean, con


quien Megan apenas había hablado. Pero cuanto más se alejaban de la casa, más se
relajaba Megan y disfrutaba del viaje. Sean había hecho un trabajo asesino con su
moto. Él apenas le había abierto el gas, pero ella podía oír y sentir el poder del motor.
Él dio un giro a máxima velocidad y Megan se cogió de su chaqueta apretando
fuertemente.
—¡Lo siento! —gritó Sean—. No suelo llevar pasajeros.

—¡No hay problema! —respondió Megan—. ¿Qué tipo de parachoques tienes?


—Dos bajo la parte trasera y otro en el frente —respondió Sean después de una pausa.

—Lo puedo decir —dijo Megan—. ¿Crees que puedes mostrarme tus especificaciones
alguna vez?
—Sí, claro —respondió Sean.

—¿De qué año es el motor? ¿Del noventa y siete? ¿Noventa y ocho?


—Del noventa y ocho —respondió Sean—. Pero tiene un par de piezas nuevas. —
Sonaba confuso, pero Megan no se sorprendió. Sabía que no había un maldito montón
de chicas por ahí que supieran de motos como ella.

135
Sean arrastró su Harley hasta parar en frente del instituto Baker. Algunos chicos
seguían remoloneando por los alrededores, desafiantes ignorando la hora. Mientras un
par más corrían por el parquin para llegar antes de que la campana sonara.
—Muchas gracias —dijo Megan, levantando su casco cuando pasaba una pierna por la
parte trasera de la moto.
—Sabes mucho sobre Harleys —dijo Sean.

—Sí, bueno… Ayudé a mi padre a restaurar un par de ellas el año pasado —dijo
Megan—. Él tuvo que venderlas dos cuando se fue a Corea, pero eran realmente guay.
—¿Conduces? —preguntó Sean.
—Tengo mi permiso de aprendiz —dijo Megan, alisando su pelo hacia atrás—. Bueno,
mi permiso de Texas.
Sean asintió y por primera vez desde que Megan lo conocía, parecía que realmente la
estaba mirando.
—Te llevaré a otro paseo en otro momento —dijo él.
—¿Sí? No tienes porque…

—Daremos un paseo en otro momento —repitió con una sonrisa divertida—. Será
mejor que entres.
Megan sonrió.
—Gracias otra vez. —Empezó a andar hacia el colegio justo cuando los otros chicos
de la puerta habían decidido que era hora de dirigirse dentro.
—¡Hey! —llamó Sean cuando aceleraba el motor.
Megan se giró para mirarlo, con el casco colgando de sus dedos.
—No dejes que mis hermanos que te asusten —dijo Sean—. Son un montón de idiotas.

Megan sonrió otra vez y Sean arrancó.

***

136
Miller se alejó de la pared exterior de la cafetería cuando Megan se aproximó. Ella no
podía estar más sorprendida de que la estuviera esperando, como si hubiera estado allí
desnudo.
—Hola, Miller —dijo Megan.

—Hola —respondió, siguiéndola dentro de la cafetería—. ¿Nos vamos a sentar dentro


otra vez?
Megan se detuvo y miró a través de la habitación. Ria, Pearl y Jenna ya estaban
sentadas en su mesa. Las tres se habían pasado todo el día ignorando a Megan
intencionadamente. Finn estaba en el otro extremo de la habitación, con un libro de
dibujo abierto frente él, de espaldas a la puerta. Un par de las amigas de Hailey
miraron hacia ella desde su mesa. Evan no se veía por ninguna parte.
—No tengo ni idea de por qué Evan McGowan querría perder el tiempo con ella —
alguna chica le dijo a su amiga, cuando pasaron por al lado de Megan.
—¿Ella no tiene su propio espejo? —contestó la segunda chica.

—No, vamos fuera —dijo Megan finalmente—. Hace un bonito día hoy.
—Sí, se está bien fuera —dijo Miller con un cabeceo. Se abrió camino hacia el patio.

Megan y Miller dejaron sus cosas y volvieron dentro para hacer la fila de la comida.
Las dos chicas de delante de Megan continuaban hablando en tono bajo, entonces
rieron fuerte y obviamente. Ella pagó por su comida y caminó fuera con Miller.
—¿Por qué tienes eso? —preguntó Miller, mirando su casco cuando ellos se sentaron.
—Oh, no cabía en mi casillero —dijo Megan sacudiendo su botella de té frío. Ella se
detuvo y miró a Miller, con los ojos muy abiertos—. ¡Hey! Solo me hiciste una
pregunta.
Miller se ruborizó y se encogió de hombros mirando hacia abajo a su bandeja.
—Practiqué.
—¿Lo hiciste? —preguntó Megan, llenándose de orgullo—. ¡Miller! ¡Eso es asombroso!

—¿Qué es asombroso?

Megan y Miller, ambos levantaron la mirada para encontrar a Aimee flotando cerca de
su mesa con la bandeja. Era la primera vez que Megan la había visto en todo el día. Su

137
pelo estaba sujeto hacia atrás con unos broches y estaba usando una camisa azul clarita
que hacía que sus ojos brillaran.
—Oh… Nada. Solo un proyecto en el que estamos trabajando —contestó Megan, un
poco asustada. Considerando que nadie había hablado con ella, ni incluso mirado en
todo el día, encontró esta amabilidad sorprendente—. ¿Qué haces aquí?
—Solo pensé que estaba tan soleado aquí fuera… Pensé que podía ver como se estaba
aquí —dijo Aimee, mirando alrededor como si de verdad fuera la primera vez que veía
el patio. Se está agradable.
El corazón de Megan estaba hirviendo y ella y Aimee intercambiaron sonrisas.
—¿Entonces, puedo…? —preguntó Aimee, mirando a Miller, quien estaba muy atento
a la organización de su bandeja.
—¿Miller, te importa si Aimee se sienta con nosotros? —preguntó Megan.

—¿Aimee? —dijo Miller.

—Sí, esta es mi amiga Aimee —dijo Megan.


—Hola —dijo Aimee.

—Hola —repitió Miller, sin levantar la mirada.


—Está bien —vocalizó Megan hacia Aimee.

Tan pronto como su amiga se sentó. Megan se inclinó y organizó todo lo de su bandeja
por orden de altura. Aimee la miró por un segundo, se encogió de hombros y cogió su
bocadillo.
—Así que, ¿cuánto te está gustando tu nuevo colegio? —Aimee preguntó a Megan con
sarcasmo.
—Oh, solo lo amo —respondió Megan, entrando en el juego—. ¡Todo el mundo es tan
agradable!
—Bueno algunos de nosotros lo somos, al menos —dijo Aimee—. ¿Verdad Miller?

Miller no respondió. Él unió sus manos por debajo de la mesa y miró su comida sin
tocar. Aimee miró a Megan desconcertada. Megan bajó el tenedor y se aclaró la
garganta.
—Hey, Miller. ¿Por qué no le preguntas algo a Aimee? —dijo Megan—. Puedes
utilizar el truco que descubrimos el otro día. Ya sabes ¿con el béisbol?

138
Miller levantó la mirada hacia Megan, tenía una mirada asustadiza, como si él fuera
un conejo en una caja y Megan estuviera sacudiendo los barrotes. Pero Megan
reconoció la esperanza detrás del miedo. Miller quería ser capaz de hacer esto.
—Adelante, pregúntale cualquier cosa —dijo ella—. Ella es realmente simpática. Lo
prometo.
La espalda de Miller estaba curvada en un C perfecta. Pero estaba rígido con tensión
cuando el miro hacia abajo a la mesa. Tomó una profunda respiración.
—El capitán de los Yankees de Nueva York, Thurman Munson fue asesinado en un
accidente de avión en 1979 —dijo deprisa—. ¿Estás en la clase de Megan?

Aimee parecía un poco aturdida, pero recupero su compostura rápido.


—Um… sí —dijo ella—. Las dos somos Juniors.
Megan sonrió.
—El capitán de los Yankees de Nueva York Derek Jeter ganó su primer anillo de oro
en el 2004. ¿Te gusta el béisbol? —preguntó Miller.
Aimee rió, mirando con curiosidad a Megan. Megan solo encogió un hombro. Aimee
solo iba a conocer quién era Miller de la forma en que todos lo harían.
—La verdad es que sí —contestó Aimee—. Soy una fan de los Oakland. Ya sabes, son
malos, pero mi padre creció al norte de California así que…
—¿Sabías que Reggie Jackson del Salón de la Fama jugó en los Oakland durante nueve
años? —preguntó Miller, mirándola por primera vez.
—No, no lo sabía —dijo Aimee, con una sonrisa—. Supongo que aprendes cosas
nuevas cada día.
Megan sonrió también.
—Sí —dijo ella—. Supongo.

Esa noche Megan salió de su habitación justo cuando Evan llegaba arriba de las
escaleras. Ambos pararon. Durante rápidos segundos, Megan estaba segura de que
Evan iba a decir algo, pero entonces el paso rozando su lado para entra en su
habitación. Él golpeó la puerta de su habitación tan fuerte, que ella lo pudo sentir hasta
en sus huesos.

139
Ella giró alrededor, sus dedos curvados en puños, y miró hacia su puerta. Todo lo que
quería era ir hacia allí y golpearla. Golpearla tan fuerte que se rompiera. Se suponía
que sería perfecto.
Hubo un ruido en la parte de atrás y Megan caminó hasta el final del pasillo, para
mirar por la ventana. La puerta del cobertizo acababa de cerrarse.
Finn.

Fue tan malo como su hermano. También la había abandonado esta mañana y no le
había dicho ni una palabra en clase de español. Aun cuando no podría haber pasado
este examen que ellos tomaron sin su ayuda. Megan se giró y corrió pasillo abajo.
Quizás estaba demasiado asustada para enfrentarse a Evan, pero Finn… ella iba a
darle a ese chico una parte de su merecido.
—Todo ustedes dan asco, ¿sabes? —Megan disparó, tirando de la puerta del cobertizo.

Finn dejó caer su pincel en la pierna de sus pantalones, donde dejó una mancha de
naranja antes de golpear el sucio suelo.
—¿Perdona? —dijo él.

—¡Tú, tú das asco! —Megan estaba furiosa.


—Ya hemos pasado por esto, sé que apesto.

—Tu arte no ¡Tú! ¡Ustedes! —disparó Megan.

Finn parpadeó. —En realidad, creo que soy una especie de chico bueno.
—¡Oh, por favor! —dijo Megan, plantándose frente a él—. Quiero decir, ¿qué pasa con
ustedes? ¿Fue que todos nacieron así? Porque tiene que estar en sus genes. Eso, o es
que todos ustedes han conseguido estrangularse entre sí demasiadas veces en los
últimos años y han privado a su cerebro de suficiente oxígeno. ¿Cuál es?
—Megan, creo que tienes que sentarte —dijo Finn, con cuidado alcanzando a sus
hombros. Manteniéndola a la longitud del brazo, la condujo hasta el viejo banco y la
empujó hacia abajo hasta que ella tuvo que soltar las rodillas y caer en el asiento—.
Ahora, ¿esto es por Hailey y Evan?
—¡No! ¡Se trata de ti! Me abandonaste esta mañana —dijo Megan—. Y luego fui a
buscar mi bicicleta y los neumáticos estaban desinflados. ¡Estallaron mis malditos
neumáticos! ¿Qué es esto? ¿La Casa McGowan para Criminales Insanos?

140
—Espera, espera, espera —dijo Finn—. En primer lugar, no te abandoné esta mañana.
Evan dijo que querías andar en bicicleta a la escuela.
—Sí, claro —dijo Megan.
—¡Él lo hizo!
—Bueno, nunca dije eso —respondió Megan, tragando saliva. Sólo la idea de Evan
diciéndole a Finn eso de modo que él pudiera evadirla la hizo enfermarse del
estómago—. Supongo que todo el mundo por aquí es un mentiroso.
—Una vez más, debo defenderme —dijo Finn, limpiándose las manos en un paño
viejo y cruzando los brazos sobre el pecho—. ¿Te he mentido alguna vez?
Megan lo miró. —No. No que yo sepa —se quejó, desviando la mirada.
—Está bien, bueno. Ya estamos progresando —dijo Finn, tirando de su taburete—.
Ahora, ¿me haces un favor y me dices qué fue lo que realmente sucedió en la fiesta de
la noche del viernes?
—Vaya. Estás bromeando —dijo Megan—. ¿Alguien realmente quiere escuchar mi
versión de la historia?
—Sí. —Finn sonrió—. Yo quiero.
Megan respiró hondo y se sentó con la espalda recta.
—Está bien, vi a Hailey y Evan peleando y luego Evan entró en la sala de billar. Más
tarde estaba buscando el baño, y me lo encontré en esta habitación de invitados,
tumbado en la cama. Todo lo que hice fue sentarme junto a él y preguntarle qué estaba
pasando. Estábamos hablando y lo siguiente que sé, es que Hailey entra y nos
encuentra allí tendidos, y se asustó. Fuimos tras ella, pero ella desapareció por la parte
trasera de la casa. Luego Evan se fue y eso fue todo.
—Eso fue todo —dijo Finn.
—¡Sí! Eso fue todo —repitió Megan—. Luego, como una hora más tarde, Aimee y yo
estamos pasando el rato y Jenna viene y nos dice que acababa de ver a Doug y Hailey
tener sexo en el bosque. Eso es todo lo que sé.
—Está bien, así que vamos a ver si lo entiendo. ¿Estabas en la cama con Evan? —
preguntó Finn.
—¡Gran cosa! —Megan puso los ojos en blanco a medida que se sonrojaba—. Estuve
sentada allí por cinco segundos.

141
—Así que Hailey no vio nada —dijo Finn.
—No había nada por ver.
—Y no le dijiste que tú y Evan conectaron.
—¡No!
—Te creo —dijo Finn, de pie.
—¿En serio? —dijo Megan, sorprendida—. ¿No quieres ni pensar en ello?
—¿Qué hay que pensar? —dijo Finn, tomando el pincel caído—. Eres una buena
persona, honesta, obviamente, angustiada por todo esto. Evan y Hailey prosperan
totalmente en el drama. Es mi opinión de experto, a sabiendas de todas las partes
implicadas, que tú eres un espectador inocente que ha sido aspirada por el torbellino
Evan y Hailey. —Mojó el pincel en agua y lo arremolinó a su alrededor, echando un
vistazo a Megan por encima del hombro—. ¿Todavía piensas que soy pésimo?
Megan sonrió. —No tanto.
—Mira —dijo Finn con un suspiro—. Evan entrará en razón.
—¿Eso crees? —preguntó Megan.
—Sí, eso creo.
Megan quería creer en Finn. Él, después de todo, conoce a Evan mucho mejor que
ella. Pero todavía no podía conseguir sacarse aquella imagen de su mente: la expresión
de disgusto en el rostro de Evan cuando le dijo que se mantenga alejado de él.
Definitivamente no parecía que iba a entrar en razón.
—Doug, sin embargo, es un poco más difícil de decir —dijo Finn.
Megan respiró hondo. —¿Sabes qué es extraño? Casi puedo entender por qué Doug lo
hizo.
—¿Eh?
—Quiero decir, aquí está la chica más caliente en la escuela, una de último año,
arrojándose a ti y diciéndote que ella y su novio han terminado… Y sé que eso no es
excusa, pero ambos estaban muy borrachos...
La frente de Finn se frunció a medida que baja el pincel para que se seque.
—¿Qué eres, un chico? —preguntó.

142
—No, sólo una observadora de lo obvio —respondió ella.
—Bueno, mira, sólo quiero que sepas que no me habría ido sin ti esta mañana si lo
hubiera sabido —dijo Finn. Mirándola a los ojos, Megan no podía creer que ella
alguna vez había pensado que Finn le haría una cosa así. Era Finn—. Así que mañana,
yo te llevaré —dijo Finn.
—No, no lo creo —respondió Megan, pensando en la helada actitud agresiva que
acababa de recibir de Evan—. Creo que voy a tomar mi bicicleta por un tiempo.
—Creí que habías dicho a alguien desinfló las llantas —dijo Finn.
—Cierto. Tengo que arreglar eso —dijo Megan, impulsándose para levantarse—.
¿Tienen una bomba por aquí?
—En algún lugar —dijo Finn—. Probablemente en el garaje. Te ayudaré a encontrarla.
—Gracias —dijo Megan mientras caminaban juntos—. Así que, ¿alguna idea de a
quién debo culpar de esto?
—Demasiado inmaduro para Evan —dijo Finn, de pie junto a Megan mientras tomaba
su bicicleta—. Me gustaría decir que es demasiado inmaduro para Doug también,
¿pero a quién queremos engañar? Él e Ian son tus mejores apuestas.
Megan suspiró. —Bueno, al menos sé quiénes son mis enemigos.
—Y quiénes son tus amigos, espero —dijo Finn.
Su sonrisa tocó algo en su interior. Miró al suelo y rodó su bicicleta por la hierba.
—Gracias.
Megan y Finn acababan de llegar a la puerta de atrás del garaje cuando el chirrido de
neumáticos en la calle les llamó la atención. Megan apoyó la bicicleta contra la pared y
se acercaron al final de la calzada, llegando justo a tiempo para ver a Doug metiendo
la cabeza en el asiento trasero de un Civic Honda repotenciado. Tenía luces
fluorescentes de color púrpura en movimiento y llantas que había tal vez costado más
que el propio auto. Megan arrugó la nariz ante el humo que salía por las ventanas. Un
par de personas aplaudieron y gritaron cuando el motor rugió y el auto salió disparado
a cabo. Patinaron al doblar la esquina al final de la calle, ignorando por completo la
señal de pare, y salieron pirado fuera de la vista.
—Eso no puede ser bueno —dijo Finn, haciéndose eco de los pensamientos de Megan.

143
***

—¿Seguro que no quieres que te lleve, Megan? —le preguntó Regina a la mañana
siguiente mientras guardaba su monedero y las gafas de sol en el bolso. Megan se sentó
a la mesa del desayuno al otro lado de Ian y Caleb. A su derecha, Sean estaba
tomando un café mientras leía un nuevo libro. Éste titulado La Ciudad de Cristal, de
Paul Auster. Megan tendría que buscar eso en la web más adelante.
—No, gracias. Me gusta montar mi bicicleta —dijo Megan.
—Está bien. Bueno, si alguna vez lo necesitas... —Ella miró su reloj y ajustó la correa
de su bolso, con aspecto agotada—. ¡Doug ¡Vamos! ¡Qué voy a llegar tarde al trabajo!
—¡Se está imprimiendo! ¡Ya cálmate! —gritó Doug desde la parte trasera de la casa.
Regina miró a Megan. —¿Acaba de decirme que me calme?
—Creo que sí —dijo Megan con una sonrisa.
—Ese muchacho tiene la suerte de no haber crecido con mi madre —dijo Regina—.
Estaría sin dientes ahora.
—¿Qué está haciendo? —dijo Megan.
—Corrigiendo la ortografía de su ensayo de la Letra Escarlata en el ordenador de su
padre —dijo Regina—. Supongo que debería estar feliz de que al menos está haciendo
su tarea este año, ¿no? Tuve por lo menos cinco conferencias de padres y maestros el
año pasado sobre él despilfarrando su potencial.
—¿En serio? —preguntó Megan.
—Doug es el inteligente —dijo Sean rotundamente.
—No es el único —disparó Regina de vuelta, mirando a Sean deliberadamente
mientras agarraba las llaves. Sean no le hizo caso y tomó una cucharada grande de
Conde Chocula.
—¡Doug! —gritó Regina.
—Paciencia, mujer —dijo Doug, pisoteando por el pasillo hacia ellos. Los dos ojos
negros que quedaron de su pelea con Evan brillaban en la luz de la mañana.
Empujó su ensayo en su bolso y se dirigió justo al lado de su madre hacia el porche
delantero, donde Miller ya estaba esperando.

144
Regina respiró hondo.
—Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar... —
murmuró mientras seguía a su hijo fuera—. ¡Sean! ¡Asegúrate de que los chicos tomen
el autobús!
—Nos vemos más tarde —dijo Megan, levantándose y colocando su plato en el
fregadero.
—Sí —respondió Sean.
Megan agarró su bicicleta y pedaleó a la escuela, pensando en el intercambio entre
Sean y su madre. Si Doug y Sean realmente eran los “más inteligentes” en la familia,
Megan sólo podía imaginar cuán frustrados debían de estar sus padres. Doug pasaba
todo el tiempo haciendo garabatos y siendo odioso, y Sean pasaba todo su tiempo
tocando la guitarra y trabajando en su moto.
Cuando dio la vuelta por la esquina en el borde del estacionamiento de la escuela,
Megan vio una línea irregular de personas de pie a lo largo del muro oeste de Baker
High. Pisó el freno y entrecerró los ojos contra el sol. Alguien había marcado a la
escuela con pintura azul y plateada. No podía entender el diseño a esta distancia, pero
ocupaba casi toda la pared.
—¿Qué está pasando? —preguntó al chico pelirrojo que estaba encadenando su
bicicleta frente a ella.
—Tienes que verlo —dijo—. Es absolutamente impresionante.
La frente de Megan se plegó cuando el chico se dirigió hacia la multitud y ella se
agachó rápido para cerrar la cerradura de su bicicleta. Una sombra cayó sobre el sol.
Era Finn y se veía asqueroso.
—¿Qué? —dijo ella.
—Te dije que no sería bueno.
El corazón de Megan cayó mientras se levantaba. Cada centímetro de ella estaba en
alerta roja. Su mirada se perdió más allá de él, hacia la escuela.
—Oh no —dijo.
—Oh sí —respondió él.
Juntos caminaron hacia la cima de la colina frente a la pared oeste y se unieron a la
multitud. Maestros, estudiantes, empleados de oficina, conserjes —todo el mundo— se

145
reunieron para quedar boquiabiertos, reír o sacudir sus cabezas. Escrito en grandes
letras azules y plateadas estaban las palabras Baker Apesta. Abajo, estaba una
ilustración, una bastante buena, de un personaje de anime muy familiar orinando en
una chaqueta de Baker High del equipo universitario.
—Bueno, podría haber sido peor —dijo una de las chicas frente a Finn—. Podrían
haber hecho ilustra su punto.
Un montón de gente se echó a reír, y Megan y Finn intercambiaron una mirada.
Megan ahora sabía adónde había ido Doug la noche anterior. Y a menos que todos los
estudiantes y profesores en este lugar habían descuidado en notar el estilo propio de
vestir de Doug, no pasaría mucho tiempo antes que el resto de la escuela lo supiera.

***

De: Kicker5525@yahoo.com.

Para: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: Guía de Chicos.

La Guía de Megan Meade de los Chicos McGowan, Entrada Número Diez.

Observación # 1: Los chicos tienen formas inmaduras para dejar en claro su punto. Como
dejarte sin un aventón para la escuela. O desinflar tus neumáticos. O pintar con spray un grafiti
evidentemente obvio involucrando imágenes orinando.

Observación # 2: Los chicos pueden relajarte con sólo el sonido de sus voces. Por lo menos Finn
puede.

146
Capítulo 13

Traducido por Maru Belikov

Corregido por ★MoNt$3★

M egan tenía que reconocérselo a Doug y sus amigos… su inapropiada exhibición


de arte, había definitivamente desviado el foco lejos de ella y sus supuestas
aventuras. Durante todo el día el grafiti fue todo sobre lo que hablaron. ¿Quién lo había
hecho? ¿Fue alguien de una escuela rival? ¿Cómo habían llegado tan alto en la pared? Todos
habían olvidado que Megan Meade siquiera existía.
El pasillo estaba hirviendo con los últimos rumores cuando Megan y Finn caminaron
fuera de la clase de español ese día. Aimee estaba de pie en el pasillo, esperando por
ellos.
—¿Qué pasa? —preguntó Megan.
—Están deteniendo a los sospechosos —dijo Aimee—. Betsy sacó a Chad Linus fuera
de mi clase de trigonometría justo en medio de nuestro examen.
—Oh, mierda —dijo Finn, parándose en seco a medida que daban la vuelta en la
esquina en el pasillo principal.
—¿Qué? —dijo Megan, siguiendo su mirada.
Unas puertas más abajo, Doug estaba siendo conducido a una de las oficinas por un
hombre alto, de hombros enormes, una mandíbula cuadrada, y unos lentes gruesos. El
tipo lucia como Frankenstein sin los tornillos en el cuello.
—¿Quién es ese? —preguntó Megan.
—El Dr. Frank —dijo Aimee—. El subdirector.
—Tienes que estar bromeando —dijo Megan.
—Créeme, la perfección de ese nombre no pasó a ninguno de nosotros —dijo Finn.
Doug miraba al suelo mientras entraba a la oficina. Lucía como un niño pequeño. Un
niño pequeño que estaba intentando lo mejor que podía parecer fuerte, pero que no era

147
lo era en absoluto. Su corazón estaba con él, pero al mismo tiempo quería caminar
hasta allá y golpearlo. ¿Realmente pensó que no sería atrapado?
—Voy a ir para allá —dijo Finn, caminando por el pasillo.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Megan—. ¿Qué crees que vas a hacer?
—No lo sé, pero es mi hermano —dijo Finn, levantando sus hombros—. Llámalo
enfermedad, pero tengo esta estúpida compulsión por ayudar al chico.
—Está bien, entiendo eso. Lo hago —dijo Megan—. Pero claramente él lo hizo.
Quizás necesita ser castigado por eso. Quizás… no lo sé. A lo mejor lo golpea algo de
sentido o algo así.
Finn dejó escapar un suspiro.
—Megan, no lo tomes a mal, pero tú no sabes toda la historia, ¿está bien?
—¿Qué historia? —preguntó Megan.
—Doug. Por qué es como es —dijo Finn—. No es tan sencillo como crees, quiero
decir, intenta crecer como el hermano gemelo de un chico como Miller y rodeado
por otros cinco chicos, no es una mala persona, ¿sabes? Él sólo es…
Megan trago fuerte.
—Tu hermano.
—Sí —dijo Finn—. No lo estoy diciendo como una excusa, en serio. No lo es. Sólo vi
como era para él, no es divertido cuando el chico cercano a ti tiene la atención de
todos. Y entonces no hay nada que puedas decir sobre eso porque él está enfermo,
¿sabes?
Megan y Aimee intercambiaron una mirada.
—Está bien, pero, ¿qué vas a decirles? —preguntó Megan finalmente.
Finn se giró y caminó a la puerta de la oficina. Suspiró y miró hacia el techo.
—No lo sé. Quizá les diga que Doug estaba conmigo anoche —dijo Finn.
—Nunca te creerán —le dijo Aimee.
—Ella tiene razón. Eres su hermano. Creerán que sólo estás mintiendo para sacarlo de
problemas —dijo Megan su corazón empezando a palpitar. Pensó en la expresión de
Doug luego de la pelea con Evan el otro día. Veía la manera en que él era con Caleb e

148
Ian. En algún lugar debajo de esa conducta de Gánster era un buen chico. Quizás sólo
necesitaba que alguien lo viera—. Pero quizá se lo crean viniendo de mí.
Alcanzó la puerta, pero Finn agarró su brazo.
—Megan…
—Piénsalo Finn. No tengo ningún motivo para protegerlo, ¿cierto? —dijo Megan.
Finn consideró esto.
—Bueno, a ti no te cae bien. Así que… ¿Por qué estás haciendo esto?
—Llámalo enfermedad —bromeó—. No me gusta ver sufrir a mis amigos.
Finn sonrió y el corazón de Megan se hinchó. Megan abrió la puerta y entró, luego
sacó su cabeza hacia el pasillo.
—Sabes que estaba hablando sobre tu sufrimiento, no el de él, ¿cierto?
Finn se rió.
—Sólo ve.
Megan cerró la puerta tras ella. Doug estaba sentado en un viejo sofá de piel artificial
contra la pared izquierda, al otro lado de la puerta cerrada. Levantó la mirada cuando
ella caminó dentro. En su regazo estaban una pila de libros, todos ellos estaban
cubiertos con garabatos, su sello. Megan chasqueó la lengua y agarró la pila mientras
se dejaba caer a su lado.
—Sabes, para ser un supuestamente chico listo, tú realmente no eres tan listo —dijo
Megan, desabrochando su mochila.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Doug.
—Salvando tu trasero —replicó Megan.
Sacó algunos de sus propios cuadernos limpios y los colocó en su regazo, luego metió
sus libros en su bolso.
—¿Dónde está tu informe de la Letra Escarlata? —preguntó.

—¿Qué? Estás exagerando…


—¿Dónde está? —preguntó otra vez.

149
Doug hizo una mueca, se inclinó, y deslizó el informe fuera de uno de sus cuadernos.
Megan colocó las páginas nítidamente impresas en la parte superior de la pila de libros,
a continuación cerró la cremallera de su bolso.
La puerta se abrió y el Dr. Frank caminó afuera.
—¿Quién es ella? —preguntó cuándo vio a Megan.
—Estoy aquí como testigo —dijo Megan, parándose.
—No necesito tu ayuda —dijo Doug, parándose también. Megan estaba feliz de ver
que al menos dejó sus pantalones incriminatorios en casa, optando por unos limpios
pantalones rasgados.
—Sí, claro —dijo Megan. Le tendió una mano al Dr. Frank, quien, tras un momento
de desconcierto total, la estrechó—. Soy Megan Meade. Acabo de empezar aquí la
semana pasada —dijo—. Tengo una información acerca del paradero de Doug anoche.
—¿Oh? —dijo el Dr. Frank, cruzando sus brazos sobre el pecho—. Pasa entonces.
Megan sonrió al subdirector y siguió tras él, seguida por Doug, sabiamente en silencio,
por primera vez desde que Megan lo había conocido, mantuvo su boca cerrada. El
interior de la oficina era como un calabozo. Las paredes estaban pintadas con gris y allí
sólo había una mortecina luz sobre el escritorio. Las persianas verticales estaban
ajustadas sobre la ventana y las únicas decoraciones eran los enmarcados títulos del
Dr. Frank y un póster con una imagen de los corredores de campo con una sola
palabra escrita debajo de ella: Disciplina.

—Tomen asiento —dijo el Dr. Frank, señalando hacia las dos sillas a través de su
escritorio de metal.
Doug se dejó caer en la silla. Megan se sentó con su espalda recta, sentada en el borde
de ella. Si había una cosa que sabía cómo manejar, era adultos estrictos que creían que
sabían todo. Después de crecer rodeada por oficiales de la armada, un subdirector no
era nada.
—Antes que alguno de ustedes diga algo, creo que deberían saber que cuando vimos el
grafiti anti-Baker esta mañana, nosotros naturalmente asumimos que algunos
estudiantes de una escuela rival habían hecho la hazaña. Pero antes de llevar la
investigación a las autoridades, queríamos asegurarnos que los culpables no estuvieran
caminando por nuestros propios pasillos. Pueden entender cuán embarazoso sería eso.
Megan asintió y Doug se movió en su silla.

150
—Sr. McGowan, sé de buena fuente que el… personaje adornando nuestra pared en el
lado oeste es uno de sus favoritos —dijo el Dr. Frank entrelazando sus dedos juntos
sobre su estómago mientras se inclinaba hacia atrás en su silla—. La mayoría de tus
amigos ya han admitido estar involucrados. No estoy seguro de que haya mucho que
pueda decir para exonerarlo, Srta. Meade.
—Vamos, hombre. Yo no lo hice.
—Doug y yo estábamos estudiando juntos anoche —dijo Megan, interrumpiendo a
Doug antes que pudiera decir algo de lo que se arrepintiera—. Lo estaba ayudando con
su informe de La Letra Escarlata. Mi profesor gastó el completo trimestre en eso el año
pasado, así que lo conozco de atrás para adelante. De todas maneras, trabajamos en él,
hasta por lo menos la medianoche y Doug estaba casi dormido para el momento que
dejé su habitación, así que…
—¿Ella te estaba ayudando con la tarea? —le preguntó el Dr. Frank a Doug.
—Eso fue lo que ella dijo —respondió Doug agresivamente.
Megan suspiró. Él no estaba ayudando con esto.
—¿Puedo ver ese informe? —preguntó el Dr. Frank.
—¡Oh! Yo lo tengo —dijo Megan dulcemente—. Le dije que lo leería durante la hora
de estudio. —Deslizó el informe fuera de su bolso y se lo entregó al Dr. Frank—. Te
quedó bien, por cierto —le dijo a Doug.
Doug la miró como si estuviera hablando al revés.
Lentamente el Dr. Frank fue pasando las páginas. Megan sabía que estaba estancado,
tratando de descubrir cuál debería ser su próximo movimiento.
—¿Cómo sé que no estás tratando de proteger al Sr. McGowan? —preguntó el Dr.
Frank finalmente.
—¿Yo? ¿Protegiéndolo? —preguntó Megan—. Por favor. Primero que nada, mis
padres son ambos defensores de la vida en el ejército y me enseñaron a nunca
mentirles a las figuras de autoridad —dijo Megan seriamente. También le enseñaron a
ser siempre fiel a la unidad, pero eso no venía al caso—. Segundo, no tengo ningún
motivo para proteger a Doug, nos odiamos.
—Tiene razón en eso —dijo Doug.
—Si se odian, entonces, ¿por qué lo ayudaste con su informe? —preguntó el Dr. Frank,
luciendo como el gato que se tragó al canario.

151
—Bueno, no puedo defraudar a una persona que viene a mi luciendo tan patético y
necesitado, ¿no es cierto?—preguntó Megan con una indulgente sonrisa.
Doug puso los ojos en blanco y miró a otro lado. Por un largo momento, el Dr. Frank
los estudió a ambos. Finalmente suspiró y le entregó el informe a Doug.
—Bueno, Douglas, ningunos de tus amigos mencionaron que estuvieras involucrado
en el incidente, estaba siendo guiado por el instinto y tu afición por el anime —dijo el
Dr. Frank—. Sin ninguna evidencia clara, no puedo tenerte como responsable.
—Nos vemos. —Doug estrepitosa y dramáticamente se levantó de su silla y se
encaminó hacia la puerta.
—¡Pero! —llamó el Dr. Frank, atrayendo de nuevo a Doug—. Pero puedo ponerte a ti
y a la Srta. Meade a cargo del grupo de limpieza.
—¿Qué? Pero ella acaba de decirle que no hice nada —dijo Doug.
—Como sea, Sr. McGowan. Y confíe en mí, si no quiere que miré más a fondo en éste
asunto, usted aceptará mi generosidad ahora —dijo el Dr. Frank, levantándose de su
silla. Tanto Megan como Doug tuvieron que inclinar la cabeza hacia atrás para mirar
hacia él en el pequeño espacio—. Busquen un equipo y tendremos los suministros
listos y esperando por ustedes hoy después de la escuela.
—Esto es tan…
—Estaremos ahí —dijo Megan, de pie y abriendo la puerta—. Mucho gusto en
conocerlo Dr. Frank.
Sonrío por primera vez, exponiendo una larga línea de dientes muy amarillos.
—A usted también, Srta. Meade.
—¡Ey! Así que, ¿qué pasó?
Finn estaba de pie dentro de la cafetería cuando Megan entró momentos después de su
reunión con el Dr. Frank. Doug había empujado sus libros de vuelta a ella, tomando
los suyos, y salió en la dirección opuesta sin por lo menos un gruñido de
agradecimiento.
—Salió libre… más o menos —dijo Megan.
—¿Qué significa eso? —preguntó Finn.
—Bueno, no fue suspendido.

152
La cara de Finn se relajó.
—¡Megan eso es increíble! Muchísimas gracias.
—Sí, bueno, no creo que el Dr. Frank nos creyera por completo, porque ahora estamos
a cargo de la limpieza del grafiti —le dijo Megan—. Tenemos que reunir un grupo para
que nos ayude hoy después de la escuela.
—Ouch —dijo Finn—. Bueno, viniste al lugar correcto.
Miraron a través de la cafetería, donde cientos de sus compañeros estaban sentados
comiendo, sólo esperando para ser anotados para un trabajo después de la escuela.
—Supongo que debería empezar —dijo Megan.
—¿Qué sobre Doug? —preguntó Finn.
—Es sólo instinto, pero no creo que vaya a ser de mucha ayuda —replicó Megan,
caminando de espalda—. Deséame suerte.
—Buena suerte —dijo Finn con una sonrisa.
Megan sabía que la mayoría de las personas en el lugar no tenían ningún deseo de
hablar con ella o siquiera conocerla, pero no tenía muchas opciones. El Dr. Frank no
parecía del tipo de aceptar tonterías. ¿Quién sabe cuál sería su castigo si ella fallaba en
esta pequeña tarea? Decidió empezar con sus supuestos amigos, eligió aquellos que
una vez le hablaron, suponiendo que no les importaría hablarle otra vez.
—Ey, chicos —dijo, empujando las manos en los bolsillos delanteros de sus pantalones
vaqueros mientras se acercaba al final de la mesa de Ria. Por un momento, no hubo
respuesta. Entonces Jenna miró rápidamente por encima de su ensalada de frutas y
dijo:
—Hey. —De regreso.
—Así que… ¿Ahora todo va a ser así? —preguntó Megan—. Unos cuantos rumores se
riegan y, ¿de repente soy contagiosa?
Ria suspiró y se mantuvo comiendo. Pearl sólo lucia mal.
—Bueno, como sea, no estoy aquí por eso. Estoy aquí para decirte que estoy juntando
un grupo de personas para ayudar a limpiar el grafiti esta tarde y pensé que ustedes
chicas tal vez quisieran venir.

153
—¿No deberían las personas que cometieron el crimen hacerlo? —preguntó Ria—. ¿O
fuiste tú la que lo hizo?
—No soy un vándalo —dijo Megan.
—¿Quién dijo que lo eras? —preguntó Ria.
—Ria —dijo Jenna en voz baja.
—No, está bien, Jenna —dijo Megan, la temperatura de su cuerpo aumentó—. ¿Sabes
qué Ria? No hice ninguna de esas cosas que dicen, pero ése ni siquiera es el punto.
Esto no es sobre mí. Es sobre nuestra escuela siendo dañada y como a ti o a los demás
les importa lo suficiente como para ayudar. He estado aquí sólo por una semana y no
puedo soportar eso ahí arriba. ¿Cuál es tu excusa?
Ria miraba a la mesa, viéndose más pequeña de lo que se veía hace un minuto.
—Cree lo que quieras creer sobre mí —dijo Megan—. Sólo espero verlas más tarde.
Megan se giró y se dirigió a la siguiente mesa. No quería dejar que el comportamiento
de Ria llegara a ella, pero de algún modo estaba feliz de que lo hiciera. Le había dado
la justa indignación que necesitaba para enfrentarse al resto del cuerpo estudiantil.
—Hola, Soy Megan Meade —empezó—. Estoy organizando un grupo para ayudar a
limpiar el grafiti…
A medida que se lanzaba en su discurso, Megan se dio cuenta que en el otro lado de la
cafetería, Finn se dirigió a una mesa llena de tipos artísticos. Le llamó la atención y
sonrió. Finn le devolvió la sonrisa.
Sobre su hombro, Megan vio a Miller y a Aimee sentados en su mesa afuera. No
estaban hablando, pero tampoco lucían incómodos.
Megan abortó su sonrisa y volvió su atención a la tarea en cuestión. Si no tenía
cuidado, sus amigos iban a matar la descarga de adrenalina antes de que ella tuviera la
oportunidad de usarla.
Esa tarde, después de darle sus excusas a un muy disgustado entrenador Leonard,
Megan se dirigió al lado oeste de la escuela. Estaba esperando que alguien, cualquiera
se presentara. Tenía el sentimiento de que incluso la presencia de Doug era dudosa, y
nadie le había prestado mucha atención en el almuerzo.
Megan rodeó la esquina y su boca quedó abierta. Finn estaba de pie en el centro con
un grupo de estudiantes que incluían a Ria, Jenna, Pearl, Aimee, y Doug, junto con
otras chicas del equipo de soccer.

154
—Hey —dijo Megan mientras se unía al grupo.
—Hola —respondió Finn con una sonrisa—. Estaba explicándole a todos cómo
funciona ésta cosa.
Bajo sus pies estaba un recipiente de plástico lleno de pegote. También había cajas con
gafas de seguridad, guantes de plástico, y espátulas. Cinco escaleras estaban alineadas
en la pared.
—¿Quién te puso a cargo? —preguntó Megan.
—Bueno, el portero Steve, supongo —dijo Finn, frotándose las manos—. Él no quería
esperar por ti hasta que llegaras aquí, así que me explicó el proceso. Dijo algo sobre
que esta noche era su noche de bolos; no lo sé.
—Está bien, así que, ¿cómo es el asunto? —preguntó Megan.
—Difundimos este cataplasma14 sobre la pintura y supuestamente absorbe el color
—dijo Finn, arrodillándose y chasqueando los guantes de plástico—. El problema es
que apesta y se supone que no debemos llenarnos con esto.
—Genial. Suena muy seguro —dijo Megan ganando unas risas—. Vamos a trabajar.
Todos se reunieron alrededor de las cajas de equipos de protección y empezó a pasar el
equipo. Megan se encontró cerca de Ria y le extendió un par de guantes.
—Gracias —dijo Ria.
—No hay problema —replicó Megan.
—Mira, sólo quería decir que creo que es genial, que estés haciendo todo esto —dijo
Ria mientras tomaba un par de lentes de protección—. Quiero decir, desde que eres
nueva aquí y todo.
—Sí, bueno —dijo Megan—. No era realmente una cosa voluntaria, pero creo que es
importante.
—Lo es —dijo Ria. Estaba mirando al suelo mientras jugueteaba con la correa de las
gafas. Megan sonrió. Humildad en Ria era un raro ajuste, lo que lo hacía más
conmovedor—. Y, bueno lo siento sobre los últimos días. He sido un poco idiota. No
sé porque le creí a Hailey de todos modos.
—Sí, lo fuiste —dijo Megan con una risa—. La chica es aterradora.
14
Cataplasma: Es una masa suave y húmeda llena de disolvente utilizado para eliminar las manchas de
piedra porosa, tales como mármol o granito.

155
Ria se rió también.
—Sí, pero no tan aterradora como yo.
—Tienes un punto ahí —replicó Megan—. Vamos. Terminemos con esto así el
Entrenador Leonard no nos mata a todas.
Megan empezó a relajarse mientras hacia el trabajo. Todos estaban conversando
placenteramente y nadie estaba hablando sobre ella, Evan, o Hailey. Con el sol
cayendo sobre ellos y los sonidos de los diferentes deportes que estaban practicando en
el fondo, Megan se sentía en paz.
Acababa de deshacerse de la chaqueta del equipo universitario, cuando Aimee llegó a
mezclar la cataplasma.
—Así que, te vi afuera hoy con Miller —dijo Megan—. ¿Ustedes hablaron?
Aimee se sonrojó.
—No realmente. Sólo me gusta estar alrededor de él.
—Sí, ese chico no habla —dijo Doug, derramando algo de cataplasma en la pared—.
Te aburrirías hasta la muerte si lo hiciera.
—Ignóralo —dijo Megan a Aimee, tratando de hacer caso omiso de su propio enojo—.
Sólo está molesto con el mundo.
—Oh, ¿así que ahora crees que me conoces? —dijo Doug.
—Sí, lo hago —disparó Megan—. Eres listo, gracioso, talentoso, y tienes una familia
increíble, pero todo lo que quieres hacer es caminar alrededor como algún tipo de
víctima. Es en serio simplemente molesto, en realidad.
Wow. ¿De dónde salió todo esto? Se preguntó Megan. Parecía como si una vez que
empezó a decir sus pensamientos en voz alta, no pudiera detenerse. La piel de Doug se
oscureció cerca de un morado.
—Mejor cierras la boca, perra, porque no tienes idea de lo que estás hablando.
—¡Hey! —gritó Finn, metiéndose—. ¿Cómo la acabas de llamar?
—Me escuchaste —dijo Doug, con su rostro desencajado de rabia.
—Discúlpate, Doug —dijo Finn.
—Sí, claro —dijo Doug, mofándose.

156
—¿Cuál es tu problema hombre? —dijo Finn—. Sabes, Megan totalmente salvó tu
trasero hoy. Pudiste haber sido suspendido otra vez. Pudiste haber sido expulsado.
Deberías estar agradeciéndole.
Megan cruzó sus brazos sobre su pecho y miró a Doug expectante. Allí estaba una
sonrisa tirando de sus labios, pero ella trato de no ceder. Finn y Doug se miraban el
uno al otro mientras todos alrededor esperaban y observaban. Finalmente Doug
rompió el silencio y miró a Megan.
—Muchas gracias —dijo sarcásticamente. Luego se quitó los guantes de plástico, las
arrojó a sus pies, y se alejó.
Finn dejó salir un suspiro mientras miraba irse a su hermano.
—Sabes, mis padres de verdad debieron parar cuando me tuvieron a mí.
Todos rompieron en risas y pronto volvieron a trabajar. Megan sonrió agradecida a
Finn y él cogió el cuchillo de Doug con cataplasma, sacudiéndose la suciedad y la
hierba.
—De verdad fue genial que lo ayudaras de la manera en que lo hiciste —dijo Finn—.
Especialmente considerando la manera en que te trata.
—Bueno, alguien me dijo un par de cosas que me hizo reconsiderar mi posición —dijo
Megan—. Todavía pienso que necesita una bofetada, sin embargo.
—Creo que acabas de darle una —dijo Finn—. Dudo que él esperara que tú le dijeras
que era listo, gracioso y talentoso.
—Sólo dije lo que veo.

***

De: Kicker5525@yahoo.com

Para: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: Guía de Chicos.


La Guía de Megan Meade de los chicos McGowan. Entrada once.

Observación #1: Los chicos son vulnerables.

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Incluso los que parecen unos totales, y completos idiotas.

Observación #2: Los chicos no saben cuándo llamar a tregua cuando llega el momento.
Especialmente los que parecen unos totales, y completos idiotas.

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Capítulo 14

Traducido por Aylinachan


Corregido por Majo

E l viernes por la tarde en el almuerzo, Megan y Miller se acercaron a la mesa en


la que ellos se habían estado sentando desde la limpieza, la mesa habitual de
Aimee. Lo habían intentado el miércoles. Megan no sabía cómo Miller iba a
reaccionar a estar sentado con más de dos personas nuevas por primera vez, pero se
había quedado allí sentado, comiéndose el almuerzo en silencio y todo había ido bien.
Hoy Aimee, Ria, Pearl y Jenna estaban esperando allí a Megan y Miller, ya tenían su
comida. Megan sabía que algo estaba pasando por la forma en que estaban todos
sentados en silencio, con las manos cruzadas, tratando de no sonreír.
―Está bien… ¿qué? ―preguntó Megan casi con miedo a sentarse.
Miller mostró una amplia sonrisa y finalmente Megan lo vio. Todas y cada una de las
bandeas de sus amigos estaban organizadas tal y como Miller siempre disponía la suya.
Todo estaba en orden de altura de izquierda a derecha.
Megan puso su bandeja sobre la mesa, sonriendo.
―Hola, Miller ―dijo Aimee alegremente cuando él se sentó junto a ella, al otro lado
de Megan.
―Hola, Aimee ―dijo Miller, ruborizándose cuando empezó a organizar su bandeja.
―¿Cualquiera se sienta aquí? ―Megan miró hacia arriba para encontrar a Finn
dejándose caer en la silla junto a Miller. Llevaba una camisera azul volvía sus ojos de
un color antes ausente en la naturaleza. Eran magníficos.
―Hola ―dijo Megan.

―Hola.
Su sonrisa le recordó a la otra noche, detrás de la casa, cuando habían entrado con su
bicicleta en el garaje. Megan no estaba segura de por qué lo había recordado en ese
momento, pero provocó un revuelo en su corazón. Eso era interesante.

―Damas ―dijo Fin, asintiendo con la cabeza al resto de la mesa.

159
―Señor ―respondió Ria bromeando.

―¿Qué pasa, Miller? ―preguntó Finn.

―Así no va ―dijo Miller, mirando la bandeja de Finn.


―Oh, lo siento ―dijo Finn, reorganizando sus cosas rápidamente.

―Por Dios, Finn, todos estamos con esa técnica. ¿Qué pasa contigo? ―bromeó
Megan.
―Lo sé. No sé qué me pasó ―dijo Finn alegremente―. ¿Mejor? ―le preguntó a
Miller.
―Sí. Esta es Aimee ―respondió Miller, levantando el pulgar en dirección a Aimee―.
Es mi nueva amiga.
Aime estaba tan sorprendida que formó una O con su boca.
―Hola ―le dijo a Finn, a pesar de que ya se conocían bien.
―Hola ―dijo Finn―. No sabía que tenías una nueva amiga, Miller, eso es genial.

―Megan es mi nueva amiga también ―dijo Miller.

Fin miró a Megan, prácticamente radiante.


―Sí, lo sé. Eso está bastante claro.

Megan estuvo de repente muy interesada en su ensalada. Sentía como todos en la mesa
la estaban mirando y no levantó la vista otra vez hasta que todos empezaron a comer.
Al segundo de hacerlo, Ria llamó su atención y le lanzó una impresionada mirada.
―¿Qué? ―articuló Megan, frunciendo el ceño.
Ria hizo una mueca y miró en dirección a Finn. Todo en su expresión daba a entender
que pensaba que Finn estaba ahí por Megan. Que Finn estaba ahí porque le gustaba
Megan.
Megan entornó los ojos, negó con la cabeza y miró su bandeja de nuevo para ignorar
la expresión de Ria. Conteniendo la respiración, dirigió su mirada hacia Finn y él
apartó rápidamente su mirada. La había estado observando.
A Megan se le aceleró el corazón y tomó un largo trago de su refresco. Ria estaba loca.
A Finn no le gustaba ella. A Fin le gustaban las chicas como Kayla. Eso no había

160
funcionado, pero Kayla era claramente su tipo y claramente no tenía nada que ver con
Megan. No. Ria estaba equivocada. Ella simplemente no podía ser.

***

Esa tarde, después de ducharse, Megan decidió que iba a salir de nuevo al cobertizo y
pasar el rato con Finn. Estar con él sería la única manera de curarse de la obsesión que
había estado teniendo durante todo el día. Desde que Ria le había dado a entender que
le gustaba a Finn, una consecuencia de que ella había respaldado las palabras reales en
la práctica, Finn era todo en lo que podía pensar Megan. ¿A él le gusta ella? ¿A ella le
gusta él? ¿Qué pasaría si ella hiciera como él? ¿Qué ocurriría entonces?

Para el momento en que ella se estaba cepillando el pelo, había llegado al borde de la
locura, todo porque Ria había plantado esa semilla en su cabeza. El día anterior no
había estado pensando en Finn en absoluto.
Buen, en realidad no. Tenía que pasar el rato con él y recordarse a sí misma lo que su
relación era en realidad. Eran amigos. Finn no la veía como algo más que eso.
Habiendo resuelto que tenía que contar esa obsesión de raíz antes de que se fuera de
control, Megan trenzó su cabello húmedo en la espalda y abrió la puerta de atrás de la
casa. Al instante toda su determinación de precipitó fuera de ella. De pie en el patio,
enredados en una conversación, estaban las dos personas con las que Megan tenía
menos deseos de ver en ese momento, Evan y Hailey.
Megan no lo podía creer. ¿Cómo podían esos dos estar hablando? ¿Cómo era posible
que él pudiera perdonar a Hailey por dormir con Doug, pero no perdonar a Megan por
cosas que no había hecho aún? Los dos miraron y la saludaron con miradas frías y
duras.
―Voy a dentro ―dijo Hailey, separándose de Evan.
Megan se le quedó mirando mientras caminaba derecho hacia ella, pero Hailey no la
miró ni una sola vez. Evan comenzó después su llamado encanto, mirando a Megan
en el camino. Había tanta indignación en sus ojos que hizo que sus entrañas se
enroscasen. Eso era todo. No podía soportarlo más.
―¿Puedes mirarme a la cara, Hailey? ―dijo Megan, dándose la vuelta―. No es que
yo te culpe después de todas las mentiras.
Hailey se detuvo en la puerta, pero Evan se volvió hacia Megan, parpadeando.

161
―¿Por qué no la dejas en paz? ―dijo él.

―Eres aun peor que ella, ¿lo sabías? ―dijo Megan―. Por lo menos ella tenía una
razón para hacerlo. Yo nunca te he mentido pero tú simplemente decidiste no creerme.
Estás toralmente ciego.
―¡Oh, por favor! ―dijo Hailey.

―¿Ese es tu gran argumento? ¿”Oh, por favor”? ―dijo Megan, dirigiéndose a Hailey―.
¿De verdad vas a quedarte ahí actuando como si ambos no supiéramos lo que
realmente sucedió? ¿De verdad vas a mentir sobre mí en mi cara? Eres increíble, ¿lo
sabías?
Hailey miró a Megan por solo una fracción de segundo antes de bajar la mirada al
suelo.
―Pregúntale ―se dirigió Megan a Evan―. Pregúntale ahora si alguna vez me la he
encontrado en alguna fiesta le he dicho que tú y yo nos hemos enrollado. Pregúntale.
Quiero ver la gran mentirosa que es en realidad.
Evan miró a Megan durante un largo rato, abriendo y cerrando la mandíbula.
Megan sentía como si una dosis de bilis se le hubiera inyectado directamente en su
corazón.
―No puedo creer que haya perdido un solo segundo de mi vida pensando en ti.
Empujando a Hailey, Megan volvió a la casa y subió a su habitación. Su frustración
era tan abrumadora que se sentía como si fuera a estallar. Cogió el teléfono y marcó el
número de Tracy. Tracy era la única persona en el planeta con la que podía hablar de
eso.
―¿Megan? ―respondió Tracy, sorprendida.

―Trace, ¿adivinas qué? Ese programa de inmersión está realmente funcionando ―dijo
Megan, paseando pos su habitación. Hizo una pausa y miró por la ventana. Evan
estaba sentado en la hamaca ahora, con las manos en la cabeza―. ¿Y sabes lo que
estoy aprendiendo?
―Uh-oh. ¿Qué? ―preguntó Tracy.
―Estoy aprendiendo que los chicos no valen para nada la pena.

Encuentra un lugar feliz, Megan. Sólo tienes que encontrar un lugar feliz…

162
***

Lemon, la técnico personal de la piel de Megan, untó otra capa de maloliente pegote
en el rostro de Megan, trabajando su piel con la yema de los dedos. Parecía que se
estaban rompiendo fragmentos de vidrio en la mezcla. Y guijarros. Fuera lo que fuese,
eso rayaba no solo rallaba su epidermis, sino también su último nervio.
¿Cómo era eso de estresante? Megan estaba todavía tensa por el enfrentamiento de
ayer con Evan y Hailey, tan tensa que todo lo que había sido capaz de pensar en hacer
algo de ejercicio y trabajar, dejando eso fuera de su sistema. Ahora no sólo estaba
obligada a quedarse quieta, sino también a que esa mujer Lemon raspaba su piel
apagada.
―Relax, Megan. Estás aquí para dejarte llevar ―dijo Lemon con su etérea voz,
deslizando sus manos hacia la sien de Megan. El color de pelo de Lemon era más o
menos del mismo color que la fruta de su nombre y tenía un pendiente de color rojo en
la nariz que brillaba cada vez que movía la cabeza.
―¿Qué te hace pensar que no lo estoy?
―Bueno, por ejemplo, tu pie ha estado taconeando sin parar desde que te sentaste
―dijo Lemon con una alegre sonrisa―. Y no has sido capaz de mantener los ojos
cerrados durante más de tres segundos seguidos.
―¿Y? Tal vez este sea mi estado de relajación.
―Oh, cariño. Espero que no ―dijo Lemon amable con el ceño fruncido. Bajó la
mirada hacia una zona del cuerpo de Megan que Megan no podía ver con su cabeza
inclinada totalmente hacia atrás e hizo una mueca.
―¿Qué? ―estalló Megan.
―Afloja las manos, cariño ―dijo Lemon.

Megan aflojó sus puños. Ni siquiera se había dado cuenta de lo que los estaba
apretando, pero en el momento que dejó de hacerlo, sintió un intenso dolor en sus
manos.
―Oh. Mira lo que te has hecho ―dijo Lemon, chasqueando la lengua cuando levantó
la muñeca de Megan.

163
Megan apartó su brazo y se llevó ambas manos delante de sus ojos. Había cuatro rojas
y perfectas marcas de medias lunas en cada una de sus palmas, dejadas allí por sus
uñas.
Una sinfonía de cencerros reproducidos en un bucle sin fin sonó en algún lugar. Megan
trató de concentrarse en la melodía. Tal vez si lo escuchaba repetirse cinco veces, sería
la hora de irse.
―Ahora, sólo inspira por la nariz, exhala por la boca ―instruyó Lemon, moviendo las
manos hacia arriba y hacia abajo delante de ella―. Por la nariz… por la boca.
Megan hizo lo que le dijo. Dentro, fuera. Dentro, fuera. Dentro, fuera.

―¡Poco a poco, cariño! Poco a poco ―dijo Lemon―. No estás corriendo un maratón
aquí.
Ooh… correr un maratón. Hay un lugar feliz, pensó Megan.

Imaginó sus pies golpeando contra la tierra compactada, su propia velocidad que
mueve hacia atrás su cabello, el ardor en sus pulmones mientras se empujaba cada vez
más rápido. En el ojo de su mente, Megan vio a Hailey y a Evan corriendo por
delante. Se vio pasándolos. Vio la mirada de asombro en el rostro de Hailey. Vio la
admiración de Evan ya que finalmente había caído en la cuenta de lo mucho que
Megan era mejor que Hailey. Trató de deshacerse de Hailey y alcanzar a Megan, pero
Megan lo dejó comiéndose el polvo.
―¿Ves? Estás sonriendo ―dijo Lemon.

―Sí. ¿Hemos terminado? ―le preguntó Megan.

No había manera de que exorcizara los demonios de Evan y Hailey sentada en un


sillón de felpa con la cara llena de pegotes. Tenía que ir al entrenamiento de futbol y
gastar en algo esa energía. Tenía que salir de allí.
―Bueno, se supone que debo dejarlo más de tres minutos, pero si te sientes
rejuvenecida, entonces he hecho mi trabajo ―dijo Lemon―. ¿Te sientes rejuvenecida?
―No tienes idea ―dijo Megan.

―Bien, entonces. Vamos a enjuagar. ―dijo Lemon feliz.

Finalmente, Megan pensaba Megan mientras inclinaba la cabeza hacia atrás en el


fregadero. Finalmente esta atroz experiencia de spa se ha terminado.

164
Lemon enjuagó a Megan con agua tibia y le entregó una toalla de felpa. Nada se había
sentido tan bien contra la piel de Megan. Tal vez estaba un poco rejuvenecida. O tal
vez era solo la idea de salir lo que estaba haciendo que cosquilleara su cara.
―Gracias ―le dijo Megan a Lemon mientras salía de la sala de faciales y se dirigí al
área de taquillas, donde Regina y ella se habían cambiado la ropa por trajes del spa.
Casi podía sentir los tacos en los pies con la pedicura recién hecha. Para las prácticas
todavía faltaba una hora y media. Un montón de tiempo para que Megan sacara su
agresividad.
―¡Hola! ―la saludó Regina con una sonrisa emocionada en medio del vestuario―.
¿Todo listo para nuestro masaje?
El tren de la alegría de Megan se paró en seco.

―Nuestro ¿qué? ―preguntó.

―¡Nuestro masaje! ―dijo Regina, levantándose―. La gran final de nuestro día de spa.
Reservé una habitación para las dos.
De repente las lágrimas le picaron a Megan en los ojos. Había estado tan cerca de la
libertad.
―Estamos buscando a Megan y a Regina ―dijo un hombre alto y musculoso
asomando la cabeza en la habitación. Tenía el pelo ondulado años 1970 y el tipo de
aspecto cincelado que Megan solo ha viso en portadas de novelas románticas.
―Aquí mismo ―dijo Regina―. Esto va a sentirse muy bien ―le susurró a Megan
mientras seguían al hombre hacia el vestíbulo―. Apuesto a que después de todo eso de
jugar al futbol, un masaje te puede ser muy útil.
Megan tragó saliva cuando el hombre abrió la puerta de una habitación pequeña. A él
pronto se unió otro hombre, prácticamente su doble en tamaño en el departamento,
pero afroamericano y totalmente caliente. Megan se situó en la parte posterior de la
pequeña habitación, mirando las dos tablas que estaban cubiertas por sábanas blancas.
Por favor, dime que estos chicos no nos van a dar esos… masajes, pensaba Megan,
empezando a hiperventilar muy ligeramente.
El primero hombre hizo las presentaciones.
―Soy Corey y este es Ben. Vamos a darles sus masajes hoy.

La habitación estaba muy calurosa. Sin embargo, Megan se encontraba sujetando el


cuello de la bata cerrado con la visión frente a ella borrosa.

165
―¿Alguna tiene alguna zona problemática que le gustaría contar? ―preguntó Ben.

¿Era sólo Megan o estaba él mirándola a los ojos?


―¿Zonas problemáticas? ―gritó.
―Ya sabes, nudos o punzadas. Los puntos que necesitan atención especial ―explicó
Ben.
―Oh… no ―respondió Megan.

―Yo estoy bien ―agregó Regina.

―Bueno, entonces vamos a salir mientras se desvisten y…


―¿Des qué? ―saltó Megan.

―Desvisten ―replicó Corey.

―¿Te refieres a quitarme la ropa? ¿Delante de ti? ―gritó Megan sosteniendo la bata
con más fuerza y retrocediendo un par de pasos.
―No, vamos a salir de la habitación por un momento ―dijo lentamente.
―Y cuando vuelvan, voy a estar desnuda.

―Pueden dejarse su ropa interior y sujetador si se les hace más cómodo. Esa es su
prerrogativa.
―¿Mi ropa interior y sujetador? ¿Estás de broma? ―chilló Megan.

―Megan, relájate ―dijo Regina, mirando alarmada.


―¡Estoy muy relajada! ―respondió Megan. Bordeó la pared hasta la puerta sin soltar
las solapas de su bata―. ¡Por lo menos estaría relajada, si estuviera entrenando al
futbol como debía ser en estos momentos! ¡Así es como me relajo, corriendo, sudando
y pateando la pelota, no desnudándome para que un extranjero venga a darme un
masaje!
―Megan, yo…
―No, Regina, lo siento mucho, pero no puedo quedarme aquí ―divagó Megan―. Sé
que esta es tu idea de un buen momento y sé que realmente quieres que sea, como, la
hija que nunca tuviste o lo que sea, pero no uso maquillaje y realmente no me gusta el
rosa o el lavado de cara… bueno… en realidad, me gusta el lavado de cara, pero ¿esto?
A decir verdad, esta es mi peor pesadilla. Me tengo que ir.

166
Miró a Ben y él dio un gran paso lejos de la puerta.
―Gracias ―dijo Megan.

Entonces agachó la cabeza y salió corriendo de allí tan rápido como sus pulidos dedos
de los pies se la llevaron.

***

Kicker5525: ¡Ayuda!

TooDamn-Funky: ¿Dónde estás?

Kicker5525: En el autobús público. No estoy totalmente segura de que este sea el correcto.

TooDamn-Funky: ¿¿¿Estás huyendo??? ¡¡¡No dejes que Evan te haga huir!!! ¡A menos que
vengas aquí! ¡¡¡Y entonces, definitivamente huye!!!

Kicker5525: No. Simplemente estoy en lo de los masajes con R.

TooDamn-Funky: ¿Te llevó a lo de los masajes? ¡¡¡Pero odias que extraños te toquen!!!

Kicker5525: ¡¡¡LO SÉ!!!

TooDamn-Funky: ¿Y no le DIJISTE ESO?

Kicker5525: Creo que acabo de hacerlo. Creo que acabo de decirlo por todo el lugar.

TooDamn-Funky: Vaya, cuando explotas, explotas.

Kicker5525: Comienzo a percibir eso.

TooDamn-Funky: ¿Y ahora qué?

Kicker5525: Práctica de fútbol, y luego, probablemente ser castigada, una vez más.

TooDamn-Funky: Te envío buenas vibras.

Kicker5525: Gracias. ® ¡Te quiero!

TooDamn-Funky: Yo también mi pobre incomprendida niña monstruo.

167
Capítulo 15

Traducido por Nanndadu


Corregido por Majo

E lla me va a matar. Ella va a asesinarme…


Por supuesto, Regina no parecía del tipo de asesina. Si ella tuviera alguna tendencia
violenta, sin duda habría herido a alguien a estas alturas, viviendo con ocho hombres y
eso, pero Megan no podía evitar que su cerebro repitiera el refrán. No podía parar de
pensar en la cara de Regina cuando le dijo que se estaba yendo. La mezcla de
decepción, sorpresa, y ansiedad —como si ella hubiese empezando a pensar que su
esposo y ella se habían metido en tu promedio psicológico cada día.
—¡Meade! ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó la entrenadora Leonard mientras
Megan dejó caer su bolso de gimnasia en la grada inferior—. Pensé que tenías un
asunto familiar.
—Terminó temprano —dijo Megan, casi sin aliento por la carrera desde el
estacionamiento de bicicletas.
—Bien, genial, —dijo la entrenadora. Ella levantó su silbato y sopló—. ¡Vargas! ¡Te
sustituyo por Meade!
Tina Vargas salió trotando del campo y asintió hacia Megas mientras ella corría
dentro. Megan estaba ligeramente sorprendida por el reconocimiento de los miembros
del campo de Hailey, pero no se mortificó. Todo lo que podía ver era el balón. Y ella
tenía que perforar el balón.
—¡Estás aquí! —saludó Aimee a Megan mientras ella se alineaban para un saque de
banda—. Y te ves resplandeciente.
—Sí, bueno, aparentemente eso es lo que un paquete de proteína de pepino hará por ti,
—dijo Megan.
El balón vino volando y Megan saltó en frente de Vithya, parando en balón con su
pecho y robándolo del equipo contrario. Lo llevó campo arriba, esquivando a Jessica,
quién se disparó a si misma tratando de cambiar la dirección. Luego dos defensas la
atacaron y se la pasó a Ria. Megan manejó su camino alrededor de ellas y se lanzó

168
campo arriba. Ella estaba completamente abierta en frente de la red cuando Ria le pasó
la pelota de nuevo a ella. Megan miró a la izquierda, engañando a Deena en la meta,
luego la pateó directo a la esquina derecha. Deena mordió el polvo y el balón entró en
la red. El equipo de Megan corrió en un abrazo.
—¡Eso fue asombroso! —exclamó Aimee.
—¿Dónde estuviste esta mañana, Wheaties15 de más? —preguntó Ria.
Megan sonrió pero no respondió. Corrió de nuevo a la línea y se encontró de frente
con Hailey, más que lista para ir de nuevo. Mientras Megan esperaba, sin importar qué
tan fuerte mirara a un lado de la cara de Hailey, la chica se negó a mirarla a los ojos.
—¡Todo bien, chicas! ¡Vamos a ver alguna defensa allá afuera! —gritó la entrenadora
Leonard.
Pearl salió corriendo de la línea de banda para dejar caer el balón. Ella le lanzó una
sonrisa secreta a Megan cuando levantó el balón en el aire. Megan aclaró su garganta y
trató de mantener su cara seria. Era agradable tener a tus amigos de vuelta.
El balón cayó y Hailey tomó el control. Eludió campo arriba y Megan corrió detrás de
ella. Su sangre estaba bombeando tan rápido que sentía como si se hubiera bebido todo
un almacén de Starbucks en su camino al campo. No iba a dejar que Hailey llegara a la
línea defensiva. Simplemente no iba a hacerlo.
Hailey se estableció para pasar y Megan se deslizó al suelo, pateado su pierna derecha
en el preciso momento en el que Hailey llevó su pie hacia atrás para patear. El taco de
Megan llegó primero y el balón se precipitó campo abajo, directo a Lisa Bronson, la
defensa de Megan. Lisa parecía casi tan sorprendida como Hailey, pero se recuperó
rápidamente y llevó el balón hacia atrás. Megan clamó a sus pies y corrió hacia la línea
de defensa de nuevo, disfrutando dardos en sus pulmones y su garganta. Se está
sintiendo bien. Por primera vez desde su encuentro con Evan y Hailey, se estaba
sintiendo malditamente bien.
Lisa se la pasó a Aimee, quién fue asaltada instantáneamente por Kathy Cash.
—¡Centro! —gritó Megan.
—¡Centro!
Aimee pateó el balón hacia arriba y sobre la cabeza de Kathy, ejecutando un pase
perfecto que aterrizó justo a los pies de Megan. Por el rabillo del ojo la podía ver

15
Wheaties: Marca de cereales.

169
acelerando a fondo. Megan eludió hacia la meta y se preparó para el impacto. Hailey
se estrelló justo en su costado, tratando de tirarla y robar el balón. Megan gruñó,
empujó y luchó por el control. La mano de Hailey estaba en su cara; su codo estaba en
su intestino. Megan cerró los ojos para evitar perder un dedo dislocado. Pateó el balón,
frenando a Hailey con la cadera, y levantó la mirada de nuevo. El balón se había
escurrido unos cuantos metros a campo abierto.
Ria y Jessica estaban corriendo por él, pero Megan todavía estaba más cerca. Corrió
por el balón y lo pateó tan fuerte como pudo hacia Aimee, todo el camino a través del
campo. Aimee paró el balón y Megan corrió junto en frente de la meta. La atención de
Deena estaba sobre Aimee. Megan llamó la atención de Deena y Aimee disparó el
balón a través de Megan. Deena reaccionó, pero no a tiempo. Megan saltó y cabeceó el
balón directo al centro de la meta.
—¡Demonios! —gritó Hailey, llegando justo a la cara del portero—. ¡Deena! ¿Qué
demonios estás haciendo? ¡Usa tu cabeza!
Deena limpió la tierra de su lado y lentamente le dio la espalda a Hailey.
—¡No vamos a ganas partidos sin defensa, gente! —gritó Hailey—. ¡Ella no es tan
buena!
Megan se rió y caminó de vuelto campo arriba. No estaba segura de si alguien le estaba
prestando atención a Hailey, pero no le importaba mucho. Dos goles en menos de dos
minutos era un record para ella. Se sentía bien.
Sonó el silbato y la entrenadora Leonard aplaudió, trayendo la atención del equipo.
—¡Muy bien, volvamos a ello! —gritó—. Muy bueno, Meade. Cuando apareces,
realmente ¡apareces!
—Gracias, entrenadora —respondió Megan.
—¡Ahora, vamos equipo, veamos si alguien puede detenerla! —gritó la entrenadora,
soplando su silbato de nuevo—. ¡Muéstrenme algo ahí afuera!
Megan corrió al centro del campo de nuevo y Aimee se acercó para envolver su brazo
alrededor de sus hombros.
—¡Hagámoslo! —dijo ella.
—Lo sabes —respondió Megan.
Ella se alineó frente a Hailey, y por primera vez en días, Hailey la estaba mirando.
Megan sonrió a la determinada burla de Hailey. Esto va a ser divertido.

170
***

Megan se sentó en un círculo de sus compañeras de equipo en el piso del gimnasio


principal. Colgando de todas las paredes que la rodeaban estaban las banderas borgoña
y oro promocionando al distrito, al condado, y a los campeonatos del estado en todos
los deportes por los últimos años. Megan se quedó mirando a la bandera de soccer de
las chicas justo sobre el reloj encerrado. El último campeonato del condado había sido
ganado en 1996.
Todo eso iba a cambiar este año, pensó Megan, apoyándose en sus codos. Ella estaba
sintiendo engreída y le gustaba.
—Muy bien, chicas ustedes saben cómo funciona —dijo la entrenadora Leonard,
repartiendo pedazos de papel y lápices—. Primero ustedes reciben las nominaciones y
luego ustedes tomarán un voto anónimo. Le he pedido a Pearl que cuente los votos
cuando hayan terminado. Si tienen alguna pregunta, estaré en mi oficina.
—¿No te quieres quedar para presenciar a la democracia en acción? —bromeó Ria,
ganándose un ronda de risas del equipo.
—Creo que ustedes chicas pueden manejarlo —respondió la entrenadora—. Tengo
algunos videos de partidos por ver del año pasado. La nueva capitana deberá venir a
verme antes de irse. Buena suerte.
La entrenadora se giró y se dirigió a las oficinas de atletismo en el otro lado del
gimnasio. Cuando la puerta se cerró, Megan miró alrededor del círculo. Todas las
demás estaban haciendo lo mismo. Todas estaban inspeccionando a las otras.
—Está bien, supongo que deberíamos hacer las nominaciones —dijo Pearl finalmente.
Jessica levantó su mano.
—Postulo a Hailey Farmer, dijo ella antes de que nadie pudiera reconocerla.
Esa es una gran sorpresa, pensó Megan.

—Está bien. Hailey ¿aceptas la postulación? —preguntó Pearl.


—Sí, acepto —dijo Hailey gravemente.
—Ella totalmente ensayó eso —dijo Ria en el oído de Megan.

171
—¿Alguien más? —preguntó Pearl.
Ria se irguió y levantó su mano. Todos parecían sorprendidos.
—¿Ria? —preguntó Pearl.
—Postulo a Megan Meade.
El corazón de Megan se estrelló contra su caja torácica.
—¿Qué? —espetó Hailey—. ¿Estás tramando algo?
Todas comenzaron a hablar a la vez. Megan empujó sus rodillas bajo su barbilla,
abrazando sus piernas a ella. Capitana. ¿Por qué la postularía Ria para capitana de un
equipo al que acababa de unirse? ¿Podía hacerlo? ¿Incluso quería hacerlo?
Una sonrisa se deslizó por la cara de Megan.
—¡Oye, oye, oye! —dijo Ria, lanzando sus brazos hacia arriba—. ¿Solo vamos a votar,
si? Lo que sea que pase, que pase.
Hailey la miró desde el otro lado del círculo. El aire estaba tan quieto que Megan
podía escuchar los latitos de su corazón.
—Bueno, ¿hay alguna otra nominación? —preguntó Pearl con timidez.
El silencio continuó.
—Está bien, entonces vamos a votar —dijo Pearl.
Hailey garabateó algo en su hoja de papel, se levantó y se lo tendió a Pearl. Ella
caminó con confianza de vuelta a su lugar en el círculo y se sentó. Cruzó sus piernas
en sus tobillos y le inclinó hacia atrás sobre sus manos. Una por una, todas entregaron
sus votos. Megan se quedó mirando a su nombre en su pedazo de papel.
Una vez que Pearl tuvo todos los votos, se alejó del grupo y los contó en una hoja de
papel. Megan no podía ver el proceso dado que Pearl estaba detrás de ella, así que todo
lo que podía hacer era esperar.
Finalmente Pearl avanzó pausadamente de vuelta al círculo.
—Um… es un empate.
—Tienes que estar bromeando —dijo Hailey.
—No… son siete votos a siete —dijo Pearl, bajando la mirada a su cuenta.

172
—¿Quién votó por ella? —dijo Hailey, levantándose e inclinándose hacia adelante—.
Estoy hablando en serio. ¿Quién votó por ella?
—Uh... yo tengo un nombre —dijo Megan, desconcertada.
—No estoy hablando contigo —soltó Hailey, lanzándole una mirada a Megan—.
Quiero saber quién votó por ella después de lo que hizo. Todos ustedes saben lo que
hizo. ¿He estado en este equipo con ustedes por tres años y siete de ustedes votaron por
ella?
—¡Yo lo hice! —anunció Ria felizmente.
—Sabemos que lo hiciste —dijo Hailey—. ¿Qué pasa con el resto de ustedes?
¿Demasiado asustadas para admitir que votaron por una perra que apuñala por la
espalda como capitana?
Megan no pudo soportarlo más. ¿Dónde terminaba esta chica?

—¡Está bien! ¡Eso es todo!


—Megan levantó la mirada mientras Aimee se puso de pie.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Hailey.
—No puedo soportarlo más —dijo Aimee, sus manos temblaban—. No puedo
sentarme aquí mientras tú solo mientes de esta forma. Megan no hizo nada, ¿está bien?
Ella no se enrolló con Evan. Ni siquiera les dijo que se enrolló con Evan. Cualquier
versión de la historia que alguna de ustedes ha escuchado, es todo mentira.
La cara de Hailey se puso pálida. Ella miró alrededor con incertidumbre antes de
finalmente recuperar su equilibrio.
—Aimee, siéntate.
—No, no me voy a sentar —dije Aimee, entrecerrando sus ojos. Megan podía decir
que le estaba tomando un montón de esfuerzo a Aimee para hacerle frente a su
hermana mayor—. Te escuché, ¿sí? Te escuché contándole a Jessica lo que hiciste. —
Aimee miró alrededor al resto del equipo—. Hailey lo inventó todo. Ella estaba
borracha y celosa así que le dijo a Doug que Megan y Evan se habían enrollado
cuando no lo habían hecho. Y después cuando terminó de perder el tiempo con Doug
y se dio cuenta de lo jodida que estaba, le dijo a Evan que Megan le había dicho que
ellos dos se habían enrollado así podía verse menos culpable. Pero todo era mentira.
Ella estaba celosa de Megan así que le echó toda la culpa, cuando la verdad es que
Megan no hizo nada.

173
El resto del equipo estaba mirando a Hailey y a Aimee impactadas. Megan apenas
podía respirar.
—Ella está mintiendo —dijo Hailey, levantando sus hombros y riendo un poco
histérica—. Ella claramente está teniendo alguna clase de brote psicótico.
—Dios, Hailey, déjalo ya —dijo Aimee, girando hacia su hermana—. Juro que a veces
no puedo creer que vinimos de la misma madre.
Unas cuantas personas se rieron.
—¡Ella lo inventó todo! —lloriqueó Hailey—. Ustedes no le creen, ¿verdad? ¡Jessica,
diles!
Jessica se puso blanca y miró alrededor del círculo.
—Yo… uh…
Un par de las otras jugadoras intercambiaron una mirada.
—No creo que nadie pueda haber inventado esa historia, Hailey —dijo Ria—. Excepto
tal vez tú —agregó en voz baja.
—Siento no haber dicho nada de esto antes, Megan —dijo Aimee finalmente,
volviéndose hacia ella—. No sabía qué hacer.
—Está bien —dijo Megan con una pequeña sonrisa.
Lo que sea que Hailey hubiese hecho mal, ella seguía siendo la hermana de Aimee. La
misma Megan había defendido a Doug cuando sabía que él había hecho algo malo.
Solo podía imaginar lo difícil que había sido para Aimee salir con toda la verdad.
—Creo que deberíamos volver a votar —dijo Deena, rompiendo el cargado silencio.
—¿Qué? —dijo Hailey, girando sobre ella—. ¡Deena!
Pero Deena solo se limitó a mirar a Hailey. Dejó escapar un suspiro de indignación y
miró alrededor del círculo. Todos los demás apartaban sus ojos. Megan observó a
Hailey mientras se dio cuenta de que estaba por su cuenta. Había una mirada de
pánico en sus ojos. Acababa de tener a todo el mundo arrancado de un tirón de debajo
de ella. No fue hace mucho cuando Megan había experimentado exactamente la
misma sensación.
—Chicas, no creo que esto tenga algo que ver con la capitanía —dijo Megan.
—¿Cómo? —preguntó Ria.

174
—Esta votación es sobre el liderazgo del equipo —dijo Megan—. No sobre quién se
enrolló con quién o quién mintió al respecto.
Todas se le quedaron mirando fijamente por un momento.
—Está bien, vamos a votar de nuevo —dijo Ria.
—Teníamos que hacerlo de todas formas —dijo Pearl a Megan con total naturalidad—
. Hubo un empate.
—Sí, porque la mitad de las personas claramente están dementes —soltó Hailey. Pero
su expresión no apoyó sus duras palabras. Lucía pálida, asustada y enferma.
Pearl caminó alrededor del círculo y entregó nuevos pedazos de papel. Lentamente
todo el mundo escribió su decisión. El corazón de Megan saltó alrededor de su pecho.
Ella no tenía idea de qué esperar.
Una vez más Hailey fue la primera en entregar su voto, y esta vez se quedó de pie
mientras Pearl contaba los votos. Tomó la mitad del tiempo que antes. Megan contuvo
el aliento.
—El conteo final es tres para Hailey, once para Megan —dijo Pearl—. Megan Meade
es nuestra nueva capitana.

***

Megan se detuvo frente del cobertizo. Empujó la puerta del pequeño estudio de Finn,
sonriendo como una loca.
—¡Oye! ¿Qué sucede? —preguntó Finn, sonriendo.
—¡Conseguí ser capitana! ¡Gané como capitana! —dijo Megan sin aliento. Todavía no
era capaz de envolver su cerebro alrededor de ello.
—¿Qué? ¡Estás bromeando! —dijo Finn, toda su cara iluminada—. ¡Eso es asombroso!
—¡Díos mío, fue tan genial! —dijo Megan, caminando y tirándose sobre la banca al
lado de su manga—. Primero votamos, y hubo un empate. Y luego Hailey enloqueció
y dije que yo era como la gran mentirosa, así que Aimee se levantó y les dijo a todos
que Hailey es la mentirosa.
—Vaya. ¿En serio? —preguntó Finn.

175
—¡Sí! Fue este enorme trato —dijo Megan—. Pero entonces volvimos a votar y ¡gané!
Todavía no puedo creerlo.
—Bueno, felicitaciones —dijo Finn.
—Gracias. No podías esperar para decirte —dijo Megan sonriéndole—. Debiste haber
visto su cara. Fue como…
Megan se detuvo repentinamente —la cara de Finn se había puesto toda extraña. Él ya
no estaba sonriendo. Parecía como si hubiese dejado de respirar.
—¿Qué? —dijo Megan, su corazón dejando de latir. La estaba estudiando. Tomando
cada línea de su cara desde su mandibular a su pómulo a su cabello suelto.
Finn se acercó y pasó su mano rápidamente sobre su cabello, cepillándolo hacia atrás.
—Esto —dijo.
Y entonces se inclinó hacia adelante y la besó. Por un infinitesimal momento. Megan
se congeló. No tenía idea de qué hacer con ella. No tenía idea de dónde poner sus
manos o si mover sus labios o incluso cómo respirar.
¡Devuélvele el beso, por el amor de Dios! Se dijo a sí misma.

Luego sofocó una sorprendida, avergonzada y feliz risa e hizo lo que se había dicho.
Le devolvió la presión y se acercó para tomar con torpeza su manga. La mano de Finn
acunó la parte trasera de su cabeza y su otra mano tocó ligeramente su rodilla. La piel
de Megan estaba ardiendo. Finn la estaba besando. ¡Finn la estaba besando!

Él se apartó, de la nada, y la miró a los ojos.


—¿Esto está bien? —preguntó.
Megan en silencio, sin decir nada y sin aliento asintió. Solo quería sus labios sobre los
suyos. Él sonrió y la besó de nuevo, y esta vez Megan se deslizó hacia adelante en la
banca, inclinando su cuerpo más cerca del suyo. Lo qué no podía creer era lo perfecto
que esto se sentía. Lo emocionada y feliz y segura todo al mismo tiempo.
Y entonces la golpeó: Finn era el indicado.

Con el que quería compartir sus buenas noticias. Con el que podía hablar. Con el que
siempre pensaba cuando algo divertido, raro o interesante sucedía. Finn era listo y
divertido y amable y considerado.

176
¿Por qué desperdicié mi tiempo pensando en Evan? Se preguntó Megan mientras Finn
trazaba ligeramente un dedo por su mejilla. ¿Cómo pude haber hecho eso cuando Finn
estuvo aquí todo el tiempo?

Todo lo que quería hacer era llegar a estar lo más cerca de él como era posible.
Repentinamente era imposible creer que ella había durado tanto en la vida sin sentirse
de esta forma.
La puerta detrás de Megan dejó escapar un chillido revelador y Finn se separó de ella
tan rápido que casi se cayó hacia adelante. Sin embargo, no fue lo suficientemente
rápido. Regina estaba de pie en la puerta, sus manos cruzadas con fuerza sobre el
estómago.
Megan tragó una bocanada de aire y miró a Finn, quién bajó su cabeza tanto como
podía. Si, Finn McGowan era un montón de cosas geniales. Pero ahora era un hombre
muerto.

***

De: Kicker5525@yahoo.com

Para: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: OMG OMG OMG

BESE A FINN! BESE A FINN! OMG BESE A FIN. ¿DONDE ESTAS!!!???

177
Capítulo 16

Traducido por Dai


Corregido por Majo

M egan se sentó derecha en una silla en la cocina, suspendida entre el éxtasis y el


temor. Regina y John estaban en la habitación de al lado, hablando bajo,
tratando de decidir qué hacer con ella. Megan sabía que debería estar creando una
razón para que no la echen de su casa, pero no podía dejar de pensar en Finn. Y cada
vez que lo hacía, temblaba de felicidad.
Todavía sentía el recorrido de la yema del dedo de Finn en su mejilla. Su mano
recorriendo su cabello. Sus labios todavía hormigueaban por los besos de Finn. La
manera en que la miró la hizo sentir hermosa. Realmente se sentía hermosa y...
mirada.
Regina y John caminaron en el cuarto y Megan se sentó todavía más derecha. Se
preguntó si podían ver sus labios palpitando. Claramente Regina estaba exhausta y la
cara de John estaba arrugada por la preocupación.
—Bueno, seré honesto contigo, Megan. No sabemos que hacer aquí —finalmente dijo
John, frotando la parte de atrás de su cuello—. Sabes las reglas y esperábamos que el
castigo de la semana pasada hubiera resonado en ti de alguna manera, pero
obviamente no lo hizo. Entonces, ¿qué hacemos?
Megan lo miró desconcertada.
Finn caminó detrás de sus padres y toda Megan se encendió. Tanto Regina como John
miraron alrededor.
—Hey. Sé que ustedes me dijeron que esperé en mi cuarto, pero tengo algo que decir
—dijo Finn, frotando sus manos en sus jeans.
—Está bien —dijo Regina. Ella casi lucía con esperanza, como si Finn viniera con una
explicación para borrar lo que ella había visto.
Finn aclaró su garganta.
—No fue la culpa de Megan. Ella no debería ser castigada porque fui yo. Yo la besé,
entonces deberían hacer lo que fueran a hacer... a mí.

178
—Buen intento, pero se necesitan a dos para bailar —dijo John.
—Síp, lo sé, técnicamente —dijo Finn—. Pero quiero decir, Megan ni siquiera me
devolvió el beso... ¿cierto?
Mientras Finn habló, su cara enrojeció desde el cuello para arriba. Miró a Megan, sus
cejas alzadas, esperando que ella corrobore su historia. Megan no podía creer lo que
estaba escuchando. ¿De verdad lo había hecho tan mal que Finn pensó que no se lo había
devuelto? ¿O estaba siendo el chico más cool tratando de salvar su trasero?

—Cierto —dijo ella finalmente—. Fue tan inesperado...


Megan no sabía que más decir, por eso cerró su boca. Regina y John se miraron el uno
al otro, comunicándose en silencio. Finalmente John suspiró. Megan no pudo evitar
notar que los dos lucían aliviados.
—Está bien, entonces. Finn, tú también sabías las reglas y las ignoraste, entonces serás
castigado. De nuevo —dijo su padre—, irás a la escuela, harás la tarea y eso es todo.
Por dos semanas.
—¿Y el estudio? —preguntó Finn.
—Tampoco pintura —dijo su padre—, ¿entiendes?
Por un segundo pareció que Finn quería discutir, pero luego miró a Megan y dejó caer
su cabeza.
—Sí, lo entiendo.
—Está bien. Ve a tu cuarto —dijo John.
Finn se dio vuelta y subió por las escaleras. Megan quiso correr detrás de él y
agradecerle, pero no creía que eso luciera muy bien.
—John, me gustaría hablar con Megan a solas, si no te importa —dijo Regina,
haciendo que Megan se pusiera rígida. No había visto a Regina desde que salió esa
mañana. Entre todos los besos y el caos, casi lo había olvidado.
—Seguro —dijo John. Vaciló un momento y trató de encontrarse con la mirada de
Megan, pero le costó—. No estoy seguro sobre cómo poner esto, sólo voy a decirlo.
Lamento el comportamiento de mi chico. Si alguien alguna vez te hace sentir
incómoda...
—Oh por Dios, no. Estoy bien—dijo Megan. La última cosa que quería era que John y
Regina piensen que Finn de alguna manera había sacado ventaja de ella.

179
—¿Estás segura? —dijo John—. Porque no tengo problema en rajar algunos cráneos si
es necesario.
—John, ella está bien —dijo Regina con risa, poniendo sus manos en la espalda de
él—. Ve a mirar el juego.
—Bien. Está bien —dijo John, Luego sonrió con vergüenza y se fue.
—No te preocupes por él. Es una cosa de la testosterona —dijo Regina—, pero
supongo que estás teniendo un curso intensivo en eso.
—Síp, supongo —dijo Megan—. De cualquier manera, realmente siento lo de esta
mañana, Regina. —Sus hombros finalmente se derrumbaron cuando se inclinó hacia
adelante—. No debería haberme ido así. Fue grosero e irrespetuoso y de verdad lo
siento.
—No tienes que disculparte, Megan —dijo Regina, hundiéndose en la silla frente a la
suya—. Nunca te pregunté si estabas interesada en el spa antes de hacer la cita y
debería haberlo hecho. Entonces, lo siento.
—Tú sólo estabas tratando de ser agradable —dijo Megan, un nudo de culpa
formándose en su pecho. Sabía que sus padres estarían profundamente decepcionados
si sabían cómo había tratado a Regina esa mañana—. Supongo que arreglarse y
relajarse y todo eso realmente no es para mí —agregó, tratando de explicar.
—Y debería haberme dado cuenta de eso —dijo Regina, sus ojos suaves—. Creo que
estaba tan emocionada de tener a otra chica por aquí...
—Y en cambio tuviste a otro hombre —dijo lentamente Megan, mirando a la mesa.
—¡No! Eso no es verdad —dijo Regina. Se estiró y tiró de la mano de Megan a través
de la mesa, forzándola a mirarla a los ojos.
Regina enredó sus dedos con los de Megan y los mantuvo ahí.
—Tuve a una chica que sabe quién es y es realmente buena siendo esa persona.
Despacio Megan sonrió, muda.
—Bien —dijo Regina finalmente, liberando a Megan y parándose—. En esta casa
cuando alguien logra algo, como ser capitana del equipo de fútbol, puede elegir el
postre.
—¿Cómo lo supiste? —preguntó Megan.

180
—Me encontré con Pearl Porcaro y su mamá en el supermercado justo después de tu
entrenamiento —dijo Regina con una sonrisa—. Entonces, ¿qué será?
Megan pensó en su mamá. Ella no era una cocinera prolífica, pero había algunas cosas
que hacía increíblemente bien, y había una que Megan amaba.
—Mataría por un pastel de manzana —dijo Megan.
—Hecho —contestó Regina.
—Creo que iré a llamar a mis padres y les diré, si está bien —dijo Megan, parándose.
—Adelante —respondió Regina—, estoy segura de que les gustará oírlo.
Megan corrió hacia arriba, rebosando de la energía recién descubierta. Entre la
capitanía, Finn, el no-castigo y el momento con Regina, estaba más que lista para
compartir una pequeña alegría. Por supuesto, sus padres sólo escucharían de una de las
cuatro, pero ahora Megan sonaría diez veces más excitada por ello.
Tan pronto como Megan cortó con sus padres, hubo un golpe en la puerta de su
dormitorio.
—Soy Finn. ¿Puedo entrar? —preguntó.
El corazón de Megan empezó a palpitar y ella se deslizó hacia el pie de la cama.
—Sí, entra. —Ella tiró su pelo hacia atrás y deseo haber optado por una ducha en vez
de una llamada por teléfono.
Finn abrió la puerta y se quedó en la entrada.
—Hey.
Él era tan hermoso. Esos ojos claros azul grisáceo, ese cabello rubio. Todavía podía
olerlo —esa mezcla de algodón recién lavado y pintura fuerte.
La piel de ella todavía estaba cálida donde los brazos y las manos de él la habían
tocado. Todo lo que quería hacer era saltar hacia él y besarlo. ¿Él también lo sentía?
—Sólo quería asegurarme que todo estaba bien —dijo él.
—Síp, está bien —dijo Megan—. Gracias por... lo que hiciste allí abajo. No tenías que.
—Sí, bueno. Tengo algunas lecturas atrasadas de todas maneras —dijo Finn con una
pequeña sonrisa.

181
Megan miró hacia abajo a sus pies. Estaba parado entre la línea de madera oscura del
pasillo y la madera clara de su cuarto.
—¿Quieres entrar? —le preguntó ella.
Finn miró por el pasillo a su derecha.
—Em... no creo que sea la mejor idea.
—Oh —dijo Megan, sorprendida ante la intensidad de su decepción. Ella entendió que
él no quería meterse en más problemas. Lo hizo. También era lo último que ella
quería. O tal vez lo segundo que menos quería. Porque en ese momento, ella habría
arriesgado el ser castigada por el resto del año sólo para estar cerca suyo de nuevo.
Finn claramente no estaba sufriendo de la misma manera. De otra manera no habría
sido tan fácil para el resistirse.
—Bueno, de todas maneras supongo que debería regresar a mi celda.
Megan se paró. Tal vez si ella estaba más cerca de él. Tal vez entonces él recordaría
cómo se había sentido y se estiraría y la tocaría.
—Está bien —dijo ella.
Finn miró a sus ojos. Bésame, pensó ella, tratando de forzar al mensaje subliminar en su
dirección. Bésame, bésame, ¡bésame!

—Hey, ¡Finn! Espero que no estés en otro lugar que no sea tu habitación —dijo John
desde abajo.
—Bien —susurró Finn— Bueno, te veo. —Un segundo estaba ahí y un segundo
después la puerta de su dormitorio se cerró de golpe y se había ido.
El lunes en la mañana Megan entró al baño de la escuela y vio a la última cosa que
quería ver en primer lugar en la mañana... Hailey. Era claro por su cara enrojecida que
había estado llorando. Ahora estaba inclinada sobre el lavamanos, tratando de
delinearse en el espejo. Megan se quedó parada ahí por un momento demasiado largo,
suspendida entre el impulso a escapar y su recién encontrada compulsión para ser
fuerte. Pero antes de que Megan pudiera decidir algo, Hailey levantó la vista. Ella se
aclaró la garganta y dijo:
—Hey.
Megan caminó tentativamente en el cuarto.
—¿Estás bien? —preguntó, sobre todo como un reflejo.

182
—No tienes que fingir que te importa —dijo Hailey, dejando caer su delineador en su
pequeño bolso de red. No sonó sarcástica o agresiva, sólo cansada y triste.
—No estoy actuando... no creo —dijo Megan, apoyándose hacia atrás contra el
lavamanos.
—Bueno, todos me odian. Es oficial —dijo Hailey encogiéndose. Sacudió su cabeza
mientras armó de nuevo su mochila en un segundo, agarrando una brocha y un
rociador de la esquina—. Incluso Jessica no me hablaría esta mañana. Ella es tan
hipócrita. No es como si no supiera lo que está sucediendo.
Hailey se encontró con sus ojos en el espejo y tiró su mochila sobre sus hombros.
Tomó una respiración profunda y se dio vuelta.
—Mira, ni siquiera voy a tratar de explicártelo —dijo, luciendo más frágil de lo que
Megan alguna vez había imaginado posible—. Es sólo que realmente lo amo y de
verdad no puedo imaginar lo que sería si él... si él...
—Está bien. Lo entiendo —dijo Megan. Excepto que ella no estaba completamente
segura de hacerlo. Después de todo, ella nunca había estado enamorada.
No en una relación real, correspondida, al menos. Pero la última cosa que quería hacer
era estar ahí y mirar a Hailey derrumbarse totalmente.
—No, no lo haces. Realmente no soy así —dijo Hailey—. Nunca estoy a la cabeza de
un caso. Es sólo... todo tiene sentido entonces, ¿sabes? Todo tiene perfecto sentido.
Pero ahora todo está estropeado.
—Bueno, todos cometen errores, supongo —dijo Megan. Se dio vuelta y sacó una
toalla de papel del dispenser y se la dio a Hailey.
Hailey la tomó y la puso bajo una esquina de su ojo.
—¿Por qué estás siendo tan agradable? —preguntó.
Megan parpadeó.
—Honestamente, no tengo idea.
Y luego, de repente, algo extraño sucedió... ambas rieron. Era un momento liberador
para Megan, estar parada allí con su declarada enemiga mientras la chica intentaba no
llorar. Megan sólo quería que todo fuera simple de nuevo. No había razón para que
todos fueran tan miserables. Además, después de lo que había pasado con Finn, Hailey
podía tener a Evan y todos sus dramas. Megan estaba hecha.

183
—Bueno, lo siento. Por todo ello —dijo Hailey, haciendo un bollo con la toalla—. No
tienes idea de cuánto —agregó amargamente y Megan sabía que ella estaba pensando
en Evan.
Mirando a Hailey juntar fuerza, el corazón de Megan se expandió en capacidad. Tenía
un sentimiento de que las próximas pocas semanas iban a ser incluso peores para
Hailey que lo que la última pareja había sido para Megan.
—Está bien —dijo Megan con un asentimiento—. Gracias.
Hailey dejó escapar el aliento y tiró la toalla de papel al cesto de basura. Acertó.
—No me digas que también juegas básquet —dijo Megan ligeramente.
Hailey miró a Megan y suspiró.
—Este va a ser un largo año.
Megan colocó su bandeja de almuerzo en la mesa y miró alrededor del patio. Miller
estaba sentado en su vieja mesa con los auriculares puestos y los ojos estrechos en
concentración. Megan había estado sorprendida de no haberlo encontrado en la puerta
como las últimas semanas, pero ahora estaba incluso más confusa. Era como si todo su
progreso hubiera sido olvidado.
—¿Qué pasa con Miller? —preguntó Ria, levantando su mochila por sobre su cabeza
mientras se sentó?
—Me estaba preguntando lo mismo —dijo Megan.
—Realmente, creo que él dijo algo sobre que no tenía permitido sentarse contigo —
dijo Aimee, sacudiendo su jugo de manzana mientras miró a Megan—. ¿De qué se
trata eso?
—¿No tiene permitido sentarse conmigo? —preguntó Megan, confundida—. Eso es
extraño. Voy a hablar con él.
—Dile que lo extrañamos —dijo Pearl cuando abrió su caja de mostacillas.
Megan estaba a punto de dirigirse hacia afuera cuando Hailey apareció, la bandeja en
sus manos, al final de su mesa.
—Hola —dijo con una sonrisa demasiado brillante.
—Um... hola —contestó Megan.
—¿Qué pasa? —preguntó Aimee, arrugando su frente.

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—Jessica y esos chicos están actuando todos menstruales, entonces me preguntaba si
podía sentarme aquí por unos días —dijo Hailey.
Todos en la mesa miraron a Megan y ella dudó. Disculpas arbitrarias en el baño las
podía manejar. Sentarse con la chica en el almuerzo toda la semana era mucho
preguntar. Pero un rayo de casi desesperada esperanza en los ojos de Hailey y Megan
sintió su decisión desmoronarse. Uno sólo podía imaginar cuan mortificante sería para
una chica como Hailey verse sentada sola en la cafetería. Probablemente, su mayor
temor.
—Seguro, supongo —dijo finalmente Megan.
Aimee dejó salir el aire. Por un pequeño momento, nadie habló. Megan giró su
tenedor en su espagueti. La mesa estaba tan silenciosa que sonaba como si nadie
estuviera respirando. Alguien tendría que decir algo pronto o todos se asfixiarían.
—Entonces, ¿todos están listos para nuestro primer juego? —dijo Aimee finalmente.
—Lo sabes —insertó Ria.
—Ellos tienen un nuevo portero este año —dijo Hailey—. Ella es verde, pero es buena.
—El entrenador dijo que es zurda, entonces es débil por su derecha —agregó Megan—
. Tenemos que ir por ese lado tanto como sea posible.
—Debe ser agradable cuando ustedes saben sus debilidades —dijo Jenna, sus ojos
brillando detrás de sus lentes.
—Hey, Hailey ¿quieres una pulsera? —preguntó Pearl.
Todos se giraron para mirarla. Conversación forzada era una cosa, regalos era otra.
—Uh... seguro —dijo Hailey.
Ella se giró y abrió la pequeña bolsa en su mochila. Mientras busco en ella, Ria golpeó
a Pearl en su brazo.
—¿Vas a hacerle una pulsera? —Ria susurró.
—¡Ow! ¿Cuál es el problema? —susurró de regreso Pearl.
—Esa chica no merece regalos —replicó Ria.
—Bueno, no puedo retirarlo ahora —dijo Pearl, luciendo miserable.

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Megan miró a Hailey mientras ella buscaba intensamente. No había duda de que ella
estaba escuchando cada susurro que se estaba diciendo.
—¿Saben qué? Está bien. No necesito más pulseras —declaró Hailey, sacando de
repente un lápiz labial. Algo se cayó de su mochila y aterrizó directamente en el centro
de la mesa, frente a Megan. Era un pequeño parche con letras bordo y bordes color
oro. Se leía “capi”.
Todos en la mesa se volvieron de piedra. Megan no habría podido apartar los ojos si
hubiera tratado.
—¿Qué es eso? —dijo finalmente.
—Oh, es sólo... mi mamá y yo lo hicimos antes que... tú sabes —tartamudeó Hailey
mientras lo recogió—. Era para mí chaqueta universitaria.
Ella se detuvo y Aimee se movió incomoda en su asiento. Megan se sintió desaparecer.
—Lo que sea, supongo que tú puedes tenerla ahora —dijo Hailey, dejándola caer
delante de la bandeja de Megan.
Megan ni siquiera quiso tocarla. Pensó en su equipo de regreso en Texas y como la
devastó cuando se dio cuenta que nunca iba a ser su capitana. Sólo podía imagina lo
que podría haberse sentido para ella realmente tener que entregar la credencial de
capitana a alguien más. Le habría arrancado el corazón.
—Entonces ¿escucharon que el Sr. McKenna está saliendo con Marcy Dherman? —
dijo Raid de ningún lugar.
—¡Ew! ¡Asqueroso! —exclamó Pearl.
—¿Quién es Marcy Sherman? —preguntó Megan, mirando a Hailey quien alzo la vista
del parche de capitán.
—Ella solía venir aquí —dijo Hailey, levantando su botella de agua—. Sólo es dos
años más grande que yo.
—¡Ugh! Eso está tan mal —dijo Jenna—. El Sr. McKenna es un anciano.
La conversación siguió girando alrededor de ello y el parche ahí en la mesa,
pareciendo crecer con cada segundo que pasaba. Megan esperaba que Hailey lo tome
de regreso, pero ella sabía que los roles se había invertido, no quería a esa cosa en su
mochila, recordándole de la capitanía que siempre había querido y casi tuvo. Ella no
había perdonado a Hailey por todo lo que había hecho, pero aún su corazón salió

186
hacia la chica. Ella no creía que fuera posible estar tan enojada con alguien y a la vez
sentirte tan mal por esa persona.
¿Por qué la vida tenía que ser tan complicada?

***

De: TooDamn-Funky@yahoo.com

Para: Kicker5525@yahoo.com

Asunto: Re: OPD OPD OPD


¿Besaste a FINN? ¿No a Evan... FINN? ¿CUÁNDO? ¿POR QUÉ? ¿POR CUÁNTO
TIEMPO? ¿CÓMO PUEDES MANDARME ESTO POR E-MAIL Y NO ELABORARLO
UN POCO? Y olvídame, ¿¡dónde diablos estás!?

—Mensaje original—

De: Kicker5525@yahoo.com

Para: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: OPD OPD OPD


BESÉ A FINN! ¡BESÉ A FINN! ¿¡DÓNDE ESTÁS!?

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Capítulo 17

Traducido por Rihano


Corregido por Majo
—¿E stás segura de esto, Meade? —preguntó la entrenadora Leonard.
—Sí, entrenadora. Sé que suena loco, pero estoy haciendo lo correcto.
Se oyó un golpe rápido en la puerta de la oficina antes de que se abriera. Megan se dio
la vuelta mientras Hailey asomó la cabeza en el interior.
—Hola, entrenadora. ¿Vithya dijo que quería verme? —dijo Hailey. Entonces vio a
Megan y se detuvo.
—Sí, Farmer. Tome asiento —dijo la entrenadora Leonard.
Hailey se dejó caer en la silla junto a Megan y cuidadosamente colocó su chaqueta y
sus dos bolsos en el suelo. De repente se veía pequeña y asustada, como un niño
esperando conseguir una vacuna contra el tétano.
—Bueno, Farmer, déjame ponerte al día. Meade me acaba de decir que la votación
para el capitán puede no haber sido exactamente justa —dijo la entrenadora Leonard,
inclinándose hacia adelante en su silla y apoyando sus gruesos antebrazos en la mesa.
—¿Qué quiere decir? —preguntó Hailey cuidadosamente.
—Entiendo que las dos empataron en la primera votación y que algún tipo de chisme
afectó a la segunda votación —dijo la entrenadora, mirando directamente a Hailey—.
¿Diría usted que eso es verdad?
Megan y Hailey se miraron entre sí. Hailey todavía se veía confundida.
—Sí —dijo Hailey.
La entrenadora Leonard golpeó un lápiz en el borde del escritorio.
—Bueno, siento decir que esto ha sucedido antes, factores no relacionados con nuestro
equipo afectan al voto, así es —dijo la entrenadora, recostándose en su silla—. Pero

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esta es la primera vez en mis doce años aquí que un capitán ha preguntado si podía
entregar su título a otro jugador.
—¡Qué! —exclamó Hailey, sentándose hacia delante, luego, volviéndose a mirar hacia
atrás a Megan—. ¿Me estás jugando una broma?
—No tiene sentido para mí ser el capitán —explicó Megan, empujándose para
levantarse de su asiento—. Has estado aquí más tiempo y siempre has sido la líder de
este equipo... Si no me hubiera trasladado aquí, sin duda habrías ganado esa votación.
—¿Por lo menos te estás oyendo? ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? —preguntó
Hailey.
—Sí, lo sé —dijo Megan.
—No lo entiendo —dijo Hailey—. He sido tan...
Se calló y ambas miraron a la entrenadora Leonard, quien parecía estar pendiente de
cada palabra suya.
—¿Entonces, qué? ¿Has sido tan qué? —le preguntó Leonard.
—Nada —respondió Megan—. Mira, Hailey, no estoy diciendo que quiero ser la
mejor amiga ni nada, pero solo creo que tú deberías ser el capitán. Además, eres una
estudiante de último año y yo soy de segundo. Esta es tu última oportunidad.
Hailey se recostó en su silla, estupefacta. Megan miró a la entrenadora Leonard.
Parecía hora de que la figura de autoridad en la sala replicara.
—Bueno, tanto como me gusta un poco de drama en la tarde, tenemos un juego por
jugar, así que voy a tomar una decisión ejecutiva aquí —dijo la entrenadora Leonard,
empujando hasta juntar algunos papeles—. Meade, tan honorable como esta idea tuya
es, no podemos ignorar completamente el voto del equipo, así que propongo un
compromiso. A partir de ahora, los dos son co-capitanes. ¿Crees que puedan
manejarlo?
Megan miró a Hailey. ¿Trabajando codo a codo con ella para dirigir el equipo durante
toda la temporada? No estaba del todo segura de que pudieran hacerlo sin matarse la
una a la otra.
—Me parece justo —dijo Hailey tentativamente.
—Empatamos la primera vez —agregó Megan.

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—Correcto, está arreglado —dijo la entrenadora—. Ahora vayan a buscar sus
uniformes y vamos a patear un pequeño trasero Black Bear.
Megan recogió sus cosas y abrió la puerta, Hailey siguió detrás de ella. Mientras
caminaban hacia el vestuario, Hailey dio algunos pasos adicionales para emparejarse
con Megan y caminar a su lado.
—Mejor que estés preparada para este juego, novata —dijo Hailey, abriendo la puerta
del vestuario para Megan y dejando que los sonidos de la conversación llena de
adrenalina se derramaran. Ella le dio a Megan una pequeña sonrisa.
—Mira y aprende —Megan se volvió con una sonrisa—. Sólo mira y aprende.
Megan corrió a la casa, prácticamente explotando con la noticia. No sólo había
marcado el gol final, sino que todo el partido había estado impecable. Ellas habían
dominado completamente a los Bears y todos estaban hablando acerca de cómo este
realmente podría ser el año. Hailey y Megan iban a liderarlos a los estatales.
Tal vez era un poco prematuro, pero eso no hizo nada por silenciar la excitación de
Megan.
Un fuerte gemido, colectivo subió del sótano y Megan bajó por las escaleras, sin
aliento. Caleb e Ian tenían los controles y Caleb estaba sentado en el regazo de Evan.
Doug estaba repantigado en el sofá en la pared del fondo con Miller en el otro
extremo, la mirada fija en The Sporting News. Megan estaba decepcionada al ver que
Finn no estaba allí, pero sólo dudó por un segundo.
—¡Ustedes chicos nunca van a creer esto! ¡Acabamos de vencer a Hacketstown cuatro
a cero! —exclamó Megan—. ¡Deberían haberlo visto! ¡Estábamos encendidas! Ustedes
definitivamente tienen que venir a uno de mis juegos. Te juro que esto va a ser historia
en el acontecer.
Nadie dijo una palabra. Nadie siquiera la miró.
—¿Hola? ¿Alguien me oye? —dijo Megan, agitando la mano.
La cabeza de Miller se inclinó más cerca de la página. Evan apretó la mandíbula y
miró fijamente a la pantalla del televisor. Caleb empezó a retorcerse mientras miraba a
cada uno de sus hermanos por turno.
El estómago de Megan dio vuelta. Ellos estaban activamente ignorándola. Y habían
conseguido de alguna manera que Miller participara en esto. Por eso era que a él no se
le había permitido sentarse con ella en el almuerzo ese día. Al parecer, otra reunión se
había celebrado y el congelador estaba en marcha.

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Megan sacudió la cabeza y miró al suelo.
—No les creo muchachos —dijo ella—. ¿Qué hice esta vez?
—Conseguiste que a Finn lo enterraran —dijo Ian finalmente.
—Sí, y él iba a enseñarme como superar el segundo nivel de Halo 2 —se quejó Caleb.

Megan se echó a reír. —Tienes que estar bromeando.


Sin embargo, nadie la miraba. Nadie se estaba riendo.
De repente, Megan sintió un flujo de algo caliente y bilioso. Su vértigo fue arrastrado
por una ola de ira tan feroz que se hizo cargo por completo.
—¿Van ustedes a culparme por todo lo que sucede en esta casa de aquí en adelante? —
preguntó ella.
—Finn no podría codiciar tus galletas16 si tú no estuvieras aquí restregándolas en su
cara, ¿o sí? —dijo Doug.
—¡OhmiDios! ¿Es eso lo que crees que pasó? —le preguntó Megan—. ¿Qué yo lo seduje
o algo así? Bueno, aquí hay una pequeña noticia de última hora, gamberro, él me besó,
¿de acuerdo? ¡Dios! ¿No puede alguno de ustedes asumir alguna responsabilidad por
sus acciones? Todo lo que he intentado hacer desde que entré por esa puerta es ser su
amiga, pero ustedes son tan malditamente elitistas que han hecho todo lo posible para
hacerme infeliz. ¡Bueno, estoy harta de eso!
—Oh-oh, ten cuidado. La niña va a hacer un berrinche —dijo Doug, levantando las
manos.
Caleb y Ian se echaron a reír y Megan entrecerró los ojos hacia Doug hasta que tuvo
que apartar la mirada.
—Ustedes dos no se rían de mí —dijo Megan, acercándose a Ian y Caleb—. ¿Saben
cuántas cosas han hecho desde que estoy aquí por las que definitivamente podría
haberlos delatado? Han estado en mi habitación, han destrozado mi ropa, robado mi
maquillaje, aplastado mis neumáticos. ¿Y quién sabe qué más? Pero no he dicho ni una
palabra. He protegido totalmente sus traseros.
Los chicos miraron hacia la alfombra y Megan siguió su camino.

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NDT: Galletas: en este caso se hace en contexto sexual. Se refiere a la vagina.

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—Y tú, Miller. Ni siquiera estarías hablando con Aimee si no fuera por mí.
—¿Tú le hablas a las chicas ahora, tonto? —dijo Doug.
—¡Y tú! —dijo Megan, dando vueltas sobre Doug—. En algún lugar de esa pesada
cabeza imposible tuya sabes que me debes a lo grande.
—¿Qué diablos se supone que significa eso? —soltó Evan, hablando por primera vez.
—Ni siquiera comenzaré contigo —dijo Megan, sus ojos brillaban—. No soy la que
durmió con tu novia, ¿de acuerdo? ¡Así que deje de tomarla conmigo! —Evan la miró
por un largo rato antes de finalmente rendirse y mirar hacia la TV.
—Dios, ustedes chicos son tan inconscientes. —Megan negó con la cabeza—. Todo lo
que les importa son ustedes mismos. No están enojados conmigo porque hice que a
Finn lo castigaran. Sólo están buscando otra excusa para sentirse todos varoniles
aislándome. Bueno, déjenme decirle algo, muchachos, a mí no me parecen hombres.
Se ven como un montón de pequeños bebés llorones.
Los ojos de Doug relampaguearon y cuando vio que Megan se había dado cuenta de
que había llegado a él, soltó una risotada.
—Oh, gran argumento, Doug. Muy penetrante —dijo Megan, sosteniendo su mano
sobre su corazón—. Me acabas de llegar justo aquí.
Dejándolos en silencio, Megan pisoteó hasta el primer piso y todo el camino hasta su
dormitorio, cerrando la puerta detrás de ella.
No puedo creer que acabo de hacer eso, pensó ella, mientras su mente daba vueltas.

Con las piernas temblorosas, Megan se acercó a su cama y se desplomó hacia adelante.
En su mente vio el perfil enojado de Evan, el desprecio de Doug, Miller tratando tan
duro como él podía de no mirarla, Ian mirando fijamente a la televisión, Caleb
frunciendo el ceño mientras le gritaba a ella. Su alivio fue matizado por una inmensa
tristeza. Ellos le habían demostrado como realmente se sentían. Y no importaba lo que
había hecho, no importaba lo duro que había tratado, ya que todos la odiaban. Todos
ellos realmente, verdaderamente la odiaban.
—No importa —dijo Megan en voz alta—. Son un montón de idiotas. —¿Y qué le
importaba si un montón de imbéciles la odiaba? A ella no le importaba. No le
importaba en absoluto.
Poco a poco Megan tiró un cojín hacia ella y apretó su cara en este. Pasó la siguiente
media hora tratando tan duro como podía de no llorar.

192
Megan cerró de golpe su libro de texto de química y miró el reloj. En la última hora
había absorbido exactamente nada. Entre obsesionarse con el hecho de que Finn
estaba justo al lado y reproducir su crisis de esa tarde una y otra vez en su cabeza, no
había dejado lugar en su cerebro para la tabla periódica de elementos.
La cena había sido un asunto tenso, en silencio durante el cual Megan había empujado
su pollo y las verduras alrededor y bebió un sorbo de agua. De alguna manera, comer
en presencia de media docena de personas que la odiaban no era posible. Ahora, por
supuesto, ella se moría de hambre.
Megan agarró su mochila y rebuscó hasta que encontró la barra de Snickers que había
comprado esa tarde después del almuerzo. Ella la terminó en cuatro mordiscos, pero
su estómago aún se estaba retorciendo en nudos: era hora de hablar con Finn.
Tenía que haber oído de lo que había sucedido esa tarde. Estos hermanos eran más
chismosos que toda la población femenina de la secundaria Baker.
Realmente estaba algo sorprendida de que él no había venido a hablar con ella sobre
eso, pero si no iba a venir a ella, podría ir a él.
Se dirigió al pasillo y llamó sin hacer ruido a su puerta.
—¡Adelante!
Megan respiró hondo y entró. —Hola.
Finn levantó la vista de su escritorio como si se sobresaltara.
—Hola —respondió, presionando sus manos contra los muslos de sus vaqueros. Miró
más allá de ella en el pasillo, pero cuando Megan se dio la vuelta, se encontró que
estaban solos.
—¿Qué pasa? —le preguntó Megan.
—En realidad no deberías estar aquí —dijo Finn.
El corazón de Megan cayó como una piedra.
—Sé que tus padres están molestos, pero ¿crees que realmente ellos esperan que
nosotros no hablemos?
—Sí... No... No lo sé —dijo Finn, girando en su silla—. Yo sólo... ¿No crees que
debemos dejar que las cosas se calmen un poco primero?

193
—Sí, como si eso vaya a pasar alguna vez en esta casa —bromeó Megan sin
convicción. Finn no se rió. Ella tragó saliva contra un nudo en su garganta y miró
alrededor con incertidumbre. Había venido aquí así Finn podría tranquilizarla y
hacerla sentir mejor, como siempre lo hacía, pero de la forma evasiva en que estaba
actuando solo estaba haciéndola sentir peor.
—Mira, es simplemente... que estar cerca de ti es... no es fácil —dijo Finn, mirando a
todas partes, menos a ella. Él puede también haber lanzado agua fría en su cara.
—Oh, bueno, lo siento —respondió Megan, dando marcha atrás—. Supongo que eso
es fácil de resolver.
—No, Megan, espera —dijo Finn.
Pero ella estaba peligrosamente cerca de las lágrimas y no había manera de que se
fuera a romper delante de él.
—No, en serio, me iré —dijo Megan.
Finn tragó y parecía como si quisiera decir algo. Por una fracción de segundo, el
corazón de Megan atrevió a esperar, pero luego él se dio la vuelta y miró sus notas de
nuevo.
—Sí... está bien —dijo.
Finn se centró deliberadamente en su trabajo. Esto estaba sucediendo realmente. Finn
no quería tener nada que ver con ella. Por último, sintiéndose como la más grande
idiota en la tierra, Megan se obligó a moverse. Sorprendentemente, se encontró de
regreso en su habitación sin derramar una lágrima. Cerró la puerta y agarró el mango
sólo para tener algo para agarrarse. Se sentía como si todo estuviera cayendo. Todo lo
que le importaba, todo lo que había pensado que sabía. Se suponía que Finn sería su
amigo. Más que eso. Él la había besado. La había abrazado. Se había sentido tan
segura a su alrededor. Había sido la única persona que nunca la había defraudado.
Ahora sólo se sentía abandonada, completa y totalmente sola.
Megan agarró su teléfono de su escritorio y marcó rápidamente, el temblor de sus
dedos haciendo la tarea difícil. Pulsó llamar y llevó el teléfono a su oído, apretando sus
ojos cerrados tan fuerte como pudo. Esto tenía que ser hecho antes de que cambiara de
opinión.
—El mayor Meade aquí.
Al segundo que oyó su voz, supo que estaba haciendo lo correcto. Sabía dónde se
suponía que debía estar.

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—¿Papá? —dijo Megan rápidamente—. Quiero ir a Corea. Quiero volver a casa.

***

De: Kicker5525@yahoo.com

Para: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: Guía de chico


Guía de Megan Meade de los chicos McGowan Entrada Doce

Observación # 1: Los chicos no tienen ningún sentido.


Pensé que le había gustado, Trace. Realmente pensé que yo le gustaba.

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Capítulo 18

Traducido por PaolaS y Andy Parth


Corregido por Majo
—¿T e vas?
Era la noche del martes y la madre de Megan había llamado para decirle que le había
reservado un vuelo para la noche del jueves. Y ahora Megan estaba sentada en la
cocina con Regina y John, quienes la miraban como si acababa de anunciar una
operación de cambio de sexo inminente.
—Hablé con mis padres y a todos nos parece que es lo correcto —dijo Megan, su
corazón latía con fuerza. Quería decir lo menos posible. No había manera de que se
sentara aquí e hiciera frente a estas personas que habían sido tan amables con ella y le
dijera que sus hijos la habían hecho tomar la decisión de irse.
—Sabemos que no ha sido fácil, Megan, pero ni siquiera te has dado realmente tiempo
a ti misma para adaptarte —dijo Regina.
—O nosotros —agregó John—. Si hay algo que podamos hacer para que te sientas más
cómoda, por favor, solo pídelo.
—No es eso —dijo Megan—. Ustedes han sido geniales, de verdad. Es sólo que...
extraño a mis padres. —Se trataba de una razón honesta. Más muchas otras que no iba
a mencionar.
—Por supuesto que sí, cariño —dijo Regina—. Pero, ¿estás realmente segura de que
deseas mudarte a Corea? Cuando tu padre nos llamó la primera vez, él dijo que estabas
muy inflexible acerca de irte.
Megan tragó saliva, tratando de no pensar en todas las cosas que iba a extrañar. Los
juegos con su nuevo equipo, los almuerzos con Aimee y los demás, las fiestas, los
bailes. Su padre le había dicho acerca de la escuela a la que iba a asistir en Corea. Era
una escuela de chicas con uniformes y una política estricta de no-maquillaje. Megan
estaba adivinando que los bailes de tarde en la noche serían mal vistos también.

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Por supuesto, después de todo lo que había pasado el último par de semanas, tal vez
eso sería más seguro. Tal vez Megan necesitaba una zona libre de chicos por el
momento.
—Creo que cometí un error —dijo Megan—. Es mucho, ¿saben? Por lo menos si estoy
con mis padres, voy a estar... no sé....
No podía encontrar la manera de ponerlo en palabras, sin ofenderlos. Lo que ella
quería era un nivel de comodidad, su familiaridad, esa sensación de que estaba a salvo.
Sus padres le podían dar eso.
Regina y John intercambiaron una larga mirada.
—¿Hay algo que pueda decir para hacerte cambiar de opinión? —le preguntó John
finalmente.
—No realmente —dijo Megan—. Pero es bueno que desees intentarlo.
Regina dejó escapar un suspiro y sonrió débilmente.
—Bueno, te vamos a extrañar —dijo—. Y quiero que sepas que eres bienvenida aquí
en cualquier momento.
Megan sonrió agradecida. Tanto John como Regina parecían molestos, pero Megan
sabía que en el fondo, tenían que sentirse aliviados. Como Doug había señalado a sus
hermanos durante su primera semana allí, tenían el lugar bastante apretado. Todo lo
que Megan había hecho era entrar, enredar y confundir todo. Estaba segura de que en
algún nivel, los McGowan tenían ganas de recuperar algo parecido al orden que
tuvieron alguna vez —tan caótico como podría haber sido.
—Oye, ¿tú crees que podríamos no decirle... a todo el mundo? —dijo Megan—. Creo
que sólo haría todo más difícil. —Eso con la fiesta de la victoria masiva que lanzarían y todo,
pensó.
—¿De verdad crees que es justo? —preguntó John.
—A Ellos no les importara —dijo Megan—. Confía en mí. Voy a escribirles un e-mail
o algo así, te lo prometo.
—Bueno, está bien —dijo John—. Creo que podemos respetar eso.
—Gracias —dijo Megan, de pie—. Creo que me voy a empezar a organizar mis cosas.

197
Megan se dirigió escaleras arriba, todo su cuerpo sintiéndose pesado. Había pensado
que podría sentirse liberada después de darle la noticia a John y Regina, pero se sentía
triste.
Estás haciendo lo correcto, se dijo.

Cerró la puerta de la habitación en silencio detrás de ella y miró a su alrededor a sus


cosas. Ya era hora de seguir adelante.
El jueves por la noche, Megan se sentó en el borde de su cama, con sus bolsas apiladas
cuidadosamente en el colchón detrás de ella, con su pie rebotando contra el suelo
espasmódicamente. Había estado a punto de irse hacia una hora, pero todavía tenía
cuarenta y cinco minutos antes de que el coche la recogiera. John se había ofrecido a
llevarla al aeropuerto, pero Megan había declinado. Sólo quería salir de aquí. Hacer un
corte limpio. Dejar todo atrás.
Por supuesto, ahora que se acercaba el momento, era obvio que Megan nunca iba a
salir de la casa sin que nadie se enterara. Todos estaban en casa, viviendo sus vidas
normales. Megan luchando fuera de su habitación con sus maletas y su laptop iba a
voltear algunas cabezas.
Voy a lidiar con esto. Voy a lidiar con lo que suceda, Megan pensó, empujándose para
levantarse. Paseó por la habitación, golpeando su puño contra la palma de su mano. Se
sentía como si estuviera atrapada en ese momento de ansiedad antes de levantarse
frente a clase para hacer un informe oral —cientos de veces. Cada segundo Megan
quería salir de la habitación, encontrar a Finn o a Evan o a Doug o Miller y decirles
exactamente lo que pensaba de ellos. Esta podría, después de todo, ser su última
oportunidad. ¿Pero cuál sería el punto?
Megan miró por la ventana de atrás y vio a Evan balanceando lánguidamente en la
hamaca, mirando al cielo con un brazo detrás de su cabeza. Por su expresión
melancólica tenía la sensación de que estaba pensando en Hailey. Megan de repente
sintió ganas de pegarle. Hace dos semanas, cada vez que veía a Evan, había visto a un
tipo bien, un tipo profundo, lindo, con un alma increíble. Ahora todo lo que veía era
un bebé grande.
Evan sabía la verdad ahora. Todo el mundo lo había regado en la escuela. Sabía que
Hailey era la que había mentido. ¿Pero le había pedido disculpas a Megan? No. ¿Había
hablado con Doug? No. Era como si él sólo quería ser la víctima.
Allí, de pie, mirando hacia él, Megan se dio cuenta de que había una razón para hablar
con Evan. Tal vez podría volver a pensar en el cómo tipo que había pensado que
conocía. Tal vez podría despertarlo.

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De repente determinada, Megan corrió escaleras abajo y al patio trasero. El sol estaba
empezando a bajar, todo lo silencia a su alrededor.
—Necesito hablar contigo —dijo mientras Evan se sentaba. Se volvió hacia la casa—.
¡Eh, Doug! ¡He encontrado una de tus viejas Playboys! ¡Si la quieres de vuelta, estoy
fuera!
Evan empujó su camino para salir de la hamaca y se paró junto a ella.
—No voy a hablar con él.
—Sí, lo harás —dijo Megan, cruzando los brazos sobre el pecho—. ¿No crees que me
debas una conversación?
Evan apenas podía mirarla.
—Sí, tal vez —admitió finalmente—. Pero a él no.
Doug llegó disparado por la puerta trasera. En el momento en que vio a Megan y Evan
y ninguna Playboy, se volvió y comenzó a entrar.

—Quería decirles que me voy a Corea —anunció Megan—. En una media hora.
La mandíbula de Evan cayó y Doug se congeló en sus pistas. Se dio la vuelta
lentamente y pegó una sonrisa en su rostro.
—Finalmente —dijo.
—Sí, bueno, antes de irme, hay algo que quiero decir a ustedes —dijo Megan.
—¿Las Famosas últimas palabras? —le preguntó Doug con sarcasmo.
Pero él se sentó en el borde de una silla de patio, con las piernas cruzadas, y la miró
expectante. Evan tampoco se movió. Megan respiró hondo. Ella sólo tenía una
oportunidad de obtener este derecho.
—Desde que era una niña pequeña, siempre he querido un hermano o una hermana —
comenzó a Megan, mirando hacia atrás y hacia adelante entre ellos—. Siempre pensé
que sería tan genial. Que tendría alguien con quien compartir todo, alguien que
siempre estaría allí, alguien que me importara y tuviera en cuenta, que se preocupara y
cuidara de mí. Pero después de ver la manera en que ustedes se han tratado en el
último par de semanas, no lo sé. —Evan miró al suelo y Doug puso los ojos, pero
Megan no se detuvo.

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—Por alguien como Hailey Farmer... que algo tan estúpido como el sexo sin sentido
—ebrio se interponga entre ustedes... es una locura —dijo Megan—. La muchacha le
mintió a los dos. Ella jugó con los dos. Ustedes son hermanos. Eso es algo para
siempre. Y lo que me mata... lo que realmente me mata es que no tienen idea de lo
afortunados que son.
Megan miró hacia arriba. La expresión de Doug cambio. Él y Evan ahora me miraban
con ojos duros, como si estuvieran haciendo un gran esfuerzo para mantener lo que
realmente estaban sintiendo y pensando en su interior. Por primera vez, Megan fue
golpeada por la similitud de estos dos chicos aparentemente diferentes. En realidad
compartían la misma obstinación, la misma ignorancia, y, al parecer, los mismos
gustos en las mujeres.
—La verdad es que lo siento por ustedes. Realmente lo siento —dijo Megan—. Están
tan ocupados buscando un número que no se dan cuenta de lo mucho que están
perjudicando a la gente a su alrededor. La gente que realmente los ama. O, que si
ustedes les dieran la oportunidad lo harían —finalizó Megan, mirando a Evan. Le
sostuvo la mirada hasta que su rostro quemaba por el esfuerzo y parpadeó por fin.
Megan volvió a Doug.
—Así que no crean que es su ley del hielo estelar lo que me hace irme porque no es así
—agregó—. No puedo soportar estar cerca de personas que toman tanto por sentado.
Aparte de los pájaros en los árboles cantando sus canciones, el patio trasero estaba
totalmente en silencio. Megan había dicho su parte, y después de haber dicho la
verdad, se sentía eufórica. Se sentía capaz de cualquier cosa. Ahora, de pronto, tuvo la
imperiosa necesidad de hablar con Finn. Se volvió y, por costumbre, se acercó al
cobertizo, ni siquiera pensando en el hecho de que él había sido expulsado de su hogar
lejos del hogar. Con un empuje abrió la puerta y el mundo entero se detuvo en seco.
De pie sobre el caballete directamente a través de ella estaba su propia imagen. Una
Pintura de Finn, de ella. Completada hasta en el detalle de las pestañas. Perdió el
aliento.
Poco a poco se acercó a la pintura. No se parecía a cualquier otra cosa que Finn
hubiera pintado nunca. No había pintado su perfil o su hombro o sus manos o su oreja.
Era el único cuadro en la habitación que era un completo retrato de su cara, y era
increíble lo mucho que se parecía a ella. Sólo que más suave de alguna manera. Más
bonita. Más abierta. Sus labios se detenían a un lado en una especie de sonrisa
sabionda. Su piel casi brillaba, y el puñado de pecas en su nariz parecía realmente
dulce. Pero fueron los ojos lo que la mataron. Ellos se arremolinaban con al menos

200
cinco tonos de verde y tenía manchas delicadas de oro pintadas sutilmente a través de
ellos. ¿Era así como la veía Finn? ¿De verdad la creía así de… bella?
Megan se estiró y tocó el borde del lienzo. La pintura estaba completamente seca.
¿Cuándo había tenido tiempo de terminar esto? Se acordó de pronto de que había sido
castigado por los últimos días. Él debía haber venido a escondidas aquí toda la semana
para trabajar en él. Y lo había terminado. Había terminado en realidad una pintura. De
ella.
Un coche tocó la bocina en la calzada. El coche de Megan estaba aquí. Temprano.
Listo para llevarla lejos.
¡Sólo tienes que irte! se dijo, tratando de reunir su fuerza interior. Vete de aquí ya.

Megan dio la espalda a sus propios ojos y corrió a buscar sus cosas. Este lugar era más
de lo que podía manejar. Demasiado confuso, demasiado abrumador, demasiado. Ya
era hora de volver a un mundo libre de chicos.

***

—Atención, pasajeros del vuelo 233, con servicio sin escalas a Los Ángeles —anunció
el trabajador en la puerta—. Ahora estamos embarcando a los pasajeros en las filas
quince y veinticinco. Quince a veinticinco, por favor tenga su tarjeta de embarque lista.
Megan respiró hondo y miró hacia afuera a través de las decenas de personas que se
reunían con sus bolsas de equipaje de mano y discutiendo con sus hijos. Más allá de la
zona de embarque estaba la que la llevaba a la entrada principal de la terminal. Megan
había estado mirando en esa dirección durante una hora, para gran disgusto propio,
pensando que podría ver una cara familiar. Ese alguien, cualquiera, que podría llegar a
decir un último adiós. Pero al parecer la vida no imita a las películas. En menos de
veinte minutos iba a estar en el aire. Muy pronto, no habría vuelta atrás.
Tirando de sus correas de la mochila sobre los hombros, Megan se puso de pie y se
dirigió a la larga fila que serpenteaba lejos de la puerta.
No quieres dar marcha atrás, se dijo, cuadrando los hombros. Le parecía tan mal que no
había podido decirle adiós a Finn. Él había sido su mejor amigo en la casa de los
McGowan. Su confidente. Su primer beso. No podía creer que en realidad subiría a un
avión a Corea, sin hablar con él por última vez.

201
—¡Hey! ¡Megan! ¡Espera!
El corazón de Megan saltó de su pecho y se dio la vuelta. Allí estaba él, corriendo
hacia ella a través de la multitud, empujando a la gente a un lado para llegar a ella.
Nunca en su vida había sido tan feliz de ver a… Doug.
—¿A Dónde diablos crees que vas?
Se dobló delante de ella, el sudor corría por sus sienes mientras jadeaba para recuperar
el aliento. Megan comprobó detrás de él, pero no vio a nadie más en su camino.
—¿Estás solo? —preguntó.
—Tengo que sentarme —dijo Doug, respirando sibilante.
Retrocedió torpemente y cayó en la silla vacante más próxima. Megan salió de la línea
y le siguió con incertidumbre. Miró alrededor de la terminal, casi esperando encontrar
una cámara oculta en alguna parte. Esto tenía que ser una broma. ¿Doug le estaba
persiguiendo?

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, entrecerrando los ojos—. ¿Y cómo


conseguiste pasar a través de la seguridad?
—Tuve que comprar un billete, ¿puedes creerlo? —dijo, sacando una pequeña carpeta
de América Airlines—. Puedo ir a Chicago, ahora sí quiero.
Megan se sentó en el borde de la silla de al lado.
—Doug, en serio. Tengo que conseguir entrar en ese avión.
—Oye, ¿quieres huir, ese es tu problema? —dijo Doug, empujando el billete arrugado
en el bolsillo trasero de sus vaqueros—. Pero escúchame primero.
Megan suspiró y se inclinó hacia atrás.
—Okay. Tienes cinco minutos.
—Bien, mira —dijo Doug—. Después de que te fuiste, Evan y yo, hablamos por
primera vez desde que toda esta mierda se descubrió y no puedo hablar por él, ¿sabes?
¿Pero yo? Me di cuenta que fui una clase de imbécil últimamente.
—Oh, te diste cuenta de eso ¿huh? —dijo Megan.
—¡Déjame terminar mujer! —dijo Doug.

202
Megan repentinamente se dio cuenta del esfuerzo que le estaba tomando hablarle en
absoluto, así que ella presionó sus labios juntos y esperó.
—Sólo estaba enojado contigo desde el principio porque me robaste mi habitación.
Pero pensé sobre eso y descubrí porqué me irritabas tanto —dijo Doug.
Megan alzó sus cejas.
—¿Por qué es?
—Bueno, porque llegas aquí y haces todas estas cosas, ¿sabes? Como, cosas que nadie
más puede hacer —dijo Doug. Por primera vez desde que lo conoció, Doug estaba
mirando hacia ella y bajó su guardia. No estaba haciendo un comentario despectivo o
poniendo un frente duro… estaba sólo ahí, hablando con ella—. Como tienes a Miller
hablando de cosas que no es béisbol. E Ian y Caleb realmente te tienen miedo. Y Sean,
como que, ocasionalmente sale del garaje ahora. ¿Y mi mamá? Es una persona
diferente desde que estuviste aquí. Está, ya sabes más tranquila o algo.
—¿En serio?
—Es como que simplemente tener a otra mujer alrededor la tuvo relajada o algo, en
serio. Ella sólo me ha golpeado en la cabeza como, una vez desde que llegaste aquí —
dijo Doug.
Megan no podía evitar sonreír.
—Además de lo que hiciste por mí —dijo Doug—. Eso fue bastante genial también.
Todavía no sé por qué lo hiciste.
—¿Debilidad por las causas perdidas? —dijo Megan con un encogimiento de hombros.
—Bueno, lo que sea —dijo Doug—. Gracias.
—De nada —dijo Megan. Era solo una palabra, pero ella tenía el sentimiento de que él
en realidad quería decirlo.
—Así que, mira, no puedes irte —dijo Doug, sentándose derecho y girando hacia
ella—. Si lo haces, Miller se revertirá y Caleb e Ian serán bárbaros y Sean volverá a ser
el Hermano Fantasma y Finn…
El corazón de Megan resbaló. —¿Finn qué?
—Finn estará destruido —dijo Doug, mirándola a los ojos—. Tienes a ese tipo metido
en una vuelta de tuerca, ¿sabes eso cierto?

203
—¿Siquiera qué significa eso? —preguntó Megan.
—Todo lo que yo sé, es que él descubrió que te fuiste y se encerró en el cobertizo y
bloqueó la puerta. Nadie lo ha visto desde entonces —dijo Doug—. Cuando salí
disparado, Sean y Evan estaban tratando de impulsar a Caleb hasta el techo para poder
mirar a través de la claraboya y asegurarse de que el chico no estuviera muerto o algo.
Megan tragó duro. —Wow.
Por un par de minutos, Doug y Megan se sentaron en sus sillas de plástico observando
como la línea en la puerta se hacía más y más pequeña. Megan lentamente le dio
vueltas a todo en su mente. ¿Era realmente posible que ella hubiera cambiado las vidas de los
McGowans como dijo Doug? Pensaba que su presencia sólo había interrumpido las cosas,
pero ahora parecía que de alguna manera, ella había mejorado las cosas.
—Siempre pensamos que era genial que mi mamá tuviera solo varones, ¿sabes? —dijo
Doug. Cayendo por una vez en su acento gánster—. ¿Quién sabía que realmente
necesitábamos a una hermana?
Megan miró abajo, a sus manos.
—¡Oh hombre! ¿Vas a ponerte toda llorosa en mi trasero? —preguntó Doug.
Megan rió. —No.
—Entonces, ¿vas a volver a casa conmigo o qué?
Megan levantó la cabeza y suspiró. —Tengo unas pocas condiciones.
—Debería saberlo —dijo Doug, rodando sus ojos.
—En primer lugar, no me registré para un baño de una parada de camiones —dijo
Megan—. Ustedes chicos necesitan empezar a limpiar después de que estén allí. No
más sangre, no más cabello, no más manchas aleatorias que ni siquiera quiero
identificar.
—Bien, bien —dijo Doug—. ¿Eso?
—Difícilmente —dijo Megan—. Quiero una regla de manos-fuera en todas mis cosas.
Incluyendo mi bicicleta.
—Okay…
—Y quiero que todo el mundo deje de llamarme Megan copa C a mis espaldas.
La mandíbula de Doug se aflojó mientras se ruborizaba.

204
—¿Cómo sabías sobre eso?
Megan alzó sus cejas.
—Bien, perfecto. ¿Eso es todo? —dijo Doug.
—¿Piensas que puedes hacer todas esas cosas por mí? —preguntó Megan.
—Bueno, puedo tener que golpear a unas pocas personas, pero sí. No hay problema —
dijo Doug casualmente.
—No golpees a nadie —dijo Megan.
—No me digas cómo hacer mi trabajo —dijo Doug, tronando sus nudillos
cómicamente.
—Está bien —dijo Megan, poniéndose de pie. Por primera vez en todo el día, se sentía
tranquila, determinada—. Volveré.
—¡Gracias a Dios! —dijo Doug—. Larguémonos de este lugar.
—¡Oh, espera! Una cosa más —dijo Megan, deteniendo a Doug en su camino.
Sus hombros se desplomaron y se dio la vuelta.
—¿Qué? ¿Quieres mi riñón?
—Quiero entrar en la próxima final del juego de Frisbee —dijo Megan.
Doug sonrió.
—Estás jugando pieles.
Megan sonrió de vuelta.
—Vamos a ver eso.

***

Megan se inclinó hacia Sean mientras aceleraba el motor en su Harley, corriendo hasta
Oak Street. El viento presionaba un par de lágrimas de sus ojos mientras ella chillaba
en total, auténtico regocijo. Casi había olvidado lo mucho que amaba montar. Era

205
como si hubiera recuperado una extremidad que había estado perdida en las últimas
semanas.
—¡Muy bien! ¡Llevémosla a casa! —gritó Sean en su oído.
Megan redujo la velocidad y giró la moto en el camino de los McGowans. La final del
juego de Frisbee en el jardín delantero fue puesto en pausa mientras todos, Evan, Finn,
Caleb, Ian y Doug se detuvieron a mirar. Megan bajó de la moto y se sacó su casco,
limpiando su rostro mientras reía.
—Eres una natural —dijo Sean, dándole una de sus raras sonrisas.
—Gracias —respondió Megan.
—El próximo fin de semana conseguiremos tu permiso de Massachusetts —dijo él—.
Hablaré con mi amigo Deke abajo en el deshuesadero y ver si puede conseguirte una
moto.
—¿En serio? —Megan no sabía qué la sorprendía más… la oferta o el número de
palabras que acababa de hilar.
—¡Cuidado!
Megan miró a la izquierda y arrebató el Frisbee fuera del aire antes de que tuviera la
oportunidad de sacarle el ojo.
—¡Lo siento!
Evan levantó sus manos agitándolas en disculpa antes de girar y dirigirse al porche por
un trago de la jarra de agua. Era el primer reconocimiento que Megan había recibido
de él desde su incómoda disculpa en la noche del jueves. Había ido a su habitación
después de que ella y Doug regresaron y le dijo que lo sentía. Desde entonces, la había
evitado como a una plaga.
Megan lo siguió con los ojos y vio que Aimee y Miller estaban sentados en los
escalones del frente junto a los refrescos, viendo el partido. Ella lanzó el Frisbee de
regreso a los otro chicos y agitó la mano a Aimee, quién sonrió y devolvió el saludo.
—Miller y Aimee. Juntos en un fin de semana —dijo Megan en asombro.
—Sip, eso es simplemente extraño —remarcó Sean, deteniéndose al lado de ella.
—¡Hey! ¿Ustedes perdedores juegan o qué? —gritó Doug desde el centro del jardín.
—¡Estamos dentro! —respondió Megan, trotando hacia ellos.

206
—Muy bien. Somos Finn, tu y yo contra Evan, Sean y los cretinos. —dijo Doug
mientras Megan se acercaba.
—¡No somos cretinos! —protestó Ian a un par de metros de distancia.
—Sip. Tú sigue diciéndote eso —dijo Doug.
Megan se inclinó entre el grupo de Finn y Doug.
—¿Ustedes chicos siquiera se dan cuenta de que no están jugando realmente una final?
—preguntó Megan—. Busqué en internet y lo están haciendo todo mal.
—Lo estamos haciendo al estilo McGowan —respondió Doug con un guiño cómplice.
—¿Qué significa eso? —preguntó Megan.
—Es fútbol americano con Frisbee —le dijo Finn—. Y al final del juego nos gusta
chocar los cinco un montón y hacer ruidos de ladridos. Nadie sabe por qué o cuando
empezamos, simplemente lo hicimos.
—Ah —dijo Megan con una sonrisa. Era agradable estar cerca de Finn otra vez. Era
lindo que esté hablando con ella como con un ser humano normal. Por supuesto, eso
no la detenía de preguntarse qué estaba pensando.
—Entonces, ¿cuál es el juego? —preguntó ella, esperando enfocarse.
Se apiñaron más cerca, su brazo cepillaba el de Finn y su pulso dio saltos hacia
adelante. Ambos miraron hacia el lugar donde su piel se había tocado y se distanciaron
del otro. Megan sostuvo su aliento.
—Bien, estoy fingiendo para Finn y lanzando a Megan —dijo Doug, inconsciente—.
Vamos a ver lo que puedes hacer, Pateadora.
—Seh, seh —dijo Megan sarcásticamente.
Todos aplaudieron y caminaron a la línea. Al segundo que Doug tuvo el Frisbee,
Megan rompió a la derecha, esquivando a Sean y corrió hacia el camino de entrada
con Ian y Caleb peligrosos a sus talones. Ella dio la vuelta y vio a Doug fingiendo el
tiro a Finn. Evan saltó para bloquear el Frisbee, pero no estaba allí. Estaba disparado
directo hacia Megan.
Ella saltó y agarró el disco, pero en el segundo que bajó, Ian y Caleb agarraron sus
piernas.

207
—¡Bájense! —gritó Megan, luchando hacia adelante y riendo incontrolablemente—.
¡Bájense!
—¡Muere Pateadora! ¡Muere! —gritó Ian y sosteniéndose por su querida vida.
Finn se abalanzó cerca y Megan trató de tirar el Frisbee hacia él.
Él lo dejó volar justo pasando su rostro y en su lugar agarró a Caleb, haciéndole
cosquillas hasta que tuvo que dejar ir a Megan.
—¡Falta! ¡No es justo! —gritó Ian.
Caleb rodó por el suelo, riendo tontamente, y Megan tropezó con él cayendo hacia
adelante, derribando a Finn con ella. Era una masa enorme de brazos y piernas
enmarañados, pero todo lo que Megan sabía era que ella estaba justo encima de Finn,
su pecho contra el suyo, sus piernas entre sus muslos, su muñeca inmovilizada bajo su
cuello. Alguien —Ian— estaba en su espalda, manteniéndola abajo, impidiéndole
liberarse.
No es que exactamente quería hacerlo.
—Bueno, esto es incómodo —dijo Finn con una carcajada, tratando de sentarse—.
¡Ian! ¡Bájate de ella!
—¡Bien! —dijo Ian, rodando libre. Ian arrebató el Frisbee desde el suelo y él y Caleb
despegaron a través del jardín, manteniéndolo alto.
Finalmente Finn fue capaz de sentarse y Megan rodó lejos de él, sentándose en la
tierra a su lado. Ambos lucharon por recuperar el aliento, aunque la privación de
oxígeno de Megan no tenía nada que ver con el juego.
—¿Estás bien? —preguntó Finn.
—Síp, ¿Tu? —respondió ella. Cada centímetro de su cuerpo estaba palpitando por
tocarlo nuevamente.
—Sí —respondió él con una inmensa sonrisa. Se empujó y se puso a cuatro patas
delante de ella, haciendo una pausa allí con su rostro a solo unos centímetros del
suyo—. Me alegra que te quedaras —susurró, su aliento cálido en su rostro.
Megan de alguna manera logró responder. —A mí también.
Entonces Finn se levantó y se dirigió de vuelta hacia el centro del patio. Por un
momento, Megan no se pudo mover. A continuación, Doug caminó y le ofreció su
brazo. Megan lo agarró agradecidamente y la tiró hasta sus piernas inestables.

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—¿Quién está en una vuelta de tuerca ahora? —preguntó con una sonrisita de
suficiencia.
Megan se rió y lo empujó por la espalda mientras se dirigían de vuelta a la línea.
—¡Amigo! ¡Quiero intercambiar! —gritó Doug—. ¡Finn por Sean!
—¡Lo tienes! —respondió Evan.
—Mantén tu cabeza en el juego —le dijo Doug a Megan.
Megan se lo sacudió y se alineó, esta vez directamente frente a Finn y Evan. Finn le
sonrió abiertamente a ella y Megan sonrió, su corazón golpeteando. Pero cuando ella
miró a Evan, se detuvo completamente. Estaba mirándola fijamente con esos ojos
intensos. Mirando justo dentro de ella. Justo como lo hizo en ese par de momentos
cuando ella había pensado, por una fracción de segundo, que quería besarla.
Bueno, eso era… interesante, pensó Megan.

Doug tomó el Frisbee. Con una profunda respiración, Megan se levantó y se escabulló
justo entre Finn y Evan, corriendo campo arriba. Ambos despegaron después de ella.
El Frisbee tomó vuelo, navegando en un arco perfecto sobre las cabezas de los
muchachos. Tres de ellos saltaron en el aire y se estiraron por él, pero fue Megan quién
los sobrepasó y lo arrancó directamente del cielo.

***

De: Kicker5525@yahoo.com

Para: TooDamn-Funky@rockin.com

Asunto: Guía de Chicos


La Guía de Megan Meade para los chicos McGowan, entrada trece.

Observación #1: Los chicos son impredecibles.


Esto puede no ser noticia, pero estoy empezando a pensar que es una de las mejores cosas sobre
ellos.

209
Fin

210
Sobre la autora

K ieran Scott (nació el 11 de marzo 1974), más conocida por su seudónimo de


Kate Brian, es una escritora estadounidense, conocida por su trabajo en el
género chick-lit. joven-adulto. Scott también escribe bajo el seudónimo de Emma
Harrison. Entre sus libros más conocidos, escritos como Kate Brian, son La princesa y el
mendigo, Guía de Megan Meade, Boys McGowan, El Club de la virginidad, Sweet 16, Falso
novio, y la serie prolífica Private.

211
Créditos

Moderadora: LizC

Staff de traducción

Lore_Mejia Lola_20 Lorenaa


areli97 Vettina Maru Belikov
Sheilita Belikov Caami Aylinachan
Atenea Omakehell Aylinachan
Caamille Agus Dai
Atenea LizC rihano
clau12345 Jo PaolaS
carmen170796 Andy Parth

Staff de corrección

Silvery Katty3 Majo


Mlle_janusa Maggiih ★MoNt$3★

Recopilación y Revisión Diseño


Majo Mari NC

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Para más lecturas visita:

http://bookzinga.foroactivo.mx

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