Está en la página 1de 8

UNIVALLE

HEPATITIS
Análisis Clínico II
Palacios Gonzales Giovanna
14/03/2019
Hepatitis
La hepatitis es una inflamación del hígado. La afección puede remitir espontáneamente o
evolucionar hacia una fibrosis (cicatrización), una cirrosis o un cáncer de hígado. Los virus de la
hepatitis son la causa más frecuente de las hepatitis, que también pueden deberse a otras
infecciones, sustancias tóxicas (por ejemplo, el alcohol o determinadas drogas) o enfermedades
autoinmunitarias.

Tipos de Hepatitis

Hepatitis A

Es producida por el virus de la hepatitis A (VHA).


Su transmisión se produce al consumir agua o
alimentos contaminados por materia fecal que
contienen el virus, y también por contagio de
persona a persona, sobre todo si las condiciones
higiénicas son deficientes.

Se trata de un tipo generalmente leve de hepatitis


especialmente cuando ocurre en niños. En
numerosas ocasiones no presentan síntomas
importantes, por lo que la enfermedad no llega a ser
diagnosticada. Los síntomas consisten en cansancio, inapetencia, náuseas y vómitos, y signos
clínicos como ictericia (la piel tiene un color amarillento) y coluria( orina de color oscuro). Los
síntomas suelen ser más graves en adultos que en niños.

La evolución habitualmente es benigna y autolimitada. No evoluciona a la cronicidad. En raras


ocasiones puede surgir una complicación denominada hepatitis fulminante, que puede ser mortal.

Hepatitis B

Es producida por el virus de la


hepatitis B (VHB). El contagio se
produce a través de la sangre y/o
los fluidos corporales infectados
como el semen, las secreciones
vaginales, la saliva, las lágrimas y
la orina. La transmisión suele
producirse:
 Al compartir jeringuillas contaminadas con la sangre de una persona infectada durante el
consumo de algún tipo de droga.
 Por contacto con material infectado como agujas de acupuntura, tatuajes, piercings, etc.
 Al compartir utensilios de higiene personal como maquinillas de afeitar o cepillos de
dientes.
 Al mantener relaciones sexuales con una persona infectada por el virus.
 Al recibir una transfusión de sangre contaminada. Esta es una vía poco frecuente en la
actualidad, ya que los controles y las medidas para evitar este tipo de accidentes se han
incrementado mucho en los últimos años.
 La madre puede contagiar al bebé durante el parto o la lactancia.

La hepatitis B puede: resolver la infección aguda y curarse por completo. Algunas personas se
vuelven inmunes al virus, por lo que no vuelven a contagiarse. En otras, evoluciona a una
enfermedad crónica con facilidad.

La enfermedad hepática de tipo B se considera aguda si la infección se resuelve en un período


inferior a 6 meses. De lo contrario, si el virus permanece en el cuerpo del individuo, después de ese
periodo pasa a considerarse como de evolución crónico.

Se pueden diferenciar dos tipos de evolución en el curso crónico de la enfermedad: crónica estable y
crónica persistente o activa, esta última tiene peor pronóstico y normalmente evoluciona en cirrosis.

Hepatitis C

Es causada por el virus de la hepatitis C.(VHC)


y se transmite por contacto directo con la
sangre de una persona infectada. Sus
principales formas de transmisión suelen ser:

 Agujas o jeringas contaminadas.


 Transfusiones sanguíneas.
 Hemodiálisis
 Mediante material infectado: sanitario,
material para tatuajes, piercings
 Durante el parto: transmisión madre-hijo

Al igual que la hepatitis B, pueden tener un curso agudo y un curso crónico, siendo este último el
que suele desarrollarse con mayor frecuencia (85% de los casos). En la mayoría de los casos el
paciente permanece asintomático, aunque la enfermedad puede progresar lentamente, por lo que
existe riesgo de aparición de cirrosis y cáncer hepático.

Hepatitis D

Es la forma de hepatitis vírica más grave. El virus de la hepatitis D (VHD), también llamado
hepatitis delta, se transmite por las mismas vías que el virus de la hepatitis B.
Es un virus muy especial, pues necesita la existencia de una infección por el virus de la hepatitis B
para poder sobrevivir en el ser humano. Por ello, cuando alguien está infectado por el VHD también
está infectado con toda seguridad por el VHB. Esto se debe a que su envuelta externa del VHD está
formada por parte del VHB. Se estima que el 5% de los pacientes con hepatitis B están coinfectados
por el virus de la hepatitis D.

Cuando se produce la infección simultánea por VHB y VHD el paciente sufre síntomas agudos
(ictericia, fiebre, malestar general, etcétera) que pueden llegar a ser muy graves. Si supera la fase
aguda lo más probable es que consiga controlar ambas infecciones y, por lo tanto, cure las dos
enfermedades. En caso de que el VHD infecte a una persona que ya tiene la infección por el VHB la
evolución es diferente. No suele existir un cuadro con síntomas agudos graves pero la infección por
el VHD tiende a cronificarse con mucha frecuencia. La coinfección por VHB y VHD adquirida de
esta manera desemboca muchas veces en una cirrosis hepática en unos pocos años, y se asocia a un
riesgo alto de aparición de un cáncer hepático.

Hepatitis autoinmune

La hepatitis autoinmune es un tipo de hepatitis crónica y progresiva de origen desconocido. Se da


sobre todo en mujeres y se caracteriza, entre otras cosas, por la presencia en el hígado de
anticuerpos del paciente, que no reconocen como propias a las células hepáticas y, al confundirlas
con elementos extraños y perjudiciales para el organismo, actúan destruyéndolas.

Hepatitis de origen tóxico

La hepatitis de origen tóxico puede ser causada por la presencia en el hígado de diversas sustancias
como medicamentos, toxinas, etcétera. El daño podría producirse por la alteración de una de las
enzimas presentes normalmente en el hígado, denominada citocromo P-450. Dicha alteración puede
dar lugar a un aumento de productos tóxicos, o impedir que se formen los elementos necesarios para
la degradación de los mismos. También puede ocurrir que determinadas sustancias sean reconocidas
por el sistema inmune como un agente extraño del que hay que defenderse, de modo que sus células
acudirán al hígado y desencadenarán la respuesta inflamatoria.

Síntomas
Los síntomas que pueden percibirse en los primeros momentos de la enfermedad (primeros 5-7 días
tras la infección) son fácilmente confundibles con los de una gripe o cualquier otra enfermedad
común; se observa:

 Malestar general, cansancio y falta de concentración.


 Febrícula (décimas) o fiebre de hasta 39ºC.
 Dolor muscular y articular.
 Dolor de cabeza.
 Fotofobia (fobia a la luz).
 Síntomas digestivos, falta de apetito, náuseas, vómitos y diarreas.
Tras esa primera semana en la que se aprecian síntomas poco específicos, comenzarán a aparecer
otros que empiezan a ofrecer pistas sobre el origen de la patología:

 Ictericia, apariencia amarillenta de la piel y las mucosas, fácilmente apreciable en la


esclerótica del ojo. La ictericia ocurre por un aumento de bilirrubina en la sangre. En un
hígado inflamado se producirá una alteración en las funciones enzimáticas, entre las cuales
está la de disolver la bilirrubina para permitir su excreción como parte de los jugos biliares.
 Orina de color oscura y heces decoloradas o teñidas, como consecuencia de un trastorno en
la circulación hepática.
 Mal aliento, sabor amargo en la boca.
 Picor.
 En ocasiones se produce dolor abdominal, en el lado derecho o en el izquierdo,
dependiendo de si este dolor proviene del hígado o del bazo.
 Cirrosis, fibrosis del tejido hepático (depósito de fibras de colágeno), que tiene como
consecuencia una alteración en la morfología del órgano y en la irrigación sanguínea del
mismo.

La inflamación puede desaparecer por sí sola, pero si, por el contrario, perdura y se cronifica, puede
originar un fallo hepático:

 Agudo o fulminante: caracterizado por la disminución de la producción de determinadas


proteínas (como la albúmina y algunas proteínas implicadas en la coagulación), y por el
desarrollo de encefalopatía hepática, que implica cambios en los patrones de sueño,
confusión, alteraciones en la motilidad, e incluso coma.
 Crónico: suele darse previa aparición de un cuadro cirrótico.

En algunos casos puede ocurrir que el paciente se encuentre totalmente asintomático, o que presente
síntomas muy leves que no hagan sospechar de un problema hepático; esto ocurre en numerosas
ocasiones en personas infectadas con el VHA.

Diagnostico
Se procede, en primer lugar, a estudiar su historial clínico para comprobar si sigue algún tipo de
tratamiento farmacológico, si presenta antecedentes familiares de enfermedades hepáticas, etcétera.
Además, se someterá al paciente a una serie de preguntas destinadas a conocer sus hábitos de vida,
o las actividades que desempeña que puedan ser consideradas factores de riesgo para la adquisición
de la enfermedad.

Pruebas y exámenes

 Se realizara un examen físico para buscar:


o Agrandamiento y sensibilidad del hígado.
o Líquido en el abdomen (ascitis).
o Coloración amarillenta de la piel.

El médico solicitará a continuación una analítica para comprobar los niveles de:
 transaminasas; la presencia de niveles elevados de estas proteínas en sangre se debe a su
liberación al exterior por la ruptura de los hepatocitos (células que forman el hígado) y, por
tanto, indica el grado de necrosis hepática. Los mayores niveles de transaminasas se
observan en los casos de hepatitis aguda mientras que, en la hepatitis crónica, las cifras no
son tan altas, pero su concentración fluctúa.
 También se analizarán los niveles de bilirrubina sérica  bilirrubina alta por falla de la
excreción a nivel de la célula hepática (predominio de bilirrubina directa)
 fosfatasa alcalina  esta mucho menos aumentada que las transaminasas
 γ-glutamil-transpeptidasa  esto permite conocer el estado de la función hepática.

Para descartar o confirmar una hepatitis de origen viral se realizan pruebas que detectan la presencia
de anticuerpos específicos para cada tipo de virus, algunas de las pruebas se denominan de la
siguiente manera:

 HBsAg: antígeno de superficie para la hepatitis B. Se puede determinar si es aguda o


crónica, requiere de 2 meses para poder ser detectada en la sangre y obtener un resultado
confiable.
 HA Ab-IgM: anticuerpos IgM contra el virus de la hepatitis A. (Solo es válida con un
rango máximo hasta 6 meses a partir del día en que comienzan los síntomas, ya que luego
de este tiempo lo que busca esta prueba no podrá ser encontrado).
 HC Ab: anticuerpos contra la hepatitis C. Estos anticuerpos se manifiestan al cabo de 6
meses de haber contraído el virus.
 HBeAg: antígeno de tipo e contra la hepatitis B.

Biopsia hepática y elastometría

Tras el diagnóstico del tipo de hepatitis, se puede realizar una prueba para determinar el grado de
afectación hepática por la enfermedad. A veces se recurre a la biopsia hepática. Esta prueba consiste
en tomar una muestra del hígado por medio de una pequeña punción. Esta muestra se analiza al
microscopio y nos informa de la evolución de la enfermedad, lo que ayuda a tomar decisiones
respecto al tratamiento.

Tratamiento
Tanto la hepatitis de tipo A, como la de tipo B, pueden curarse sin intervención médica. Si no es así,
el facultativo establecerá un tratamiento u otro según la causa del trastorno, edad del paciente,
sensibilidad a determinados fármacos, etcétera. No existe un tratamiento específico para la hepatitis
A; suele recomendarse dieta pobre en grasas, evitar el consumo de alcohol y otros tóxicos y
descanso. Para los tipos B, además de la recomendación de seguir las indicaciones anteriores,
existen algunos medicamentos disponibles entre los que se encuentran el interferón alfa,
lamivudina, telbivudina, adefovir y, más recientemente, entecavir o tenefovir.

El interferón alfa es un tratamiento que se administra en forma de inyecciones subcutáneas y puede


eliminar el virus de la hepatitis B, pero en un porcentaje pequeño de casos. El resto de los
medicamentos mencionados se administran vía oral y no curan la infección, aunque pueden
mantener el virus bajo control durante muchos años. Hay que tener en cuenta que muchos pacientes
infectados por el VHB pueden tener la enfermedad inactiva y, por lo tanto, no requieren ningún
tratamiento.

En la actualidad, se considera que el tratamiento farmacológico más efectivo contra la hepatitis C es


la combinación de ribavirina (un antiviral que se toma por vía oral) con interferón pegilado alfa
(que se administra por vía subcutánea). El tratamiento dura entre 24 y 48 semanas, y presenta
ciertos efectos secundarios que a veces no son bien tolerados por los pacientes. La respuesta al
tratamiento depende de la etapa en que se encuentre la enfermedad, del tipo de virus por el que se
esté infectado y de la cantidad de virus en la sangre, entre otros factores. Sin embargo, el empleo de
estos medicamentos puede curar la enfermedad en muchos pacientes.

Avances en el tratamiento de la hepatitis C

Un avance reciente en el campo de la hepatitis C es la incorporación de una técnica diagnóstica que


permite conocer con una gran fiabilidad si un paciente se va a curar con el tratamiento de la
hepatitis C. Se trata de una mutación en un gen del organismo que produce una sustancia llamada
interleuquina 28b. Esta mutación está presente de forma natural en muchos pacientes y se puede
determinar de forma fácil por medio de un análisis de sangre. Su determinación es muy útil a la
hora de tomar la decisión de tratar o no tratar a un paciente.

También hay que destacar que en los últimos años ha habido una auténtica revolución en el
tratamiento de la hepatitis C. Esto se debe a que se han desarrollado numerosos fármacos que atacan
distintas enzimas esenciales para el desarrollo del virus C, y que consiguen erradicar la enfermedad
con mucha más frecuencia que con los tratamientos del pasado. Desde el año 2011 están disponibles
en España dos medicamentos llamados 'inhibidores de la proteasa' que, asociados al tratamiento
estándar con interferón y ribavirina, consiguen una altísima tasa de curaciones. Estos medicamentos
se llaman boceprevir y telaprevir. No están exentos de efectos secundarios y sólo se pueden utilizar
en pacientes con unas características especiales, pero son una esperanza para la curación de muchas
personas. En los próximos años se incorporarán nuevos tratamientos que tendrán menos efectos
secundarios y que podrán ser utilizados en la mayoría de los pacientes infectados por el VHC.

Es muy importante que las personas con hepatitis no tomen medicamentos ni otras sustancias sin
consultarlo previamente con el médico, ni siquiera suplementos vitamínicos o plantas medicinales,
ya que pueden resultar hepatotóxicos. Además, deben suprimir el consumo de alcohol y seguir una
dieta equilibrada y adecuada a su estado para evitar la desnutrición.

Prevención
La prevención es la mejor opción para evitarlo, y estas son algunas recomendaciones que debes
tener en cuenta para prevenir un contagio de hepatitis:

 Mantener hábitos de higiene adecuados, evitar condiciones de hacinamiento e insalubridad.


 Fomentar la potabilización del agua de consumo, y evitar beber agua en zonas donde las
condiciones sanitarias sean deficientes y no exista un control adecuado.
 Evitar compartir agujas, jeringuillas, etcétera; los toxicómanos pueden acudir a los centros
sociales para recibir material esterilizado.
 No someterse a intervenciones estéticas (piercings, tatuajes, cirugías menores, etc.) en
centros que no estén homologados.
 Mantener relaciones sexuales con protección.

Vacunación de la hepatitis

Actualmente existe y se aplica vacuna contra las hepatitis A y B; no existe aún vacuna contra la
hepatitis C. La pauta de vacunación en adultos implica una dosis inicial y una dosis recordatorio a
los 6-12 meses en el caso de la hepatitis A. La vacunación habitual de la hepatitis B incluye una
dosis inicial, otra al mes, y otra a los seis meses. Existe una vacuna combinada frente al virus de la
hepatitis A y la B, que se administra en tres dosis en el mes 0, 1 y 6. La pauta de vacunación en
niños puede variar según el tipo de vacuna y la edad del paciente.

También podría gustarte