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Hepatitis Expo
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HEPATITIS
Análisis Clínico II
Palacios Gonzales Giovanna
14/03/2019
Hepatitis
La hepatitis es una inflamación del hígado. La afección puede remitir espontáneamente o
evolucionar hacia una fibrosis (cicatrización), una cirrosis o un cáncer de hígado. Los virus de la
hepatitis son la causa más frecuente de las hepatitis, que también pueden deberse a otras
infecciones, sustancias tóxicas (por ejemplo, el alcohol o determinadas drogas) o enfermedades
autoinmunitarias.
Tipos de Hepatitis
Hepatitis A
Hepatitis B
La hepatitis B puede: resolver la infección aguda y curarse por completo. Algunas personas se
vuelven inmunes al virus, por lo que no vuelven a contagiarse. En otras, evoluciona a una
enfermedad crónica con facilidad.
Se pueden diferenciar dos tipos de evolución en el curso crónico de la enfermedad: crónica estable y
crónica persistente o activa, esta última tiene peor pronóstico y normalmente evoluciona en cirrosis.
Hepatitis C
Al igual que la hepatitis B, pueden tener un curso agudo y un curso crónico, siendo este último el
que suele desarrollarse con mayor frecuencia (85% de los casos). En la mayoría de los casos el
paciente permanece asintomático, aunque la enfermedad puede progresar lentamente, por lo que
existe riesgo de aparición de cirrosis y cáncer hepático.
Hepatitis D
Es la forma de hepatitis vírica más grave. El virus de la hepatitis D (VHD), también llamado
hepatitis delta, se transmite por las mismas vías que el virus de la hepatitis B.
Es un virus muy especial, pues necesita la existencia de una infección por el virus de la hepatitis B
para poder sobrevivir en el ser humano. Por ello, cuando alguien está infectado por el VHD también
está infectado con toda seguridad por el VHB. Esto se debe a que su envuelta externa del VHD está
formada por parte del VHB. Se estima que el 5% de los pacientes con hepatitis B están coinfectados
por el virus de la hepatitis D.
Cuando se produce la infección simultánea por VHB y VHD el paciente sufre síntomas agudos
(ictericia, fiebre, malestar general, etcétera) que pueden llegar a ser muy graves. Si supera la fase
aguda lo más probable es que consiga controlar ambas infecciones y, por lo tanto, cure las dos
enfermedades. En caso de que el VHD infecte a una persona que ya tiene la infección por el VHB la
evolución es diferente. No suele existir un cuadro con síntomas agudos graves pero la infección por
el VHD tiende a cronificarse con mucha frecuencia. La coinfección por VHB y VHD adquirida de
esta manera desemboca muchas veces en una cirrosis hepática en unos pocos años, y se asocia a un
riesgo alto de aparición de un cáncer hepático.
Hepatitis autoinmune
La hepatitis de origen tóxico puede ser causada por la presencia en el hígado de diversas sustancias
como medicamentos, toxinas, etcétera. El daño podría producirse por la alteración de una de las
enzimas presentes normalmente en el hígado, denominada citocromo P-450. Dicha alteración puede
dar lugar a un aumento de productos tóxicos, o impedir que se formen los elementos necesarios para
la degradación de los mismos. También puede ocurrir que determinadas sustancias sean reconocidas
por el sistema inmune como un agente extraño del que hay que defenderse, de modo que sus células
acudirán al hígado y desencadenarán la respuesta inflamatoria.
Síntomas
Los síntomas que pueden percibirse en los primeros momentos de la enfermedad (primeros 5-7 días
tras la infección) son fácilmente confundibles con los de una gripe o cualquier otra enfermedad
común; se observa:
La inflamación puede desaparecer por sí sola, pero si, por el contrario, perdura y se cronifica, puede
originar un fallo hepático:
En algunos casos puede ocurrir que el paciente se encuentre totalmente asintomático, o que presente
síntomas muy leves que no hagan sospechar de un problema hepático; esto ocurre en numerosas
ocasiones en personas infectadas con el VHA.
Diagnostico
Se procede, en primer lugar, a estudiar su historial clínico para comprobar si sigue algún tipo de
tratamiento farmacológico, si presenta antecedentes familiares de enfermedades hepáticas, etcétera.
Además, se someterá al paciente a una serie de preguntas destinadas a conocer sus hábitos de vida,
o las actividades que desempeña que puedan ser consideradas factores de riesgo para la adquisición
de la enfermedad.
Pruebas y exámenes
El médico solicitará a continuación una analítica para comprobar los niveles de:
transaminasas; la presencia de niveles elevados de estas proteínas en sangre se debe a su
liberación al exterior por la ruptura de los hepatocitos (células que forman el hígado) y, por
tanto, indica el grado de necrosis hepática. Los mayores niveles de transaminasas se
observan en los casos de hepatitis aguda mientras que, en la hepatitis crónica, las cifras no
son tan altas, pero su concentración fluctúa.
También se analizarán los niveles de bilirrubina sérica bilirrubina alta por falla de la
excreción a nivel de la célula hepática (predominio de bilirrubina directa)
fosfatasa alcalina esta mucho menos aumentada que las transaminasas
γ-glutamil-transpeptidasa esto permite conocer el estado de la función hepática.
Para descartar o confirmar una hepatitis de origen viral se realizan pruebas que detectan la presencia
de anticuerpos específicos para cada tipo de virus, algunas de las pruebas se denominan de la
siguiente manera:
Tras el diagnóstico del tipo de hepatitis, se puede realizar una prueba para determinar el grado de
afectación hepática por la enfermedad. A veces se recurre a la biopsia hepática. Esta prueba consiste
en tomar una muestra del hígado por medio de una pequeña punción. Esta muestra se analiza al
microscopio y nos informa de la evolución de la enfermedad, lo que ayuda a tomar decisiones
respecto al tratamiento.
Tratamiento
Tanto la hepatitis de tipo A, como la de tipo B, pueden curarse sin intervención médica. Si no es así,
el facultativo establecerá un tratamiento u otro según la causa del trastorno, edad del paciente,
sensibilidad a determinados fármacos, etcétera. No existe un tratamiento específico para la hepatitis
A; suele recomendarse dieta pobre en grasas, evitar el consumo de alcohol y otros tóxicos y
descanso. Para los tipos B, además de la recomendación de seguir las indicaciones anteriores,
existen algunos medicamentos disponibles entre los que se encuentran el interferón alfa,
lamivudina, telbivudina, adefovir y, más recientemente, entecavir o tenefovir.
También hay que destacar que en los últimos años ha habido una auténtica revolución en el
tratamiento de la hepatitis C. Esto se debe a que se han desarrollado numerosos fármacos que atacan
distintas enzimas esenciales para el desarrollo del virus C, y que consiguen erradicar la enfermedad
con mucha más frecuencia que con los tratamientos del pasado. Desde el año 2011 están disponibles
en España dos medicamentos llamados 'inhibidores de la proteasa' que, asociados al tratamiento
estándar con interferón y ribavirina, consiguen una altísima tasa de curaciones. Estos medicamentos
se llaman boceprevir y telaprevir. No están exentos de efectos secundarios y sólo se pueden utilizar
en pacientes con unas características especiales, pero son una esperanza para la curación de muchas
personas. En los próximos años se incorporarán nuevos tratamientos que tendrán menos efectos
secundarios y que podrán ser utilizados en la mayoría de los pacientes infectados por el VHC.
Es muy importante que las personas con hepatitis no tomen medicamentos ni otras sustancias sin
consultarlo previamente con el médico, ni siquiera suplementos vitamínicos o plantas medicinales,
ya que pueden resultar hepatotóxicos. Además, deben suprimir el consumo de alcohol y seguir una
dieta equilibrada y adecuada a su estado para evitar la desnutrición.
Prevención
La prevención es la mejor opción para evitarlo, y estas son algunas recomendaciones que debes
tener en cuenta para prevenir un contagio de hepatitis:
Vacunación de la hepatitis
Actualmente existe y se aplica vacuna contra las hepatitis A y B; no existe aún vacuna contra la
hepatitis C. La pauta de vacunación en adultos implica una dosis inicial y una dosis recordatorio a
los 6-12 meses en el caso de la hepatitis A. La vacunación habitual de la hepatitis B incluye una
dosis inicial, otra al mes, y otra a los seis meses. Existe una vacuna combinada frente al virus de la
hepatitis A y la B, que se administra en tres dosis en el mes 0, 1 y 6. La pauta de vacunación en
niños puede variar según el tipo de vacuna y la edad del paciente.