Está en la página 1de 5

El presente escrito tiene como objetivo realizar una reseña del articulo

denominado “el concepto de género” publicado en la revista Daedalus en 1987.


Les autores son Jill K. Conway, Susan C. Bourque y Joan W. Scott.
La idea central del texto es que la construcción de las formas culturalmente
aceptadas por las diversas sociedades en torno a roles, comportamientos,
temperamentos y tareas designadas a mujeres y a hombres son funciones
centrales de la autoridad social, (Conway, 1987) y para que se legitime y
reproduzca, o para que se transforme, media la interacción compleja de
diversas instituciones: económicas, políticas, sexuales, sociales y religiosas.
Les autores comienzan desarrollando cómo a través del pensamiento moderno,
se racionalizó la asignación de papeles de género. Según el teórico social
Parsons esto significaba la definición de papeles de género con base en las
funciones económicas y sexuales (Conway, 1987). Entonces la capacidad de
los hombres para el trabajo instrumental en áreas publicas, trabajo productivo o
gerencial se complementaba con la habilidad de la mujer para manejar los
aspectos expresivos del área domestica, la familia y la crianza de les hijes,
aceptando concepciones sobre el comportamiento sexual y el temperamento
que produjeron científicos sociales de la década del 30` y 40` y considerando,
como estos, que cualquier variación en dichas pautas era una desviación. Por
esta época, el pensamiento científico era dominado por el punto de vista
basado en lo biológico, a pesar de existir propuestas de pensamiento
revolucionarias como la de Margaret Mead en 1935, citada en el artículo
reseñado, que proponía que los conceptos de género eran construcciones
culturales y no biológicas, y que podían variar en distintos entornos.
El articulo continúa describiendo que la producción académica en torno al
concepto de género en los 25 años anteriores a la escritura del texto, ha
contribuido a comprender la raíz compleja del fenómeno cultural que es el
género, y cómo, las distintas formas de conciencia que legitiman normas de
temperamento, conductas sexuales y comportamientos diferenciadas según el
sistema de género, son resultado de la interacción de las instituciones sexuales
y el resto de las instituciones sociales, políticas y religiosas. Deja en claro, que
los procesos institucionales no son necesariamente coincidentes.
Según les autores las fronteras de género, que sirven a funciones políticas,
sociales y económicas, son movibles y negociables en su mayoría, y describen
su influencia, a través de normas de género, en la base material de la cultura,
como también en los imaginarios individuales y colectivos construidos y
legitimados a menudo de manera implícita, a través del lenguaje y otros
símbolos (Conway, 1987). Mediante diversos ejemplos ilustrativos de
Occidente, les autores señalan como los estudios feministas y de género
demuestran que las categorías de género han sido modificadas a lo largo del
tiempo, y con estas los territorios sociales y culturales asociados a hombres y
mujeres, corriendo y reformulando también las fronteras sociales en relación al
género. Y exponen que la presencia de estos cambios y traspasos de fronteras
han generado especulaciones sobre la función del sistema de género en las
distintas esferas de la vida humana, y sobre la relación y vinculación que existe
entre las modificaciones en las distintas áreas.
A partir de acá, una vez establecida la variabilidad de los sistemas de género,
describen les autores cómo comenzaron les estudioses del género a intervenir
cuestionando y resignificando distintas áreas y paradigmas de pensamiento: En
la vida política plantean la necesidad de tener en cuenta las desigualdades en
las oportunidades y formas de participación política de las mujeres, sus
comportamientos y pensamientos, y su propio entendimiento y perspectiva de
las políticas de igualdad que reinaban en el pensamiento político. Luego
continúan describiendo la relación entre los cuestionamientos y preguntas
sobre la política con preguntas antropológicas sobre la interpretación de ritos
masculinos y femeninos no familiares para occidente, sobre los factores
sociales que crean los papeles y roles de género, sobre las generalizaciones,
sobre la historicidad, los vínculos, etc. A todas estas preguntas se les encontró
variadas respuestas desde los espectros políticos, desde escuelas de
pensamiento feminista y estudioses conservadores y liberales. A pesar de eso,
el factor común es que todos los grupos, se formulan estos cuestionamientos.
En psicología, una nueva escuela de pensamiento que sostiene la necesidad
de un análisis explicito del desarrollo psicológico de las mujeres, ya que
exponen que las niñas no experimentan una separación tan aguda de sus
madres como los varones, y como resultado son mas empáticas, de aquí se
desprenden estudios sobre “maternalismo”, y se les cuestiona estos rasgos
descriptivos que generan desigualdad a la hora de decisiones políticas. Como
la escuela psicoanalítica mas influenciada por los pensamientos radicales y el
posestructuralismo presenta a la que sugiere que las identidades sexuales no
están enraizadas en lo biológico sino que está en búsqueda permanente en la
medida que el contexto político y personal lo permite. En el terreno de la
economía, los estudios de género se concentraron en indagar el cómo y el por
qué gastos similares de energía humana han recibido históricamente distintos
niveles de recompensa según el sexo del trabajador (Conway, 1987). Describe
las desigualdades en torno al acceso al trabajo asalariado relacionado al
sostenimiento de las responsabilidades de crianza asignadas a las mujeres y
cómo los supuestos de género moldearon la cultura profesional, que a pesar de
la incorporación de mujeres, no cambia las definiciones basadas en el género
de las distintas ocupaciones. Y como ultima institución en la que el sistema de
género y sus variabilidades han influido mencionan la religión, que sufrió
cambios en las representaciones de lo transcendental respondiendo,
seguramente, a las tensiones políticas y económicas que se presentaron en la
Europa del siglo XVI.
La conclusión a la que arriban les autores es que sin importar los periodos
históricos, los sistemas de género son binarios y oponen al hombre y la mujer,
mediante asociaciones simbólicas que si bien han variado, tienden a
contraponer dicotómicamente conceptos, valores, nociones, características,
espacios ocupados, estilos, etc., que no permiten ver los procesos culturales y
sociales complejos en los que las diferencias no están claramente definidas. Y
razonan que entonces el valor que tienen los estudios de género es el de
ofrecer una visión de lo que sucede al interior de los sistemas culturales y
sociales (Conway, 1987). Y desde esta perspectiva, poder revisar conceptos y
ampliar la visión de la condición humana.
Desde mi criterio, este articulo consigue describir globalmente la influencia de
los estudios de género en las transformaciones acaecidas en la sociedad
desde el siglo xx, y más fuertemente desde la década del 60. Como describe
Olga Bustos Romero, los estudios sobre la mujer son producto de la actividad y
el trabajo de los movimientos feministas, y cita a Martha Lamas para afirmar
que los mismos, tienen un interés por estos estudios de las mujeres y de
género junto a una intensión implícita que es la búsqueda de una estrategia
política para combatir la explotación y la opresión sexista. Esto se relaciona con
la noción de fronteras que presenta el texto reseñado, tanto de género como
sociales, se transforman y reformulan en respuesta a los cambios en otras
áreas, por ejemplo en el ámbito político, según Griselda Gutiérrez Castañeda el
ejercicio de la ciudadanía de parte de las mujeres introdujo la diferencia en los
espacios públicos, estos pueden ser por ejemplo las universidades, los
movimientos sociales, las escuelas, los partidos políticos, la economía, etc.,
los cuales son utilizados para legitimar intereses personales y para politizar lo
privado, por ejemplo en el ámbito de la economía, introducir el concepto de
economía del cuidado, visibilizando la necesidad de desplazar las percepciones
de tiempo y trabajo desde la centralidad del mercado hacia el ámbito del
cuidado de la vida (Carrasco, 2009 ). Es mediante el movimiento feminista y/o
la presencia significativa femenina en los diferentes espacios que se visibilizan
desigualdades, y mediante el ejercicio de la labor critica, se resignifican luchas
y se producen las mutaciones simbólicas radicalizadas para que las formas
legitimas de existencia alcancen a todes (Castañeda Gutierrez, 2001). En el
artículo reseñado queda claro que los estudios de género pueden asociarse a
todas las disciplinas, esto me lleva a pensar en lo que la ultima autora citada
describe como carácter asociativo y agregativo de las intervenciones de las
mujeres en lo público, para así participar en la construcción de nuevos
derechos, perspectivas, paradigmas, epistemologías y posibilidades. Por
ejemplo, en argentina, la lucha de los movimientos de mujeres en contra de la
violencia, feministas, LGTBIQ, y de derechos humanos, se han asociado a las
nociones de justicia social para exigir los derechos que no les eran reconocidos
en su diferencia, consiguiendo con la militancia, la Ley de Identidad de Género
26743, Ley de Matrimonio Igualitario 26618, Ley de erradicación de la violencia
hacia las mujeres 26485, Ley 25673 de salud sexual y procreación
responsable, Ley 14783 de cupo laboral trans, etc. Con estos ejemplos, puedo
agregar que los estudios feministas han podido asociarse también a conceptos
de estudios económicos y políticos sociologcos, como lo son la redistribución y
el reconocimiento respectivamente, para resignificarlos desde un paradigma
popular, y generar nuevas concepciones sobre las causas y soluciones de las
injusticias (Fraser, 2006). A partir de esto, la autora describe como la
redistribución por sí sola no revierte la desigualdad, y el reconocimiento aislado
de las diferencias tampoco. Se necesitan de ambas dimensiones abordadas
para la reparación de las injusticias que sufren colectivos menos favorecidos o
que son menos valorados o respetados, por lo que se trata de generar una
concepción bidimensional de la justicia que pueda integrar tanto las reivindi-
caciones defendibles de igualdad social como las del reconocimiento de la
diferencia (Fraser, 2006). Es en la militancia de las disidencias sexuales y sus
conquistas sociales y legislativas que mencione anteriormente donde encuentro
ejemplificado este enfoque de la justicia social.
Sobre la relación de los estudios de género y la psicología, en el articulo
abordado, se menciona la separación que cada género experimenta en torno a
la madre, en dicho artículo les autores desarrollan los estudios en torno a la
psicología femenina resultante de dicho enfoque, sin embargo la masculinidad
es constituida desigualmente también, generando, en palabras de Badinter, un
hombre mutilado que tuvo que abandonar a la fuerza su femineidad y que,
además, se encuentra en crisis por los cuestionamientos feministas a la
masculinidad hegemónica que genera una pérdida de las evidencias milenarias
de la masculinidad (Badinter, 1992.).
Para ir concluyendo el sintético escrito, quisiera criticar al texto reseñado, la
ausencia de mención sobre la socialización de los roles, estereotipos, nociones
y sistemas de género que se produce en las instituciones educativas. Si bien
aborda influencias más bien epistemológicas y paradigmáticas, creo
comprender, luego del modulo estudiado, la importancia de asociar los estudios
de género a las practicas escolares, para combatir la forja de mujeres que ven
afectada la constitución de su personalidad, internalizando y naturalizando
pautas injustas y jerarquizantes del sistema de género, que generan
inseguridad en la participación de ámbitos públicos (Rodríguez Rodríguez,
2017). Cabe destacar que la escuela opera desde lo simbólico, con el
curriculum oculto no explicito, se legitiman y reproducen códigos de género,
con la seguridad de que eso es evidente, y por lo tanto no debe ser ni
nombrado ni explicado, tal como describe Bordeau (2000) que sucede con la
dominación masculina.
Coincido como conclusión con les autores acerca del rol cuestionador y
visibilizador del interior de los sistemas culturales y sociales que tiene el
estudio del genero a través de la historia, y en el hecho de que este concepto
permitió aprender no solo sobre las mujeres y la feminidad sino sobre los
hombres y la masculinidad también.
Este texto fue escrito en 1987, por lo que muchos de los últimos estudios de
género y cambios de paradigmas propuestos y vividos después de esa fecha
no son abordados, sin embargo, sus contribuciones al pensamiento global de
su influencia en otros ámbitos, son vigentes y valorables todavía.
Bibliografía
Badinter, E. (1992.). La identidad Masculina. París: Ed. Odile Jacob, , .
Bourdieu, P. (2000). La dominación masculina. Barcelona: Editorial Anagrama.
Bustos Romero, O. (2001). Genero y Socializacion. Familia, Escuela, Medios. En M. A.
Gonzales Perez, Significados Colectivos. Procesos y reflexiones teoricas. Mexico:
Cuadernos del centro interdisciplinario de investigacion en administracion y ciencias
sociales.
Carrasco, C. (2009 ). Tiempos y trabajos desde la experiencia femenina. Papeles de
relaciones ecosociales y cambioglobal , 45.
Castañeda Gutierrez, G. (2001). El ejercicio de la ciudadania de las mujeres y su
contribucion a la democracia. En Debate Feminista. Mexico: Mimeo.
Conway, B. y. (1987). El concepto de genero. En L. Martha, El genero. La construccion
Social de la diferencia sexual (pág. 21).
Fraser, N. (2006). La justicia social en la era de la política de identidad: redistribución,
reconocimiento y participación. En N. A. Fraser, “¿Redistribución o reconocimiento?
Un debate político filosófico”. Ed. Morata,.
Rodríguez Rodríguez, F. (2017). Reseña: Subirats, M. (2014). Forjar un hombre,.
Atlanticas, Revista Internacional de Estudios Feministas .

También podría gustarte