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Si nos planteamos desde una óptica a corto plazo, y con una visión estática de la riqueza
mundial (es decir, lo que yo crezco evita que crezcan los demás), las ventajas que
puede presentar a nuestro país el intercambio con el exterior, no estamos hablando de un
debate electoral antes de cualquier cita con las urnas (aunque nos pudiera parecer así
dado el nivel del debate económico público que tenemos que soportar últimamente);
sino que nos estamos planteando un tema con la visión de un grupo de estudiosos que
fueron etiquetados como Mercantilistas, que estuvieron ocupados en este tema hace ya
algunos siglos.
Se planteaba por entonces cuáles serían los efectos sobre la riqueza nacional, la
inversión, el empleo, los precios, la oferta monetaria del intercambio con el exterior, y
la conclusión principal a la que se llegó fue que un país sale beneficiado del comercio
con el resto del mundo cuando el valor de lo que exporta (y por lo que obtiene metales
preciosos, divisas o ingresos) es mayor que el de lo que importa (por lo que ha de pagar
metales preciosos, o divisas), por lo que la mejor política que se podía defender era la
del Superávit de la Balanza Comercial. Así, para maximizar las ventajas de esta
política, y por otras razones de carácter histórico (por aquel entonces los estados/nación
estaban en pleno proceso de formación), se tendió a un sistema económico intervenido
que estuviera orientado a potenciar esas exportaciones, con el fin de maximizar los
ingresos que permitieran mantener los presupuestos nacionales. Como complemento a
esa política, se trató de obstaculizar mediante todo tipo de restricciones legales y
monetarias las importaciones, lo que llevó a la articulación de unos paquetes de medidas
constituidos en políticas de carácter proteccionista.
Estas razones sin embargo, carecen de validez cuando se las contrasta con los costes que
supone la aplicación de medidas de carácter proteccionista para la economía. Hubo dos
frentes desde los que se protagonizó un ataque más en profundidad contra las tesis
mercantilistas; el ámbito monetario y el real.
estructuró en torno a la teoría del Ajuste Automático; que venía a decir que un
superávit continuado termina generando una serie de de efectos (sobreoferta de metales
preciosos o moneda extranjera –exceso de oferta monetaria-, incremento de la inflación,
pérdida de competitividad en precios de los productos nacionales frente a los del resto
del mundo, aumento de las importaciones y reducción de las exportaciones) que
conducen al déficit o equilibrio comercial de una forma más o menos rápida. Es decir;
un superávit de carácter sostenido en la economía, tiende a autocorregirse por influencia
de la variación de precios en dirección a los flujos comerciales. Manteniéndose esta
tesis siempre que se cumplan dos supuestos:
• libre movimiento internacional de metales preciosos (de capitales).
• Paridad entre distintas monedas cuyo valor está determinado por el contenido
metálico de las mismas.
De manera progresiva, la escuela clásica (sobre la que existe un cierto consenso al decir
que fue iniciada por Adam Smith), usando una formulación neutral respecto al dinero,
va haciendo más precisa la Teoría de la División Internacional del Trabajo, logrando
extender el campo de la especialización y libre cambio, con la sustitución del principio
de ventaja absoluta, por el principio de ventaja comparativa.
Por todo esto, los países deben exportar los bienes cuyos costes de producción sean
relativamente menores.
Como ejemplo de esto podemos analizar la situación de dos países; A y B que producen
dos bienes a partir de un único factor de producción; así su estructura productiva, en
términos de la cantidad del factor dedicada a la producción de cada uno de esos bienes
sería:
País A País B
Trabajo para un ordenador
100 120
Trabajo para una Tm trigo
5 8
Coste relativo de un ordenador
expresado en Tm de trigo
20 15