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BYUNG-CHUL HAN: ONTOLOGÍA DEL PRESENTE Y PROPUESTA ÉTICA PARA EL S.

XXI

La perspectiva del filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han constituye una de las más interesantes ontologías
del presente. Los retos, complejidades y características del S.XXI demandan un análisis dedicado, abordado
por Han desde el pensamiento de Heidegger, Hegel y Nietzsche. Su mirada crítica sobre Foucault y Baudrillard
pone el acento en la mutabilidad del capitalismo, cuya configuración actual trasciende el modelo de las
políticas del S.XX basadas en la coerción.

La premisa básica de Han plantea que el capitalismo de corte neoliberal, orientado hacia lo productivo,
rechaza toda negatividad y conduce a una saturación positiva. La sociedad de lo performativo no prohíbe ni
censura: promueve. En este sentido, la comunicación transparente impuesta por las redes sociales conforma
un panóptico digital bajo cuyo escrutinio no nos sentimos vigilados sino libres, siendo por ello una herramienta
del poder más eficaz que el autoritario panóptico benthamiano.

El lema de este siglo no es el imperativo «tú debes» sino el optimista «tú puedes», en tanto el poder
no mutila la libertad, sino que la promueve para estabilizarse. La explotación descrita por Hegel en la dialéctica
del amo y el esclavo queda actualizada en una dinámica por la cual el trabajador se explota a sí mismo, se
identifica y constituye mediante el proceso mismo de trabajo, hasta no «poder hacer» más.

La negatividad, defiende Han, da forma y delimita. Su anulación resulta en una acumulación


puramente cuantitativa, una asfixiante proliferación de lo igual. Sin negatividad, la comunicación no
proporciona información y deviene en eco, en ruido incapaz de crear poder alguno; los datos no producen
conocimiento; la estética se simplifica hasta las formas lisas e inmaculadas de Jeff Koons; el narcisismo satura
de mismidad al ego. El auge de los nacionalismos, la reciente gestión de la crisis de refugiados y las patologías
contemporáneas se desarrollan y crecen a la sombra de este rechazo a lo negativo, al Otro, a la alteridad.

La orientación de la vida hacia la dinámica productiva conduce a la pérdida del sostén narrativo de la
temporalidad. Así, el tiempo vivido se atomiza, experimentándose como una mera sucesión de presentes
inconexos. No es la aceleración, argumenta Han con Manuel Cruz y frente a Baudrillard, la que da lugar a la
pérdida de sentido de la temporalidad, sino su fragmentación. Al mismo tiempo, la eliminación de la distancia
comunicativa y la desmitificación de lo misterioso, también abordadas por Theodor Adorno y Jacobo Muñoz,
favorecen la reclusión en uno mismo: una individualidad que, carente de toda negatividad, se torna
autodestructiva.

Vivimos, en definitiva, en la sociedad de la transparencia y el cansancio.

En respuesta, Han construye una ética del demorarse, la contemplación y la hospitalidad. Dicha
propuesta busca restaurar una narrativa que vertebre nuestra temporalidad y otorgue sentido al presente, así
como aceptar e integrar la negatividad, lo Otro. Este planteamiento se articula en acciones y gestos de entrega
como la escucha. No está solo en otorgar valor a esta facultad: Levinas o Freud hicieron hincapié en el papel y
el valor de la escucha, la cual nos pone en comunicación con la alteridad e invita al otro a hablar, creando ese
espacio dialógico de inter-subjetividad que, en Gadamer, construye nuevas formas de interpretar y
comprender.

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