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ACPO diagnosticó, a comienzos de los años cincuenta, que el país rural se enfrentaba a una
preocupante devastación económica, social y cultural. Según sus informes, el campesino “tal
como es” podría ser una persona con grandes realizaciones personales, familiares y
comunitarias, pero sus posibilidades habían sido limitadas por diversas razones. Entre estas la
entidad mencionaba las oleadas de violencia política en el campo, la desigual presencia del
Estado en el territorio, las pocas oportunidades de acceso a la educación, una supuesta
mentalidad tradicionalista entre los mismos campesinos, la casi nula productividad de la
economía agrícola, la distribución inequitativa de la tierra y el desplazamiento forzado de
familias campesinas hacia las periferias de las ciudades.
En contraste, ACPO reconocía que el país urbano tenía grandes avances: el acceso a los
servicios públicos era cada vez mayor, la educación primaria y secundaria comenzaba a
democratizarse, se fundaban nuevas universidades, y las ciudades crecían y se modernizaban.
El futuro se mostraba lleno de oportunidades de progreso para algunos sectores urbanos del
país, aunque también se condenaba el interés individualista por el dinero y la productividad.
Para la entidad estas transformaciones debían extenderse hacia el ámbito rural, pero
apoyándose en los valores y las potencialidades del campesinado.
Aunque ACPO había trabajado en conjunto con Rojas Pinilla, para 1958, luego de la caída de la
dictadura, recibió con optimismo el nuevo pacto político del Frente Nacional (1958-1974): lo
identificó como una renovación de liderazgos que generaría estrategias concretas para mejorar
la vida de los habitantes del mundo rural. Desde entonces, frente a las promesas de cambio y
solución a la cruel violencia rural, la entidad promovió la fundación de Escuelas
Radiofónicas a través de las parroquias y, como lo muestra el mapa, expandió su red
educativa por gran parte del país. Los gobiernos del Frente Nacional apoyaron esta empresa
por considerarla un complemento ideal de las labores del Estado colombiano, pues, en
concreto, aportaba soluciones a sus dificultades para consolidar políticas educativas de larga
duración y permitía ampliar su cobertura geográfica.
Por su parte, el sistema educativo multimedia de ACPO apuntó a incentivar esos cambios de
manera progresiva y estratégica, tanto en la mentalidad, la espiritualidad como en la vida
material del campesinado. Los medios de comunicación no eran vistos por la entidad solamente
como avances tecnológicos, sino también como potentes vehículos de difusión
de concepciones sobre la vida comunitaria.
A través de sus medios de acción, la entidad cuestionó la idea común de que en la ciudad
estaban las mejores oportunidades. En la vía del presidente liberal Carlos Lleras Restrepo,
durante toda la década de 1960 el semanario El Campesino manifestó que era necesario que en
el campo se encontraran todos los bienes, servicios y necesidades vitales que los campesinos
buscaban en las ciudades ya que, en muchas oportunidades, quedaban confinados a vivir en
deplorables condiciones de vida en las periferias.