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Revista Perspectivas Sociales / Social Perspectives primavera/spring 2010 / Vol. 12 No. 1 / Pág.

75-99 75

Factores de riesgo asociados a la violencia familiar contra


las personas mayores en la ciudad de Monterrey, México*

Sandra Mancinas Espinoza**


Manuel Ribeiro Ferreira

Resumen

Este trabajo presenta los resultados de un estudio transversal realizado


en la ciudad de Monterrey, en el estado mexicano de Nuevo León, entre
2005 y 2006. La investigación tuvo como propósito identificar factores
de riesgo predictores de violencia familiar hacia personas mayores, o
bien factores de riesgo asociados a ella. Los factores de riesgo incluidos
fueron: sexo, presencia de enfermedades crónicas, otorgar ayuda a los
hijos, vivir con ellos y el aislamiento social. La violencia fue discriminada
en dos tipos para el análisis de regresión: maltrato en general1 y
negligencia. Para el cálculo del riesgo se diferenció a la población en
dos: con incidentes de maltrato y sin incidentes de maltrato, y se empleó
la razón Odds —Odds ratio—. La muestra se calculó empleando un
muestreo irrestricto aleatorio y estuvo constituida por 952 personas
mayores. La negligencia fue el tipo de maltrato más frecuente. Se observó
que las personas mayores que padecen enfermedades crónicas o aquellas
que presentan dificultad para realizar actividades de la vida diaria tienen
más probabilidades de sufrir incidentes de maltrato que aquellas que no
están enfermas o con problemas de funcionalidad.

Aunque la variable sexo no resultó estadísticamente significativa,


*
Este trabajo únicamente hace alusión al abuso que viven las personas mayores en
la familia. Solamente se analiza la violencia de los hijos mayores de edad hacia sus
padres. Aunque no necesariamente significan lo mismo, se usarán indistintamente los
términos violencia, abuso y maltrato.
**
Profesores en la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la Universidad
Autónoma de Nuevo León. Correos electrónicos: sandremancinas@hotmail.com
mribeiro@facts.uanl.mx
1
Esta categoría abarca tanto actos de violencia física, como emocional y económica.
2
This label included physical, economic and emotional violence.

ISSN 1405-1133 © 2008 Universidad Autónoma de Nuevo León, University of Tennessee.


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de Monterrey, México

se cree que el género es un elemento determinante en la forma en la que


se manifiesta el maltrato.

Los resultados se interpretan retomando la noción del triunvirato


de la violencia (Zizek, S., 2009), constituida por la relación indisoluble
entre violencia sistémica, objetiva y subjetiva.

Abstract

A transversal study was made Monterrey, Nuevo Leon, Mexico between


2005 and 2006. The main purpose was to identify risk factors associated
to elder abuse in family context. The risk factors included were: sex,
chronic illness, disabilities in doing daily life activities, social isolation,
living arrangement, economic and child care support provided by elder.
Two forms of violence were defined for the regression analysis: mistreat-
ment2 and neglect. The Odds ratio was calculated in two groups: elders
with mistreatment incidents and elders without mistreatment incidents.
In a random unrestricted sampling composed by 952 elder people, re-
sults showed that neglect was the most frequent type of mistreatment.
Regarding to the risk factors, disabilities to do daily activities and the
chronic illness were the most related to mistreatment and neglect. The
likelihood for elder people with disabilities to do daily life activities
and for elder people with chronic illness in receiving violence is greater
than the other.

Furthermore, an analysis about the violence triumvirate (Zizek, S.,


2009) will be exposed. This is based in the relation between systemic,
objective and subjective violence.

Palabras Clave / Keywords

Violencia, familia, factores de riesgo, envejecimiento, género.


Elder abuse, family, risk factors, aging, gender.

3
Aunque en este trabajo se consideran como adultos mayores a aquellas personas
de 65 años y más, la mayoría de las fuentes estadísticas consultadas presentan infor-
mación a partir de los 60 años; es por eso que muchos de los datos sociodemográficos
que se presentan aquí no se ajustan al criterio de edad establecido.
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Envejecimiento poblacional y dificultades asociadas

Las tendencias demográficas señalan que el envejecimiento poblacional


es un fenómeno que ha ido en aumento. En 1950, la población mundial de
60 años3 y más era de 204 millones (INEI, 1993), y para el año 2000 se
había triplicado: es decir, había un poco más de 600 millones de personas
de 60 años y más, de las cuales 62 por ciento —374 millones— estaba
concentrado en países en vías de desarrollo (HelpAge International,
2002). En 2002, en América Latina y el Caribe existían 41 millones de
personas mayores de 60 años (HelpAge International, 2002). En México,
los registros oficiales indicaban que en 2005 la población de 60 y más
años y ascendía a 8 millones 338 mil 835 personas. El colectivo de 65
años y más representaba 5.5 por ciento de la población total4 —2.6 por
ciento hombres y 2.9 por ciento mujeres—. En el estado de Nuevo León,
la población total era de 4 millones 199 mil 292 personas, de las cuales
4.7 por ciento tenía 65 años y más —2.4 por ciento hombres y 2.9 por
ciento mujeres—. En Monterrey, 79 mil 624 personas constituían este
grupo etario (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática,
2005).

En sí mismo, el envejecimiento poblacional no representa un


problema social; por el contrario, se considera un logro5 (HelpAge
International, 2002; Vizcaíno, J., 2000). Sin embargo, puede convertirse
en un conflicto cuando los recursos —a nivel familiar y social— para
atender las necesidades de las personas que conforman esta categoría son
insuficientes, cuando los estereotipos negativos producen y se traducen
en actitudes discriminatorias hacia ellas y cuando el Estado no prevé
políticas sociales pertinentes para su bienestar.

En México, los principales problemas a los que se enfrentan son:


insuficiencia financiera en los sistemas de seguridad social, retiro y
pensiones; problemas de salud caracterizados por una mayor incidencia

4
El II Conteo de Población y Vivienda de 2005 indica que la población total en México
es de 103 millones 263, mil 388 millones de personas.
5
El envejecimiento poblacional se considera un logro, “puesto que los mejores in-
dicadores de desarrollo social y económico coinciden con sociedades notablemente
envejecidas desde el punto de vista demográfico” (Vizcaíno, J., 2000).
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de Monterrey, México

de enfermedades crónicas, degenerativas e incapacitantes; necesidad de


trasferencias y soporte familiar ante las fallas y retirada del Estado de
Bienestar; feminización del envejecimiento; y cambios en las relaciones
familiares (Ham, R., 2003), entre muchos otros. Por si no fuera bastante,
algunos de estos problemas quizá se agudizarán con el envejecimiento
progresivo de la población.

Los cambios familiares y sociales derivados del envejecimiento


poblacional no siempre constituyen un problema. En algunos casos, se
convierten en oportunidades para el enriquecimiento de las relaciones
intergeneracionales, mientras que en otros, como señalan algunos autores
(Schiamberg, L. y D. Gans, 1999), tales cambios hacen que las relaciones
familiares se tornen abusivas. Cuando esto último sucede, la violencia
familiar constituye otro de los problemas que enfrentan las personas
mayores.

La International Network for the Prevention of Elder Abuse (INPEA)


define el maltrato a las personas mayores como “un acto único o reit-
erado o dejar de tomar determinadas medidas necesarias, en el contexto
de cualquier relación en la que existen expectativas de confianza, y que
provocan daño o angustia a una persona mayor” (World Health Orga-
nization/The International Network for the Prevention of Elder Abuse,
2002: 137). El maltrato puede ser:

Maltrato físico: causar dolor o lesiones, ejercer coerción física o restringir


la libertad de movimientos mediante la fuerza o el uso de las drogas.

Maltrato psíquico o emocional: infligir sufrimiento psíquico.

Abuso económico o material: explotar a una persona mayor o hacer uso


de sus fondos o recursos en forma ilícita o indebida.

Abuso sexual: mantener contacto sexual no consentido de cualquier tipo


con una persona mayor.

Descuido: negarse a cumplir la obligación de atender a una persona mayor,


o no cumplirla. Esto puede entrañar o no la tentativa, consciente e intencio-
nal, de causar sufrimiento físico o emocional a la persona mayor (World
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Health Organization/The International Network for the Prevention of Elder


Abuse, 2002: 137).

La violencia familiar hacia las personas mayores se manifiesta en actos


que van desde las agresiones físicas, los insultos, el abuso económico y
material, hasta el abandono o la negligencia (Organización Mundial de
la Salud/Organización Panamericana de la Salud, 2002); y sus efectos
se pueden traducir en “un deterioro general de su calidad de vida, que
se manifiesta en crecientes niveles de indigencia, desnutrición y un
mal estado de salud física y mental, todo lo cual genera fragilidad, baja
autoestima, estrés y frustración y, en algunos casos, lleva al suicidio”
(HelpAge International, 2002: 38).

Aunque este trabajo recoge información del maltrato hacia las per-
sonas mayores únicamente en el contexto familiar, la interpretación de
aquélla se basa en el concepto del triunvirato de la violencia desarrollado
por Slavoj Zizek (2009). Para este autor, el análisis de este problema
social requiere la reflexión en torno a la indisociabilidad entre violencia
objetiva, subjetiva y sistémica.

La violencia familiar hacia las personas mayores es entendida como


todo acto —intencional o no— que por acción u omisión provoque daño
físico o psicológico a una persona mayor por parte de sus hijos mayores de
18 años. Los factores de riesgo que se incluyen son: el sexo, el aislamiento
social, el estado de salud, la incapacidad para realizar actividades de la
vida diaria, el apoyo económico otorgado a los hijos y la cohabitación
con ellos.

Metodología

En este estudio se identificó si el sexo, la presencia de enfermedades


crónicas, la incapacidad para realizar actividades de la vida diaria,
otorgar ayuda a los hijos, cohabitar con ellos y el aislamiento social son
factores de riesgo predictores de violencia familiar6. Además se calculó
la probabilidad que tienen las personas mayores que se encuentran en

6
En este estudio hablaremos de violencia familiar ejercida de los hijos hacia sus
padres.
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de Monterrey, México

alguna o algunas situaciones de las antedichas de padecer violencia en


comparación con aquellas que no lo están. El maltrato fue discriminado
en dos tipos para el análisis de regresión —maltrato en general7 y
negligencia—, mientras que para el cálculo del riesgo se diferenció a la
población en dos: con incidentes de maltrato y sin ellos.

El estudio se llevó a cabo en la ciudad mexicana de Monterrey, Nuevo


León, entre septiembre de 2005 y enero de 2006. Se entrevistaron 1 mil 57
personas de 65 y más años cuyo estado físico y cognitivo les permitiera
responder la encuesta de manera independiente, sin informantes susti-
tutos. Dado que el interés de este trabajo está centrado en la violencia
que ejercen los hijos mayores de 18 años hacia sus padres, se excluyeron
a aquellas personas mayores que no cumplían con este requisito, y la
población del estudio quedó conformada por 952 personas.

La muestra se calculó empleando un muestreo irrestricto aleatorio.


El nivel de confianza fue de 95 por ciento —α = 0.05—, el límite de
error de estimación de 0.03 —+ 3 por ciento—, y se recurrió a un enfoque
conservador —p = ½ y q = ½—. La fórmula que se utilizó para calcular
la muestra fue la siguiente:

n= N (P*Q)
(N-1)(D) + (P*Q)

Dado que el tamaño del universo es grande, remplazamos N-1 por


N (Scheaffer, R. et al, 1987), quedando:

n= N (P*Q)
(N)(D) + (P*Q)

Se analizaron de manera descriptiva los tipos de maltrato más


frecuentes, es decir, el maltrato físico, emocional, económico y la
negligencia, así como las acciones que conforman cada uno de éstos.
La identificación de los factores de riesgo se realizó de dos maneras:
mediante regresiones múltiples y cálculo de la razón Odds —Odds
ratio—. Para ejecutar la regresión y estudiar la relación de los factores

7
Esta categoría abarca tanto actos de violencia física, como emocional y económica.
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de riesgo y la violencia en términos de predictibilidad, se consideraron


seis variables independientes: sexo, enfermedades crónicas, deficiencias
físicas para realizar actividades de la vida diaria, ayuda otorgada a
los hijos, la cohabitación y el aislamiento social; y dos variables
dependientes: maltrato —que incluía acciones de maltrato físico,
emocional y económico— y negligencia. Mediante la razón Odds se
calculó el riesgo de aquellos factores que resultaron estadísticamente
significativos en regresión múltiple.
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de Monterrey, México

Resultados

Las estadísticas presentadas a continuación deben ser interpretadas


desde la complejidad y multiplicidad que encierra el envejecimiento
en tanto concepto y en tanto proceso, así como desde el entendimiento
del concepto violencia, a partir de lo que Slavoj Zizek (2009) llama el
triunvirato de la violencia sistémica, objetiva y subjetiva.

“La vejez adopta una multiplicidad de rostros” (De Beauvoir,


S., 1970); existen diversas representaciones que influyen en la
construcción de esta fase del ciclo vital: no envejecen igual los hombres
y las mujeres, los pobres y los ricos, los obreros y los profesionistas, los
que viven con sus familias y los que no, los que viven en medios urbanos
y los que viven en medios rurales, los discapacitados y los que gozan de
buen estado de salud, etcétera.

Expertos en envejecimiento (Aranibar, P., 2001; Arber, S. y J. Ginn,


1996) consideran que independientemente del carácter polisémico y
multidimensional del envejecimiento, existen condiciones como la
estructura o sistema social, la edad y el género, que rigen básicamente
su construcción como categoría social. Dichos elementos coexisten, ya
que de acuerdo con Paula Aranibar (2001) y Abilio Reig (1999) la edad
es conformada por el tiempo, pero el poliedro de significados de la vejez
es construido por la sociedad, la cultura y el momento histórico.

En el capitalismo como orden social, la libertad se encarna, según


Robert Heilbroner, siguiendo a Locke en “el derecho de los individuos
sobre sus propios cuerpos y, por una mínima extensión, sobre el trabajo
de sus cuerpos” (Heilbroner, R., 1996: 72). Uno de los postulados
de este sistema se basa en el derecho de las personas a la “‘más
sagrada e inviolable’ de todas las formas de propiedad” (Smith, citado en
Helibroner, 1996: 72,73), es decir, el derecho de disponer de sus cuerpos
para trabajar. Sin embargo, de acuerdo con Robert Castel (2004), existen
imponderables como la enfermedad, los accidentes, el desempleo, el cese
de la actividad en razón de la edad, etcétera, que impiden a las personas
“ganarse la vida trabajando”, lo cual podría degradar su estatus social.

El sistema económico marca que, al llegar a cierta edad, las personas


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tienen que retirarse del mercado laboral, lo que de alguna manera limita
la libertad sobre sus propios cuerpos. Ello representa, para un sector
importante de personas mayores, un cuestionamiento del registro a la
pertenencia social, pues como dice Robert Castel (2004: 35): al ya no
poder extraer de su salario los medios para su subsistencia, las personas
se vuelven “incapaces de gobernar su existencia a partir de sus propios
recursos”. De esta manera, en el sistema capitalista, de acuerdo con M.
Morales (2000), la fuerza de trabajo se devalúa con la edad, las personas
mayores no son consideradas como un producto rentable y se eliminan
del proceso productivo.

Lo anterior, típicamente, se traduce en conceptos negativos


sobre la vejez. Ésta se ve como una desgracia, como un fenómeno
discordante con los valores de competencia, individualismo,
productividad, consumismo, juventud y agresividad que postula el
capitalismo. Desde este sistema, siguiendo a M. Morales (2000), la
identidad de las personas mayores se construye negativamente a partir de
todo lo que han dejado de ser: jóvenes, autónomos, sanos, productivos,
consumidores y autosuficientes.

Adicional a ello, el género es un elemento que singulariza la


conformación de los significados de la vejez. De acuerdo con Mabel
Burín e Irene Meler (2001), el género puede entenderse como los
significados que cada sociedad le atribuye a la diferencia sexual que se
encuentra inscrita en los cuerpos. En este mismo sentido, Judith Lorber
(1994: 38) apunta que “los cuerpos difieren fisiológicamente de muchas
maneras, pero son completamente transformados por prácticas culturales
enmarcadas en categorías sobresalientes de una sociedad”. De allí que
las prácticas culturales atribuidas a ser hombre o ser mujer determinan
cómo se envejece y cómo se vive esta fase vital.

Resumiendo, existen tres elementos que paralelamente deben acom-


pañar el análisis de la violencia familiar hacia las personas mayores:
estructura del sistema social y económico, la edad y el género.

La violencia familiar se inserta en un sistema económico que limita


la libertad de los adultos mayores a ejercer su derecho de decisión sobre
su propio cuerpo y su derecho a trabajar. La edad es el criterio a través
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de Monterrey, México

del cual el sistema limita el ejercicio del derecho mencionado y, el género


es definitorio en las experiencias de ser viejo o vieja.

En el caso de nuestra población de estudio, se observó que en pro-


medio tanto hombres como mujeres tienen 74 años, 0.5 por debajo de
la media nacional. La proporción de hombres —51.6 por ciento— fue
ligeramente superior a la de las mujeres —48.4 por ciento—. La esco-
laridad es baja: las mujeres indicaron haber asistido 3.8 años a la escuela,
mientras que los hombres indicaron haber asistido a la escuela 4.7 años
en promedio. La mayoría de los adultos mayores se encuentra casada
o vive en unión —57.5 por ciento—, aunque un porcentaje importante
—37.1 por ciento—, lo constituyen viudos. Al desagregar los datos por
sexo, observamos que son más los hombres casados —73.6 por ciento—
que las mujeres —40.4 por ciento—, y que son más las mujeres viudas
—55.6 por ciento— que los hombres —20.3 por ciento—. Los tres tipos
de hogares predominantes fueron los nucleares —22.1 por ciento—, los
de pareja sola —17.3 por ciento— y los formados por familias extensas
—13.0 por ciento—. Es importante mencionar que un porcentaje sig-
nificativo de hogares son unipersonales —10.5 por ciento—.

Respecto a la situación económica, se observó que 27.2 por ciento de


las personas mayores que ha experimentado algún incidente de violencia
es económicamente activo. De ellas, 20.4 por ciento manifestó que la
principal razón para continuar trabajando es la necesidad económica. Un
porcentaje importante —24.9 por ciento— manifestó que no desempeña
ningún tipo de trabajo debido a su estado de salud; sus principales fuentes
de ingresos son las pensiones —56.7 por ciento— y la ayuda de hijos o
parientes —58.4.por ciento—. Casi la mitad de la población —43.1 por
ciento— dijo que su ingreso le alcanza sólo para cubrir sus necesidades
básicas, mientras que 42.8 por ciento expuso que su ingreso no le alcanza
para cubrir sus necesidades básicas. Con base en lo anterior, se puede
decir que las personas mayores que han tenido incidentes de maltrato
enfrentan carencias de tipo económico.

En el caso de nuestra población de estudio, 73.1 por ciento se en-


cuentra fuera del proceso productivo. Las formas en que los ancianos en
Monterrey se encuentran al margen de la dinámica productiva son, en
primer lugar, cuestiones relacionadas con su estado de salud —enferme-
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dades o limitaciones físicas—, con 24.6 por ciento; por jubilación, con
19.4 por ciento; o por el género al que pertenecen, con 12 por ciento de
mujeres que nunca ha trabajado. La situación económica de los adultos
mayores en Monterrey es difícil, aunque una persona puede tener varias
fuentes de ingreso como pensiones —70.9 por ciento, hombres; 40.9 por
ciento, mujeres—, ayuda de hijos o parientes —55.9 por ciento, hombres;
65.2 por ciento, mujeres—, sueldo o pagos por trabajos —31.9 por ciento,
hombres; 16.2 por ciento, mujeres—. La mayoría —86.4 por ciento—
manifiesta que sus ingresos no les alcanzan —42.7 por ciento— o apenas
les alcanzan para cubrir sus necesidades básicas —43.7 por ciento—.
Así, el gran marco en que se sitúa a estos adultos mayores es el hecho
de que, como se señaló antes, la mayoría de ellos está fuera del proceso
laboral. En una sociedad donde la felicidad se vincula al consumo y el
trabajo es el vehículo natural para llegar a él, convirtiéndose ambos en
la finalidad y la trama de la vida, estar al margen de la ética del trabajo
y del proceso productivo se considera una falta grave (Fericgla, J., 2002:
158).

Esa posición de las personas mayores en el sistema económico


y, por tanto, social, impacta en su subjetividad ya que, como afirma
Castoriadis (1975, citado en Burín M. e I. Meler, 2001), los modelos
de producción influyen en la conformación de las subjetividades. Para
Josep María Fericgla (2002), en las sociedades posindustrializadas,
en términos generales, los individuos que no trabajan constituyen un
colectivo de segundo orden y éste básicamente se conforma por personas
mayores. Según este mismo autor, la jubilación representa para muchos
ancianos un rito desestructurante, pues la mayoría de ellos, especialmente
los hombres, fueron socializados alrededor del trabajo y el cese en la
vida laboral es motivo de profunda desorientación familiar y social.
Estudios que el propio Josep María Fericgla (2002) realizó en Cataluña
evidencian que algunos ancianos manifiestan que una vez jubilados se
aburren, no saben qué hacer y además necesitan más dinero para solventar
sus necesidades.

Con relación al estado de salud, los indicadores de enfermedad


revelan que un porcentaje importante de la población —41.9 por
ciento— padece entre tres y siete enfermedades crónicas. La mujeres
—48.2 por ciento— presentaron mayores proporciones de comorbili-
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de Monterrey, México

dad —de cuatro a siete enfermedades— que los hombres —36.2 por
ciento—. Las enfermedades más frecuentes en ambos sexos fueron la alta
presión —41.8 por ciento, hombres; 49.7 por ciento, mujeres— y las
enfermedades degenerativas de los ojos —37.9 por ciento, hombres; 42.1
por ciento, mujeres—. Además de alta presión, la artritis/reumatismo
—24.7 por ciento, hombres; 42.7 por ciento, mujeres—, la osteoporosis
—8.2 por ciento, hombres; 27.5 por ciento, mujeres— y la depresión/
desgano —34.6 por ciento, hombres; 49.7 por ciento, mujeres— son
enfermedades más frecuentes en las mujeres que en los hombres.

Con relación a la funcionalidad, podemos decir que aunque se trata


de una población relativamente autónoma para realizar la mayor parte
de sus actividades de la vida diaria —caminar, ir al baño, asearse
o bañarse, tomar medicamentos, levantarse de la cama o acostarse y
alimentarse—, existen dos actividades en las que demandan apoyo: para
realizar labores domésticas, con 67.4 por ciento, y para realizar acciones
de carácter instrumental —ayuda para recibir atención médica, sacar
cita, que lo trasladen, acompañen, apoyen, ayuden a hacer mandados,
lleven a pasear, etcétera—, con 53.5 por ciento.

El estado físico es una dimensión trascendente en el análisis del


envejecimiento. Tanto el deterioro de las capacidades físicas como la
edad son condiciones que, de alguna manera, limitan la libertad de las
personas mayores sobre sus propios cuerpos y su fuerza de trabajo,
conduciéndolas a los márgenes del sistema productivo. En el espacio
familiar, además, el deterioro del cuerpo reduce la capacidad de las per-
sonas mayores de brindar ayuda, reduciendo con ello sus posibilidades de
reciprocidad por parte de otros miembros de la familia, pues de acuerdo
con Verónica Montes de Oca (2004), quienes conservan la habilidad para
reciprocar ayuda, reciben más apoyo por parte de sus familias (Montes
de Oca, V., 2004).

Con base en lo anterior, se entiende que las personas mayores no están


situadas socialmente en las mismas coordenadas que las de otras edades.
Ello se debe, por un lado, a su ubicación en los márgenes del sistema
productivo, y por otro, a que con frecuencia los efectos fisiológicos que
trae consigo el proceso de envejecimiento impactan a la familia.
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Es necesario situar entonces a la violencia familiar desde una


perspectiva amplia. Para Slavoj Zizek (2009), la violencia debe ser
analizada como un triunvirato entre la violencia sistémica, la objetiva
y la subjetiva.

La primera de ellas se caracteriza por “las consecuencias


catastróficas del funcionamiento homogéneo de nuestros sistemas
económico y político” (Zizek, S., 2009: 10). Bajo este supuesto, la
posición de las personas mayores en el sistema productivo a menudo
forma parte de la violencia sistémica. Este tipo de violencia se caracteriza
por la restricción tanto en el derecho a disponer de sus propios cuerpos,
como en la libertad sobre el trabajo que éstos pueden realizar. En México,
la Primera Encuesta Nacional sobre Discriminación (2005) reveló que
uno de cada tres adultos mayores siente violentado su derecho al trabajo
debido a su condición de edad.

El sistema puede influir en el destino de un estrato completo de la


población, pues éste “puede ser determinado por la danza especulativa
‘solipsista’ del capital, que persigue su meta del beneficio con total
indiferencia sobre cómo afectará dicho movimiento a la realidad social”
(Zizek, S., 2009: 23).

Paralelamente a la violencia sistémica existe la violencia objetiva,


que tiene la peculiaridad de formar parte inherente del estado de
cosas normal y pacífico, “por tanto es invisible, puesto que sostiene la
normalidad de nivel cero contra lo que percibimos subjetivamente
violento” (Zizek, S., 2009: 10).

La violencia objetiva tiene que ver con el imaginario social del


trato que idealmente se debe dar a las personas mayores, tanto en la
sociedad como en la familia. El imaginario social sugiere que los hijos
cuiden y se hagan cargo de sus padres, sin cuestionar si aquéllos cuentan
con capacidad económica y tiempo para hacerlo. Se asume que las
necesidades económicas y de cuidado deben ser cubiertas en primera
instancia y fundamentalmente por las familias.

Al asumirse que la totalidad del cuidado y atención a las personas


mayores les corresponde a las familias, sin el cuestionamiento de la
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de Monterrey, México

suficiencia de las políticas sociales de atención a este colectivo, se


mantiene el nivel de violencia cero y las fallas del sistema no se hacen
evidentes. Por ello, aunque en los casos de maltrato y negligencia en
el espacio doméstico lo visible es la incapacidad de las familias para
hacerse cargo de sus viejos, el análisis de la violencia familiar hacia ellos
debe tomar en cuenta la violencia sistémica y la violencia objetiva, sobre
todo “si uno quiere aclarar lo que de otra manera parecen ser explosiones
‘irracionales’ de violencia subjetiva” (Zizek, S., 2009: 10).

En este sentido, la violencia familiar constituiría lo que Zizek llama


violencia subjetiva. Este tipo de violencia existe como contraste con
el fondo de nivel cero de violencia, propio de la violencia objetiva, y
se ve como una perturbación del estado de cosas “normal” y pacífico
(Zizek, S., 2009). De manera que la violencia familiar ejercida contra las
personas mayores se evidencia cuando actos de distinta índole perturban
el orden social de lo que representa el trato ideal hacia ellas. Por
ejemplo, la negligencia y los malos tratos perturban el ideal de respeto
hacia el viejo. Las distintas manifestaciones de la violencia en el espacio
doméstico dejan al descubierto la falibilidad de la familia en el cuidado
de la seguridad y bienestar de de sus miembros más envejecidos.

En el caso de Monterrey, México, los resultados indican que las


personas mayores que han experimentado maltrato por parte de sus
hijos identificaron la negligencia como el tipo de maltrato más frecuente
—75.1 por ciento—, por encima del emocional —38.5 por ciento—, del
económico —7.6 por ciento— y del físico —3.4 por ciento—. Nuestros
resultados coinciden con los de un estudio realizado en España (Bazo,
M. 2001), en el cual se encontró que es mayor la existencia de abandono
o negligencia en el trato hacia las personas mayores, de carácter físico
o psicológico, que los malos tratos propiamente dichos.

Las omisiones más comunes a través de las cuales se ejerce el


maltrato por negligencia son: no otorgar apoyo económico —con dinero
o bonos—, con 38.8 por ciento; no otorgar ayuda en especie —ayuda
para comprar medicina, ropa, pagos varios—, con 37.4 por ciento; y no
otorgar apoyo para realizar actividades domésticas, con 14.2 por ciento.
Mientras que las tres primeras manifestaciones de la violencia emocional
fueron: dejar de hablarle a la persona mayor —18.7 por ciento—, gritarle
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—18.7 por ciento— e insultarle —10.8 por ciento—.

Respecto a los factores de riesgo, se observó que la relación entre


éstos y el maltrato se comporta de manera distinta a la relación entre los
factores de riesgo y la negligencia.

Para indagar cuáles factores de riesgo predicen la aparición de


violencia familiar en las personas mayores, se elaboraron dos modelos de
regresión. En el primero de ellos (tabla 1), las variables independientes
fueron los seis factores de riesgo —sexo, enfermedades crónicas,
deficiencias físicas, ayuda otorgada a los hijos, cohabitación y
aislamiento— y la variable criterio fue maltrato —físico, emocional
y económico—. El segundo modelo (tabla 2) incluía como variables
independientes los factores de riesgo antes mencionados y como variable
criterio negligencia —económica y para realizar actividades de la vida
diaria—. Ambos modelos resultaron estadísticamente significativos:
p<.05.

El primer modelo reveló que el número de enfermedades


crónicas y otorgar ayuda a los hijos incidían en mantener una relación
estadísticamente significativa: p<.05. La p=001 en el caso de la primera
variable, y de p=.036 en la segunda variable. La R cuadrada fue de
.022, lo que significa que 2 por ciento de la varianza de la variable
dependiente —maltrato— es explicada por las variables sexo, número
de enfermedades crónicas, número de hijos mayores de 18 años que
cohabitan con la persona mayor, la ayuda que ésta otorga a sus hijos, el
aislamiento y la incapacidad para realizar actividades de la vida diaria
(AVD).

El segundo modelo indicó que con una p=002, la incapacidad para


realizar AVD y la negligencia mantenían una relación estadísticamente
significativa: p<.05. La variable aislamiento también sostuvo una relación
estadísticamente significativa con la negligencia, la p=000, aunque esta
relación fue negativa. En este modelo, la R cuadrada fue de .044, lo que
significa que el porcentaje total de la variable criterio —negligencia—,
explicado por las seis variables independientes, fue de 4 por ciento.
90 / Factores de riesgo asociados a la violencia familiar contra las personas mayores en la ciudad
de Monterrey, México

Tabla 1. Modelo de regresión 1


Coeficientes no Coeficientes
Modelo No.1 estandarizados estandarizados
B Error Beta T Sig.
Estándar
(Constante) .414 .445 .930 .352
Sexo persona -.087 .183 -016 -.476 .634
entrevistada
Incapacidad AVD -.032 .059 -.020 -.550 .582
Aislamiento -.042 -057 -.026 -.737 .461
Ayuda a hijos .147 .070 .072 2.101 .036
Enfermedades crónicas .199 .062 .115 3.234 .001
Cohabitación con hijos .081 .091 .030 .894 .371
mayores de edad

Variable dependiente: maltrato

Tabla 2. Modelo de regresión 2

Coeficientes no Coeficientes
Modelo No.1 estandarizados estandarizados
B Error Beta T Sig.
Estándar
(Constante) .609 .149 4.091 .000
Sexo persona -.009 .061 -.005 -.141 .888
entrevistada
Incapacidad AVD .062 .020 .114 3.157 .002
Aislamiento -.068 .019 -.126 -3.568 .000
Ayuda a hijos .010 .024 .014 .407 .684
Enfermedades crónicas .027 .021 .046 1.304 .193
Cohabitación con hijos -.012 .030 -.013 -.389 .697
mayores de edad

Variable dependiente: negligencia

El análisis de regresión evidencia que de todos los factores de riesgo


mencionados, presentar deficiencias físicas para realizar actividades
de la vida diaria; padecer enfermedades crónicas y otorgar apoyo a los
hijos, predicen la aparición de negligencia y maltrato, respectivamente.
Revista Perspectivas Sociales / Social Perspectives primavera/spring 2010 / Vol. 12 No. 1 / 91

Y que el aislamiento mantiene una relación negativa con la negligencia.


Es decir, a menor aislamiento mayor violencia.

Por su parte, la odds ratio confirma que son las personas mayores
con problemas de salud, o incapacidad para realizar actividades de la
vida diaria, quienes en mayor medida están propensos a experimentar
situaciones de violencia familiar por parte de sus hijos. Esta prueba indica
que las personas mayores que tienen problemas para realizar actividades
de la vida diaria tiene 2 veces —odds ratio=2.088— más probabilidades
de sufrir incidentes de maltrato que aquellas que no tienen problemas
de este tipo (tabla 3). Y que las personas enfermas tienen 1.4 veces más
probabilidades de tener incidentes de violencia que las personas sanas
(tabla 4).

Tabla 3. Estimación del riesgo de vivir incidentes de violencia con


relación a la funcionalidad

Valor Intervalo de confianza


al 95 por ciento
Inferior Superior
Odds ratio (ha tenido o no incidentes de maltrato) 2.088 1.522 2.864
Para la cohorte funcionalidad = Sin problemas 1.761 1.373 2.260
Para la cohorte funcionalidad = Con problemas 0.844 0.786 0.905
N casos válidos 951

Tabla 4. Estimación del riesgo de vivir incidentes de violencia con re-
lación al estado de salud

Valor Intervalo de confianza


al 95 por ciento
Inferior Superior
Odds ratio (ha tenido o no incidentes de maltrato) 1.456 1.035 2.049
Para la cohorte estado de salud = Sano 1.363 1.027 1.808
Para la cohorte estado de salud = Enfermo 0.936 0.882 0.993
N casos válidos 951

En resumen, los resultados obtenidos tanto en la regresión múltiple


como en la odds ratio indican que las personas que tienen dificultades
92 / Factores de riesgo asociados a la violencia familiar contra las personas mayores en la ciudad
de Monterrey, México

para realizar actividades de la vida diaria, y por lo tanto un cierto grado


de dependencia, así como aquellas que padecen enfermedades crónicas,
están en mayor riesgo de vivir violencia familiar por parte de sus hijos
que las personas mayores más autónomas y sin problemas de salud.

Estos resultados tienen sentido con algunos estudios revisados, ya


que la dependencia se ha distinguido en la literatura como un detonador
potencial de abuso y negligencia hacia las personas mayores (Fulmer, T.
et al, 1990; Muñoz, J., 2004; Lachs, M. y K. Pillemer, 2004). Diversos
autores (Montoya, V., 1997; Sánchez Moncayo, M., 2006; Lachs, M. y
K. Pillemer, 2004) consideran que la dependencia se encuentra asociada
al maltrato y negligencia hacia las personas mayores debido a que, a
menudo, la persona cuidadora sufre estrés derivado de atender a una
persona mayor dependiente. De hecho, se ha documentado ampliamente
que los cuidadores de una persona mayor desarrollan con frecuencia el
síndrome del burn-out (Swagerty, D. y P. Takahashi, 1999; Montoya,
V., 1997; Philips, 1986, citado en Glendenning, F., 2000; Rubio, 2005;
González y Salgado, 2006), el cual les produce agotamiento, sobrecarga
e irritabilidad.

En la misma línea, González y Salgado (2006) mencionan que


en muchas ocasiones el cuidar o apoyar a una persona mayor para que
realice actividades de la vida diaria, puede representar una carga social
y económica para quienes los rodean, constituyéndose así como un
factor de riesgo para el maltrato. Leticia Robles (2003) encontró que el
trabajo remunerado y el cuidado de los niños hacían del cuidado a las
personas mayores una experiencia pesada para las mujeres cuidadoras,
ya que éstas debían responder a las demandas de la vida familiar en
muchas direcciones, con frecuencia incompatibles entre sí. Muchas veces
las mujeres cuidadoras tienen que renunciar a sus empleos o, por lo
menos, reducir el número de horas que trabajan y enfrentar consecuencias
económicas difíciles.

Aunque el presente estudio recogió básicamente información en el


marco de la violencia familiar o subjetiva, se entiende que ésta mantiene
una relación indisociable con la violencia objetiva y con la violencia
sistémica.

En este sentido, la incapacidad de las personas mayores para realizar


Revista Perspectivas Sociales / Social Perspectives primavera/spring 2010 / Vol. 12 No. 1 / 93

actividades de la vida diaria, y las enfermedades crónicas que padecen,


no son condiciones individuales aisladas; más bien éstas se encuentran
permeadas por elementos de orden más colectivo.

Una de éstos es el imaginario de las personas mayores sobre los


orígenes del maltrato. Para ellas éste tiene su origen en un significado
negativo de la vejez. Para muchos adultos mayores, reconocerse como
dependientes es traspasar la puerta de entrada hacia la devaluación
social (Robles, L., 2005). Diversas investigaciones han revelado que
en el imaginario de las personas mayores, los estereotipos o actitudes
prejuiciosas hacia su colectivo únicamente por ser mayores —viejismo—
es un factor cultural unívoco que potencia los malos tratos hacia ellas
(Podnieks, 2001; World Health Organization/The International Network
for the Prevention of Elder Abuse, 2002; Reyes, L. 2006; Instituto de
Mayores y Servicios Sociales, 2004).

Por otro lado, se cree que el número de enfermedades no es un fac-


tor que pueda predecir la aparición de la violencia y negligencia hacia
las personas mayores, ya que la incapacidad para realizar actividades de
la vida diaria no necesariamente hace alusión a una condición de salud
deteriorada. Las mayores incapacidades se observaron en la realización de
actividades por sí solas como sacar cita con el médico, ir al consultorio,
ir a la tienda o salir a pasear —57.5 por ciento—.

Adicional a lo anterior, el bajo registro —10 por ciento— en la in-


capacidad de las personas mayores para realizar actividades de la vida
diaria, como caminar, ir al baño, bañarse, tomar medicamentos, alimen-
tarse, levantarse de la cama o acostarse en ella, revela que son pocas las
que se encuentran en estadios avanzados de morbilidad.

Por otro lado, se cree que la no relación de la variable cohabitación


con la negligencia y/o el maltrato, tiene que ver con que un porcentaje
importante —30.9 por ciento— de las personas mayores que vive vio-
lencia familiar reside en hogares sin presencia de hijos.

Finalmente, el sexo no presentó una rela¬ción estadísticamente


significativa con el maltrato y/o la negligencia. Es decir, ser hombre o
mujer no es un factor de riesgo para vivir violencia. Sin embargo, se han
encontrado tres vertientes distintas con relación al sexo como factor de
94 / Factores de riesgo asociados a la violencia familiar contra las personas mayores en la ciudad
de Monterrey, México

riesgo: una que afirma que las mujeres viven más maltrato que los hom-
bres (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, 2000;
Pillemer, K. y D. Finkelhor, 1988); otra que son los hombres sobre quienes
se ejerce más maltrato (Aguilar, S. y L. Gutiérrez, s/f; Daichman, L.,
2004; Muñoz, J. y C. Tapia, 2004); y una más que expone que hombres
y mujeres tienen las mismas posibilidades de experimentar maltrato. De
allí que se sugiera profundizar más en el género como factor de riesgo.

Aunque el sexo no es una variable estadísticamente significativa,


los resultados evidencian que los tipos de maltrato, al igual que la neg-
ligencia, se singularizan de manera distinta, según se trate de hombres
o mujeres.

Por ejemplo, pese a que la negligencia se da en proporciones similares


entre hombres —75.8 por ciento— y mujeres —74.3 por ciento—, el
maltrato emocional y el económico mostraron diferencias importantes
en términos porcentuales de acuerdo con el sexo. El primero de ellos
registró 36.8 por ciento en hombres y 40.4 por ciento en mujeres; en tanto
que los datos señalan que 5.5 por ciento de hombres padecen maltrato
económico, en comparación con 9.9 por ciento de mujeres. Con relación
a las manifestaciones de negligencia, se observó que los hombres —44.5
por ciento— experimentan negligencia económica en mayor proporción
que las mujeres —32.7 por ciento—; las mujeres —18.1 por ciento—
reportan más negligencia para realizar actividades domésticas que los
hombres —10.4 por ciento—. Los indicadores de maltrato económico
mostraron que las mujeres —5.3 por ciento—, en mayor medida que
los hombres —1.6 por ciento—, han sido presionadas por los hijos para
que les otorguen bienes o propiedades. Son éstas también quienes en
mayor medida reciben amenazas para ceder bienes o propiedades —2.9
por ciento, mujeres; 1.1 por ciento, hombres—. Finalmente, las mani-
festaciones de maltrato emocional desagregadas por sexo indican que a
las mujeres, en mayor medida que a los hombres, las han tratado como
menores de edad —8.8 por ciento, hombres; 11.7 por ciento, mujeres—,
les han dejado de hablar —15.4 por ciento, hombres; 22.2 por ciento,
mujeres— y les han insultado —9.9 por ciento, hombres; 11.7 por ciento,
mujeres—. Los datos mencionados denotan que la construcción cultural
de género tiene una especial relevancia en las distintas dinámicas del
maltrato hacia los viejos(as).
Revista Perspectivas Sociales / Social Perspectives primavera/spring 2010 / Vol. 12 No. 1 / 95

Conclusiones

Los resultados mostraron que los registros de violencia hacia las personas
mayores en Monterrey, México, son altos. La forma de ejercicio más
habitual es la negligencia y el maltrato emocional.

La violencia hacia este colectivo por parte de sus hijos es un fenóme-


no complejo y de carácter multimodal, ya que de los seis factores de riesgo
—incapacidad para realizar actividades de la vida diaria, aislamiento
social, sexo, cohabitación con los hijos, número de enfermedades crónicas
y otorgar ayuda a los hijos—, los dos primeros resultaron predictores de
negligencia pero no de maltrato, en tanto que los dos últimos predicen
el maltrato, pero no la negligencia.

En otras palabras, las personas mayores que se encuentran en mayor


riesgo de vivir situaciones de violencia familiar por parte de sus hijos,
son aquellas que requieren ayuda para realizar actividades de la vida
diaria, tienen enfermedades crónicas, otorgan ayuda a sus hijos o viven
aislamiento social. Aunque hombres y mujeres experimentan maltrato
en igual proporción, los datos indican que los actos de violencia se
singularizan de acuerdo al género. Además, la categoría de género es
necesaria en el análisis del proceso de envejecimiento.

Finalmente, para evitar que la violencia familiar sea vista como un


problema de orden privado, se analizó como parte de un triunvirato entre
la violencia sistémica, la objetiva y la subjetiva.
96 / Factores de riesgo asociados a la violencia familiar contra las personas mayores en la ciudad
de Monterrey, México

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