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Encuentro de Educación e Investigación Bibliotecológica

en América Latina y el Caribe:


La formación profesional y los retos de la sociedad de la información

Lima, Perú
6-8 de noviembre de 2006

Redefiniendo el perfil y reposicionando el rol de los


Profesionales de la Información como ampliadores del campo
para impulsar una Sociedad del Conocimiento

Nitza M. Hernández López, Ph.D.


Directora de la Escuela de
Ciencias y Tecnologías de la Información (EGCTI)
Universidad de Puerto Rico
E-mail: nmhernandez@uprrp.edu
Introducción

La entrada al siglo XXI ha provocado una reflexión crítica sobre los nuevos retos que

enfrentan los bibliotecarios ante los cambios tecnológicos vertiginosos y los nuevos paradigmas

de la sociedad de la información y la anunciada economía del conocimiento. El incremento

generalizado de las tecnologías de información y comunicación (TIC) con la demanda por

información inmediata y especializada, así como las redes de información, el desarrollo de las

bibliotecas digitales y los entornos virtuales son tan solo algunos de los factores que están

reorientando la gestión y los roles de los profesionales de la información hacia áreas de nuevas

oportunidades en otros ambientes organizacionales más allá de las bibliotecas tradicionales.

Partiendo de esto, en este trabajo examinaré algunas de las propuestas que plantean una

redefinición del perfil de los bibliotecarios como gestores de información y de conocimiento.

Además, desde el contexto específico de la Universidad de Puerto Rico, analizaré los retos que la

Escuela Graduada de Ciencias y Tecnologías de la Información (EGCTI) ha enfrentado para

formar profesionales de la información (PI) como líderes del campo, y las opciones que tiene

ahora para ayudar a forjar una sociedad del conocimiento en nuestro país.

El contexto: ¿la sociedad de la información o la sociedad del conocimiento?

En las tres últimas décadas hemos visto como la información se ha convertido en un

recurso estratégico de valor creciente para las organizaciones contemporáneas y para el

desarrollo científico y técnico a nivel global. Ya existe un amplio consenso con que las TIC,

movidas por la digitalización y la red de Internet, han evolucionado como herramientas claves

para la reorganización, distribución e intercambio de conocimiento a través del mundo. Esto pese

a la diversas inequidades, incluyendo la brecha digital que existe alrededor del planeta, asunto

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tratado en profundidad por Felicié Soto (2006), quien además sostiene que “la sociedad de la

información es una etapa preliminar, una antesala a la sociedad del conocimiento.” (p.16). A

grandes rasgos, la sociedad de la información se caracteriza por estar insertada en una economía

globalizada altamente competitiva que genera nuevos sistemas de organización en el mercado

laboral y profesional como resultado de los cambios acelerados que se establecen como

normalidad y donde las TIC juegan un papel determinante (Serra y Ceña, 2004). Por otro lado,

desde la perspectiva teórica de Castells (2002), lo que esencialmente define la naturaleza de la

sociedad del conocimiento es precisamente la transformación sociotecnológica o la revolución

tecnológica que, centrada en el procesamiento de la información y la generación de

conocimientos, ha alterado todos los procesos y actividades de la gran mayoría de las sociedades

modernas. Castells va más allá en su nivel de precisión para implicar a la Internet como “el

tejido social de nuestras vidas en este momento” o lo que él llama la “sociedad red” (2000).

Aunque Castells reconoce la presencia de las grandes diferencias de acceso a Internet (la

“divisoria digital” como él le llama), éste a su vez ha observado y documentado el acceso

progresivo a la conectividad y al uso de la red, no como una tecnología, sino como una

producción cultural de la sociedad del conocimiento.

Otros proponen que los conceptos de sociedad de la información y sociedad del

conocimiento son de cierta manera complementarios. Por ejemplo, Waheed Khan (2003),

subdirector general de la UNESCO para la Comunicación y la Información, sostuvo en una

entrevista que mientras el concepto de sociedad de la información está atado a la innovación

tecnológica, el de ‘sociedades de conocimiento’ es uno multidimensional relacionado a los

aspectos sociales, culturales, económicos, políticos e institucionales, y en este sentido, mucho

más abarcador y pluralista.

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Sin lugar a dudas, la transición hacia una sociedad del conocimiento nos sugiere la

necesidad de replantearnos la formación de los PI para este nuevo siglo, y por consiguiente,

delinear el rol crítico que habrán de jugar en este proceso desde un espacio interdisciplinar y

mutidisciplinar, y de una mayor amplitud y complejidad de desempeño. Este reto incide a su vez

en las oportunidades de renovar, integrar y ampliar los modelos curriculares de formación

académica de nuestras Escuelas de Bibliotecología y Ciencias de la Información para contribuir

al avance de la sociedad del conocimiento en nuestra región.

Algunas propuestas para redefinir el perfil de los Profesionales de la Información (PI)

Desde fines de la década de los años 1990 varios investigadores y organizaciones en

Latinoamérica, Estados Unidos y Europa han aportado a la discusión y proposición de un nuevo

perfil para los PI en el contexto de los innumerables cambios tecnológicos, una economía

globalizada, la integración del conocimiento, la transformación en las organizaciones y la

colaboración progresiva e internacional de la sociedad-red.

Considero relevante el trabajo de Sena y Ferreira (2004), que de paso muestra el

liderazgo de las escuelas de biblioteconomía o ciencias de la información del Mercosur para

plantearse una renovación curricular conjunta a fin de enfrentar los desafíos de la sociedad de la

información. En este colectivo académico parece existir un consenso de que cada vez más se

requieren profesionales con mayor creatividad y flexibilidad, no sólo para satisfacer las

necesidades informativas de los usuarios, sino para inducirles a usar las nuevas formas de acceso

a la información mediante las TIC. Más aun, su propuesta presta atención a la gestión de

información como factor de producción y desarrollo, y por lo tanto, como un elemento medular

en la formación de los nuevos profesionales de la información. Llama la atención como estas

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escuelas profesionales del Cono Sur, luego de realizar varios encuentros, han visualizado un

proceso de armonización curricular agrupado en seis áreas de formación académica de interés

común. Además, sugieren elevar la formación profesional en la región a nivel de postgrado

mediante la colaboración inter-institucional. Sena y Ferreira concluyen en su propuesta que “el

perfil del bibliotecario debe dejar de ser el del conservador o custodio de la colección para

convertirse en un moderno profesional de la información (MPI), un especialista en la gerencia de

la información que se apoya en las nuevas tecnologías.” (p.20).

En una línea similar Ros y Cayero (2003) proponen que el gestor de la información debe

ser un especialista que sabe no sólo dónde se encuentra la información que se precisa, sino para

qué sirve y cómo se maneja. Debe ser una experta en planificar, coordinar y manejar recursos de

información, saber valorar y usar los medios, y operar con la tecnología apropiada para recoger,

almacenar, recuperar y distribuir información. En el campo de la gestión debe ser una experta en

el manejo de la planeación general y saber manejar los recursos humanos.

Desde un marco conceptual de la cibersociedad, Pirela y Peña (2004) proponen y

defienden un modelo educativo basado en competencias para entrenar al profesional de la

información a raíz de los cambios que nos llevan hacia una sociedad del conocimiento y la

comunicación. Expresan que “[a]nte esta nueva sociedad se requiere que el profesional de la

información asuma un rol mediador, que incluye la contribución al aprendizaje de las personas y

grupos: la creación de conocimiento útil basado en información, y la creación de contenidos

digitales sobre la base de criterios de utilidad, accesibilidad y calidad, pero sin dejar de lado el

componente ético que debe orientar la producción y uso del conocimiento en la cibersociedad”

(pag.136). Al visualizar a los PI como líderes en la transición hacia sociedades del conocimiento,

deducen que su desempeño profesional será de carácter gerencial, operando desde un nuevo

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paradigma, el de la gestión del conocimiento. Argumentan, además, que en esta transición nos

movemos hacia una realidad sociocultural que no está tanto centrada en la información, sino más

bien en la comunicación y el conocimiento. Esto entonces “plantea un desplazamiento de las

funciones y roles del profesional, quien más que un gestor de información pasa a ser un

comunicador-mediador creativo de conocimientos contextualizados, en torno a las necesidades

de aprendizaje de los individuos, para que estos puedan expandir su arquitectura cognitiva,

resuelvan problemas y tomen decisiones” (Pirela y Peña, 2004, pág. 130, según Abraham, 1999).

Por otro lado, Serra y Ceña (2004) han replanteado “las principales competencias que los

bibliotecarios-documentalistas deben desarrollar en el nuevo entorno que le permitirán proyectar

y construir, como un arquitecto, los pilares de la Sociedad del Conocimiento” (p.1). Señalan que

ya se ha reconocido el cambio significativo que se ha dado en el escenario de las bibliotecas, no

solo debido al incremento generalizado de las TIC y las redes de información, sino por el

desplazamiento y cambio de orientación en los servicios, pues ahora se pone más énfasis a la

relación con los clientes; quienes demandan información inmediata, adecuada y de calidad. Estas

nuevas demandas de los usuarios requieren que las bibliotecas produzcan programas de

capacitación para el desarrollo de destrezas en el uso y manejo de la información a través de

diversos formatos, incluyendo los ambientes virtuales y de multimedios.

Esto nos lleva a otra proposición: que la educación puede ser un factor mediador entre la

sociedad de la información y la del conocimiento (Cisneros, García y Lozano), lo que resalta la

importancia del rol que como capacitadores tienen los PI para educar a los usuarios y a las

organizaciones, no solo en el desarrollo de destrezas para uso y manejo de la información, sino

para convertirla en conocimiento. En este sentido, los PI serán esenciales para el desarrollo de

destrezas de información para todos y todas por igual, a fin de contribuir a disminuir la brecha

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digital (Felicié Soto, 2006; Pineda, 2000) y ayudar a forjar una cultura en la que se use la

información para la educación de la fuerza laboral y el desarrollo personal, organizacional y

profesional de un país.

Serra y Ceña (2004) también destacan la capacidad que deben tener los PI para forjar

alianzas y consorcios con otras bibliotecas y otras unidades de información, a fin de ayudar a

ampliar el acceso y la optimización del uso de los recursos y las redes de información,

incluyendo las bases de datos. Para desempeñarse en este contexto de mayor complejidad

organizacional, se requiere de los nuevos PI no tan sólo conocimientos especializados sino un

conjunto de actitudes, habilidades y valores adecuados para enfrentar los escenarios cambiantes.

Entre las múltiples competencias críticas que destacan para los PI está la integración a equipos

de trabajo multidisciplinarios con otros profesionales implicados en la gestión de información.

Recalcan también las habilidades comunicativas que deben tener estos profesionales para llegar a

diversos públicos internos y externos, así como las actitudes de cooperación e intercambio de

conocimiento, y los valores éticos y de compromiso con la excelencia del servicio. En su

propuesta las autoras enfatizan tres ámbitos cada vez más estratégicos, en este caso, para los

bibliotecarios-documentalistas: (a) contribución al aprendizaje continuo de la organización

identificando todos los grupos de usuarios internos y externos; (b) creación de conocimiento útil

basado en la información para la planificación, la innovación y la toma de decisiones; (c)

creación de contenidos digitales en múltiples formatos que varían desde sitios webs, portales,

intranets, extranets y otros productos digitales diseñados con criterios de accesibilidad y

usabilidad para organizar y distribuir información y compartir conocimientos.

Con implicaciones para todos los PI en Europa cabe destacarse el Euroreferencial en

Información y Documentación que presenta un amplio y detallado perfil de competencias

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producido por el European Council of Information Associations (2004). En este referencial se

desglosan treinta y cinco campos de competencias divididos en cinco grupos que incluyen

Información, Tecnologías, Comunicación, Gestión y Otros Saberes. El mismo está dirigido a los

profesionales activos que necesitan mejorar su desempeño, a los empleadores que necesita

reclutar o evaluar estos profesionales, a los que quieren estudiar la disciplina o cambiar de

carrera, y a los docentes que deseen actualizar sus programas y cursos para adaptarlos mejor a las

expectativas y demandas del medio profesional en estos tiempos.

En Estados Unidos, desde finales de los ’90 la Asociación de Bibliotecas Especializadas

(SLA, por sus siglas en inglés) se replanteó las competencias de los PI en su más amplio alcance,

desde los bibliotecarios a los gerentes de información y conocimiento. Las competencias

propuestas fueron actualizadas en el 2003 para describir al profesional de la información

esencialmente como aquella persona que “usa estratégicamente la información para adelantar la

misión de su organización” usando las destrezas de gerencia de la información así como sus

competencias tecnológicas (Abels, 2003). La SLA reconoce los múltiples contextos de

desempeño de los PI en el siglo XXI, que comprenden las bibliotecas, los archivos y centros de

documentación, los infocentros, las unidades de inteligencia empresarial y los departamentos de

intranet. Para desempeñarse en todos estos contextos de manejo de información y conocimientos

se proponen competencias medulares en cuatro niveles: gerencia de la información

organizacional, gerencia de los recursos de información, gerencia de los servicios de

información, y aplicación de tecnologías de información. Además, destacan una serie de

competencias personales que incluyen entre otras, destrezas de comunicación, colaboración,

visión y planificación estratégica, y trabajo en equipo.

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Por otro lado, desde la perspectiva organizacional a nivel macro, más allá del contexto de

las bibliotecas, el trabajo de Alba (1997) es una de las propuestas más amplia sobre el rol central

que tienen los gestores de información en las organizaciones abiertas que funcionan con redes de

teleinformática o que son intensivas en el uso de la información, particularmente en el sector

empresarial. Estas organizaciones han visto la necesidad de definir una función directiva para

que se pueda gerenciar la información organizacional como recurso estratégico. Se encuentran en

un proceso de transformación que se dará de todas maneras con o sin la participación de los

profesionales de la información. Alba concluye que “[l]a supervivencia del profesional de la

información tiene mucho que ver con su capacidad para posicionarse o reinsertarse en diferentes

ambientes organizacionales que, nos agrade o no, se encuentran en un acelerado proceso de

transformaciones” (p. 12). Considero que este paradigma organizacional ya no es exclusivo de

las empresas. Hoy día, hasta las universidades se están reorganizando desde esta perspectiva para

el manejo de la relación compleja que Alba denomina “información-comunicaciones-tecnologías

avanzadas”. Esto a fin de elevar sus niveles de calidad y competitividad académica, y de

posicionarse en el ámbito de la investigación y el desarrollo a nivel regional y mundial. A mi

juicio, este proceso es un indicador más del avance de la sociedad del conocimiento.

Otros de los enfoques sobre los nuevos PI lo trae Cubillo (en Alba, 1997) para destacar la

importancia del liderazgo tanto individual como grupal en los procesos de gestión de la

información. Se trata de la capacidad de “anticipar, desencadenar, influenciar y direccionar

procesos de cambio en el ámbito de las articulaciones acción – conocimiento – información –

tecnologías de información” (p. 4). Desde esta perspectiva, cada vez más será necesario contar

con PI que ejerzan su liderazgo para aprovechar las oportunidades que trae la convergencia de

más información y conocimientos accesibles a través de las TIC y otras tecnologías emergentes.

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Oportunidades para reposicionar el rol de los PI como ampliadores del campo para impulsar

la sociedad del conocimiento

Es de amplio consenso, que cada vez más el mundo de los bibliotecarios está recibiendo

el impacto de las TIC, de las redes electrónicas y de Internet, así como de los nuevos paradigmas

de gestión de la información y el conocimiento. Si concebimos el campo de la bibliotecología

como un sistema, es por los bordes o fronteras de la disciplina que están entrando

aceleradamente las grandes transformaciones tecnológicas y otras proposiciones teóricas y

metodológicas innovadoras. Este contexto dinámico de cambios expone a los bibliotecarios a la

tan necesaria interacción interdisciplinar y multidisciplinar con otros profesionales de la

información. Entonces, más que interpretarse como un sentido de amenaza a la disciplina de la

bibliotecología, un ambiente de apertura en las propias fronteras del campo podría representar

una abundancia de roles y funciones para los bibliotecarios, que le estarían tan accesibles como

lo están para otros profesionales de la información de tener la visión y las competencias para ser

céntricos en una sociedad del conocimiento.

La interacción de los bibliotecarios con otros PI que se desempeñan en otros contextos

organizacionales, es vital para el proceso de innovación. Aprovechar este ambiente de apertura

requeriría que los bibliotecarios puedan desempeñar un rol céntrico desde las bibliotecas que

también puede ser fronterizo, periférico o colindante con otras unidades de información en una

variedad de contextos organizacionales. Por rol periférico no me refiero a la connotación

marginal del concepto, sino a aquella dimensión que sugiere saber acercarse de forma

emprendedora hacia los límites del campo de la bibliotecología, ampliando la propia frontera de

la disciplina para los bibliotecarios participar como líderes en otra multiplicidad de posibles

funciones como gestores de información y conocimiento. Es retomar el concepto de

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“cosmopolitas” que Rogers y Agarwala-Rogers (1980) usan para referirse a los innovadores,

para adaptarlo a los PI. Diría yo que el reto es asumir el rol de ser “cosmopolitas de las

sociedades del conocimiento”. Desde un enfoque muy similar Arboleda (2003) plantea:

“El profesional de la bibliotecología y ciencias de la información debe adoptar una mayor


apertura en cuanto al trabajo y apoyar los objetivos de la organización, a la vez que
desarrollar su labor con base en conceptos y equipos interdisciplinarios y
multidisciplinarios. Este profesional, al igual que otros, tradicionalmente se ha rodeado
de personas con las cuales comparte educación, valores y maneras de hacer las cosas. Sin
embargo, actualmente se requiere de un profesional que pueda abrirse de tales círculos
basados en la disciplina, para evitar ser parte de burocracias aisladas, resistentes al
cambio y que se han alejado de los problemas y necesidades de la clientela, y, sobre todo
que han perdido oportunidades de desarrollo profesional” (pag.164).

Es el caso específico de la oportunidad que representa, hoy por hoy, para los

profesionales de la información el campo de la gestión de conocimiento. La gestión o gerencia de

conocimiento (GC) es una disciplina emergente, multidisciplinar, convergente con la

bibliotecología y las ciencias de la información, que concentra en “la identificación de aquel

conocimiento que resulta esencial para el funcionamiento de una organización, unida al

descubrimiento del conocimiento residente en las mentes de sus miembros” (Maura, 2004, p.

111). En este proceso de extraer conocimiento y aplicarlo a las diferentes operaciones

organizacionales, los productos y servicios de la organización adquieren un mayor valor,

haciéndose ésta más competitiva.

La gestión de conocimiento por los bibliotecarios puede traducirse en mejores servicios

para los usuarios. Jantz (2001) plantea que no se trata de sugerir un nuevo término para los

bibliotecarios como “gerentes de conocimiento”, sino reconocer que hay una oportunidad

considerable para que, partiendo de sus destrezas tradicionales, puedan asumir una nueva función

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de gerenciar el conocimiento en la biblioteca, lo que podría complementar sus roles

tradicionales.

¿Cuán bien están preparados los PI para asumir estos nuevos roles?

Asumir estos nuevos roles con liderazgo en el campo requiere un cambio en la

percepción que otros tienen de estos profesionales, un cambio de su autoimagen y de sus propias

expectativas, un cambio de mentalidad para liderar la innovación y la transformación

organizacional. Hay quienes argumentan que la mayoría de los bibliotecarios no están

preparados para asumir muchos de los nuevos roles que se han propuesto, pues por ejemplo,

conocen las TIC pero son lentos en sus respuestas (Fourie, 2004). Ésta sostiene que “los

bibliotecarios creen tener el conjunto apropiado de destrezas para hacer cambios en su ambiente,

pero de alguna manera no tienen éxito en convencer a otros de sus competencias” (p. 65,

traducción de esta autora). En este sentido es un reto adicional cambiar la percepción que tienen

otros sectores profesionales sobre los PI, porque aunque se les reconocen sus destrezas técnicas,

no se les percibe como gerentes de organizaciones. Se les atribuye una falta de destrezas de

comunicación y de mercadeo para manejar el impacto de la información en la organización.

Los sectores empresariales, por ejemplo, anticipan que se necesitarán más PI para

manejar la información en las organizaciones, pero esto será viable si estos profesionales rompen

las barreras autoimpuestas y cambian su mentalidad. Les será necesario comprender el marco de

integración entre información interna y externa, y entre el manejo de la información y la creación

de conocimiento. Les será esencial saber relacionarse con los administradores de contenidos, los

diseñadores de bases de datos, los analistas de sistemas; así como proyectar la importancia de su

rol como PI y sus destrezas metodológicas y tecnológicas en el manejo de la información y el

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conocimiento. Les será necesario saber crear alianzas, contribuir a los procesos organizacionales,

transferir destrezas mediante el adiestramiento, el “coaching” y la facilitación, en lugar de

proteger defensivamente la función de la información (Abel y Oxbrow, 2001).

Implicaciones para la formación y la actualización académica en las Escuelas de

Bibliotecología y Ciencias de la Información: Implicaciones para la EGCTI

Desde hace diez años atrás Van House y Sutton (1996) plantearon la necesidad que tiene

el campo de la bibliotecología de evolucionar, porque de mantenerse en su nicho tradicional

podría resultar con el tiempo en su propia extinción. La evolución propuesta no presupone

abandonar los valores y la médula de la disciplina, pero sí requiere reconocer, legitimar e

interactuar con otras profesiones que están entrando al campo de las ciencias de la información y

convergiendo con la bibliotecología. Estos investigadores entienden que la formación de los

bibliotecarios, si bien debe de estar centrada en la información, no debe de concentrarse o

limitarse a la institución de la biblioteca. Por el contrario, debe de ser una educación que permita

expandir el entendimiento y la proyección profesional hacia una variedad de contextos

organizacionales; además de ser una educación que constantemente estimule la investigación y

creación de conocimientos. El foco de las escuelas de bibliotecología en este nuevo siglo

entonces tendría que ser, más que una formación estrictamente de bibliotecarios, una formación

como gestores de información y conocimientos. Se trata de mantener un currículo relevante para

las nuevas ocupaciones en contextos emergentes a la vez que vinculado a los nuevos roles y

responsabilidades que se necesitan asumir en ambientes viejos u originales (Tenopir, 2002).

Concretamente, Sena y Ferreira (2004) sugieren que “[e]s imprescindible que el plan

curricular de la carrera incluya temas tales como las telecomunicaciones, el análisis y diseño de

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sistemas, el manejo y la gestión de bases de datos, y las redes telemáticas, además de las áreas

referentes a las técnicas de organización de la información, psicología del usuario, fuentes de

información internacional con bases de datos en línea, inteligencia corporativa, elaboración de

proyectos de información, políticas de información, economía de la información ( p. 20). La

indización web, el uso de metadatos y la digitalización también serían necesarias, por ejemplo,

para poder formar a los ciber-bibliotecarios o gerentes de contenidos virtuales (Fourie, 2004).

El Informe Kaliper (ALISE, 2000) documenta que como resultado de los cambios

acelerados en el ambiente de la información, 27 escuelas y programas académicos de BCI

acreditados por la American Library Association (ALA) de los Estados Unidos, han estado

renovando sus enfoques curriculares hacia seis tendencias: a) Estudio de los ambientes y

problemas de información amplios, más allá de las bibliotecas como instituciones, b) Perspectiva

de otras disciplinas con un foco centrado en los usuarios, c) Inversión e infusión de las TIC en el

currículo, d) Experimentación con una estructura de especialización dentro del currículo, e)

Diversas modalidades de aprendizaje, como la educación a distancia. f) Expansión de la oferta

curricular mediante el ofrecimiento de diferentes grados académicos. Es decir, la formación

profesional en una parte considerable de estos programas académicos se enfoca en necesidades y

problemas de la sociedad de la información que trascienden los ambientes tradicionales de las

bibliotecas.

La Escuela Graduada de Tecnologías de la Información (EGCTI) de la Universidad de

Puerto Rico es una de las instituciones identificadas en el estudio de ALISE, pues su programa

de postgrado ha estado acreditado por ALA desde el 1989. Fundada en 1968 como un Instituto

para el Adiestramiento de Bibliotecarios Universitarios, rápidamente se erigió en Escuela

Graduada de Bibliotecología como parte de las respuestas del sector público para satisfacer las

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necesidades de información de un país Caribeño que, aunque muy pequeño, tenía para entonces

una gran visión: impulsar un plan de desarrollo económico que pretendía ser modelo para toda la

región. Para finales de la década de 1980 y más luego en el año 2000, la Escuela fue

redefiniéndose en el marco amplio de las ciencias y tecnologías de la información sin apartarse

de la bibliotecología. Algunas de las tendencias identificadas por el Informe Kaliper y por la

propia American Library Association (2003) comenzaron a manifestarse en el currículo de la

EGCTI como parte de una profunda revisión curricular que concluyó en el 2000 y que incluso

conllevó el cambio de su nombre (antes conocida como Escuela de Bibliotecología y Ciencias de

la Información). A partir de una actualización tecnológica y desde hace varios años, la EGCTI

también ha estado incursionando cada vez más en la educación a distancia, particularmente

mediante un programa de Certificado de Maestro Bibliotecario de forma híbrida (en línea y

presencial), que también se ha ofrecido a profesionales de la República Dominica.

Al momento, la EGCTI se encuentra iniciando otro nuevo proceso de revisión curricular

respondiendo a las nuevas tendencias en el campo de la información, a los retos que lanzan las

tecnologías emergentes y a las convergencias multidisciplinarias. Se anticipa que esta renovación

curricular esté más orientada por los paradigmas de la gestión de la información y el

conocimiento. Este nuevo proceso de revisión curricular coincide históricamente con un interés

expreso del sector educativo, público y privado en Puerto Rico de promover una economía y

sociedad del conocimiento como una opción para salir del estancamiento económico y social en

que se ha sumido el país por más de dos décadas.

Algunos programas académicos de bibliotecología y ciencias de la información (BCI) en

varias partes del mundo se han ido expandiendo hacia el nuevo campo de la gestión del

conocimiento, dado que por mucho tiempo se ha estado trabajando con la adquisición,

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almacenamiento y diseminación del conocimiento documental de la gente (Chen, Chiu y Fan,

2002). Maura (2004) propone en su trabajo un nuevo perfil para los PI desde la perspectiva de la

gerencia de conocimiento que les permita manejar la multiplicidad y complejidad de las

funciones relacionadas con la gestión del conocimiento. Además, traduce este perfil en una serie

de áreas temáticas que facilitarían la articulación de un currículo, junto a una serie de estrategias

didácticas innovadoras, para desarrollar esta nueva área de estudios y práctica profesional.

Dado el nivel de estudios de postgrado y su enfoque multidisciplinar, la EGCTI ya ha

incursionado en el área de la gerencia de conocimiento y ha sentado su liderazgo en la

Universidad de Puerto Rico para impulsar este campo emergente. Las iniciativas de la EGCTI

para conocer más este nuevo campo de la gerencia de conocimiento han incluido, entre otras,

adiestramiento a la facultad, ofrecimiento de los primeros cursos electivos en temas relacionados,

participación de algunos miembros de la facultad en conferencias y en actividades de consultoría

relacionadas al campo; publicación de artículos relacionados; reclutamiento de profesores nuevos

con formación o experiencia relacionada; y propuestas de investigación y servicio para explorar

el ofrecimiento de conferencias, seminarios multidisciplinarios y programas de estudios en este

nuevo campo. Con este proceso de avalúo y de renovación curricular buscamos expandir la

presencia de la EGCTI como líder en el campo de las ciencias de la información en el Caribe.

Reconocemos la diversidad de influencias que tenemos de las corrientes norteamericana,

española y latinoamericana de la bibliotecología y las ciencias de la información, además del

propio ambiente multicultural que representa el ser parte de la región Caribeña. En este contexto

enriquecedor y complejo de múltiples influjos, la formación académica y de investigación de

postgrado también deberá ampliar las fronteras culturales (Mason, 2005), como parte del

desarrollo de las sociedades del conocimiento en este nuevo siglo.

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