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Acerca de los primeros pasos de un acompañamiento

Autor: Lic. María Florencia Pucciano (*)


E mail:florpucciano@hotmail.com
(*) Integrante del staff de At Lazos
El siguiente escrito fue presentado en la «2ª jornada: La Práctica del Acompañamiento
Terapéutico. Un Dispositivo de Trabajo" realizada el 28 de septiembre de 2006,
organizada a través de At Lazos y la Universidad Argentina John F. Kennedy

¿Cómo fueron mis primeros pasos dentro del ámbito del acompañamiento terapéutico?
¿Cuáles fueron las primeras impresiones, los primeros miedos, las primeras sensaciones?
¿Qué cosas me sirvieron de mi preparación profesional? ¿Qué cosas descubrí, más allá de
mi saber previo?
¡Y cuántas cosas nuevas ante las cuales ningún saber previo te prepara!

Llegó el primer encuentro profesional, con todas las letras: paciente y acompañante, una
indicación y millones de sensaciones.
En teoría, todos tenemos claro qué hacer, qué decir, cómo reaccionar pero cuando llega
el momento de la praxis, ahí las cosas se ven un poco distintas.
Mi primer acompañamiento fue muy esperado y cargado de mucha ansiedad e incógnita:
cómo sería ese primer contacto con la historia clínica del paciente que me irían a
asignar, con qué me iba a encontrar, lo que implica leer la historia clínica de otro,
conocer en unas horas todo lo relacionado a esa persona, vínculos familiares,
escolaridad, internaciones previas, historia evolutiva, dificultades, pérdidas, etc. Cómo
sería el primer contacto con el paciente, me aceptaría, me rechazaría, tendría
dificultades en trabajar con la indicación que me habrían de dar, qué estrategias
utilizaría, qué haría si estas estrategias no funcionaran... tantas preguntas que me
ayudaron a calmar la ansiedad que me despertaba lo nuevo y a pensar en la posibilidad
de que las cosas no salieran como uno esperaba. Mi primer acompañamiento se realizó en
una comunidad terapéutica que alberga a personas que sufren trastornos de adicciones.
El paciente que me asignaron era un menor de 17 años de edad, llamado Jesús, que se
encontraba en dicha comunidad por drogadicción. Jesús era un chico de la calle,
abandonado por el padre, a quien recordaba con mucho rencor; y con la figura de una
madre ausente desde el inicio de su vida, a quien no recordaba.

El pronóstico era grave y el tratamiento indicado era internación en una casa de medio
camino, con tratamiento psicológico y apoyo psicopedagógico.
El acompañamiento duró dos meses aproximadamente, logramos algunos avances como
aseo personal, llegó a lavarse los dientes delante mío una mañana, realización de tareas
específicas, lecto escritura, actividades que siempre estaban marcadas por sus ganas de
hacer las cosas, de lo contrario, se pasaba el tiempo que duraba el acompañamiento
instalado en un mar de quejas.

El acompañamiento finalizó abruptamente cuando me comunican que Jesús se había


fugado de la comunidad, y que no iba a poder reingresar. Fuga que en realidad no era
tal, ya que el paciente no estaba preso en la institución y también porque puede
considerarse que su "partida” no era más que un "regreso” a su verdadero hogar: "la
calle” donde sabía desenvolverse y sobrevivir muy bien.

Mi primer acompañamiento, me dejó un sabor un tanto amargo, me hubiese gustado


trabajar más tiempo con Jesús. Tomando en cuenta lo expuesto por Melanie Klein en el
texto: "Los orígenes de la transferencia”, sabemos que el paciente actúa sus conflictos y
angustias como lo hizo en el pasado,… "se aparta del analista en la misma forma en que
intentó apartarse de sus objetos primitivos…desvía algunos de los sentimientos y
actitudes experimentadas hacia el analista, hacia otra gente de su vida, lo que forma
parte de la exoactuación (acting out)”. Allí es donde emerge nuestro lugar como
acompañantes, trabajando con estas proyecciones, abriendo camino sobre aquello
desbordado dentro del marco terapéutico. Quizás esto también de cuenta del desenlace
del acompañamiento con Jesús; actuar en lo real aquello padecido en el pasado, aquello
vivenciado con angustia: el abandono de su madre, seguido por el abandono de su padre,
abandono que el proyecta sobre su terapeuta y sobre su acompañante. Abandono que
para él representa un reencuentro con su hogar: la calle.

Más allá del tiempo y de las hipótesis de lo que podría haber sido, creo que aprendí que
estos pacientes, no sólo los vinculados a la drogadicción, sino la mayoría de los pacientes
que requieren de un acompañamiento, son pacientes muy graves y con un difícil
pronóstico.

De esta primera experiencia creo importante destacar mis grandes expectativas en


cuanto al resultado, en contraste con el resultado final. Después de un tiempo uno ve las
cosas con otros ojos e intenta sacar todo lo positivo que se pueda de lo vivido. A veces
tendremos éxito y ese éxito es algo esperado, tal cual como se da, pero creo que en la
mayoría de los casos, ocurre algo distinto, no siempre las estrategias que planteamos
pueden aplicarse, no siempre el trabajo que teníamos pensado con el paciente para un
día determinado pueda realizarse. Sí podemos y debemos armar estrategias, pensar
tácticas para actuar, pero debemos también entender que no siempre los resultados
serán los esperados ya que nuestra predisposición y nuestro saber no son las únicas
herramientas para que un acompañamiento tenga éxito, estamos frente a un ser humano
que nos necesita y que sufre, y también dependerá de él el éxito de nuestro trabajo; que
no es otro que ayudarlo para que su sufrimiento se alivie.

Bibliografía:
- "Los orígenes de la transferencia”, Melanie Klein.
Septiembre de 2006

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