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Jorge Alemán comenta las tesis de Lavar y Darbot en su libro “La pesadilla que no acaba nunca”

sobre la extensión a nivel planetario del neoliberalismo. Lavar y Darbot, siguiendo el legado
filosófico de Michel Foucault, no circunscriben el capitalismo a la esfera de los mercados financieros,
sino que la alianza entre capitalismo y neoliberalismo ya se ha apoderado por completo del ámbito
público y privado provocando sustanciales modificaciones en la subjetividad., es decir, en la forma
más íntima y esencial de vivir de las personas. Esto implica, entre otras cuestiones, que no hay un
orden exterior al fenómeno neoliberal-capitalista. Todos estamos dentro de su órbita y de maneras
mucho más radicales y abarcativas de lo que creemos.

El neoliberalismo capitalista no sólo nos incumbe ya solamente como trabajadores que vendemos
nuestras fuerza de trabajo en el mercado al cambio de un salario, sino que lo que se ve
comprometido por el neoliberalismo contemporáneo son todas las dimensiones del sujeto humano.
La apropiación capitalista hoy se da sobre el “capital humano”, no solamente sobre la esfera del
trabajo. Hay una profunda afectación existencial de los sujetos a partir del imperativo empresarial
de la “automaximización”, que se ve obligado continuamente a construir un “goce” (el término viene
del psicoanálisis lacaniano) sobre lo que vale para el mercado y cuánto puede llegar a valer. Goce
aquí no significa placer, porque este último es regulado y limitado, mientras que el primero, el goce,
tiene más que ver con lo compulsivo y adictivo, que desde la lógica empresarial y del poder en
general se les impone a las personas como un horizonte de realización obligatoria.

Si trasladamos estas cuestiones al ámbito de la reflexión del rol de docente en contexto de encierro,
tenemos que pensar y repensar qué modelo de sujeto estamos ofreciendo desde nuestras prácticas
docentes, porque si solamente estamos pensando en términos de una educación para la reinserción
social en los términos neoliberales del mercado laboral sin ofrecer una crítica respecto de esa forma
de habitar el mundo hoy, estaríamos siendo difusores activos de los dogmas capitalistas y, de algún
modo, incumpliendo nuestro rol de educadores de una pedagogía crítica. No siempre es fácil
percatarse si uno está reproduciendo un discurso que circula continuamente en la sociedad
globalizada o si está realmente contribuyendo a pensar alternativas a los discursos dominantes. Al
menos plantearse la duda ante lo que llamamos “valor” del sujeto es un camino para darnos cuenta
de que no todo es un tránsito por “la promesa del imaginario neoliberal”.

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