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Rostros y manos

Por: Miguel Velasco


El cuerpo humano posee unas infinitas posibilidades de representarse, ya sea por la gran atención
que se le ha brindado a su anatomía o por la consideración que se le ha otorgado al rostro
humano. Este último, ha sido un tema de gran relevancia en el arte, debido a su gran alcance para
ofrecer distintas maneras de ser representado.

A lo largo del tiempo, muchos artistas se han esmerado, no solo en captar la imagen del rostro,
sino que también, han buscado plasmar la esencia de quienes retratan, intentando graficar tantos
sus gestos como sus actitudes, para poder así, caracterizar, más que el físico, la personalidad.

Además, cabe mencionar el hecho en como este ejercicio se ha vuelto parte de los artistas, al
querer dar una mirada a sí mismo. Es aquí como el autorretrato toma partido y se convierte en un
esmero personal del artista por querer verse reflejado, al mismo tiempo de confrontarse con su
identidad, con su “yo” interno.

Van Gogh, Durero, Picasso, son solo algunos nombres de los muchos artistas que han ejercido esta
práctica. Queriendo ver su doble materializado en una representación, se han enfrentado consigo
mismo asomándose a su yo interno, queriendo expresarlo y captarlo de manera gráfica. Asimismo,
tornando la composición de belleza, gracias a la emoción y sentimiento que le imprimen a la obra.
La belleza del objeto se basa en el hacer del artista, en su emoción y expresión. Esto va más allá de
toda idealización, sino más bien, este ejercicio apunta a una identidad significativa en la que el
autor pueda sentir empatía.

Sin pasar por alto la apreciable estética de gran valor significativo que muestra las manos, que a su
vez, muestran grandes posibilidades de modelo estructural. De igual manera, al igual que el rostro,
pueden expresar tanto gestos y actitudes como sentimientos y deseos.

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