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No me puedo arrepentir

Les conté acerca de mi trastorno de personalidad múltiple y como he tenido que lidiar con él toda
mi vida, les platiqué desde mi niñez, hasta mis problemas más recientes, fue una larga charla,
aunque me pareció que no comprendieron la razón de que les contara la historia de mi vida, yo
tampoco lo hice en realidad, sólo sé que después de hacerlo sentí como si me quitaran una carga
de encima. Tal vez sólo me quería desahogar contándole a alguien lo que había callado por tantos
años, o tal vez solo quería que confiaran en mí al ver que yo confiaba en ellas.

Hicieron muchas preguntas cuando terminé de contar mi historia, la mayoría acerca de mi relación
con mamá y como era mi vida con ella. No quería que se deprimieran, pero tampoco quería
mentirles, así que intenté no entrar en muchos detalles ya que consideraba que era mucho más
importante hablar sobre mi trastorno y que hacía en Medellín, aunque a ellas parecía no
interesarles.

No les importó el correr peligro al dejarme vivir allí, lo cual me pareció rarísimo, ni cuando les
conté que había asesinado a papá se asustaron, tampoco parecía que me tuvieran pesar por mis
anteriores condiciones de vida, eran muy diferentes a todas las personas que había conocido
antes, eso me gustó, por primera vez en mi vida sentía que no era juzgado, no podía estar más
feliz de haberles contado todo.

Sobre el motivo de que estuviera en Medellín también fueron muy comprensivas, de hecho se
sintieron identificadas, me dijeron que lo que hacía era muy valiente y que tomé la mejor decisión
al escapar de mi antigua vida en Bogotá. Me hablaron sobre como por ser lesbianas también
tuvieron que huir y dejar a toda su familia porque no las comprendían, me dijeron algo que nunca
olvidaré, “hogar es donde está tu corazón y no todos los corazones laten igual” creo que era de una
canción, pero tenían toda la razón, llevaba un día ahí y sentía que ellas me comprendían más de lo
que mamá lo hizo en toda mi vida.

Cuando estábamos terminando de hablar me dijeron que si necesitaba ayuda, ellas me colaborarían
con gusto, lo cual también me sorprendió ya que al empezar a contarles mi historia, imaginé todas
las posibles formas en las que reaccionarían y aunque esta era la mejor, también me parecía la más
improbable, hasta me imagine siendo echado a patadas y a ellas llamando a la policía, pero las
conmoví mucho, después lo pensé bien y me di cuenta que mi vida parecía de una película, la historia
del hombre con un trastorno mental que huye de su entorno de mierda para lograr curarse. Al
menos si no conseguía lo que quería, podría vender la historia y volverme rico.

Seguimos platicando un rato más pero ya no sólo de mi vida, empezamos a hablar de todo, les conté
mi visión de la sociedad en Bogotá y lo complicado de “vivir en un entorno de hacer creer que no
cree en ti.” Se identificaron mucho con esa frase que dije, realmente nos conectamos. Me contaron
la historia de cómo se conocieron y yo les conté la historia de cómo no puedo recordar que asesiné
a papá, me preguntaron si me arrepentía de haberlo hecho y yo les respondí que no, no me puedo
arrepentir de algo de lo que no estaba consiente, para mí, era prácticamente como si no lo hubiera
matado yo, aunque la verdad, no me importaba, ya que nunca me agradó y el sentimiento era
mutuo. Les dije que si me arrepentía de algo era de no haber hecho lo mismo con mamá. Mi
sinceridad les agradó, creo que estaban felices de conocer a alguien franco.
Luego de un largo tiempo de hablar se hizo muy tarde y ni nos dimos cuenta, nos estábamos riendo
mucho como para notarlo, logramos tener una gran confianza tan solo con hablar unas horas, eso
era muy nuevo para mí, nunca me había abierto así con alguien y me gustó, empecé a pensar que
una forma de superar mi problema era hablar de él y ellas me parecían perfectas para hacerlo, ahora
creo que estaba muy equivocado.

Sinceramente no recuerdo qué pasó después. Esa noche soñé que volvía a ver a mamá, me
encontraba caminando por la calle cuando de repente la vi fumando hierba en una esquina, intenté
voltear y hacer de cuenta que nunca la vi, sin embargo ella sí me vio y me siguió calle abajo mientras
me gritaba. Luego de unos minutos no pude aguantar más la vergüenza de que mi mamá me gritara
frente a desconocidos para que le prestara dinero y así se pudiera drogar más, la ira se apoderó de
mí y todo se volvió borroso, lo siguiente que recuerdo es su cuello entre mis manos y ella ya no
respiraba. Fue un sueño muy real, me recordó lo que pasó con papá. Cuando desperté se apoderó
de mi un profundo alivio, pero no porque sólo haya sido un sueño sino por la simple idea de no tener
que volver a ver a mamá.

-¿No recuerda lo que pasa cuando tiene estos ataques de ira?

-No es ira, es personalidad múltiple. Y no, no lo recuerdo -respondí con molestia al ver que no
me prestó mucha atención.

-Pero la ira causa estos episodios, así como en su sueño, ¿no es así? -preguntó el hombre.

-No siempre, una emoción fuerte de cualquier clase los puede causar, no necesariamente ira -
respondí.

-¿Ese día se sentía muy feliz no?

-Si –respondí con la cabeza gacha-, fue el único día que sentí que tenía en quienes confiar.

-Continúe.

Cuando salí de mi habitación vi un rastro de sangre y…

-¿Qué ocurre?- preguntó el hombre.

-¿No tiene ya lo que necesita?

-Tengo que tomar su declaración completa –respondió.

Cuando salí de mi habitación vi un rastro de sangre, lo seguí hasta la sala donde encontré a las
dos mujeres muertas.

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