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227 - 235
Medellín - Colombia. Enero-Junio de 2007, ISSN 0120-131X
LA MUJER EN EL ANTIGUO
TESTAMENTO
Resumen:
La Biblia nos presenta el ideal de la mujer: lo que Dios quiere que sea; pero el mismo pueblo que
recibió la revelación no la asimiló. La Biblia invita a la mujer a tomar conciencia de la dignidad que se
deriva y el respeto que merece por el hecho de haber sido creada a imagen y semejanza de Dios;
si debe exigir el trato de «persona» y no de posesión, también debe cumplir los deberes que le
exigen ser ayuda y compañera del varón en la continuación de la obra creadora encomendada por
Dios a la humanidad, sin distinción de sexos y razas.
Abstract:
The Bible describes the features of the ideal woman and how God wants her to be, but the people
who received the revelation did not assimilated its teachings. The Bible invites the woman to be
aware of the dignity and the respect due to her, stemming from the fact of beign created in God´s
likeness and resemblance. If she wants to be treated as a person and not as a possession she has to
carry out the duties which make her an aid and the companion of the man to accomplish together the
creative task given by God to humanity, without any distinction between sexes and races.
**
Magíster en Teología por la Universidad Pontificia Bolivariana. Profesora jubilada de Estudios
Bíblicos de la Universidad de Antioquia.
Artículo recibido el día 19 de septiembre de 2006 y aprobado por el Consejo Editorial el día 18
de enero de 2007.
Dirección del autor: luciahernand@interpla.net.co
MUJER
1
E MST, JENNI Y WESTERMANN, CLAUS . Diccionario Teol6gico Manual del Antiguo Testamento, t., I,
Cristiandad, Madrid, 1978, 369.
2
Para mayor información sobre las acepciones del vocablo ‘issa. Cf. B RATSIOTIS, N.P. en Diccionario
Teológico del Antiguo Testamento, dirigido por G. J OHANNES BOTTERWEEK Y HELMER RINGGREN, t. I.,
Cristiandad, Madrid 1973, col. 235-249. También K ÖEHLER, LUDWIG y B AUMGARTNER , W ALTER.
Lexicon in Veteris Testamenti Libros. KBL 2. E. J. Brill, Leiden 1958, 92.
Creación de la mujer
En los relatos de creación de los pueblos del Próximo Oriente, con excepción
de Israel (Gn. 2), no se habla de la mujer como una acción diferente de la creación
del hombre-humanidad.
La finalidad de la acción divina de crear una imagen de Dios, salam ‘elohim, está
explícita en el relato: el hombre debe estar en relación con las criaturas de Dios,
pero esa relación llega a ser siempre con Dios su creador y quien le ha confiado las
cosas. El hombre es imagen de Dios, y si se agrega según nuestra semejanza,
kidmutenu, quiere evitar que se entiende una analogía como una identidad. Hay
diferencia en la semejanza. Esa analogía se entiende en el dominio de la creación
ejercido por el hombre. El dominio del mundo se lo confía Dios al hombre, ha-‘adam
como una colectividad; y precisa aún más: macho y hembra los creó: se presenta la
humanidad bisexuada. Hombre y mujer juntos hacen ‘adam. En el texto que
comentamos singular y plural se usan indistintamente: ‘adam es un todo que consta
de dos partes: hombre y mujer. Nada nos dice de la relación entre ellos, excepto
que son indispensables uno para el otro. La tarea de la humanidad en la creación,
como imagen de Dios, la cumplirán complementándose, como varón y mujer. La
mujer entra en los designios en el mismo plano que el varón.
El autor recurre al sueño de Adam para que de una costilla extraída del varón,
crea la mujer. Al contemplarla el hombre demuestra cómo le ha sido dado lo que
necesitaba; por primera vez el texto cita el lenguaje del hombre, expresando su
alegría: «Esto sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos. Por eso será
llamada ‘issah, porque del ‘ish ha sido tomada» (Gn 2,23)3.
La narración del segundo capítulo del Génesis, para algunos autores, como G.
Von Rad4, termina con una explicación etiológica del eros, como un impulso que
Dios mismo suscitó: «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a
su mujer y serán los dos una sola carne» (Gn 2,24). El amor se caracteriza por una
atracción personal que rompe los lazos más fuertes de la familia y al unirse a su mujer
el varón, se realiza nuevamente la unidad corporal original. Sólo a partir del pecado,
la situación de la mujer cambia y se encuentra sujeta al marido: «Y buscarás con
ardor a tu marido, que te dominará» (Gn 3,16b).
3
Nácar Colunga traduce la expresión ‘isha como «varona» para contraponer el juego de las
palabras hebreas: ‘ish: varón; ‘issha: varona.
4
Cf. V ON RAD, G. Teología del Antiguo Testamento, t. I., Sígueme, Salamanca 1969, 200 ss.
Analizando los dos relatos bíblicos de creación, se puede afirmar que los hombres y
las mujeres son:
2 . Iguales como semejantes y, por lo tanto, tiene los mismos derechos que hoy
por hoy los hombres se han querido apropiar.
De igual manera, no es plausible que su hijo, Isaac, pueda casarse entre mujer
extranjera. Abraham lo despacha a sus parientes y a los de su mujer para encontrar
una compañera aceptable, Rebeca. Isaac presenta la cobardía de su padre; como
actuó el padre, actúa el hijo, Isaac está dispuesto a arriesgar la integridad de Rebeca
por su propia seguridad (Gn 26:1-11).
Jacob y Raquel se convierten en los padres de las tribus que forman el pueblo
hebreo. Es a través del primer hijo de Raquel, José, que la bendición, la descendencia
y la tierra alcanzarán un cumplimiento intermedio en Egipto. Raquel es la verdadera
esposa de Jacob, aquella que él desea y ama más, y la madre de José y Benjamín.
Raquel es aquella de quien Dios se acuerda al abrir su vientre con José, y accediendo
a su deseo, por segunda vez. con Benjamín antes de su muerte en el parto. (Gn
30:23-24; 35:16-18).
Las diversas imágenes que aparecen en los textos que se refieren a las mujeres
en el Antiguo Testamento, no permiten encontrar un prototipo sobre la mujer en el
AT, pero se descubre una coherencia en la literatura bíblica en la que se manifiesta la
naturaleza del hombre y la mujer como imagen de Dios.
Uno de los textos que sin duda se podría interpretar como una ampliación de la
creación de la mujer, es el Cantar de los Cantares. Allí aparece el amor de la pareja,
su solidaridad en la misión que el Señor les asignó para sostener la creación en
igualdad de derechos y deberes (Cfr. Gn 2-3), el extasiarse de los amantes al
contemplar la belleza del cuerpo del amado. Los amantes descubren que todo es
bueno.
La Sulamita dice las primeras palabras en el poema: «Bésame» (1,2), y las últimas
(8,14): date prisa amor mío; ella es la que dice la mayoría de los parlamentos, incluyendo
los apasionados dichos sobre el poder del amor (2,7; 8,6-7). Cuando ella le pregunta
a su amante por un amor eterno, (8,6) expresa la esperanza de un vínculo permanente
en un lenguaje que es peculiarmente enfático. No hay indicios en el poema de que
los amantes se hayan casado; ellos se encuentran secretamente en las afueras de la
ciudad, en la noche, y al amanecer, lo que indica lo contrario.
Las estrofas del Cantar de los Cantares celebran el carácter único de la relación
de amor y su pertenencia exclusiva del uno al otro. «Yo soy para mi amada y mi
amado para mí» (Cant 6,3). Se supera la idea de la posesión de Dt (5,21) por esa
atracción personal expresada en el paraíso (Gn 2,24), cuando leemos en el Cantar
los cantos de amor erótico que muestran la alegría del placer amoroso.
afirma que en el principio no fue así, porque fue hecha para compartir la vida con el
hombre y no sólo su experiencia sexual (Gn 2,18). En el Cantar se entiende la
sublimidad del amor como lo quiso Dios desde el paraíso.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Los hombres y las mujeres son instrumentos en la elección de Dios desde los
inicios. La historia del acto creativo de Dios es tanto una historia sobre Eva como
sobre Adán. La preparación del pueblo elegido por Dios es tanto una historia sobre
Sara, Rebeca y Raquel como sobre Abraham, Isaac y Jacob, en concierto con los
hombres y las mujeres de su elección, para que Israel pueda convertirse en «un
reino de sacerdotes, una nación santa» (Éx 19:6; ver Isaías 61:6).
La Biblia nos presenta el ideal de la mujer: lo que Dios quiere que sea; pero el
mismo pueblo que recibió la revelación no la asimiló. La Biblia invita a la mujer a
tomar conciencia de la dignidad que se deriva y el respeto que merece por el hecho
de haber sido creada a imagen y semejanza de Dios; si debe exigir el trato de
«persona» y no de posesión, también debe cumplir los deberes que le exigen ser
ayuda y compañera del varón en la continuación de la obra creadora encomendada
por Dios a la humanidad, sin distinción de sexos y razas.