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FAZZIO | EL ESCENARIO DE LA INFANCIA EN ARGENTINA: LOS NIÑOS POBRES

Sobre estos pilares: “la cultura de los inmigrantes”, “el pleno empleo”, “el ahorro y el crédito”, “la organización
comunitaria” y sobre todo “un estado presente”, las “cuestiones de la niñez” eran bien distintas en esos años […].

QUE ENTENDEMOS POR CUESTIÓN SOCIAL

[…] desde la aplicación en todo el mundo de las consignas del Consenso de Washington, se ha observado en algunas
regiones, una agudización de procesos sociales de pauperización. A raíz de ello, en el campo de las ciencias sociales, se
debate si estamos en presencia de una nueva “cuestión social” como la llamada “exclusión social” o si, por el contrario,
se trata de nuevas formas de marginalidad de la vieja “cuestión social”.

Con la significación actual, [el vocablo “social”] comenzó a utilizarse a partir de la revolución industrial de mediados del
Siglo XIX. Pero desde temprano se bifurcó su sentido.

- Para los revolucionarios y los reformistas radicalizados, la problemática social del orden burgués sólo sería
solucionada con una revolución política que transitara del Estado burgués al Estado socialista. La solución de
las cuestiones sociales (desempleo, bajos salarios, pésimas condiciones de trabajo, vivienda, salud y educación)
vendría con un profundo cambio político que tuviera incidencias económicas. No cabía para los comunistas ni
para los socialistas, la posibilidad de solucionar la cuestión social dentro del Estado burgués.

- En cambio, para los conservadores, el orden burgués, significaba el orden final de la historia. Después de la
Revolución Francesa, cualquier movimiento revolucionario no era según ellos, una cuestión política, sino una
cuestión que obedecía a conductas delictivas que debían abordarse desde el ámbito policial o judicial. No
obstante, entendían que la sociedad no era perfecta, aceptaban la existencia de problemas y que era necesario
encarar reformas, pero siempre dentro del orden burgués; o sea, reformas despolitizadas y únicamente sobre
aspectos técnicos, administrativos o procesales.

Desde entonces se ha transitado un largo camino hasta llegar al reconocimiento de que la “cuestión social” no es
solucionable por medio de la represión contra aquellos que la denuncian, sino que por el contrario, es reflejo de
situaciones de inequidad social, por lo que es necesario encontrar formas integradoras que garanticen el verdadero
ejercicio de la ciudadanía para todos los hombres y mujeres del mundo. Este camino ha ido desde la instauración de
políticas circunstanciales y episódicas, hasta su institucionalización como instrumentos permanentes de regulación
social y desde el reconocimiento de derechos sociales universales hasta la constitución del llamado Estado de bienestar.
Con la aplicación de las políticas neoliberales del Consenso de Washington, ese Estado de Bienestar se resquebrajó,
llegando a una crisis terminal. Algunos pensadores sostienen que con ello, el pacto social que el Estado de Bienestar
expresaba, dejó de tener vigencia y en lugar de luchar por rescatarlo, corresponde encontrar nuevas fórmulas de
regulación social que trasciendan la vieja cuestión social basada en la relación capital-trabajo. En este sentido, afirma
Pierre Rosanvallon (1995): “El tiempo del Estado de Bienestar ha terminado y hay que encontrar un nuevo pacto de
solidaridad”.

Otros pensadores -como Netto- […] sostienen que no hay ninguna cuestión social nueva, sino que el antagonismo
insuperable entre capital y trabajo encuentra hoy una sociedad donde el trabajo es cada vez menos necesario para la
reproducción del capital. En el proceso de la globalización se ha operado una evidente concentración del capital y de
los beneficios, mientras que se ha debilitado el tradicional mundo del trabajo estructurado a través de sindicatos y
centrales obreras. Los mecanismos de regulación social han sido en el pasado políticas sociales que tenían pretensiones
universalistas, mientras que hoy la mediación es operada por el mercado, que –según los defensores del modelo
neoliberal- no debiera sufrir interferencias. El Estado, dicen, sólo debe velar para resguardar la naturalidad de la
mediación del mercado. En el contexto neoliberal, entonces, las políticas sociales que se implementan son de corte
netamente focalizado y de emergencia.
Los rasgos caracterizantes de la Cuestión Social en Argentina.
Para poder analizar la “Cuestión Social” en la Argentina debemos trazar, a grandes rasgos, ciertos hitos históricos que
marcan el desarrollo político, económico y social del país.

[…] trataremos, como elementos condicionantes, hechos y procesos que evidencian las particularidades que deben
tenerse en cuenta. Analizaremos la inmigración europea producida en el último cuarto del Siglo XIX y el primer cuarto
del Siglo XX; las fracturas del orden democrático sufridas desde 1930; el peronismo y la constitución del Estado de
Bienestar; las políticas sociales neoliberales que comenzaron a aplicarse a partir de 1976 y se intensificaron en la última
década del Siglo XX; el estallido y la emergencia social, y por último, el camino emprendido para la recuperación.

1. LA PERTENENCIA A AMÉRICA LATINA


[…] el primer rasgo caracterizante de Argentina es su pertenencia a América Latina y que su destino está
indisolublemente ligado a ella. […] sus principales rasgos sociales, políticos y económicos convergen con los de la región
latinoamericana.

Los países de esta región fueron antiguas colonias […] con una economía en la que el latifundio desempeñó un papel
predominante, donde subsiste la tradición del empleo de mano de obra barata en condiciones que se asemejan a la
servidumbre y una tendencia al monocultivo destinado a la exportación, merced a estímulos externos. Al
independizarse, todos estos países también recorrieron un camino común: todos ellos, en mayor o menor medida,
mantuvieron una situación de dependencia de los centros dinámicos mundiales. Por ello, desde la emancipación, el
debate político e ideológico en la región estuvo centrado en la liberación o dependencia de los países centrales.

[…] en la “Declaración del Milenio” del año 2002, la Organización de Naciones Unidas, fijó las metas para erradicar la
miseria. El objetivo proclamado apuntaba a reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas con
ingresos inferiores a un dólar diario. Sin embargo, la pobreza extrema (indigencia) en África y en América Latina, no sólo
no viene reduciéndose, sino que tiende a incrementarse. De ahí que en América Latina se tenga una visión pesimista
cuando se analizan los efectos sociales de la globalización.

Corresponde advertir, no obstante, que existen razones que justifican, en otras áreas del planeta, una visión optimista.
El Asia es el continente que está emergiendo aceleradamente de la miseria. Cuando los organismos internacionales
estudian las cifras de la humanidad en su conjunto, resulta que se redujo la proporción de personas en extrema pobreza,
gracias al aporte de la realidad asiática. Por tanto podemos comprobar que durante la globalización, se está produciendo
una modificación acelerada de la geografía de la pobreza, que afecta significativamente a América Latina.

2. LA INMIGRACIÓN EUROPEA
Resultaría imposible recorrer el itinerario sociológico – cultural de la Argentina moderna sin comenzar por el gran ciclo
histórico de la inmigración europea que, entre los años 1875 y 1925, produjo una transformación sustancial en la
estructura demográfica del país. En ninguna otra parte del mundo el impacto inmigratorio causó una alteración
cuantitativa y cualitativa tan profunda de la población de base, como la que se registró en Argentina.

La inmigración masiva en Argentina comenzó en 1870. Este fenómeno también se produjo en Brasil, Uruguay y Chile.
En el resto de América Latina, si bien se conoció la inmigración, fue en escala reducida. Esta localización preferencial de
los inmigrantes en el Cono Sur obedeció a diversos factores, entre los que cabe mencionar los programas estatales, el
clima, la existencia de vastas regiones despobladas, la demanda de mano de obra. Entre los inmigrantes figuraban, en
alta proporción, los excedentes de población que los cambios de la economía (italiana y española principalmente)
arrojaban de los campos europeos; como así también, diversas minorías desplazadas, en ese entonces, por la política
europea (polacos, alemanes, franceses del sur, judíos procedentes de Rusia, sirios, libaneses, armenios venidos del
imperio turco otomano, etc.)

Hubo una inmigración subvencionada, basada en el interés oficial por el traslado de agricultores principalmente. La
primera colonia agrícola estuvo constituida por familias de origen suizo, traídas por Aarón Castellanos, que fundaron La
Esperanza en la Provincia de Santa Fe, en el año 1856. Los judíos traídos por el Barón Hirsch fundaron la Colonia Mauricio
en Carlos Casares, Provincia de Buenos Aires y Moisesville en la Provincia de Santa Fe. Pero la gran inmigración europea
fue fundamentalmente una respuesta a las posibilidades económicas que ofrecía Argentina, más que a la planificación
estatal. Prueba de ello fue que la planificación fue pensada para poblar zonas rurales exclusivamente y la modificación
sustancial producida fue el crecimiento urbano, distorsionando la estructura social con un sobre dimensionamiento del
sector terciario de la economía.
[…] es importante destacar los siguientes elementos:

Los inmigrantes, además del enorme potencial de una influencia cultural y social arraigada en Europa, trajeron su mano
de obra, sus oficios, sus herramientas, su fuerte anhelo de progreso, el hábito del trabajo sistemático, el hábito del
ahorro. Después de años de esfuerzo, ellos y sus hijos, conformaron la actual clase media argentina. En el Censo
realizado en 1895, más de las tres cuartas partes de los propietarios de establecimientos industriales era de origen
extranjero.

Los inmigrantes, tratando de mantener los lazos afectivos que los unían a sus compatriotas y para vencer el sentimiento
de desarraigo, fueron creando instituciones que nucleaban a miembros de un mismo país de origen. Dichas asociaciones
tenían fines mutuales, con el objetivo de prestar ayuda a sus afiliados y reagrupar los valores culturales. Pero más allá
de sus propósitos, han legado a toda la ciudadanía, un capital social sumamente valioso: la habilidad para asociarse en
pos de un fin solidario y la capacidad de peticionar a las autoridades públicas. Así constituyeron innumerables
instituciones de fomento, sociales, culturales, deportivas, mutuales, cooperativas, etc., muchas de las cuales han
perdurado hasta nuestros días. Un solo ejemplo. Los genoveses, nucleados en la Sociedad Italiana, en 1884, fundaron
el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de La Boca.

Entre los inmigrantes había también muchos exiliados políticos (anarquistas, anarcosindicalistas y socialistas), que
superaron una primera etapa de organización y objetivos meramente mutuales y constituyeron las llamadas
“sociedades de resistencia”, gérmenes de los primeros sindicatos argentinos. Así como la inmigración aportó los
primeros propietarios de establecimientos industriales, también aportó los primeros obreros asalariados y éstos fueron
sindicalizados en esas primeras organizaciones que, a su vez, se agruparon en la Federación Obrera de la República
Argentina (FORA) de tendencia anarcosindicalista, o en la Central Obrera de la República Argentina (CORA) de tendencia
socialista. Un solo ejemplo. La Fraternidad, el sindicato de los maquinistas ferroviarios, fue fundada en 1887.
En síntesis, ningún país vio sus ciudades y sus campos tan profundamente moldeados por hombres de otras culturas, al
punto que hoy no hay aspecto de la vida argentina que pueda desvincularse de este hecho.

3. LAS FRACTURAS DE LA DEMOCRACIA


Continuando con la descripción de los rasgos caracterizantes de Argentina, es indispensable describir los procesos de
golpes militares que interrumpieron la continuidad democrática en el país.

A partir de 1930, en Argentina, las fuerzas armadas encabezaron una serie de golpes de estado que quebraron
repetidamente la continuidad político institucional. Otros países de América Latina (Chile por ejemplo), si bien no han
escapado a este flagelo, pudieron mantener una continuidad institucional más estable. Las fuerzas armadas colocaron
en un segundo plano la finalidad esencial de su profesión, esto es la defensa nacional, y se convirtieron en un
instrumento de poder. A veces desde el poder político, se apeló a los militares como árbitros en situaciones de crisis, o
ciertos grupos económicos buscaron su intervención para fortalecer su poder sectorial, o los propios militares
participaron espontáneamente bajo pretextos como: “la patria está en peligro”, “la corrupción de la administración
civil”, “la crisis de las instituciones”, “la amenaza comunista”. En algunos casos se produjeron tensiones internas entre
las tres armas, o entre la oficialidad joven y la de generaciones anteriores, o entre las de un sector más progresista
contra otro de mentalidad conservadora. Pero la característica común de estos golpes de estado ha consistido en la
anulación de los más elementales derechos y garantías de raigambre constitucional.

Así, sin libertad de reunión y de expresión, con los sindicatos intervenidos, fue más difícil disponer de energías en el
cuerpo social para avanzar en el tratamiento de cuestiones sociales, que son de segundo orden, respecto a los derechos
a la vida y a la libertad.

La última dictadura militar en Argentina, la más sangrienta de las vividas hasta el presente, golpeó el sistema
constitucional el 24 de marzo de 1976 y se mantuvo en el poder hasta el 10 de diciembre de 1983. Mediante el método
del terrorismo de estado, instauraron un sistema de secuestros, torturas y asesinatos planificados desde el poder,
intentando acallar para siempre toda forma de movilización popular, de protesta, de reclamo, o tan siquiera de crítica.
Fue, precisamente en este período que se produjo la más grave vulneración de los derechos que han sufrido los niños
de nuestro país. Alrededor de 500 niños nacidos en cautiverio, fueron arrebatados a sus padres y apropiados por otras
familias. Sus abuelas los buscan desde entonces y ya han logrado encontrar a 82 de ellos, al cierre de estas páginas.
Lentamente nos vamos enterando de las graves aberraciones cometidas a estas criaturas a quienes les fue negada su
identidad, se les privó de la posibilidad de vivir con su propia familia, llegando algunos de ellos a crecer con quienes
fueron los torturadores y asesinos de sus padres.
4. LA CONSTITUCIÓN DEL ESTADO DE BIENESTAR: EL PAPEL DEL PERONISMO
En América Latina, cuando abordamos el tema de la “cuestión social”, es imprescindible referirse a la matriz marcada
por la Iglesia Católica, que encuentra su fundamento en la Doctrina Social de la Iglesia, frente a una matriz propia de la
cultura protestante basada en la filantropía y la caridad.

Con la Encíclica Rerun Novarum de León XIII en 1891, la Iglesia Católica abandona el pensamiento que proclamaba la
restauración de las instituciones anteriores a la revolución burguesa (estados feudales, relación Iglesia /Estado) y asume
una posición reformista conservadora. Pasa a afirmar que el orden burgués es natural y por tanto los anarquistas,
socialistas, sindicalistas que proponen huelgas y otros medios de lucha para abolir el orden burgués, son “falsos
profetas”. Por otra parte, se dirige a los empresarios para que contengan sus ansias desmedidas de ganancias, paguen
salarios dignos, etc.

La Iglesia Católica desarrolló esta matriz prácticamente en toda América Latina, pero en Argentina, a pesar que la
religión católica es la predominante, tuvo menor significación. Aquí, la “cuestión social” es mayoritariamente
protagonizada por un movimiento laico, basado en la solidaridad, que finalmente es asumido por el Estado con el
Peronismo.

Con la inmigración masiva de la que hablamos en el punto 2, llegaron muchos de los llamados “falsos profetas” que en
Argentina instalaron el tema de la “cuestión social” no como un mero reformismo conservador, sino propiciando un
orden distinto al orden establecido y crearon el clima propicio en el que germinó el Peronismo, que entre sus
características esenciales estuvo el determinante papel del Estado en la institucionalización de la “cuestión social”.

Juan Domingo Perón logró concitar un vasto movimiento político que le permitió ganar las elecciones de febrero de
1946, poco después de que el apoyo popular se manifestara en la histórica jornada del 17 de octubre de 1945. Perón
completó su período de gobierno de seis años y fue reelecto en 1951, para ser derrocado por un golpe militar en
septiembre de 1955. En esos diez años, Perón y su movimiento, imprimieron a la vida del país un giro sustancial y
perdurable. El Peronismo construyó en Argentina el Estado de Bienestar.

El peronismo desarrolló un complejo marco institucional y de prácticas políticas y sociales (la Comunidad Organizada),
constituido por un conjunto de elementos que operando sistémicamente, se tradujeron en un proceso de mejoramiento
de las condiciones de vida que hicieron que hasta los años setenta, la pobreza fuera un fenómeno marginal en Argentina.
Cabe resaltar cinco de esos elementos:

- En primer lugar un estado protector, que pese a ciertas imperfecciones, garantizó mediante políticas sociales
universales, el acceso a la educación, a la salud, a la vivienda, a la jubilación por vejez e invalidez, etc. Este
Estado de Bienestar se fue distorsionando, pero mantuvo la perspectiva de que la ciudadanía implicaba el
acceso a derechos universales.
- Este Estado interactuaba estrechamente con una organización social, donde la pertenencia al mundo del
trabajo en la condición de trabajador, con su consecuente organización sindical, habilitaba el acceso a otro
conjunto de derechos que también fueron la nota distintiva del perfil de la clase trabajadora en el contexto
latinoamericano (además de las funciones típicas de defensa del poder adquisitivo de los salarios, de las
condiciones dignas de trabajo y del nivel de empleo, los trabajadores argentinos accedieron a través de sus
sindicatos a una oferta educativa específica, a la medicina preventiva, al turismo, etc.). A su vez, la política de
pleno empleo garantizaba la inserción de los miembros de cada familia en la fuerza de trabajo, para que, con
los salarios obtenidos por el esfuerzo personal y por medio del mercado, se adquirieran bienes y servicios que
no provenían de transferencias estatales o sindicales.
- Para la amplia franja de sectores populares no sindicalizados que no accedían al ejercicio de sus derechos a
través del trabajo, la “Fundación Evita” significó una obra de notable magnitud. Con fondos públicos y también
aportes privados: se fundaron policlínicos, centros de atención para niños, para ancianos, se estimularon el
turismo y los deportes. A través de dicha fundación se canalizaban todos los casos particulares de desprotección
social.
- Por último, la acción colectiva, esa trama social que se complementó articuladamente con el Estado y no
pretendió su sustitución. Esta riqueza organizativa generó altos niveles de institucionalidad, que a diferencia de
otros países de América Latina, nunca quisieron sustituir al Estado, sino que generaron formas organizativas
para presionarlo (la cooperadora escolar, la sociedad de fomento, el club social y deportivo).
***

“Ineludiblemente la referencia a la infancia, incluye a la familia y a la comunidad de pertenencia. Por ello poner en foco
a la infancia y a la familia durante el primer peronismo implica pensar no sólo en un país rico, sino en una conducción
política que decidió iniciar un camino de distribución de esa riqueza, producto de la particular situación de la Argentina
entre 1945 y 1955. El proceso de industrialización, la salarización y la gestación del Estado de Bienestar modificó el
balance social de esa década (Torrado, 1992). Pero también fue transformada la concepción de la infancia, el lugar social
de la niñez y de la familia.
Se inclinó la balanza hacia aquellos sectores más desprotegidos, fueran asalariados o no. La consigna “los únicos
privilegiados son los niños” no fue solamente un lema peronista, sino la definición de políticas y la administración de
recursos con la finalidad de gestar y ejecutar políticas públicas orientadas a distribuir el ingreso nacional. Pese a los
pocos resultados de investigación sobre políticas de infancia y familia del período, no hacemos afirmaciones infundadas.
Sí reiteramos que es necesario progresar en las líneas de indagación sobre la política pública del peronismo y en
particular la política social orientada a la infancia y familia entre 1943 y 1955. Esta propuesta la concebimos inicialmente
en dos sentidos: tanto sobre el decisorio político como sobre los “procesos de implementación”, ya que ambos
movimientos son tomas de posición estatal sobre cuestiones socialmente problematizadas (Oszlak; 1989). A partir de
la experiencia ya iniciada por quien esto escribe y otros colegas investigadores, entiendo que esta línea de indagación
ofrece dificultades de orden metodológico asociadas a la localización y el acceso a las fuentes documentales dado su
grado de dispersión y desvastación intencional de la memoria estatal. Por otro lado, los actores institucionales
participantes de los procesos de implementación y los receptores de las políticas y programas -fuentes primarias-
resultan difíciles cuando no imposibles de acceder. Tal como se expone en este libro, la instauración del estado de
bienestar a mediados de la década de 1940, produjo sensibles mejoras y abrió nuevas modalidades de acción respecto
del pueblo trabajador (derechos sociales, beneficios laborales, sindicalización). Pero también lo hizo para aquellos
grupos y sujetos no incluidos en el mundo del trabajo: la acción social desarrollada por Ma. Eva Duarte de Perón a través
de la Fundación fortaleció la acción estatal (en las áreas de salud, vivienda, atención médico-social a la infancia y la
adolescencia), poniendo en cuestión lo que a mediados de 1943 ejecutaba el estado oligárquico liberal a través de la
Sociedad de Beneficencia de la Capital y el Patronato de la Infancia, por citar algunos de los actores institucionales
generadores de políticas infantiles.
Y decimos que ya para el año 1946 fue evidente la voluntad política de privilegiar a la infancia –nuestro objeto en estas
notas– puesto que el Coronel Juan Domingo Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión comenzó a reorganizar la
relación con los desposeídos, o en lenguaje actual: la relación del Estado con el sector excluido de la sociedad.
La creación de la Dirección General de Asistencia Social (1944) primero y luego la Dirección Nacional de Asistencia Social
(1948), bajo la conducción del Dr. Mendes San Martín, ejercieron no sólo el contralor, sino la reorientación de las
políticas y programas de asistencia: La administración en la distribución de los recursos y dineros del Estado permitieron
a las muchas sociedades y grupos de asistencia, protección, ayuda ejercer control social sobre la infancia pobre o
“abandonada y delincuente” -para seguir la denominación de la II ° Conferencia de la Infancia Abandonada y
Delincuente, llevada a cabo en Buenos Aires en noviembre de 1942.
Insisto, los estudios existentes y relevados respecto del peronismo, hacen referencia a parcialidades centradas
mayormente en las características y liderazgos personales (Sigal, 1986), las relaciones estructurales del movimiento
peronista con tal o cual actor social o político; al origen del peronismo (Murmis y Portantiero, 2004). Los estudios de
Navarro, Zanatta(1999), Torre (1989), Plotkin (1994), Girbal Blacha (2003) nos permiten acercarnos a la época, y conocer
distintas preocupaciones, pero no nos brindan estudios detallados sobre la temática.
A título de hipótesis planteamos: el progreso económico y el naciente estado de bienestar fueron condiciones
necesarias pero no suficientes para la mutación de la concepción de infancia abandonada y delincuente en infancia
privilegiada, nacida a partir de 1945. A lo cual hay que agregar que la voluntad política transformadora tuvo en cuenta
actores de distinto corte. Lo que aquí importa: logró hacer visible sujetos de y con derechos en un país que se decía
igualitario, católico y democrático.
El denso entramado producto de corrientes higienistas y liberales, cuando no socialistas, construido alrededor de la
infancia-adolescencia pobre o “las características patriarcales de la sociedad y por lo tanto al carácter restringido de las
necesidades e inquietudes populares, que hacían menos agudas las necesidades de los pobres” (PNM, 1942: 48), hacen
que abandono y delincuencia sean términos análogos, y esta analogía orientó la política y la reflexión de los intelectuales
de la época, llevándolos a proponer mayores medidas de control familiar y asilar en pos de “juventudes sanas y fuertes
a la vez que pujantes y que aseguren la paz social”. (PNM; 1942: 52).
Y fue, entonces, contra este sedimento que se constituyó al niño privilegiado. Sobre esta base y sobre esta cosmovisión
se propuso, se articuló y se administró la política infantil y familiar que dejó saldos positivos reconocibles en el aparato
del Estado y en la memoria del pueblo. Y por qué no de algunos profesionales y no pocos políticos. Se construyó así la
voluntad política de transformación que distribuyó, trabajó por el pleno empleo, integró con convicción la propuesta
de políticas universales.
***
5. LA APLICACIÓN DE LAS POLÍTICAS SOCIALES NEOLIBERALES EN LA ARGENTINA

A.- RESEÑA HISTÓRICA.


En 1976, en medio de una fuerte crisis política del país, que se hallaba convulsionado –entre otras cosas- por la debilidad
del gobierno democrático desde la muerte de Perón, un golpe militar interrumpió nuevamente el proceso democrático,
haciéndose cargo del Poder Ejecutivo una Junta Militar, la que intentó una transformación profunda del país que según
su entender necesitaba de un orden que no podía lograr por la vía institucional. La diferencia de este nuevo periodo de
gobierno militar fue que , como nunca y con una impunidad inédita, apeló para imponer los cambios pretendidos, a los
hechos más aberrantes contra la libertad y la vida humana- con el propósito de eliminar, definitivamente los conflictos
de la sociedad. Para este gobierno de facto, el Estado intervencionista y benefactor, tal como lo concibió el peronismo,
era el gran responsable del desorden social, sosteniendo que el mercado era el instrumento capaz de disciplinar por
igual a todos los actores sociales, premiando la eficiencia e impidiendo los malsanos comportamientos corporativos.

El objetivo esperado con la reducción de las funciones del Estado y su conversión en subsidiario, lejos de ordenar el
sistema productivo y social, produjo –como se pudo comprobar- una concentración del poder económico y un
endeudamiento público sin precedentes. Lo paradójico fue que para reemplazar la dirección del Estado por la del
mercado se utilizó como nunca todo el poder del Estado, el que sí estuvo presente con todas sus fuerzas para imponer
la receta liberal.

Recuperada la democracia y ya en la década de los años noventa, se llevaron hasta sus últimas consecuencias las
políticas enunciadas por el Consenso de Washington (ajuste fiscal, apertura comercial y desregulación económica)
ensayadas desde 1976. Se liberaron los precios, se abrió casi por completo la importación y en la misma medida se
eliminó la promoción industrial. El Estado renunció a toda regulación sobre el mercado financiero. Se avanzó en la
llamada flexibilización laboral. Se paralizaron obras públicas, se recortó el presupuesto en casi todas las áreas,
incluyendo la salud y la educación, y hasta se redujeron las tareas de control y regulación propias del Estado. La ley de
convertibilidad fijó la paridad del peso con el dólar, comprometiéndose el Estado a no emitir sin respaldo y a satisfacer
cualquier demanda de divisas o de pesos.

El compromiso de no emitir moneda, obligaba al Estado a una drástica reducción de sus gastos, lo que consiguió, en un
principio, desprendiéndose sistemáticamente de todas sus empresas que fueron privatizadas o simplemente cerradas.
La privatización de las grandes empresas de servicios públicos fue un punto central de la nueva política porque
expresaba la decisión de reducir al máximo la presencia del Estado y de someter a las normas del mercado actividades
de interés social. La empresa telefónica fue la primera de una serie que incluyó las de electricidad, agua corriente,
ferrocarriles, aviación, así como las empresas siderúrgicas o petroquímicas. En casi todos los casos los compradores
resultaron asociaciones entre los grandes grupos económicos locales, empresas internacionales vinculadas a la actividad
y algunos de los principales bancos acreedores de títulos de la deuda externa. Los despidos de personal de estas
empresas fueron alarmantes, sin haberse diseñado en ningún caso, un seguro de desempleo para los despedidos.
Yacimientos Petrolíferos Fiscales pasó de una plantilla de 45.000 trabajadores a 7.000 en ocasión de su privatización.

El sindicalismo, que tradicionalmente había expresado los reclamos de los sectores trabajadores y populares,
experimentó una profunda crisis, en parte por efecto de los cambios en la estructura ocupacional y la caída del número
de afiliados. Efectivamente, con afiliaciones escuálidas y sin el respaldo de las instituciones laborales, pesaron poco en
la negociación gremial y perdieron su otrora fuerza política. Por otra parte, el incremento de la desocupación creó
contradicciones de intereses entre quienes tenían trabajo (y temían perderlo) y los desempleados. El estado no estuvo
presente para generar igualdad.

En Argentina se produjo una verdadera destrucción del Estado, operada desde el Estado mismo. No sólo se destruyó al
Estado dirigista, blanco de las críticas neoliberales, sino también al Estado providente, empeñado en el bienestar de la
sociedad, mediante el desinterés por sus funciones sociales, y hasta al mero Estado, renunciando incluso a aquellas
otras funciones que, según cualquier concepción, le son irrenunciables (defensa, seguridad, salud, educación). De un
modo u otro transfirió sus funciones a los usuarios. Y desde una concepción mínima de lo público, también el Estado
renunció a regular con eficacia a los actores económicos.
El avance del neoliberalismo fue de tal magnitud que impuso no sólo sus propuestas, sino la misma agenda de
problemas. Todo se redujo a una visión economicista y dentro de esta visión, a las políticas de “estabilidad”. Pero se ha
de destacar que en Argentina, además, se sumaron dos elementos, que si bien no son postulados de este modelo, lo
han acompañado agravando la situación: la corrupción y el clientelismo político.

Joseph Stigliz, Premio Nóbel de Economía, cuando habla de la crisis vivida en nuestro país, repetidamente afirma que lo
ocurrido es en buena parte responsabilidad del Fondo Monetario Internacional , mostrando una clara disidencia con
otros analistas que creen que si Argentina hubiera profundizado el llamado modelo neoliberal, hubiera evitado su caída.
Sin embargo, él mismo señala también, que el análisis del presupuesto argentino demuestra que el panorama de
derroche del que se habló en el exterior es muy injusto y que los números oficiales revelan un déficit inferior al 3% del
PBI, mientras que, en 1992, cuando Estados Unidos experimentaba una recesión de menor envergadura que la
Argentina, su déficit federal representaba el 4,9% del PBI. Su pensamiento puede sintetizarse en que: “el desastre no
se produjo por no seguir los consejos del FMI, sino precisamente por haberlos seguido demasiado”.

B. IMPACTO EN LAS POLÍTICAS SOCIALES Y EN LAS POLÍTICAS DE LA NIÑEZ. PAPEL DE LOS TRABAJADORES SOCIALES.
Los postulados del modelo neoliberal, tuvieron su correlato en la política social y en el rol de los trabajadores sociales,
evidenciado fundamentalmente en:

a) el ajuste del gasto social,


b) el desplazamiento de las políticas sociales hacia el sector privado y
c) la focalización de los programas sociales.

Los trabajadores sociales, en su quehacer profesional, fueron constatando progresivamente los resultados de las
políticas implementadas, que lejos de producir un derrame de la riqueza como se profetizaba, observaban el incremento
de la pobreza y la reducción de recursos del estado, el aumento de la desnutrición, el quiebre del sistema de salud y de
educación, la droga atravesando amplias capas de la población y los niños y jóvenes –excluidos del sistema escolar-
delinquiendo para conseguirla, y lo que fue más grave aún, el resquebrajamiento de la familia y la pérdida de la
posibilidad que cada uno de sus miembros desempeñen sus roles y ejerzan efectivamente sus derechos.

También los trabajadores sociales han sido testigos de la dilapidación de recursos públicos en cuestiones secundarias y
del desvío de fondos para prácticas clientelísticas que han fomentado muchos dirigentes políticos y actores sociales.

Para caracterizar las políticas sociales y las de la de la niñez durante ese período vamos a tomar un ejemplo que nos
parece paradigmático y refleja claramente las políticas implementadas y la situación extrema a que fueron expuestos
los niños y sus familias: “El Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia”, organismo responsable de fijar las
políticas del país en materia de infancia.

El Decreto 1606 del año 1990 crea el mencionado organismo, llamándolo: Consejo Nacional del Menor y Familia, que
en nuestra opinión fue la herramienta legal que permitió la implementación perfecta de los enunciados neoliberales en
las políticas de la niñez expresadas en: la focalización de los programas, la tercerización de la asistencia y una inédita
institucionalización de niños. Imponiendo a dicho organismo la obligatoriedad de dar asistencia a las ordenes emanadas
por la justicia nacional con sede en la Capital Federal, el circuito cerraba perfecto: el Consejo Nacional no podía
implementar las políticas que pretendiera diseñar porque finalmente el presupuesto se debía destinar a lo que la justicia
ordenara y además, el volumen más importante de dicho presupuesto se destinaba a atender a los niños de la Ciudad
de Buenos Aires (para cumplir las ordenes judiciales) lo que producía una inequidad escandalosa en un país federal.

El resultado más contundente, fue que en el año 2000 en el Consejo Nacional del Menor y la Familia, luego llamado de
Niñez, Adolescencia y Familia, prácticamente no se asistía a ningún niño y familia que no estuvieren judicializados. Todos
los recursos económicos del organismo se destinaban exclusivamente a crear dispositivos para dar cumplimiento a las
órdenes judiciales, que en un número muy significativo de casos, era la internación. De esta manera resultaba imposible
pensar, definir, diseñar, asignar recursos y mucho menos ejecutar políticas universales y preventivas: el organismo vivía
colapsado por las demandas judiciales.
Paradigmático resulta también observar, que justamente en esa década, se designaron en el Fuero de la Justicia Civil de
Familia de la Capital Federal, dos trabajadores sociales en cada juzgado. Ello, no respondió solo a la excelente iniciativa
de algunos jueces que propiciaron su ingreso por tener otra visión de lo que debe significar la Justicia de Familia, sino
que se debió también a la enorme cantidad de causas que, por razones de pobreza, fueron ingresando en la justicia
ante la ausencia de las políticas sociales.
Mejor que citar estadísticas, creo más significativo contarles que yo soy Trabajadora Social de uno de esos 24 Juzgados
de Familia de la Capital Federal al cual ingresé en el año 1994. En ese momento, me fueron adjudicadas 17 causas de
familias/niños en estado de vulnerabilidad y existirían en el juzgado unas 40 en total. En noviembre del año 2005, antes
de la sanción de la Ley 26.061, llegué a tener asignadas más de 400. ¿Hay algo más claro para demostrar la ausencia del
estado en las políticas sociales y la judicialización de la pobreza?
La reducción y retirada de ese estado denunciado de “ineficiente”, produjo tal vaciamiento de las políticas sociales, de
salud y educación que solo quedó como herramienta posible en muchos casos- el acudir a la justicia.
Los Trabajadores Sociales, no fuimos ajenos ni meros espectadores en este proceso: frente a la ausencia de recursos
del estado y el aumento de la pobreza y la exclusión social, fuimos participes activos de dicha judicialización, en parte
por no hallar otra alternativa, pero también porque eso terminó resultándonos más cómodo, menos comprometido.
Llenos de cansancio y frustración, nos retiramos igual que los gobernantes, los dirigentes y otros actores sociales. Lejos
de pensar de qué forma llegar cada vez más a los necesitados, nos escondimos detrás de los escritorios, y derivamos a
la justicia situaciones que debían ser abordadas desde la política social. Al mismo tiempo que nos convocábamos para
denunciar la ausencia de políticas sociales, pedíamos la “excepción” de concurrir a algunas zonas que considerábamos
peligrosas. Fuimos nosotros, en la mayoría de los casos, quienes pusimos a las familias y a los niños vulnerables en los
estrados de los jueces para que ellos decidan qué hacer. La Ley de Patronato no estaba derogada, pero si la política
social se hubiera anticipado, no hubiera sido necesario utilizarla. En el Capítulo VI, cuando hablamos de la ética de la
“intervención profesional”, abordamos en profundidad este tema.

6. LA CRISIS FINAL DEL MODELO: EL ESTALLIDO Y LA EMERGENCIA SOCIAL


[…] durante la década del 90, fuimos reconocidos por los organismos multilaterales de crédito como el alumno más
aplicado de las recetas neoliberales del Consenso de Washington y, sin embargo, caímos en default. Pareciera evidente
que una de las peculiaridades del caso argentino es que la catástrofe luce como la consecuencia directa de la aplicación
del modelo neoliberal.

El 10 de diciembre de 1999, asumió en Argentina un nuevo gobierno elegido democráticamente. La Alianza gobernante
prometió que acabaría con la fiesta de la corrupción, mientras aseguraba la continuidad de las políticas neoliberales
aplicadas durante toda la década. La profundización de las medidas de gobierno tomadas para asegurar la vigencia de
las normas del modelo imperante y las medidas impuestas por los organismos internacionales de crédito, aceleraron la
crisis profundizando la recesión económica y el desempleo.
Por otra parte, además de reducirse los salarios públicos y los haberes jubilatorios, argumentando un reordenamiento
de los programas, se suspendieron durante meses algunos planes sociales. También –por diferentes motivos- se
suspendieron algunas prestaciones médicas del PAMI (Obra Social de Jubilados y Pensionados). Varios organismos
públicos, algunos de ellos destinados a la asistencia de la salud o a la infancia vieron retaceados sus fondos quedando
sin servicios y sin insumos.

En las políticas de la niñez, y para referirnos nuevamente a una situación paradigmática, la gestión de gobierno que
estaba a cargo del Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, esgrimía como uno de sus objetivos y estandartes,
el cierre del Instituto Lasala y Riglos. Bajo el pretexto de acabar con la institucionalización de los niños, dicha medida
obedecía en realidad a la política de ajuste de gastos del organismo, porque los niños que fueron desinternados del
Instituto Riglos, no volvieron a sus familias ni a su medio: la mayoría de ellos fueron hacinados en otros institutos o
derivados a otros programas que también significaban mantener la separación de sus familias. Lo único que se logró
con el cierre, fue el “ajuste del gasto”.

En otro orden de cosas, los escándalos de corrupción de ese período de gobierno fueron tan graves como los de los
gobiernos precedentes, llevando la situación a tal extremo que a poco de asumir se produjo la renuncia del Vice-
Presidente de la Nación.

La población fue manifestando tibia e individualmente su descontento, pero el 19 y 20 de diciembre de 2001, cuando
no sólo los pobres eran los golpeados y se afectó la libre disposición del dinero de los ahorristas de clase media, en las
calles resonaron las “cacerolas” y pese al estado de sitio decretado, se derribó el gobierno con un saldo de varias
decenas de muertos y la nación al borde de la desintegración. Argentina logró mantener la vigencia institucional y no
caer nuevamente en la interrupción del sistema democrático. El 1º de enero de 2002, la Asamblea Legislativa instauró
un gobierno de transición que debió atender la situación de máxima emergencia hasta las próximas elecciones
generales.
Mientras tanto, era indispensable dar una respuesta inmediata a la situación de emergencia social y en ese marco,
mediante el Decreto Nº 565/2002 se creo el Plan Jefes y Jefas de Hogar que –sin llegar a concretar la universalidad
proclamada- permitió asegurar un ingreso mínimo en muchos hogares. La urgencia de la implementación y las prácticas
clientelísticas subsistentes, no aseguraron totalmente criterios de equidad y justicia en la implementación finalmente
focalizada de este plan, pero redujo significativamente el clima y la posibilidad cierta de un estallido social.

Sin embargo, la crisis económica, el drama social y el descrédito de la política, mantenían vigente el peligro de
desintegración del país.

En la política, la consigna “que se vayan todos”, ponía a cualquier dirigente al borde la agresión popular; el Congreso
sesionaba vallado y custodiado por la policía. Surgieron las Asambleas Populares, donde la ciudadanía trataba de
encontrar alguna representatividad.

Las estrategias de supervivencia fueron innumerables: clubes de trueque, cartoneros, las familias o grupos de amigos
reuniéndose para realizar compras en comercios mayoristas y abaratar los precios. Manifestaciones y cortes de rutas a
lo largo y ancho del país y un incremento escalofriante del delito. Las crónicas periodísticas, son buenos testimonios de
los sucesos de las épocas. Por ello, recomendamos la lectura de la prensa de la época.

7. EL CAMINO HACIA LA RECUPERACIÓN. DIAGNÓSTICO SOCIAL. LOS NUEVOS PLANES SOCIALES.


El 25 de mayo de 2003 se inició el nuevo período de gobierno democrático, con la debilidad institucional que aún
perduraba después de la crisis.

La situación económica, no era en ninguna medida tranquilizadora, con el país en default y el más grande
endeudamiento de la historia. La situación social era gravísima, con más de la mitad de las familias por debajo de la
línea de pobreza, cuadros de desnutrición infantil incomprensibles en nuestro suelo y un ejército de desocupados que
se incrementaba día a día.

En el marco del programa del nuevo gobierno que señalaba entre sus prioridades. la búsqueda del fortalecimiento
institucional, el saneamiento de la deuda externa y la reactivación de la economía, en el área social, se definieron tres
ejes esenciales de trabajo: asegurar el derecho a la alimentación atendiendo el problema de la desnutrición, la necesidad
de la recuperación del trabajo desde la economía social y local para los sectores sociales más vulnerables y atender el
debilitamiento y resquebrajamiento de la familia. Para ello se implementaron tres Planes Nacionales: el Plan Nacional
de Seguridad Alimentaria: “El Hambre más Urgente”; el Plan para el Fomento de la Economía local y social “Manos a la
Obra” y el “Plan Familias”.
El Plan de Seguridad Alimentaria “El Hambre más urgente” está dirigido a familias en situaciones socialmente
desfavorables y en situación de vulnerabilidad nutricional. Los beneficiarios son las familias con niños menores de 14
años, mujeres embarazadas, desnutridos, discapacitados y adultos mayores que estén en condiciones socialmente
desfavorables y presenten una situación de vulnerabilidad nutricional. El plan promueve: la asistencia alimentaria a
familias en situación de vulnerabilidad social; incentivo a la autoproducción de alimentos en las familias; asistencia a
comedores escolares; asistencia a huertas y granjas familiares, atención a la embarazada y al niño sano y el
fortalecimiento de la gestión descentralizada de fondos.
El Plan de Desarrollo Social y Economía Social “Manos a la Obra” fue pensado con el objetivo de lograr un desarrollo
social económicamente sustentable que permita generar empleo, mejorar la calidad de vida de las familias,
promoviendo la inclusión social a través de la participación en espacios comunitarios. El plan tiene en cuenta: apoyo
económico y financiero a emprendimientos productivos, a cadenas productivas, a servicios a la producción y a los
Fondos Solidarios para el Desarrollo; fortalecimiento institucional tomando en cuenta el desarrollo de actividades
productivas desde una perspectiva de desarrollo local en el marco de las políticas sociales; asistencia técnica y
capacitación para pequeñas unidades de producción y beneficiarios en los proyectos de desarrollo local y economía
social. Se destina prioritariamente a personas, familias y grupos en situación de pobreza, desocupación y/o
vulnerabilidad social que conformen experiencias productivas y /o comunitarias. A los beneficiarios del Plan Jefes y Jefas
de Hogar les da la posibilidad de mejorar sus ingresos desde la economía social otorgándoles subsidios para insumos y
herramientas con el objeto que desarrollen emprendimientos acordes a sus capacidades.
El Plan “Familias” tiene como finalidad promover los valores que cohesionan, articulan y hacen posible una vida en
familia y sociedad. Comprende acciones de protección, prevención, acompañamiento y promoción. Comprende un plan
de ingresos, pensiones asistenciales, líneas de trabajo con adolescentes y jóvenes. Atraviesa transversalmente a los
otros dos planes y se integra en una retroalimentación permanente.3
La política social implementada, sin lugar a dudas, busca asegurar un ingreso mínimo en todos los hogares y
principalmente a partir de la recuperación del trabajo formal. Desde el inicio de la gestión de gobierno, las definiciones
difundidas desde el Ministerio de Desarrollo Social, apuntaron a una reformulación de los planes sociales, pero no a un
incremento de los beneficiarios, apostando fuertemente a la recuperación del trabajo genuino. Se realizaron acciones
de monitoreo permanente, actualización del registro de los beneficiarios y una clasificación según las posibilidades de
reinsertarse en el mercado laboral o las características de su grupo familiar. El Vice-Ministro de Desarrollo Social,
declaró: “....hoy el Plan Jefes y Jefas de Hogar tiene 600 mil beneficiarios y el Plan Familias 240 mil. La idea es que de
manera progresiva, en los próximos dos años 750 mil mujeres pasen del Jefes al Familia. Con ellas vamos a hacer un
trabajo fuerte de monitoreo y seguimiento...se trata de un reacomodamiento de las personas que ya están en Planes
Sociales. No estamos abriendo planes a nuevas personas”.

Algunas decisiones políticas y presupuestarias tomadas y describir algunas herramientas creadas, que pueden servir
para ilustrar y caracterizar la política social del período:

- Las reformas previsionales efectuadas en el año 2005, que permitieron acceder a la jubilación a vastos sectores de la
población que -por no tener la totalidad de los años de aportes o no haber alcanzado la edad exigida- no podían contar
con ella.
- La asignación presupuestaria otorgada a partir del año 2005 a la Comisión Nacional de Pensiones Asistenciales permitió
hacer efectivo el otorgamiento de más de 100.000 pensiones no contributivas iniciadas desde hacía 10 años.
- Algunos grupos sociales específicos recibieron respuesta a demandas o reparaciones sociales pendientes durante
décadas: Veteranos de Malvinas, Contagiados de Hemofilia, Hijos de desaparecidos, Nietos recuperados, etc.
- La puesta en marcha del Plan Remediar y los Medicamentos Genéricos.
- La creación de los Centros Integradores Comunitarios para dar una respuesta efectiva desde las políticas sociales
articuladas desde una Red Federal.
- El impulso de los Consejos Consultivos Nacionales y Provinciales.
- La creación del Registro Nacional de Efectores de Desarrollo Local y Economía Social, creado para facilitar al Efector
Social el desarrollo de su actividad económica y el incremento de sus ingresos, a partir de la posibilidad de facturar y de
ese modo incorporar nuevos clientes.
- La Tarjeta del Plan Jefes y Jefas de Hogar que permite a los beneficiarios retirar el dinero del Plan en cajeros
automáticos de cualquier banco del país y pagar con débito automático.
- La confección de una ficha de vulnerabilidad social denominada “Las Familias Cuentan” como instrumento para
articular las políticas sociales del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales.

Pero sin lugar a dudas, y sin dejar de resaltar la importante disminución de los índices de desempleo, en materia
específica de políticas sociales para el fortalecimiento de la familia y en consecuencia para la infancia y la juventud, las
medidas de mayor impacto y que seguramente significarán un nuevo escenario de la “cuestión social de la niñez” son:
- Los cambios en los planes sociales, que implican la creación de un Seguro de Empleo y Capacitación y el Plan Familia,
que apuntan a desplazar gradualmente los fondos destinados a las ayudas sociales (Plan Jefes y Jefas de Hogar) hacia
programas que fomentan la recuperación laboral y la atención de los hijos.

- La sanción de la Ley 26.061/2005 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, cuyos
elementos más significativos son: la Derogación de la Ley 10.903 y el Decreto 1606/90 (art. 76) ; la creación del Consejo
Federal de Niñez, Adolescencia y Familia ( art. 45); la priorización y obligatoriedad de la preservación de los lazos
familiares y la excepcionalidad de la separación del niño de su núcleo natural, determinando que en ningún caso éstas
pueden consistir en privación de libertad (arts. 39 y 41) y la obligatoriedad de los órganos administrativos del estado de
garantizar el pleno ejercicio de los derechos de la niñez, descentralizando los recursos y servicios.

- El incremento del presupuesto para el financiamiento educativo, convertido en ley por iniciativa del Poder Ejecutivo
Nacional, con el fin que la inversión en educación funcione como una efectiva política de estado, garantizando la
continuidad en el tiempo de una determinada asignación presupuestaria, independientemente de los sucesivos cambios
de gobierno.- Veamos las palabras del ex Vice-Presidente de la Nación, publicadas en un periódico local: “……no hace
falta insistir en la centralidad de la educación en los procesos exitosos de los países....tampoco es necesario volver a
señalar la correlación positiva entre desarrollo económico, inversión y expansión educativa y los mayores niveles de
equidad....nuestro país fue la evidencia más palpable de cómo la educación colaboró en construir la Nación más
socialmente cohesionada de Latinoamérica, atributo que venimos perdiendo desde fines de los 70. El trabajo que llevó
adelante el Ministerio de Educación, junto con los gremios docentes, gobiernos provinciales, profesionales y expertos
del área educativa, las organizaciones no gubernamentales y un sector del empresariado, abre una perspectiva
trascendente para conciliar visiones sobre temáticas que presentan un nivel importante de coincidencias previas y
resultan fundamentales para reconstruir y fortalecer la ciudadanía social...”5 Alvarez, C. 2005

Para finalizar, hemos de decir que siempre resulta muy difícil evaluar el momento presente, del cual se es protagonista,
por lo que, para que sirva de análisis, hemos escogido algunos cuadros , elaborados en base a datos del INDEC, de la
EPH y del Ministerio de Economía..
Con ellos intentamos reflejar comparando distintos períodos, la evolución de las tasas de actividad y empleo y las de
desempleo, (Cuadros 1 y 2), ya que la falta de ingresos en los hogares, fueron una de las principales causas de la crisis
social reflejada en las problemáticas de la niñez y la familia.

Para finalizar, deseo señalar que en algunos textos se debate sobre la apropiación por parte del Peronismo de los
postulados del catolicismo social y su aplicación al campo de las políticas de infancia y familia. Existen indicios de ello,
creemos que estas propuestas merecen mayor indagación y certezas, pero insistimos: la voluntad política de pensar y
gestionar para la niñez sin hambre, no deslegitimada por su nacimiento, pasible de ser adoptada, son resultados
efectivos que arroja el primer gobierno peronista.

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