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Irma Lorena Vargas Mayén

Cuando el tiempo habla en la memoria

Comparar permite el contacto y el conocimiento de la alteridad y lo propio. La

comparación entre literatura y fotografía participa de esta dinámica al propiciar el

encuentro entre dos artes cuyas diferencias, según comenta Artigas, parecen

abismales. Y cito: “La imagen pareciera ser el signo que pretende no serlo, que se

enmascara como un intermediario natural y como presencia. La palabra es, en ese

sentido, su “otro”, una producción arbitraria y artificial de la actividad humana que

fractura la presencia natural porque introduce elementos artificiales, como el tiempo,

la conciencia, la historia y la mediación simbólica”. En el cuento “S’ha d’estimar el

que tens més a prop” / “se debe amar lo que tienes más cerca”, el mallorquín Biel

Mesquida propone una serie de encuentros con lo “otro” que invitan al reconocimiento

de lo propio. Un “otro” con el que se encuentra el cuento mismo es la colección

Altares profanos de Toni Catany, coterráneo de Mesquida. Tanto las fotografías como

el cuento abren un diálogo entre el pasado y el presente a través de la memoria evocada

por objetos concretos, aunque siempre resaltando lo falible que esta resulta. Este

encuentro entre alteridades temporales, además, enmarca otra serie de acercamientos

que al ponerlos en diálogo demandan la intervención del lector para dotar de

significado a aquello que se encuentra y, a partir de ello, reconstruir el momento que

le dio origen y el momento propio.

Catany describe su propia obra como autobiográfica y discursiva. Para él lo

más importante en cada fotografía no es la imagen, sino el relato que se puede hacer
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de esta. En el caso de Altares profanos el relato que propone juega con el tiempo y la

memoria al contemplar el pasado como se contempla lo divino. Esta colección

consiste en 25 fotografías tomadas entre el 2009 y 2012 “centradas en bodegones

compuestos por objetos […] procedentes de sus viajes y acumulados a lo largo de su

vida” (“Altars profans”). Cada objeto, “transformado [aquí] en sujeto”, es un símbolo

de cotidianeidad y memoria. En conjunto, conforman altares que, según comenta

Alain D’hooghe, “no convocan a una misa, ni a un ritual, ni tan solo al menor de los

sacrificios, y si son ornados de ofrendas es porque son un regalo a la vida” (citado en

“Altars profans”). Como tal, el sentido celebratorio del altar no se pierde y, por lo

tanto, “reproducen en miniatura el conjunto del templo y del universo [;] son un

microcosmos y catalizador de lo sagrado”. Aquello que los compone, lo “profano”,

en diálogo con lo divino como su “otro” no motiva un rechazo mutuo, sino una

transformación de ambos. Lo divino se vuelve palpable y los objetos profanos son

dotados del poder de transportar al pasado al espectador quien, sin embargo, está

anclado al presente como momento de contemplación, reconstrucción e inmovilidad.

En esta ocasión centraré mi análisis en dos de las fotografías de la colección,

seleccionadas por el diálogo que se establece entre las alteridades que encierran, los

cuales, al ser puestos en contacto con el cuento de Mesquida permiten cuestionar el

acto de memoria.

El altar es un espacio de encuentro que Catany explota mediante la generación

de contacto. La relación entre tiempo y espacio suele permitir la exploración de ambos

a partir de la comparación y el estudio de sus diferencias y similitudes. Enrìc Soria,


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en “Temps i relat” propone una similitud clave entre ambos al aplicarlos a la literatura:

la aproximación del lector a relatos que nacen de la reconstrucción del pasado desde

el presente impacta al lector de la misma manera que un viaje a un lugar “exótico”

impacta al viajero. Tanto en “S’ha d’estimar el que tens més a prop” como en Altars

profans, el encuentro de tiempos se produce en un espacio performativo y limitado;

en el caso del primero en un álbum de fotos y en el segundo en altares dispuestos con

la intención de evocar memorias concretas. Esto anuncia ya una de las sentencias

principales de ambos artistas y de teóricos de la tercera ola de los memory studies: se

debe dudar de lo reconstruido.

Parte del encuentro de presente y pasado es la construcción y reconstrucción

que se puede generar a partir del reconocimiento de diferencias. Esta relación, si bien

privilegia al segundo en ambas obras, no puede prescindir del primero, no sólo porque

la existencia de uno depende del otro, también porque aquello que evoca el pasado lo

hace desde un contexto determinado que lo dota de significado. El acto de

reconstrucción del pasado a través de elementos materiales depende de la

interpretación que haga el público de los objetos con los que cuenta y del diálogo que

establezca con y entre ellos. A este fenómeno se le ha denominado “entangled

memory”, “memoria enredada”, ya que quien construye el pasado a partir de

fragmentos debe desenmarañar una red de significados más o menos inconexos entre

ellos para luego reacomodarlos en un discurso (o imagen).

En “S’ha d’estimar el que tens més a prop”, cuento publicado en el 2005 como

parte de la antología Els detalls del món, Mesquida recrea esta relación entre presente
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y pasado, y propone un gran contraste entre las posibilidades que cada tiempo ofrece

a quien lo habita. El cuento narra el encuentro de “María Teresa, de 23 años”, con su

pasado familiar a través del contacto con un álbum de fotos con el que comienza la

investigación sobre su tío abuelo Joaquim Orlandis. La voz narrativa en el cuento

tiene el control del encuentro de otredades: María Teresa con Joaquim Orlandis,

presente con pasado, y literatura con fotografía. Aunque los contactos con el otro

desencadenan muchas veces mecanismos de reconocimientos de lo propio y lo ajeno

en este caso ninguna de las partes involucradas tiene esa posibilidad. Este contacto no

permite ninguna acción de la protagonista, es el objeto quien tiene el rol central en la

narración al ser el conducto por el cual se puede desencadenar el acto de memoria y

acceder al pasado. Se trata de una narración en la que el presente está completamente

estático y absorto ante la contemplación de un pasado recreado pero frenético. Esta

dinámica se manifiesta tanto en la forma como en el contenido.

La narración del presente diegético describe más el ambiente que las acciones

que realiza María Teresa y, además, gran parte de los verbos en ese nivel narrativo

son condicionales, supeditados a la reconstrucción de recuerdos. El presente descrito

depende casi en su totalidad del pasado, salvo el clima, el cual, sin embargo, es tan

frío que “casi [hace] llorar” (47), lo que limita también las acciones de la joven, quien

sólo puede escribir una frase, tomar el álbum de fotos, decir entrar a su casa y tener

una epifanía que, al más puro estilo de Biel Mesquida, crea una relación entre la

memoria y una felación a través de la cual María Teresa recibe “esta semilla

postmortem vivísima” de la que nace la posibilidad de reconstruir el pasado. En


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contraste, las descripciones del pasado son ricas e implican movimiento y la

posibilidad de expresión, así como el contacto con otros, diversión, decisión, libertad

y placeres de todo tipo.

La memoria es evocada a través de un álbum de fotos, al cual la voz narrativa

sitúa “al inicio de la investigación” y, por lo tanto, al comienzo del acto de memoria

y la reconstrucción de esta. “Lejos de dibujar una línea entre la imaginación silente de

una experiencia pasada y el gesto vivido de conmemoración en presencia de otros

seres humanos, la expresión “acto de memoria” señala una cualidad específica de

cualquier representación mental del pasado” (Feint et al 31). Se trata además de un

acto heterogéneo y dinámico (31). En este sentido, al contemplar la obra de Catany el

espectador es trasladado al mismo lugar desde el que se presenta a María Teresa. En

ambos casos se demanda participación activa de aquel quien observa, ya que debe

reconocer y reconstruir el pasado a partir de las piezas proporcionadas y, al mismo

tiempo, construir un concepto de presente y de sí mismo desde la contemplación de

la otredad. La relación entre pasado, imagen, memoria y espectador demanda toda

acción que permite el presente, según lo propuesto en estas obras: contemplar,

reconstruir, añorar y adorar ese tiempo otro que sólo existe en quien lo reconstruye a

partir de todo elemento que pueda ser evidencia de que alguna vez fue. Justamente

eso es lo que permiten los objetos que forman parte de los Altares profanos.

[Ver altar 1] En el altar número 39, Catany presenta objetos que fueron

cotidianos durante su niñez en Llucmajor. El capturarlos en un instante eterno,

paradójicamente, desencadena un diálogo entre ellos que permite al espectador evocar


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los juegos infantiles, tardes en la playa; momentos gratos, alegres y estimulantes. Los

objetos toman la palabra para transmitir una historia llena de movimiento y

emociones. En contraste, en el cuento toda posibilidad de expresión de los personajes

está negada completamente. La voz narrativa es la única con la posibilidad de articular

una historia, pero produce una narración caracterizada por la ausencia de acción.

A pesar de que la literatura normalmente ofrece la posibilidad de capturar

acciones, el cuento de Mesquida parece cambiar de roles con la fotografía y captura

un instante casi por completo inactivo. Las únicas dos acciones concretadas en el

presente diegético son tomar el álbum de fotos y tener una epifanía que refuerza la

noción de sumisión de la joven lejos de representar la posibilidad de empoderamiento,

liberación o agencia. La voz narrativa es quien tiene todo el poder sobre las acciones

de María Teresa, no ella misma y, salvo las ya mencionadas, no puede llevar a cabo

ninguna durante la narración. En el pasado pudo escribir una frase, y en el futuro tal

vez se resguarde del frio, pero su total impotencia en el presente implica también la

imposibilidad de ser recordada más adelante porque no tiene manera de dejar

testimonio de su vida mientras esta ocurre. Es importante destacar el rol de la escritura

para este propósito.

El pasado existe porque puede comunicarse. Lo hace a través de fotos, escritos,

objetos e, incluso, a través de quienes viven el presente. Joan Orlandis pudo escribir

sobre sí mismo (y abre comillas) “he llevado una vida inconfesable, me he envilecido

hasta el tormento, he conocido los bajos mundos, me he paseado por los países como

un carnero lúbrico, no he hecho ninguna cosa buena” (48) (cierra comillas).


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Independientemente del juicio de valor sobre su vida, cabe destacar que él tuvo la

oportunidad de dejar testimonio sobre sí mismo y no sólo a través de esta frase,

también mediante “un par de libretas de poemas y crónicas mundanas de la

Internacional del Gusto” (47). El presente, sin embargo, está completamente

imposibilitado para dejar testimonio porque no hay acciones o escritos que puedan

dar prueba de su existencia. Lo único que puede escribir María Teresa es la frase (y

cito) “Los recuerdos de una persona muerta son importantes” (47), con lo que realza

desde el primer momento la importancia del pasado y la memoria.

La polisemia de la palabra “recuerdos” es central en el texto porque permite

dar tanta importancia a los recuerdos personales generados a través de vivencias como

a aquellos que el entorno tiene de una persona en concreto. Ambos tipos de recuerdos

son realzados en el cuento: la voz narrativa presenta los recuerdos personales de

Joaquim Orlandis como evidencia de su existencia, mientras que el interés de María

Teresa por recuperar los recuerdos de su tío abuelo le permite reconstruir su historia

familiar y como consecuencia su identidad propia. También ambos sentidos de la

palabra dotan al pasado de toda su riqueza.

El pasado, desde la perspectiva de Joaquim Orlandis, llega al presente como

un tiempo idílico porque los recuerdos que él generó a lo largo de su vida son

recuperados por la voz narrativa. La posibilidad de reconstruir su existencia parte de

las “decoraciones extrañas” que juntó durante su vida, que incluían cabezas de

mariposas exóticas, cinturones de castidad medievales y fetos conservados en formol,

por mencionar algunos, acciones como el vestirse de mujer, hacer conferencias sobre
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el sufragismo femenino y vivir “la única ménage de trois de un victorioso fracaso”

(48), la escritura, y el contacto con personas que encarnaban culturas otras que

convergen en el Mediterráneo. Paralelamente, en el altar profano número 30 Catany

propone el encuentro de las mismas culturas mediante el contacto de tres objetos

representativos. Mientras la voz narrativa recupera el contacto de Joaquim Orlandis

con un “cocinero siciliano, Roberto, un mayordomo africano, Trusi, y un jardinero

alaroner, el amor Joan Pelat”(47), Catany propone el mismo encuentro a través de tres

objetos rituales. En este altar, al igual que en el anterior, conviven además de culturas

tiempos otros que construyen la memoria colectiva de sus pueblos e impactan la

convivencia presente entre ellas. Los recuerdos de Orlandis y Catany remarcan el

contacto con la otredad como un acto cotidiano en el mar Mediterráneo y parte

esencial de la historia propia porque sólo a través de la comparación el individuo

puede aproximarse al autoconocimiento.

Por otro lado, el acto de recordar a ese escritor casi desconocido en su momento

permite que exista la narración, la cual se convierte en un espacio en el que convergen

presente y pasado. No sólo es un espacio de contacto; también lo es de comparación

y por lo tanto de construcción. El pasado sólo es un espacio idílico porque el presente

lo construye a través de la memoria. Quien observa el pasado, ya sea María Teresa, la

voz narrativa, el espectador o el lector, es quien dota de sentido al tiempo “otro” desde

el presente y a través de las imágenes, textos u objetos. El pasado existe como invento

del presente, casi como una compensación para entender su permanente condición de

inmovilidad.
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Tanto Mesquida como Catany coinciden en el enaltecimiento del pasado. Lo

plantean como un momento ideal, lleno de posibilidades, acción, pasiones e historias,

también como un tiempo accesible gracias a la memoria; es decir, un tiempo mucho

más atractivo que el presente. Este, en contraste, es un tiempo insoportablemente

estático, inanimado y por desgracia, infinito e inescapable. Por más que pase la vida,

por más que se añore el pasado, este instante, el presente, sigue aquí, condenado (y

condenando a quien lo habita) a contemplar desde la más terrenal y profana de las

perspectivas ese “otro” tiempo ya lejano. No obstante, Mesquida sentencia “se debe

amar lo que tienes más cerca” y, sí, lo único cercano es el presente.

Obras

Mesquida, Biel. “S’ha d’estimar el que tens més a prop”. Els detalls del mon,

Empúries, 2005

Freindt, Gregor et all. “Entangled Memory: Toward a Third Wave in Memory

Studies”. History and Theory, No 53, February 2014, pp 24-44

Artigas, Irene. “El aguijón de lo posible: reflexiones en torno a la ecfrasis y la

fotografía”. ¿Qué es la literatura comparada? Impresiones actuales,

Universidad veracruzana, 2014, pp 57-70

Sòria, Enric. “Temps i relat” L’espill, segona època, No 2, Estiu 1999, pp85-92

“Altars profans”. Arte informado, Consultado el 10/02/2019,

https://www.arteinformado.com/agenda/f/altars-profans-82793

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