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Universidad Autónoma del Estado de México

Facultad de Economía
Licenciatura en Actuaría
Asignatura: Expresión Oral y Escrita
Síntesis del Libro: Canasta de cuentos mexicanos, ceunto “Canastas en serie”
Grupo A1 2° Semestre
Alumno: Edgar Alexander Hernández Rebolledo Folio: 1822288
Un turista llamado Mr. E L. Winthrop llegó a tierras de México. Visitando un pueblo del
estado de Oaxaca, se encontró con un indio, el indio estaba haciendo canastitas de paja. El
hacer las canastitas no le alcanzaba para sostenerse, tenía una pequeña milpa que trabajaba
con gran esfuerzo, cuando terminaba con la milpa, se dedicaba a hacer sus canastitas y así
aumentaba sus ingresos. Sus canastitas eran realmente bellas, era un trabajo de calidad, en
ellas estaba plasmada la imaginación de aquel indio, mientras hacía las canastitas iba
haciendo el diseño, los usos que le daban a las canastitas eran varios.
El indio las llevaba a vender al tianguis, parándose muy temprano y pagando una cuota para
poder venderlas. El precio que pedía por ellas era muy barato a pesar del esfuerzo por crearlas
y trabajarlas, pero aún así los extranjeros buscaban regatearlas, así, el indio con tal de poder
venderlas aceptaba el precio que el comprador ofrecía, a pesar de ser mucho menos de lo que
realmente pedía. No siempre podía venderlas todas, ya que las personas preferían los objetos
en serie, los diseños del indio eran únicos, pero aún así la gente prefería las copias idénticas.
Cunado no eran vendidas todas las canastas tenía que ir a venderlas puerta a puerta, perdiendo
aún más dinero; las personas que le compraban lo hacían como acto de caridad y
menospreciaban al indio.
El indio trabajaba mientras Mr. Winthrop lo observaba. Mr Winthrop compró una canasta,
alegre de poder dársela a alguien, mientras pensaba que el precio era muy barato tuvo una
idea de negocio. Le oferto comprar varias canastas para que el precio bajara, pero, solo pudo
comprar 16 en existencia.
Después de tres semanas de permanencia, regreso Mr. Winthrop a New York. Después de
encargarse de sus asuntos pendientes, caminando a un restauran paso por una dulcería que le
recordó a las canastitas que le compró a aquel indio. Fue a su casa, tomo las cestitas que le
quedaban y se las ofreció al dueño del puesto, al dueño le gustaron los diseños, pero tenía
que consultar con sus demás socos para definir el precio de compra. Al siguiente día Mr.
Winthrop las vendía a 1.65 dólares la pieza, pero el dueño le pidió por lo menos 1000 docenas
para octubre, comprometiendo a Mr. Winthrop a entregarlas.
Mr. Winthrop emprendió su viaje de regreso. Iba haciendo sus cuentas durante su vuelo.
Pensó y agradecido de que aquel indio le estaba dejando las piezas muy baratas quería obtener
el mejor beneficio ante aquel negocio, para esto intentaría regatear aún más. Feliz de casi
obtener 20 mil dólares de ganancia, vio a la republica como una buena fuente de negocios,
claro, solo para gente tan lista como él.
Ya encontrado con el indio “que recibió a Mr. Winthrop muy amablemente” se le es ofrecido
un negocio de mucho dinero, preguntando si podría fabricar 12 mil canastas, el indio le dijo
que si podría pero que se tardaría un buen tiempo ya que para poder hacerlas requerían de
muchos cuidados con los materiales e indicaciones precisas para obtener los colores
característicos de estas, el indio le pudo ofrecer 3 docenas, Mr. Winthrop indignado y
enojado, le intentó ofrecer más dinero a cambio de producir más cestas, el indio no pudo
saber en cuanto tiempo podía terminar esa cantidad, así que le pidio a Mr. Winthrop que
regresará al siguiente día así el indio podía pensar su respuesta.
Al siguiente día llegó Mr. Winthrop y como de costumbre encontró al indio. Preguntado por
fin cual sería el precio de cada canasta, el indio contesto que sería 15 pesos por canasta si
vendiera las 10 mil. Mr. Winthrop pensó que el indio le estaba mal entendiendo, pero no era
así, la razón por la cual el indio las ofreció a ese precio fue porque al tratar de hacer tantas
canastas le contarían aún más trabajo y qué para terminar las 12 mil le costaría más de un
siglo. Cualquier persona honesta podría entender aquello, dijo el indio, para producir más de
100 canastas tendría que tener aún más materiales, y para poder obtenerlos y dedicarse a ese
trabajo, descuidaría su milpa y su alimentación. Si se dedicarán incluso sus amigos del indio
a ayudarle con su milpa, estos descuidarían la suya, y como consecuencia morirían de
hambre.
Mr. Winthrop escribía cifras y cifras, mostrándole al indio la increíble cantidad de dinero que
podía obtener, admirado el indio “no por el dinero, sino por la capacidad de Mr. Winthrop
para realizar operaciones” seguía rechazando la oferta. El indio le dijo tranquilamente a Mr.
Winthrop que para poder hacer una canasta tenía que hacerla con dedicación, para así poder
dejar un pedacito de su alma y plasmar la belleza que merecía cada cesta. Así, siendo aún
cortes se despidió porque mañana tenía que ir al tianguis para seguir ofreciendo su trabajo.
Mr. Winthrop ya de regreso en New York, frustrado para deshacer el contrato, insulto al
indio, diciendo que nunca podrá salir de su situación. Pero sino hubiera sido así, las canastas,
la pequeñas obras de arte hechas a manos de un indio mexicano hubieran sido devaluadas y
tiradas a la basura, perdiendo aquella esencia y alma que las simbolizaban.

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