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Inviolabilidad del domicilio. El allanamiento: la orden judicial y su fundamentación (art. 224 y ss.):
Concepto. Garantías en juego: la garantía de inviolabilidad del domicilio está consagrada en el art. 18 CN y en
diversos tratados de derechos humanos de raigambre constitucional como una derivación del derecho a la
intimidad. Por imperativo constitucional, queda resguardada de cualquier injerencia del Estado la
correspondencia, los papeles privados y el domicilio.
Sin embargo, el propio texto constitucional reconoce expresamente la posibilidad del Estado de ingresar en ese
ámbito de intimidad (“… y una ley establecerá en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su
allanamiento y ocupación…”). La protección que tiene esta garantía es de “segundo nivel”, porque será posible
buscar información en tales fuentes si media una autorización expresa del juez. Por domicilio debe entenderse
aquel lugar en donde la persona desarrolla sus actividades primarias en un sentido amplio: vivienda particular,
oficinas de trabajo, o ambito de desarrollo personal, etc.
Por papeles privados deben entenderse todos aquellos documentos personales que son una manifestación
directa de la personalidad de la persona, y no pueden ser incautados ni examinados sin autorización expresa
del juez. Ingresan en este ambito: cartas, los documentos, los diarios, y cualquier tipo de comunicación escrita,
tambien las comunicaciones telefonicas, registros informaticos. En estos casos la autorización judicial significa
que solamente el juez es la persona habilitada para determinar QUÉ comunicación en particular puede
ingresar al proceso porque contiene información util. Esta autorización para buscar información no puede ser
delegada a otro funcionario, salvo en materia de recoleccion. Las comunicaciones y registros en el proceso
penal que son inadmisibles: la comunicación entre imputado y su defensor, entre imputados y su conyuge,
hijos, salvo que estos sean sus victimas.
Detención sin orden judicial. Art. 284: Los funcionarios y auxiliares de la policía tienen el deber de detener,
aún sin orden judicial:
1°) Al que intentare un delito de acción pública reprimido con pena privativa de libertad, en el momento de
disponerse a cometerlo.
2°) Al que fugare, estando legalmente detenido.
3°) Excepcionalmente a la persona contra la cual hubiere indicios vehementes de culpabilidad, y exista
peligro inminente de fuga o de serio entorpecimiento de la investigación y al solo efecto de conducirlo ante
el juez competente de inmediato para que resuelva su detención, y
4°) A quien sea sorprendido en flagrancia en la comisión de un delito de acción pública reprimido con pena
privativa de libertad.
Flagrancia. Art. 285: Se considera que hay flagrancia cuando el autor del hecho es sorprendido en el momento
de cometerlo o inmediatamente después; o mientras es perseguido por la fuerza pública, por el ofendido o el
clamor público; o mientras tiene objetos o presenta rastros que hagan presumir vehementemente que acaba
de participar en un delito.
Presentación del detenido. Art. 286: El funcionario o auxiliar de la policía que haya practicado una detención
sin orden judicial, deberá presentar al detenido inmediatamente en un plazo que no exceda de seis (6) horas,
ante la autoridad judicial competente.
Requisas personales e interceptación en la vía pública (230, 230 bis y 184, inc. 5º):
Concepto: la requisa personal es una medida de coerción que consiste en examinar las cosas que un individuo
lleva sobre sí, consigo, en su cuerpo y en el vehículo en que se transporte.
Garantías constitucionales en juego:
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1). Derecho a la intimidad (art. 18 CN): el derecho a la intimidad no sólo protege el domicilio, la
correspondencia y los papeles privados, sino todo aspecto de la vida privada del individuo que quiera reservar
al conocimiento e intrusión de los demás.
2). Derecho a la libertad (art. 18 CN): cuando se procede a requisar a una persona, la mayoría de las veces, se
advierte alguna restricción a este derecho.
3). Derecho a la dignidad e integridad física y moral (Tratados internacionales): si bien no siempre se afecta
este derecho en los casos de requisa, en algunos casos puntuales sí sucede (por ejemplo, inspecciones
vaginales por el personal del servicio penitenciario).
Regulación procesal:
Redacción posterior a la ley 25.434: se agregó al CPPN el art. 230 bis que autoriza a los funcionarios policiales
y las fuerzas de seguridad a requisar a las personas e inspeccionar los efectos que lleven consigo, sin orden
judicial, así como el interior de vehículos, aeronaves y buques, siempre que sean realizadas:
a). Con la concurrencia de circunstancias previas y concomitantes que razonable y objetivamente permitan
justificar dichas medidas;
b). En la vía pública o en lugares de acceso público. La requisa o inspección se llevará a cabo de acuerdo a lo
establecido por el 2º y 3º párrafo del art. 230. En el último párrafo dispone que tratándose de un operativo
público de prevención podrán proceder a la inspección de vehículos.
Por otra parte, el inc. 5º del art. 184, en su nueva redacción, faculta a las fuerzas policiales a disponer con
arreglo al art. 230 las requisas e inspecciones del art. 230 bis y los secuestros del art. 231, dando inmediato
aviso al órgano judicial competente (elimina el requisito de urgencia).
Requisitos de validez para la requisa sin orden judicial:
A). Requisitos de fondo (230 bis):
1). Motivo suficiente: Si seguimos la interpretación literal de la normativa procesal, para requisar a una
persona, el juez necesitará “motivos suficientes”, en tanto que al personal policial se le exigirá, por un lado la
presencia de “circunstancias previas o concomitantes” y, por otro lado, que las practique en la vía pública o
en lugares de acceso público.
2). Razones de urgencia: Luego de la reforma, se suprimió el adjetivo “urgentes” del 184, inc. 5º y no se
incluyó ninguna referencia a la condición de urgencia en el art. 230 bis.
Pero como se trata de una medida de coerción, rige el principio de excepcionalidad y el peligro en la demora,
sobre todo si la medida la lleva adelante la policía (si no hubiera urgencia, podría en cualquier caso recabar la
orden judicial). Si se suprimiese la urgencia como requisito para la requisa sin orden judicial, se equipararía
a la policía con el juez, pues a ambos se le exigen similares requisitos para requisar (circunstancias previas o
concomitantes y motivos suficientes), cuando en verdad lo que corresponde es que a la policía se le exijan
siempre más condiciones de las que se le requieren al juez para practicar una medida de coerción.
3). Control judicial posterior: con posterioridad a su realización, el juez debe controlar que hayan existido
motivos previos y razones de urgencia para que la policía practicara la medida, como así también el modo
en que se llevó a cabo la requisa (cumplimiento de los requisitos formales para su realización).
La existencia de los motivos que justificaron el accionar policial deben haber preexistido a la realización de la
requisa y el resultado de la requisa no puede ser evaluado como dato coadyuvante ex post de la suficiencia
de los motivos para el accionar policial.
Para que el control judicial sea posible, los funcionarios de la prevención que practicaron la medida deberán
explicar con precisión cuáles fueron las circunstancias objetivas de la realidad que les hicieron presumir
fundadamente, antes de intervenir, que la persona requisada llevaba consigo objetos vinculados a una
conducta ilícita.
Conclusiones:
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1). Existe en nuestro sistema constitucional una preferencia porque las decisiones restrictivas en materia de
libertad personal e intimidad queden confiadas a los jueces.
2). Los jueces están constreñidos por recaudos legales que les impiden conceder órdenes de detención,
allanamiento, registro o requisa de lugares o personas, en ausencia de un identificable motivo previo.
3). Al conceder la orden judicial de detención, registro, requisa, etc., es indispensable que el magistrado
imponga al policía que la ejecuta límites a su accionar, de manera de que la medida sea lo menos intrusiva
posible en las libertades de los individuos.
4). La policía está facultada a disponer medidas de coerción sin orden judicial en casos de urgencia, en
supuestos en que no sea práctico requerir la orden, por la posibilidad de que el procedimiento se frustre. Ello,
según los criterios permisivos adoptados por el legislador.
5). Cuando la policía actúa en estos supuestos de urgencia, es claro que no por ello desaparecen los recaudos
de motivo previo para actuar y de límites a la actuación policial, la cual debe estar razonablemente relacionada
con dicho motivo previo.
6). De no observarse estos principios, se corre el grave riesgo de que la policía sienta que esté mejor sin la
orden judicial que con ella. O sea, se corre el riego de que sienta que sin la orden no necesita motivo previo
para actuar, ni que encuentre límite alguno a lo que está facultada a hacer. Con un esquema así, la vigencia de
las garantías constitucionales sufriría un ataque poco menos que letal.