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Resumen
Palabras clave
En esta ponencia primero revisaré los sentidos del concepto gobernanza y algunos
problemas del enfoque, derivados especialmente de no relacionar el fenómeno con los
factores de configuración del mismo, luego exploraré los aportes que en este sentido
pueden hacer algunas aproximaciones de política urbana, en tercer lugar haré una
síntesis de las tendencias que mayormente han incidido en el surgimiento de la
gobernanza, para finalmente examinar en el ámbito latinoamericano la expresión que
ellas han tenido y sus implicaciones.
2
En el relato propio de la gobernanza se supone prevalecen la interdependencia, la
confianza mutua, las relaciones horizontales, los objetivos comunes. Formas de
regulación como la coordinación, la cooperación, la negociación, la persuasión y la
búsqueda de consensos, reemplazan el control y el mando jerárquico. La literatura
sobre redes y gobernanza generalmente destaca una visión positiva, un tipo ideal de
funcionamiento en el cual los actores identifican intereses complementarios o
comunes, poseen valores compartidos y dependencia mutua de recursos. La acción
colectiva está fundamentada en relaciones de interdependencia construidas a partir de
la confianza, la lealtad y la reciprocidad, los conflictos son resueltos a través de la
diplomacia y el seguimiento de las reglas acordadas está garantizado porque los
miembros tienen en juego su reputación. Las redes son apreciadas como un orden
institucional innovador, inclusivo y eficiente (Lowndes y Prachet, 2007), se reconoce en
ellas la importancia de los lazos de capital social que las articulan y que a su vez
pueden generar.
3
Considero que las dificultades del análisis tienen un relación directa con una
deficiencia observable en la literatura dedicada a la gobernanza: la escasa y en
ocasiones ausente referencia a la relación entre las características y elementos que
comprende y las transformaciones que dieron lugar a su configuración.
El punto clave para la definición del objeto de estudio de la política urbana y de las
políticas públicas urbanas está en su relación con la ciudad. Lo ‘urbano’ puede ser
entendido según dos dimensiones: institucional, en relación con el gobierno de las
ciudades, o sustancial, intervención pública sobre ellas (Brugué y Gomà, 1998).
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Tanto el pluralismo como el elitismo siguieron desarrollándose. El primero como
neopluralismo, donde se sitúan incluso algunos de los primeros pluralistas como Dalh
y Lindblom (1953), que reconocieron el papel preponderante de los empresarios y
como hiperpluralismo, cuyos exponentes consideraron los procesos de políticas
públicas como inestables y la de toma de decisiones fragmentada y poco efectiva.
Mientras tanto la escuela de la elite también dio cuenta de evolución: en los trabajos
neoelitistas y luego en la aproximación máquinas de crecimiento.
Los trabajos sobre máquinas de crecimiento (Molotch, 1976, 1990; Logan y Molotch,
1987) tienen como centro de atención el papel preponderante de la comunidad de
negocios en las estrategias de desarrollo urbano. Les preocupa quién ejerce mayor
influencia sobre la reestructuración de las ciudades, porqué y con qué efectos
(Harding, 1995: 44).
Resaltan el papel central que tienen quienes actuando como rentistas aprovechan el
valor de cambio de sus propiedades para obtener ganancia, estos buscan usos de alto
valor que incrementen la renta percibida, pretenden propiciar un clima de negocios que
permita el ingreso de capital móvil, a través de la inversión en la ciudad. Para ello
necesitan la colaboración de otros actores que por sus recursos y conocimiento
faciliten el objetivo, desarrolladores urbanos, empresas e inversionistas, entre otros.
Los actores, intereses y alianzas en búsqueda del crecimiento económico de la ciudad
conforma la máquina de crecimiento. El plan es legitimado con la idea de que el
crecimiento económico beneficia a todos. El resultado de estas alianzas es la
conformación de una elite que ejerce el poder, determinando a través de sus recursos
el patrón de desarrollo urbano (Harding, 1995: 43).
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En el esquema son identificables ganadores y perdedores. Opera una transferencia
de chances de riqueza y oportunidades desde el público en general a los grupos
rentistas y sus aliados (Logan y Molotch, 1987). En el escenario nacional o regional las
estrategias de desarrollo urbano pueden generar simple reubicación en lugar de
generación de nueva actividad económica. La competencia entre ciudades, impulsada
por las máquinas de crecimiento puede producir exiguos beneficios en escala
regional y nacional, dado que los recursos de inversión por los que se compite no
alcanzan para todas, necesariamente habrán ciudades perdedoras.
No obstante lo iluminadora que es esta aproximación para ver la relación entre política
y procesos de crecimiento económico urbano, es simplificadora por enfatizar en forma
desmedida la importancia de la propiedad de la tierra urbana (opacando la importancia
de otros activos) y el papel de los rentistas locales y único propósito.
6
En su análisis están en juego diversas formas de poder (Stoker, 1995 y Judge, 1995):
el sistémico (reconoce la preponderancia del mercado) depende de la ubicación dentro
de la estructura socio-económica, determina una lógica de la situación en tanto no
requiere que el actor que lo posee haga algo para obtener ventaja, (Stone, 1980: 979);
el de mando o de control social implica un ejercicio activo, es la capacidad de obtener
conformidad de otro o lograr resistir a otro; el poder de coalición, cuya pretensión no
es dominar sino negociar, construir coaliciones entre quienes tienen objetivos
compatibles y recursos complementarios y finalmente, el poder de producción social,
constituye un tipo de liderazgo basado en la capacidad de solucionar problemas
mediante la acción colectiva.
En las coaliciones, los intereses representados por quienes tienen poder sistémico y
poder de mando están en situación de ventaja, pero lo determinante para la
construcción y mantenimiento de regímenes urbanos es el poder de producción social.
Si bien los regímenes urbanos no son comunes a todos los procesos de desarrollo
urbano, tal aproximación es siempre útil para su estudio, en tanto aporta un cuerpo de
categorías a la política urbana que le permiten profundizar en posibles modelos de
gobernanza en términos sustanciales, sentido en el que es ejemplar el trabajo de Jon
Pierre (1999), que destaca como los procesos de gobernanza no tienen carácter
neutral sino que reflejan y sostienen concepciones y valores políticos.
7
Post-Fordismo para denominar dos etapas distintivas del capitalismo e identificar el
cambio económico.
En el paso del fordismo al post-Fordismo, operó un cambio del proceso de trabajo por
la tecnología microelectrónica que propició flexibilidad y automatización y la posibilidad
de desarticular el proceso productivo, de modo tal que pueda distribuirse en varios
lugares ahorrando costos laborales y administrativos. En cuanto al modo de
regulación, el mercado de trabajo y las relaciones salariales del post-fordismo se
caracterizan por la flexibilidad y la polarización entre un núcleo de fuerza de trabajo
cualificada y con múltiples tareas y otra periférica, sin calificación, perteneciente a los
grupos sociales marginales y con altos niveles de desempleo. La organización
corporativa deja atrás las formas burocráticas y jerárquicas para conformarse de
manera más plana con una pequeña organización central y relaciones de
subcontratación con agencias externas. El dinero, sometido a la internacionalización,
es suministrado por nuevos instrumentos financieros. La compatibilidad entre
producción y consumo es garantizada por una oferta especializada y estratificada, en
lugar de ser dada a partir del mercado masivo. A partir de la internacionalización del
capital aparece para el Estado el rol de promocionar la competitividad tanto de
empresas, territorios, como del sistema económico nacional. Además tiene lugar la
declinación del Estado de bienestar keynesiano y emerge otro modelo (Jessop, 1993),
cuyo papel queda limitado. Se habla incluso de vaciamiento del Estado, pues sus
competencias son desplazadas en parte a poderes supranacionales como la Unión
Europea, o a los niveles regional y local.
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La aplicación del enfoque de la regulación a la política urbana tiene distintas líneas de
desarrollo: encuentra similitudes entre las transformaciones del proceso de trabajo con
cambios adoptados respecto de la estructura y funcionamiento de la administración
pública en el nivel urbano (Stoker, 1989) y plantea paralelismos entre las nuevas
formas de organización corporativa del sector privado y la organización del sector
público, todas ellas reformas orientadas a resolver la crisis fiscal y los problemas de
legitimación de la prestación de servicios durante el fordismo, pero cuyos efectos
permiten, especialmente en el caso de la privatización, no sólo ahorrar costos de
trabajo, sino remover a los trabajadores de las agremiaciones colectivas y establecer
nuevos nichos para la acumulación capitalista (Painter, 1995: 287).
También enfoca la atención sobre el rol jugado por la política urbana dentro de un
modo específico de regulación. Las estrategias de remedio a la crisis del fordismo se
orientan a la configuración de un tipo de Estado cuyo rol está centrado en la
promoción de productos, procesos, organizaciones, innovación de mercados y la
mejora de la competitividad a través de intervenciones laterales en un contexto de
economías abiertas. Así las políticas sociales otrora esencia del Estado de bienestar
quedan subordinadas a la flexibilidad del mercado y a la competitividad estructural
(Jessop, 1993). La polarización resultante, dado el consecuente aumento de la
desigualdad, es tratada con un aumento de medidas de control social y policivo.
9
ayuda difícilmente es posible entender que los cambios económicos de trayectoria
global inciden y determinan la adopción de ciertos modelos de política y políticas
públicas urbanas y que las aparentes peculiaridades de un caso específico coinciden
con las características de otros casos, o incluso se insertan en las lógicas de
transformación de las ciudades del mundo contemporáneo.
De todos modos es posible afirmar que existen tendencias, que pese a tener
desarrollos o aplicaciones diversas en las distintas regiones y países del mundo,
pueden aportar alguna claridad sobre la transformación que ha tenido lugar para dar
configuración a la gobernanza1. Algunos estudiosos, aunque no se inserten de manera
central en las teorías de política urbana que involucran en sus análisis aspectos
económicos, entre ellos Pierre y Peters (2000), John (2001), Stoker (1998, 2004),
Denters y Rose (2005), enfrentan la cuestión de cuáles han sido los factores o
tendencias determinantes en la transformación hacia la gobernanza, particularmente
considero que esta es una vía en la que se haya una conexión entre política y
economía clave para el estudio de la gobernanza y que de cierto modo se inspira en
los aportes de la teoría de la regulación.
1
En el mundo Europeo un factor determinante ha sido la llamada “europeización”, fruto del proceso de integración de la UE, cuyas
expresiones centrales se notan en un cambio en el balance de poder entre los gobiernos subnacionales y nacionales (que ha dado
lugar a la llamada gobernanza multinivel) y la creciente conformación de redes de políticas públicas en torno a la Unión Europea.
10
Crisis del Estado Bienestar. Ante ella la gobernanza apareció como una opción por
varias razones: La inclusión de actores privados en la prestación de servicios permitía,
pese a las limitaciones presupuestales, brindar la continuidad de los servicios; el
carácter participativo de la gobernanza hacía que esta fuera la “cara aceptable de los
recortes presupuestarios” (Stoker, 1998, p. 39); la incorporación del sector privado en
la prestación de servicios y el uso de estrategias distintas a las tradicionales eran
atractivos en un momento en que era baja la legitimidad del Estado y estaban
cuestionados su poder y capacidad de resolver los problemas sociales, (Pierre y
Peters, 2000: 54 y 64).
11
acciones y estrategias público-privadas en diferentes niveles para enfrentar los
desafíos de la globalización, teniendo en cuenta la interdependencia entre el sector
político y el empresarial (Pierre y Peters 2000: 60).
Las consecuencias para la gobernanza son de gran calado (Jonh, 2001: 13-14): la
disolución de organizaciones y la creación de microagencias establecen incentivos
para la aparición de redes; la creación de microagencias multiplica el número de redes
organizacionales; la contratación externa involucra los intereses privados en la toma
de decisiones; la complejidad aumenta en un contexto institucional fragmentado; se
pierde el control directo por los tomadores de decisiones sobre la implementación de
sus políticas.
Involucramiento del sector privado. Si bien los empresarios siempre habían tenido
ingerencia en las políticas de su área, el entorno de competencia económica
determina la necesidad de asegurar la competitividad de su ambiente, afectado por
asuntos de la agenda tales como la eficiencia de las redes de transporte o la calidad
de la fuerza laboral (John, 2001:11), lo que los hace partícipar de las políticas públicas.
El proceso de privatización y liberalización del mercado implicó la asunción por parte
de actores económicos de funciones otrora monopolio del Estado, estas tareas
representan para los empresarios nuevos nichos de mercado cuya asunción implica
que también tomen parte en la solución de problemas colectivos.
12
Localismo, urbanización y metropolitización. Al igual que la globalización el
localismo, como “conjunto de procesos que presionan y desplazan las capacidades de
gobierno hacia la proximidad territorial” (Brugué, Gomá y Subirats, 2002: 300),
también desafía el poder estatal conduciendo a la articulación de redes en los
territorios. Los dos impulsan a las ciudades y regiones para instituirse como actores
políticos, portadoras de proyectos propios (Borja y Castells, 2004). Para alcanzar las
metas correlativas es indispensable la cooperación entre agentes públicos y privados,
tal cooperación interna constituye un medio para lograr la competitividad externa
(Brugué, Gomá y Subirats, 2002)
Nuevos desafíos sustanciales para las políticas públicas. Las políticas públicas
enfrentan no solo los desafíos de satisfacer necesidades sociales que en muchos
casos han sufrido un proceso de agravamiento, sino de incidir y encontrar soluciones
para nuevos intereses. Los ciudadanos establecen nuevas demandas sustantivas y de
muy diversa índole (Denters y Rose, 2005), que requieren respuestas que trascienden
las capacidades de las autoridades públicas. Tal complejidad conduce a que los
gobiernos tengan que ser más flexibles, innovadores y requieran una mayor capacidad
de adaptación. Se incrementan las redes de tomas de decisiones involucrando un
variado tipo de agencias y actores, pues son necesarias nuevas fuentes de
conocimiento y experiencia (Pierre y Peters, 2000). Además los actores privados
buscan aliarse con el Estado para enfrentar los retos que tienen que enfrentar, pues
13
este les facilita diversos recursos y la posibilidad de incidir en la políticas públicas de
su área.
Cuando se tienen en cuenta las condiciones que dieron lugar a la configuración del
fenómeno gobernanza, entendidas en el sentido de procesos mutuamente reforzantes
(Newman, 2005: 10), se abre la posibilidad de adicionar a la fotografía que el concepto
gobernanza da de una nueva realidad, una perspectiva explicativa a partir de la cual
identificar en el contexto urbano el origen de los actores, su posición, los intereses en
juego, y analizar con mayor precisión las características de las estructuras en que se
organizan, la operatividad del poder en tales estructuras, el rol que desempeña el
Estado en la gobernanza y de manera particular la gestión de las redes, las finalidades
de las políticas que producen y los proyectos de ciudad que asumen.
Para lograr hacer viajar a la gobernanza a otros ámbitos es necesario ser consciente
de las diferencias entre regiones, países e incluso ciudades, en los procesos de
transformación antes mencionados, como se evidenciará a continuación.
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inversiones extranjeras, privatización de las empresas públicas, desregulación y
protección de derechos de propiedad (Williamson, 1990).
La mayor parte de estas soluciones habían sido impulsadas por los gobiernos
neoconservadores de Thatcher y Ronald Reagan, ante la crisis del Estado Bienestar, y
luego fueron exportadas al resto del mundo, especialmente a los países en desarrollo.
Su adopción en América Latina obedeció no sólo a los condicionamientos impuestos
por los organismos financieros internacionales sino a presiones ejercidas por poderes
económicos nacionales, empresas multinacionales y países del mundo desarrollado
con interés en la región.
15
necesarias para que el mercado tuviera un adecuado soporte institucional 2. Durante la
década del noventa los organismos financieros internacionales ya empezaban a referir
al término governance, en ocasiones traducido al español por gobernabilidad y en
otras por gobernanza, tal referencia tenía como trasfondo la concepción de que existía
una relación entre desempeño económico y buena política del sector público, por
consiguiente para alcanzar el desarrollo los países debían llevar a la práctica una serie
de reformas de diversa índole que hacían parte de la preocupación por la governance,
pese a que el concepto era usado con muy diversos significados.
2
Muestra de ello es que el Informe sobre el Desarrollo Mundial, elaborado por el Banco Mundial en 1997, parte del reconocimiento
de las tareas estatales para la reducción de la pobreza y estima que su consecución sólo puede lograrse mediante la combinación
apropiada de actuaciones del mercado y del Estado, pero acto seguido ello es traducido en la atención de los requerimientos del
mercado (Banco Mundial, 1997: 7).
3
En ese sentido es destacable un estudio del Banco Mundial realizado en 1998, sobre las reformas institucionales necesarias en
relación con América Latina y el Caribe (Burki y Perry, 1998). Considera que el consenso de Washington no tuvo en cuenta la
importancia de los cambios institucionales para respaldar el desarrollo y para consolidar los regímenes democráticos.
16
Las reformas institucionales cambiaron el Estado en su estructura y funciones y, de
modo especial la provisión de servicios públicos, que o bien pasaron a ser prestados
por el sector privado, o bien, fueron sometidos a regímenes de derecho privado. Estas
transformaciones condicionan la configuración de un tipo de relaciones entre la
sociedad civil, el mercado y el Estado más propicias para la gobernanza que las
existentes con anterioridad a su implantación. En criterio de Aguilar (2007) existen
evidencias de que tanto las aplicaciones de la corriente de políticas públicas como las
de la de la nueva gestión pública que tenían como propósito inicial “robustecer la
gobernabilidad o capacidad directiva del gobierno” generaron en América Latina
situaciones y practicas que dieron progresivamente forma a un modo de gobernar
compartido, participativo, asociado, o en red.
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situaciones en las que no todos los afectados por las decisiones de políticas públicas
tienen la oportunidad de participar en la red correspondiente y en las que si acaso
participan cuentan con escasos recursos respecto de quienes ostentan el mayor
poder.
Son múltiples las voces que han considerado el fracaso de las medidas de ajuste
económico, la parcialidad de las reformas institucionales y las falencias de los
procesos de democratización. Los países latinoamericanos no adoptaron las reformas
de la misma forma y con igual intensidad, pero todos lo hicieron en algún grado, lo
cierto es que el balance de los resultados muestra algunos resultados positivos y
muchos negativos.
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La trascendencia en lo social y en la vida democrática de las medidas implementadas
es importante, pues ellas implicaron la adopción de fuertes reestructuraciones en el
ámbito de las relaciones sociales (Lechner, 1995), la extensión de los valores liberales
individualistas, la aparición del discurso de la competitividad y su aplicación no sólo en
la vida empresarial, sino también a los territorios e incluso a la vida personal, así como
la precarización y flexibilización de las relaciones laborales que llevaron a un
incremento de la informalidad, el debilitamiento y reducción de los sindicatos, y en
general, la desestructuración de intereses de clase4.
Entonces, la desigualdad reforzada por las reformas, sumada a rasgos tales como el
patrimonialismo, el clientelismo, la corrupción, males endémicos para América Latina,
que no fueron eliminados por las medidas de libre mercado adoptadas (sino en
algunos casos exacerbados), así como el recurso a la violencia (especialmente en
Colombia por la permanencia del conflicto armado), constituyen características
condicionantes de la gobernanza.
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capacidad de los Estados6 y además hicieron mella en su legitimidad, la crisis se
imputaba a su deficiencia, por eso implantar las medidas pasaba por un proceso
previo de descrédito. En este sentido, de manera particular hubo una cierta
instrumentación de la corrupción (Montoya, 2000), en tanto la intensificación de un
discurso sobre la misma y sus consecuencias negativas fueron estratégicas para
impulsar la privatización y la apertura de nuevos mercados para los inversionistas.
Joan Prats (2006) entra en esta reflexión al enfatizar la ingenuidad del segundo
paquete de reformas, por partir de premisas discutibles:
“El supuesto básico era que las reformas burocráticas, con su aporte de racionalidad
gerencial y legal que tanto contribuyeron al desarrollo de los países industrializados, se
habían completado en lo esencial en América Latina durante los años treinta y que la
gran reforma pendiente era la que estaban viviendo los países desarrollados: la reforma
gerencial. Desde luego no se desconocía que subsistían en la gran mayoría de nuestros
países grandes enclaves de burocracias patrimoniales, pero eran vistos como
buropatologías en vías de extinción, no se establecía ninguna relación significativa entre
este tipo de patrimonialismo y el sistema económico y político vigente. De hecho, el
patrimonialismo no era considerado, junto con otros rasgos como el clientelismo, el
6
Tal debilidad toma forma tanto respecto del poder del Estado en relación con otros actores que resultaron fortalecidos, como en la
incapacidad para enfrentar los desafíos que plantea la problemática de la región: “La debilidad económica del Estado y su creciente
fragilidad política también han favorecido una inédita influencia de los grupos económicos locales y transnacionales en la vida
económica y política de nuestros países. Así las cosas, la política pública se muestra muy insuficiente en su responsabilidad
reguladora para enfrentar la concentración económica, defender a los consumidores y trabajadores de las fallas del mercado,
proteger el medio ambiente y apoyar a los pequeños empresarios” (Pizarro, 2005: 125).
20
prebendalismo o el corporativismo, un rasgo fundamental del sistema a reformar, sino
como excrecencia histórica en vías claras de autoextinción, que no podían constituir el
foco central de la reforma” (Prats, 2006:483).
El informe sobre democracia del PNUD, sin que establezca que necesariamente
existan relaciones causales entre las reformas económicas y políticas y la situación de
pobreza y desigualdad en América Latina, sostiene que los ciudadanos
latinoamericanos han experimentado en forma más o menos simultánea los efectos de
las variables que las integran y reconoce que la “percepción de una parte importante
de los ciudadanos es que las políticas seguidas produjeron insuficiente crecimiento
aceptable, pobreza y desigualdad crecientes y desmejoramiento de la situación laboral
(con su consiguiente impacto sobre la desigualdad y los ingresos futuros
provisionales)” (PNUD, 2004a: 42).
El balance realizado por el este estudio compara las variables reformas estructurales,
reformas democráticas, evolución del Producto Interno (PBI) per cápita, pobreza,
21
indigencia, concentración del ingreso y situación laboral, y arroja resultados
sugerentes en este sentido:
Las regiones que poseían rasgos más modernos y tenían mayor desarrollo fueron las
más favorecidas con la inversión extranjera. Esto profundiza los desequilibrios
económicos entre las zonas de crecimiento y expansión de oportunidades de inserción
a las nuevas condiciones económicas y las zonas de rezago y deterioro (Cabrero,
2005: 81).
22
concentración de la producción económica; ello supone la aceptación cínica, aunque
obvia por demás, de que la competencia entre regiones y ciudades produce ganadores
y perdedores, ahora de lo que se trata es de ensayar fórmulas de integración
económica para ocuparse de los perdedores.
Por otra parte también hay desequilibrios en los efectos de las medidas de carácter
institucional aplicadas, los cuales dependen del grado de modernización e incluso de
modernidad que previamente hubiesen existido. La profundización de la
descentralización territorial y el grado de autonomía que esta supone, al igual que el
traspaso de funciones públicas a los particulares, no se viven de la misma manera en
territorios donde el poder político estaba realmente en manos del Estado, que en
aquellos donde imperaban poderes fácticos (en algunos casos ilegales), los cuales con
tales transformaciones obtuvieron más recursos y nuevas ventanas de oportunidades.
Esto significa que las medidas de índole institucional implementadas pudieron
exacerbar la corrupción, el clientelismo7 y la consolidación de poderes fácticos que
disputan la soberanía estatal8.
Unos y otros son problemas complejos y asuntos que son interdependientes, pues en
el modelo imperante si una ciudad o territorio no se hace competitivo no puede mejorar
el empleo, pero si presenta altos niveles de inseguridad y criminalidad, en gran medida
7
Al respecto comentan Adelantado y Scherer: “La política clientelar no es nueva, pero su relevancia política, social y cultural ha
avanzado desde comienzos de los 90, coincidiendo con la aplicación de reformas neoliberales” (Adelantado y Scherer, 2008).
8
Diversas investigaciones han relacionado en Colombia la descentralización territorial con la consolidación de la guerrilla y los
grupos paramilitares (Sánchez y Chacón, 2006).
23
derivadas del desempleo, no puede hacerse competitivo. De otro lado las falencias en
cuanto a modernidad y modernización impiden un desarrollo económico que beneficie
a la mayor parte de la población. Tal escenario implica grandes desafíos para los
municipios urbanos, pero buena parte de las ciudades de la región presentan un
panorama con gobiernos débiles en lo institucional y en lo administrativo, estrechos
campos de acción en la conducción de políticas públicas, una acción pública
desarticulada y actores sociales insuficientemente implicados en ella (Cabrero, 2005:
83).
Se trata de dos tendencias que convergen: Una de carácter político y social que busca
radicalizar la democracia en el ámbito local y que está ligada a la profundización de la
descentralización no sólo administrativa y territorial sino también política. Y otra de
carácter económico, la adopción de un papel estratégico y pro-activo por parte de los
gobiernos locales en la economía, que entraña un cambio en las relaciones entre el
sector público y el sector privado económico, para a través de alianzas público
privadas lograr la transformación económica y la inserción internacional.
24
expresaron por una parte en la expansión del sector privado esto es, aparición de
nuevos actores privados, fortalecimiento de algunos ya existentes y mayor
preponderancia de estos, y por otra, en cambios en el papel del Estado, que se redujo
y cambió de funciones en tanto dejó de ser el proveedor preponderante de servicios y
monopolizador de los recursos, se tradujo en Latinoamérica en el incremento de la
desigualdad, y por consiguiente en un fuerte límite para la configuración de una
gobernanza de carácter democrático.
A todas luces es evidente que el Estado (en todos sus niveles) no puede ser un actor
más en la solución de los problemas colectivos en Latinoamérica, su papel tiene que ir
más allá del rol limitado que le asignan las concepciones de gobernanza que
presumen condiciones de horizontalidad y por ello lo señalan como un simple
catalizador. Teniendo en cuenta que la situación de desequilibrio entre los actores
privados es de gran envergadura, el Estado en esta región tiene que asumir un papel
mucho más activo que en los países desarrollados.
Por otra parte es necesario prestar atención a que, en contraste con los países
centrales, América Latina todavía tiene sin resolver cuestiones básicas de desarrollo
social, político y económico, las cuales “no se resolverán por una mera sumatoria de
desarticulada de voluntades, o por una agregación espontánea de energías sociales
dispersas” (Camou, 2004: 76).
Conclusión
25
gobernanza difícilmente puede superar su alcance descriptivo si no tiene en cuenta el
origen del fenómeno que estudia y el contexto en que se inserta.
26
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