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Segunda Palabra «… hoy estarás conmigo en el Paraíso»

39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías?


Sálvate a ti mismo y a nosotros».
40 Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma
pena que él?
41 Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho
nada malo».
42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino».
43 El le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».
Evangelio san Lucas Capítulo 23, 29-43.

En este relato del Evangelio, la palabra clave es paraíso.


En torno a esta palabra se desarrolla así mismo dos reflexiones:

 El paraíso como obra de Dios, es decir, la creación y


 El paraíso que promete Jesús en la Cruz.

En el libro del Génesis en los capítulos I y II, Dios crea el universo, el mundo para existencia
del hombre, lo coloca a su disposición y le encarga su administración.
La creación natural es sin duda una de las obras maestras de Dios, donde manifiesta su
infinito amor y sabiduría.
Tengamos pues presentes el cuidado de la creación, de la naturaleza, para gloria de Dios,
subsistencia nuestra y de las próximas generaciones y recordemos que no somos
dueños, sino administradores temporales.

La otra reflexión derivada de la palabra paraíso se centra en el paraíso que Jesús promete en
la Cruz:

Es notable que en su vida pública, la predicación de Jesús trate sobre el Reino de Dios, pero
no del Paraíso.
Los Evangelios no nos mencionan que Jesús haya hablado sobre el Paraíso, sino hasta el
momento de su crucifixión.
Con la palabra paraíso, es inevitable volver nuevamente al Génesis capítulos II y III: en el
capítulo II, Dios planta un jardín para deleite del hombre; en el capítulo III, este jardín del
Edén es corrompido por el pecado y el hombre es consecuentemente expulsado.

Existe en el ser humano, muy en su naturaleza, el anhelo de volver al paraíso, pero éste ha
sido corrompido con tres antiguas mentiras: no morirán, serán como Dioses y el acceso
al conocimiento de todo, incluso del bien y del mal.

Es tal el anhelo del ser humano de volver al paraíso que el mundo nos ofrece pseudo
paraísos, paraísos alternos, fuera del plan originario de Dios; pero estos paraísos terrenales
son lugares engañosos, porque pretenden mantener vivas las antiguas mentiras de la
serpiente: nos prometen estabilidad, seguridad (no temer amenaza) y placer (no privarse
de ningún placer).

Estos psudo paraísos, donde está presente la serpiente, tienen varios peligros:
1. es fácil ir de un paraíso a otro, de la mano de los excesos y el vicio, perdiendo pues el
control hasta el punto de poder perder la vida misma.
2. es difícil distinguir entre paraíso y cárcel, porque levantamos los muros tan altos para
mantener nuestras seguridades, que terminamos siendo atrapados por ellas.

Cuando el hombre vive en unos paraísos como éstos, la serpiente –la tentación y
posteriormente el pecado- se hace presente y el corazón humano se vuelve tibio y helado
para el amor a Dios y se vuelve egoísta y duro par la caridad con el prójimo.

Es también inevitable recordar a san Agustín cuando dice en

LA CIUDAD DE DIOS. LIBRO XIV, CAPÍTULO XXVIII


Dos amores han dado origen a dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio
de Dios, ha dado origen a la ciudad terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí,
da origen a la ciudad celestial.

Vemos reflejado estas dos ciudades en cada uno de los ladrones, quienes padeciendo el
mismo dolor y el mismo destino, optan por actitudes completamente diferentes: uno
desprecia a Dios, y lo insulta; el otro lo reconoce y se arrepiente; a este último le corresponde
la promesa del paraíso verdadero.

En la Cruz, Jesús expulsa a la serpiente del paraíso y lo abre por la fuerza y la gracia de su
Santa Cruz.

Solo hay verdadero paraíso donde está Cristo, donde está la Cruz, por tanto, hay que
desconfiar de las personas, lugares, situaciones o proyectos en los que no necesitamos
de nada, nos sentimos a salvo de todo y pretendemos darnos gusto en todo... en últimas,
donde está ausente Cristo, donde está ausente la Cruz.

La Cruz limpia las tres antiguas mentiras en el corazón del hombre, porque la Cruz es la
necesidad, la desprotección, el dolor.

En la Cruz, Dios transforma la historia de los condenados, de los excluidos, de las horas
oscuras, de las mentiras; Cristo ofrece su perdón precedido por el verdadero arrepentimiento.

Que Jesucristo, nuestro Señor, reavive en nosotros la idea de la verdadera felicidad, que nos
rescate de las obsesiones de la búsqueda de seguridad y de placer, que nos rescate también
de los engaños a los que fácilmente nos somete el mundo y nos otorgue la gracia de cuidar y
proteger su obra creadora. Amén.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

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