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MUESTRA DE OBRA PROPIA:

CÁPITA
DONDE NO HAY CABEZA NO HACE FALTA SOMBRERO
MADAME LA GUILLOTINE

"Santa Guillotina, protectora de los patriotas,


ruega por nosotros.
"Santa Guillotina, espanto de los aristócratas,
protégenos.
"Máquina amable, ten piedad de nosotros.
"Máquina admirable, ten piedad de nosotros.
"Santa Guillotina, líbranos de nuestros
enemigos."

La guillotina y la figuración del terror

Daniel Arasse

Su diseño fue mejorado por un cirujano y su construcción


encargada a un clavicordista y a un renombrado verdugo.

Mezcla fascinante de utensilio médico,


instrumento musical y artefacto de muerte,
en la plaza pública la guillotina se erigía
como una máquina siniestramente estética,

Su promoción partía de consideraciones humanitarias fundadas,


apegadas a la sensibilidad de los ideales de la Revolución:
en resumen, que la pena de muerte dejara de ser un tormento
y que fuera igual para todos, sin distinción de rango ni clase.

La clave de su efectividad estaba en el sesgo de la hoja,


probada primero en animales y cuerpos sin vida;
y la clave, sin duda, de un franco sentido del humor
en llamarle sombrero al travesaño superior que la sostenía.

Roja comúnmente, quizá para no tener que limpiar tanto,


y elevada sobre un cadalso por lo general, la “viuda”
dio muerte a cerca de 35,000 pretendientes durante el Terror.

La ejecución como tal duraba apenas unos segundos.


“En un parpadeo, se decapita a la persona,
que no siente más que frescura”*.
Secular, racional, igualitaria, vanidosa... hasta junio de 1939
la Madame ejecutaba públicamente su sangrienta maniobra,
que realizó por última vez 38 años más tarde, en privado.

En una página llamada The Guillotine Headquarters


hoy día se pueden comprar en línea, por un módico precio,
los planos para construir un modelo tradicional de guillotina
y tienen un flash que muestra cómo armarla en pocos pasos.

En Francia, durante el bicentenario de la revolución, según Cammilleri,


entre los souvenirs abundaron condones Luis XVI (con su cabeza)
y calzoncillos estampados por delante con guillotinas.

Así, pues, la Historia.


Muerte al rey ¡Vive la Révolution!

*Joseph I. Guillotine
MONSIEUR DE PARÍS (JE T’AIME)

Las cabezas me faltan como al escultor paralítico el barro y


los palillos; sufro como sufriría un violinista al que hubiesen
cortado las manos. Mi malestar es una prueba del amor
inextinguible que he sentido siempre hacia el arte. Pero los
puros artistas fueron siempre mal comprendidos y calum-
niados.

Y una lágrima, una verdadera lágrima, descendió del ojo


derecho del viejo Tiapa.

El verdugo nostálgico

Giovanni Papini

El inconveniente es que, a diferencia de otros métodos,


todo se resolvía demasiado rápido, no daba tiempo a disfrutar.
Más que escarmentar, las cabezas ajenas a la del cesto
se aburrían.

El viejo Tiapa lo entendía a la perfección.


La supuesta elegancia del aparato y todas su ventajas
eran para él más bien un signo de decadencia.
Es quizá algo parecido a lo que hoy sentimos
frente a ciertos electrodomésticos.

Para él nada tenía que ver con diversiones,


lo suyo era pasión por su oficio, por su arte.
La intimidad alcanzada entre el condenado y su ejecutor
operaba una suerte de equilibrio místico de opuestos:

El vacío gélido de la succión de la muerte


y el calor entre las sienes de la víctima.

La fría atención en la cabeza del verdugo


y del abdomen a los brazos un hervor explosivo.
La emoción desbordada en el temblor de rodillas
y la fijeza en picada del ojo sobre el cuello.

La inmovilidad forzada del cuerpo abatido


y la desafectada exactitud del movimiento letal.

La decapitación era, pese a las apariencias,


un acto de unificación,
un trabajo que había que realizar
con verdadero amor.

Automatizada y serializada la pena capital,


vulgarizado con la guillotina, como todo lo demás,
el arte del verdugo fue víctima de la moral del progreso.

Al pobre Tiapa, con su rabiosa tristeza, su nostalgia,


con su antiguo vigor saturnino venido a menos,
le quedaba desaburrirse en las cocinas degollando animalejos.

Con todo, hay que decirlo, la crueldad fue y sigue siendo


por mucho, una de las fuentes más confiables de entretenimiento.

II

«Hoy día ya casi nadie sueña con verdugos»


le refiere una de sus colegas a otra
a unos cuantos cubículos de distancia.
La figura se ha desarraigado.

Eric Chevalier tiene 38 años y trabaja en un banco.


Es el heredero final de una vocación extinta,
de un oficio que es ahora deshonroso.

Se descubre pensando en aquel artefacto


que durante décadas dio de comer a su familia
mientras corta unos documentos con la guillotina.

A los 24, su padre lo llevó a la ejecución de Djandoubi,


un tunecino lisiado, condenado por secuestro y asesinato
y al que dos terceras partes de la pierna derecha
le habían sido arrebatadas ya por otra máquina.

La intención era templarlo y prepararlo para el oficio,


pero esa fue la última decapitación
antes de que Mitterrand aboliera la pena de muerte.
Después su padre continuó como tipógrafo.

Recuerda aquella broma de su tía sobre «acortarlo»


en la época en que descubrió el oficio de su tío André
y de otros más de sus familiares. Era una época mejor.

Piensa en su vida: la gentileza del hastío cotidiano,


la abúlica virulencia de lo mismo,
toda esa patraña del eterno presente
y de vivir el momento que se vende hoy en día.

La atmósfera de la oficina se cierra de pronto


concentrándose en una visión:
el pulgar acomodado sobre la cuadrícula.

Bajo el imperio de la nostalgia la tentación crece,


como crece en la anticipación el furor de lo irreparable.

El tambor redobla su entusiasmo.


El vocerío va ahogándose
la expectación bulle,
el aire se dilata.
Está preparado,
la cuchilla se eleva despacio
los nervios buscan aplomo.
Eric vacila,
su mente se enjambra
su mano suda y suda.
Se concentra,
ya es todo filo
el silencio,
la tensión.
Confía,
lo respalda
la historia
inhala
el oficio
sostiene
el linaje
suelta
la sangre

En el amor no existe lo verdadero


sin lo irreparable*.

Lo irreparable es el hastío**.

*Félix Grande
**Gonzalo Rojas
¡LANGUILLE!

La cabeza mantiene la boca entreabierta para exhalar un


aliento postrero que borra el precinto, sale a la calle,
abarca la isla, llega al mar y se disuelve en el mundo. La
lucidez que se decapita a sí misma.

El hombre sin cabeza

Sergio González Rodríguez

En un giro inopinado, la cabeza recién cortada


cae dentro del cesto y queda mirando al cielo.

En tal ángulo goza de una perspectiva privilegiada.


La imagen, flanqueada por la sombra rectangular,
se asemeja a la vista dentro de una cámara oscura.

Ahí está: impasible, geométrica, desalmada.

No tiene rostro ni cabeza, es sólo una lengua afilada


que silba y un sombrero que se afana en lo imposible:
conseguirse una cabeza, cortándolas.

El matarife es un solo movimiento impersonal,


infinitivo, reducido al verbo por excelencia, «accionar».

La angustia y la culpa se han extinguido,


como si al separarse, la cabeza
no acarreara con la moralidad del cuerpo.

Los nombres, las formas, ya no dicen nada


no reclaman, no insisten, sólo arden y arden.

El armazón indiferente despide una paz escarlata


inyectada de pájaros que cantan y dorada
por una luz sobrenatural.
Todo está como más vivo de una vida insólita.

Un instante de absoluta y precaria lucidez


es suficiente para movilizar un último gesto:

En la canasta la cabeza sonríe.

Ahí, en esa escena infame


en el infinito agrietamiento del tiempo
un reducto se entreabre para la alegría,
para su indestructible fugacidad,
mientras el sol, menos seguro,
sale al fin por el ala oriente de la prisión.

Los ojos del decapitado sumergen su mirada


en un fango espectral.
La cámara se abisma en la fascinación.
Una cortina negra se tiende y disipa.
SER/VIL RES...
CHICKENS ARE MYSTERIOUS IN A FUNNY WAY (ÚLTIMAMENTE AMIGO
NOS SALEN BIEN LOS LUNES)

Para M.M.

Limpiamos todas esas cabezas de gallina.


Incluso ya cocidas sacarles el pellejo tiene su chiste.

«El cielo es de un esplendor incomparable», me dijo serio


«pero allí no crece la yerba» y sorbió insinuando el mate,
lo cual me pareció gracioso.

Ya pelados los cráneos, nos sentamos en el consultorio a conversar.


Por alguna razón, me habló durante varios minutos
del funcionamiento de un reactor nuclear como un acto sexual
de inmenso amor. Me hizo un dibujo y todo.

Manu llegó con el auto y salimos. Un Tsuru del 85, de 2 puertas.


Lo había apagado y no encendía. Desde el asiento del copiloto
mi amigo estiró la mano y persignó el volante.

«Estas máquinas suelen ser supersticiosas.»


El auto arrancó nada más girar la llave.

Íbamos al cementerio. Era lunes, si no recuerdo mal.

Desde siempre he admirado la disposición de mi amigo


para quemar cualquier mueble de su casa
con tal de encenderle un fuego a Dios.
Eso y su inagotable paciencia con la gente.

En alguna ocasión me contó que había tenido


un paciente rusófilo y racista con un curioso problema:
era incapaz de ver cerrarse una puerta o un candado
delante de él, y mucho menos hacerlo.
En tal caso debía realizar un complicado ritual
que involucraba una suerte de jaculatoria
repetida febrilmente hasta conjurar el mal
que comenzaba a cernirse sobre él.

El tipo tenía un nombre raro, era insoportable,


pero mi amigo lo escuchó y ayudó
hasta que por fin consiguió emigrar a Rusia.

En el pueblito donde vive, al sur, salvo en los días más fríos,


la gente acostumbra dejar las puertas abiertas.

Lo impresionante es como la vida lucha en la sangre


hasta el último segundo antes de extinguirse.

En septiembre decapitaron a Miguel, el esposo de Fátima.


Después de aquello dejamos la brujería africana
y los sacrificios animales.

En Colorado, el 10 de septiembre de 1945


el granjero Lloyd Olsen, comandado por Clara su mujer,
cortó la cabeza de uno de sus pollos para la cena.

El joven pollo se llamaba Mike y sobrevivió 18 meses,


alimentado por el esófago con una mezcla de agua y leche
y ganando varios miles de dólares con sus apariciones.

Esto último, por cierto, desató una oleada


de infructuosas decapitaciones en las granjas vecinas.

Aquí la realidad es que, en el caso de Miguel, como el de muchos otros,


por menos de lo que gana un pollo vivo sin cabeza, te la cortan.


Los encabezados… vaya.
Los encabezados de los periódicos son pura poesía:

Gallo pierde su cabeza – A él no le importa.


Descabezado, pollo sigue viviendo tranquilamente.
Pollo sin cabeza vivo y ganando peso.
El pollo descabezado de Fruita viaja a la Costa Oeste
después de exhibición en Salt Lake.

De ahí siguieron por Seattle, California, Phoenix,


Chicago, Florida, Atlanta, Nueva York.

Con el dinero que los Olsen sacaron de las funciones


les dio para un par de tractores, una embaladora de heno,
para cambiar de caballo y de mula, y para una pick up.

En 1947, como otros de sus pares en la fama


Mike murió en un motelucho de Arizona
ahogado con sus propios mocos.

En su pueblo, además de una estatua de unos cinco pies de altura,


desde el 99 se celebra anualmente un festival en su honor.

(El mismo pueblo cuenta con una escultura quince pies más grande
de un tiranosaurio verde).

Entre las fotografías que se encuentran en internet


hay una en la que aparece junto a un poema de tres estrofas
firmado por Arba A. Gleen, que en voz de Mike remata:

Aunque no tengo cabeza, estoy mejor que si estuviera muerto


MANUAL DE CIVILIZACIÓN

El año es 1939, invierno.

El primer oficio lo aprendió de su padre


carnicero de tercera generación en el pueblo.

Nacido escorpión con ascendente en piscis


cruza de prosector y de palurdo
se jubiló a los 64 como jefe del rastro.

Un buen carnicero
no despedaza simplemente un animal
lo descuartiza siguiendo su constitución.
Al cortarlo así muestra su respeto
a un proceso de crecimiento.

El tipo trabaja en la fábrica de aspiradoras


quiere regalarle una a su mujer
el día de su cumpleaños.

Sustrae las piezas discretamente


de las líneas de ensamblaje.

Conoce con exactitud los principios


y los procedimientos.

Si es posible descuartizar en serie meticulosamente


también debe ser posible ensamblar a la perfección.

Es el tercer intento ya
no se lo explica
haga lo que haga
lo único que obtiene
es una ametralladora.
FA-FA-FA-FA-FA-FA-FA-FA-FA-FAR BETTER/ RUN, RUN, RUN, RUN, RUN,
RUN, RUN, AWAY OH OH OH/ YEAH YEAH YEAH YEAH!

Sueño que inauguran una discoteca


en la cabeza de una mosca.

El tugurio se llama Luz y Sombra.

Tiene una rockola caprichosa


y en el centro del techo
una gran bola compuesta
por omatidios luminosos.

Unos tipos con cara velluda


entran armados haciendo un gran escándalo
y arrojan algunas cabezas sobre la pista de baile.

Así como llegan se van.


Los clientes salen zumbando
horrorizados.
Sólo quedan los dueños
que se frotan la cabeza y los ojos
con desesperación.

En la pista las luces bailan solitarias


sobre los bultos inmóviles.

En la rockola Psycho killer empieza a sonar.


MUÑÓN TAMBIÉN ES UNA ALDEA EN EL PRINCIPADO DE ASTURIAS

Limpias tus innobles deseos


con jabón de calabaza
y un cepillito de dientes.

Los haces balancearse al sol,


como cuando tu saliva espesa
y eres otra vez ese niño aturdido
que intentaba no tocar con el hilillo retráctil
la banqueta.

Mírate, ahí estás


el mismo día en que te cortaron las manos
para que dejaras de masturbarte y dibujar pornografía,
feliz junto a tu nueva bicicleta.

Mamá fue por la cámara.


No sabes cómo vas a hacer
pero es preciosa, radiante.
Es tu padre quien la sostiene,
tú te sonríes lloroso

y justo en el momento
en que intentas secarte las lágrimas
con el muñón fresco
tu madre dispara.
MUDANZA

Viví todo este tiempo


compartiendo mi cabeza con
francotiradores achacosos
con principios de Parkinson
y un pésimo sentido del humor.

He decidido al fin mudarme a otra.

En ésta un individuo en un tractor


avanza infinitamente sobre un campo
hacia un punto que parece estar detrás de mí.

Con pulgar e índice


forma un círculo
por el que escupe a través
con un resorteo perfecto
de cuello y mentón.

Remata con un ¡Ja!


que le desfigura la cara y mira
de nuevo al frente sin parpadear.
A los cinco segundos repite.

Hay un cielo púrpura


al fondo del paisaje,
precisión y salud en todo esto.

Me descubro tranquilo, feliz,


la dicha parece irrevocable,
sólo pienso en avestruces.

Es más pequeña, pero no importa,


en esta cabeza se está mucho mejor.
A VECES ME POSO SOBRE UNA RAMA, REFLEXIONO SOBRE LA
EXISTENCIA Y ME PREGUNTO SI…

Al final, quien sujeta la máscara


¿Usa ganchitos ponzoñosos
o pegamento a base de huevo?

Al que va cayendo ¿le sirven de algo


los dientes, la prueba irrefutable, el «yo»?

Los que se alejaron del gentío y quedaron ciegos


¿volverán con premoniciones o con armas?

Quien traspuso la máquina dialéctica


¿no es hoy un triste perseguidor zanahorias?

El tipo crucificado frente a la notaría


¿de qué mierda se ríe?

El epiléptico en el estacionamiento
¿no será que sufre un orgasmo sobrehumano?

En tanto fuerza newtoniana ¿cuánto


dista el proletario del romántico promedio?

El fabricante de alfileres
¿no será el nuevo arquetipo del amante?

Al desfasado de turno ¿qué le tocará? ¿pastel?


¿un par de medias? ¿un rayo en mitad del cráneo?

Si dispara primero al espejo y a su


padre después ¿será la venganza justa?

Y al viejo amigo imaginario


¿inmortalidad o emasculación?

Promovida a intuición descartable, tu cabeza


¿no será un as bajo la manga?
Y al fondo del pasillo, el que boquea
¿No es el primer amor muriendo asfixiado?

¿Y la verdad? ¿qué es la verdad?


¿No es eso que subsiste derrumbándose?
EN LA BANQUETA HAY UN HOMBRE DESCALABRADO

En la ventana del tercer piso


de un viejo edificio de ladrillos
el conferencista ensaya completa
su charla frente al ventilador.

Abajo en la calle,
un coro desafinado de payasos
canta alrededor de un pez que se derrite.
Entre ellos hay una mujer en los huesos
vestida para un velorio.

En la banqueta hay un hombre descalabrado.

Una abuela con una identidad secreta


cruza la calle en actitud desafiante.
Escupe hacia arriba su dentadura y la atrapa,
una y otra vez, sin titubear.

Dos jóvenes negros desnudos


con el torso brillante caminan de la mano.
Llevan cuernos de toro atados a la cabeza
y ocultan sus miradas tras unos lentes 3D.

En la banqueta hay un hombre descalabrado.

El jefe de una tribu cruza las piernas


y se lima las uñas afuera de un car wash.
El viento despeina su penacho
que ahora semeja un plumífero vivo.

Un ex-vendedor ambulante de huevos de anguila


oferta en botes de plástico un ungüento
milagroso para las hemorroides.
El ingrediente activo, según vocifera,
es un extracto de baba de poeta.
En la banqueta hay un hombre descalabrado.

En las televisiones de un escaparate


las pantallas muestran a un hombre atareado
que arrastra unos naipes gigantescos
por un playa desierta.

Un honrado jardinero del gobierno


riega las ceibas del camellón desde una pipa
manipulando una enorme manguera.
Se divierte jugando al elefante y barita
apretando los labios con fuerza.

En la banqueta hay un hombre descalabrado.

Apostado afuera de su negocio


un pakistaní lee un mensaje de texto
y fuma un cigarrillo sin usar las manos.
Detrás de él, sus cobras amaestradas
intentan averiguar quién le escribe.

A metros de distancia de ahí


una mujer mayor, morena, bajita y con trenzas
se bambolea con su canasta de M67’s.
Al grito de ¡Granadas! los niños tiran
de las faldas de sus madres suplicando.

En la banqueta hay un hombre descalabrado.

El loco, desnudo, interroga la calle vacía


¿trajiste las donas? ¿las trajiste?
Se puede ver a través de su piel:
Su viejo corazón gruñe destartalado.
El resto de sus órganos son de estambre.

En la parada de autobuses una mujer


lee su periódico junto a su tortuga gigante.
¡Euforia!, la reprende cada vez que eructa.
Infante de 12 años, muerto ahogado,
arruina la fiesta, reza la primera plana.
En la banqueta hay un hombre descalabrado
y su cerebro se aleja con un húmedo chasquido
dejando una huella roja al abandonarlo,
como una sanguijuela satisfecha.

[Final con plusvalía]

En la banqueta hay un hombre descalabrado,


y el ex-vendedor ambulante de huevos de anguila
se acerca con unos hisopos y un frasquito
a reunir tanta baba como puede.
VACACIONES

Improvisar es unirse al Mundo, o confundirse con él.

G. Deleuze y F. Guattari

Un hombre cabecea en una habitación,


cierra su libro y se abandona a la sensación de sí mismo
atravesando distintos niveles de la materia:

Átomos en diminutos éxtasis geométricos.


La apretada infrutescencia de la flor de piña.
El vuelo ingrácil de una garrapata
absorta en un olor a manteca rancia.

Ora el enfriamiento de la escoria volcánica


en un riachuelo de lava.
Ora la colorida disgregación de los restos
de una estrella muerta.

Aplastado contra su frente un mosquito lo trae de vuelta.


Recuerda que están de vacaciones, que no es feliz,
que aparte de la comida horrible y lo caro
del hospedaje, la cabaña ni siquiera tiene retrete.

La noche en la selva es húmeda, calurosa, espesa.


Mirando al techo recuerda una definición:

Desdicha: sentirse rozado por el magma de lo inútil.

Pronto habrá que volver al tráfico, a la rutina,


a la muda humillación de la supervivencia.

Afuera, junto al resto de la vida, miles de grillos


improvisan un único animal sonoro que no duerme.

El hombre suspira, se relaja. Los sonidos lo alcanzan,


cerca del sueño todo se confunde por debajo del instinto.
En esa música hay algo que lo va deshaciendo,
algo enigmático y al mismo tiempo tranquilizador

Dicha: esencial vastedad de no ser nadie.

Nadie resuena en su cabeza hasta volverse ronquido


y perderse en la trama polifónica de la selva.

El hombre duerme ahora y es como si no pesara.


Los insectos continúan de cerca su acalorado arrullo
al que se une brevemente el azotón inesperado de su libro
y el sonido de su madre orinando en la intemperie.
CAPITAL HUMANO

El de recursos humanos es un robot,


estoy seguro.

Irónico.

De cariño algunos lo llaman Jorgito


o Yorch,
yo es que no lo soporto.

La directora ha hecho hincapié


en que debo aprender a dialogar con él,
pero es claro que con autómatas no se dialoga,
todo es charla metálica, algo(sin)ritmo
pura maquinación.

Además, el tipo es un imbécil serie 70


que no pasaría ni de panzazo un test de Turing,
vamos, ¡ni siquiera un captcha!

Mientras habla observo sus hermosos ojos verdes


su alopecia, sus arrugas, sus defectos dentales
perfectamente prediseñados.

Los papeles en la mesa,


la foto de su hija falsa,
su cansina corrección moral.

Repite el discursillo:
"a veces nos toca hacer cosas que no nos gustan..."
Mis reacciones, dice, son demasiado emocionales.
Después la estandarización de rutas de no sé qué
y la persovisión de no sé cuánto alcance.

Imagino un momento su cabeza


desbaratada entre mis manos,
chisporroteando sin párpados,
con los cables y los circuitos
de su cerebro positrónico
regados por el suelo de la oficina.
Después la confusión,
los gritos,
los procedimientos legales,
el escándalo.

Suena el timbre,
estoy sentado frente a él
y me mira fijo
como esperando una respuesta,
no encuentro qué decirle.

Al esbozar su sonrisa estúpida de siempre


escucho un leve zumbido
como de engranajes diminutos.

Me dice de golpe:
"Estimado, hay que poner el alma a trabajar."

El colmo.
CURSO EXPRESS DE MEDITACIÓN PARA OFICINISTAS

Descomprima/ guarde la compostura/


no respire tan fuerte/
ahora/ descompóngase/
no meta los dedos/ aguante/
funcione de otro modo/ opere,
no deje de operar/
no sea rutinario/ tampoco imbécil
haga ejercicio/ sea educado
escupa donde debe/
tápese la boca al toser/
no mire fijamente, asusta/
de todo lo que pensaba decir, resuma,
no canse a los demás/
cuidado de repetirse, aburre/
no huya de su soledad
invente su soledad,
aquí tiene una pala por si no le sale/
intente varias veces/
pruebe tener siempre un espejito
para verse mientras bebe/
no quiera tener siempre la razón/
no le pregunte a los infieles
sólo observe y siga caminando/
si se rasca no haga ruido/
si despierta no se lo cuente a nadie/
busque a alguien en la calle dispuesto a lavar sus pies
pero lleve una pistola/
siempre lleve una pistola/
no piense, deje que los buitres piensen por usted/
acuda al desierto/ segmente el cielo/
véalos pasar/ interprete/
tropiece mucho pero en distintas direcciones/
tome nota, no sea pendejo,
después se le olvida/
deje pasar/
deje de pedir perdón/
deje de esforzarse en su papel/
deje de creer que sabe, sepa y punto/
no convenza/ no finja/
use apropiadamente el sacapuntas eléctrico/
pero sobre todo
NO PIENSE/
NO PIENSE/
NO PIENSE/
NO PIENSE.
TZANTZA
INSTRUCCIONES PARA MI POEMA SOBRE LA VIOLENCIA EN MÉXICO

Cortar/cortar/cortar/cortar/cortar
licuar en ácido los restos
dejar nomás la lengua
y que lo diga todo.

SHAVE HIS BELLY WITH A RUSTY RAZOR, SHAVE HIS BELLY WITH A
RUSTY RAZOR, SHAVE HIS BELLY WITH A RUSTY RAZOR, EARL-EYE IN
THE MORNING!

Un marinero decapitado responde a otro


con una voz ahogada y distante
pero con una seguridad
como de tierra a la vista:

"la tenemos en el culo ¡en el culo!"

“I'M SO UNHAPPY, I FEEL SO BAD I COULD LAY ME DOWN AND DIE. YOU
CAN SAY WHAT YOU CHOOSE BUT I'M ALL CONFUSE, I'VE GOT THE
SWEET SWEET SUGAR BLUES, MORE SUGAR! I'VE GOT THE SUGAR
BLUES.”

Colibríes yonkis en el bebedero


disputándose una dosis
que podría ser la última.

Sus crías, con sus cabecitas hambrientas


descollando del nido,
parecen marionetas diabéticas.
LAVADO DE CEREBRO

Juego a hacerme el muerto


en la lavandería.

Ya es tarde,
soy el último.

La dependienta mira su celular,


su sangre da vueltas y vueltas,

mi boca espuma,
sus ojos brillan.

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