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EL FIN DEL MILENIO

CAPITULO UNO

El siglo XX corto acabó con problemas para los cuales nadie tenía, ni pretendía tener una solución.

Por primera vez en dos siglos, el mundo de los años 90 carecía de cualquier sistema o estructura
internacional. El único estado que se podía calificar de gran potencia, en el sentido en el que el
término se empleaba en 1914, era los Estados Unidos. No está claro lo que esto significaba en la
práctica. Rusia había quedado reducida a las dimensiones que tenía a mediados del siglo XVII. El
Reino Unido y Francia se vieron relegados a unos estatus puramente regional, Alemania y Japón
eran grandes potencias económicas, sin la necesidad de reforzarse militarmente.

El peligro de otro holocausto nuclear como el causado por las grandes potencias en el siglo XX, ya
no existía. La propia desaparición o transformación de todos los actores, salvo uno, del drama
mundial significaba que una tercera guerra mundial al viejo estilo era imposible. Esto no quiere
decir que las guerras terminaran, hubo guerras que no tenían nada que ver con la confrontación
entre superpotencias (guerra anglo-argentino 1982; Iran-Irak 1980-1988). El peligro global de
guerra no había desaparecido, solo había cambiado.

Ahora resulta posible que pequeños grupos disidentes pudieran crear problemas y destrucción en
cualquier lugar del mundo ( como IRA en Gran Bretaña, el fundamentalismo islámico), aunque hasta
fines del siglo XX, el coste originado por tales actividades era modesto , ya que el terrorismo no
estatal era mucho menos indiscriminado que los bombardeos de la guerra oficial. En muy pocos
casos los estados estaban preparados para afrontar estos gastos.

Durante la segunda mitad del siglo quedó claro que el primer mundo podía ganar batallas pero no
guerras contra el tercer mundo, había desaparecido el principal activo del imperialismo; la
disposición de las poblaciones para dejarse administrar una vez conquistados.

El siglo finalizó con un desorden global de naturaleza poco clara, y sin ningún mecanismo para poner
fin al desorden o mantenerlo controlado.

CAPITULO II

El derrumbamiento de la Unión Soviética, minó también las aspiraciones del socialismo no


comunista, marxista o no. Por otra parte, la fe en una economía de mercado, sin restricciones
también estaba en quiebra. Las bases de la teología neoliberal tenia poco que ver con la realidad. El
fracaso del modelo soviético confirmo que ninguna economía podía operar sin un mercado de
valores. El fracaso del modelo ultraliberal confirmó que no se puede dejar todos los asuntos
humanos al mercado.

Otro derrumbe fue el de las religiones occidentales. De 1960 en adelante, el declive del catolicismo
romano se precipito. Cada vez menos hombres y mujeres prestaban oídos a las diversas doctrinas
de estas confesiones cristianas. Europa se vio invadida después de la guerra por una mezcla de
xenofobia y de política de identidad étnico-linguistico-cultural muy peligrosa. Incluso a principios
de los noventa, algunos observadores empezaron a proponer públicamente el abandono del “
derecho a la autodeterminación”.

CAPITULO III

Etapa de transición

Por primera vez en dos siglos, el mundo de los años noventa carecía de cualquier sistema o
estructura internacional, solo había una potencia Estados Unidos, Rusia había quedado reducida,
Reino Unido y Francia a nivel de región, Alemania y Japón potencias económicas, pero ninguna de
ellas sin la necesidad de reforzarse militarmente.

El peligro de la guerra nuclear ya no existía, una tercera guerra mundial al viejo estilo era muy
improbable. Pero la era de las guerras no había llegado a su fin: el peligro global de la guerra no
había desaparecido, sólo había cambiado. Cita ejemplos (553).

Además, la democratización y privatización de los medios de destrucción, que transformó las


perspectivas del conflicto y violencia en cualquier parte del mundo. Ahora resultaba posible que
pequeños grupos de disidentes, políticos o de cualquier tipo, pudieran crear problemas y
destrucción en cualquier lugar del mundo (IRA) fundamentalismo islamico. Imprevista limitación del
poder del Estado.

La principal causa de tensión internacional de cara al nuevo milenio: la creciente separación entre
las zonas ricas y pobres del mundo. Cada una de ellas tenía resentimientos hacia la otra.

Pese a la abrumadora superioridad del norte sobre el sur, ninguna podía imponerse a la otra.
Durante la segunda mitad del siglo XX cada vez quedó más claro que el primer mundo podía ganar
batallas, pero no guerras contra el tercer mundo (555).

El siglo XX finalizó con un desorden global de naturaleza poco clara, y sin ningún mecanismo para
poner fin al desorden o mantenerlo controlado (555, abajo). La razón de esta impotencia no reside
sólo en la profundidad de la crisis mundial y en su complejidad, sino también en el aparente fracaso
de todos los programas, nuevos o viejos, para manejar o mejorar los asuntos de la especie humana.
Fallaron el liberalismo, el comunismo (arrastrando al socialismo) y también los proyectos mixtos
(557, ver cómo sigue).

Problemas principales: demográfico y ecológico (560).

Soluciones: el crecimiento cero en la situación existente congelaría las actuales desigualdades entre
los países del mundo (562)

El índice de desarrollo debe reducirse a un desarrollo sustentable, sostenible.

Establecer este equilibrio no es un problema científico y tecnológico, sino político y social.

La economía iba a seguir creciendo, pero el principal problema es el aparentemente irreversible


abismo entre los países ricos y pobres (563).

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