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Santibáñez, C.

Para una retórica evolucionada:


a propósito de tópico, respaldo argumental y verosimilitud

Cristián Santibáñez
Universidad de Houston

1. Introducción.

Theodor Viehweg sostenía en su obra principal Tópica y Jurisprudencia1, en el comienzo


de la década de 1950, que sólo una “retórica evolucionada” que incluyera en ese entonces
los primeros desarrollos de una pragmática ideal o trascendental, las teorías de la
comunicación en boga, las reflexiones en semióticas algo asentadas y, en particular, una
revisión de los clásicos (Aristóteles, Cicerón y Quintiliano, entre otros), en función de un
correcto entendimiento de lo implicado en la argumentación jurídica y la decisión legal,
puede asegurar un trabajo adecuado en torno a los puntos cardinales del desarrollo del
derecho y, por extensión, de la justicia; entre esos puntos cardinales que una retórica
evolucionada puede explicar, se encuentran, según Viehweg: la noción de racionalidad,
de diálogo, de consenso, de disputa legal, de difusión social de la justicia y, por supuesto,
de comunicación cotidiana.
Desde la óptica de este filósofo del derecho, la tópica, como forma de razonamiento o
metodología, queda en el centro del problema, ya que la considera un hilo que une cada
uno de los conceptos involucrados, dado que entrega orientaciones para el entendimiento
del tramado racional, muestra lo que se debate en cada diálogo y consenso, rotula los
patrones generales del contenido de la distribución de la justicia y, fundamental para las
pretensiones de las notas aquí expuestas, resume los temas que se comparten -y dominan-
en una conversación diaria.
Sin dilatar la posición asumida aquí, considero del todo actual una propuesta como la
de Viehweg, no sólo ya como marco para la comprensión de lo que acontece en el
derecho, sino sobre todo en la perspectiva de analizar la comunicación común y
corriente2.
Es actual esta propuesta, además, porque ha sido un intento sistemático en varios
destacados investigadores del área de la filosofía, el derecho, la literatura y,
evidentemente, de la retórica contemporánea. Sin ir muy lejos, es de todos conocido la
empresa de Perelman & Olbrechts-Tyteca consagrada al objetivo de integrar la teoría de
la argumentación a una filosofía del conocimiento y de la acción. A esta empresa, en la
obra principal, la titularon como: Tratado de la argumentación. La nueva retórica, dando
por sentado que lo realmente relevante para una teoría preocupada por la comunicación,
la argumentación y las formas de conocer, ya procede de los intentos de la retórica
clásica, sólo que a ella se le agregan las últimas reflexiones sobre tales temas.
Desde la literatura un análisis sistemático, maduro y erudito con herramientas
retóricas en un programa de investigación que, si bien no tiene un nombre específico,
pero que ha construido escuela, es el trabajo de Kenneth Burke. En dos de sus títulos
principales, A Grammar of Motives y A Rhetoric of Motives, Burke nos entrega
disecciones de textos literarios, periodísticos, científicos, religiosos o económicos, con el
objeto de transparentar el modo en que opera la persuasión y la identificación de estos
textos con los grupos humanos a los que se dirigen, sobre la base de figuras, estrategias, y
mecanismos retóricos de todo tipo.
El acercamiento a la argumentación de Blair & Johnson (1989), denominada
Informal Logic, también incursiona en el análisis retórico, en particular el asociado con la
descripción de la actividad argumental con el fijo afán de demostrar lo poco que ella está
vinculada a la lógica formal.

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Sin saber aun todo lo que puede formar parte de una, a falta de mejor nombre,
“retórica evolucionada”, queda en algo justificado proceder en un empeño como este,
toda vez que tal ángulo, según nos mostrara Viehweg, recuerda que, primero, en derecho
los procesos de fundamentación de premisas (antecedente legal, ley, reglamento) están
limitados por las mismas urgencias de la comunicación diaria (estructuras de diálogos
según patrones culturales, supuestos sociales de todo tipo, dominios semánticos
predominantes en grupos humanos, etc.), a menos que se impongan por la fuerza, la
amenaza o la violencia directa; segundo, que es posible, y deseable para la convivencia
social y el consenso que reglamenta a su vez disensos, describir el proceso de
razonamiento más allá de la fórmula lógica clásica; y tercero, que se puede desarrollar un
programa de estudio que arroje luces sobre la racionalidad mundana3.
A partir de estas básicas coordenadas, las líneas de este trabajo van en la dirección de
desarrollar lo que puede integrar a una retórica evolucionada. Por tal motivo, aquí discuto
algunas consideraciones conceptuales y prácticas que nacen en diferentes propuestas
teóricas y cuyo fondo es la retórica, las teorías de la argumentación y las reflexiones en
torno a la idea de racionalidad.
Así, siguiendo uno de los conceptos que se repite en las perspectivas, programas y
tendencias en retórica, reviso de forma introductoria la noción de tópico en algunas de
sus acepciones, dando cuenta, por cierto, de algunos de sus tipos y características; a
continuación, referencias y relaciones breves haré con el funcionamiento de los dichos,
sentencias, clichés, etc., sobre el entendido de que algunos de éstos son manifestaciones
prácticas y cotidianas de los tópicos; luego, discuto como engarza el tópico, sea en
versión de dicho o no, con la propuesta de la lógica factual de Toulmin (1958), si en tanto
garantía o respaldo argumentativo; acto seguido, discurro sobre la convergencia de los
temas anteriores con la idea de verosimilitud en tanto que, como señala una de sus
posibles acepciones, ella expone el entendimiento razonable de la vida social4.
De más está decir que estos desarrollos son puntos básicos de una investigación
mayor y que, evidentemente, intentan abrir una discusión.

2. Sobre tópico

La que sigue es una distinción fundamental:


Fuera del ámbito técnico de la retórica, se entiende hoy por tópico una idea de uso
frecuente, un cliché empleado por los hablantes en la conversación ordinaria. En el
dominio de la oratoria, sin embargo, el concepto de tópico o lugar (topos o locus) es más
preciso y exige deslindar dos niveles para llegar a su cabal comprensión: de un lado, el
sistema y criterios que organizan en compartimentos las ideas; de otro, algunas de las
más importantes de éstas, usadas en cada uno de sus troncos.
En el sistema de la retórica, la tendencia a la estructuración extrema de todos sus
estratos llevó también a que las ideas que el orador debía buscar para el desarrollo
adecuado de su discurso estuviesen organizadas en un sistema cuyas casillas eran los
lugares. En este nivel de sistematización, las distintas clasificaciones propuestas en los
trabajos de retórica se aplican a dibujar esa red de referencias al servicio del orador para
facilitar su tarea de invenire. Por otra parte, a lo largo de la historia de los géneros de
discurso retórico y de la literatura, los oradores y escritores han utilizado con profusión
ese sistema y han encontrado en esos lugares ideas específicas que se han consagrado
como de uso tradicional (Azaustre & Casas, 24-5)

Esta distinción muestra dos entradas posibles al término: tópico como idea de uso
frecuente, y tópico como método de organización del discurso. Cabe la advertencia
inmediata aquí: esta distinción es la más común y elemental, pues si se sigue a Aristóteles
en su Retórica, el lector se encuentra con tres tipos de tópicos, o como los llama el

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Estagirita, líneas de argumentación o razonamiento5: los tópicos comunes, como por


ejemplo, “Más o menos”, “Posible o imposible”, “Pasado o hecho futuro”, que se
encuentran en 1358a, 1397a, 1391a-1393a; los tópicos generales en 1358a, 1397a-1400b;
y los tópicos especiales, en 1358a.
Por ahora seguiré la distinción elemental, que se liga, además, a las posiciones de
tratadistas latinos y retóricos hispanos de la edad media tardía6, que enfatizaron la
diferenciación entre tópico sin más, en tanto locus, y tópico tradicional, en tanto fórmula.
Como locus, los tópicos constituyen una red organizada de ideas donde el orador o
escritor puede encontrar las más adecuadas a un asunto determinado. Cómo fórmulas, los
tópicos tradicionales en los análisis de retórica clásica se encuentran en obras literarias
como pensamiento sancionado por el uso continuado, esto es, el tópico tradicional es una
idea específica consagrada por el uso literario, como por ejemplo el “lugar ameno”.
Desde una perspectiva tradicional, se suele dividir, tanto para tópicos como lugares o
como fórmulas, en dos las referencias de los mismos: en relación con las personas que
intervienen en el discurso, y en relación con el propio hecho que constituye al discurso,
es decir, como distinguió Cicerón y Quintiliano, loci a persona y loci a re.
Cabe aclarar de antemano que no se debe confundir tópico con “lugar común”,
mientras el primero es la categoría general, el segundo uno tipo de aquel. Señalan
Azaustre & Casas:

El “lugar común” (locus communis) es una idea general, un pensamiento infinito,


que se utiliza como colofón que refrenda e incluso ornamenta las ideas concretas (los
tópicos) usadas en el discurso. El adjetivo común en este contexto no significa “usado
muchas veces”, sino “válido para muchos asuntos”. En definitiva, el lugar común es una
categoría específica de tópicos cuya esencia es la infinitud. (25)

Así, entre los lugares de persona están: nombre, esto es, el orador revisa si es
susceptible de asociarse el nombre de un individuo a algún hecho o cualidad digna de
alabanza o vituperio; y otros como nacimiento, naturaleza, modo de vida, ocupación,
fortuna, talante o calaña7. Para los lugares de cosa el orador tiene que considerar los
actos de los protagonistas del discurso, sus circunstancias y procedimientos; de este
modo, en esta línea tópica los rétores clásicos distinguieron: causa (el orador analiza si el
hecho fue realizado por el deseo de obtener, practicar o conservar el bien, de evitar el
mal, o por las causas contrarias), modo, espacio, circunstancias, comparación, inducción
y deducción.
Para el caso de los tópicos tradicionales la división también se sigue de la distinción
entre tópicos de persona y cosa. Para los primeros, que se constituyen en torno a
atributos, actitudes y acciones de los individuos que pueblan el discurso, se encuentran:
humilitas autorial, el hombre como pequeña mundo, analogías náuticas, el elogio
personal (y en este: el joven y el anciano, sobrepujamiento, sabiduría y valor, la nobleza
del alma, la fama y la hermosura corporal.) Para los tópicos referidos a objetos destacan:
tópicos de la creación literaria (tópica del exordio), tópica de la consolación, tópicos del
espacio, tópicos del tiempo (como por ejemplo el famoso carpe diem), tópicos de
circunstancias (como el mundo al revés, muy usado en creaciones literarias), tópicos de
comparación (recinto predilecto de la metáfora, o más bien, de su análisis clásico.)
Esta pequeña lista se ha ido ampliando en la medida en que se han desarrollado otras
disciplinas como la semiótica, la sociología, la propia literatura, la lingüística, etc., y
campos de estudio como el análisis del discurso, la pragmática, la lingüística cognitiva,
etc., que no han escatimado en usar sinónimos para referirse al mismo concepto: topoi,
topos, tipo, lugar. De hecho, desde una entrada de diccionario especializado en retórica se
lee lo siguiente respecto de las distinciones anteriores y de la convergencia disciplinaria y
campos de estudio aquí apuntados:

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TOPOS. El topos es un motivo o la configuración estable de varios motivos que son


usados con cierta frecuencia por los escritores y, sobre todo, por los oradores que
necesitan “materiales” genéricos, de hallazgo fácil. El topos es un “lugar común”:
“Primero, ¿por qué lugar? Porque, dice Aristóteles, para acordarse de las cosas basta
reconocer el lugar en que se hallan (el lugar es, pues, un elemento de asociación de ideas,
de un condicionamiento, de un adiestramiento, de una mnemónica); los lugares n son,
pues, los argumentos en sí mismos, sino los compartimientos en que éstos están
colocados. De allí la imagen que conjuga la idea de un espacio y de una reserva, de una
localización y de una extracción... Los lugares, dice Dumarsais, son las células a donde
todo el mundo puede ir a buscar, por decirlo así, la materia de un discurso y argumentos
sobre cualquier clase de temas” (Barthes, “L’ancienne rhétorique” en Communications,
n.° 16). La tópica es el código de estas formas estereotipadas, temas consagrados,
enunciaciones convencionales. Barthes (siguiendo a Curtius) enumera topoi: 1) modestia
simulada (excusatio propter infirmitatem = excusarse por no estar a la altura del trabajo,
porque se siente apabullado por el tema, etc.); este topos va ligado frecuentemente con el
de la captatio benevolentiae; 2) puer senilis (oxímoron), el muchacho sabio como un
viejo, o el anciano con la gracia de la juventud; 3) locus amoenus; los adunata
(imposibilia), se presentan como compatibles fenómenos, seres y objetos contrarios entre
sí: se extiende desde la descripción del topos de la Edad de Oro hasta la visón del
“mundo al revés” y los colmos. Se podrían citar otros muchos topoi: la serpiente entre la
hierba; el del tiempo que se desliza, etc. (Marchese & Forradellas, 407)

Definición en la que vemos que se mantienen las distinciones expuestas más arriba en
relación con lugares recurrentes. Sin embargo, más me llama la atención en ella que: 1)
se ratifica un hecho, al parecer, ineludible en la reflexión, 2) se agrega un dato importante
a nuestra discusión, y 3) se expone una condición innegable; en el mismo orden lo
referido es: 1) los tópicos son una referencia y un ejercicio de recuperación, 2) los tópicos
no son los argumentos, y 3) los tópicos arrastran como condición de composición -y de
uso, muchas veces- la característica de contradictorios y paradójicos.
Respecto de lo que se ratifica, bien vale ahora resumir la posición de Viehweg. El
tópico es recuperado en Viehweg por el procedimiento de la tópica jurídica. La tópica
jurídica de Viehweg es la tópica de Aristóteles, es decir, es la combinación de la
dialéctica y la retórica. En esta combinación, los tópicos son usados en su sentido
aristotélico, es decir, como elementos o puntos de partida de una argumentación retórica
(entimema) anclados ya en la endoxa, esto es, son referencia, lugar. Pero, siguiendo a su
vez a Cicerón, Viehweg no sólo toma la parte especulativa de una definición de tópico
(Aristóteles), sino que recupera su carácter inmediato, práctico, en tanto técnica a
disposición del orador, en tanto estrategia de, como en Aristóteles, lugares para la
argumentación determinados por el problema al que el orador se refiere. Este es el punto
central de Viehweg preocupado por el derecho, y el punto central de la definición de
tópica como ejercicio de recuperación de lugares o metodología del pensamiento. Sobre
la base de que no hay, en los campos varios en que se da la argumentación -incluidos los
de la justicia- verdades necesarias, la tópica aporta un conjunto de argumentos en
continua disputa que orientan la estructuración de un conjunto de criterios, reglas y
enunciados para la ulterior construcción dialógica o retórica de las verdades prácticas.
En efecto, siguiendo a toda la tradición retórica, la sola mención de la existencia de
lugares comunes que guían nuestros más elementales movimientos discursivos, prácticos
y abstractos, permite pensar a los tópicos como la prueba de que todo es discutible allí
donde no se imponen por sí mismas verdades necesarias. De este modo, lo que le importa
a Viehweg es considerar a la tópica como una técnica de pensamiento caracterizada por
orientarse al problema, en este caso legal8. Todo caso legal admite más de una solución,
como todo problema más de una respuesta. En otras palabras, lo que viene a decirnos
Viehweg, es que si hay en la jurisprudencia un procedimiento que tenga sentido, es aquel
que se orienta por una filosofía que trabaja con una herramienta que observa el problema,

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más que la solución vía deducción o reducción. La búsqueda de premisas regidas por los
tópicos es anterior al procedimiento deductivo que permite una conclusión, sin la primera
no existe el segundo9.
También en cuanto a “tópicos como referencia y ejercicio de recuperación” valen los
alcances de otras posiciones, aun generales, que comentan el concepto. En sociología,
como lo he señalado en otras partes10, el tópico es entendido como el lugar de consenso al
que llega un grupo como resolución de una discusión, como entendimiento básico, a
través de los recursos dispuestos por el lenguaje en su posibilidad de reflejo social.
En Perelman & Olbrechts-Tyteca se ve el mismo sentido, cuando nos advierten que
el lugar-tópico es el estado de lo preferible en cuanto presunción, y en su función
pragmática, en cuanto insumo para la argumentación, pues toda presunción aparece como
el campo de lo preferible, de lo más probable y, por extensión, de lo que puede triunfar en
una disputa11.
Lo mismo acontece en la perspectiva de Eco (1995), quien concibe que la creación de
personajes, situaciones y atmósferas en obras literarias, está limitada de antemano por la
preexistencia de un topos al cual se refiere tal personaje, situación o atmósfera, porque es
la única posibilidad de éstos de ser experimentados vívidamente.
Burke (1969), por su parte, comentando la noción de tópico en Aristóteles ligada a la
idea de persuasión e identificación con las presunciones asumidas, señala:

The so-colled “commonplaces” or “topics” in Aristotle’s Art of Rhetoric (and the


corresponding loci communes in Latin manuals) are a quick survey of “opinion” in this
sense. Aristotle reviews the purposes, acts, things, conditions, states of mind, personal
characteristics, and the like, which people consider promising or formidable, good or evil,
useful or dangerous, admirable or loathsome, and so on. All these opinions or
assumptions (perhaps today they would be treated under the head “attitudes” or “values”)
are catalogued as available means of persuasion. But the important thing, for our
purposes, is t note that such types are derived from the principle of persuasion, in that
they are but a survey of the things that people generally consider persuasive, and of
methods that have persuasive effects. (56)

Esto es, en la lectura de Burke, los tópicos derivan de su poder persuasivo. Sin
embargo, ello dependerá del acierto o pertinencia con que los use un hablante. Más
importante aun que reconocer la idea de tópico como lugar, el propio Burke también
avisa sobre los tópicos como fórmula, técnica o procedimiento táctico. Sintetizando
nuevamente a Aristóteles, comenta sobre esta doble cara de los tópicos, y nos entrega una
lista de algunos de los procedimientos de éstos:

Aristotle also considers another kind of “topic”, got by the manipulation of tactical
procedures, by following certain rules of thumb for inventing, developing, or
transforming an expression, by pun-logic, even by specious and sophistical arguments.
The materials of the opinion will be embodied in such devices, but their characterization
as “topics” is got by abstracting some formal or procedural element as their
distinguishing mark. Aristotle here includes such “places” as: ways of turning and
adversary’s words against himself, and transforming an argument by apposites (“if war
did it, repair it by peace”). Some other terms of this sort are: recalling what an adversary
advocated in one situation when recommending a policy for a new situation (“you wanted
it then, you should want it now”); using definitions to advantage (Socrates using his
previous mention of his daimonion as evidence that he was no an atheist); dividing up an
assertion (“there were three motives for the offense; two were impossible, not even the
accusers have asserted the third”)… (57)

En esta considerción de Burke que comenta a Aristóteles, los tópicos son una táctica
de manipulación, que siguiendo algunas reglas de procedimiento, desarrollan o
transforman una expresión, como en el caso de aplicar en contra de un hablante las

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mismas palabras –o contenido de ellas- que emite, que en el campo de los así llamados
argumentos sofísticos se conoce como falacia Tu quoque. En estas últimas observaciones
de Burke vemos, nuevamente, la idea de los tópicos como “lugares” de procedimientos,
fórmulas o técnicas del pensamiento para reformular contenidos. Estas técnicas son
“lugares” en el sentido de que son de fácil reconocimiento, y todo hablante las ocuparía,
tarde o temprano, en alguna situación de disputa o argumentación.
Por otro lado, la vinculación que hace Burke de los tópicos con la persuasión, permite
hacer la referencia al hecho de que “los tópicos no son los argumentos”; ella, la
persuasión o convicción12, involucra muchas cosas más, desde gestos, pasando por los
ruidos, hasta incluir el papel de los silencios. Los tópicos son un insumo más en esta
actividad “natural” de persuadir.
En efecto, si se concibe, como lo hago aquí, que un argumento es, por un lado, una
secuencia de razones o pretensiones encadenas que entre ellas establecen la fuerza de una
proposición, y que además, por otro lado y de forma general, es un tipo de interacción
humana en la que se formulan y debaten tramos de razonamiento, esto es, argumentos13,
entonces los tópicos son una parte, y no más esencial que las otras, de los tramos de
razonamiento14.
Por otra parte, la identificación de tópicos como lugares es un acto reflexivo de
categorización, es un acto típico de, a falta de mejor nombre también, metalenguaje,
puesto que el tópico funciona cotidianamente de forma indirecta, sobreentendida,
camuflado, embellecido, a veces oscuramente. Cuando reconocemos que en un texto o
discurso se maneja el lugar “no encuentro palabras”, donde el orador o escritor no
escatima en medios para presentar “lo inútil que es su empresa por describir un hecho,
situación o persona” para congraciarse o difamar, asistimos, seguramente, a una larga
espiral de frases, adjetivos, sustantivos para sostener tal tópico, pero el argumento en
cuestión está compuesto por todas aquellas frases, adjetivos, sustantivos encadenados, y
en cuya estructuración se observarán partes que tienen más peso que otras en tales
encadenamientos. Tómense los tópicos tradicionales de puer senilis “el muchacho sabio
como un viejo”, o “el anciano con la gracia de la juventud” y revísese sus usos en
ambiente conceptuales15 distintos y, probablemente, veremos encarnaciones disímiles en
sus términos, semejantes en sus temas, pero decididamente acoplados en interacciones
mayores.
También se puede sostener que “los tópicos no son argumentos” asumiendo la
perspectiva de van Eemeren & Grootendorst (2002) cuando exponen:

Los enunciados presentados en el curso de la argumentación son razones o, como


preferimos llamarlos, argumentos relacionados con un punto de vista. Los argumentos y
los puntos de vista se diferencian de otros enunciados por la función que cumplen: ni los
argumentos ni los puntos de vista se caracterizan en primer término por su forma y
contenido. En la comunicación entre usuarios del lenguaje, mediante un punto de vista se
expresa una concepción que supone una cierta toma de posición en una disputa; mediante
un argumento, se hace un esfuerzo por defender esa posición (33)

“...ni los argumentos ni los puntos de vista se caracterizan en primer término por su
forma y contenido” y los tópicos, precisamente, son los rótulos del contenido, expresan lo
sustantivo del intercambio verbal con objetivo argumentativo, pero pueden ocurrir
también con objetivo de orden, u otro carácter pragmático. No importando aun la
distinción entre argumento y punto de vista, valga señalar que el perfil del argumento en
la perspectiva de estos investigadores asume distintos papeles según como evolucione un
debate o el contexto de argumentación cuyo proceso dialéctico de cambios continuos de
posiciones en una disputa así lo requiera.

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Pero basta también citar a Aristóteles para parar todo intento de pensar que los
tópicos son los argumentos, cuando señala en Retórica 1396b: “Le llamo elementos de
los entimemas y líneas de razonamiento a la misma cosa”.
“Los tópicos arrastran como condición de composición -y de uso, muchas veces- la
característica de contradictorios y paradójicos”, es el tercer patrón que logro detectar, en
términos generales, respecto de los tópicos. Por ejemplo en: “el anciano con la gracia de
la juventud”, tópico recurrente cuando se trata de alabar, honesta o cínicamente, a
nuestros mayores, vemos que sus términos, metafóricos por lo pronto, exhiben
contradicción: ¿cómo se puede ser viejo con características de juventud? Bueno, se
puede, pero en el lenguaje, en su acontecer retórico. Esta contradicción, en particular,
consiste en predicar de un sujeto una propiedad que no contradice otra predicada o
inherente, sino que cae resueltamente fuera del ámbito de las predicables respecto de ese
sujeto16.

3. Dichos, proverbios, refrán, máximas, clichés: enunciados sentenciosos.

Una forma de los tópicos no metalingüística que fluye con facilidad en la contienda
verbal habitual y cotidiana, es el refrán, proverbio, cliché o dicho17. En muchos de estos,
la contradicción, en paradoja u oxímoron, es sustancial a su expresión, como en:
“Ahogarse en un vaso de agua”. La mayoría de estos, también, expresa un tópico de la
cultura a la que pertenecen, pero muchos asimismo se repiten en culturas diferentes. Sin
embargo, claro es, no todo dicho, proverbio o refrán es tópico, y un grupo de ellos
representan sólo un tópico, son variaciones del mismo lugar común. Por ejemplo, la
tópica de la consolación, que originariamente está relacionada con el pésame, se refleja
en dichos populares como: “Peor es na’, dijo el diablo con la monja a la rastra”, o “A
falta de pan, buenas son las tortas”, o “Más vale pájaro en mano, que cien volando”, o
“Más se perdió en la guerra”, que se usan para consolar a quien le ha tocado “bailar con
la fea”. U otro ejemplo, para el caso del lugar común carpe diem, entendido aquí como
instrucción para el “aprovechamiento” de la oportunidad del momento dada una carencia,
y no sólo restringido al paso rápido de la juventud como se entiende en su uso en la
literatura, se refleja, por lo menos en el caldo cultural de lo popular en Chile, en dichos
como: “A caballo regalado no se le miran los dientes”, o en su variante cínica, pero muy
cierta y repetida, como nos ejemplifica Juan Rivano, en un dicho como: “Y nosotros
¿cómo vamos?”, utilizado este último por un orador (¡que incluye a todo un grupo!)
después de observar (o “pegarse la cachá’”) que de una situación se puede sacar ventaja:
“¡¡Aprovechar, aprovechar, que el mundo se va acabar!!”, y más allá, si se tiene la
oportunidad “Se pasa gato por liebre”, antes que a uno “le ganen el !Quien vive!”, ya que
más vale “Entrar el perno en caliente”18.
Utilizaré un argumento de autoridad para que quede más claro el punto que defiendo
aquí. Aristóteles explicando el tópico o línea de razonamiento “de los más y de lo
menos”, señala utilizando dichos en 1397b: “Otra es la que se deriva de lo más y de lo
menos. Por ejemplo: “si ni siquiera los dioses lo saben todo, menos aún los hombres”,
esto es, si no es aplicable a quien más aplicable es, es evidente que tampoco lo será a
quien lo es menos. Igual que lo de “les pega a sus vecinos quien también le pega a su
padre”.
En general, los dichos, proverbios y otros enunciados sentenciosos, motivan
argumentos, sintetizan posiciones, se usan porque economizan tiempo para lograr un
consenso o, definitivamente, para provocar una distancia respecto de la audiencia.
Goodwin y Wenzel (1979) consideran que los enunciados sentenciosos, como
proverbios, dichos, máximas y clichés, tienen una función claramente retórica, que son

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usados en una disputa sobre temas de conducta cotidiana, y enfatizan que su poder reposa
en una “verdad” basada en el sentido común o experiencia práctica del saber popular
repetido incesantemente a través del tiempo. En una definición aun general, exponen
sobre proverbios en particular lo que sigue:

Proverbs are thus a part of the folk wisdom that makes communal life possible.
People can reason together only to the extent that they share rules for reasoning.
The utility of proverbs as vehicles of conventional wisdom depends on the rhetorical
effectiveness of both their form and function. Two somewhat paradoxical observations
illustrate that point. The first concerns the contextual flexibility of proverbs: On the
surface, in their form of expression, many proverbs appear to be entirely context-bound
(and, indeed, some do apply to quite limited cases); yet most function in a nearly limitless
range of application, well beyond the concrete terms in which they are (metaphorically)
expressed. Thus, “A stitch in time saves nine” and “An ounce of prevention is worth a
pound of cure” no doubt originated in the contemplation of specific experiences, and each
calls to mind specific images; but either can function in countless circumstances. Each
proverb is successful, no only because it gives good general advice, but also because it
does so in a way that affords intellectual pleasure. The proverb moves the mind from the
concrete image evoked by its familiar terms, through apprehension of the implicit
metaphor, to a novel application to the problematic situation. (290-91)

Por ahora, me interesan seis puntos sobre la relación tópico-enunciado sentencioso: la


similitud en el origen (lugares de sabiduría popular, folclor); forman parte de procesos de
razonamiento; se usan en situaciones específicas a pesar de su sentido general (que es
también parte de sus caracteres contradictorios); poseen flexibilidad en sus aplicaciones
en contextos diversos; nacen de la experiencia concreta y se cristalizan; y, en un sentido
retórico clásico, no sólo se usan por sus orientaciones para la conducta, sino también por
el placer intelectual que provocan19.
Para efectos de razonamiento y estructuración de argumentos, los enunciados
sentenciosos, según Goodwin y Wenzel, funcionan como signo tópico en la
argumentación, como cuando, por ejemplo, uno de estos señala la causa por el efecto:
“donde hay abejas hay miel”, que aplica como lugar común para establecer la conexión
entre dos fenómenos sin analizar la naturaleza de esa conexión20.
Esta propiedad, que comporta no obstante mucha más complejidad de lo que he
anotado aquí, sirve de muestra para entender el papel sustantivo de los dichos y
proverbios como parte de los argumentos.
Así, una de las preguntas, entonces, es: ¿Qué parte del argumento ocupa una
sentencia tópica? Esta pregunta por la “parte” dentro del “todo argumento”, se produce a
partir del entendido de que la sentencia, como el tópico, ocupa un rol en el engranaje del
argumento, no es todo aquel.
A lo sumo se puede decir, como lo hacen Goodwin y Wenzel, que las sentencias son
un patrón de argumento (causa por efecto, analogía, generalización, casos paralelos, etc.),
es decir, nos suministra un orden para el razonamiento. De hecho estos autores son más
atrevidos aun y sostienen que los enunciados sentenciosos, como lo enseñan sus patrones
(analogía, generalización, etc.), ilustran un número significante de principios lógicos.

4. Tópicos: ¿garantía o apoyo argumentativo?

A la pregunta: ¿qué lugar ocupa una sentencia tópica en un argumento?, le antecede, al


parecer, la pregunta: ¿qué y cuántos lugares (categorías, elementos, constituyentes, etc.)
hay en un argumento?, y por extensión ¿qué herramientas tenemos para rescatar una
sentencia tópica en un argumento en uso?

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Creo que un modelo21 como el que nos suministra Toulmin (1958), a propósito de
argumentaciones cotidianas, acierta en distinguir las partes de un argumento tal como
éste en sus operaciones de hecho, en su lógica factual, ocurren22.
La lectura recurrente al modelo de Toulmin asigna a la categoría Garantía el papel de
tópico. Así lo hace por ejemplo Conley (1994), Marafioti (1998), Plantin (2001), Rivano
(1999)
Para discutir esta posición comentaré lo que ha propuesto Rivano (1999: 37-38)
analizando un texto argumentativo. El texto en cuestión es:

Desde hace dos años que nuestros Vigilantes Privados reciben la misma remuneración,
en consecuencia que el IPC anual fue del orden del 17%. Considerando que ellos, como
cualquier persona, sufren de apremiantes necesidades, solicitamos a usted autorizar el
aumento de su cuota mensual en $1.000 (mil pesos), lo que además nos respaldará para
exigirles aun más en sus funciones. (139)

Distingue Rivano un argumento principal y un secundario. El principal se despeja del


modo siguiente:

Argumento principal:

G: Remuneración debe incrementar de acuerdo al IPC (=Potencial de consumo del


sueldo debe mantenerse) (aludida en "ellos, como cualquier persona, sufren de
apremiantes necesidades" i.e. 'las necesidades básicas son constantes')

A: (implícito) Funcionamiento del mecanismo salarial

D2: El IPC anual ha incrementado en un 17%

D1: Remuneración de vigilantes no ha incrementado durante dos años

C: Remuneración de vigilantes debe incrementar en 2x17%.

Como explica el propio Rivano, la garantía aquí proviene de la “lógica” del apoyo
que la sustenta, esto es, del funcionamiento del mecanismo salarial, y consumo en
general, en que los sueldos y precios aumentan proporcionalmente según el índice de
precio del consumidor. (Nótese no obstante que el apoyo aquí no está formulado del todo
“factualmente”, puesto que habría que citar el número del código o ley en cuestión que
rige el comportamiento de los precios en economías de mercado, en que el apoyo sería
algo como: “como dice el artículo xxx en derecho económico”.) El argumento que
Rivano nos muestra deja absolutamente clara la operación de las categorías del modelo
de Toulmin. Mayores comentarios no se necesitan, remito al propio texto de Rivano
(1999) donde queda todo explicado.
El argumento secundario desprendido del texto analizado es el siguiente:

Argumento secundario:

(“el aumento de su cuota mensual... nos respaldará para exigirles aún más en sus
funciones”)

G: Exigencia laboral puede aumentar si remuneración aumenta.

A: (implícito) Norma y procedimiento laboral.

9
Santibáñez, C. 10

D: Aumentaremos remuneraciones (= Conclusión de argumento principal)

C: Podremos aumentar exigencia laboral.

En esta reconstrucción algo queda irresuelto desde una perspectiva de racionabilidad,


de sentido sustantivo. Si es que los sueldos deben subir según IPC cada año, como todos
los precios y valores de todas las mercancías del mercado de intercambio, no se sigue que
el apoyo a la garantía “exigencia laboral puede aumentar si remuneración aumenta” del
argumento secundario sea “Norma y procedimiento laboral”, puesto que el aumento de
sueldo, en este caso, está en exacta coincidencia con el aumento de precios, por lo que la
capacidad adquisitiva de los vigilantes no subirá, sólo se mantendrá en relación con el
aumento de precios del momento, es decir, está operando una “puesta al día” en los
sueldos.
Creo, por lo evidente del asunto, que en el apoyo hay un supuesto social, un
comportamiento cultural, que, claro, se relaciona con el oportunismo, las relaciones de
poder: si el sueldo se está “colocando al día” (dado que hace dos años se les tenía
estancado el “poder adquisitivo” de los vigilantes) ¿cómo pedirles más en las exigencias?
Sabemos que así de injusto es el sistema económico sobre la base del
comportamiento cultural. Pero lo que importa aquí es que, me aventuro a decir, en el
apoyo se encuentra el tópico, el lugar común, de “aprovechar el momento” sobre la base
de determinadas relaciones de poder culturales entre empleados y empleadores, y que en
el caldo de dichos chilenos populares lo vemos: “Entrar el perno en caliente”.
La línea de razonamiento que Aristóteles identifica para casos como estos la
denomina definición, esto es, que quienes razonan bajo este patrón de definición aplican
una generalización primero que nada y determinan la esencia de sus términos para cada
situación en particular: ¿cómo se define, determina, teóricamente, el sueldo de un
empleado? Se define, en estos términos generales, que el sueldo de un trabajador va en
directa relación con sus responsabilidades y obligaciones en función del valor de dicho
trabajo en un mercado sujeto a oscilaciones (como las del IPC); si dicho sueldo aumenta
se sobreentiende que concomitantemente las obligaciones igual; no obstante, en estricto
rigor, en el ejemplo que nos toca ver, ello no ocurre: el sueldo no sube en relación con el
precio de las mercancías que les toca adquirir a estos empleados.
En los días que escribo estas notas, acontece en Chile el espantoso “caso Spiniak”
que trata sobre la denuncia de una red pederasta en la que supuestamente hay
involucrados personajes públicos relevantes. El juez que en primer momento seguía la
causa fue destituido. La destitución sobrevino a partir de la denuncia de un dueño de una
sauna gay que reconoció al juez como uno de sus clientes “regalones”. El dueño de la
sauna se entrevistó con el juez para hacerle ver su posición, cuyo objetivo de fondo, por
ahora, está allí, en el fondo. El argumento que se reproduce en Chile por miles en los
periódicos, y que obtengo de la página web del periódico La Tercera (www.latercera.cl)
del día viernes 7 de noviembre de 2003 bajo el título de “Corte Suprema remueve al juez
Calvo en el caso Spiniak”, se encuentra en los siguientes párrafos:

“Tejado de vidrio”

El conflicto se remonta a hace aproximadamente tres semanas, cuando Sebastián


Rodríguez, ex dueño de un sauna gay de Providencia, telefoneó al ministro Calvo a su
número particular para advertirle que recordaba haberlo visto en su local y que ese dato
de su vida privada no era compatible, a su juicio, con su rol como investigador de una
supuesta red de pederastas.

10
Santibáñez, C. 11

Según trascendió, Rodríguez le dijo que necesitaba hablar en persona con él y Calvo
le respondió que fuera a verlo a su oficina. El sujeto dejó pasar varios días y el martes se
habría presentado en el despacho del ministro.
El sujeto grabó la conversación con una cámara oculta sin que el juez se enterara,
video que fue difundido por ChileVision. En él se ve al magistrado –quien ya había
reconocido por teléfono tener “tejado de vidrio”- manifestándole a Rodríguez que “esto
se trata de mi vida privada, ¿cómo no voy a estar asustado?, si yo te hice una promesa. A
mí me interesa el delito, no la vida moral de ninguno, porque yo no tengo moral para
juzgar la vida moral de los demás. Por favor, ¿con qué moral puedo juzgar la vida oral de
los demás si mi vida moral es mala?

Esta es una muestra generosa en argumentos, supuesto sociales, movimientos


retóricos, exposición de “razón” cultural. Lo que me interesa, no obstante, se encuentra
en el primer párrafo, en el argumento del señor Rodríguez, que reconstruyo del siguiente
modo:

Argumento:

G: Un juez gay no puede investigar una red pederasta

A: Moral específica. Supuesto social. (Falacia Tu quoque)

D1: El juez Calvo investiga causa de una supuesta red pederasta.

D2: Al juez lo vi en mi sauna gay.

C: Por lo tanto, su rol de investigador de una supuesta red pederasta es incompatible


con su vida privada.

Aun cuando no hay relación entre el dato de la homosexualidad y la red pederasta,


que constituye, en realidad, otro argumento, implícito aquí, pero evidente en su
movimiento cultural de valoración de las conductas sexuales en Chile, el señor Rodríguez
opera con tal lógica factual para concluir su punto de vista. (Probablemente el señor
Rodríguez tenga datos que aquí faltan para relacionar homosexualidad a conducta
pederasta.)
En términos estrictamente argumentativos, no obstante, más importante que la
estructuración de lógica básica del contenido del argumento en el que se despeja el apoyo
como supuesto social, de valoración de conducta sexual arraigada, este argumento
procede con la conocidísima falacia Tu quoque que Aristóteles identifica en Retórica
1398a como una línea de razonamiento –tópico- sesgada23.
Sobre la base de esta falacia, de uso común en las valoraciones entre conducta y
pensamiento, toma cuerpo el argumento, débil, que esgrime el señor Rodríguez, pero
suficiente para que nuestra prestigiosa corte suprema destituya el juez Calvo. De allí,
además, dichos como “Tener tejado de vidrio”, que es la manifestación folclórica al
procedimiento argumentativo arriba expuesto. Aristóteles nos recuerda, quizás
equivocadamente, a propósito de esta línea de razonamiento que24:

Y es que en general el acusador quiere ser mejor que el acusado, de modo que es eso
lo que se debe refutar. Pero es totalmente absurdo que uno eche en cara a otros lo que él
mismo hace o haría o exhorte a hacer lo que él mismo no hace ni haría.

11
Santibáñez, C. 12

5. Palabras finales: a propósito de verosimilitud

Probablemente para despejar correctamente la idea, corroborándola o rechazándola, de


que el tópico actúa como apoyo en nuestras argumentaciones cotidianas, se necesite
muchos ejemplos más y en contextos diferentes. Este es ya un primer punto que cabría
desarrollar bajo un programa de retórica evoluciona.
Un aspecto central relacionado con el par tópico-apoyo, sin embargo, es que en el
caso de que ellos –los tópicos- funcionen como tal –apoyo-, sus manifestaciones ya no
son del todo factuales, en el sentido de que con los “ojos” no se pueden ver (como el
código civil respecto de apoyar una garantía o ley), ni se encuentran todos identificados
estadísticamente en sus usos en contextos, sino que navegan en el lenguaje, y el estatus
de realidad deviene por, entre otros, la actualización de enunciados sentenciosos, por
relaciones causales de implicación, así como demuestra Aristóteles en este último caso
para la definición de entimema.
Con todo, cada uno de los tópicos son tales por el valor de verdad social que poseen,
sujeta a las circunstancias, al momento histórico, a la organización social, a la costumbre
cultural, a la conducta antropológica, tal como define, además, Toulmin a la categoría
Apoyo.
Esta “verdad social”reposa en el carácter de lo preferible en un grupo humano. En
Retórica Aristóteles le denomina verosimilitud a aquello y opera, como el hablante o
discurso retórico, sobre la base de la posibilidad de lo controvertible. Lo preferible, lo
verosímil, funciona como fuente “de lo real” desde donde provienen los argumentos
cotidianos, y sobre los cuales se sigue –sanciona, produce, motiva- el comportamiento
humano.
Si bien en el plano de los argumentos en la retórica clásica, especialmente en
Aristóteles, existe una división entre razonamiento retórico y razonamiento lógico,
entimema y silogismo respectivamente, o mejor, entre razonamiento producido sobre
premisas probables y razonamiento producido sobre premisas verdaderas, en los
discursos sustantivos en que se sanciona la vida cotidiana, y aun científica, la división es
innecesaria, pues, por ejemplo, la mayoría de las premisas científicas que se tienen como
verdaderas por un tiempo son rebatidas y eliminadas al cabo de otro tanto, y muchas
premisas que se consideran sólo probables, verosímiles, gobiernan como verdaderas por
muchos años los hábitos y contenidos argumentales de los hablantes, de cualquier
ciencia, de cualquier disciplina25.
En la perspectiva de un programa de retórica evolucionada, la vinculación entre las
características y funcionamiento de los tópicos, los elementos de análisis de la lógica
factual, el uso de enunciados sentenciosos, el dominio de la verosimilitud en ámbitos
distintos del obrar y el pensar, permitiría, con las descripciones más exactas que aquí sólo
se han esbozado, rescatar una tipología implícita de patrones de argumentos o
razonamientos, ilustrar el uso legítimo o ilegítimo de ciertos patrones de inferencia,
reconocer generales y específicas falacias que operan en el discurso diario, el mismo que
está gobernado por una mezcla de sabiduría popular y académica, tal como ocurre en los
intercambios ilimitados de la comunicación mundana.

12
Santibáñez, C. 13

NOTAS:
1El título en alemán es Topik und Jurisprudenz, 1° edición en 1953 (Munich: Beck); la edición en español es
de 1964 a cargo de Luis Díez-Picaso (Madrid: Taurus) García Amado (1988) nos entrega una introducción
acabada sobre la perspectiva asumida por Viehweg; también en Alexy (1989) y Atienza (1993) hay síntesis
de la perspectiva de su Viehweg.
2 García Amado (1988) comentando lo central de la posición de Viehweg, así como sus alcances, respecto de
las implicancias de una posición retórica y tópica del derecho, señala con certeza impecable lo siguiente:
“Puesto que la decisión jurídica que soluciona casos litigiosos no se sigue como mera deducción a partir de
ningún tipo de sistema axiomático, ya que ante cada concreto problema predomina, frente a cualquier posible
sistema legal, la aporía fundamental de qué sea lo justo aquí y ahora, y puesto que el contenido semántico de
los textos legales no está fijado de antemano y de una vez por todas, ni son los conceptos jurídicos en ellos
contenidos entidades con sustancia propia, la clave para la racionalidad de la decisión no habrá de buscarse
simplemente en la conclusión que pone fin al razonamiento, sino en el propio proceso razonador; y ya que las
premisas de este razonamiento no vienen dadas como perfectamente seguras por ningún sistema previo, su
conveniencia será mostrada por su expresa fundamentación argumentativa en el proceso que conduce a la
decisión. Tanto como los contenidos, cuenta para la racionalidad de la decisión final la índole del mecanismo
argumentativo y procedimental que lleva a ella y la fundamenta. Cuando es precisamente el contenido de la
decisión lo que es objeto de disputa, el respaldo máximo que aquélla puede pretender radica en la aceptación
por los litigantes o por el medio general, sentado que no existe una fuente que imponga por sí sola contenidos
para la decisión. Y la única manera de que tal reconocimiento pueda tener lugar de modo que pueda llamarse
racional es arbitrando un procedimiento argumentativo en el que las partes expresen con libertad argumentos
y contraargumentos. Distingue Viehweg entre argumentación primaria y secundaria. La secundaria consistiría
en la pura inferencia lógica de la decisión, una vez que se han sentado todas las premisas necesarias. De esta
argumentación se ocupa la lógica. Pero previamente acontece la argumentación primaria, que constituye el
ámbito en que esas premisas han de quedar fijadas. Este ya no sería campo de la lógica, sino de una teoría
retórica evolucionada. La retórica sería competente para constituirse en teoría de la argumentación jurídica,
por cuanto que esta argumentación transcurre en la forma de un diálogo, de un intercambio comunicativo, y
la retórica, según Viehweg, se pregunta precisamente por lo que ha de ser el recíproco comportamiento
correcto de los dialogantes. Opina que con los planteamientos de la retórica es posible dar cuenta de cuáles
son las reglas que los partícipes en la argumentación han de respetar para que su diálogo y los resultados de él
dimanantes puedan considerarse verdaderamente fundamentados y ser objeto de reconocimiento, es decir,
para que la argumentación y sus resultados sean racionales. Existirían ciertos postulados de toda discusión
racional, entre los que destacan determinadas obligaciones comunicativas que los dialogantes han de asumir,
de modo que no cabe de hablar de una fundamentación suficiente cuando no se respetan esos principios
argumentativos” (322-24)
3La idea o concepto de “racionalidad mundana” fue utilizado por Melvin Pollner en la década de 1980 en los
ambientes de la academia americana vinculados a la etnometodología de Goffman, a la sociología cotidiana
de Sacks, a la metodología de análisis de la conversación de Cicourel. Ver para estos temas, Cicourel (1973),
Goffman (1981), Pollner (1987), Sacks (1992), entre otros.
4 La frase “entendimiento razonable” nace de las lecturas al propio Toulmin quien durante mucho tiempo, a
través de sus publicaciones, ha ido ilustrando la manera en que, en primero lugar, la idea de racionalidad
matemática se impuso en la ciencia y luego en las relaciones cotidianas, y cómo, en segundo lugar, es
necesario reemplazarla por la comprensión social de lo racional; para el caso, distingue entonces entre
racionalidad, relacionada con procedimientos axiomáticos de argumentación, y racionabilidad, relacionada
con procedimientos sustantivos de argumentación, esto es, si se prefiere, entre lo que se concibe como
“verdad inmutable” y “sentido aceptable”. De sus textos, en español encontramos sus dos últimos libros,
Cosmópolis y Regreso a la razón, pero su propuesta la encontramos en texto como The Return to Cosmology.
Postmodern Science and the Theology of Nature, y, definitivamente, su The uses of argument es una
discusión con alcances filosóficos, epistemológicos y metodológicos que testifica los comienzos de una vida
académica consagrada a derribar los mitos en torno a la racionalidad a secas.
5Señala al respecto Aristóteles en Retórica 1358a: “... digo que los razonamientos dialécticos y retóricos son
aquellos acerca de los cuales expresamos las líneas de argumentación (y éstas son las que se refieren en
común a cuestiones relacionadas con la justicia, con la naturaleza, con la política y con muchas otras que se
diferencian en especie, como por ejemplo la línea de argumentación de lo más y lo menos...)” En la edición
de Alberto Bernabé que he consultado, éste después de la primera vez que Aristóteles usa la frase “líneas de

13
Santibáñez, C. 14

razonamiento” en este trozo, coloca una nota pie de página que dice lo siguiente: “Traduzco “líneas de
argumentación” la palabra griega topoi, ya que en español “tópico” y “lugares comunes” –como se suelen
traducir- tienen un sentido peyorativo que el griego no posee”
6 Para estudios generales sobre retórica, sus periodos y principales exponentes, ver, entre muchos, Albadalejo
(1989), Alburquerque (1995), Azaustre & Casas (1997), Conley (1994), Kennedy (1980), Murphy (1988)
Para las fuentes originales, consultar la escuela sofista (Protágoras, Gorgias, Isócrates), las réplicas de Platón
en su El sofista o Fedro, la sistematización de Aristóteles en Retórica o en Ética a Nicómaco, la escuela
latina con El orador o Los oficios de Cicerón, y los trabajos de Antonio de Nebrija o Alfonso García
Matamoros en el acápite peninsular.
7No es el interés aquí detallar, con sus definiciones respectivas y ejemplos que los aclaren, todos los tópicos
que la retórica clásica distingue; por ahora interesa el esqueleto de la propuesta. Remito a Albadalejo, y a
Azaustre & Casas para el efecto. Para el caso en que interese ver cómo podrían funcionar éstos en “las partes
del arte” (inventio, dispositio, elocutio, memoria y pronuntiatio) o cómo aparecen en “las partes de la
oración” (exordio, narración, división, confirmación, confutación y conclusión), ver Alburquerque.
8 Atienza (1993) que trabaja en torno a la argumentación jurídica y discute la posición de Viehweg, señala lo
siguiente respecto del razonamiento legal, tópico, ejemplo (antecedente) e imperfección del sistema jurídico:
“...el proceso de razonamiento jurídico obedece a un esquema básico que es el del razonamiento mediante
ejemplos. Se trata de un razonamiento de caso a caso, de lo particular a lo particular, que Levi describe así en
sus primeras páginas: "Es un proceso que consta de tres pasos, caracterizados por la doctrina del precedente,
en el curso del cual una proposición descriptiva del primer caso es convertida en una regla de derecho y
aplicada luego a otra situación similar. Los pasos son los siguientes: primero se descubren semejanzas entre
los casos; luego la regla de derecho implícita en el primero se hace expresa; por último, se la aplica al
segundo. Se trata de un método de razonamiento necesario para el derecho, pero que posee características que
en otras circunstancias podrían ser consideradas como imperfecciones". Dichas características consisten en
que no se parte de reglas fijas, sino de reglas que cambian de un caso a otro y son reformuladas en cada uno
de ellos; las categorías usadas en el proceso jurídico tienen que permanecer ambiguas para permitir el ingreso
de nuevas ideas; ello puede parecer una imperfección, pero permite que las ideas de la comunidad y de las
ciencias sociales, correctas o no, a medida que ganan aceptación en aquella, controlan las decisiones". (50-1)
9 Para una discusión detallada de la posición de Viehweg, ver García Amado, 1988.
10 Ver mi texto Teorías de la argumentación. Ejemplos y análisis, 2002.
11 Aquí vale exponer lo que nos enseña Juan Rivano (1998) respecto del sentido primordial de la retórica
como juego de probabilidad: “La probabilidad suministra el material con que el retórico construye sus
entimemas y de donde extrae sus ejemplos. No hay retórica de lo incontrovertible. Cierto, la retórica ama
expresiones como "incontrovertible"; pero, las aplica precisamente a lo controvertible... El dominio de lo
probable es siempre en mayor o menor medida el dominio de lo debatible. A un ejemplo, un contraejemplo; a
un entimema un contraentimema. De allí el otro elemento a que el retórico recurre para persuadir: el
lenguaje... Si (como retóricos) empleamos figuras para ayudarnos, nos sirven aquí las que representan el
lenguaje como medio de comunicación, como vehículo de un mensaje, como atavío del pensamiento o
receptáculo del significado. (47)
12 La distinción entre persuasión y convicción no importa aquí, por ahora. Si se quiere ver algunos
comentarios sobre la misma, ver, entre otros, van Eemeren & Grootendorst (2002), Marafioti (1998), Rivano
(1999), Plantin (2001)
13Para la distinción entre estas dos posibles definiciones de argumento, ver Toulmin, Rieke & Janik, 1979:
13-20.
14 Otra posición en la teoría de la argumentación que utiliza el tópico como fondo de la propuesta, y que
entrega sólidos alcances sobre los mismos, es la de Anscombre y Ducrot (1994), quienes, de hecho,
denominan su posición como retórica integrada o, directamente, teoría de los topoi. En ésta los autores
sostienen que los tópicos poseen tres propiedades: la universalidad, la generalidad y la gradualidad. Respecto
de la primera, se sostiene que el topos es presentado como aceptado por una comunidad lingüística más o
menos vasta; en tanto general, el topos, en el marco de una disputa argumental, es presentado como válido no
sólo en la situación a la que se lo aplica, sino en una infinidad de situaciones análogas (similar a la noción de
ejemplo en la tópica jurídica); y por gradualidad, se le atribuye a los topos, el hecho de que relacionan dos

14
Santibáñez, C. 15

predicados graduales, en el sentido de escalas argumentativas, vía conectores. Para más detalles, ver
Anscombre & Ducrot (1994), García Negroni (1998), Santibáñez (2002)
15 La noción de “ámbito conceptual” es usada en muchos campos de investigación de la lingüística. En la
relación tópico-argumentación la encuentro en Marafioti (1998) quien comenta: “Denominados también topoi
o topos, constituyen la parte que dentro de la retórica clásica proporciona "ámbitos conceptuales" que pueden
abarcar diversos conocimientos y servir al orador como fuente de premisas para ser utilizadas. Aristóteles
distinguía entre lugares comunes, que no dependen de ninguna ciencia, y lugares específicos propios de un
ámbito restringido del saber o de un género oratorio particular. La agrupación de lugares según afinidades de
distinto tipo recibe el nombre de tópica”. (50) Donde vemos que el tópico es fuente, recurso, caldo de
premisas, es decir, una parte del argumento. También vale la aclaración de tópica. Por lo pronto, observo
confusión cuando Marafioti luego señala: “El carácter institucional de la argumentación está dado por el
reconocimiento por parte del interlocutor de la fuerza ilocutoria y por el reconocimiento de mecanismos que
hacen posible la argumentación denominados desde la retórica aristotélica como topoi”... (54), dado que si
los tópicos son parte de los argumentos, no depende todo de ellos que ocurra la argumentación o el
argumento.
16 Un estudio completo sobre paradoja y contradicción lo ofrece Romo, 1995.
17 Aristóteles trata la sentencia, ejemplificando con dichos y proverbios (1393a-1395b), como una parte del
entimema, y el entimema se construye con las líneas de razonamiento sobre lo verosímil, o sea, con los
tópicos en tanto creencia generalizada. El Estagirita en Retórica en 1394a al comienzo del capítulo XXI del
Libro II señala: “En cuanto al empleo de sentencia, en cuanto hayamos dicho qué es una sentencia podría
resultar más claro a propósito de qué asuntos, cuándo y ante quiénes es apropiado recurrir a ellas en los
discursos. Efectivamente, la sentencia es un enunciado, pero no referido a lo específico (por ejemplo cómo es
Ifícrates), sino a lo general, y no a propósito de cualquier cosa, como por ejemplo que lo recto es lo contrario
de lo curvo, sino a propósito de aquellas en las que intervienen conductas y pueden elegirse o evitarse en la
práctica. En consecuencia, como los entimemas son una especie de razonamiento sobre este tipo de asuntos,
las conclusiones y los principios de los entimemas, considerados aparte del propio razonamiento, son
sentencias...” Para una recopilación de los dichos chilenos, ver Juan Rivano, 2002; para el caso
angloamericano, ver Stevenson, 1948.
18 Me sirvo, en general, del texto de Juan Rivano ya citado para extraer dichos y refranes populares chilenos.
19 Respecto de dichos y la sabiduría popular que proyectan, la flexibilidad de uso en contextos, las
orientaciones para la conducta, el placer intelectual que provocan, y la competencia entre proverbios
antagónicos, véanse los siguientes comentarios de Juan Rivano (1998): “Los sicilianos (y de Sicilia era aquel
famoso Empédocles) dicen: "los viejos son buenos maridos"; pero dicen también "los asnos y los maridos se
compran jóvenes". Dicen "generoso es quien da lo que no tiene”; pero dicen también "quien no tiene no da".
Dicen "la nada es nada"; pero dicen también "cien nadas matan al asno". Dicen "ninguna alianza con el
vecino"; y "los vecinos son medio parientes"; dicen "pan que no hace uno no aprovecha; y dicen también
"pan no sudado, dulce y azucarado"... De modo que hay que andarse con cuidado al emplear máximas,
porque el adversario puede devolver el golpe con la máxima opuesta. Y a veces no cuesta inventarse esta
última si no existe”. (61)
20 Como anotan los propios Goodwin y Wenzel, otras formas en que los proverbios actúan como signo de un
argumento son: los Casos paralelos, como “De tal palo tal astilla”, que actualiza el tópico “dos cosas
esencialmente similares deben ser tratadas como iguales”; la Analogía, en que dos cosas son tomadas en
relación de proporción geométrica (a propósito del carácter metafórico de los mismos dichos o proverbios),
como en “Fish see the bait, but not the Hook; men see the profit, but not the peril” (algo como: “El pez ve el
anzuelo, pero no el gancho; el hombre ve la ganancia, pero no el riesgo”), que aplica, si es el caso, a conducta
moral o comportamiento práctico.
21Otra propuesta metodológica para ver el funcionamiento de tópicos, es la de Emilio Rivano (1999), quien
analiza los tópicos como pares o ejes de relación por causalidad: “...Por ejemplo el tópico MISERIA
SIMPATÍA, nombra el proceso común de despertar a un cuadro de miseria un sentimiento de simpatía en
quien percibe el cuadro. El cuadro nos conduce a la simpatía”. (44)
22El modelo de Toulmin tiene seis categorías o rotulados lingüísticos para describir un argumento: Apoyo,
Garantía, Dato, Conclusión, Condición de refutación o Excepción y Cualificador modal o atenuante; algunos
de estos, obviamente, con función similar a las categorías aristotélicas. Las categorías son casilleros

15
Santibáñez, C. 16

funcionales dentro de un andamiaje. El andamiaje transparenta argumentaciones. El modelo representa el


andamiaje teóricamente, esto es, expone la relación de los rotulados lingüísticos de un argumento en un
discurso. Los elementos constitutivos de una argumentación se recuperan de la manifestación argumental. De
este modo, en los esquemas tenemos que la categoría Garantía es un principio general, una premisa mayor,
norma tácita, supuesto o enunciado general, de naturaleza formal, que permite el paso de los datos a las
conclusiones; que el Apoyo es el cuerpo de contenidos desde donde emanan las garantías, el cual nos remite
al mundo sustancial en el que encontramos investigaciones, textos, códigos, supuestos sociales que nos
permiten afirmar una garantía; los Datos son los hechos, de orden empírico, que remiten también a lo externo
y permiten la emergencia de una pretensión o conclusión; la Conclusión es una pretensión, demanda o
alegato, que busca, entre otro de sus posibles propósitos, posicionar una acción, una perspectiva; el
Cualificador modal es una construcción lingüística que permite atenuar una pretensión; y la Condición de
refutación es alguna excepción que la conclusión admite y que es apuntada por el hablante como parte de su
habilidad argumental en particular, o como parte de su habilidad comunicativa en general. En los modelos de
importancia fundamental son las categorías de apoyo y dato, las que nos remiten al mundo de los hechos (de
allí lo de lógica factual.) Se encuentran explicaciones del modelo, entre muchos, en Marafioti (1998), Plantin
(2001), Rivano (1999), Santibáñez (2002) Los textos obligados para el caso son Toulmin (1958) y Toulmin,
Rieke & Janik (1979)
23Una definición corriente de falacia Tu quoque es la que señala que ésta es una inconsistencia entre lo que
dice y hace un hablante. Para un tratamiento sistemático de las falacias desde un punto de vista pragma-
dialéctico, ver van Eemeren & Grootendorst (2002)
24Digo “equivocadamente”, puesto que no siempre el uso del movimiento -o falacia- tu quoque es sesgado, a
veces es absolutamente legítimo su aplicación, lo cual, claro está, contraviene su definición como falacia.
Para esta discusión ver Govier, 1981.
25 La idea de que la ciencia no está ligada a lo probable, a lo verosímil, a las urgencias humanas, es un
prejuicio evidente. Por lo demás, la pretensión de un conocimiento sin prejuicios no es sino un prejuicio más,
tales prejuicios son condiciones de comprensión.

16
Santibáñez, C. 17

Obras citadas

Albadalejo, T. Retórica. Madrid: Editorial Síntesis, 1989.


Alburquerque, L. El arte de hablar en público. Seis retóricas famosas. Madrid: Visor Libros,
1995.
Alexy, R. Teoría de argumentación jurídica. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1989.
Anscombre, J-C. & Ducrot, O. La argumentación en la lengua. Madrid: Editorial Gredos, 1994.
Aristóteles, Retórica. (Edición de Bernabé, Alberto. 2001. Madrid: Alianza Editorial.)
----------, Ética a Nicómaco. (Edición de Calvo, José Luis. 2002. Madrid: Alianza Editorial.)
Atienza, M. Las razones del derecho. Teorías de la argumentación jurídica. Madrid: Centro de
Estudios Constitucionales, 1993.
Azaustre, A., & Casas, J. Manual de retórica española. Barcelona: Editorial Ariel, 1997.
Blair, J. & Johnson, R. (eds.) Informal logic: The first international symposium. Inverness:
Edgepress.
Burke, K. A Grammar of Motives. New York: Prentice-Hall, Inc., 1945.
----------. A Rhetoric of Motives. Berkeley: University of California Press, 1969.
Cicerón, El orador. (Edición de Antonio Tovar y Aurelio Bujaldón. 1967. Barcelona: Editorial
Alma Mater.)
----------, Los oficios. Madrid: Editorial Espasa Calpe, S. A., 2001.
Cicourel, A. Cognitive Sociology: Language and meaning in social interaction. Harmondsworth:
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