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Cuando los despidos se convierten en política laboral

Desde su misma asunción, el gobierno Nacional demostró cuál iba a ser su


política de cara a los trabajadores: despidos y baja de salarios en el Estado,
como forma de disciplinamiento social y regulación del mercado de trabajo.
Con más de 20000 estatales despedidos en sus dos años de gestión y
paritarias a la baja por tercer año consecutivo, el gobierno de Mauricio Macri
logró bajar las expectativas en el mercado laboral, bajando los salarios también
en el sector privado, debido a la gran demanda de trabajo y el aumento del
número de desocupados. Este año, arranca con despidos en Enacom, SRT,
Energía, Ambiente, Defensa y Agricultura.
En la Ciudad de Buenos Aires, y luego de que en 2007 el mismo Macri – por
entonces Jefe de Gobierno- hubiera implementado una reducción de la planta
estatal en proporciones similares en el GCBA; Larreta se esfuerza para
demostrar ser un buen alumno y refuerza la receta. Así, despide trabajadores
en Canal Ciudad, Villa 31 y en el Centro Cultural Recoleta, llegando incluso a
avasallar los fueros gremiales de los delegados.
Esta política laboral, centrada en la reducción de la planta laboral del Estado
para bajar los costos laborales de todo el sistema tiene, a su vez, otra cara: la
reducción de las políticas públicas. Así, debilitan los organismos que controlan
a los prestadores de servicios en momentos de una brutal suba de tarifas; a los
que deben supervisar a las ART en momentos de retroceso de derechos
laborales; a los que entran a los barrios y están en contacto directo con los
sectores más vulnerables justo cuando aumenta la desocupación y la pobreza;
y un largo etcétera.
Se trata, a fin de cuentas, de reducir el Estado para favorecer el negocio de los
privados que son, en general, familiares, amigos y compañeros de colegio de
los funcionarios.

Inflación alta, salarios bajos


Mauricio Macri nunca pasó hambre, ni tuvo frío, ni siquiera se quedó sin celular;
nunca tuvo que caminar siquiera 20 cuadras para no ahorrarse el subte; eso lo
sabemos todos. Tampoco tuvo que pedir un apunte prestado, ni sacar
fotocopias en vez de comprarle a Antonia el libro que le pedían en la escuela;
eso es obvio. Para él, como para la mayoría de los integrantes de su gabinete,
la idea de vivir de un salario mensual es una idea completamente extraña,
puesto que sus ingresos provienen de la maximización de ganancias de una
empresa o, directamente, del acierto para multiplicar dividendos del mercado
financiero. Ellos viven de ganancias, no de salarios. Por eso pueden, con toda
soltura, decir que hay que ajustar los salarios en nuestro país, porque el costo
laboral es muy alto.
Así, para el Presidente y su gabinete, no es un problema de decir que el techo
paritario debe ser del 15% porque esas son sus expectativas inflacionarias para
este año. No importa que ese objetivo resulte inalcanzable incluso para sus
propias mediciones. Es importante imponer este techo a los estales por varios
motivos, pero el principal es que el salario de los estatales funciona como
medida para el resto del sistema laboral: nadie en el sector privado puede
pagar salarios por debajo del salario estatal en una misma función. En
contrapartida, si se baja el salario de los estatales, por inercia, terminan
bajando los salarios de todo el mercado laboral.
Los trabajadores, que vivimos de nuestro salario y no de multiplicar ganancias,
no podemos absorber la inflación y ganar menos. Porque nuestro salario va, en
términos generales, directo al consumo. Con el salario pagamos las tarifas,
viajamos, comemos, y nos vestimos. Si cobramos menos, hay menos
consumo; si hay menos consumo hay menos producción y por ende, más
despidos. Por eso no podemos aceptar un aumento del 15%, porque implica
seguir perdiendo con la inflación. Mucho menos podemos aceptar lo que hace
Larreta que, queriendo sostener su mote de alumno favorito del presidente,
cierra un aumento salarial de apenas el 12% para los trabajadores del GCBA.
Para esto, necesitó de dos pasos: por un lado, desconocer los fallos judiciales
que lo obligan a convocar a ATE a la mesa paritaria y, por el otro, los servicios
siempre fieles de los gremios cómplices que aceptan un “aumento” que está
muy por debajo la inflación.
Por eso vamos a seguir saliendo a la calle, para exigirle a los Gobiernos
Nacional y de la Ciudad, salarios dignos que nos permitan hacerle frente a los
aumentos constantes que ellos mismos impulsan, por ejemplo, con los
aumentos de los servicios públicos.

Tarifas: hay que elegir entre comer o bañarse con agua caliente. No
alcanza para todo
Desde hace tiempo, el valor de los servicios públicos en Argentina no era un
tema de preocupación para los trabajadores. Si bien es cierto que los medios
de comunicación llevan tiempo hablando del tema, no lograban instalarlo por
una cuestión simple: a principios de mes, uno cobraba su sueldo, pagaba las
tarifas, separaba la plata para el subte/tren/colectivo, iba al super, hacía las
compras, y le quedaba para escaparse algún fin de semana a algún lado o
comprarse una linda pilcha.
Desde que asumió Macri, en cambio, esto se volvió parte de la agenda. ¿Por
qué? Simple, porque las mismas empresas que antes presionaban desde los
medios, ahora son parte de la coalición que gobierna. Por eso, te dicen que los
aumentos son consecuencia de los años de subsidio y tarifas congeladas. Esto
es mentira ¿Por qué? Porque no es cierto que las tarifas no se hayan movido
en los últimos años, lo que no se movía era el valor de las facturas que vos
pagabas, porque el Estado subsidiaba el consumo. Además, tampoco es cierto
que se hayan acabado los subsidios, se mantienen. Lo que sucede es que
antes, el Estado te subisidaba a vos directamente sobre lo que vos cosumías.
Dicho fácil: la empresa facturaba tu consumo y el Estado se hacía cargo de un
porcentaje de esa factura. Ahora, los subisidios se mantienen, solo que como
ellos están de los dos lados del mostrador, el Estado subisidia directamente a
la empresa, aumentando sus ganancias al mismo tiempo que la empresa te
aumenta el precio del servicio ¿Se entiende? Ellos ganan por todos lados,
porque la plata de los subisidios sigue saliendo de tus impuestos.
Tampoco es cierto que la única forma de mantener a raya los valores de los
servicios sea mediante deuda externa. Durante años el país subisidió el
consumo sin tomar deuda. Desde que asumió, el gobierno eliminó los
subisidios al consumo, pero igual tomó mas de 100 mil millones de dólares de
deuda.
A fin de cuentas siempre se trata de lo mismo, que los sectores más
acomodados de la economía se enriquezcan mientras vos pagás la fiesta. Ellos
aumentan las tarifas de los servicios, el costo del transporte público, los precios
de los alimentos, y el valor del dólar de formas siderales. Mientras tanto, a
nosotros nos despiden, hacen que nuestro salario pierda sistemáticamente con
la inflación y nos dicen que el país está en crisis porque nosotros prendíamos
el aire acondicionado o nos bañábamos mucho.
Mientras ellos se llevan la plata al exterior, a nosotros nos dicen que en la vida
hay que elegir: si queremos llegar a fin de mes, o nos duchamos con agua
caliente o miramos la tele, porque las dos cosas no se puede.

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