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2019

La responsabilidad
moral en diálogo con
la seguridad jurídica
SOBRE LA DESPENALIZACIÓN DE LA EUTANASIA
ELENA GÓMEZ HERNÁNDEZ, POLÍTICAS PÚBLICAS
En primer lugar, ha de aclararse el concepto mismo de eutanasia, pues se experimenta una
tendencia a atribuirle ciertos atributos o características propios de otras prácticas, con la
finalidad quizás en ocasiones de reconducir ideológicamente el discurso hacia intereses
podríamos decir más egoístas. Y se descuida, como digo, la que podríamos considerar sería la
definición más precisa del término. Así, en primer lugar, cabría plantear una serie de distinciones
técnicas referidas a los mismos conceptos de eutanasia, suicidio asistido y auxilio al suicidio. El
doctor Pablo Simón Lorda define de este modo, la eutanasia como aquellas actuaciones que, de
manera directa y a petición expresa y reiterada del paciente, producen la muerte del mismo,
padeciendo este una enfermedad incurable que le provoca un sufrimiento inaceptable. Este tipo
de prácticas han de ser llevadas a cabo siempre por personal sanitario que se encuentre en
estrecha relación clínica con el paciente. Se distinguiría del caso del suicidio médicamente
asistido en tanto que, en este caso, la actuación del profesional se limitaría a proporcionar al
paciente los medios imprescindibles para que él mismo se produzca la muerte. El resto de
condiciones se corresponden aquí con las citadas en el caso de la eutanasia (enfermedad
incurable, a petición expresa y reiterada, etc.). Por último, se hablaría de auxilio o cooperación
al suicidio como la realización de actos que son necesarios para que una persona pueda llevar a
cabo un suicidio, que no siempre y necesariamente tienen que realizarse en un contexto médico
(Simon, 2008).

En definitiva, de lo que se está hablando aquí, y esta es la conceptualización que mayor calado
ha encontrado en esta nuestra sociedad española, es la del derecho a una muerte digna. De este
modo, se está tratando tanto de valores y responsabilidades morales, en estrecha relación con
el campo de la bioética y la deontológica médica en nuestro caso, como de derechos jurídicos.
Nosotros vamos a poner el acento en este último punto puesto que es el que se ciñe al tema
que nos ocupa, pero hay que tener muy claro que no podemos entender qué es esto de la
seguridad o desprotección jurídica, desligándonos por completo de todo ese bagaje moral que
arrastra la discusión en torno a la eutanasia. Ya que, si bien vamos a resaltar también el estatus
vulnerable de desprotección frente al ordenamiento jurídico que padecen aquellas personas
que asisten el suicidio de otra persona, en definitiva, de lo que se está tratando aquí es del
derecho a decidir sobre la propia muerte, de dignidad y derechos humanos. En definitiva, de
libertad y autonomía moral para decidir.

Hechas estas aclaraciones, la primera cuestión que nos ocupa es el cómo la eutanasia se tornó
un problema de carácter público, evolucionando hasta el punto de requerir su entrada en la
agenda política. Para ello, me valdré de dos casos icónicos acontecidos aquí en España, los cuales
se mediatizaron y problematizaron de manera compleja. El primero de ellos, que tan solo vamos
a mencionar para poder entender la evolución del asunto hasta el actual estadio en que se haya,
es el caso del gallego Ramón Sampedro. Este, exmarino que quedó tetrapléjico a la edad de
veinticinco años a causa de un accidente en el mar, hubo de permanecer postrado en una cama
al cuidado de sus familiares por más de veinte años, a pesar de haber expresado en reiteradas
ocasiones su deseo de acabar con ese sufrimiento. Tras una ardua lucha judicial para conseguir
que se le aplicase legalmente la eutanasia, fallece por envenenamiento de cianuro potásico,
sustancia que le suministra su amiga Ramona. Ramón Sampedro fue el primer ciudadano
español en solicitar el suicidio asistido en nuestro país, argumentando que cada individuo debía
tener derecho a disponer de su propia vida y, por lo tanto, a morir dignamente si lo requería,
petición que le fue denegada por considerarse la asistencia al suicidio una práctica ilegal. Ahora,
más de veinte años después, nos encontramos con la reapertura de este debate, podríamos
decir ciertamente olvidado para el conjunto de la sociedad, con el reciente caso de María José.

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María José a sus sesenta y un años, enferma terminal de esclerosis múltiple desde hace casi
treinta años, recibe la ayuda de su marido, Ángel Hernández, para poder practicarse el suicidio.
Ésta había expresado de manera clara y reiterada el deseo de acabar con su vida, llegando
incluso a intentarlo por sí misma cuando aún gozaba de ciertas capacidades físicas y autonomía.
Resulta paradójico que fuera su marido, quien en esa situación tomo la determinación de
intervenir para evitarlo. En cualquier caso, Ángel ha sido detenido el pasado miércoles 3 de abril
por haber suministrado a su mujer pentobarbital sódico, con la intención de ayudarla a acabar
con su vida, ya que su avanzado estadio de la enfermedad le imposibilitaba realizarlo por sí
misma. La sustancia en cuestión se ingiere por vía oral y tarda aproximadamente unos treinta
minutos en hacer efecto. El mismo jueves, a última hora, Ángel es puesto en libertad sin medidas
cautelares por la jueza encargada del caso, tras comparecer por un delito de cooperación al
suicidio (Fernández, 2019). La detención de Ángel se sostiene sobre el Artículo 143 del Código
Penal, en el cual se recoge en el segundo punto que “se impondrá la pena de prisión de dos a
cinco años al que coopere con actos necesarios al suicidio de una persona”, así como en el tercer
punto se afirma lo siguiente: “será castigado con la pena de prisión de seis a diez años si la
cooperación llegara hasta el punto de ejecutar la muerte” (Ley Orgánica 10/1995, de 23 de
noviembre, del Código Penal). Así, en el caso de Ángel se estima la aplicación de estos dos
puntos, pero teniendo en cuenta una rebaja de la pena, fruto de la petición expresa y reiterada
de la víctima de querer acabar con su vida como consecuencia del padecimiento de una
enfermedad degenerativa grave. Otro antecedente reseñable sería la condena que la Audiencia
Provincial de Zaragoza impone a Ignacio Sánchez Olaso por asistir a su madre en el suicidio, esto
es, dos años de cárcel. Todos ellos han resultado ser casos muy mediatizados, a los que la prensa
les ha otorgado una amplia cobertura que ha permitido la entrada del conflicto en los comedores
de todas las casas. Con respecto al caso de María José y Ángel, ambos toman la determinación
de grabar el suceso con la finalidad de materializar audiovisualmente esa lucha y su consiguiente
inevitable resolución.

Con esta reflexión nos situamos ya en lo que competería a la agenda de los medios de
comunicación, que en nuestro caso tiene una especial relevancia, ya que ha sido uno de los
principales medios que han contribuido a la difusión del problema, ejerciendo una
importantísima influencia sobre el factor emocional. Así, se nos han presentado a lo largo del
tiempo una serie de testimonios públicos claramente relevantes: la denuncia de una muerte
clandestina y anticipada por parte de José Antonio Arrabal, en 2017; la reivindicación de Carlos
Martínez -enfermo de ELA- de su deseo de morir, el pasado año en el programa de investigación
Salvados; la publicación de sus motivos para quitarse la vida en su propio blog, en el caso de
Antonio Aramayona, caso que también protagonizó un reportaje de Sistiaga; y múltiples
entrevistados por el periódico el País, como el enfermo terminal de cáncer de pulmón José Luis
Sagüés o el enfermo de ELA Pedro Martínez, al que se le negó una sedación paliativa, que
también han contribuido con su valor a la movilización y concienciación social (página web oficial
DMD).

Todos estos casos han contribuido pues, a lo largo del tiempo, a una clara reapertura del debate
en torno a la práctica de la eutanasia (Böesser, 2019), reclamándose públicamente una
regulación urgente de la cuestión por tratarse de un tema que afecta a la sociedad en su
totalidad. Así, el problema transitó desde la agenda pública a la agenda política, convirtiéndose
en un asunto de prioridad que debía ser tratado a conciencia por parte de los poderes públicos.
Concretamente, a mediados del pasado año 2018 se inició la tramitación de la primera ley de
eutanasia en España en el Parlamento, contando con el respaldo de casi todos los partidos
políticos, con excepción del Partido Popular. La propuesta fue impulsada por el Partido

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Socialista, pero el proceso legislativo se ha detenido como consecuencia del anticipo electoral.
Lo que tenemos por lo tanto es una ley bloqueada desde hace diez meses, a pesar de su
aprobación por mayoría parlamentaria (Ciudadanos, Unidos Podemos y grupos nacionalistas).
El Partido Popular, aprovechando su mayoría en el Congreso junto a Ciudadanos, presentó el
pasado octubre una enmienda a la totalidad de la ley con la intención de introducir la posición
abolicionista respecto de la eutanasia en el debate (Díez, 2019). Estas enmiendas a la totalidad
de la ley del PSOE son rechazadas el 25 de octubre. Pero es importante señalar aquí, que antes
de todo este proceso, ya se impulsaron numerosos proyectos (no de ley) que demandaban una
regulación de la cuestión en los años precedentes: en 2015 se lanzaron los proyectos no de ley
de Euskadi por el PSE, de Cantabria por Podemos, de Asturias por IU y de la Comunitat
Valenciana por Podemos, así como se aprobó en la Asamblea de Extremadura una propuesta de
este último partido por la libre disposición de la propia vida; en 2016 podemos destacar la
aprobación de otra resolución por el Pleno del Parlamento de Navarra; en 2017 se aprueba el
envío del proyecto de ley con respecto a la despenalización de la eutanasia del Parlament de
Catalunya, con el apoyo de todos los grupos menos Ciudadanos y PP; y, finalmente, en 2018 nos
habríamos encontrado con a aprobación de la admisión a trámite de esa ley del parlamento
catalán, como la del PSOE. A estas, habrían de sumarse múltiples propuestas aprobadas por
municipios en los últimos años (página web oficial de DMD).

En cuanto a los actores que intervienen y explicarían la entrada del problema en la agenda
pública y en la posterior agenda gubernamental, nos centramos aquí en la actuación de la
Asociación Federal Derecho a Morir Dignamente, que, fundada en 1984 y con casi siete mil
asociados, se encarga desde entonces de “impulsar valores de libertad como el derecho a decidir
sobre el final de la propia vida”, ya que consideran “la buena muerte también es un derecho”
(página web oficial de DMD). Su labor ha resultado clave ya que fomentan la creación de otros
nuevos grupos locales para la difusión de estas ideas y valores, y ejercen una presión social muy
importante a la hora de perseguir un impacto político. A día de hoy, también se han movilizado
y son quienes han publicado la carta redactada por Ángel, en la cual éste expresa todo el costo
y las dificultades engendradas por la difícil situación de su mujer y por su sufrimiento, y apela a
la comprensión por parte tanto de los negacionistas como de los diferentes grupos políticos.

El problema de la despenalización de la eutanasia y el suicidio asistido entiendo se enmarcaría


en la agenda política institucional, ya que se trata de un problema que podríamos decir forma
parte de la competencia exclusiva del gobierno, puesto que tan solo éste tiene la potestad para
poner en marcha una modificación del código penal. De todos modos, también es de gran
relevancia aquí la cuestión ética que ataña al código de deontología médica, de manera que
quizás no podríamos alegar que el gobierno debiera específicamente encargarse de todas las
competencias, aunque sí fuese necesaria una respuesta por su parte. En cuanto a los escenarios
de entrada a la agenda política del problema que nos ocupa, concluiríamos que serían aquellos
por iniciativa externa, esto es, que a través de una intensa movilización social el problema ha
logrado acceder a la agenda gubernamental y no al contrario. Entre estos se encontrarían las
declaraciones públicas de todas las víctimas citadas, la acogida de estas por parte de diversos
medios de comunicación como periódicos, prensa digital y televisión (documentales, programas
especializados, etc.), así como los grupos de apoyo y asociaciones formadas con la intención de
focalizar sus objetivos en la resolución del conflicto. Y, finalmente, con respecto a la cuestión de
las distintas corrientes de políticas que se articulan a lo largo del proceso, todas ellas autónomas
e independientes entre sí, cabría destacar: en primer lugar, todo el proceso de definición del
problema a raíz de su problematización por parte de las víctimas y de los grupos organizados
que apoyan la despenalización de la eutanasia como solución a ese problema y presionan a los

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poderes públicos para que consideren seriamente la cuestión (corriente de los problemas); en
segundo lugar, resaltaríamos la actuación de todos los emprendedores políticos que han
presentado propuestas, programas y proyectos de ley, que han pretendido con su difusión la
solución del problema (corriente de las soluciones), de los que ya se ha hablado anteriormente;
y en tercer y último lugar, deberíamos enfatizar los hechos que se refieren a la clara inclinación
favorable de la opinión pública hacia la despenalización de la eutanasia (las encuestas de DMD
la sitúan en 4/5 personas), a la cuestión del anticipo electoral que ha frenado la tramitación del
primer proyecto de ley de la eutanasia del país, así como la actuación continuada de presión e
influencia ejercida por los grupos de presión (en este caso, la llevada a cabo por DMD), que
serían los principales acontecimientos que han determinado la corriente política de la cuestión.
Cuando el contexto se torna favorable, es aprovechado por los emprendedores políticos para
potenciar el asunto e introducirlo en la agenda gubernamental. Así, el PSOE presentó la
proposición de ley de regulación de la eutanasia en cuanto encontró esa ventana de oportunidad
abierta, amparándose fundamentalmente en el elevado consenso social que existía ante la
cuestión.

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Bibliografía:

Asociación Federal Derecho a Morir Dignamente. Disponible en web:


https://derechoamorir.org/quienes-somos/

Böesser, Claudia. 2019. El hombre que ayudó a morir a su esposa reabre el debate sobre la
eutanasia. Disponible en web: https://www.efesalud.com/hombre-ayuda-esposa-morir

Díez, Anabel. 2019. España ya podía tener su ley de eutanasia. Disponible en web:
https://elpais.com/sociedad/2019/04/05/actualidad/1554483484_016952.html

España. Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal. Boletín Oficial del Estado,
24 de noviembre de 1995, núm. 281, Artículo 143

Fernández, Miguel. 2019. María José y Ángel: el final que obliga a reabrir el debate sobre la
eutanasia. Disponible en web: https://www.huffingtonpost.es/entry/maria-jose-y-
angel-el-final-que-obliga-a-reabrir-el-debate-sobre-la-
eutanasia_es_5ca629ffe4b0409b0ec545da

Simon, Pablo. 2008. Ética y muerte digna: propuesta de consenso sobre un uso correcto de las
palabras

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