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numero…
Principio matematico.
El pasto no ha crecido. Donde vivimos no hay mas que tierra yerma vuelta árida por ellos, los
mismos encargados de cuidar los ligustros, los canteros, los árboles con flores se han ido. “Ya no
es como antes”, decían, cuando remojaban sus barbas y metían sus brazos hasta el codo en agua
fría, luego de trabajar los jardines, “el pasto no crece, los tallos no se estiran. El cielo ya no brilla
entre los huecos que dejamos en las copas de los árboles, formando mandalas, estrellas; sí, las
copas tienden a entrelazarse, los árboles echan raíces al cielo lo mismo que a la tierra… pero
todo esto, ahora, esta perdido…” y, resignados, se alejaban los viejos magos de los jardines.
Cabizbajos, como escarabajos que llevan su pelota de bosta, ellos llevaban su bola de pasto. Al
verlos patearlas, descubrí que eran como el viento, que formaban parte del paisaje, como una
tormenta de tierra o el aroma a tierra mojada que sube desde el suelo luego de una pequeña lluvia
veraniega.
Pero ellos se estaban retirando. Lo veía desde mi ventana y, sin saber exactamente qué hacer,
quise evitar este éxodo.
Por eso, cada mañana, esperaba al alba a aquellos que habían ido quitando la magia de estos
jardines, de estas lonjas de tierra henchidas de promesas. Los bordeadores.
Albas esperándolos. Hasta que por fin, llegaron.
Seres gigantescos, monstruosos, dispuestos a todo con tal de cegar.
Sesgar. Oradar era su labor.
Los pájaros trinaron, se alejaron.