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A raíz de lo señalado hasta aquí, se aprecia que la conceptualización de la pobreza es
amplia,
abarcando muy diversos elementos y dando lugar a una serie de distintos enfoques. No
obstante, es posible determinar al menos dos elementos transversales a cada uno de los
planteamientos. Primero, el reconocimiento de la pobreza como un fenómeno
altamente
complejo y de carácter multidimensional, relacionado a carencias de carácter material
e
inmaterial, factores de índole económica, educacional, laboral e incluso las prácticas y
estrategias sociales que desarrollan las personas, familias y hogares para brindarse
determinado
nivel de bienestar. Segundo, el amplio espectro de conceptos de pobreza responde
siempre a
constructos desarrollados por especialistas, donde en alguna medida se recoge la
opinión de las
personas estudiadas, mas, son precisamente los “no pobres” quienes dan cuerpo a las
definiciones (Chambers, 2006).
Esta serie de definiciones de pobreza y de conceptos asociados a ella han sido
sistematizadas
por Paul Spicker (en CLACSO, 2009), quien identifica tres áreas principales con las cuales
es
posible clasificarlas. Estas áreas corresponden a las condiciones materiales, condiciones
económicas y condiciones sociales.
.Pobreza “absoluta” y pobreza “relativa”
La dicotomía que plantean los enfoques de pobreza absoluta y pobreza relativa se
relaciona con
el carácter que tienen las distintas necesidades humanas. Básicamente, la
conceptualización
absoluta de pobreza refiere a que las necesidades de las personas –o al menos una parte
de
ellas– son independientes “de la riqueza de los demás, y no satisfacerlas revela una
condición
de pobreza en cualquier contexto (...)”, por el contrario, el concepto de pobreza relativa
“(...)
plantea que las necesidades surgen a partir de la comparación con los demás, y la
condición de
pobreza depende del nivel general de riqueza”. (Feres y Mancero, 2001 a, p 11)
Las definiciones generales sobre pobreza absoluta no hacen referencias al contexto
social o las
reglas sociales y, por lo general, se alude a las necesidades físicas básicas de subsistencia
sin
incluir a las necesidades sociales, es de esta forma que la plantea la ONU, en cuanto la
define
como “una condición caracterizada por la severa carencia de necesidades humanas
básicas, que
incluyen alimento, agua potable, instalaciones sanitarias, salud, vivienda, educación e
información. Por otra parte, la perspectiva relativa de la pobreza hace alusión a las
privaciones
relativas como “la ausencia o insuficiencia de las dietas, comodidades, estándares,
servicios y
actividades que son comunes o habituales en una sociedad”. (CLACSO, 2009)
Esta diferenciación básica ha dado lugar a que los estudios sobre el fenómeno pongan
el acento
en elementos radicalmente opuestos. Ya en los primeros estudios desarrollados sobre
el tema
en Inglaterra, en la primera mitad del siglo XX, se planteó la idea de que los
requerimientos para
no ser considerado pobre se relacionaban directamente con la mantención de la
eficiencia física
y la salud, ejemplo de esto es la postura de Joseph Rowntree quien llevó a cabo sus
análisis en
base a una conceptualización absoluta de pobreza, en la cual se la estudiaba a partir de
la
identificación de las familias que poseían una capacidad económica inferior a una línea
de
ingresos asociada a una canasta de bienes que permitían la mantención de la eficiencia
física de
las personas.
Por otro lado, Peter Townsend planteó la necesidad de reconocer la cara relativa de la
pobreza,
señalando que “cualquier conceptualización rigurosa de la determinación social de las
necesidades disuelve la idea de necesidades absolutas, ellas estarían constantemente
adaptándose a los cambios que se producen en la sociedad y, en consecuencia, serían
relativas
a un tiempo y a un lugar concreto” (en Olavarría, 2001). De esta forma pone de
manifiesto el
cambio continuo a que se ven afectos los elementos relacionados con la pobreza y, por
otra
parte, destaca el carácter dinámico de las necesidades que se asocian a ella.
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En este sentido, las necesidades absolutas pueden ser descritas como “aquellas cuya
satisfacción es indispensable para la existencia humana, independientemente del medio
social
en que se desenvuelve la persona...” y, por otra parte, las relativas pueden definirse
como
aquellas que refieren a “bienes de consumo que, si bien no son necesarios para la
supervivencia, son esenciales para que las personas puedan integrarse adecuadamente
a su
entorno social” (Feres y Mancero, 2001a, p 10).