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CONCEPTUALIZACIONES DE LA POBREZA -

La conceptualización de la pobreza, históricamente, ha sido desarrollada a partir de una


serie de distintas miradas, siempre enfrentadas a la dificultad de aprehender un
fenómeno altamente complejo.
El Banco Mundial (1990) la ha definido como la inhabilidad de las personas para obtener
un estándar de vida mínimo. Posteriormente, ha agregado que el concepto de pobreza
“incluye elementos como la falta de acceso a libertades fundamentales de acción y
decisión, la carencia de viviendas, alimentos y de servicios de educación y salud
adecuados, que se traducen en ser más vulnerables a las enfermedades, los reveses
económicos y los desastres naturales” (citado en Larraín, 2008, p 5).
Por su parte, el PNUD (1997) ha planteado la idea de que la pobreza refiere a la
denegación de las oportunidades y alternativas más básicas asociadas al desarrollo
humano, como por ejemplo tener una vida larga, saludable y creativa y disfrutar de un
estándar de vida decente, libertad, autoestima y respeto por los otros.
La CEPAL (1997), en un nivel más operacional, ha descrito la pobreza como la
incapacidad de las personas para acceder a un paquete de bienes, servicios y derechos
establecidos normativamente.
Chambers (2006), en atención a la amplia gama de factores influyentes en la condición
de bienestar de las personas y hogares, plantea la existencia de una red de desventajas
asociadas a la pobreza, donde cada una las carencias materiales e inmateriales que
padecen las personas son sólo una más de una serie de dimensiones que mutuamente
refuerzan la red. Entre las carencias que destaca se encuentran las asociadas a la
educación y capacidades, el acceso a instituciones, la baja o nula influencia política, la
inferioridad adscrita y legal, la inseguridad, el malestar físico y la salud deficiente.
En esta misma línea, Raczynski (1992) plantea que la pobreza es una realidad compleja,
cambiante en el transcurso del tiempo, debido a que se asocia tanto al proceso global
de crecimiento y desarrollo económico de un país como a las políticas y programas
estatales aplicadas en el área del trabajo, empleo e ingresos, de la salud, de la educación,
de la vivienda, y de la previsión social como a las conductas y mecanismos que los
hogares despliegan para enfrentar su particular situación social.
A partir de este marco, es posible apreciar que el conjunto de situaciones y elementos
relacionados a la pobreza le otorgan, además de un estado específico en determinado
período, una dinámica en el tiempo. Esto en función de que la pobreza y los elementos
que la determinan varían de un lapso temporal a otro, en directa relación a la
transformación de los patrones culturales, sociales y económicos que se llevan a cabo al
interior de la sociedad.
Por otro lado, existen también planteamientos asociados a un enfoque subjetivo de
pobreza, el que busca reconocer las percepciones y opiniones de las propias personas
respecto a cuáles son las condiciones y factores que ellas consideran mayormente
ligados a la pobreza. De este modo, se registran sus puntos de vista, lo que es importante
en el sentido de que “cada cual,
cada individuo, sabe perfectamente lo que sería para él y su familia una situación de
pobreza
(...) podría ser no comer, para otro vestirse pobremente, para un tercero, bajar su nivel
de vida
habitual, etc.” (Bengoa, 1996, p 3).

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A raíz de lo señalado hasta aquí, se aprecia que la conceptualización de la pobreza es
amplia,
abarcando muy diversos elementos y dando lugar a una serie de distintos enfoques. No
obstante, es posible determinar al menos dos elementos transversales a cada uno de los
planteamientos. Primero, el reconocimiento de la pobreza como un fenómeno
altamente
complejo y de carácter multidimensional, relacionado a carencias de carácter material
e
inmaterial, factores de índole económica, educacional, laboral e incluso las prácticas y
estrategias sociales que desarrollan las personas, familias y hogares para brindarse
determinado
nivel de bienestar. Segundo, el amplio espectro de conceptos de pobreza responde
siempre a
constructos desarrollados por especialistas, donde en alguna medida se recoge la
opinión de las
personas estudiadas, mas, son precisamente los “no pobres” quienes dan cuerpo a las
definiciones (Chambers, 2006).
Esta serie de definiciones de pobreza y de conceptos asociados a ella han sido
sistematizadas
por Paul Spicker (en CLACSO, 2009), quien identifica tres áreas principales con las cuales
es
posible clasificarlas. Estas áreas corresponden a las condiciones materiales, condiciones
económicas y condiciones sociales.
.Pobreza “absoluta” y pobreza “relativa”
La dicotomía que plantean los enfoques de pobreza absoluta y pobreza relativa se
relaciona con
el carácter que tienen las distintas necesidades humanas. Básicamente, la
conceptualización
absoluta de pobreza refiere a que las necesidades de las personas –o al menos una parte
de
ellas– son independientes “de la riqueza de los demás, y no satisfacerlas revela una
condición
de pobreza en cualquier contexto (...)”, por el contrario, el concepto de pobreza relativa
“(...)
plantea que las necesidades surgen a partir de la comparación con los demás, y la
condición de
pobreza depende del nivel general de riqueza”. (Feres y Mancero, 2001 a, p 11)
Las definiciones generales sobre pobreza absoluta no hacen referencias al contexto
social o las
reglas sociales y, por lo general, se alude a las necesidades físicas básicas de subsistencia
sin
incluir a las necesidades sociales, es de esta forma que la plantea la ONU, en cuanto la
define
como “una condición caracterizada por la severa carencia de necesidades humanas
básicas, que
incluyen alimento, agua potable, instalaciones sanitarias, salud, vivienda, educación e
información. Por otra parte, la perspectiva relativa de la pobreza hace alusión a las
privaciones
relativas como “la ausencia o insuficiencia de las dietas, comodidades, estándares,
servicios y
actividades que son comunes o habituales en una sociedad”. (CLACSO, 2009)
Esta diferenciación básica ha dado lugar a que los estudios sobre el fenómeno pongan
el acento
en elementos radicalmente opuestos. Ya en los primeros estudios desarrollados sobre
el tema
en Inglaterra, en la primera mitad del siglo XX, se planteó la idea de que los
requerimientos para
no ser considerado pobre se relacionaban directamente con la mantención de la
eficiencia física
y la salud, ejemplo de esto es la postura de Joseph Rowntree quien llevó a cabo sus
análisis en
base a una conceptualización absoluta de pobreza, en la cual se la estudiaba a partir de
la
identificación de las familias que poseían una capacidad económica inferior a una línea
de
ingresos asociada a una canasta de bienes que permitían la mantención de la eficiencia
física de
las personas.
Por otro lado, Peter Townsend planteó la necesidad de reconocer la cara relativa de la
pobreza,
señalando que “cualquier conceptualización rigurosa de la determinación social de las
necesidades disuelve la idea de necesidades absolutas, ellas estarían constantemente
adaptándose a los cambios que se producen en la sociedad y, en consecuencia, serían
relativas
a un tiempo y a un lugar concreto” (en Olavarría, 2001). De esta forma pone de
manifiesto el
cambio continuo a que se ven afectos los elementos relacionados con la pobreza y, por
otra
parte, destaca el carácter dinámico de las necesidades que se asocian a ella.

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En este sentido, las necesidades absolutas pueden ser descritas como “aquellas cuya
satisfacción es indispensable para la existencia humana, independientemente del medio
social
en que se desenvuelve la persona...” y, por otra parte, las relativas pueden definirse
como
aquellas que refieren a “bienes de consumo que, si bien no son necesarios para la
supervivencia, son esenciales para que las personas puedan integrarse adecuadamente
a su
entorno social” (Feres y Mancero, 2001a, p 10).

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