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DE RELACIONES CAUSALES
Y CONTRACAUSALES
Gabriela Mariel Zunino
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‘Innato’ se entiende, centralmente, como no dependiente de la experiencia o el
aprendizaje (Hirschfeld y Gelman, 1994).
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Fenómeno que también tratan tangencialmente Goldvarg y Johnson-Laird
(2001) con su propuesta sobre «causalidad ingenua» o «intuitiva» —folk—.
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Sí dejaremos a un lado las relaciones causales conocidas como «epistémicas»
como ‘Las luces están apagadas, por lo tanto deben estar de viaje.’ (Couper-Kuhlen
y Kortman 2000; Kovacci 1990; Sanders y Sweetser 2009, entre otros), ya que las
consideramos una segunda instancia de razonamiento causal, que requiere como
condición de posibilidad el procesamiento previo de una relación causal de contenido,
ya sea mental-físico o físico-físico: sería un error compararlas justamente en términos
de procesamiento psicolingüístico. Ha sido frecuente la confusión entre la causalidad
epistémica, causalidad diagnóstica —orden efecto-causa— y causalidad mental: cree-
mos que son problemas distintos, que pueden superponerse en ocasiones, pero que no
responden a los mismos condicionamientos cognitivos.
(1) Le tiene miedo a la oscuridad, entonces deja la luz del pasillo
prendida.
(2) La pared se desmoronó porque los cimientos cedieron con el
terremoto.
(3) Como no lograba leer bien, pidió un turno con el oftalmólogo.
(4) Quiere ganar esta carrera desde que era chico, por eso no hace otra
cosa que entrenar.
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En este sentido, utilizaremos «texto» y «discurso» indistintamente haciendo
alusión al nivel lingüístico en cuestión y no a la distinción entre modalidad oral y
escrita (ver van Dijk, 1992).
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Ver las consideraciones sobre filosofía de la mente y causalidad en los primeros
apartados de este capítulo.
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Para el detalle sobre esta noción, ver siguiente apartado.
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Por ejemplo, se incluyen las relaciones causales en orden habitual causa-efecto,
pero no las causales en orden invertido, que se considerarían como discontinuas, tal
como las adversativas, concesivas y de contraste, en general, para esta propuesta.
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Varios de ellos se han concentrado en distinguir la causalidad definida en
términos lógicos —condiciones de necesidad y suficiencia— de aquello que llaman
‘causalidad ingenua o cotidiana’ (Goldvarg y Johnson-Laird 2001; Meyer 2000; Straw-
son 1985) y en ese camino es interesante la relación de las nociones de causalidad y
relevancia. Internarnos en estas reflexiones excedería los objetivos de este capítulo, pero
creemos que es un punto especialmente interesante para futuros trabajos. Para más
detalle: Meyer 2000; Sperber y Wilson 1995, entre otros.
sales se recuerdan mejor que otras como las aditivas o las adversativas;
mientras que Murray (1994) observa un mejor recuerdo en las ora-
ciones con conector adversativo. Para la medida on line de tiempos de
lectura, por su parte, Haberlandt (1982) o Millis y Just (1994) halla-
ron efectos aceleradores tanto para relaciones causales como adversa-
tivas, mientras que Murray (1994) encuentra, en general, una mayor
facilidad en relaciones aditivas y consecutivas que en el resto de las
construcciones. A partir de ello, años más tarde, este autor postulará
su hipótesis de continuidad (Murray 1997) —comentada en apar-
tados anteriores— que será retomada por varios investigadores: las
relaciones que mantengan nexos de continuidad serán más sencillas
de procesar y el efecto de la partícula conectiva será inversamente
proporcional a esta estrategia por defecto; esto es, que su efecto será
mayor en relaciones discontinuas, ya que se volverían marcas impres-
cindibles, ya no sólo para acelerar el proceso sino para posibilitar la
adecuada comprensión.
Sin embargo, este patrón general ha sido observado sobre todo en
textos narrativos y con información familiar para el lector. Existen múl-
tiples estudios que han mostrado que el panorama puede sufrir modi-
ficaciones cuando algunos de estos factores se modifican. No existe
evidencia concluyente sobre si existen diferencias en el procesamiento
de relaciones semánticas en textos expositivos, sin embargo, Zunino
(2014) sí ha observado que el peso de las relaciones semánticas en
general y de las causales en particular durante y para la construcción de
un modelo mental globalmente consistente es mucho menor en textos
expositivos que narrativos e, incluso, argumentativos. La misma orga-
nización expositiva implica una cantidad menor de relaciones entre
eventos y, si los hay, en su mayoría se trata de vínculos aditivos, mien-
tras que la estructura narrativa toma estos encadenamientos como
la base de su organización y los vínculos causales son su eje central.
No obstante ello, es necesario decir que muchas veces se han
superpuesto variables distintas y se ha tendido a analizar textos expo-
sitivos con intenciones de verificar cómo influye el conocimiento pre-
vio del lector, más que la organización textual. En esa línea, ha habido
un acuerdo generalizado sobre la indefectible intervención del cono-
cimiento previo sobre el mundo durante la comprensión de textos y,
específicamente, durante el procesamiento de relaciones semánticas:
tanto las marcas lingüísticas requeridas como las estrategias puestas en
juego por los oyentes/lectores son ostensiblemente distintas según sea
o no posible hacer intervenir conocimientos previos (Zunino 2014,
Nos extenderemos sobre inferencias causales más adelante en este mismo apartado.
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Vale decir que esto se comprende en un marco conexionista del procesamiento
psicolingüístico, que se defina por niveles de activación y no por etapas de procesa-
miento (Lamb 1999).
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Cabe recordar los comentarios hechos en apartados anteriores sobre los varios
estudios sobre comprensión de discurso desarrollados sobre este eje: expectativas del
lector como parte de un proceso activo de construcción de modelos mentales e inter-
pretación de discursos.
Por ejemplo, «El agua apaga el fuego.» para comprender «Teresa metió el fósforo
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Esta propuesta plantea que la comprensión de textos es un proceso con car-
acterísticas específicas pero pertenece a una categoría más general: la resolución de
problemas. El supuesto inicial es que las relaciones causales, tanto explícitas como
inferidas, son los pilares indispensables para la construcción de coherencia global
—incluso en términos conceptuales amplios, no estrictamente lingüísticos— y que los
vínculos causales conforman la red causal que sostiene las demás relaciones semánticas
presentes en el texto.
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Entendemos por «coherencia causal» aquella que surge de establecer conexiones
causales locales, que luego conforman la red causal global del texto y de su represent-
ación mental; esto es, aquella que surge de establecer lazos causales congruentes y
consistentes no sólo entre las proposiciones del texto sino entre ellas y el conocimiento
de mundo (Goldman, Graesser y van den Broek 1999; van den Broek, 1990).
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El mecanismo básico de la técnica de ERP consiste en registrar pequeños cam-
bios de voltaje —diferencia de carga eléctrica entre dos puntos o polos— que reflejan
la actividad eléctrica cerebral, medidos en la superficie del cráneo a través de un casco
de electrodos. Suelen conocerse como experimentos de ‘Potenciales Evocados’, ya que
lo que se registra es un patrón de actividad eléctrica cerebral consistente evocada por
es, suspender o quebrar una expectativa causal de base— para las que
nos tenemos relaciones causales almacenadas, especialmente sin nin-
guna partícula conectiva que instruya sobre la relación semántica a
construir. Si, como propusimos, la organización conceptual de nues-
tra representaciones mentales sobre el mundo presenta un eje causal
—aunque no sea el único—, el procesamiento de contracausalidad
requeriría siempre, por definición y como condición de posibilidad,
tener un vínculo causal sobre el que actuar; sin una relación cau-
sal inicial, no habría nada que suspender ni quebrar. Para construir
relaciones contracausales nuevas sería imprescindible construir, pri-
mero, relaciones causales nuevas. Cuando se introduce una partícula
conectiva, incluso cuando las proposiciones presenten información
completamente desconocida, el sujeto puede realizar algún proce-
samiento semántico certero instruido por el conector, y es sólo en
esta condición en que podemos asegurar que puede llegar a procesar
contracausalidad en los términos en los que la definimos aquí; sin la
presencia de conectiva, no podemos afirmar eso.
En este marco, como para las relaciones causales, observamos que
también aquí el patrón se invierte respecto de los textos con infor-
mación familiar: las construcciones adversativas con ‘pero’ se proce-
san con mayor facilidad que aquellas concesivas con ‘aunque’. Una
hipótesis explicativa para este patrón podría plantear que, tanto para
causales como para contracausales, en los casos en los que el factor
semántico resulta un andamiaje muy débil durante el procesamiento
discursivo —en esta condición sólo el conector realiza un aporte
semántico certero—, la variable de complejidad sintáctica adquiera
fuerza: las relaciones que se presenten en construcciones coordina-
das serían más sencillas que aquellas subordinadas. En este momento
nos encontramos desarrollando estudios que pongan a prueba esta
hipótesis en distintas relaciones semánticas, ya que, planteada en esos
términos, debería exceder la dimensión causal/contracausal.
6. CONCLUSIONES