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MARTÍN ANDRÉS ALONSO

Fantastique

Editorial Dunken
Buenos Aires
2018
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(Prólogo)

Préparer voyage

Lo que están a punto de experimentar puede parecerles una simple


colección de cuentos de algún sujeto que pueden o no conocer pero la
realidad está muy lejos de la ficción que creó sus primeras impresiones.
A continuación van a leer (y por qué no sentir) una alquimia de expe-
riencias, sentimientos, deseos, metáforas y alguna que otra fantasía mez-
clada con realidad.
Abran sus mentes, chakras, tercer ojo porque no hay forma correcta de
leer este libro ni significado absoluto, todo dependera de ustedes queridos
lectores y que tan lejos sus alas les permitan volar (cuidado con el sol)...
Se preguntaran entonces cuál es el objeto del siguiente escrito. Podría
decirle que es una tesis filosófica, un entretenimiento o simplemente una
Ilustración de tapa: Anahí Guerra. serie de palabras sin sentidos, todas son perfectamente válidas, la teoria
mas apoyada (y no por eso la correcta) es que su único fin es generar un
cambio en aquel que lo lea. Quedan ustedes advertidos.
A modo de cierre no les dire una reflexión o aforismo, simplemente
disfruten del viaje (o no, la empresa no se hace responsable). Salud!
Impreso por Editorial Dunken
Ayacucho 357 (C1025AAG) - Capital Federal Zarathustra Wotton
Tel/fax: 4954-7700 / 4954-7300
E-mail: info@dunken.com.ar
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Hecho el depósito que prevé la ley 11.723


Impreso en la Argentina
© 2018 Martín Andrés Alonso
blog: https://filopoesiablog.wordpress.com
ISBN en trámite
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Un testigo peculiar

Alejandro tenía a Bucéfalo, Atila a Othar,


Don Quijote a Rocinante y Salustiano, mi abuelo, a Toby, un pony.
Al César lo que es del César y a cada hombre el caballo que le es de su talla.

En la sala de interrogatorio:

–Verá uste’ oficial, el viejo era mi amigo, hace años que nos conocía-
mos. Era un hombre de campo, con verijero en la cintura, de alpargatas y
boina, fino catador de la mamajuana. Buen cocinero y gran lector, recitaba
el Martín Fierro de memoria, le gustaba hacer huerta y le molestaba la ig-
norancia. Enseñó a leer y escribir, y dio la catequesis a changas y changos
(como le decía a los niños). Era un hombre que se preocupaba por su en-
torno. Donó incluso tierras de su campo para que se fundara una escuela.
Cuando se fue para Santiago del Estero, yo lo acompañé. Se había
separado de esa mujer, de la cual hasta su propio hijo sabía y se lo decía,
pero él se limitaba a contestar “yo nunca vi nada, para mi es una buena
mujer”. De allá nos volvimos porque el agua era muy salada y el ganado se
le moría, aparte se sentía muy solo. Nos recibió su hijo con su mujer. Pero
después de un tiempo de cuidar gallinas, nos fuimos a vivir solos.
¡Las que le aguanté! Más de una vez lo dejé a pata. Me hacía llevarlo
con el carro a cuestas hasta el bolichín de campo, y ahí se quedaba hasta
salir mamao’.

–Al grano, por favor.


–Sí oficial, disculpe’ a este bichoco. La noche de su muerte lo esperé
por horas. Una vez que salió, se subió al carrito y se quedó dormido mien-
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tras lo llevaba. Había estado lloviendo de manera torrencial desde tempra- Déjà vécu
no, no podía ver bien, el camino era un barrial. La rama golpeó su cabeza
y lo tiró, cayendo muerto. Cuando me di cuenta, me frené y ahí me quedé
a su lado. No sé cuánto tiempo pasó hasta que apareció su hijo en un auto
para llevárselo. Luego llegaron ustedes.
Iba en el tren… era la misma escena… ¿entiendes? Las mismas perso-
nas, el hombre de barba candado sentado en el piso contra la puerta que
–Está bien, puede irse, con eso será suficiente. Gracias. no abría, con los auriculares puestos; otro parado inmediatamente des-
pués, con capucha mirando por la ventilla; el de anteojos al lado de este,
En la sala de espera de la comisaría: revisando su celular; la mujer con un ramo de flores a punto de bajar; la
–Muy bien hombre, puede irse. Se determinó su inocencia. señora de canas aferrada al pasamanos, y mi compañero de viaje, el cual no
registré… ¡Hasta en eso era igual! No había reparado en quien estaba al lado
–¿Dónde está Toby? ¡No me voy sin el caballo de mi papá!
mio cuando me pasó en verdad, y en el sueño tampoco podía figurármelo
–Tranquilo hombre, se lo puede llevar, nos dijo todo lo que necesitá- del todo mas que por rasgos generales, fue como un déjà vu a la inversa,
bamos saber. tuve la sensación de ya haber vivido ese momento en la realidad y ahora
lo estaba soñando. Sabía exactamente qué iba a pasar. O eso creí. Cuando
el tren se frenara, la mujer con las flores bajaría y antes de que se cierren
las puertas subiría corriendo. Iría directo a mí. Y yo lo esperaba. Sacó el
arma de debajo del pantalón y alzó el brillante metal entre medio de mis
ojos. Esta vez, no dudé. Saqué el arma que yo llevaba, sin sospechar que
en la situación original no había tenido una, y disparé. Cayó en seco, sin
omitir gemido. No me acordé ni vi al otro que me llenó de balas en una
violenta ráfaga. Mi cuerpo temblaba como un glitch de animación; sentí
una humedad que no era sudor; un gusto, el cual estoy seguro no era san-
gre, sino el sabor a la incertidumbre, los cuales se parecen. No se repitió la
escena. Como actores que no respetan lo ensayado, improvisé y me costó
la vida. Entonces me convertí en expactador del –¿qué hubiese pasado sí?
–y desperté tranquilo, sabiendo que había hecho bien.
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El alfajor

Es solo un...… ¿qué tiene de malo? Sería un crimen sin víctimas real-
mente. Pensalo así, cuando vas a comprar cigarrillos siempre te queda
debiendo un peso, preferís dejarle ese peso a tener que cargar la fastidiosa
moneda o comer caramelos derretidos. Y como venís fumando últimamen-
te, te debe el equivalente a por lo menos 3, seguiría siendo injusto incluso
para vos. Dale, agarralo, no está mirando. No te das cuenta que ni a él le
importa, prácticamente te lo está pidiendo, “llevatelo de una vez”. Si te da
pudor, corré. No te va a seguir. Tiene que dar la vuelta a toda la estantería
de golosinas, para cuando salió de ese laberinto tipo Willy Wonka, vos por
lo menos deberías estar a mitad de cuadra, de vuelta, como venís fuman-
do no creo que llegues a la esquina tan rápido. No importa, no va a salir
a correrte. Son 20 miserables pesos ¿El policía de la esquina? Le importa
menos que a nadie. ¿Acaso no ves lo ridículo de la situación? Te atrapa, te
zamarrea y hasta capaz te cachiporrea, cuando se da cuenta de que todo el
alboroto era por un… Y del otro lado de la cuadra todos sabemos lo que
pasa, dónde se esconde el verdadero criminal, el de guante blanco. A lo
sumo te va a mirar mal la próxima vez que pases. Hacelo y te lo sacás de
encima. Listo, una cosa más para tachar en tu lista: robar un alfajor de un
kiosko. Ya lo probaste mil veces, es tu preferido. Lo compraste, la primera
vez con la plata que te dio tu mamá para la escuela, fue una de tus prime-
ras elecciones en la vida, entre tantos dulces, lo elegiste como tu golosina
favorita.
Dale, ayer te quedaste rato largo mirándolo mientras comprabas los
puchos. Cuando acompañabas a alguien que entraba a un kiosko y pre-
guntaba si vos querías algo, ¿Qué es lo único que decías y siempre querías?
Ayer querías, no me digas que no ¿qué te frenó, las personas que justo
habían entrado al kiosko? Hoy no hay nadie. Tranquilo, ambos conocen la
rutina, le pedís los puchos, él se estira a buscarlos mientras vos extendés la
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mano con el billete, hacen el intercambio, y el se gira para tomar su celular Teatro de la Vida
y seguir haciendo lo que carajos haga con ese aparato de mierda, sin siquie-
ra ofrecerte el peso de vuelta porque quedó claro, de una forma implícita,
que no se lo aceptarías.
¿Cuántas veces lo aceptaste como pago en vez de dinero ante favores
–¿Me vas a decir a mí? Yo sé lo que escribo. Los dos pelotudos de
que amigos y conocidos quisieron retribuirte?
actores que elijas, por más buenos que sean, se van a enamorar. No soy
Hoy es el día. Ayer no fue suficiente quererlo, lo tenés que desear, está ajeno al efecto de mis obras. Cuando se pongan en sus personajes se van
bien, lo entiendo. Conocés su sabor, pero no conocés el que tiene robado, a enamorar de verdad y van a dejar de actuar.
después de una dosis de adrenalina. Ya te tiembla la mano, pero tranquilo,
Después de la función se van a decir unas palabras ambiguas de felici-
es buena señal, el nervio nunca te puede faltar, es el síntoma que estás vivo
tación, por la gran actuación, pero muy directa con respecto a la verdadera
querido. Nunca te llamó la atención que estuviese prohibido, o castigado,
intención. Después de las funciones se van a encamar. Y luego van a dejar
solamente el por qué ¿no crees que puede tener algo que ver con tu libre al-
de venir a los ensayos “¿Para qué ensayar lo que hacemos todo el día?” va
bedrío, que sea más rico apropiarse de lo que uno quiere sin restricciones?
a ser su argumento. No puedo permitirlo ¡Yo quiero que actúen! Que sea
Pensá en las veces que te lo regalaron para decirte “te amo” de otro más perfecto de lo que en verdad es. La gente viene acá ver un acto, para
modo. ver la realidad se quedan en sus casas, ¿no?
¡AGARRALO, NO DEJES QUE AQUELLO QUE TANTO TE DA
PLACER SE VUELVA INDIFERENTE A TUS PUPILAS GUSTATI-
VAS ANTES DE MATARTE. REVIVILO!
Los libros de la biblioteca

Todavía persiste la biblioteca en la vieja casa de mi infancia, donde se


suceden extraños y dolorosos fenómenos; la cual visito, unas veces para
leer un montón de cosas, otras, solo para quedarme sentado en silencio
frente a la misma página. Era muy chico, solo un niño, cuando recorriendo
las estantería, encontré un libro nuevo.
Recuerdo haber buscado a mi mamá al día siguiente para mostrárselo.
Le dije:
–En la biblioteca hay un libro nuevo. Es angosto, de pocas páginas
aunque sí muy profundo. Parece un agujero negro.
–No es que parezca –contestó mi madre– es un agujero negro. Ayer
murió tu papá.
Efectivamente, mi padre había muerto de meningitis el día anterior.
–¿Eso quiere decir –le dije a mi madre–que mi papá está aquí, en este
libro?
–No –respondió– tu papá fue enterrado en el cementerio con su papá,
tu abuelo, en donde estuvimos ayer. Pero en la biblioteca se ha aparecido
un libro porque todo lo que sucede en la vida, tendrá aquí un efecto.
–¿Se puede continuar el libro? Tiene páginas en blanco.
–Yo no puedo –contestó –nadie conseguiría llenar ese espacio, más
que tú, sólo tú puedes hacer algo con él. Puedes intentar llenarlo u ocultar-
lo y olvidarte de él, sacarle fotocopias o quemarlo para no volver a tener
que ni verlo, y seguir leyendo los otros libros.
Durante mucho tiempo no hice nada y el libro se quedó allí, y yo con-
tinué leyendo otras cosas, desviando de vez en cuando mi mirada hacia
donde se encontraba este. Por supuesto, cada vez que miraba el lomo del
libro entre el resto, pensaba en mi papá. Y cada vez que estaba pensando
en él, miraba el libro.
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Ciertas veces, en la oscuridad de la noche, parado en silencio con una la música, y era lógico que para contener todo aquello perdido, hiciera falta
vela frente a la biblioteca, preguntaba en voz alta: ¿Realmente estás ahí? un libro de tal magnitud e importancia literaria.
Pero nadie contestaba. Preso de la manía, me repetí hasta la saciedad semántica “Podemos
Mi padre, efectivamente, no estaba ahí, sino lejos, en una pared del olvidar y volver a escribir, pero acaso, ¿podemos hacer otra cosa?”. Me
cementerio, en una urna de madera, y con los años nadie se acordaba ya quedé como un niño asustado. Por sobre el soplo que se alzó en medio de
de él, nadie le llevaba flores; a excepción de mi madre, que lo visitaba de la noche, una voz de otro mundo, que me recordaba al ave del poema de
cuando en cuando y le dejaba una rosa blanca de origami, hecha con la hoja Poe, me habló.
de un libro arrancada. Le pregunté si en alguna biblioteca surgirá algún día un libro relaciona-
Pasaron muchos años y una noche, durante mis lecturas, en el rincón do conmigo, quizá uno no muy largo, apenas unos versos, que una persona
opuesto de la biblioteca, encontré otro libro nuevo. en el mundo, al menos una, lea.
Sabía ya muy bien el significado que tenía aquel libro, pero como ese
día no había tenido malas noticias, me dominó la ansiedad. Finalmente,
me llamó mi prometida. –¿Ha pasado algo? –Sí –dijo– tu gato Aristóteles
se ha ido.
Se sucedieron algunos años tranquilos, hasta que en determinado mo-
mento los libros empezaron a multiplicarse en los estantes y poco a poco,
la biblioteca, se llenó de libros, cada uno correspondiendo a un nombre, a
una evento, y cada nombre y cada evento correspondía a un vacío de pala-
bras dentro de mí. Los había pequeños, aunque también habían aparecido
otros gigantescos de miles de páginas, que no se podían leer en una sola
noche. Surgieron dos libros de esta importancia a poca distancia uno del
otro. Aquellas letras encerraban partes muy queridas de mi vida arrebatadas
de mis labios cruelmente.
Cada vez que los veía, tocaba su lomo, o los tomaba para ojearlos,
dolorosos pensamientos surcaban mi interior y yo me quedaba allí como
un animal indefenso. Esta primavera, apareció uno tan grande que no vi el
sol en días, hasta no terminarlo; no tuve forma de evitarlo, no pude hacer
otra cosa más que leerlo.
Aquella novedad de la estantería no me sorprendía. La relación con mi
prometida se había terminado; con ella había compartido tantas verdades,
juntos habíamos descubierto el mundo y sus bellezas, habíamos explorado
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Somos lo que hacemos con lo


que hicieron de nosotros

Un bebe de porcelana es dejado caer. Su alma, que se desprende de


los trozos de cerámica rota, crece y se desarrolla hasta convertirse en un
infante. Empieza entonces a jugar y a juntar las piezas, tratando de reunir-
las en su forma original. Pronto se dará cuenta que no puede devolverle su
estado natural. Entonces ensamblará otra figura. La que más le guste, por
ejemplo un hornero de porcelana; frágil pero hermoso, porque es único.
El alma se refugiara en la porcelana una vez más.
La vida hará creer al alma que el hornero es real y puede volar, que
puede desplegar sus alitas de porcelana y surcar los aires. Pero una vez más,
se repite la imagen de los trozos de porcelana en cámara lenta, algunos
desparramados en el piso, otros por el aire, inmóviles como la imagen de
una foto con fondo oscuro.
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Cazador de hombres

En el trabajo todos lo conocían como el León de Lavalle, ya que su


pelo largo y enrulado, tirado hacia atrás y sobresaliendo por sobre las ore-
jas, sumado a su barba larga y tupida, asemejaban una melena dorada; y su
trabajo quedaba sobre la calle Lavalle.
Siempre se desvelaba, esta vez se había quedado leyendo “Los prime-
ros cuarenta y nueve” de Hemingway, en particular, el cuento “La breve
vida feliz de Francis Macomber”. Esa noche, tuvo un mal sueño inspirado
en la prosa del escritor estadounidense; donde las sábanas, más allá de sus
pies, se transformaban en la planicie africana del relato.
A resguardo de un abrasador sol de mediodía, bajo la sombra de un baobab,
sentía como el rugido de lamento de un león herido, que venía de todas las direcciones, lo
envolvía y petrificaba del miedo. Quiso salir de la cama y correr pero el ruido sin eco de
un disparo, lo despertó. Agitado en la oscuridad, con medio cuerpo fuera de la cama, se
quedó agazapado con los ojos abiertos, sintiéndose observado.
Llegó a su trabajo a las nueve y media de la mañana, como todos los
días. Si entrara a las ocho, hubiese llegado ocho y media; era puntual (así
mismo) aunque llegara tarde. También era su acto de rebeldía, o más bien,
una simple consecuencia de quedarse despierto hasta tarde en la noche.
Tampoco se ponía a trabajar inmediatamente después de haber llegado,
no; sino que abría los diarios en su computadora y los leía, entre sorbo y
sorbo de un café negro como el petróleo. Ese día, fue con un titular de la
portada de un diario local que se sobresaltó: “Se filtran fotos de empresario
garca y la trola de su novia matando leones”. El sueño que había tenido le
parecía ahora premonitorio, profético.
La foto del artículo mostraba a un empresario cualquiera, de esos con
risa estúpida, y habano en la boca, sosteniendo la cabeza de un león muerto
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por los pelos de la melena. En la otra mano, un rifle con mira telescópica Se leería en el titular del día siguiente, una idea simple e ingeniosa:
y detrás de este, con cara aún más estúpida, la ramera de turno. “Cazador cazado”.
Experimentó una sensación de extraordinaria identificación con tan
majestuoso animal; como nunca antes, sintió en su pecho un dolor inso-
portable. En lugar de la cabeza del león, veía la suya en manos de aquel
cobarde, con los ojos vacíos de vida, y escuchaba de fondo, la risa maniá-
tica de aquella víbora. Finalmente salió del trance, y la risa se transformó
en el estridente sonar del teléfono. Con una angustia inexplicable, dejó que
se perdiera la llamada, y se quedó pensando en la nota y en lo que había
soñado.
Buscó quién era la inmunda persona, porque sería muy famoso como
para salir en el diario, pero para él era un total desconocido. “Empresario
judío de origen ucraniano descendiente de inmigrantes” se leía en la entra-
da de un blog, “Procesado por contrabando de arte y antigüedades –decía
la Web de otro diario local. A ella la conocía, la chica de la raqueta, se había
masturbado con una publicación suya en una revista para hombres.
Al principio, fue solo un “¿qué tal si…?” mientras orinaba, un inocente
juego mental en el horario de almuerzo, un mero entretenimiento en el
subte de regreso a su casa. Pero esa idea creció, como un cachorro que se
convierte en un felino peligroso pero aún inmaduro. Y sería durante las
meditaciones nocturnas antes de dormir, que la idea desarrollaría su mele-
na, alcanzando la madurez. Algunos días pasaron, cuando tuvo un sueño
muy parecido al otro en estilo.
Estaba bajo la sombra del baobab del otro sueño, una fuerte punzada le tiraba en
la zona del estómago, que estaba húmeda y tibia. Tenía la vista nublada y los pasos en
los pastizales le retumbaban en los oídos como explosiones. Rugió de dolor, quería que
lo encontraran, creyó gritar pero rugió, no reconocía su voz, esta se había transformado
en los rugidos de lamento del otro sueño. Un hedor penetrante, inconfundible, le moles-
taba como una mosca, era el olor a miedo que expelen los animales más cobardes de la
naturaleza, que aun con semejante osamenta sobre la cabeza, corren como ratas en lugar
enfrentar la muerte como animales nobles. Los pasos se detuvieron, cerró los ojos y saltó
guiado por su olfato. Se oyó un disparo.
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Amo de la realidad

Estás durmiendo. Soñás que vas en un barco con otros pasajeros.


De repente, el barco encalla y comienza a hundirse.
Angustiado, te despertás. Y yo te pregunto:
¿te volvés a dormir para avisar a los personajes de tu sueño?

Anónimo hindú

Los sueños, a la mayoría les parecen reales mientras los experimentan,


tanto los que se manifiestan durante el reposo nocturno, así como también,
aquellas fantasías que tenemos en los momentos de desconexión, por ejem-
plo, cuando viajamos en el subterráneo y sin movernos de nuestro lugar,
salimos solo con la mente del vagón, de la ciudad que este atraviesa, del
país que lo contiene, el mundo que lo rodea. Una estación mental entre
estaciones. Hasta que algo nos trae de vuelta. Puede ser cualquier cosa, un
empujón, una voz de “permiso”, un par de ojos, una sonrisa, un par de
tetas, un libro, una palabra suelta en una conversación, la alarma chillona
de la puerta. Y es en ese momento que la diferencia entre vigilia y sueño
se hace palpable. Precisamente, en este momento de claridad mental y de
constante análisis de la realidad circundante, este extraño estado de sueño
lúcido, es en el que vive Matías.
Aunque la consciencia de estar soñando y el control del sueño están
correlacionados, una no requiera de la otra. Matías sabe que está soñando
porque usa su razonamiento, pero sabe que está despierto, siguiendo su
intuición. Al hallarse consciente de que está soñando, adquiera también,
conciencia del significado del sueño. Sin embargo, para saber si está en su
propia realidad (sea un sueño o despierto) y no atrapado en la de otro, saca
una cámara de fotos polaroid vieja, de esas que imprimen instantáneas,
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la cual lleva siempre consigo incluso durante la vigilia, y si la foto sale en su cámara y se tomó una selfie con su amigo. Entonces le mostró la foto
color, entonces sabe que se encuentra del otro lado del limbo. al personaje del sueño.
Si en las nebulosas es donde nacen las estrellas, el sueño lúcido de
Matías es una nebulosa en el Universo del Inconsciente. Capaz de ejer- –¡¿Ves?! ¡Es a color! Este modelo es solo en blanco y negro.
cer algún grado de control sobre los personajes del sueño, la narrativa,
y el medio ambiente, compone toda una comedia, de la que se reirá, ya
despierto. “El truco está en combinar las habilidades racionales con las No hace falta mucho para generar una contradicción, y no es necesario
infinitas posibilidades de la realidad. Si se puede hacer eso, se puede hacer que esta sea muy profunda para confundir a las personas, más aún a un
cualquier cosa”. personaje de un sueño. La figura convino de manera muy pacífica en que
efectivamente se encontraban en un sueño. Pero inmediatamente después,
Una ambición, que a otros no dejaría dormir, a él, por el contrario, lo la figura se quebró en dos, apareciendo en un personaje totalmente diferen-
adormecía. Si Borges imaginó un personaje que soñaba un hombre, no solo te, borroso, como una sombra en movimiento. Una voz que salía de todos
su sombra, sino un hombre con toda su complejidad y toda su perfección y de ningún lado, retumbó en las paredes del sueño:
e imperfección, a Matías lo que no lo desvelaba, era la idea de no solo so-
ñar un hombre, sino de revelarle a ese hombre que era el personaje de un
sueño, del suyo, que no era real. –¿Qué haces aquí, en esta parte de tu mente?
Un cierto sueño (como quien dice “una cierta noche”), consciente
de sí mismo, Matías se encontraba explorando el mundo a su alrededor, Matías quedó paralizado. Se preguntaba a quién podría esta figura
disfrutando de la vista y sintiendo el viento a través de su barba, cuando se estar representando, a qué se refería con “aquí, esta parte de su mente”. A
percató de la figura de un conocido en el sueño. Eran los únicos personajes pesar de que Matías era consciente de la teatralidad onírica, cuando trató
en la escena. Se preguntó de qué sería consciente realmente. Entonces se de cambiar cosas, desplazar las escenas o teletransportarse, se mantuvo
le acercó y le empezó a hablar. en su lugar. Quiso correr pero se volvió pesado y lento. Aparecieron unas
escaleras que al subirlas lo llevaban hacia abajo. Lo que asemejaba una
–¿De dónde apareciste? –inquirió el soñador. puerta se transformó en un largo corredor, extendiéndose por lo que pa-
recían kilómetros.
–¿Qué decís? Sí acabamos de salir de ensayar con la banda –contestó
la figura-amigo. Despertó. Aun agitado, se puso a escribir en la bitácora de sus sueños,
que dejaba en la mesita de noche, los detalles de la pesadilla. Pero a medida
–¿Y tu guitarra? No, no ensayamos. Estamos en un sueño y esto no que la tinta se iba marcando en el papel, las letras se fueron separando de
es real. las palabras y comenzaron a flotar por toda la habitación, hasta unirse a
los pies de la cama en la figura que había despertado en su propio sueño.
La figura de su amigo parecía confuso, asustado, un tanto ansioso, Trató nuevamente de despertar, de revivir, pero no podía. Estaba
pero no por estar en un sueño, sino de que Matías estuviese actuando raro, atrapado dentro de su propia mente. Sabía muy bien que su cuerpo estaba
como un loco. Solo para estar seguro, Matías hizo uso del talismán, sacó acostado allí, dormido, y sin embargo, aunque se encontraba lúcido, no
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podía controlarlo, y menos enfrentarse con este personaje de ensueño que Ficciones
se había vuelto consciente, separado de si mismo. Había logrado que una
parte de su mente también pasará a ser lúcida y ahora era atormentada
por ella. En un último acto de desesperación, sacó su cámara, presionó
el disparador... el flash iluminó la habitación pero no salió ninguna foto.
Al poeta de nuestra historia, nunca le había quedado claro la fiesta de
disfraz como concepto. Se decía, “las personas se disfrazan de quien quie-
ren ser por una noche para divertirse, pero luego vuelven a sus aburridas
vidas, en vez de mantener el personaje. Si todos estamos interpretando
papeles dentro de una narrativa, y a través de disfraces nos conectamos
y revelamos el uno al otro, por qué no entonces, contar la historia de un
personaje épico digno de admiración, aquel que queremos y debemos ser”.
No siempre había sido poeta, durante su infancia fue astronauta. Pero
al crecer, se interesó por la mente y descubrió el Universo que esta encie-
rra, entendiendo a la poesía como la mejor forma para surfear las olas de
la subjetividad. Tanto sea como astronauta o poeta, llevó sus personajes
hasta las últimas consecuencias, siempre tomándose en serio el papel que
interpretaba en todo momento y lugar.
Esa noche de cielo sin luna pero plagado de estrellas, que le hicieron
percatarse cuán alejado se encontraba de la ciudad, caminaba entre las per-
sonas vestido de él mismo. Calzado liviano y en punta, pantalones pegados
a las piernas, con una pequeña libreta en el bolsillo trasero, un cinturón
con la hebilla grande y una camisa blanca holgada. Llevaba la barba de unas
pocas semanas, y el pelo medianamente largo con rulos sin peinar. Lo úni-
co que se había permitido, que respondía a una estética personal, era una
lapicera con forma de pluma de ganso al estilo siglo XVII.
Perdido entre la muchedumbre disfrazada, andaba errante en busca de
su musa inspiradora. Se la imaginaba morocha pero de reflejos colorados,
con unos pechos no más grandes que sus manos, una cintura estrecha,
y una cola redonda sobre unas piernas infinitas; enormes ojos de miel,
imperceptibles pecas sobre la nariz y cachetes, labios finos y una sonrisa
perfecta en su imperfectitud. Se apartó un poco, sacó su libreta y empezó
a escribir. Sólo imaginarla, había sido suficiente para empezar un poema:
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Estas cerca, puedo sentirte saludo, el poeta se sentó frente a ella con las piernas cruzadas y la mirada
en las ideas que me brotan en el cielo. Señaló a Regulus y antes que pudiera emitir palabra, ella dijo:
y en las palabras que te regalo; –La estrella más brillantes de leo… –con voz desafiante.
en la Imaginación, mi única Realidad. –Vos tampoco estás disfrazada –respondiendo al desafío tácito.
Esta noche te hallaré
y juro que te conquistaré, –¿Por qué decís eso? –dijo ella esta vez con leve interés.
si no es que termino antes conquistado. –Porque yo no estoy disfrazado y vos sos mi musa –seguro de sí mis-
De cualquier modo, mo.
nuestro destino ya fue contado. –Eso te haría un poeta entonces… –jactanciosa.
–Así es, me presento, mi nombre es Sir Noel Nartim –cerrando los
Satisfecho con esta afirmación de Voluntad, cerró y guardó la libreta. ojos y llevándose la mano derecha al corazón.
Al levantar la cabeza, la vio. Bailaba descalza con los ojos cerrados, apenas –Eso quiere decir que tus iniciales serían NN –lanzando una carcajada.
flexionando los músculos de sus piernas, girando sobre sí misma, cruzando –Nomen nescio, del latín “sin nombre”, así es –ganando el desafío.
los brazos y de tanto en tanto, jugando con una mano con su pelo o con
la cadenita en su cuello, mientras dibujaba figuras en el aire con la otra.
Llevaba un vestido blanco con la longitud exacta y con un escote preciso, Experimentaron un oxímoron al mirarse durante un instante-eterno en
ambos para dar lugar a la imaginación. Tenía el pelo suelto y un dibujo en la soledad sonora, creada en complicidad en medio de una fiesta de disfra-
la espalda que de lejos no se distinguía. ces, donde eran los únicos sin máscaras, interpretando sus verdaderos yoes.
No supo si acercarse o sacar la libreta y volver a escribir. Optó por lo
segundo, sintió que sería un pecado interrumpir una danza tan hermosa –¿Qué escribías? –dijo ella rompiendo la tensión que los dominaba.
como la criatura que la realizaba. Al poner el punto final, ella detuvo su bai- –Un poema… una historia, en realidad… en verso y con rima. Sobre
le, abrió los ojos clavándole la mirada y petrificándolo cual Medusa. Escapó un poeta que encuentra a su musa enamorándose perdidamente de ella, y
así del primer intento del poeta enamorado. Pero este, vuelto del Empíreo escribe su historia de amor que ella misma le relata.
después de tal fulminante mirada, la siguió por entre el gentío. La encontró –¿Y cómo termina?
sentada en el piso, con las piernas estiradas asemejando un camino natural,
–Eso lo deberías saber vos.
las manos apoyadas en el pasto y la cabeza hacia atrás mirando el cielo.
–Yo digo que el poeta se queda solo esta noche.
–¡Qué triste! –sacando la libreta y poniéndose a escribir –pero si mi
–Disculpe señorita, ¿me permite acompañarla en su contemplación?
musa es quien lo dicta…a menos que… –siguiendo con el juego de seducción.
–Desde luego –contestó ella sonriendo con tranquilidad, derritiendo
–A menos que me recite un poema y demuestre que es quien dice ser:
la Voluntad del poeta, y demostrando cuánto todavía podía hacer para
no confío mis inspiraciones a cualquiera, yo quiero un verdadero escritor
defenderse ante sus encantos. Luego de hacer un ademán de respetuoso
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–el poeta, volvió las páginas de su libreta hasta el poema que había escrito “El sueño del poeta”
al verla bailar por primera vez y se lo leyó:
En el cielo las estrellas competían
por ver cuál titilaba más veces y con más fuerza;
Decirte MI amor y el viento, con su silbido, inició la ceremonia en el valle.
hacerte MÍA, pero sin poseerte. Una flauta echa con el fruto de un árbol muy antiguo
El exquisito arte de amar… tocada por un elfo, sumaba sus notas misteriosas al viento;
Desearte sin consumarte. Pequeños trolls de piedra golpeaban enérgicos,
Espiarte mientras bailas tambores que sonaban como truenos,
deshinibida de tus Demonios las hojas de los árboles simulaban platillos rítmicos
sonriendo, tal vez pensando en mí; y la cascada en el extremo del valle, rugía como un león.
pero no importa en realidad Alrededor de un fuego que nunca se apagó
si soy yo el origen de tu sonrisa, desde que se encendió con las primeras estrellas,
mientras sea el destino de tus lágrimas. danzaban un poeta y su musa,
Si la lluvia, tan incomprendida ella, es hermosa componiendo una obra de teatro con sus sombras.
¡Cuánto más habrá de serlo tu llanto! Al amanecer, la cascada aún rugía,
El cual se presenta sin razón aparente el viento ya no soplaba
¡Más, Yo sé! como el rocío matutino y la flauta y los tambores hacía tiempo se habían callado,
lavas la Tierra entera de sus emociones pero el fuego aún ardía,
¡A qué titánica empresa te has encomendado! mientras poeta y musa,
Ser la razón para aceptar el Fin y a la vez, el mismo sueño compartían.
levantarse al siguiente día
a girar alrededor del Sol.
No serás MÍA cuando te diga MI amor.
Ya no seré, porque coexistiremos.
Seré en vos.

La musa lo había escuchado atentamente con ojos brillosos. Finalmen-


te, ante la mirada expectante del poeta, se acercó a este y en un susurro
junto al oído le respondió:

–Escuchá pero no escribas:


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Pacto de sangre

Mi primer experiencia psicodélica fue como la de todo el mundo,


durante la infancia. En mi casa pudo haber faltado luz eléctrica o agua
corriente, pero jamás libros. En un diccionario leí que Psicodelia es un neo-
logismo formado por dos palabras griegas, y significa «que se manifiesta el
alma». Verdes y extensos campos durante calurosos veranos de vacaciones,
eran mi lienzo donde dibujugaba usando mi imaginación como un pincel;
detrás de cada árbol, hacía aparecer cosas maravillosas y entes fantásticos;
viajaba en el tiempo ideando artefactos imposibles, solo con mi mente;
narraba historias épicas conmigo a veces de protagonista, otras como un
personaje secundario. No conocía el aburrimiento, el no pensar, siempre
estaba elucubrando algún universo paralelo. De más grande, fue lógico en-
tonces, que me interesara por las sustancias y sus efectos en la consciencia,
y por consiguiente, en la mismísima experiencia de la existencia.
Empecé con el alcohol, pero no me terminó de convencer; eso si, fun-
ciona como gran deshinibidor, ayuda con la timidez, y no puedo negar que
cosas más emocionantes pasan cuando uno supera el miedo a la vergüenza
que provoca la propia inmundicia. Pero eso solo, era el hall de entrada con
la puerta abierta a una casa de espejos.
Decidí probar la marihuana, todavía en la secundaria. La primera vez,
no puedo decir que sintiera algo distinto de la plana realidad, si bien, un
sentimiento de fondo ascendía como un eco, y me rememoraba los verdes
prados de mi niñez. Finalmente, hice mi primer viaje propiamente dicho
bajo los efectos de la planta, después el segundo y hasta perder la cuenta.
Comencé a plantarla, como mi medicina. Curé mi depresión y ansiedad
con la ayuda de ella. Siempre, volviendo a ese sentimiento de la infancia
de asombro, admiración y curiosidad ante la contemplación del Cosmos.
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Avance aún más en mi camino y experimenté con otra planta, la sal- ya por la esquina. La ira me brotó en la cara como un rojo escarlata. Lo
via. Gracias a ella, vi el entramado espacio-tiempo y entendí la teoría de la alcancé nuevamente pero cuando le fui a cantar las cuarenta, me miró de tal
relatividad. manera, invitándome al silencio, que le di los cigarros y me quedé callado
Pasé más tarde, a las sustancias sintéticas. “Colé” LSD y tomé MDMA, mientras caminábamos juntos a la par.
o éxtasis como se le dice. Incluso una vez, las mezclé, lo que se conoce Después de lo que fue casi una hora de caminata por monte y selva,
como “candyflip”. Lo más significativo de aquellas experiencias, fue ma- llegamos a una pequeña choza de madera. El viejo dejó su carro fuera y
nipular, de manera inconsciente, la estructura de los átomos y fusionarme entró a la casa, sin decir nada o siquiera mirarme. Me quedé en el marco de
con una pared, reordenando las conexiones entre partículas de materia. la puerta, con indeciso respeto. Salió, teniéndome que hacer a un lado para
Volví al camino de lo natural, y comí hongos. Lo hice en un espacio a dejarlo pasar. Llevaba en su manos una manta. Rodeó la casa mientras lo
oscuras con Tool sonando de fondo (o en realidad de arriba, de abajo, de seguía a cierta distancia. En la parte de atrás, había una choza más pequeña,
costado, la música me envolvía). Tuve claras alucinaciones visuales produc- de una sola habitación. Esta vez, después de abrir la puerta me miró y me
to de la sinestesia. En una canción, sentí como ascendía según la secuencia hizo una seña para que entrara, extendiéndome la manta. Sin cuestionar,
de Fibonacci por un eterno y grácil bucle, similar al ADN. la tomé y entré. Solo una cama y una pequeña mesa era cuanto había. Giré
Hace 3 años, viajé a Perú en busca de la experiencia de la ayahuasca, para mirar el viejo y este me dijo, –Hoy dormís, sin comer, mañana empe-
la raíz del Diablo, apodo por demás sugestivo, ya que fue este quien tentó zamos el viaje –y se fue cerrando la puerta tras de sí. Me senté en la cama
al hombre con el fruto del Conocimiento. Después de divagar por varios y me quedé largo rato, todavía con la mochila puesta y la manta entre mis
pueblitos perdidos, di con un hombre orgulloso y humilde, aunque de pa- manos, mirando un punto en la pared, nada en particular, sin pensar. De
labra seria, jovial en su andar. Tenía ojos negros y profundos que escondía pronto, salí del trance con una frase que resonó en mi interior, «cuando el
bajo un sombrero de paja. Vestía como un campesino, de hecho, estaba alumno esté listo, el maestro aparecerá». Había rendido mi voluntad a los
en el mercado intercambiando lo que parecía su producto por otros. No sé designios del chamán.
por qué pero me acerqué a él y le hablé. Le pregunté si me podía orientar, Esa noche, apenas pude dormir, no tanto por lo extraño que se había
a lo que respondió con una mirada serena y segura –Aquí es –dijo sin se- vuelto mi aventura sino por los mosquitos, era insoportable el zumbido
ñalar lugar o dirección en particular, a lo que reaccioné con desconcierto, constante en mis oídos y las picaduras en mis extremidades. Estuve todo el
–¿A qué se refiere con “aquí es”? –repliqué, pero cuando volvió a hablar tiempo aplastando contra mi cuerpo los cadáveres de estos impertinentes
después de un rato que se me había quedado mirando, me asusté aún más insectos. Al día siguiente, los mosquitos continuaban haciéndose un festín,
con sus palabras –Estás perdido y lo que buscas está aquí –haciendo un mientras yo hacía música de percusión con las palmas de mi mano contra
gesto que señalaba a sus espaldas, y acto seguido, tomó el carrito con sus mi cuerpo. En la noche tomé un brebaje asqueroso que el viejo preparó en
productos, giró sobre sí mismo y emprendió la retirada. Lo seguí y me puse un caldero fuera de la casa, asegurándose de mantener el fuego siempre en-
a su lado, antes que pudiera decir palabra, el viejo me pidió sin mirarme cendido. Cada hora volvía a tomar. Entre medio de una de ellas, el chamán
que le comprara cigarros. Accedí, no sé por qué a tal petición. Lo dejé un me encargó ir a juntar leña y las flores de unas plantas en particular que
momento para ir a comprar a una casa que vendía artículos varios a través me describió con sumo detalle. En mi paseo por los terrenos aledaños a la
de la ventana. Al volver con los cigarros, el hombre no estaba, caminaba choza, llegué a un río. Inmensa fue mi alegría al ver un grupo de delfines
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rosas, escurridiza especie, que pocos hombres han podido divisar, y que Fragmentado
sin embargo, ahí estaban jugueteando en el agua y cantando con la luna
brillando en su piel. Esa increíble experiencia distrajo, aunque sea por un
breve instante, mi consciencia de los mosquitos y sus picaduras por todo
el cuerpo.
Obsi: –(¡La puta madre, está lloviendo! ¿a estos zapatos les entraban
A mi regreso, el chamán me comunicó que haría la última toma, y
agua… ? Si, genial).
podría hacerme cargo del caldero y preparar el brebaje con las plantas que
me había mandado a buscar. Después de que ambos tomáramos, el viejo Esperando en el andén del subterráneo, un hombre grita mientras se
se sentó cruzando las piernas y no se movió en toda la noche de su lugar. prepara un mate.
Me recosté en el piso boca arriba y cerré los ojos. Seguía, a pesar de no ver, Loco1: –¡Me voy a morir de hambre!
matando mosquitos a un lado y a otro de mi ser. De pronto, me sobresalté Loco2: –¿Qué le pasa a ese hombre, está borracho? –me interpela otro
al aplastar a uno y escuchar un grito de ¡Hey! que tenía un candado colgando de su mochila.
Abrí los ojos y me incorporé. En frente mío, un mosquito del tamaño Yo: –No sé, está loco (como vos por lo que veo) –y hago el gesto del
de un hombre promedio, con una corona en la cabeza, flotaba haciendo índice girando en la sien mientras me subo al tren que recién arribaba.
un zumbido ensordecedor. –¿Por qué matas a mis hijos? –dijo sin hablar Esquizo:– (¡Qué hipócrita que sos! Vos estás tan loco como ellos).
con una voz profunda que retumbó en mi interior.
Yo: –No, no tanto…
–Me pican –fue lo único que atiné a decir, presa del miedo, pero más
Esquizo: –(Estás hablando conmigo, ¿querés que te mande un whats-
aún de una profunda tristeza, al empatizar con el dolor de un padre. –Mis
app?).
hijos tienen que comer –explicó el espíritu y continuó –pero soy un rey
justo. Yo: –Ja, eso me gustaría verlo.
Eso fue lo último que recuerdo. La mañana siguiente, al despertar, Esquizo: –(No te hagas el pelotudo).
noté como dos, solo dos mosquitos se posaron, primero uno y luego el Un hombre en la esquina del vagón canta a viva voz lo que aparente-
otro sobre mi brazo. Los vi alimentarse y alejarse volando satisfechos. mente escucha en sus auriculares y una mujer a su lado estornuda.
Pasajero cantante: –¡Salud!
Yo: –No la estaba viendo, ¿cómo carajos la escuchó... y si en realidad
tiene los auriculares para aparentar y está atento a todo? ¿esto lo pensé o
lo dije en voz alta?
Esquizo: –(Hola Para, ¿sos vos? ¡Volviste!).
Yo: –No puedo decir que te extrañé, pero ¿dónde estabas?
Para: –(Hace banda que no fumas ni tomás pelotudo, y la verdad que
sos bastante aburrido sobrio ¿Qué hacían?).
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Obsi: –(Disfrutando la hermosa tarde, mojando un poco las me- En la ciudad de la furia
dias…).
Esquizo: –(Jugando a hacernos los sanitos mentales).
Yo: –¡Bueno, basta, cállense ya un minuto! ¿no ven que casi me paso
de estación? El cielo se comportaba como un niño con capricho, a punto de rom-
per en llanto en cualquier momento. El reloj de la Catedral sonó por do-
ceava vez entre lo que salí del banco, y me prendí un pucho en la esquina
de la plaza. No creo en los paragüas, me basta con un impermeable largo
y unas buenas botas. Tiré el cigarro por la mitad, y paré un taxi; indiqué
mi destino al subir sin mirar al chofer, estaba distraído con el rebote de
un par de tetas sin sostén y con evidente frío. Serían apenas, una veintena
de cuadras, pero estaba cansado por la primer parte de mi jornada laboral;
tampoco soporto el comportamiento de las personas en la calle los días de
lluvia. Estaba pensando en tomarme un café bien cargado antes de entrar
a mi otro trabajo (los miserables y envidiosos de mis vecinos, siempre co-
tillearon por lo bajo, que mi progreso se debió a que pertenecía a la Fuerza
¡Bah… imbéciles!), cuando el chofer dijo que se detendría un momento a
revisar el motor, que era cuestión de segundos. Le contesté asintiendo con
la cabeza y volví a mis cavilaciones mundanas, esas tetas eran de las más
hermosas que había visto, las coloqué en mi listado, inmediatamente des-
pués a las de la Coca. El golpe seco del capot cerrándose, me aterrizó en
la realidad; el chofer se sentó y con una sonrisa forzada a través del espejo
retrovisor, me dio a entender que continuábamos con el viaje. Pero antes
de acelerar, dos policías se personificaron, uno del lado del chofer y otro
del acompañante. Manifestaron un procedimiento de rutina, petición de
papeles vehiculares y documentación. Creí necesario bajar, pero noté que
la puerta estaba trabada. El chofer asintió en todo con un estudiado nervio-
sismo. Llegó mi turno, entregué el documento que acreditaba mi identidad,
y acto seguido, el policía con los papeles tomó el lugar del acompañante
y el otro, el lugar junto a mí en la parte de atrás. Esto no es rutinario,
pensé. Uno a uno fui atando los cabos, estos pelotudos saben que por la
tarde trabajo en la aseguradora, deben pensar que saqué guita del banco
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y la estoy llevando hacia allí. Mientras deducía todo esto, el taxi cruzaba Somnus
la 9 de Julio y el policía sentado en el lugar del acompañante hablaba por
el radio (o hacía que) con la comisaría, “sujeto con DNI XX.XXX.XXX,
nombre Claudio Andrés Mirance, nacionalidad” –¿No te suena ese nom-
bre? –aproveché para decir. La reacción fue instantánea; hubo incluso una
The closer you get to the meaning
mirada fugaz entre taxista y policía. –A ver… ¿por qué debería sonarme? –
The sooner you’ll know that you’re dreaming.
dijo intentando calmarse –¡¿Me vas a decir que no conocés al subcomisario
Mirance? –no mentía, era mi tío y proseguí. –Me presento, oficial Mirance.
Heaven & Hell – Black Sabbath
Y usted (dirigiéndome al policía a mi lado, el otro se había quedado en el
molde), muéstreme su carné profesional. Agitado buscó en su uniforme y ¿Dejamos de existir si… ? No, no…
me lo pasó –¡Muy bien, somos todos policías, ahora que nos conocemos, La pregunta sería, si dejan de recordarnos ¿existimos alguna vez?
¿cómo sigue esto?! –dije mostrándome intranquilo pero firme, sabía que
al identificarme como oficial podía ser boleta. Un profundo e incómodo
Abría el segundo atado de cigarrillos de la noche cuando el perro alzó
silencio se extendió hasta que la bocina del coche atrás del taxi, apuró a
su oreja derecha, y acto seguido, salió a tu encuentro; todo en un solo
nuestro chofer para retomar la marcha ni bien el semáforo se puso en ver-
movimiento colmado de elegancia animal. Esta vez no lo dejaste ladrar,
de. Con el movimiento del auto, no volvió la conversación. Entramos en la
fuiste considerada de cuánto me molesta ese condenado ladrido. Y ni aún
zona del Congreso, que casualmente por alguna manifestación, estaba llena
así sospeché.
de efectivos; se me ocurrió hacer un escándalo, si bien era policía, no me
desempeñaba en las calles y tampoco portaba mi arma –Está todo en orden Prendí un cigarro; inhalé. Cerré los ojos con mis pulmones llenos de
–finalmente dijo el policía con el radio. El taxi frenó junto a la plaza frente humo mezclado con al aire tenso de tu paso fuerte al pisar, acercándote
al Congreso, y el policía junto a mí se bajó para abrirme la puerta. Bajé y a la habitación donde yacía. Exhalé el humo. Abrí los ojos y te vi entre la
este se sentó en donde yo iba, cerrando la puerta tras subirse. Quedé ahí niebla; primero eras una sombra «como cuando te conocí», solo partes
parado, junto al taxi un breve momento, indignado, con miedo, sin saber luego, según la bocanada se disipaba.
bien qué hacer. Se me ocurrió entonces, anotar la patente del taxi, aunque Tu figura erigida frente mío era el otro extremo de un segmento
fuera un coche alquilado, se podría rastrear quién lo alquiló y a quién. Pero imaginario entre ambos. En esa línea, el infierno podía abrirse, si así lo
cuando me dirigí hacia la cajuela, un auto de la policía estacionado a pocos deseáramos. Alrededor, extendiendo el plano, formando el cuerpo multi-
metros, se adelantó pegándose al parachoques del taxi. Anonadado miré dimensional de la habitación, reinaba la paz.
por el parabrisas, y el oficial dentro, me hizo una seña inequívoca, de pros- La posición de tus manos con la que tomabas el arma dejaba ver la
titución. Desistí, dí media vuelta y enfilé hacia mi trabajo en esta ciudad marca de esta… Oblivion. Pero esa arma ya había sido disparada contra
consumida por la corrupción. mí; en realidad, la imagen que veo de ti apuntándome con el arma, es como
cualquier otra cosa que refleja la luz, una impresión pasada de tal objeto,
era lo que debía de haber comprendido antes, pero tardé en hacer.
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Los ojos se abren, el sueño es interrumpido; una voz susurra mientras Helios sin Selene
transmite calma al perro en la otra habitación. Miro mis manos, me había
quedado dormido con un cigarro en la mano; en el cenicero, los cadáveres
de otros se consumían. Me llevé el cigarro a la boca.
Lo prendí, inhalé. Cerré los ojos con mis pulmones llenos de humo mezclado con
El eterno problema fue, es y será el de traducir los pensamientos; hacer
al aire tenso de tu paso fuerte al pisar, acercándote a la habitación donde yacía. Exhalé
llover tinta en el papel y transcribir esa tormenta de nubes y relámpagos
el humo. Abrí los ojos y…
que llamamos conciencia.
¿Cuál es la ciencia detrás de la transmisión de emociones? ¿Cómo se
explica un abrazo… y su ausencia en los momentos de necesidad? La quí-
mica no basta y a la física no le interesa, la psicología está equivocada y la
religión miente cuando quieren dar cuenta del vacío.
Solo la poesía, con ella y en ella, lo imposible se vuelve posible: «la
poesía es aquello que resta (queda afuera) cuando terminamos de definir
a la poesía».
No estoy loco, aun así lo estuviera, la locura siempre guarda una por-
ción de razón.

La noche se ha cernido sobre mí espíritu


Sin estrellas y sin luna,
Me aplasta el pecho
Rompiendo mis costillas
Perforando mi corazón,
Que se niega a dejar de latir
En un intento de doblegar el sino
Con el ritmo de su música
Para que te traiga junto a mí.

La noche, es ahora también día. Las estrellas se han esfumado con los
besos, y la luna ya no quiere asomarse en el cielo de un mundo con alexi-
timia. Por lo que la vida, se escurre como notas en el aire emergidas de un
monótono arpegio, un día a la vez.
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Viviendo andamos, o eso creemos experiencia, no volví a soñar. La oscuridad de la noche no solo emponzoña
Pero en realidad muriendo estamos, el día sino ahora también el mundo onírico. Me libero del abrazo de las
Solo en la muerte se puede soñar con el vivir sábanas, que me resulta extraño por lo tierno y familiar. Bajo la ventana,
Y en la vida fantasear con el morir. me siento a continuar esta íntima confesión, en el silencio de una ciudad
sitiada por el horror.
Durante la vigilia, me enfrento a la realidad con imaginación, y río Me asalta el recuerdo de la última vez que vi la luna. Después de aquel
como el insensato, hasta que las líneas de mi rostro se desproporcionan encuentro, solo volví a aquel lugar una vez más, en vano, a buscarte en el
de tal manera, que comienzan por asemejarse a las fauces de una bestia. horizonte de un cielo púrpura y una tierra verde esmeralda. Hace tiempo
Y dicen, que reír es algo exclusivamente humano… La manía entonces me no lo visito. La fiebre me sube como lava en la erupción de un volcán. Es
suelta la mano, y me secuestra la depresión más abismal, más brutal. Vacío el momento de volver. La esperanza, puede ser la virtud más elevada en la
mis ojos a medida que los espasmos se van convirtiendo en tiernas caricias, inteligencia del hombre, pero también, el último de los males.
y mis barbas gotean un llanto agridulce nacido en la fuente de mis entrañas.
En el sueño, un ángel me recita poemas que me apuro por anotar al Arrodillado,
despertar, y así, buscar en ellos la manera de enfrentar esta inmortal noche Con las manos cruzadas,
con el hueco que queda en mi pecho, cual almohada, sin tu cabeza en ella. Los ojos cerrados
Y el corazón envuelto en llamas,
Vuela ángel que me visitas, Oro una plegaria.
Deja la piedra de mis sueños Hablo en el silencio
En la que te sientas a cantar, Con tu recuerdo en mi mente,
Y lleva contigo mi beso prohibido Invoco fuerzas más allá del Bien y del Mal,
A los labios de la luna Pidiendo dirigir tu voluntad a aquel lugar;
Y hazla volver a brillar. Y reunirnos al fin,
Para con un beso encender el Universo.
Despierto me hallo, a esa hora de la madrugada en que es muy tarde Solo en el Amor,
o muy temprano para hacer cualquier cosa. Siento que los pliegues de la Criaturas como nosotros pueden soportar
almohada se mueven y cambian de formas, en un intento por acariciarme. la inmensidad de la noche.
Tengo las orejas envueltas en una deliciosa calidez, la nuca me pica y me
inundan los escalofríos. El eco de las pulsaciones resuena en mis oídos,
mientras divago con la mirada perdida.
Soñé por última vez que me escapaba de la nube que encierra los
sueños propios, y visitaba tu nube de sueños. En ella estabas sentada en la
rama de un árbol contemplando la existencia. Después de tal maravillosa
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El guerrero que se convirtió en león

Invoco a la gente del Sol implorando por justicia para contar mi his-
toria, que no me traicionen ni la lengua ni la memoria y que estén libre de
culpa los oídos de quienes me oigan. Como toda gran historia que narra
las aventuras de un hombre igual de grande a su hazaña, con una virtud
única y mayor a la del resto, sucedió hace mucho, aunque en este caso,
no tanto. Basta decir que mi abuelo conoció al protagonista de mi relato.
Aunque tenga nombre, más son los sobrenombres por los que se lo co-
noce, y ninguno le hace justicia completamente. Diré que sea cual sea el
vocablo que se utilice para referirse a él, siempre suena viril, fuerte, sabio,
orgulloso y humilde, estas últimas, complementarias y no contrarias como
la mayoría piensa.
Por supuesto, como toda historia, grande o pequeña, empieza por el
comienzo, donde y cuando nuestro héroe no era nada de todo eso, aun-
que mostrara evidencia de una grandeza en potencia. Nació, como todo y
todos, claro, pero los registros de su infancia están poblados de fantasía y
misticismo. Sólo en una cosa coinciden todas las versiones, no conoció a su
progenitor. De todas las historias, una prevalece por sobre el resto debido a
su original metáfora, más hermosa que cualquier verdad, la cual afirma que
fue criado por un escorpión; y en el desierto aprendió, muy precoz aun, la
primera lección de su vida, al ver a su arácnida figura materna aguijonearse
a sí misma por la espalda. Yo sostengo que nació con miedo, como todos
nosotros, y que incluso lo llevó consigo todo el tiempo, pero en ese mo-
mento lo venció de forma definitiva. He ahí la valentía, superar el miedo;
no tener miedo es otra cosa, es una deficiencia en todo caso.
Joven muy joven, se unió a una loba. Esta no tenía manada pero tam-
poco quería andar errante sola. Vivieron juntos en el bosque negro 7 años,
hasta que nuestro héroe, cierto día se vio en el reflejo del agua de un lago
escondido, y al reconocerse, corrió y corrió alejándose lo más que pudiera.
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Al dejar atrás el techo de copas de árboles, un cielo infinito se le abrió ante que todo hombre tiene por derecho. Las palabras y el idioma que usó para
él. Obnubilado por las estrellas en la noche, cayó en un pozo profundo. hablar con el astro permanecen un misterio, dicen que el ángel, o el demo-
Allí permaneció días, meses dicen algunos, otros, entre los cuales se en- nio, según la versión, le enseñó. Otra vez la historia se bifurca sin dejar el
cuentran sabios y maestros, afirman que años. Sea el tiempo que fuera, camino recto, en aparente contradicción. La mañana siguiente, la vio a la
se dice que sobrevivió meditando intensamente logrando intercambiar distancia salir debajo de las pieles del felino, como una mujer, blanca como
energía con su entorno a través del poder de su mente y la manipulación la leche, llena de constelaciones de lunares, unos pechos redondeados con
de leyes físicas; también dicen, y yo creo en esto, que fue encontrado por el pezones rosados, y los mismos ojos de luna. Ella lo vio y al reconocerlo
escorpión que lo crió, y aunque no pudo sacarlo, lo alimentaba arrojando salió a su encuentro, lo abrazó y besó, al mismo tiempo que le clavaba en
al pozo animales que cazaba con su mortal aguijón y sus feroces tenazas. el corazón un colmillo que había tomado de su antigua piel. Lo dejó allí,
Cierta noche, la vio, a la luna en todo su esplendor, amarilla y gorda sangrando. La luna, había sido su cruel testigo.
cantando su canción de cuna. Nuestro héroe lloró por primera vez, y ahí Yo conozco la oración que ofrendó al satélite de la Tierra en la cima
mismo se prometió salir de aquel abismo y subir la montaña más alta para de aquella montaña; le fue revelado a mi abuelo en un sueño y él me lo
acariciar a su amada. Esta parte de la historia, es la única con solo dos transmitió a mí como su más valioso tesoro, un rompecabezas de la his-
versiones, totalmente opuestas, a diferencia del resto que por lo general toria más grande jamás contada, «Pido por la felicidad de ella, a ti, mi más
tienen tres como mínimo. Unos, aseguran que pidió un deseo a su ángel grande amor, concédele aquello que me es negado a mi por ser un simple
de la guarda para que lo sacara de allí; los otros, que vendió su alma a su humano, por amarte en el cielo desde la tierra y no poder tocarte», habría
demonio de la guarda. El final y el camino es el mismo en las dos ver- dicho el enamorado. A la Luna, no le gustó tener que resignar el amor de
siones, pero si prestan atención, desde aquí, algo empieza a manifestarse, nuestro héroe, y sabiendo de la traición, cumplió su deseo como venganza.
un concepto vago, esquivo, que no se termina de formar en la mente de Sin embargo, al verlo arrodillado y herido, sin poder llorar aunque sus ojos
quien escucha la historia, y cuando cree que lo tiene se le escapa entre los estuvieran a punto de reventar, sintió compasión y le habló:
dedos; una sensación palpable de contradicción pero que no es dolorosa de –¡Pobre tonto! ¿Por qué no pediste por tu felicidad?
aceptar, yendo a ella, incluso, como va un insecto a la luz. Se levantó aun con el colmillo en su pecho y sin mirarla le contestó:
Una vez fuera del pozo, divisó una montaña en el horizonte y fue a –Eso hubiese sido egoísta.
ella sin preguntarse si esta podía venir a él. En el camino se encontró con
una leona. Era más grande que él, pero juguetona como un cachorro. Sus –¡No eres tonto, sino idiota! ¿Cómo va a ser egoísta desear lo único
ojos eran dos lunas. No pudo resistirse a tal encantamiento de la Natura- que te es lícito desear? ¿O acaso crees que puedes desear otra cosa distinta
leza, y se arrojó bajo las garras y las fauces de la gata. que tu felicidad? Si hubieses deseado ser feliz, ella, tu leoncita, se hubiera
convertido en una mujer de todas formas porque tu felicidad era verla a
Vivió por y para ella, deseando cada día que pasaba ser un león para ella feliz, sin embargo, como no fuiste directo, te maldije, y entonces cuan-
poder unirse en la eternidad. La leona, por el contrario, cada día que pasa- do la viste feliz te llenaste de rabia y envidia, no pudiste soportar tu propio
ba, deseaba ser una Mujer. Nuestro héroe, no tardó en darse cuenta de este sufrimiento y ella te abandonó para ser feliz. El colmillo en el corazón es
predicamento y cierta noche, emprendió el camino que había interrumpido un pequeño regalo de mi parte, por abandonar nuestro amor sin siquiera
tiempo atrás a la montaña, iba a hablar con la luna para reclamarle el deseo optar por tu propia felicidad. Aun así, tus ojos y tu lengua siempre fueron
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mi perdición, ya sea que me vistiera de llena, cuarto creciente o menguan- Pseudónimo


te, ahí estabas quieto, con la nuca replegada, desnudandome con la mirada
y recitándome los más hermosos versos. Has perdido la oportunidad de
desear la felicidad, pero eso no quiere decir que todavía no puedas pelear
por ella. Mucha suerte amado mío.
El reloj virtual en la esquina de la pantalla titilaba con un grito “¡dos
Todos conocen el hermoso final: “el colmillo se enterró profundo en
horas más!”. El silencio de ideas dentro de la cabeza de Dany, que aseme-
el corazón, desapareciendo, y la sangre brotando por la herida comenzó
jaba al blanco de la hoja del procesador de textos en la computadora, le
a cambiar de color, convirtiéndose poco a poco en un pelaje que cubrió
permitía notar la mezcla homogénea de ruidos de oficina flotando en el
el cuerpo del héroe, armado con garras y unas fauces decoradas por una
aire; tipeos más acá, conversaciones por teléfono en el cubículo de al lado,
melena tricolor.
impresiones urgentes más allá. Entre sus rizos carmesí, se escondía una
mirada de profunda concentración, color del café. Le faltaba una nota y
podría irse a casa. Hacía días, desde que lo había conocido a él, que no
escribía nada que le gustara. Se distrajo pensando qué estaría haciendo, si
estaría pensando en ella, si estaba tan loco como aparentaba, y por qué no
había salido corriendo cuando se acercó a ella para firmarle un ejemplar
en la presentación de su último libro; por qué aceptó una cerveza después,
por qué se acostó con él esa misma noche, por qué le escribió un poema,
por qué… –¡Dany! –se sobresaltó al escuchar la voz de su jefe –Dany, entró
una mujer pidiendo hablar con un periodista, haceme el favor de ver qué
quiere.
Dany se levantó y salió de inmediato al encuentro de esta persona,
pensando que esta podría ser la nota que le faltaba. Al acercarse, vio una
mujer sentada repiqueteando los pies con las manos sobre las rodillas y
mirando de un lado a otro con nerviosismo. Vestía un sobretodo beige y
llevaba el pelo rubio, con algunas canas, recogido en una cola de caballo.
Para Dany debía rondar los cuarenta. –¡Buenas tardes!, mi nombre es
Daniela Tagart, soy periodista del diario Sinopsis, ¿en qué puedo ayudar-
le?– se presentó extendiendo la mano. La mujer la miró sin responder,
estudiándola de arriba abajo. Finalmente dijo sin devolver el saludo –Mi
nombre no importa, ¿dónde podemos hablar sin que nadie nos escuche?
Dany dirigió a la mujer hasta una oficina al fondo de la editorial. Si
bien era la primera vez que se encontraba con este tipo de personajes, “los
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huevos hervidos”, como los llamaban sus compañeros por el subgénero –Nada, una loca –atinó ella simplemente a contestar mientras este volvía
literario de ficción policíaca; donde el detective es rudo, y se enfrenta dia- a la conversación por teléfono y se encerraba nuevamente.
riamente con situaciones de violencia, lo que le lleva a tener una actitud de Dany se estremeció y volvió sobre sus pasos decidida, revisó la basura
“duro” hacia las emociones; intentó no ilusionarse con lo que la extraña y rescató el vaso con las indicaciones –¡Tibio! –exclamó al pasar nuevamen-
mujer podría narrarle. te por la oficina de su jefe sin importarle si la escuchaba.
–¿Tiene hijos, Daniela? –preguntó ni bien se sentó –No –contestó Estuvo sentada en su escritorio la hora y media restante girando el
Dany sirviéndose un café y ofreciéndole uno a la mujer con un gesto de vaso sobre su mano, leyendo la dirección, los números, de vuelta la direc-
la mano –¿Y animales? –retrucó la extraña negando con la cabeza el café ción. El vibrar de su celular y una luz blanca insistente la sacó del trance,
–Tampoco –¿Cree en Dios? ¡¿Vamos, hay algo sobre lo que pueda jurar?! en la radio sonaba “Mañana en el Abasto”, la cual había estado tarareando
–El juramento hipocrático para periodistas –contestó Dany socarrona y sin darse cuenta “/Parada Carlos Gardel/ Es la estación del Abasto/Subte
siguió –La verdad es lo que me importa, aunque a veces esta no pague lo línea B/”, la letra de la canción coincidía con las indicaciones que repasaba
suficiente –Bien, es suficiente para mí –dijo la extraña impaciente y conti- mentalmente para llegar a la dirección escrita en el vaso. Un escalofríos le
nuó –Muestreme por favor su celular, y asegúreme que no está grabando recorrió la espalda por la curiosa casualidad o porque miró el celular, y vio
esta conversación–. Ahora Dany era la que se impacientaba, pero se tran- que era un mensaje de él, invitándola a tomar un café después del trabajo.
quilizó y apagó el celular frente a la mujer –Por favor, dígame a qué vino,
Ya fuera de la oficina, se vieron en un barcito escondido sobre un
si es tan amable –¿Sabe usted…? No, qué va a saber, el trabajo de los me-
pasaje, al cual para acceder, debían descender una empinada escalera y
dios no es precisamente saber sino informar, por eso estoy aquí para que
resolver un acertijo que develaba la palabra secreta para que le abrieran
informen algo que yo sí sé –Bien, ¿y qué sería eso que usted sabe y quiere
la puerta. Llovía en la ciudad. El lugar, lo único que tenía de especial era
compartirnos de forma tan amable y voluntaria? –Guárdese el sarcasmo,
la sensación de exclusividad y la atmósfera íntima, y que se podía fumar,
señorita. Vaya a esta dirección en estos días y horarios de la semana –dijo
porque el café era horrible. Ella lo escuchaba hablar entre sorbo y sorbo,
la mujer y le sacó la lapicera y el vaso de café plástico vacío de las manos
preguntándose qué querría de ella, y qué quería ella de él, por qué dos
de Dany, escribiendo en él una dirección y números. Sin más, se levantó
extraños quieren dejar de serlo, por qué dos conocidos quieren volver a
y se fue sin hacer ninguna aclaración más respecto del asunto que la había
ser extraños, qué había en esa maldita dirección que la atormentaba entre
llevado hasta allí.
intervalos cada vez más cortos –Hoy vino una mujer y me pasó una direc-
Dany se levantó y tiró el vaso en el tacho de basura al salir. De camino ción –Dany rompió el silencio después del último sorbo de él –Sin decirme
a su escritorio por el pasillo, escuchó a través de la pared a su jefe hablando nada más –. Él se limitó a asentir, era lo que ella necesitaba. Se despidieron
por teléfono encerrado en su oficina. con un beso y un abrazo, insuficientes ambos.
–Si ellos no lo publican, nosotros tampoco, no quiero esa responsa- Esa noche, Dany no pudo dormir hasta muy entrada la madrugada, y
bilidad– decía en un susurro que quería ser grito. De repente, se abrió la cuando finalmente lo logró tuvo una pesadilla de la cual solo pudo escapar
puerta –¡Ah, Dany! Justo con vos quería hablar –dijo su jefe con el telé- porque su gata le saltó encima, y le comió el pelo en claro gesto de protesta
fono todavía en la mano –La nota del sindicalista narco no va a salir. Eso para que le diera de comer y le limpiara las piedras. Después de complacer
es política y la política se soluciona con política ¿Qué quería esa mujer? al felino y de lavarse la cara, vio que el día en el calendario colgado detrás
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de la puerta, estaba resaltado con un círculo rojo y una dirección con un del terror que había sentido, volvería a intentarlo en el siguiente horario
horario, también en rojo, inmediatamente debajo. Se fijó la hora en su ce- anotado en el vaso por la mujer, que tenía sobre su escritorio bajo la lám-
lular, era temprano aun, así que aprovechó que ya se encontraba despierta para a simple vista.
para ir aquel lugar y esperar cualquier cosa. Todavía llovía en la ciudad, Esa misma tarde, salió más temprano del Diario pero más justa con
aunque leve, por lo que se fue caminando con su paraguas amarillo mien- el tiempo del supuesto horario de apertura de la puerta. Esta vez no entró
tras fumaba un cigarro armado. al café, se quedó simplemente en la esquina, con una mano en el bolsillo,
Entró a un café-librería en la calle de enfrente, recorrió sin esperan- aferrada a un pequeño taser que le había dado su hermano para su protec-
zas las estanterías por orden de autor, hasta encontrar, para su sorpresa, ción, cuando recién se había mudado a la ciudad. Se hizo la hora, la puerta
el nombre de él, “León Regner, Cuentario”; tomó el libro y se apostó en se abrió y esperó. No entró nadie, no salió nadie. Dos horas pasaron y se
una mesa al lado de la ventana, que daba una perfecta visión a la puerta volvió a cerrar. Seguía sin comprender. Se dijo que el hombre leyendo en
del edificio en la dirección que la mujer había indicado el día anterior, tan el café durante la mañana, la habría visto y reconocido, o incluso seguido
enigmáticamente. –Este si que es un café –dijo mientras detenía sus dedos sin que ella se diera cuenta y por eso no había vuelto a pasar nada con la
en su cuento favorito, “El disco del firmamento”. Lo releyó por enésima puerta.
vez, alternando de tanto en tanto su mirada entre el reloj en una pared del Esa noche directamente no durmió. Presa del miedo, estaba atenta a
café y la puerta misteriosa. cada sonido. Después de lo que le pareció la noche más larga de su vida,
Puntal, a la hora que la mujer había predicho, se abrió. Aunque no salió el sol y se levantó más segura. La puerta no volvería a abrir hasta
tenía picaporte, pudo notar cómo se despegaba del marco dejando una dentro de dos días. Tenía tiempo para pensar, o para olvidar. Pero se
rendija. Esperó. Pasaron dos horas y nadie entró o salió. Nuevamente, dio cuenta que lo segundo le sería imposible. Se volvió una obsesión, no
puntual a la hora que la mujer había predicho, se cerró, pegándose nueva- pensaba en otra cosa, ni siquiera en él, que tampoco había vuelto aparecer
mente al marco. No entendía. La invadió la paranoia. ¿La mujer le había desde la última vez.
tendido una trampa? ¿Sabían que ella estaba allí para reportar algo, mismo En el trabajo, abrió su cajonera para tomar una nueva libreta donde
en el café? Se dio vuelta lentamente y recorrió con la mirada a las perso- hacer anotaciones, la cerró y la volvió a abrir al darse cuenta que faltaba
nas allí, una por una. Aunque todos tenían un libro, este descansaba en uno de los libros, el autografiado. Comenzó a revolver nerviosa su cubícu-
la mesa mientras los clientes se perdían en el brillo de las pantallas de sus lo, y se dio cuenta que también faltaba el vaso con la dirección que había
teléfonos. Solo una persona le llamó la atención, era el único con un libro escrito la extraña. El insomnio comenzó a jugarle una mala pasada. Se
entre sus manos, leyéndolo. De pronto, bajó el libro, la miró profundo en preguntó si los últimos días habían pasado, si realmente lo había conocido,
sus ojos mientras tomaba la taza de su café; y sin dejar de mirarla, vació la si le había firmado una copia de su libro, si esa mujer extraña había ido a
taza y al dejarla nuevamente en la mesa, le sonrió y volvió a su lectura, “El la redacción y le había dejado escrito en un vaso la dirección de un lugar,
simple arte de matar”. si había ido al café frente a dicho lugar y si había esperado atenta a una
Dany dejó el dinero sin pedir la cuenta y se fue sin percatarse que puerta misteriosa que se abría y cerraba, aparentemente sola. De lo único
tenía el libro todavía entre sus manos. Al llegar a la oficina, lo dejó en su que estaba segura es de que se había traído el libro porque lo tenía en sus
cajonera arriba de su copia firmada. Logró calmarse, y decidió que a pesar manos. Por lo tanto, también estaba segura del hombre que había visto
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en el café. Pero de él, de él no podía estar segura, aunque lo había sentido Banco tomado
dentro suyo, aunque lo había dejado dormir hasta el amanecer entre sus
piernas, aun así dudaba.
Llegó el día siguiente, cuando la puerta volvería a abrir, sin poder
dormir salvo por intervalos. Tomó el subte y se quedó dormida entre dos
Enrique era el resultado de la curiosa combinación entre una persona-
estaciones, entre las cuales tuvo un pequeño pero revelador sueño; estaba
lidad que desempeña labores en tareas informáticas durante el día, y otra
contenta por haber conseguido una nota interesante sobre la cual escribir,
que por las noches, es un artista del graffiti. Su especialidad era el tagging.
volvía a casa donde la esperaba su novio, y ella al entrar le empieza a con-
Hacía tiempo ya desde su última salida. Las calles se habían vuelto peligro-
fesar que tiene un amante, aunque estaba segura que le estaba relatando el
sas, para todos no sólo para los artistas; para estos las calles siempre fueron
tópico de la nota, la cual supuestamente nada tenía que ver. Entonces tocan
peligrosas, hasta que no creen otro mundo. De chico, antes del “Evento”,
la puerta de su departamento, abre y estaba él, que se le quedó mirándola;
pertenció a una Crew y competía con otras del mismo estilo, tapando las
en medio de la sorpresa y el miedo, giró y miró a su novio que también la
firmas rivales en las paredes. Por regla personal, jamás tapó una obra que
miraba por sobre un libro del cual no pudo distinguir el título. Los ojos
le gustara. Su preferida, la veía todos lo días en el tren de camino a su
eran los mismos, azules y profundos como un lago glaciar. Despertó de
trabajo y de vuelta a su casa. Al comienzo de la estación Muñiz, o al final,
un sobresalto cuando los ojos de ambos se unieron frente a ella volvién-
dependiendo de si se va o se viene, hay un predio con vagones viejos, de
dose gigantes y aplastandola en un pestañeo. Era su parada. Bajó del tren
esos de madera. En el costado de uno de ellos había un dibujo de un búho
todavía temblando, subió las escaleras y se dirigió a la puerta misteriosa.
psicodélico. Pero un día, cuando más lo necesitaba, ya no estaba. Habían
Esperó directamente frente a ella sin importarle nada más que saber qué
pintado el vagón de blanco. Para Enrique había sido un delito, igual que
había detrás. Se hizo la hora, la puerta se abrió y entró sin vacilar. Caminó
cuando lo hicieron pasar un noche en la comisaría por “dañar propiedad
por un estrecho y oscuro pasillo. Subió unas escaleras de caracol y entró en
privada”. En este caso, incluso, era un delito más grave: se privaba a miles
una habitación prácticamente vacía, salvo por una biblioteca con decenas
de pasajeros de una vista extraordinaria y maravillosa, liberadora de este
de discos de vinilos de todos los géneros, y una pequeño tocadisco en una
nuevo mundo gris.
esquina. Recorrió los estantes como antes había recorrido los del café-
librería, sabiendo lo que buscaba y lo que quería encontrar. Sacó un disco Un primero de mes, se dio cuenta que había perdido su tarjeta para
que no informaba autor, sólo tenía a cada lado el dibujo de dos leones de cobrar en los cajeros automáticos. Hizo la correspondiente denuncia y pi-
perfil, uno rugiendo y el otro mirando contemplativo; el título era “Disco dió la reposición, retirando su dinero por Caja. Pasados unos días, le llegó
del firmamento”. Lo puso en el tocadiscos y cerró los ojos para escucharlo. la notificiación para ir a retirar la tarjeta pero se olvidó. A principio del
siguiente mes, cuando quiso retirar el dinero de su sueldo, se acordó de la
El diario al día siguiente no se hizo eco de la noticia, más que por una
tarjeta, la notificación y de su madre. Ya era tarde y habían “procedido con
pequeña columna de pocas líneas, “PERIODISTA LOCAL ENCONTRA-
las destrucción del plástico huérfano”, como dicen. Para Enrique, dentro
DA MUERTA. Se cree que fue un suicidio después de que descubriera que
de los bancos no se habla español, ni inglés, chino o tampoco ruso, se
su pareja mantenía una doble vida.”
habla otro idioma, el del dinero.
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En su almuerzo fue a la nueva sucursal que habían abierto a pocas siguiente escena los mostraba con hijos pero sin dejar de privarse de viajes
cuadras de su lugar de trabajo. Era un edificio como el resto, tan hete- y compras, la tercera y última los mostraba de vuelta solos, pero no mucho
rogéneo por fuera que el paisaje de la ciudad se volvía monótono, y por más viejos –¿Qué habrá pasado con los hijos? –se preguntó Enrique.
dentro más bien minimalista. Los espacios y los objetos que lo ocupaban Vio como 7 veces la misma secuencia repetirse y notó que el mucha-
eran amigablemente circulares, escritorio, sillas y sillones de espera esta- cho de seguridad seguía nervioso yendo y viendo. –¿Qué le pasa, qué tengo
ban redondeados. Solo había dos colores en la paleta del arquitecto que de raro? ¿Será porque estoy mojado? –pero no era eso, lo que perturbaba a
diseñó el edificio, blanco y naranja. Estaba aislado de la calle, y por dentro la seguridad del lugar y al resto de las personas en el Banco, era lo que En-
no se oía a nadie hablar; para Enrique aparte que hablan otro idioma, este rique llevaba en las manos al momento de entrar y ahora había dejado a su
no requiere ser expresado verbalmente. Una computadora con opciones lado: un tupper. Estaba en la calle camino al Banco cuando se dio cuenta
resuelve el 95% de los trámites; Enrique siempre se acuerda cuando esta y no quiso volver a subir a su oficina para dejarlo. El tupper era circular,
enfrente de una de ellas lo útil que resultaron ser los multiple choice para por lo que resultaba amigable, tenía dos asas también redondeadas, pero
la vida en sociedad. El 5% restante de las transacciones se resuelven en era de color púrpura.
oficinas aisladas de los espacios comunes de espera. Si bien se presupo- Sonó un timbre y apareció su número en la pantalla, –“¿Para qué me
ne que hay empleados, no se los ven; el edificio parece funcionar por sí llamo Enrique? Ni siquiera Quique…” –decía para sus adentros. Se levantó
mismo, como un organismo gigante. Una sola vez Enrique vio salir a uno del sillón olvidándose del tupper. Realizó su cosa y salió tan maravillado
de una oficina, lo escuchó taconear mientras caminaba con paso rígido con uno de los billetes que le habían dado, que jamás se percató de aquel
un trayecto semicircular para finalmente meterse en otra oficina, y ya no objeto púrpura contrastando entre un cielo naranja y un mar blanco. El
volver a aparecer más. billete había sido tapado, la imagen del prócer era ahora la de un ídolo
Era otoño y afuera llovía, el paraguas descartable no había resistido popular. Enrique salió hechizado del edificio y detrás de él cerraron las
el viento. Desde que entró lo embriagó la incomodidad de ser observado puertas al público, porque había concluido el horario de atención. El
por todos. Se acercó a una computadora, imprimió un papel y se sentó en seguridad y las personas que estaban adentro del Banco aún sin atender,
uno de los sillones naranjas a esperar. El personal de seguridad, cambió quedaron sorprendidos ante un hecho tan cotidiano. Conforme empezó a
de forma muy evidente su ronda, ahora uno de los dos, siempre estaba en pasar el tiempo, la mirada distraída de las personas al tupper se empezó a
la línea de visión de Enrique. Con paso inseguro iba y venía, disimulando volver más obsesiva. Una perturbación impedía la concentración de todos
mirar otro lugar, a otra persona. Enrique intentó concentrarse en otra cosa, allí adentro. En estos lugares no se puede sacar el celular, de lo contrario
recorrió el lugar con la vista y se detuvo en una televisión que mostraba hubiese habido una subida masiva de fotos a las redes sociales, contestan-
una pareja jóven, el tipo era un hombre común, sin atractivo aparente, y la do a la pregunta “¿Qué estás pensando?”: “Ese objeto no pertenece a este
mujer también era bastante común, le recordaban ambos a él y su flamante lugar”… “el color es inquietante”… “¿quedará algo de lo que sea que haya
nueva esposa. La secuencia de imágenes los mostraba disfrutando de viajes comido?”… “¿habrá comida o… será un bomba? Tal vez, gas mortal, o un
y compras, al menos a ella, mientras él le escondía el rectángulo plastifica- animal letal creado geneticamente” “¿y si no hay nada; por qué tendría que
do naranja, a lo que ella remataba la escena con un, “pero no seas estúpido, haber algo?”. Sin embargo, se podía sentir la intranquilidad que generaba
si tenemos <deseos>!” –(SACA TU TARJETA DESEOS una voz en off). en las personas el tupper. Una a una las personas fueron llamadas y salie-
Las publicidades desde el “Evento” tenían un lenguaje más informal. La ron del Banco, no sin antes echar un último vistazo al tupper olvidado.
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Llegó la hora del cambio de turno de guardia y cuando llegó el relevo, ante El disco del firmamento
la pregunta por el tupper, solo atinaron a decir, “Se lo olvidaron”, como si
eso tranquilizara a alguien.

La nota musical es un sonido determinado por una vibración de fre-


cuencia constante; el acorde es un conjunto de notas diferentes que suenan
simultáneamente; la sucesión de acordes forma una progresión armónica…
¿para qué aburrirles con cosas que seguro saben? Y sino, deberían, porque
como decía el filósofo, “la vida sin música sería un error”; por lo cual, la
música es el instrumento primordial, tanto para el científico como para el
artista al momento de decifrar la realidad.
Hace no mucho que vivo solo. Me mudé al garaje de un vieja casa
en el barrio de Balvanera, el cual fue reacondicionado como una amplia
habitación. Comparto el baño y la cocina con las otras personas que viven
en la casa, en su mayoría extranjeros escapando de las garras de arpías, en-
viadas por algún dios vengativo a hacer cumplir su castigo. Habían pasado
apenas unos días, todavía me encontraba acostumbrándome a la rutina de
la solitud; estaba volviendo de hacer las compras para la cena de esa noche
cuando un hombre me interceptó en la puerta de entrada. Su aspecto era
de pobreza honrada, todo vestido de negro haciendo tono con el color de
sus ojos. No recuerdo mucho más sobre sus rasgos porque me llamó más
la atención la valija que sostenía con ambas manos. Parecía extranjero, pero
de otro tipo, no como mis compañeros de vivienda.
–Vendo discos de vinilo –dijo con su mirada fija en mis ojos, y una
voz que me dio escalofríos.
Le contesté intentando recuperarme de aquella sensación perturba-
dora:
–Me pueden faltar muchas cosas, pero no precisamente discos. Tengo
algunos franceses, la primera producción de Delia Derbyshire; la de Le
Knight Club; Lestat, por supuesto, y un ejemplar de Irréversible, primer
álbum solista del señor Bangalter.
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A lo que retrucó: mino a través del aire hacia mis oídos, brotaban del disco como si de una
–Entonces te va a interesar lo que tengo para mostrarte. Es un vinilo fuente se tratase.
muy raro que no vas a poder comprar en cualquier tienda. –Ahora buscá el final.
Abrió la valija y me lo alcanzó. Era un volumen remasterizado, aun- Volví a fracasar.
que su portada contaba con un diseño artesanal torpe. Había pasado por –Sé lo que está pensando, “No puede ser”, pero es. La duración de
muchas manos. Me sorprendió su peso. En el frente decía Crydamoure y este disco es infinita. Ninguna nota es la primera, ninguna, la última.
en el reverso Waves. –¿Sos religioso? –lo interrupí.
–De los ′70s –aseguré. –Sí, soy mazdeista. Y pienso que el disco es un adminículo diabólico.
–Imposible saberlo –fue su contestación. Le pregunté entonces de dónde venía y si pensaba quedarse, a lo cual,
Invité al extraño a mi habitación para escuchar el disco y fumar. Puse me respondió que pensaba regresar en breve a su tierra. Ahí supe que era
el disco en el plato, seleccione la velocidad, levanté el brazo del tocadiscos francés, de la isla de Córcega, una curiosa casualidad. Le dije en confi-
y coloqué la aguja en una pista al azar. Los caracteres en los nombres de dencia que amo Francia por el amor a la música y al exquisito oído de sus
las canciones sobre el portadiscos eran extraños. Impreso a dos columnas, compositores.
del lado izquierdo, lo que creo era el nombre de un único tema enumerado –Y por sus filósofos e Ideas –agregó.
con el ordinal ω; del lado derecho, supuestamente marcando el tiempo de
duración, el cardinal ℵ. La melodía que sonaba de fondo me pareció pre- Mientras hablábamos yo seguía explorando el disco infinito. Ocultan-
ciosa, muy sugestiva; había gracia en los detalles, poseía una orquestación do mi interés le pregunté:
bien pulida, la cadencia era amena; una mezcla pulcra, sin dudas. –¿Qué querés hacer con él?
Mi estado orgiástico fue el pie para que el desconocido me dijera ful- –Te lo vendo.
minante: Puso una suma elevada, muy lejos de mis posibilidades.
–Oíla bien. Ya no la vas a escuchar nunca más. –¿Qué tal si hacemos un intercambio –le dije –si lo conseguiste por
–¿Es música negra? –pregunté intrigado. unos cuántos francos y un libro de Filosofía; te doy mis pocos ahorros y
–No –como si contara un secreto –lo conseguí en los túneles de París, un libro que tiene los versos del único poeta que Platón hubiese dejado
a cambio de unos francos y un libro de Filosofía. Su dueño era un mendigo entrar a su República: RAERNES LONOG.
sordo. Le puse el nombre “Disco del Firmamento”, porque tanto el disco Saqué el dinero de una caja debajo de mi cama y tomé el libro de un
como las estrellas en el firmamento son infinitos. improvisado estante en la pared; entregué ambas cosas con cierta ansiedad
Acto seguido, me pidió que lo pusiera desde el principio. Moví la que no pude ocultar. Volvió las hojas y estudió la carátula.
aguja sobre los surcos más alejados del centro del disco. Fue inútil: no –Trato hecho.
se escuchaba el golpe al apoyar la aguja, ni el aire vacío que capturan los Ni siquiera regateó. Después comprendí que me había encarado con
micrófonos momentos previos al arranque de la música; tampoco había la decisión de deshacerse del disco.
silencio, siempre se interponían varias y diversas notas que se hacían ca-
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Ya era de noche cuando se fue. No lo volví a ver y nunca supe su Avatar


nombre. Pensé guardar el “Disco del Firmamento” con el resto de los vi-
nilos, pero elegí mejor esconderlo detrás de un volumen de la Die unendliche
Geschichte. Me acosté y no dormí. A la madrugada prendí la luz. Busqué el
disco eterno, y me lo puse a escuchar.
Jugaba yo con el columpio en el patio trasero de mi casa. Sin subirme,
A diferencia de otras cosas con las que me he maravillado, no hablé
lo empujaba una y otra vez pensando en las cosas que robaban mi atención
con nadie ni mostré mi tesoro ni siquiera a mi más íntimas amistades. Me
con cada ida y vuelta. Cuando me percaté que este no frenaba por sí solo.
había vuelto paranoico de que me lo quisieran robar o peor, que no fuera
Se mecía con la misma intensidad, como si alguien estuviese sentado y
verdaderamente infinito para el oído de otros. Me aislé, estaba obsesionado
haciendo fuerza.
con el disco. Lo examiné en busca del truco. Pero comprobé que las notas
nacían y morían con una distancia una de otra de varios tempos, formando –¿Quién eres?
distintos y nuevos compases. Las fui anotando en una libreta, la cual llené. –Un hombre capaz. Al que nunca le importó nada en particular. Bue-
Y nunca se repitió una armonía. no en todo. Tal vez, lo que más me costó fue lo que me propuse en verdad.
Si lograba dormir, soñaba con el disco. Era monstruoso, como extraí- Un poco de presión por ser de mí mismo la mejor versión, otro tanto
do de una pesadilla, un disco imposible. por no defraudar. Sé de mí, que tengo al menos una virtud, no la puedo
desperdiciar. No por el qué dirán. Sino simplemente por mi propia moral.
Un día fumando en la habitación, pensé en prender fuego el disco
con el cigarro, pero luego pensé que la combustión de un disco infinito ¿Existí, existo? Yo digo que sí, y escribo para justificarme… no, para
podría ser infinita, un fuego eterno. Recordé haber leído un cuento donde justificarme no, para probarme. No creo en mí mismo. No entiendo la
el protagonista afirma que “el mejor lugar para ocultar un libro es una bi- realidad, me parece imaginaria. Pero vos me afirmás. Cuando compartís tu
blioteca“. Aproveché un descuido de los empleados de una disquería sobre existencia y me mostrás lo que sabés. Yo aprendo rápido, y luego te puedo
la calle Corrientes y perdí el disco entre otros vinilos. enseñar ¿Podemos confiar el uno en el otro?
–¿Nos queda otra opción?
–¿Sabe Dios que existo? Seguramente, pero por qué iba a ser yo de su
predilección, habiendo tantos otros, tantos hombres y mujeres hermosos,
más perfectos, menos yo.
No me importa, qué otra cosa puedo hacer. Existo al fin y al cabo, y
mientras exista viviré, dignamente vacío de ansias por ganar o demostrar,
si ya existo, por qué perder el tiempo en justificarme. Seré y nada más. Y
otros serán conmigo, lo sé. Por eso no tengo miedo.
Por eso no me siento solo. Alguien me encontrará.
–Te pido perdón. Vos disfrutá; y dejame a mí que me encargue del
resto. Acá sos mi invitado.
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–GRACIAS… no vuelvas a pedir perdón, dí gracias, sé agradecido Detrás de la bola 8


no culposo.
–Gracias… Cuéntame, ¿qué descubriste hasta ahora?
–Qué las personas hablan con signos, y guardan secretos. ¡Es mara-
villoso! Tanto por descubrir. Y tanto que quedará inconcluso, sin saber. La luna callaba detrás del cielo nublado sobre la ciudad. En la radio
–Nunca pensé al no-saber como una experiencia placentera. Siempre sonaba “Ella, elle la”, canción que alguna vez adoró pero ahora escuchaba
consideré el no pensar como el único mal. con espasmódico resentimiento. El celular hacía rato ya que no emitía luz
–¿Cómo sabrías lo que sabes sino fuera por lo que ignoras? ni sonido alguno por la ausencia de notificaciones; y ninguna de las dece-
–El problema es elegir qué no saber. nas de series que ofrecía la N roja lo tentaba. Miró el calendario en el escri-
torio, la fecha le recordaba un acontecimiento que, en otro momento de su
–Si el Olvido existe es porque en algún momento conocemos Todo.
vida, había sido importante pero ahora ya no podía recordar qué era, o más
La experiencia de la vida se trata de olvidar cuanto más podamos para
bien, no quería. Yacía recostado perpendicular a su cama por la mitad, con
cuando el Conocimiento nos encuentre, nos deslumbre. No temas olvidar.
la cabeza apoyada en la pared y los pies al lado de la estufa eléctrica. Estaba
Dichoso el que olvida porque la vida no dejará de sorprenderlo.
desprovisto de emociones. No sentía la alegría hacía semanas, nada le pro-
–Gracias… ¿Pero cómo aprendemos cosas nuevas? ¿Cómo diferenciar ducía asco sino más bien indiferencia, era impermeable a la sorpresa por la
lo realmente nuevo de lo que olvidamos y se presenta como novedoso? monotonía de lo nuevo, tampoco tenía miedo, la ira lo había abandonado
–¿Hay acaso algo nuevo bajo el sol? El infinito sería un castigo muy hacía tiempo y la tristeza se había dejado derramar con las últimas lágri-
cruel. Olvidar es divino. mas que supo llorar. Se levantó realizando un esfuerzo inmenso, como si
–Gracias… sus huesos se hubieran convertido en algún metal. Vistió su campera azul
–Ahora me voy. favorita, un regalo, como el resto de su ropa, y salió a la calle justo cuando
empezaba a caer una leve llovizna. Era lunes por la madrugada, en pocas
–¿A dónde, por qué?
horas debía ir a trabajar, pero daba igual ya que no se podía dormir. Sus
–Porque no podes seguir así, dividido. Tranquilo, no me vas a extra- pasos tenían una seguridad que no le pertenecían, yendo en alguna direc-
ñar, sería igual de cruel que la eternidad. Olvídame amigo mío, está bien ción indeterminada. El silencio de una ciudad dormida le hizo pensar que
llorar, pero no te olvides de sonreír, que te sale tan bien. bien podían estar todos muertos o haber sido abducidos, encontrándose
–Gracias, me introdujiste a mi mente, te amo. completamente solo en un planeta indiferente a su existencia.
Un hombre capaz. Ahora se proponía reír. Va a fallar. Pero no podrá No habría podido decir cuánto tiempo había estado caminando ni
dejar de intentar, ahora que conoce la Verdad. cuán lejos, cuando una tenue luz de un local llamó su atención. Era un
bar, según pudo leer en un cartel luminoso mientras bajaba unas escaleras
empinadas. Saludó con un fuerte “¡buenas noches!” al alcanzar el último
escalón pero no obtuvo respuesta. Volvió a insistir con el mismo resulta-
do. El lugar era pequeño, a penas dos veces más grande que la habitación
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que alquilaba. En el medio de aquel espacio, había una mesa de pool bajo bolas, ella agarró un taco de la pared y se dirigió al otro lado de la mesa.
la luz de una lámpara colgando del techo cerca de la superficie. El paño, Sin que él supiera de dónde, sacó una bola blanca y se posicionó para
en vez del característico verde, era negro. En uno de los costados estaba abrir el juego. Él podía ver a través del límite de su escote y ella lo sabía
la barra pero no se veía a nadie. Del otro lado, sobre una mesa alta de –¿Apostamos? –dijo finalmente con una voz que denotaba cierta ternura
madera notó el brillo de una botella de Jack Daniel’s llena por la mitad, –¿Qué? –titubeó él. –Lo que quieras –contestó ella golpeando con fuerza
junto a una bola 8. Tomó la botella y bebió directamente del pico mientras la bola blanca sin esperar respuesta, provocando un estampida de colores
con la otra mano sopesaba la bola negra. Caminó hacia la mesa de pool para todos lados y entronando una bola lisa. Él pensó rápido, deseando
sintiéndose dueño, dejó el whiskey sobre una esquina, agarró un taco de con los ojos cerrados como quien va a soplar las velas de una torta de
la pared y puso la bola cerca del centro de la mesa, confundiéndose con cumpleaños. Cuando volvió a abrir los ojos, las bolas se habían detenido y
la oscuridad del tapizado. Frotó con tiza la punta del taco, extendió los ella estaba observando el diagrama formado en la mesa; tomó nuevamente
dedos de su mano izquierda y los apoyó sobre la mesa cerca de la bola, posición detrás de la bola blanca y entronó otra, y otra más, hasta embocar
a la vez que posicionó la flecha del taco sobre estos; amagó avanzando y las siete bolas lisas, cada una seguida por el sonido de un golpe seco y sin
retrocediendo el palo varias veces con el movimiento de su otra mano, y eco. Sólo restaba la bola 8. –Ten cuidado con lo que deseas– un escalofrío
finalmente golpeó la bola 8 haciéndola rebotar en una banda y luego en recorrió su cuerpo al escuchar retumbar esas palabras como truenos de una
otra, para finalmente embocarla en el vértice más próximo. Agarró nue- tormenta en su interior y notar que los labios de la mujer no se movían. Lo
vamente la botella y la empinó. Un aplauso sin emoción pero continuado miraba penetrante cuando hizo el tiro de gracia que embocó la bola negra.
proveniente del fondo del lugar le hizo derramar la bebida. Se volvió y vio Durante la breve partida, no se había movido de su lugar todo el tiem-
a una mujer que lo miraba desafiante. Sus ojos eran dos galaxias. Tenía el po con el taco siempre en la mano. Sin dejar de clavarle los ojos, ella arrojó
pelo de color castaño que según el ángulo de la luz se volvía colorado. Su el suyo sobre la mesa con desprecio y se acercó a él tomándolo de su verga.
sonrisa era grande pero tímida. Aunque su cuerpo era esbelto su figura era Se arrodilló y liberó el cinturón, sacó el miembro duro y lo introdujo en
sensual y sumamente atractiva. Vestía una remera de top cruzado sostenida su boca. Jugó al billar con su lengua, acariciando las bolas con sus manos.
por unas delgadas tiras, que descubrían sus pequeños hombros y dejaba ver La excitación en él se había convertido en cólera. La tomó de la nuca y la
su ombligo perforado por un piercing con una bolita roja. Llevaba calzas empujó con violencia hasta el fondo, acabando en una risa convulsionante.
apretadas que no dejaban nada a la imaginación, marcando los músculos Ella se levantó limpiándose la boca, le dio un beso en la mejilla y se fue
de sus largas piernas al caminar. Se acercó y cuando él quiso decir algo, ella atrás de la barra a prepararse un trago mientras él se calzaba los panta-
puso el índice sobre sus labios, al mismo tiempo que le sacaba la botella lones. Se acercó también a la barra y tomó de lo que ella le había servido
con la otra mano. Rodeó la mesa sacando las bolas de cada una de las tro- haciendo un fondo blanco –¡Salud!–. A medida que el líquido bajaba por
neras sin dejar de beber. Cuando volvió al lado de él, le entregó el whiskey su garganta, un dolor emocional palpable, colmaba de vértigo su espíritu.
apoyándolo de manera brusca contra su pecho. Se agachó para buscar el Recordó las palabras nunca dichas por la mujer pero que él había escucha-
rack debajo de la mesa apoyando su cola contra la entrepierna de él, quien do y le habían parecido más reales que cualquier otra cosa “Ten cuidado
en un acto reflejo, bebió lo quedaba en la botella de un solo trago, encen- con lo que deseas”. Había deseado volver a sentir.
dido por un fuego interno que el whiskey alimentaba en vez de apagar. El
sabor le disgustó. Una vez armado el triángulo de posición inicial con las
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Beato

La noche empezó aun de día, ansiosa por poseerlo como un demonio.


Después del trabajo, W se encontró con su amigo “el empresario”, en un
bar que llevaba el nombre de un dios nórdico. Como todas sus amistades,
este tenía algún poder especial, en su caso era crear dinero –W, no me
preocupa eso, yo a la plata la hago aparecer– le dijo a la vez que le pasaba
unos cogollos que había comprado como inversión. Después de dos cer-
vezas W se fue a terapia bastante entonado. Decidió tomar un taxi. Por el
efecto del alcohol, se adelantó al taxista y habló él primero –¿Te gusta ser
taxista?– al mismo tiempo que tarareaba para sus adentros una canción
cambiándole la letra, “qué es lo que hace un filósofo cuestionando a un
taxista”. Para su sorpresa, este era un enfermero psiquiátrico –Viste cómo
está la cosa, no alcanza, ahora después de dejarte a vos me voy a ver a unos
pacientes–. Pagó el “viaje-sesión psicoanalítica” con el taxista y entró al
edificio de su terapeuta. Es un poliamoroso de la mente.
Como todas las semanas, se divirtió con el lento juego de seducir a
la secretaria en esos menos de cinco minutos que dispone. Ella le llama
“jóven” y él a ella “jovenzuela“. Entró al despacho de su terapeuta (que no
tiene diván) y tuvo una sesión rápida, porque tenía que estar en otro lugar,
la noche lo esperaba.
Otra vez en la calle, bajó para tomar el subterráneo. Ni bien subió al
tren que arribaba, se topó con un dúo de artistas callejeros tocando una
polka, uno tenía un acordeón y el otro una tuba, por lo que estaba leve-
mente agachado ya que no entraba en el vagón.
Salió de las arterias de la ciudad y subió para meterse en las venas de
la calle Montevideo.
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Un artesano en la calle le ofreció un “mate-saxo” pero le pareció muy roja, escondía un as en su portaliga. Y por el espejo veía el cuadro de un
caro. Cruzó la avenida Córdoba y se encontró en la entrada de un teatro hombre y una mujer besándose –Ahora estamos solos, pero cuando no te
con la chica con el pelo de colores. Ambos extraños el uno del otro, como todos. des cuenta, se va a llenar– le dijo la chica con pelo de colores. Como una especie
Entraron a la sala. No había telón en el escenario, la escena se mos- de premonición, así se cumplió. En cierto momento de la noche, W miró
traba desnuda bajo una luz central, invitando a meterse dentro de ella. a su alrededor y vio en la barra a una mujer leyendo el guión de una obra
Pasados unos pocos minutos, se oscureció la sala y la sombra de los actores de teatro bajo la luz de una vela roja; apoyados sobre una columna, unos
apareció, al mismo tiempo que un sonido ensordecedor y flashes de luces hombres hablando animadamente, cada uno con un vaso en la mano; y al
estroboscópicas rojas, metían a los espectadores en el sueño de la obra. otro lado de la barra, cerca del cuadro de una niña soplando burbujas de
Un hombre con una camisa de fuerza irrumpió en la sala, saltó arriba planetas, otros manteniendo una discusión sobre Urquizas y Rosas a las 3
del escenario y se echó a llorar después de las palabras fulminantes de sus de la mañana.
compañeros, que estaban todos parados detrás de un diván –“El peor error Extraños pero interesantes personajes se sucedieron en un desfile
ortográfico es poner puntos suspensivos a quien merece un punto final. surreal acompasados por la música de los Beatles. La barra era tan delgada
El amor si no es correspondido es obsesión”–. W sintió que le hablaban a como la cuarta pared de la obra. Amigos de la casa pasaban de un lado a
él y se hundió en su asiento. otro, poniendo música, sirviendo tragos. Aparentemente, por lo que dijo
Con simples pero efectivas técnicas de iluminación, se fueron desa- la chica con el pelo de colores a W, uno de los mejores barman de la ciudad,
rrollando las escenas con una continuidad onírica. Los actores fuera de quien no trabajaba allí, era quien servía tragos a los presentes por amor
acción no quedaban realmente fuera de escena, se volvían una estatua en al arte, sin que estos probablemente supieran de quién se trataba. Todos
la oscuridad. Un saxo que había irrumpido al comienzo, saliendo de en- compartían ese tipo de charlas donde lo importante no es ver quién sabe
tremedio del público, se sentó en las escaleras que llevaban al escenario y más, sino descubrir que se ignoran cosas distintas. Intercambiaron opinio-
permaneció toda la obra como medianera de la cuarta pared con sus notas. nes sobre la noche, tan misteriosa; la verdadera esencia del Arte; géneros
Tan delgada era la línea que separaba la ficción, que una mujer desde su musicales, la idea de “cambio” en el Amor real; la inevitable Muerte. De
butaca gritó a los “actores”–¡Más fuerte, por favor! No se escucha. tanto en tanto, W recordaba alguna frase de la obra y la arrojaba cuando
creía oportuno –“El pecado más horrible es enamorarse”– se vio diciendo
Un justo y merecido aplauso dio por concluida la historia pero no la abstraído de sí mismo.
noche. La chica con el pelo de colores llevó a W a un lugar escondido, a pocas
cuadras del Obelisco. Para ingresar había que bajar unas escaleras con el El tiempo pasaba pero la noche no terminaba. W amaneció en un
ángulo de empinación que W imaginó, deben tener las escaleras del mismo café –Buen día– dijo a la chica con el del pelo de colores que veló por su sueño
Averno. Un cartel con la palabra “BAR” era lo único que le hacía pensar mientras leía. Se despidieron enfrente de su trabajo. W entró sintiendo no
que todavía estaba en este plano de realidad. El lugar tenía varios sillones, haberse ido nunca el día anterior. Se sentó frente a su computadora, y al
uno de ellos era un diván. La barra disponía de cientos de botellas de hacerla volver del estado de suspensión, leyó en la pantalla luminosa un
todas las formas, tamaños y colores. Se sentaron en una mesa alta de una cartel con la leyenda “Conexión perdida, vuelva a intentar”. Los telones de
esquina. Enfrente y detrás de W, dos espejos lo reflejaban hasta el infinito. sus ojos se cerraron y se quedó dormido.
En la pared, contigua a su mesa, el cuadro de una mujer con ropa interior
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Blanco & Negro

Comienza la partida, el peón blanco avanza a la mitad del tablero y


reposa en un casillero negro. Aguarda por el turno de su contrincante. Cae
el Rey negro, sin más, se acaba la partida. El ganador toma nota pero se
ve interrumpido por la intromisión del, hasta ahora, silencioso perdedor.
–¿Acaso toda acción que realice, mi conducta entera, es motivo de
análisis? ¿Y si, simplemente no tengo deseos de jugar? Podría quedarme
sentado aquí contemplando su impertinente sobriedad y eso también se-
ría motivo para que tome nota. Cree que me está analizando pero cómo
puede, cómo se atreve, sino se examina usted primero. En realidad, está
jugando como los niños, al paciente y doctor, se lo imagina, cree que es
real, pero solo quiere conocerse y lo hace a través de mi persona. No se
da cuenta, soy su proyección, su más grande miedo y por ese temor quie-
re tomar distancia y debe crearse roles, debemos separar la locura de la
cordura. Debo encajar en algún patrón, si no existe casillero a mi medida,
este será construido tal vez, con mi nombre, tal vez con el de su descu-
bridor, realmente no importa mientras sea un lugar que me encuadre y
que sea medida para otros en un futuro. Fui a sus escuelas, trabajé en sus
corporaciones, creí en su deidad, participe en su política. Soy producto de
sus instituciones y ahora me encuentro encerrado en una de ellas. Día a
día, podría simular y aunque al principio no me creerían e intuirían que
estoy intentando engañarlos, terminarán por liberarme, soy un gasto, para
ustedes el tiempo no solo es cuantificable sino que tiene precio monetario,
y cuando los mismos patrones que hoy me retienen indiquen que no soy
un peligro para mi o para otros, tendrán que dejarme ir. ¡Está curado, se
identifica perfecto con el típico sano mental! Pero nunca, jamás, habré de-
jado de pensar libremente, creando mundos, universos paralelos, donde yo
soy quien los analiza a ustedes y su cordura es la peor de las locuras, donde
los doctores de la mente están tan chiflados como un dibujo animado, y
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de ellos brotan conductas dignas de análisis con sus propios mundos. Al Primer plano
final, todo se mezcla en un arcoíris que se vuelve negro y de lo que existe,
la nada se vuelve lo que es.
–Doctor, su turno ¡Doctor! Dije envido…
–¡¿Ah?! ¡¿Qué…?! Este…eh…sí, perdón. Pero Richard, estamos jugando La imagen de un paisaje desciende en primer plano, como si la cámara
al ajedrez… estuviera flotando sobre la escena. Veo en primera persona la punta de
unos pies y unas manos que giran sobre sí mismas, como siendo exami-
nadas, mientras se acercan al suelo. Se produce un enfoque: un grupo de
personas se congrega alrededor de un féretro. La voz en off del cura re-
tumba como si saliera por parlantes holofónicos «Queridos hermanos, es-
tamos aquí reunidos en esta triste ocasión, para dar un último saludo a los
restos de M». –Curioso –pensé– el protagonista tiene mi nombre. A cada
palabra del cura, la imagen se acorta más y más, hasta que el rostro de los
personajes se vuelve nítido. Los reconozco uno a uno, pero no son actores,
son conocidos, amigos y familiares. Mi novia desconsolada –¿Por qué a
él, por qué, habiendo tanta gente mala? –llora. Giro intuitivamente hacia
el ataúd, la cámara sigue mi movimiento… al mismo tiempo me reconozco
en una foto sonriendo sobre el cajón de madera; no puedo afirmar qué fue
primero. Pero aquí estoy, yaciendo muerto, rodeado de mis seres queridos y
no viendo una película. –Cuánta tristeza se rebalsa por vidriados ojos rojos
que me miran pero no me ven. Les hablo, les grito, les pido perdón pero
no me oyen. Soy invisible, ya no existo. Tampoco los puedo tocar, sólo los
atravieso ¡Qué ironía! Cuando vivía, me resultaba superficial tocar a las
personas, deseaba más, quería atravesarles. Pero ahora solo quiero volver
a sentirlos y ser sentido. Si tan solo… si tan solo tuviese otra oportunidad,
si tan solo pudiese rebobinar.
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La maldición de Sebastián

Era la hora del almuerzo y Cristian y Martín, como todos los días,
tenían una conversación dialéctica sobre algún que otro tema filosófico
propuesto por la mañana, y debatido más tarde durante la comida.
Aquella vez, disertaban sobre el concepto de autorrealización en Jung
cuando Sebastián, los interrumpió con una anécdota, según sus propias
palabras, «de lo más extraño que me pasó en la vida».
«Ayer, volvía en el colectivo para mi casa después del trabajo, cuando
subió una chica, rubia, no era la gran cosa, y se pone a mi lado. Hasta ahí,
todo normal. Lo interesante comienza cuando en una frenada, la chica
busca aferrarse y toma el pasamanos inmediatamente debajo de mi mano.
Todavía todo normal», Cristian y Martín se miraban, imaginaban a dónde
podía terminar la historia. «Entonces empieza a acariciarme la mano».
–¿Y qué hiciste vos? –«Le devolví la caricia. Y resulta que al cabo de
unas paradas, terminamos agarrados de la mano». Se empezaron a reír.
«¿Pueden creer…? la flaca ni me miraba. Se acercaba mi parada, ¡y nada!
La flaca con la cabeza gacha y la mirada clavada en el piso. Entonces, de
manera muy obvia, me asomo por debajo hasta que me mira. Y le tiro la
boca... así es señores, me comí una mina en el colectivo. Me tuve que pasar
un par de paradas pero valió la pena».
La cara de triunfo de Sebastián se deshizo ante la mirada seria y a la
vez cómplice de Cristián y Martín. «¿Qué pasa? –¿Nada más, no pasó nada
más? –preguntó Martín. «No, quedó ahí, no le pedí el teléfono, ni sabe mi
nombre (guiñando el ojo haciendo alusión a un chiste interno) ¿Por qué?».
–Te pasaron un maldición. ¿No te das cuenta? –sentenció Cristián,
ante la mirada pícara de Martín.
–«¿De qué hablás? Tienen que dejar de fumar cosas raras ustedes dos,
aparte siempre hablando de cosas incomprensibles y sin sentido».
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–A ver,… pensalo bien ¿Estaba lleno el colectivo o había más espacio? ma, igual pude pasar porque le mandó un mensaje a un seguridad de allí.
–«Había espacio… ¿a dónde querés llegar?» El lugar era increíble, lleno de mujeres hermosas, un paraíso. Me pedí algo
–Me decís que nunca te miró ni habló, ¿verdad? para tomar y desde la barra inspeccioné el ambiente; una vez elegidas las
presas, salí a cazar. Ni una, todas pero absolutamente todas me esquivaban
–«Sí, ¡¿Y?!» –Sebastián estaba jocoso, sabía que era una broma, porque la mirada. Parecía como si olieran a la distancia y apenas me movía con
aparte de lo ridículo que sonaba todo (hasta su propia historia) Martín no intención de acercarme, salían corriendo como gacelas asustadas. Fue ra-
podía contenerse de la risa, se le notaba en la cara. rísimo. Así estuve un par de horas, hasta que me resigné en la barra.
–Y ahí lo tenés,… imaginá esto: ella se sube al colectivo, se acerca a vos Después de unos cuántos tragos, me acordé de lo estupidez acerca
mirándote, te saluda y dice su nombre mientras te da la mano y luego te de la maldición que me habías dicho. Hice una simple prueba, comencé a
pide un beso para que la liberes de un hechizo. ¿No sería más lógico? Pero caminar por el barliche con la cabeza gacha y la mirada en el piso. Todo
esas cosas no pasan Sebastián. Claramente, estaba ella misma hechizada y normal, no pasaba nada, ahora, ni bien levantaba la cabeza y hacía contacto
la única forma de romper el hechizo era pasándoselo a otra persona, por con una mujer, estas se movían hacia otra parte, alejándose de mí. Ebrio,
eso se acerca sin hablarte y sin mirarte, no te puede pedir el beso, así no me volví para mi casa pero como no quería hacerlo solo, le hablé a todas
funciona la magia. las mujeres que tengo como contactos en el celular… todas, me clavaron el
Al terminar de decir esto, los tres estallaron en una carcajada. –Es visto… y claro, tenía una foto de perfil mirando directamente a la cámara.
para un cuento –dijo Martín al recuperar el aliento. «La respeto a la flaca, Me saqué rápido una selfie mirando hacia abajo y me contestaron todas
yo no lo haría». casi al mismo tiempo».
Ese mismo fin de semana, Sebastián tenía una salida a una discoteca Martín, que había escuchado muy seriamente toda la narración de Se-
en Devoto. Ya había averiguado cómo ir en el tren y tenía una “amiga” bastián, sacó de su bolsillo una libreta marrón atada con un piolín, busco
que lo haría entrar gratis, y al VIP inclusive. una página y leyó:
El lunes el tópico en el almuerzo fue la ecuación de Bayele, y cómo “Los ojos de las mujeres deben conquistarse” y agregó:
ésta explica que aunque la realidad sea incognocible, podemos aproximar- –Es el nombre de un poema perdido por un poeta anónimo del siglo
nos mucho a ella través de los datos y los intentos nuevos que realizamos XVII. Aparentemente, su amada fue robada por un galán y como buen
para conocerla otra vez, Sebastián los interrumpió, su cara denostaba bardo, echó una maldición en toda esa casta de hombres con su poesía.
preocupación. Siempre ha sido más peligroso un poeta que un brujo. Más allá de lo cu-
–«¡No era broma, es verdad todo!». rioso de la historia, me puse a investigar, y tras foro tras foro en internet
–¿De qué hablás? llegué a este poema.
–¿Qué te pasa? Lo miró a Cristian y luego ambos a Sebastián directo a los ojos.
–«La maldición, tenías razón» –Cristián y Martín se miraron confun- –Sabés lo que tenés que hacer –dijeron al unísono.
didos. «¿Se acuerdan que les conté que el sábado me esperaba una noche No, no puedo…
épica? Bueno, de hecho lo fue, pero no el sentido que imaginan. Resulta
que llegué a la discoteca y mi amiga no había ido a trabajar, estaba enfer-
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Fantastique |

Hay una leyenda urbana, se dice que se puede ver en el barrio de Flo- Mamushka
res a un joven galán, subir a los colectivos con la cabeza gacha, arrimán-
dose a mujeres e intentando tomarle de las manos.

–¡Ah! –exclamó Rafael con un gesto de eureka, haciendo sobresaltar


a sus compañeros de trabajo con los que había salido a dar un pequeño
paseo en la hora del almuerzo.
–¡Tengo que contarles el sueño que tuve! Soñé que me despertaba (esto
lo dijo “entre comillas”, juntando índice y mayor de ambas manos a cada
lado de su cabeza y flexionándolos dos veces) en mi casa, entonces me pre-
paré para ir a trabajar como hago cotidianamente, esperé y subí al tren, que
vino retrasado como siempre, resolví mis pendientes en la oficina y salí a
fumar después de comer, como todos los días. Pero cuando volví, ya antes
de tomar el ascensor, una extraña sensación me surgió en la parte trasera
de la nuca que me estremeció. Marqué el piso, las puertas se cerraron y
comencé a subir. De pronto, las luces se apagaron, el ascensor se detuvo
y las puertas se abrieron. Una luz me cegó, y al disiparse estaba de vuelta
en mi casa, en mi cama. La escena se repitió entonces una vez más, pero
esta vez yo intuía algo extraño; y nuevamente, cuando llego al ascensor, la
presión en la nuca, las luces que se apagan, las puertas que se abren, la luz
que me cega y otra vez en mi cama. En cada repetición, aquella intuición
se hacía más fuerte, pero a pesar que sabía que debía evitar el ascensor, una
fuerza magnética me arrastraba hacia él.
–¿Cómo se despierta alguien de un sueño así? Digo, ¿cómo sabés que
no seguís soñando? –bromeó Martín.
––Bueno… en el sueño... la diferencia... cuando me desperté de ver-
dad... no… –titubeó Rafael hasta que finalmente dijo –creo que la única
diferencia era que no estaban ustedes.
–¿Cómo sabés cuando estás despierto? –retrucó.
–Supongo que de la misma manera que sabés cuando estás dormido
–se animó Cristian.
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Fantastique |

Los tres doblaron en la esquina del edificio donde trabajaban y encara- El escultor
ron para la entrada principal. Rafael se había quedado rezagado, caminaba
con paso blando, frotándose la nuca, como no queriendo llegar. Pasaron
por los molinetes y se pararon enfrente del ascensor a esperarlo. Martín,
que notaba el nerviosismo de Rafael, sugirió usar las escaleras. Subían por
ellas, cuando nuevamente Rafael se detuvo y gritó con un gesto de eureka. Existió un artista que recorrió el mundo a martillazos de su cincel:
era un artesano del mármol; sus figuras se alzaban en las plazas y edificios
–¡Encontré la solución a mi sueño! Era esto, tenía que subir por las
de todas las ciudades. El secreto de su virtud no era el haber practicado
escaleras ¡Estoy despierto!
10.000 martillazos una vez, sino haber practicado un mismo martillazo
Cristian que estaba escalones más arriba, se había quedado duro, dio 10.000 veces. Pero las noches para él, como para cualquier otro mortal,
media vuelta y con la cara pálida dijo: eran largas e inquietamente solitarias.
–¿Ustedes también la escuchan? En las mañanas, se levantaba temprano y salía a caminar para calmar
–¿Qué cosa? –ambos. su espíritu. Fue en uno de sus tantos paseos por la ciudad en la que vivía,
–La, la risa... la risa maniática ¿en serio no la escuchan? que se le ocurrió la idea para la piedra filosofal, la obra de arte en la que
–No. podría transmutar su esencia para vivir por la eternidad, como los poetas
que escribieron usando su propia sangre como tinta.
–Entonces… yo no.. yo estoy durmiendo.
Tomó el bloque de mármol blanco, que había evitado durante más
tiempo del deseado y lo miró por última vez como tal, de ese momento en
adelante solo una idea vería donde otros seguían viendo mármol. Clavó su
mirada en un punto, y decidió que aquel sería el lugar del primer impacto,
el eco del yunque de Hefesto, el Big Bang. Respiró hondo al mismo tiempo
que apoyó el cincel y descargó en un suspiro un soberbio martillazo. El
cincel penetró en el bloque, y volaron por los aires las primeras estrellas
de mármol que conformarían el Universo del artista.
Ahora las noches sin sueño resultaban una bendición para el escultor.
Hizo uso y aprendió de la música. Sus golpes eran armoniosos, formaban
una melodía, con notas y silencios. Después de unos pocos días, la figura
había tomado la forma de una mujer. Estaba agachada, recogiéndose el
cabello desnuda. Las líneas de los músculos de las piernas se marcaban de
una manera deliciosa, los dedos de los pies estaban tallados a la perfección,
así como también los de las manos, que tomaban el cabello ondulado. Por
algún motivo, al verla era imposible no imaginar que era la representación
de una muchacha pelirroja. El busto no era exuberante pero más que mo-
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desto, firme y redondeado. Los pezones no estaban rígidos, lo que dice El tiempo en los sueños es tan irreal como en la vigilia. El artista no
mucho. Sin dudas no era perfecta. Pero contenía la belleza de lo simple, había despertado pero había terminado una descomunal obra en su sue-
muy lejos de la simpleza. El rostro era único, como el de toda mujer, pero ño. Satisfecho, el demonio interpretó el deseo del artista como le pareció
también era muy especial. La nariz era la de su primer amor: la madre. Los y desapareció con la obra. Al mismo tiempo, la figura de la mujer, exhaló
ojos y sonrisa eran los de su último gran amor, no porque no haya vuelto casi llorando, como un bebé recién nacido. El artista entonces, al querer
amar, sino porque se propuso que no volvería a amar de la manera que lo acercarse a su creación, sintió que se volvía más pesado y lento. Miro sus
hizo con ella, es decir, sin amarse a sí mismo. El resto del rostro donde se manos y notó que habían cambiado de aspecto y color. Se golpeó para
insertaban estos, era la cara de su primer amiga. confirmar sus sospechas, él también ahora era de mármol.
Llegó el día, mejor dicho, llegó el martillazo último. No tembló, aun- Resultó que al principio, esto no fue ningún inconveniente para el
que en el proceso pudo haberlo hecho, el golpe final fue tan seguro como artista. Ahora sentía igual que su amada y podía vivir eternamente. Él le
el primero. Dejó caer martillo y cincel y se arrodilló llorando de alegría. mostró la vida, le leyó historias, hizo que escuchara melodías, y le hizo
Era la primera vez que experimentaba esta experiencia, en apariencia tan conocer lugares realmente mágicos de la ciudad. Pero veía que ella no
contradictoria. Se sentó con la espalda contra la pared, armó un cigarro era feliz y por lo tanto, él tampoco lo era. Entonces hizo lo que cualquier
con sus manos, y se las quedó viendo un largo rato. No las desconocía pero otro hubiese hecho en su lugar, intentó cambiarse a él y a ella. Cinceló y
si le sorprendían, no recordó nunca haberles dado una orden. Un ruido puso masillas en ambos. Descubrió lo doloroso que era el proceso, ahora
proveniente de la escultura lo sacó de aquel trance y quedó cautivado con que sabía lo que significaba martillar desde el lugar del mármol. Llegó el
la imagen. La luz de la luna había entrado por la ventana, mostrando una día, aún dentro del sueño, en que no reconoció a su amada y tampoco a sí
cara de la obra que él no se había imaginado. Se sintió Odiseo escuchando mismo. Intentó un último arreglo pero ella se negó, entonces el apoyó el
el canto de las sirenas y se dejó arrastrar en un sueño profundo. cincel en su frente y ella lo terminó a él.
Peligroso pueden resultar los mares del sueño para el insomne, que Despertó exaltado y con una gran angustia. Se acercó a la figura que
ha estado lejos de los vientos de estos, necesarios para que todo marinero a pesar de tener los ojos fijos, no lo miraba. Quieta y en silencio posaba
aprenda a surcar el inconsciente y diferenciar los sueños vívidos de las ex- indiferente a su amante. Aunque no se animó a destruirla, la tapó con una
periencias de la vigilia. Soñó que Mefistófeles subía a visitarlo. Él todavía tela y nunca más la volvió a ver.
yacía sentado en el piso, el cigarro apagado por la mitad y hasta incluso la
luz de la luna se había movido por sobre la figura. El Señor había escucha-
do de su reputación y quería pedirle una escultura para colocar en la en-
trada del Averno. A cambio, prometía un deseo. El artista se levantó, miró
la mujer de mármol quieta y en silencio y se le ocurrió: “Noble demonio,
quiero que este mármol y yo sintamos lo mismo el uno por el otro”. Fue
un trato. Allí mismo tomó sus herramientas y comenzó a cincelar otro
bloque de mármol.
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AM

“¡Es demasiado! –exclamó.


No podré soportarlo, el mundo es demasiado grande.”

L a pastora y el deshollinador

Como dos personajes de un cuento de Andersen, nos encontramos en


una historia. Fue un invierno en un pasaje del Abasto. Te esperaba apoyado
en una estatua de un tanguero leyendo Dragones del Edén, el cual había
conseguido recientemente en la Feria del libro; quería leerte una parte y
te lo terminé prestando (tiempo después me lo devolverías con un dibujo
tuyo). Hacía frío, lo recuerdo porque llevabas guantes. Cruzamos y fuimos
a calentarnos al café de enfrente, de esos que escriben el nombre de uno en
el vaso. Por increíble que pareciera, todavía no sabía el tuyo, solo tu apodo,
y este podía referir a dos posibles nombres. Así que cuando fue tu turno
de pedir, (pediste un té) me enteré.
Se hizo la hora, y de allí nos fuimos directamente a la función de
parlantes holofónicos en completa oscuridad. Pasaban un disco de los
Artic monkeys. Las luces cayeron y junto a los pocos concurrentes fuimos
sumidos en una indescifrable negrura, semejante a la oscuridad que se
emana desde el rincón más alejado del cosmos. A pesar de tenerte sentada
al lado mío, no podría haber asegurado que siguieras allí una vez idas las
luces, salvo por (¿intencionales?) roces de los brazos y piernas buscando,
evitando la soledad; la noche habíase cernido en el interior de la sala. Abrir
o cerrar los ojos era indiferente, pero tenerlos abiertos, ciertamente era
angustiante. Abruptamente el sonido cesó. La desolación aparente íbase
volviendo intolerable. Mientras la jocosa voz del presentador resonaba a
lo lejos –No le teman a la oscuridad, que Drácula ya comió, muajaja –el
mundo todavía pareció estar vivo. De repente se produjo un cambio, el
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paso de algo, las ondas de acordes de guitarras distorsionadas y el golpe de metros a nosotros; el Universo se expandió por más de 60 trillones de km
bajos surcando como hondas el aire invernal hasta nuestros sentidos. Sentí ¿Y si ponía ojos en vez de estrellas, ojos como los suyos?
vibrar el piso, el sabor de la música era amargo o dulce según el ritmo del Seguíamos en silencio.
tema que estuviese sonando, y de pronto la oscuridad se llenó de imágenes Hasta que dijiste, como contestando a todo aquello que había pensado:
bailando al ritmo del sonido que salía de aquellos parlantes diabólicos. Nos
advirtieron acerca de la sinestesia, a la que por suerte estaba acostumbrado.
Primera cita, y ahí estábamos, los dos en completa oscuridad uno al –¿Y es necesario hacernos sentir tan insignificantes frente a la vaste-
lado del otro, tan cerca y tan lejos, lo suficientemente arrimados, diría. dad?
También recuerdo que hacía frío porque no nos sacamos las camperas y –Tal vez el vacío sea un requisito necesario del Amor para que pueda
pensaba que me hubiese gustado no tener tanta ropa encima para sentirte surgir.
más.
Al salir, terminado el disco, afuera era ya de noche y estaba tan os- Esa noche no nos besamos, faltarían dos encuentros más, pero algo
curo como adentro de la sala. Lo primero que hice fue señalarte el cielo había cambiado, en nosotros y en la conformación de la existencia misma.
diciendo –Fijate, cerca de la Luna eso que parece una estrella brillar, es en
realidad Júpiter –era un fenómeno astronómico que oportunamente había
leído que ocurriría durante un tiempo.
Nos quedamos en silencio, pero no de esos incómodos, apreciando la
noche despejada.

–¿Son necesarias? –finalmente me preguntaste.


–¿Las estrellas? Bueno, el Sol es una estrella y su energía permite la
Vida.

Pero mi respuesta no te satisfizo, ni tampoco a mí. En definitiva, si el


cosmos fue creado por un Demiurgo, ¿no podría haberlo diseñado de ma-
nera distinta? ¿Acaso si no ponía estrellas en el cielo, el resto del universo
no hubiese funcionado y se hubiese desmoronado como una estructura
con malos cimientos? Este año que pasó, la luna se movió 3,8 cm lejos de
la Tierra; el Sol perdió 174 trillones de toneladas de masa, incrementando
la órbita de la Tierra en 1,5 cm; 150 mil millones de estrellas se formaron
en el Universo; la galaxia Andrómeda se acercó 3,5 mil millones de kiló-
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El vuelo de las libélulas

“Es que nunca comprenderás a un pobre pibe”

–Seminare, Serú Girán

Existe una historia en mi familia que suelen contar en reuniones (las


de fechas conmemorativas, porque no hay otro modo que nos juntemos),
cuya primera narración se coincide en atribuir (cosa extraña que mis pa-
rientes se pongan de acuerdo en algo) a un personaje mítico de nuestro
linaje, una sabia, la cual no conocí, y al que todos se refieren como la Tía
Carmen, incluso amigos y vecinos. Aparentemente, sí era la hermana de mi
abuelo por parte paterna, pero para mi, Tía era como su primer nombre.
La historia, transmitida de forma oral, se fue deformando después de
tres generaciones de narradores. Como escritor, mi deber es imprimirla
en las letras, y aunque no sea completamente fiel, es un lugar más firme
desde el cual otros podrán continuar. Me gusta imaginarme como si fuera
la propia Carmiña quien la cuenta:
Cuando llegamos huyendo de la Segunda Guerra, mis padres se asentaron en un
pueblo rural de la provincia de Buenos Aires. Allí, como otros tantos inmigrantes, tra-
bajaron la tierra. El horizonte inacabable, nos permitía ver la lluvia venir con tiempo, y
en las tardes antes que rompiera la tormenta, aparecían las libélulas o alguaciles, como le
dicen también, a recibir el agua con su danza en el aire, que se me asemejaba al combate
aéreo de unos aviones. Cierto día, mi papá me encontró examinado el cadáver de uno de
estos fabulosos insectos. Me explicó que existían dos especies, y que una de ellas, imitaba
el cortejo de la otra para atraerla y convertirla en su presa*.
A veces, las frases armadas y las historias en formas de anécdotas
que se nos repiten de forma caprichosa, no guardan el menor sentido
para nuestros oídos vírgenes de experiencias, pero un día, las piezas se
unen, y se arma la imagen del rompecabezas, develando el misterio de su
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significado. Dicen que cuando uno no se hace cargo de su historia, erró- La puerta
neamente le llama destino a los sucesos que se nos presentan en reiteradas
oportunidades.

*No está claro si era la hembra o el macho el que utilizaba el amor para engañar y Había conocido a una ninfa de las náyades del Internet. Como pri-
provocar el vuelo hacia la muerte de la otra especie, de hecho esto cambiaba según quien mera cita, la invité a visitar un viejo palacio de la ciudad con un faro en la
lo contara. parte más alta. Después de recorrer su jardín y subir al faro, nos dirigimos
a una puerta que nos llamó la atención: su aldaba asemejaba un corazón
formado por la clave de SOL al revés, unida a la clave de FA. En el dintel
se leía: “Ohne Musik wäre das Leben ein Irrtum“. Al acercarnos, pudimos
oír detrás de esta un leve sonido, ric-ric, como si alguien estuviera dando
cuerda a un reloj. Abrimos la puerta y un pajarito salió volando precipita-
damente por entre medio nuestro, para desaparecer por uno de los tantos
ventanales. Tras el chirriante cierre de la puerta, fuimos sumergidos en un
silencio seco pero apacible, tal que el latir de nuestros corazones rebotaba
en ecos por las paredes de aquella calma.
La tomé de la mano, y lentamente el latir de ambos corazones fue
sincronizandose en uno solo, marcando el tiempo en aquel espacio vacío,
el cual se fue llenando de notas negras, blancas, redondas, corcheas, semi-
corcheas, fusas y semifusas. Como los caballos de un carrusel, las notas
subían y bajaban en un pentagrama musical que nos rodeaba.
Nos subimos a un DO que pasó a nuestro lado lentamente, como un
tren recién partiendo.
Después de un compás entero saltamos temerarios a un SOL y usamos
un RE como puente para alcanzar un LA (menor). La besé, y entonces el
LAm sobre el que estábamos, hizo una metamorfosis en un MIm. Desde
el MI, observamos la progresión del mundo como si fuera una partitura,
en la que cada quien iba interpretando su parte, improvisando. Terminada
la canción, bajamos y salimos por donde habíamos entrado. Mientras yo
Carmen es un nombre propio femenino, del latín Canto, Música, silbaba nuestra composición, ella se divertía pensando que aquella habita-
Poema, Conjuro. ción era como una cajita musical, y el pájaro que había escapado le había
dado cuerda para que pudiéramos escuchar la canción que escondía.
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El Diablo metió la cola

“El ocio es amigo del Diablo”, decía mi abuela. Era sábado en la no-
che y yo lucía una flamante soltería, recién dejado por una mujer; así que
no tenía nada mejor que hacer que fumar cigarrillos, tomar una cerveza y
leer acerca de otra mujer, esa inundada de azul dorado, la Filosofía; mien-
tras escuchaba música. Lo que hace uno en una noche de desamor. No me
quedaban muchos cigarrillos, así que salí a comprar al kiosco del barrio.
Había vuelto hacía relativamente poco a la casa de mi infancia. Es increí-
ble cuánto puede cambiar un lugar en apenas unos años, el barrio estaba
lleno de nuevos edificios y locales, algunos con comercios impensados, ya
funcionado.
Yendo por la vereda, escucho un parlante y gritos viniendo justo del
lado de enfrente. Crucé; la curiosidad mató al gato… pero el placer lo trajo
de vuelta (esa parte nunca la dicen). Resultó ser que uno de esos locales era
una Iglesia (floja de papales como diría un amigo) y estaba justo oficiando
una misa, o una especie de standup. El pastor era un hombre obeso (se
había saltado la parte en que Jesús parte el pan y lo da a sus discípulos),
pelado con acento carioca, hablando en portuñol a unas personas senta-
das. La puerta estaba abierta, y como era un local pensado originalmente
para ser destinado a un comercio, era todo vidriado, por lo que se podía
ver perfectamente hacia dentro, y a pesar de las improvisadas cortinas.
Me prendí el último cigarrillo y disfruté del show. El hombre gritaba,
pero de alguna manera, lograba por momentos aumentar aún más la voz,
pedía amenes y aleluyas como una porrista, y su público obediente le daba
AMEN y ALELUYA. En esos momento el pastor aprovechaba para secar-
se la transpiración con un pañuelo. Fue en uno de estos breves descansos
que me notó. Algunas personas ya me habían estado viendo de reojo. Son-
reí, pero no fue una sonrisa inocente, fue, como me decía una ex profesora
de literatura de la secundaria, picaresca. Había una clara intencionalidad
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de mi parte por incomodarlo, por diversión, simplemente porque estaba Cuidado con lo que deseas,
aburrido, o tal vez porque me molestó ver una obra de teatro intentando se puede volver realidad
hacerse pasar por otra cosa. El hombre siguió hablando, increíblemente
más fuerte y más rápido, evidentemente nervioso. Más personas empeza-
ron a notarme. Alternaban su atención entre el discurso y mi sonrisa. Des-
esperado, el hombre cerró los ojos y oró para pedir fuerzas a Dios y a sus
fieles. Al abrirlos, me clavó la mirada. Fue entonces cuando percibí algo Quería poder leerse desde otra perspectiva. En su blog, había puesto
demoniaco. Comenzó a relatar la parábola de Lázaro –Oh, –pensaba yo todo cuanto era, o más bien, todo cuanto sabía de sí mismo porque todavía
mientras tiraba la colilla del cigarro consumido, exhalando un humo de un continuaba aprendiendo; no había tergiversado nada, aunque si había peca-
curioso rojo en su ascenso hacia las luces de la calle –me encanta ese cuen- do de intentar embellecer las cosas para hacer más entretenida la lectura y,
to, siempre me pregunté qué habrá visto Lázaro en el más allá; un amigo llamar un poco la atención. Sin embargo, no sabía si realmente lo lograba.
tiene un idea interesante que debería escribir –CERRÓ LAS PUERTAS Por eso quería poder leerse de manera distinta, desde otra perspectiva.
A SUS ENEMIGOS –dijo de pronto, saturando los parlantes –CIELO Las mujeres habían sido una forma de acercarse a ese deseo. A través
Y TIERRA PASARÁN MÁS TU PALABRA NO PASARÁ –a la vez de su mirada, una vez que se veía atraído, su eje se movía para ya no vol-
que cerraba la puerta vidriada. –En qué lugar dice eso de los enemigos, la ver nunca más a su lugar de origen. Consiguiendo leerse, a veces, hasta de
puerta y… hijo de puta, me está echando. Sonreí nuevamente, y esta vez cabeza. No obstante no se contentaba, a penas se calmaba. Él sabía que
sentí el miedo en sus ojos. eso no era más que un sustituto para su verdadero deseo de ausentarse de
El trance se rompió por el ladrido repentino de un perro callejero, sí mismo. No era realmente un otro, sino él, desde la mirada de un otro.
ensañado conmigo; me giré y le ordené que se fuera; creo que lastimé sus El quería ser otro y conocer a ese que dejaba de ser. No se dio cuenta que
oídos con mi voz, porque se fue llorando. Me volví hacia mi nuevo amigo, si él se iba de sí, dejaría solo una carcasa, vacía, y que a menos que otro la
y le devolví la mirada profunda que me había echado, creí que le hablaba usurpara con su recuerdo, estaría inmóvil. Lo trágico es que seguiría sin
pero mis labios no se movían –Escuchame, me voy a llevar a alguien de poder leerse.
acá y no hay nada que puedas hacer para evitarlo. Comencé a caminar, Pero lo que el Hombre pide, la Providencia se lo da. Un día, un si-
yendo y viniendo de un extremo al otro del local, el silencio del predicador tuación absurda le dio en la cabeza, dejándolo inconsciente. Volvió en sí,
que se había prolongado más de lo acostumbrado, hizo que las personas o más bien, simplemente volvió, porque se había olvidado de quién era.
se me quedaran viendo, siguiéndome en mi paseo con la mirada. El predi- Miren si la ironía es grande o la Vida es chica, que cuando se leyó, no se
cador intentó retomar La Palabra, pero era inútil, su voz ya no daba para reconoció.
más después de tanto griterío, no surtía el mismo efecto. Y yo, ya había
capturado la atención de mi presa.
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La manzana

Volvieron los ataques de limpieza, repasé dos veces la casa y me bañé


tres. Es verdad que disminuyeron la frecuencia y duración, pero nunca se
fueron del todo.
¡CRANCH!
Ups, muy fuerte, la gente en la parada del colectivo se dio vuelta a
mirarme… ¿en qué estaba? Ah, sí, ¿Será por él, que se resiste a que lo olvide,
o será por él, que quiere penetrar en mi memoria?
¡CRANCH!
¿Otra vez? Es una manzana gente, nunca vieron una piba comiendo
una. Seguro no comen frutas. Por eso les resulta tan raro. Aunque ese flaco
que me mira… tal vez me veo sexy comiendo la manzana, como una Eva.
¡CRANCH!
OK… ¡¿QUÉ TIENE?! ES UNA MANZANA ROJ… ¿blan-ca?
¿Acaso, lave la manzana con…?
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Speed Dating

–Las reglas son simples, como verán, fueron acomodados en parejas,


esto de manera aleatoria; o al menos así pretendimos, pero como decimos
aquí: “a veces el azar es más destino que el destino”. A mi señal, darán
vuelta el reloj de arena que está en medio de la mesa, y comenzaran a co-
nocerse hasta que el último grano caiga. En ese momento, se despedirán
e irán a la mesa de su derecha y repetirán la mecánica hasta completar el
círculo ¿Entendido? Al final, elegirán a los pretendientes que más les gus-
taron y si hay coincidencia, se lo haremos saber para que puedan seguir
profundizando en una charla con un vino, invitación nuestra. Y recuerden,
con las preguntas correctas, el tiempo sobra. Preparados… ¡Comiencen!
X:–Según el mito de Pandora, la esperanza salió al último de la caja,
¿qué crees vos, es un mal más, junto al resto que fueron liberados cuando
se abrió o es un espíritu del bien?
Y: –Dejame pensar… Yo creo que eso depende, hay veces en que es el
peor de los males porque prolonga el tormento de hombres y mujeres, pero
hay otras en las que es lo único que permite a criaturas pequeñas como
nosotros, soportar la vastedad ¿Vos qué creés?
X:–Mmmm… buena respuesta. Yo creo…
–¡Tiempo! ¡Rotación!
X:–Para vos, ¿el tiempo es real?
Y:–Bueno, yo creo que… el tiempo existe para que no suceda todo a la vez.
X:–¿No crees, acaso, que la existencia entera podría caber en un pes-
tañeo o en la chispa de un fuego, en un sueño, tal vez? Yo creo que nuestra
percepción del tiempo es una ilusión. Esa noción de sucesión de eventos que
ocurren desde el pasado lejano al pasado más próximo y después al presente,
y luego de este al futuro más próximo y finalmente al más lejano, encierra una
contradicción. Todo acontecimiento pertenece al pasado, presente o futuro. Sin
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embargo, como decís, ninguno representa los tres a la vez, ninguno es pasado, Fuegos artificiales
presente y futuro; si es en el presente, es porque ha sido futuro y será pasado.
–¡Tiempo!
(Ja, ja, ja)
X:–¿Cómo podrías saber y negar que no estás soñando y que todas tus Durante la infancia, las navidades y comienzos de años, fueron para
experiencias, incluso esta, no es más que una simulación muy elaborada mí sinónimo de destellos en el cielo y estruendosas explosiones; bueno,
por tu propia mente? Al fin de cuentas, el único indicio de otras concien- también de familia, comida y regalos, pero está claro qué era lo que me
cias es la propia. importaba de estas fechas. Recuerdo la tele o la radio prendida, puesta
Y:–… en algún canal musical, esperando la cuenta regresiva para brindar y salir
X:–… afuera a ver el cielo estallar. Me causaban gracia los adultos, “este año tira-
ron mucho menos que el anterior” decía el tío, “y si es quemar plata en el
Y:–No lo sé.
aire” contestaba otro pariente, “está todo caro” acotaba la abuela. Todo a
–¡Muy bien! Rotación. los gritos, porque claro, la noche es un bochinche de silbidos hacia el aire
X:– ¿Por qué no te mataste aun? ¿Cómo superaste la contradicción que seguidos de explosiones; igualmente en mi familia se habla a los gritos,
emerge de la confrontación entre el deseo por la significancia y silencio cuando era chico me preguntaba si eso se debía a que descendíamos de
del Cosmos? una casta de hombres y mujeres bárbaros (en el sentido peyorativo de la
Y:–Aceptando el absurdo que me envuelve. palabra), ahora de grande confirmo aquella teoría. Yo me alejaba un poco,
X:–El problema con lo absurdo es que danza con la fe alrededor de si estábamos en lo de la tía, me subía al muro con rejas, así podía ver más
las arenas movedizas del nihilismo. de lejos. Daba vueltas la cabeza, era un trabajo en conjunto entre el oído
y los ojos, el primero guiaba al segundo que se maravillaba explosión tras
–¡Tiempo! Última rotación.
explosión. A veces, volteaba para ver una sola explosión estruendosa, otras,
X:–Así que esto se siente que el abismo te devuelva la mirada. me sorprendía una lluvia de colores acompañado por un ruido de salpicado
Y:–Gracias, tus ojos también son bonitos. de aceite en la sartén. Realmente lo lamento por los animales, por eso ya
X:–He pasado mucho tiempo persiguiendo monstruos y creo haberme no tiro, pero admito que si veo un show de fuegos artificiales en el aire,
convertido en uno, quiero que lo sepas de entrada. me quedo encandilado.
Y:–Te agradezco… Una vez, estábamos en la casa de un amigo de un pariente. Había ido
–¡Tiempo, tiempo, tiempo! Ahora tendrán unos minutos para elegir a su prácticamente toda nuestra familia, así que era “la horda” y este amigo con
candidato. Espero no hayan malgastado su tiempo con preguntas como, “¿de su familia, compuesta por la mujer y cuatro hijos, dos varones y dos muje-
qué trabajás?, ¿estudiás?, ¿qué te gusta hacer en el tiempo libre?”… Tenemos los res. Como siempre, la charla precomida, la comida, la charla poscomida, o
resultados: un solo match ¡Felicidades a la pareja! El resto, aparentemente, se sobremesa, como le dicen, el juego de cartas con el postre, y los preparati-
dio cuenta de cuánta paz hay en la solitud y no quiere lidiar con nadie: “si por vos para el brindis, la tele prendida, el conteo y salir corriendo afuera a ver
causalidad uno no da con un buen compañero, al menos, se vuelve filósofo”. el cielo. Los dos varones de esta familia, más grandes que yo, tenían una
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caja llena de fuegos artificiales. Cuando me enteré, no sabía cómo hacer Apología de Narciso
para parecer unos años más grande, con dos bastaba, y tal vez me invitaran
con ellos a tirar algún que otro explosivo. Pero no, me tuve que resignar
con una virulana atada a un piolín. Algún pariente la prendió fuego con su
cigarrillo y me dijo “hacela girar, y si golpeás al suelo sacás más chispas“
“Vivirá hasta una edad avanzada mientras nunca se conozca a sí mismo.”
esto último adornado por un guiño de ojo. Decepcionado, le hice caso,
para mi sorpresa esta química hogareña resultó ser una experiencia fantás-
–Tiresias a Liríope, madre de Narciso
tica. Empecé haciendo pequeños círculos en al aire, y las chispas doradas
flotaban como luciérnagas endemoniadas. Entonces agrandé el círculo
hasta que en la parte baja de este, la virulana chocaba contra el suelo, y las ¡Click! A ver qué dice... la versión romana de Ovidio es considerada la clásica...
chispas saltaron como meteoritos despedidos después de la colisión de dos ok... en ella, un joven llamado Narciso... ajam... un día, mientras Narciso estaba
planetas. Estaba totalmente enajenado, mi brazo y mi muñeca giraban cada cazando… sin embargo, Narciso la rechazó. ¿y entonces?… engañado por Nemesis
vez con más fuerza y más rápido, manteniendo el dibujo del círculo en el se acercó a un arroyo. Al verse reflejado en las aguas, quedó atrapado en un castigo sin
aire. Y con la vista perdida, miraba a través de él y veía a mi familia, pero fin… vamos al final… Se dice que Narciso se suicida al no poder tener el objeto de
algo no estaba bien, no sabía qué, algo me resultaba raro; miraba por fuera su deseo. Y donde su cuerpo yacía, creció una flor que llevaría su nombre... desdichado
del círculo y volvía a mirar a través, buscaba las diferencias como en los Narciso, para mí que alguna sirena le rompió el corazón, entonces no quiso
juegos que traían las revistas. En aquel otro mundo, el pasto de la casa era volver a caer en la trampa del amor, y la ninfa Eco lo maldijo simplemente
más verde y la luz más brillante. La virulana empezó a consumirse, y las porque este estaba cerrado a volver a sentir ¡Qué injusto! ¿Acaso los hom-
chispas cada vez eran menos, mientras el mundo que se me había abierto bres no lloran también?
se diluía en los últimos giros. ¡Click! ¿Y este blog? Interesante… alguna pobre chica enamorada le
escribió a alguien con mi mismo nombre… ok, esto es extraño... Caminas
por Buenos Aires y te demoras para mirar el cielo sin estrellas y la luna entre los edi-
ficios… un coincidencia con este sujeto… te gustan los encendedores zippo, los
libros viejos y usados (escritos y subrayados), el muralismo, las filosofías, el cosmos, el
sabor del chocolate y la poesía de William Blake… este otro comparte esas pre-
ferencias, parece vanidoso, como si fueran alguna especie de atributo… tu
perversa costumbre de falsear y magnificar… bueno, reconozco que... pero ¿quién
es este sujeto?¿por qué siento un deseo irresistible de librarme de él? No
sé cuál de los dos lee y cuál es leído. Deseo conocerlo. Desdichado de mí
que no puedo atravesar la pantalla y besarlo.
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Aviso laboral

Se busca programador en dopamina digital con experiencia compro-


bable mínimo de 2 años desarrollando aplicaciones de alienación mental.
Con conocimiento en lenguajes de manipulación (excluyente). Se valorará
conocimientos en psicología evolutiva.
Su principal labor será el de crear notificaciones que mantengan en
constante alerta a los usuarios de la aplicación.
Se ofrecen excelentes condiciones de contratación, sueldo acorde al
mercado, prepaga de primer nivel y comedor en planta.
Enviar perfil social a @insta-gramo.
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Operación Mayhem

–Buenos días queridos oyentes de la radio, hoy es un día triste para


el mundo del Arte, uno de las sonrisas más bellas jamás concebidas por
humano o Dios, ha sido ultrajada del rostro de su enigmática portadora.
Tengo el deber de informar una noticia que jamás pensé decir al aire. Es
una situación bizzarre, solo capaz de ser concebida en la mente de un
loco o un genio. Queridos oyentes, el retrato de “La Gioconda” o “Mona
Lisa”, como también se le conoce, ha aparecido con una mancha en su
cara, tapando esa mueca tan icónica, imitada hasta el hartazgo por las
musas, deseada con pasión por hombres enamorados, odiada por pintores
incapaces de superarla en lo simple sin simpleza de su ejecución. Según los
investigadores, la mancha, de color marrón, se trataría de...… no sé cómo
decir esto...… heces… mierda, ¡sí, mierda humana! Alguien habría limpiado
su culo con la pintura dejando un hedionda huella en el retrato. Es una
verdadera conmoción, que se suma a los otros actos vandálicos reportados
esta misma semana, como la meada sobre “El beso” de Klimt y la vomi-
tada en “El grito” de Munch, el garco flotando en la Fontana di Trevi, la
nube roja de menstruación sobre “La noche estrellada” de Van Gogh; y no
olvidemos el moco verde radioactivo escupido encima de la cara de Jesús
en “La última cena”, ni la acabada sobre la perfecta cara del “David” y “La
joven de la perla”.
En todas las “intervenciones”, como las llaman el grupo de artistas
que se atribuyen los actos, se ha encontrado evidencia con el mismo sím-
bolo que usan para identificarse, una estrella de ocho puntas con flechas
en cada una y un círculo negro en el centro: Magos del Caos es su nombre
y somos legión. ASÍ ES, SOMOS… ESCUCHEN BIEN QUERIDOS
OYENTES, NO HAY ARTE QUE ESTÉ A SALVO. USTEDES
DEPENDEN DE NOSOTROS, PUES SOMOS QUIENES CON-
TROLAMOS CADA ASPECTO DE SUS VIDAS, EXCITÁNDOLOS
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VISUALMENTE EN LAS CALLES CON ANUNCIOS PARA QUE Romance en otros tiempos
SE REPRODUZCAN, ALIENANDOLOS EN SUS CASAS A TRAVÉS
DE UN RECTÁNGULO CON SERIE TRAS SERIE PEDORRA,
TOCÁNDOLOS EN SUS PANTALONES CON EL VIBRAR DE SUS
APARATOS MÓVILES, INUNDÁNDOLOS CON AROMAS SALI-
DOS DE SUS PROPIOS CULOS, ENGORDÁNDOLOS CON POR- Al principio, las lechuzas iban y venían varias veces al día, dos bajo
QUERÍAS INSÍPIDAS. Y ACEPTAN TODO ESTO, UNA Y OTRA la luz del Sol, y dos durante la custodia de la Luna. Al amanecer, llegaba
VEZ, PORQUE EL VERDADERO ARTISTA NO DA AL PÚBLICO la primera visita del ave; por lo general era ella, las mujeres son más her-
LO QUE QUIERE, SINO LO QUE NECESITA. Y ESTO FUE TODO mosas cuando inician e invitan. Entonces, le contestaba pronto, no la iba
CUANTO SUS MISERABLES VIDAS NECESITӅ HASTA AHORA. a dejar esperando. La segunda visita de Aurora, así se llamaba su lechuza,
PUES HEMOS DADO COMIENZO A LA OPERACIÓN MAYHEM. llegaba pasado el mediodía, cuando el Sol ya no era tan fuerte. Siempre la
LA ÚNICA FORMA QUE COMPRENDIERAN QUE LA VIDA MIS- esperaba con agua y comida, los arándanos eran su golosina favorita que en
MA ES UNA OBRA DE ARTE, Y QUE ESTABAN INMERSOS EN las mañanas, antes que llegara, iba a recolectarlas bajo un árbol que caían.
ELLA COMO PERSONAJES EN EL FONDO DE UNA PINTURA Mi lechuza se llamaba Mercurio. Nunca volaron juntos Aurora y
SIN VOLUNTAD, ERA DESTRUYENDO EL PRECONCEPTO DE Mercurio. Porque cuando ella llegaba, se quedaba descansando conmigo,
ARTE, “VANDALIZANDO” COMO DICEN LOS IGNORANTES, mientras él salía orgulloso a cumplir su misión. Sé que lo trataban bien
LAS OBRAS MÁS FAMOSAS; NO PARA DAR LUGAR A NUEVAS porque volvía alegre, no solo por haber completado el viaje sino por algo
OBRAS, PARA ESO NO ERA NECESARIO HACER LO QUE HI- más, había afecto en sus inmensos ojos. Descansada, Aurora se despedía de
CIMOS, SINO PARA DESPERTAR LA CONSCIENCIA. AHORA, ambos con una mirada profunda, y alzaba vuelo con mi respuesta. Como
QUERIDOS OYENTES, LOS DEJO CON ESTA BELLÍSIMA PIEZA dije, esto se repetía varias veces en el día.
DE LA MÚSICA CLÁSICA: LA 5TA DE BEETHOVEN INTERVE- Una vez, se había desatado una tormenta, quedándose varada Aurora
NIDA CON SONORAS FLATULENCIAS POR PARTE DE QUIEN conmigo y Mercurio con Ella. Varias veces, esa noche temí que el terco de
LES HABLA. Mercurio hubiese querido volar a pesar de la lluvia. Pero no lo hizo, Ella lo
debe haber convencido con el mismo encanto que transmite en sus letras.
El vigor de la juventud de nuestras aves hizo que durante días fueran
y vinieran. Por eso me sorprendió cuando la primer carta de Ella no llegó.
No dudé de la salud de Aurora. Y de hecho cuando finalmente apareció
en respuesta a mi carta, la noté tan vital como siempre.
Lo mismo Mercurio, no mostraba síntomas de cansancio alguno. Las
visitas de Aurora pasaron a ser más esporádicas, de dos en el día y en la
noche, a una y una, a simplemente una por día. Esperaba a Mercurio que
volviera, y se volvía para ya no regresar hasta el otro día. Un día, me sor-
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prendí al ver a Mercurio regresar en lugar de ella. Lo envíe una y otra vez, Persona
siempre él volvía. En mis cartas le preguntaba por ella, contestandome
evasiva.
Dejé de enviar a Mercurio, y no volví a ver más a Aurora. Aunque una
vez, creí reconocerla sobrevolando mi casa y mis recuerdos.
–¿Te enteraste? Jorge logró perfeccionar su personaje.
–¿De qué hablás? Si Jorge no actúa…
–¡¡¡Jorge, boludo, hace de Jorge!!! Ese es su personaje, como yo hago
de Daniel y vos de Andrés.
–Yo no hago de ningún Andrés ¡Yo soy Andrés!
–Sí, como digas… escuchame, Jorge lo logró ¿Te acordás ese libro del
que tanto hablaba? Bueno, se dio cuenta que el protagonista del libro y él,
eran uno y el mismo. Entonces, ¿decime si no es vivo? empezó a conti-
nuar la historia a su manera, y lo que hacía en la realidad, lo leía esa misma
noche en el libro. Después de un par de hojas, se dio cuenta quién y cómo
era, y ya no actúa como vos y yo; ahora improvisa, concibe y ejecuta toda
acción de forma simultánea.
:–¡Te dije que no estoy actuando nada! ¿Y qué querés decir con que
VOS estás actuando?
¿Quién carajos sos entonces?
–Soy más o menos yo. Tranquilo, no te asustes. A lo que me refiero
es que tanto vos como yo todavía no somos del todo improvisados. Hay
planificación ¿Vos cada noche, antes de dormir, pones el despertador?
–Si, ¿qué tiene que ver?
–Estás planificando, seguro de que no vas a morir mientras dormís.
Vos me preguntaste cómo es eso de que estoy actuando, bueno, me doy
cuenta, y sé que cuando improvise no voy a poder diferenciar arte de rea-
lidad.
Se terminó de imprimir en Impresiones Dunken
Ayacucho 357 (C1025AAG) Buenos Aires
Telefax: 4954-7700 / 4954-7300
e-mail: info@dunken.com.ar
www.dunken.com.ar
Febrero de 2018

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