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La presente época se incluye entre los años 1817 y 1830, y abarca los primeros ensayos de
gobierno intentando después de haberse conseguido la independencia nacional.
Dos etapas pueden distinguirse en esta época: la primera de 1817 a 1823, de dictaduras militares;
y la segunda de 1826 a 1830, denominada de anarquía, por el particular estado de agitación y de
inestabilidad institucional.
Obra de Gobierno
Política Interior:
I. Labor de Defensa:
a) Aumento y organización del Ejército y creación de una escuadra.
b) Continuación de la guerra interior contra las tropas enviadas por el virrey del Perú
(sitio de Talcahuano, desastre de Canchar rayada, batalla de Maipú), y lucha contra las
bandas guerrilleras realistas en el sur (guerra a muerte);
c) Toma de Valdivia y ensayo fallido de conquista de Chile, por Cochrane.
e) Fundación de la ciudad de San Bernardo y terminación de los trabajos del canal de Maipo,
ambos bajo la dirección de Domingo Eyzaguirre.
El Acta aparece fechada en Concepción el 1° de enero de 1818, pero fue firmada por O'Higgins en
Talca el 2 de febrero y jurada en todas las ciudades ya libres el 12 de febrero, primer aniversario
de la Batalla de Chacabuco.
El Acta declara que “el territorio continental de Chile y sus islas adyacentes, forman de hecho y por
derecho, un Estado libre, independiente y soberano y quedar para siempre separados de la
monarquía de España y de cualquiera dominación, con plena aptitud de adoptar la forma de
gobierno que más convenga a sus intereses”.
Entre otras cosas, se solicitó a O'Higgins la convocatoria inmediata a un Congreso para elegir el
gobierno definitivo, y la dictación de un Reglamento provisorio en que se deslindaran los atributos
del poder.
No prestó O'Higgins inmediata acogida a estas peticiones, pero un mes después designó una
comisión compuesta de don Manuel de Salas, Francisco Antonio Pérez, Joaquín Gandarillas, José
Ignacio Cienfuegos, José María Villarreal, José María de Rozas y Lorenzo Villaleón, para redactar un
proyecto de Constitución Política. Ella, una vez promulgada, tendría el carácter de provisoria y
regiría hasta la convocación de un Congreso, hecho al cual no se fijaba plazo.
Título II: declaraba a la religión católica como “única y exclusiva del Estado de Chile”, no
permitiéndose “otro culto ni doctrina contraria a la de Jesucristo”.
Título III: entregaba la potestad legislativa a un Senado elegido por el Director Supremo y
compuesto de cinco miembros titulares y cinco suplentes. Es facultad especialísima del Senado
velar por la puntual observancia de la Constitución.
Título IV: se ocupa del poder ejecutivo que lo entrega en manos del Director Supremo. “Su
elección – dice – ya está verificada según las circunstancias que han ocurrido; pero en lo sucesivo
se deberá hacer sobre el libro consentimiento de las provincias, conforme al reglamento que para
ello formará la potestad legislativa”.
(Se ratifica, en suma, el poder de O'Higgins y no se circunscribe a ningún plazo concreto el ejercicio
de su mandato).
Título V: reglamenta el Poder Judicial, confiándolo a un Supremo Tribunal Judiciario, elegido por el
director, a la Cámara de Apelaciones y a los distintos Juzgados establecidos a lo largo del territorio.
3. La Constitución de 1822.
El Poder Ejecutivo se confiaba al Director Supremo, cuya duración era de seis años, pudiendo ser
elegido por otros cuatro. El nombramiento correspondía al Congreso Pleno, añadiéndose, eso si,
que se tendría por primera elección la recién practicada por la Convención en la persona de
O'Higgins, con lo que a los cinco años ya transcurridos de la dictadura se agregaba la perspectiva
de otros diez.
Fue dictado el 29 de enero de 1823, por la Junta que sucedió a O´Higgins, redactándolo una
comisión compuesta de Juan Egaña, Bernardo Vera, y Joaquín Campino.
La Junta durará el término necesario para acordar con los representantes de las provincias la
instalación del gobierno central provisorio que debe convocar a un Congreso.
Tiene ella “todas las facultades necesarias para conservar el orden interior y la seguridad exterior”.
Se le “prohíbe conocer de asunto alguno contencioso, civil ni criminal”. Se hace efectiva la libertad
de imprenta bajo el reglamento de 1813.
Estimando que la junta sucesora de O'Higgins representaba solo a Santiago, las provincias no
reconocieron su autoridad. Después de diversos trámites se convino en que tres plenipotenciarios,
en nombre de las provincias de Coquimbo, Santiago y Concepción, acordarán la definitiva
Constitución del Gobierno.
3. La Constitución de 1823.
El proyecto elaborado por don Juan Egaña, fue sometido al Congreso y aprobación por este con
escasas modificaciones. No tuvo mayor acogida otro proyecto presentado a la asamblea por el
diputado Fray Pedro Arce. La Constitución fue promulgada el 29 de diciembre de 1823.
La Anarquía
Se da el nombre de anarquía al periodo que va desde la subida de don Manuel Blanco Encalada,
sucesor de Freire en el gobierno, (9 de Julio de 1826), hasta la batalla de Lircay (17 de abril de
1830).
La breve anarquía se debió acá más bien a la ruina económica que trajo consigo la guerra de
independencia, y a la imposibilidad de reajustar, sin frecuentes fracasos, el orden político a las
nuevas modalidades republicanas, cuando se carecía de cultura cívica y de estadísticas de calidad y
de experiencia.
Durante toda su presidencia Pinto gobierna con la “Alianza Liberal”, renovándose, como en los
períodos anteriores, la intervención del Ejecutivo a favor de sus candidatos en las elecciones
parlamentarias. La lucha política fue, sin embargo, más suave, pues las preocupaciones
internacionales absorbieron la atención pública y no dieron paso a las querellas doctrinarias.
Antecedentes:
Pueden considerarse como causas principales de la guerra; la cuestión de límites entre Chile y
Bolivia; el descubrimiento por exploradores chileno en el territorio disputado del desierto de
Atacama de valiosos yacimientos de guano y salitre; la rivalidad económica y política entre Chile y
Perú.
En 1878 el gobierno boliviano del presidente Don Hilarión Daza estableció un impuesto de $ 0.10
por quintal exportado de salitre en la Compañía de Salitre de Antofagasta. Reclamó Chile de este
nuevo impuesto, por estimarlo violatorio del tratado de 1874.
El Perú envía entonces a Chile de Plenipotenciarios a Don José Antonio Lavalle para ofrecer la
mediación entre ambos países; y mientras el Presidente de Gobierno Don Mariano Ignacio Prado
activa en Europa la compra de armamentos, y traslada presurosa tropas a Iquique, Chile se niega a
evacuar Antofagasta; Bolivia declara la guerra; Chile exige del Perú que declare de inmediato su
neutralidad y este confiesa que no puede hacerlo por encontrarse ligado con Bolivia por un
tratado de alianza secreto. Chile le declara entonces la guerra.
El nuevo presidente pertenecía al círculo doctrinario del partido liberal; era espíritu dominante y
autoritario y se había distinguido ya en 1849 como Intendente de Colchagua por la atropelladora
intervención electoral que entonces consumó a favor del grupo de Don Manuel Camilo Vial.
Terminada la guerra del pacífico, volvieron a agitarse nuevamente los debates doctrinarios por los
partidos de gobierno, tomando como pie el conflicto suscitado por la provisión del cargo de
arzobispo de Santiago.
El clero de los fieles había hecho saber a Roma su juicio adverso a este sacerdote, que había
distinguido por su contacto y amistad con los elementos más extremos del liberalismo, junto a los
cuales había hecho causa común contra el difunto arzobispo Valdivieso.
La guerra del pacífico suspendió por algunos años el debate, pero concluida ésta y encontrándose
Santa María en la presidencia, reanudó la gestión que como Ministro de Relaciones del gobierno
anterior había hecho a favor de Taferó, ante la Santa Sede.
El Papa empeñado en evitar dificultades, accedió a enviar a Chile como delegado apostólico a
Monseñor Celestino dell Frato, para que se impusiera de las cosas en el terreno mismo. El
Gobierno procuró en lo posible evitar que Dell Frato mantuviera contacto con los círculos
católicos, pero éste tuvo medios suficientes de información como para percatarse que la
candidatura de Taferó solo era apoyada por los adversarios de la Iglesia.
En vista de sus informes, el Papa comunicó a Santa María en noviembre de 1882, que Taferó
quedaba definitivamente rechazado. Como represalia el Gobierno entregó sus pasaportes al
delegado apostólico y amenazó con dejar sin titulares las diócesis que vacaran hasta que el Papa
cambiase de actitud.
Simultáneamente con esto, los gobiernistas suprimieron en el Congreso los sueldos de los Vicarios
Capitulares de las sedes vacantes de Santiago, Concepción y Ancud, y activaren el despacho de
diversas leyes de laicización.
De acuerdo con una ley dictada en 1844 y que más tarde reprodujo el Código Civil en su art. 118(V.
Gobierno de Bulnes y Errázuriz), los disidentes celebraban matrimonio válido ante el párroco del
domicilio, que actuaba aquí de oficial civil.
El Diputado Don Julio Zegers propició una solución intermedia, dar efecto legal tanto al
matrimonio celebrado ante el oficial civil como al contrario “con arreglo al rito o al de otra religión
desconocida por el Estado, siempre que la respectiva partida fuese inscrita en el Registro civil”.
Reformas constitucionales.
Prescindiendo del intento de separación parcial de la Iglesia y del estado, que no llegó a hacerse
efectivo, durante Santa María, se acordaron las siguientes modificaciones al texto de la
Constitución que alcanzaron la ratificación definitiva:
Reformas constitucionales.
La revolución de 1891.
Las raíces de este importante acontecimiento histórico son de dos orígenes diversos:
a) Causas Políticas: la lucha por la limitación del poder presidencial y por el afianzamiento de
la libertad electoral
b) Causas Económicas: el antagonismo entre los intereses del capitalismo financiero y la
política económica de Balmaceda.
Ambas ramas del Congreso acordaron aplazar el despacho de las leyes periódicas hasta que se
cambiara de Ministerio, Balmaceda, que era de temperamento susceptible, se sintió herido en su
amor propio e invadido en sus atribuciones de mandatario, y no manifestó ningún propósito de
condescender ante el Congreso. Este, por su parte, se preparó a dar un paso más; la acusación
constitucional contra los ministros. En ese momento intervino de mediador entre los poderes en
lucha el arzobispo Casanova y de su gestión nació el 7 de agosto del 1890, un nuevo gabinete
presidido por Don Belisario Prats. El Congreso despachó entonces las contribuciones.
Pero, los intereses diversos de Balmaceda y los partidos frente a las futuras elecciones produjeron
la caída del Gabinete de Prats. El 15 de octubre del 1890, era éste reemplazado por un Ministerio
presidencial encabezado por Don Claudio Vicuña.
Balmaceda clausuró al mismo tiempo el periodo de sesiones extraordinarias del Congreso sin que
este hubiera aún despachado las leyes de presupuestos y de fijación de las fuerzas de mar y tierra
para 1891.
Comenzó entonces a actuar, en receso del Congreso, la Comisión Conservadora donde tenía
mayoría la oposición (liberales disidentes, nacionales, radicales y conservadores). Se pidió en
forma reiterada a Balmaceda que convocara al Congreso, pero éste se negó sistemáticamente.
Como aún no había sido ratificada la reforma de 1890 que facultaba a la Comisión Conservadora
para convocar por sí misma al Congreso a sesiones extraordinarias, sus acuerdos en este sentido
no tenían sin el alcance de mera petición al gobierno, aunque hubo miembros de ella que
sostuvieron que envolvían para el Ejecutivo una exigencia perentoria.
Llegado el 1° de enero de 1891, Balmaceda lanzó un manifiesto y declaró prorrogadas las leyes de
presupuestos y autorización de las fuerzas de mar y tierra. Comenzaba la dictadura y a ella seguía,
como respuesta, la revolución.
Fin de la revolución.
Las tropas fieles a Balmaceda fueron derrotadas en la batalla de Concón y Placilla (21 y 28 de
agosto de 1891), por el coronel Don Estanislao del Canto. Valparaíso cayó en manos de los
revolucionarios, que siguieron a continuación a Santiago.
Durante este periodo la autoridad presidencial sucumbe en manos de los grupos políticos que a
través de un Congreso omnipotente entraba la acción de gobierno con la frecuencia de las crisis
ministeriales.
- y Don Arturo Alessandri, cuyo gobierno iniciado en 1920 marca la crisis total del sistema y
su reemplazo en 1925 por un régimen presidencial.
La vida política
A partir del triunfo de la revolución de 1891 se implanta el régimen parlamentario sin realizarse
para esto ninguna reforma constitucional e interpretando simplemente el texto de la Carta
Fundamental en el sentido de que los ministros necesitaban contar con la confianza del Congreso
para mantenerse en sus cargos.
El nuevo régimen funciona de una manera muy deficiente porque la multiplicidad de los partidos
políticos y la falta de precisión de sus programas, forman en el Congreso mayorías ocasionales y
efímeras que no son capaces de dar respaldo seguro y permanente a los Gabinetes.
Además, el régimen carece de correctivos como la clausura del debate y la facultad del presidente
de disolver las Cámaras y de llamar a nuevas elecciones.
El abuso de la fiscalización parlamentaria y de los votos de censura hacen así de las crisis
ministeriales un mal endémico.
Hasta fines del siglo XIX el control de la vida política estaba exclusivamente en manos de la
aristocracia terrateniente y de la oligarquía plutocrática nacida de los negocios mineros y de las
especulaciones bancarias.
Con él sube al poder por primera vez como fuerza política la clase media y las aspiraciones
proletarias encuentran eco en las esferas del gobierno.
La resistencia que la política de Alessandri encuentra en la mayoría del Senado, traba una fuerte
lucha entre ambos poderes y acrecienta la rotativa ministerial.
El desprestigio del régimen parlamentario, que esteriliza todo gobierno, a la vez que el descrédito
en que se precipita el nuevo Congreso favorable al presidente y que este ha hecho elegir con
violenta intervención oficial, produce un pronunciamiento de la oficialidad superior del Ejército, el
5 de septiembre 1924, que trae consigo tanto la salida de Alessandri como la definitiva muerte del
parlamentarismo.
La restauración del presidente en el poder al año siguiente le permite afrontar una reforma
constitucional de vastas proporciones.
El periodo que se inicia el 1925 con la dictación de la nueva Carta Política, encaminada a
robustecer el poder presidencial, coincide con una etapa mundial de grandes transformaciones
sociales y económicas y de luchas internacionales.
El eco de ese mundo agitado se recibe también en Chile e impulsa el cambio institucional y social
que en él va realizándose.
De ahí que la constitución de 1925 no puede por sí sola contener ni encauzar de manera suficiente
la honda mutación nacional; que resulta impotente para neutralizar los vaivenes de la vida política
y que ésta siga desarrollándose más de una vez al margen de sus disposiciones o requiera el
frecuente complemento de leyes de facultades extraordinarias, de seguridad interior o de defensa
de la democracia para afianzar la estabilidad del Gobierno.
Los años de 1931 y 1932, representan un periodo de gran agitación y cambios políticos, que hacen
recordar la etapa de la anarquía de 1826 a 1830.
En 1932, sube al poder nuevamente Don Arturo Alessandri, restaurándose el orden constitucional
que se mantiene hasta el término de su mandato en 1938 y durante los gobiernos de sus
sucesores:
Acción Gubernativa
Entre los años 1925 y 1951, podemos señalar como obras de importancia:
En el campo internacional:
a) La firma del tratado de Lima en 1929, en el que se pone término a la controversia de Tacna
y Arica, entregando la primera de estas provincias al Perú y la segunda a Chile.
b) Los actos de posesión en el territorio de la Antártica Chilena con el decreto del 6 de
noviembre de 1940, de Aguirre Cerda, que la delimita entre los meridianos 53 y 90
longitud oeste de greenwich, y las fundaciones por González Videla de las bases de
“Puerto Soberanía” en la isla Greenwich de las Shetlands del Sur, en 1947, y “General
O`Higgins”, en la tierra de Graham, en 1948.
La Constitución de 1925
Una Comisión designada por el presidente Alessandri, en abril de 1925, se abocó a la redacción y
estudio de una nueva Constitución Política.
El proyecto por ella elaborado fue sometido a plebiscito y promulgado por decreto de 18 de
septiembre de 1925.