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El precio de la vida
TESIS
No es posible un mundo en el que ningún ser vivo sufra, pero
podemos evitar y/o minimizar ese sufrimiento.
Digamos que uno de estas miles de persona se ha decidido actuar a pesar de toda
la presión social, ¿a quién salvaría; al joven o la vaca? ¿Humano o no humano?
No me siento tan mal al señalar que, en la mayoría de las veces el salvado será el
joven, no por su edad o su raza, sino por su especie. ¿Especismo?
Probablemente.
Está bien pensar que los animales tienen sentimientos y derechos, que se quiera
abogar por ellos, que se desarrolle empatía imaginando cómo nos sentiríamos de
ser tratados con una gallina ponedora en una granja. Pero ante situaciones de
emergencia quien más nos podría causar empatía sería el joven perteneciente a
nuestra especie. Es simple, un instinto antiguo y un reflejo espontáneo.
La situación anterior, quizás para el desagrado de muchos, no es un experimento
mental alejado de la realidad. Es algo que vivimos todos los días, ¿quién no se ha
topado con vídeos en donde asesinan a un gato o en donde matan a un ser
humano? Y no necesario ir tan lejos, en las noticias siempre hay espacio para
hablar de las nuevas leyes en contra del maltrato animal o aquel asesinato en la
zona sur del país, pero podríamos hablar también de algo que pasa en nuestra
colonia o que acecha en nuestra propia casa. Y aún así, es difícil que alguien haga
algo.
A pesar de todo lo anterior, no pretendo yo esparcir una mentalidad negativa ante
el tema, mucho menos justificar la negligencia. Mi intención es, como dije más
arriba, únicamente equilibrar la balanza moral de aquellos que piensan que una
utopía donde la industria cárnica tenga a todos animales en campo abierto, felices
y como se pinta en las series infantiles es imposible.
Por más que cueste aceptar, nuestra estadía en el planeta acarrea una lucha por
la supervivencia, y aunque nuestra especie no sufra de las penurias de la cacería
y búsqueda de alimento gracias a nuestro intelecto, no podemos sobrevivir sin
alimento. Los abrigos de piel, los zapatos de cuero y los espectáculos sádicos son
prescindibles; pero no podemos vivir sin comer, ya sea salmón o lechuga.
Entre la extinción de los seres vivos en pos de un planeta Tierra en donde los
animales, ya sea domésticos o salvajes, no se vean perturbados por nuestra
actividad y el consumo irresponsable, consumista y desmedido que satisfaga
todos nuestras necesidades debemos de buscar un punto medio. Un punto medio
en el que el homo sapiens, la única especie que ha logrado salir de esta esfera
azul para aventurarse al espacio no se desvanezca por completo, y en donde esa
misma especie no destruya su hogar por intereses egoístas.
Nuestra capacidad cerebral, además de llevarnos a la cima de la pirámide
alimenticia puede llevarnos a cuidar de nuestros compañeros de planeta, aquellos
que son parte importante de nuestra vida y supervivencia, pero sólo podremos
brindarle una mejor condición de vida a esos con los que tenemos una gran
relación si superamos la apatía y verdaderamente nos ponemos a ello.
Sofía González Vargas | Grupo 15 | Semestre 2
Bibliografía
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