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Hombre de celuloide

Una fábula moral

A pesar de que tarda en comenzar, la película Todos lo saben es como uno de esos coches
antiguos que comienza a andar y no se detiene. Al principio el director Asghar Farhadi se da su
tiempo para plantear la estructura de una de esas familias españolas grandes, de pueblo y
sospechosamente perfectas. Pero la perfección está por estallar. Es necesario sin embargo
detenerse en la felicidad de tarjeta postal, en el viñedo que trabaja Paco, interpretado por Javier
Bardem. El primer atractivo en esta película es el magnífico reparto. No todos los días se reúnen
en una sola obra de Irán y filmada en España, Bardem con Penélope Cruz, Eduard Fernández y
el argentino Ricardo Darín, cuya irrupción en pantalla tiene el encanto de las grandes películas.
Todos lo saben es una buena película mestiza: conjuga lo mejor del cine iraní con lo mejor del cine
español. Del primero tiene el ritmo lento, la presentación de los personajes, la profundidad en su
psicología. Del segundo tiene el brillo de los actores, la fotografía exquisita, la crítica social.
Comencemos por la psicología. Todos lo saben es la historia de un secuestro. Y por la forma
como se da el plagio todos parecen sospechosos. De hecho lo son. En este sentido recuerda a la
serie Twin Peaks de David Lynch. El aspecto apacible del pueblito español termina por esfumarse
cuando aparecen los monstruos campiranos: el viejo borracho, la historia de amor prohibido, la
familia disfuncional. Conforme la investigación del crimen va teniendo lugar, la psicología de los
protagonistas se revela cada vez más compleja. En cada golpe de teatro del director y guionista
entendemos por qué sus criaturas se portan como se portan. Finalmente, con la aparición de Darín,
Farhadi puede ya construir una fábula de tipo moral. Todos sus personajes están servidos y
comienzan a moverse como en una buena partida de ajedrez. Las piezas del drama están ahí para
conquistar el interés del público y ofrecerle el comentario social; una paráfrasis a la altura de
Chejov o Dostoievski. Del primero Farhadi parece haber tomado a la burguesía decadente que
mira cómo la crisis económica llega hasta las tierras en que, en lugar de cerezos, crece la vid. Del
segundo el iraní ha tomado el odio, la ambición y la religiosidad de Alexis Karamazov. En efecto,
Darín resulta ser el equivalente argentino de este Karamazov medio santo y medio bobo.
Escandaliza a los personajes banales con su fe, su incapacidad para decir mentiras y su aparente
pasividad. Hay también algo de Tarkovski en este filme, de modo que, quien no guste de las
escenas lentas y los discursos largos, no debería perder el tiempo tratando de disfrutar Todos lo
saben. El guionista Asghar Farhadi siempre ha sabido construir historias entretenidas y profundas.
En el 2013 dirigió El pasado, la historia de una mujer que viene a París para formalizar un divorcio.
Se encuentra ahí con su pasado: cierto amor que quedó levitando en el tiempo. Algo similar sucede
con el amor de los personajes que interpretan, en Todos lo saben, Penélope Cruz y Javier Bardem.
Es un amor nostálgico, peligroso. De esos que encelan a las parejas y que, sin embargo, no pudo
ser. En el 2016 Farhadi escribió y dirigió El cliente. En ambas películas hay escenas de gran cine.
Aquí también. Como cuando Javier Bardem revela el gran secreto. Lo hace mirándose en un
espejo que refleja a otro espejo en clara metáfora de las muchas verdades que juegan en esta
exquisita película de España e Irán.

Todos lo saben. Dirección, Asghar Farhadi. España, 2019.

Fernando Zamora

@fernandovzamora

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