niñas. Se dice que tuvo una infancia muy solitaria y triste, sufría de frecuentes dolores de cabeza y estómago, que le impedían jugar normalmente con niños de su edad. Esa soledad de niño lo hizo jugar con mucha inventiva e imaginación. Hacía relojes de sol, molinos de agua, barcos capaces de disparar balas de salva, desmontó un reloj de latón y lo reconstruyó en madera, funcionando a la perfección.
Durante su juventud Hooke formó parte del Coro de la Iglesia Catedral de la
Diócesis de Oxford (Christ Church College). Esta época fue la que forjó a Hooke en su pasión por la ciencia. Tenía bastante interés en diversos trabajos de conservación realizados, ya que consideraba que estaban amenazados por el protectorado.
En la escuela de Westminster se llevaban a cabo reuniones con alta importancia
científica, filosófica e intelectual, por lo que Robert asistió a muchas de ellas. Mientras los compañeros de clase realizaban actividades lúdicas, Hooke se centró en ganarse la vida. Comenzó ganando algo de dinero como ayudante de anatomía química. Después fue asistente de laboratorio. En esa época, 1658, se llevó a cabo la construcción de una bomba de aire o “machina boyleana”, basada