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La globalización y liberalización de los mercados mundiales no solo evidenciaron ser incapaces de propiciar una mayor

equidad social y mejores condiciones laborales (Infante y Sunkel, 2004), sino que llevaron a un relajamiento de las
condiciones contractuales y al crecimiento del empleo atípico. El debate que se dio a partir de los años noventa sobre
estas formas atípicas de emplearse ha contribuido a despertar el interés de los economistas en el tema de la calidad del
empleo (Reinecke y Valenzuela, 2000). Y la aprobación en varios países del mundo de reformas laborales tendientes a
adecuar la legislación al nuevo entorno económico ha reforzado este interés (Van Bastelaer y Hussmann, 2000). En parte,
también contribuyó el concomitante fenómeno de la expansión del empleo en el sector de servicios el cual se caracteriza
por un crecimiento de la productividad menor que el sector industrial y por ende por un potencial inferior de mejora en
los salarios y en los niveles de vida (Carty, 1999). Fue así como la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de
Vida y de Trabajo (Eurofound), organismo tripartito inicialmente creado en 1975 para investigar la calidad de vida en la
Unión Europea, en 1990 y 1991 llevó a cabo su primera encuesta sobre condiciones de trabajo en 12 países miembros que
en su última versión de 2010 se extendió a 34 naciones europeas. En el año 2000 los Concejos Europeos de Lisboa y Niza
hicieron de la calidad del empleo un elemento central de la política social europea y desde 2001 el monitoreo y
comparación de la calidad del empleo entre países miembros de la Unión Europea son un mandato de la Comisión que
para tal fin definió un grupo de indicadores denominados de Laeken1 . En 1999 la OIT formuló el concepto de trabajo
decente, es decir de aquel trabajo que garantiza “oportunidades para que los hombres y las mujeres puedan conseguir un
trabajo decente y productivo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana” (OIT, 1999, p. 4). La
construcción del concepto de trabajo decente estimuló el debate teórico y los esfuerzos de medición de la calidad del
empleo no solo al interior de la OIT, sino también por parte de la academia y de las principales organizaciones y agencias
internacionales. A partir de 2008 el trabajo decente entró a ser parte integrante de los Objetivos de Desarrollo del Milenio
de las Naciones Unidas, comprometiendo a los 191 países firmantes de la Declaración del Milenio a “lograr el empleo
pleno y productivo y el trabajo decente para todos, incluidos las mujeres y los jóvenes” (Objetivo 1, meta 1B). En la
actualidad no existe una definición de calidad del empleo universalmente aceptada por la literatura internacional. En
primera instancia, éste toma connotaciones diferentes a la luz de los agentes que se consideren. Así, por ejemplo, para el
Estado aspectos importantes de la calidad del empleo son aquellos relacionados con el respeto de los derechos humanos
y laborales, el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, entre otros. En cambio, para las empresas un buen
empleo se asocia a trabajadores productivos y versátiles. En esta 1 Ver al respecto European Comission (2001). E:\curso
economía\materiales a entregar a los participantes\Stefano_compilador_final-final.docx 2 óptica aspectos como la
estabilidad laboral y el derecho a las prestaciones sociales no son trascendentales. Ellos, al contrario, son muy apreciados
por los trabajadores. Asimismo, en ciencias sociales se pueden acreditar tres principales aproximaciones al estudio de la
calidad del empleo: la económica que se enfoca en analizar elementos relacionados sobretodo con las compensaciones
económicas obtenibles del trabajo, la sociológica que estudia temas relacionados con el prestigio y la autonomía
ocupacional y el control que se tiene sobre el propio empleo, y la psicológica que tiende a no considerar directamente los
aspectos económicos del trabajo y da particular importancia a la satisfacción que manifiestan los trabajadores con
respecto a sus trabajos (Dahl, Nesheim y Olsen,
2009). Aunque partiendo de aproximaciones teóricas
diferentes, todas las contribuciones que recopila este libro, “La calidad del empleo en América
Latina a principios del Siglo XXI”, enfocan su análisis en la perspectiva económica y desde el lado de
los trabajadores. Así, la calidad del empleo en Chile, a cargo de Kirsten Sehnbruch, se basa en la
aplicación al mercado laboral del enfoque de las capacidades desarrollado por Amartya Sen. Julio
Gamero adopta el enfoque de trabajo decente en su análisis para Perú. Por su lado, Jurgen Weller y
Claudia Roethlisberger que escribieron el capitulo sobre América Latina, Stefano Farné, Andrés
Vergara y Norma Baquero, que analizaron a Colombia, y Carmen Marull, que se dedicó al estudio de
la experiencia de Bolivia y Ecuador, hacen referencia al concepto multidimensional de calidad del
empleo. Este último concepto puede definirse “como el conjunto de factores vinculados al trabajo
que influyen en el bienestar económico, social, psíquico y de salud de los trabajadores” (Reinecke y
Valenzuela, 2000, p. 30) - bajo el supuesto de que estos factores sean “la expresión de características
objetivas, dictadas por la institucionalidad laboral y por normas de aceptación económica, social y
política” (Farné, 2003, p. 7)2 . Por su lado, el trabajo decente es un “trabajo productivo en
condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad, en el cual los derechos son protegidos, que
cuenta con remuneración adecuada y protección social” (OIT, 1999, p. 15) y “con la posibilidad de
participación en las decisiones que afectan a los trabajadores” (Somavia, 2000, p. X). Por último,
según el enfoque de las capacidades, los individuos cuentan con funcionalidades, es decir un
conjunto de características personales (sexo, edad, nivel educativo, entre otros) y laborales (tipo de
contrato, jornada de trabajo, por ejemplo) asociadas al empleo que detentan y que se transforman
en capacidades (la capacidad de generar altos ingresos o de mantenerse ocupado, etc.), las cuales
el individuo valora porque le permiten alcanzar un mayor nivel de bienestar (Sehnbruch, 2007);
desde la perspectiva de las capacidades, entonces, un buen trabajo es aquel cuyas funcionalidades
permiten al trabajador desarrollar mejores capacidades para ser y hacer cosas valoradas. En la
práctica, los tres conceptos de calidad del empleo se inscriben en un mismo esfuerzo de humanizar
el trabajo más allá de la visión productivista (Gálvez, Gutiérrez y Picazzo,

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