Está en la página 1de 4

Desterrar la violencia de la UNAM

Que la violencia en la UNAM ocupe un espacio destacado en las


primeras planas de los diarios y en los medios electrónicos es algo que
debe tener muy atareada a la dirección general de comunicación de la
rectoría. Por desgracia, existen numerosos casos de antaño, pero
simplemente en menos de año y medio los ataques a jóvenes estudiantes
y otros ajenos a la comunidad universitaria han dado la nota

16 de Septiembre de 2018
Por Fernando Islas*

En mayo del año pasado, como se recordará, Lesby Berlín Martínez, de 22 años, fue
asesinada en el campus de CU, lo que provocó que las autoridades de la máxima
casa de estudios aplicaran medidas de seguridad, mismas que, como también se
recordará, de nada sirvieron, pues a finales de febrero una balacera entre las
Facultades de Ingeniería y Contaduría provocó la muerte de dos narcomenudistas de
20 y 29 años.

Finalmente, la reciente agresión de porros, armados de palos, petardos y navajas,


ataviados con sus viriles playeras de futbol americano con la leyenda “C.C.H.”,
contra una manifestación pacífica de estudiantes del CCH Azcapotzalco y otras
escuelas que se unieron al contingente en la explanada de la rectoría destapó una
nueva trama que hay que resolver.

Por lo pronto, desde que iniciaran las investigaciones de este caso, y hasta el 13 de
septiembre, en la Gaceta UNAM se han hecho públicos los nombres de 19
expulsados que, asimismo, deberán rendir cuentas por sus delitos, pero las preguntas
clave siguen sin respuesta: ¿Quién envió a estos muchachos el 3 de septiembre a
agredir a otros muchachos? ¿Con qué propósito? Misterio.

Duele lo que sucedió en la UNAM porque es un reflejo de lo que ocurre afuera de


ella. A diario los ciudadanos de este país sufren delitos que no son perseguidos o que
carecen de “elementos” para ser investigados. Pero decir que la policía no puede
perseguir delincuentes en CU porque estaría violando la autonomía universitaria es
una mentira que invita a la inacción. Luis de la Barrera Solórzano lo planteó en estas
páginas como un tabú: “… la comunidad universitaria debe discutir a través de sus
representantes —los miembros del Consejo Universitario— si el tabú debe
permanecer por siempre jamás… o es momento de derrumbarlo”.

El tabú, en todo caso, tiene tregua cada 15 días, cuando los Pumas juegan en el
Estadio Olímpico, “como parte del operativo Estadio Seguro en el que se ha logrado
detener a gente con droga, que ingiere alcohol en la vía pública o que revende
boletos para los partidos”, en nota de mi compañero de ExcélsiorFiliberto Cruz
Monroy, del 2 de marzo pasado. “Tan sólo este año, con corte al 25 de febrero, 16
mil 766 policías capitalinos habían ingresado a CU, apoyados por entre 200 y 300
vehículos. Este despliegue ha permitido la detención de 98 personas”, escribe
Filiberto, quien, asimismo, documentó que en el Pumas-Chivas, partido de la
Jornada 9 del Torneo Clausura 2018 (empate 1-1) “se desplegaron tres mil 189
uniformados”.
Supongo que nadie quiere tres mil policías a diario en CU y demás planteles de
educación media y superior que tiene la UNAM en el país ni tampoco, pongamos
por caso, unos 20 uniformados en cada facultad o instituto de investigación, pero
efectivamente el Consejo Universitario tiene la palabra, porque el acoso, el
narcotráfico, el robo con violencia, la violación, entre otros, son delitos ya tan
comunes que un grupo de estudiantes del Colegio de Geografía realizan, mediante
una encuesta anónima, “un mapa que muestre la espacialidad de la violencia que se
vive en las instalaciones de Ciudad Universitaria” (https://goo.gl/kfzwGA).
En ese mismo tenor, Raúl Trejo Delarbre dio en el clavo en un libro que ya cumplió
la mayoría de edad a propósito de otro conflicto universitario (El secuestro de la
UNAM, Cal y arena, 2000): “Exigir la aplicación de la ley no es una actitud de
barbarie. Al contrario. La verdadera y lamentable barbaridad es aquella que rechaza
el imperio de la ley en éste, como en cualquier otro asunto”. Esa frase, escrita,
insisto, en otro contexto, parece mandada a hacer para los casos de violencia
recientes, porque, en efecto, un partido de futbol justifica la presencia policiaca, pero
similar esfuerzo, proporciones bien guardadas, merecen los alumnos y maestros de
la primera universidad del país ya sea cuando sufren ataques de porros o de
delincuentes que ahí operan.
El rector Graue lo debe tener claro: Si la educación superior es el recurso estratégico
más importante para el protagonismo de México en el mundo, desterrar la violencia
de la UNAM debería ser prioridad. Es una buena oportunidad para que ello ocurra.

Periodista
fernando.islas@gimm.com.mx

También podría gustarte