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Seminarista
Julián Andrés Agudelo Sierra
IV Configuración
Presbítero
Jorge Mario López Serna
Profesor
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b. Impureza y pecado
Es impura también la tierra de los no judíos (los gentiles): sólo Palestina, como
propiedad de Dios, es pura (Am7,17). Estaba prohibido comer la carne
sacrificada a los ídolos: 1 Mac 1,62s. También consideraban como impuras las
siguientes actividades:
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Por tanto, la sangre de la que aquí se trata es la sangre del hattat, única
categoría de sacrificio que atribuye a la sangre la función de servir de
absolución. Esta absolución se lleva a cabo por medio de la vida que contiene
la sangre. Puesto que la sangre es vida, puede servir de antídoto a la muerte
y a todo lo que es factor de muerte. La función de la sangre del hattat es, por
tanto, análoga a la de la sangre pascual:
El ritual Bíblico del Kippur: La función de este ritual no es la de obtener
de DIOS el perdón de los Israelitas Apunta únicamente a liberar a Israel de las
consecuencias que sus Impurezas y sus pecados entrañan para el conjunto
de la comunidad El ritual del Kippur pertenece así a esa categoría de ritos de
paso que se llevan a cabo al cambiar el año y, por tanto, cuya función es la de
«expulsar lo malo, el año viejo», ritual cuyo complemento indispensable es la
fiesta de las Chozas, que tiene como función la «regeneración de los poderes»
en el umbral del nuevo año.
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En la revelación de los Sinópticos el pecado es una "deuda" que el hombre
contrae con Dios y que ha de ser remitida por el mismo Dios (Mt 6,12; 18,21-
25); es una "mancha" que afea al hombre en su interior (Mt 23, 26.28); una
"iniquidad", que pone al hombre en un estado general de perversión, opuesto
radicalmente al Reino de Dios (Mt 7,23; 13,41; 24,12; Mc 16,14).
Más que cualquier otro autor del Nuevo Testamento, san Pablo desarrolla el
tema del pecado. El pecado es realmente el presupuesto de su soteriología,
que constituye el corazón de la teología del apóstol. De diversas formas y bajo
diversos puntos de vista se menciona al pecado en todas las cartas paulinas.
En efecto, el apóstol considera el pecado desde el punto de vista psicológico,
individual, social e histórico.
Usando una decena de términos para indicar las acciones pecaminosas, Pablo
considera el pecado como una desobediencia a la voluntad de Dios, como una
rebelión contra su ley, como un error culpable, como una acción injusta que se
opone a la verdad, como una negación de la sabiduría divina. La naturaleza
específica del pecado es la oposición a Dios, que se puede manifestar de
varias maneras, referirse a diversos objetos, pero considerados siempre en
relación con Dios y en contraste con la ley revelada por él (Rom 7,12.22), así
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como en antítesis con la razón y la conciencia, en la que está inscrita la ley de
Dios (Rom 2,15; 14,23), y con el evangelio (1Cor 8,12; 6,1-18).
d. Prácticas penitenciales
La Iglesia antigua ha conocido tres formas de penitencia en el seno de otras
estructuras: la penitencia-conversión en la Iniciación cristiana de los adultos,
la penitencia- reconciliación en la Penitencia canónica, y la continua
conversión explicitada en múltiples formas celebrativas y de ascesis.
La penitencia-conversión en una estructura de iniciación cristiana
A quienes piden a Pedro y a los otros apóstoles: «¿Qué debemos hacer,
hermanos?», Pedro responde: «Arrepentíos y que cada uno se haga bautizar
en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados». (Hch 2, 37-38). La
conversión como cambio de mentalidad y de comportamiento se convierte en
una de las principales dimensiones de la iniciación cristiana, que la Iglesia va
organizando en una estructura catequético-litúrgica, que alcanza su forma más
madura en los comienzos del s. IV. Aunque era consciente de la dimensión
profundamente renovadora de la adhesión a Cristo en el bautismo, la primera
comunidad cristiana siguió experimentando el pecado y la debilidad en sus
propios miembros.
El bautismo, como bario de agua con la profesión de fe trinitaria, era
experimentado por el neófito como liberación y nacimiento a una vida nueva.
Esta profunda experiencia personal permanecía como punto de referencia en
la historia de cada uno. Además, los cristianos tenían la posibilidad anual de
renovar el recuerdo y el compromiso personal participando en las
celebraciones de la iniciación de los otros catecúmenos elegidos.
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- Entrada en el ordo o grupo de penitentes, mediante la confesión de la culpa
hecha al obispo o, en todo caso, mediante la aceptación de la penitencia
impuesta a menudo por el obispo durante una asamblea de la comunidad. Con
el tiempo este rito se fue solemnizando: imposición de manos, entrega del
cilicio y de las vestiduras penitenciales, colocación en un lugar apartado del
templo...;
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Referencias
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