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El concepto de Pecado en la Sagrada Escritura

Seminarista
Julián Andrés Agudelo Sierra
IV Configuración

Presbítero
Jorge Mario López Serna
Profesor

Seminario Mayor Nuestra Señora de la Anunciación


Cartago
2019
Tabla de Contenido

1. Concepto de Pecado en el Antiguo Testamento ................................... 3


a. Término bíblico .................................................................................. 3
b. Impureza y pecado ............................................................................ 4
c. Penitencia .......................................................................................... 5
2. Concepto de pecado en el Nuevo Testamento ..................................... 6
a. Los Sinópticos. .................................................................................. 6
b. Los escritos Joánicos......................................................................... 7
c. Las Cartas Paulinas ........................................................................... 7
d. Prácticas penitenciales ...................................................................... 8
Referencias ................................................................................................... 10
El concepto de pecado en las Sagradas Escrituras

1. Concepto de Pecado en el Antiguo Testamento


a. Término bíblico
Son varios los términos bíblicos, que se emplean para describir el mal del
pecado hablando bíblicamente. Aunque la teología ha desarrollado el concepto
de pecado original originado y originante, no es el objetivo de este tratado. Por
lo cual se propone un acercamiento bíblico en referencia a los términos que
han surgido a partir de las relaciones humanas y de las relaciones con Dios.
Los términos que expresan esta realidad son:
- Hatta': significa una deficiencia. En sentido moral el término indica la
transgresión de un uso, de una regla establecida (Gen 20,9; Jue 11,37; Lev
4,2.13.27). En sentido religioso denota la transgresión de una ley divina (Ex
9,27; 1Sam 2,25; 2 Sam 12,13).
— 'Awón: proviene de un verbo que significa cometer una injusticia en sentido
jurídico; el nombre indica una acción conscientemente contraria a la norma
recta; por eso significa pecado (Sal 31,1; 51,7; Miq 7,19; Is 65,7), culpa, estado
de culpa; por ejemplo, la culpa de los padres (Éx 20,5; 34,7); a veces designa
las consecuencias de la culpa, la pena, el castigo (Gen 4,13; Is 5,18; Sal
40,13).
— Peša': indica rebelión contra un Superior político (1 Re 12,19; 2 Re 8,20), y
se aplica también a la rebelión contra Dios (Is 1,2; Jer 2,29; Am 4,4; Os 7,13;
Prov 28,2; 29,22). Sinónimos de este término son: marah, ser rebelde (Is 1,20;
50,5; Dt 1,26.43; Ez 5,6); bagad, ser infiel al rey (Jue 9,23) y al Señor (Os 5,7;
6,7; Jer 3,20).
— Raša': significa no tener razón, ser culpable, a menudo en sentido jurídico
(1 Re 8,47; Job 9,29; 10,7.15); el nombre se usa para indicar al impío, al
criminal (Gen 18,23.25; Jer 12,1; Ez 3,18ss). En los libros sapienciales es éste
el término más usado para indicar a los pecadores, en oposición a los justos y
a los sabios (Sal 1,4.6; 3,8; 10,2; Prov 3,33; 4,14; etc.).
— Nebalah: indica locura en el sentido de impiedad, malicia (1 Sam 25,25; Is
9,16; 32,6; etc.), realizada por un hombre mental y moralmente.

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b. Impureza y pecado

En la Antigua Alianza algunos acontecimientos de la vida diaria hacían impuras


a las personas. Cuando alguien entraba en contacto con esas impurezas tenía
luego que hacer un rito de purificación. Nadie que estuviese impuro se podía
acercar al Señor.

En el Antiguo Testamento es sobre todo impuro lo que está relacionado con el


culto pagano. En aquel tiempo comer determinados animales que tienen
alguna importancia cultural o religiosa en las religiones vecinas a Israel, los
hacía impuros (Lv 11; Dt 14).

Es impura también la tierra de los no judíos (los gentiles): sólo Palestina, como
propiedad de Dios, es pura (Am7,17). Estaba prohibido comer la carne
sacrificada a los ídolos: 1 Mac 1,62s. También consideraban como impuras las
siguientes actividades:

 Tocar un cadáver o los fenómenos relacionados con la vida sexual


(Núm 19,11; Lev 12,15; 1Sam 21,5; 2Sam 11,4).

 La sangre y la enfermedad (lo que ellos llamaban lepra no es lo que


nosotros conocemos como tal. La "lepra" de aquella época era una
enfermedad de la piel que se curaba).

 El sacerdote que se ha hecho impuro es inhábil para realizar las


actividades sacerdotales (Lev 21).

 El que no era sacerdote (el laico) que haya caído en la impureza no


puede tomar comidas sagradas, ni entrar en el templo, ni tomar parte
en la guerra santa (cfr. Lev 7,20s; 12,4; Dt 23,9-14).
No es posible saber si estos entredichos y estas sanciones seguían estando
en uso en tiempo de los profetas o después del destierro en Babilonia; de todas
formas, en la literatura profética y posexílica no se menciona la aplicación de
estas sanciones.
De aquí se puede deducir que el concepto de pecado se había ido afinando y
había evolucionado, toda vez que se concibe como pecado toda práctica que
atente contra el monoteísmo. De igual manera, al no haber una idea concreta,
ni un concepto demasiado desarrollado, se concibe el pecado como todo mal
que acecha al hombre como la enfermedad y los males que provenían de
causas segundas.
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c. Penitencia
Tanto el pecado como la conversión no se entienden ni en el Antiguo ni en el
Nuevo Testamento de modo puramente individualista. Por el contrario,
precisamente en los profetas veterotestamentarios los pecados contra la
justicia social son condenados por Dios en nombre de la alianza.
El Antiguo y el Nuevo Testamento ven al hombre encuadrado en la solidaridad
del pueblo y de toda la humanidad (cf. Gén 3; Rom 5), y respectivamente en
la solidaridad del nuevo pueblo de Dios. Por otra parte, ya los profetas de los
siglos VII y VI antes de Cristo descubren la responsabilidad personal del
hombre concreto.
También en la remisión del pecado intervienen conjuntamente la gratuidad
divina y el esfuerzo humano. La remisión del pecado es una obra divina,
desborda las técnicas y deseos humanos. Pero las técnicas de expiación, que
han tenido tanta importancia en Israel, sirvieron para revelar a este pueblo de
dura cerviz la gravedad de sus actos.
Por esto, varios de los sacrificios que practicaba el Pueblo de Israel, estaban
relacionados con la pureza legal y el perdón de los pecados: El holocausto
(Levítico 1; 6,8-13; 8,18-21; 16,24), la ofrenda por el pecado (Levítico 4; 5,1-
13; 6,24-30; 8, 14-17; 16, 3-22), y la ofrenda expiatoria (Levítico 5,14-19; 6,1-
7; 7,1-6), su función era satisfacer la exigencia Vital de pureza y de santidad,
al permitir la reintegración de los pecadores leves y de los que se han vuelto
Impuros y la purificación periódica del país. La ofrenda del Hattat y de
sacrificios de reparación evita que la realización de esta exigencia, que
conduce a excluir a pecadores e Impuros, no acabe con la desaparición de
Israel.
 El Holocausto: Tiene como característica distintiva ser íntegramente
quemado sobre el altar, con la única excepción de la piel, la cual corresponde
al sacerdote oficiante (Lv 7,8). Al renunciar íntegramente a un animal en
beneficio de Dios, el oferente se vuelve agradable a Dios y es aceptado por él.
Como consecuencia, después de este preámbulo esta ofrenda se convierte
para Dios en una ofrenda de aroma agradable.
 El Hattat: La función de este rito está precisada expresamente en Lv
17,11. Enmarcado por dos versículos que prohíben estrictamente cualquier
consumo de sangre, este mismo texto está redactado de manera concéntrica:
“Porque la vida de la carne está en la sangre, y por eso os he dado la sangre
para que hagáis sobre el altar la expiación de vuestras vidas pues la sangre
es la que expía por la vida”.

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Por tanto, la sangre de la que aquí se trata es la sangre del hattat, única
categoría de sacrificio que atribuye a la sangre la función de servir de
absolución. Esta absolución se lleva a cabo por medio de la vida que contiene
la sangre. Puesto que la sangre es vida, puede servir de antídoto a la muerte
y a todo lo que es factor de muerte. La función de la sangre del hattat es, por
tanto, análoga a la de la sangre pascual:
 El ritual Bíblico del Kippur: La función de este ritual no es la de obtener
de DIOS el perdón de los Israelitas Apunta únicamente a liberar a Israel de las
consecuencias que sus Impurezas y sus pecados entrañan para el conjunto
de la comunidad El ritual del Kippur pertenece así a esa categoría de ritos de
paso que se llevan a cabo al cambiar el año y, por tanto, cuya función es la de
«expulsar lo malo, el año viejo», ritual cuyo complemento indispensable es la
fiesta de las Chozas, que tiene como función la «regeneración de los poderes»
en el umbral del nuevo año.

2. Concepto de pecado en el Nuevo Testamento


a. Los Sinópticos.

El término más frecuente en el Nuevo Testamento para indicar el pecado es


hamartía, usado especialmente en plural, para indicar diversas acciones
culpables.
Los Sinópticos nos presentan a Jesús rodeado de pecadores y viviendo en
medio de ellos. El p. es para Él una violación "voluntaria" de la voluntad de
Dios manifestada en los mandamientos.
Es importante notar el adjetivo "voluntaria", ya que supone una superación del
pensamiento según el cual podía haber pecado en una transgresión material
y externa de la ley (superación de la pureza e impureza ritual).
El pecado radica en el "corazón", en esa facultad espiritual del hombre, que
según la mentalidad semítica es sede de los pensamientos, deseos y
decisiones (Mt 15,10-20; 18,35; 22,37; Mc 7, 14-23). Por eso Jesús denuncia
como verdaderos pecados los actos interiores (Mt 5,22.28).
Como los profetas y como el Bautista, Jesús predica la conversión interior, el
cambio radical del modo de pensar, que pondrá al hombre en disposición de
acoger la llamada de Dios al Reino de los cielos (Mc 1,15). El que se crea sin
pecado, como el fariseo (Lc 18,9 ss.), se cierra a sí mismo la fuente de la gracia
y hace imposible a Cristo realizar su obra salvadora.

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En la revelación de los Sinópticos el pecado es una "deuda" que el hombre
contrae con Dios y que ha de ser remitida por el mismo Dios (Mt 6,12; 18,21-
25); es una "mancha" que afea al hombre en su interior (Mt 23, 26.28); una
"iniquidad", que pone al hombre en un estado general de perversión, opuesto
radicalmente al Reino de Dios (Mt 7,23; 13,41; 24,12; Mc 16,14).

b. Los escritos Joánicos


San Juan presenta el pecado como una potencia hostil a Dios, que trata de
impedir la implantación del Reino de los cielos. El pecado se encarna en el
"Príncipe de este mundo", que es homicida desde el principio, pero que ha sido
vencido por Cristo (Jn 12,31; 14,30; 8,44). El pecado para San Juan es la
anomia, la "iniquidad", es decir, la oposición a Dios y a Cristo, que hace al
pecador esclavo del demonio (1 Jn 3,4).

c. Las Cartas Paulinas

Más que cualquier otro autor del Nuevo Testamento, san Pablo desarrolla el
tema del pecado. El pecado es realmente el presupuesto de su soteriología,
que constituye el corazón de la teología del apóstol. De diversas formas y bajo
diversos puntos de vista se menciona al pecado en todas las cartas paulinas.
En efecto, el apóstol considera el pecado desde el punto de vista psicológico,
individual, social e histórico.

En las cartas a los Gálatas y a los Romanos la exposición es doctrinal y


polémica. Sin embargo, san Pablo no nos ofrece un cuadro completo y
ordenado de la realidad que es el pecado. El principal interés del apóstol se
centra en hacer brillar sobre el fondo tenebroso de la maldad humana la obra
redentora de Cristo, "entregado por nuestros pecados y resucitado para
nuestra justificación" (Rom 4,25).

Usando una decena de términos para indicar las acciones pecaminosas, Pablo
considera el pecado como una desobediencia a la voluntad de Dios, como una
rebelión contra su ley, como un error culpable, como una acción injusta que se
opone a la verdad, como una negación de la sabiduría divina. La naturaleza
específica del pecado es la oposición a Dios, que se puede manifestar de
varias maneras, referirse a diversos objetos, pero considerados siempre en
relación con Dios y en contraste con la ley revelada por él (Rom 7,12.22), así

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como en antítesis con la razón y la conciencia, en la que está inscrita la ley de
Dios (Rom 2,15; 14,23), y con el evangelio (1Cor 8,12; 6,1-18).
d. Prácticas penitenciales
La Iglesia antigua ha conocido tres formas de penitencia en el seno de otras
estructuras: la penitencia-conversión en la Iniciación cristiana de los adultos,
la penitencia- reconciliación en la Penitencia canónica, y la continua
conversión explicitada en múltiples formas celebrativas y de ascesis.
 La penitencia-conversión en una estructura de iniciación cristiana
A quienes piden a Pedro y a los otros apóstoles: «¿Qué debemos hacer,
hermanos?», Pedro responde: «Arrepentíos y que cada uno se haga bautizar
en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados». (Hch 2, 37-38). La
conversión como cambio de mentalidad y de comportamiento se convierte en
una de las principales dimensiones de la iniciación cristiana, que la Iglesia va
organizando en una estructura catequético-litúrgica, que alcanza su forma más
madura en los comienzos del s. IV. Aunque era consciente de la dimensión
profundamente renovadora de la adhesión a Cristo en el bautismo, la primera
comunidad cristiana siguió experimentando el pecado y la debilidad en sus
propios miembros.
El bautismo, como bario de agua con la profesión de fe trinitaria, era
experimentado por el neófito como liberación y nacimiento a una vida nueva.
Esta profunda experiencia personal permanecía como punto de referencia en
la historia de cada uno. Además, los cristianos tenían la posibilidad anual de
renovar el recuerdo y el compromiso personal participando en las
celebraciones de la iniciación de los otros catecúmenos elegidos.

 La penitencia-reconciliación en la estructura de la penitencia canónica.

Un cristiano que ha pasado por la experiencia bautismal ¿acaso puede caer


en el pecado que da la muerte? Y si cae, ¿puede ser perdonado? En torno a
estas cuestiones -a las que la Carta a los hebreos (6, 4-8) responde
negativamente- está el debate de los primeros siglos, y se llega a admitir una
segunda conversión, después de la bautismal, para los cristianos pecadores
arrepentidos.

Así, pues, el rito o camino penitencial («actio poenitentiae») para la normalidad


de los casos preveía los siguientes momentos o elementos:

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- Entrada en el ordo o grupo de penitentes, mediante la confesión de la culpa
hecha al obispo o, en todo caso, mediante la aceptación de la penitencia
impuesta a menudo por el obispo durante una asamblea de la comunidad. Con
el tiempo este rito se fue solemnizando: imposición de manos, entrega del
cilicio y de las vestiduras penitenciales, colocación en un lugar apartado del
templo...;

- ejecución de la «penitencia», a veces durante varios años que,


especialmente en Oriente, llegaba a constituir un período análogo al del
catecumenado con diversas clases o grados de penitentes;

- reconciliación solemne al final de la «penitencia», en presencia de la


comunidad, hecha por el obispo con imposición de manos y una oración. Este
rito solemne, al menos a partir del s. V, se centra en el día del jueves santo;
en España, el viernes santo.

Mención aparte merece el elemento más enigmático de la penitencia antigua:


además de ser excepcional y pública es única, es decir, no reiterable.

 La «continua» conversión en una estructura de estímulo y


amonestación.
Si la penitencia-reconciliación es única y excepcional en la Iglesia antigua sin
embargo descubrimos todo un talante singular de cara a la penitencia
continua, que es dimensión permanente de la Iglesia santa y pecadora a la
vez. No sólo los fieles sino también los propios ministros y pastores se veían
sometidos a la humillante experiencia de no vivir al nivel de los dones recibidos
del Señor, y de no ser fieles a la palabra del Señor. ¿Qué es lo que se
proponían a sí mismos y a los fieles? Ante todo, estaba claro que la celebración
de la eucaristía, con la escucha de la palabra de Dios, las invocaciones del
perdón, el padrenuestro, y la participación plena en la misma eucaristía..., eran
ocasión de conversión y de reconciliación. Semanalmente el pueblo cristiano
tenía este rito de alianza para arrepentirse, amonestarse y renovarse.

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Referencias

Borobio, Dionisio. La celebración en la Iglesia II: Los sacramentos.


Salamanca: Ediciones Sígueme, 1988. Pag. 439.
Comisión Telógica Internacional. Reconciliación y Penitencia. Città del
Vaticano [Libreria Editrice Vaticana] 1988) 352-418.Recuperado de
http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/cti_documents/r
c_cti_1982_riconciliazione-penitenza_sp.html
Gelin, A. Selecciones de Teología: El pecado en el Antiguo Testamento.
Bibliothèque de Théologie, serie II, vol 7, Desclée (1960) 23-47.
Recuperado de
http://www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol8/29/029_gelin.
pdf
Marx, Alfred. Los sacrificios del Antiguo Testamento. España: Editorial Verbo
Divino, 2002. Pág. 9-24. Recuperado de
https://www.mercaba.org/SANLUIS/CUADERNOS_BIBLICOS/111%20L
os%20sacrificios%20en%20el%20Antiguo%20Testamento%20(ALFRE
D%20MARX).pdf
Virgulin, S. Nuevo Diccionario de Teología Bíblica: Pecado. Madrid:
Ediciones Paulinas, 1990. Págs 1428- 1449.

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