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C.E.I.

A Paul Percival Harris


Depto. De Lengua Castellana y Comunicación
Primer semeste
Tipos de narradores

Nombre: …………………………………………………………………………………………………….. Fecha: ………………………………………


Curso:

INSTRUCCIÓN. Identifica el tipo de narrador presente en cada uno de los siguientes fragmentos.

A la puerta de la casa de Sebastián en Parapara sonaron tres Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces,
duros golpes impacientes. Golpes de madera que bien apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que
pudieran haber sido producidos por el garrote de un visitante o ni tiempo tenía para decirme:”Ya me duermo”. Y media hora
por la culata de un fusil. Eran las doce de la noche y jamás después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el
nadie llamó antes a aquella puerta a tal hora y en tal forma. sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las
manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había
Sebastián se enderezó lentamente sobre la red del cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular
chinchorro. Pensó en el viejo revólver que le había regalado la el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo
señorita Berenice y que estaba ahí, en un baúl sin cerradura, al pasaba a convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en un
alcance de su mano. ¿Con qué objeto? Si venían a buscarlo, de cuarteto, en la rivalidad de Franciso I y Carlos V. Esta figuración
nada le valdría el revólver, sino para que lo dejaran muerto me duraba aún unos segundos después de haberme despertado:
como un perro junto a la acera y nadie se atreviera a acercarse a no repugnaba a mi razón, pero gravitaba como unas escamas
su cadáver durante largo tiempo. sobre mis ojos sin dejarlos darse cuenta de que la vela ya no estaba
encendida.
Miguel Otero Silva, Casas Muertas.
Marcel Proust, En busca del tiempo perdido.

“… En lugar de la Mancha, de cuyo nombre no “… Un relámpago había desgarrado el cielo y tiritado lívido
quiero acordarme, no ha mucho tiempo que durante el espacio de un segundo. Luego fue un golpe sordo.
vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, Un trueno. Y otra vez el silencio espesándose.
adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.
Una olla de algo más vaca que carnero, Ella había mirado entonces a su alrededor y notado de pronto
salpicón las más noches, duelos y quebrantos que era casi invierno.
los sábados, lentejas los viernes, algún
palomino de añadidura los domingos, Un trueno. Un solo trueno. ¡Como un golpe de gong, como una
consumían las tres partes de su hacienda. (…) señal! Desde lo alto de la cordillera, el equinoccio anunciaba
Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los que había empezado a hostigar los vientos dormidos, a apurar
cincuenta años. Era de complexión recia, seco las aguas, a preparar las nevadas. Y ella recuerda que el eco de
de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador ese breve trueno repercutió largamente dentro de su ser,
y amigo de la caza…” penetrándola de frío y de una angustia extraña, como si se le
hubiera anunciado asimismo el comienzo de algo maléfico para
Miguel de Cervantes, El Ingenioso Hidalgo don su vida… “

Quijote de la Mancha.
María Luisa Bombal, La Historia de María Griselda.
Mientras el hombre hablaba eché una Y con este melancólico avance de lo que iba a
mirada a los remos y vi que las palas ocurrir, permaneció largo rato considerando el
estaban envueltas en arpillera. Esto pasado y tratando de otear en el futuro,
me demostró la verdad: eran esforzándose en interpretar los sentimientos de
ladrones, piratas, como se les llamaba Edward; meditando, como es natural, sobre sus
pretenciosamente en la bahía. propios sinsabores y contrariedades.

Manuel Rojas, Lanchas en la bahía. Jane Austen, Sensatez y sentimientos.

“… Sus compañeros de travesura lo recibieron amistosa y “…Tú, ayer hiciste lo mismo de todos los días. No sabes si vale la
cordialmente, aunque no sin reprocharle su tardanza. La hora pena recordarlo. Sólo quisieras recordar, recostado allí, en la
de la cita había, en efecto, pasado ya con mucha prisa y estaba penumbra de tu recámara, lo que va a suceder: no quieres prever
sudando. Echó mano al bolsillo en busca del pañuelo para lo que ya sucedió...”
limpiarse la frente, y no lo halló. No se trataba de un pañuelo
cualquiera, sino de la obra acabadísima de alguna de sus hijas Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz.
espirituales más consideradas de él… “

José María Roa Bárcena, Lanchitas.

“… Lo vi desde que se zambulló en el río.


Apechugó el cuerpo y luego se dejó ir “… Como independientes de él (dos
corriente abajo, sin manotear, como si palomas), sus manos revolotearon en el
caminara pisando en el fondo. Después aire limpio de la mañana y fueron a
rebalsó la orilla y puso sus trapos a secar. juntarse sobre el misal (…) Pero el
Lo vi que temblaba de frío. Hacía aire y sacerdote no pensaba en el Espíritu Santo,
estaba nublado…” ni en palomas.
Pensaba: No tengo escapatoria…”
Juan Rulfo, El Hombre.
Guillermo Blanco, Misa de Réquiem.
“… ¿Cómo y por qué llegué aquí? Por los
mismos motivos por los que he llegado a
tantas partes. Es una historia larga y lo “Tratando de salir a flote, nadé hacia arriba
que es peor confusa. La culpa es mía: por espacio de uno, dos, tres segundos.
nunca he podido pensar como pudiera Seguía nadando hacia arriba. Me faltaba
hacerlo un metro, línea tras línea, aire. Me asfixiaba. Traté de agarrarme a la
centímetro tras centímetro, hasta llegar a carga, pero ya la carga no estaba allí. Ya no
ciento o a mil; y mi memoria no es mucho había nada alrededor. Cuando salí a flote no
mejor: salta de un hecho a otro y toma a vi en torno mío nada distinto del mar.
veces los que aparecen primero, volviendo
sobre sus pasos sólo cuando los otros, más Un segundo después, como a cien metros de distancia, el buque
perezosos o más densos, empiezan a subir surgió de entre las olas, chorreando agua por todos lados, como
a su vez desde el fondo de la vida un submarino. Solo entonces me di cuenta de que había caído al
pasada… “ agua. “

Manuel Rojas, Hijo de Ladrón. Gabriel García Márquez, Relato de un


náufrago.

“Era extraño ese temor, porque siempre “Ya lleva quince días Angélica sin venir, es
habíamos bajado al cauce del río bien extraño, yo no tengo humor ni para mi
descolgándonos por el tejido de fierros diario, no duermo ni estudio, ni puedo
que sostienen el puente. Avanzamos una hacer nada en paz. Antes me desvelaba
cuadra por la avenida, luego doblamos a solamente cuando ella venía y me abrazaba
la derecha y caminamos un buen rato en o cuando tenía una mala noticia; pero ahora
silencio. Al descender por el minúsculo es lo de todas las noches… ni siquiera
camino hacia el lecho del río, Briceño puedo escribir. Y es que, como no duermo,
tropezó y lanzó una maldición. La arena tengo la cabeza abombada y no se me
estaba tibia y nuestros pies se hundían, ocurre sino estar triste. Y me duele el
como si estuviéramos sobre un mar de corazón… ¡Mi Angélica, mi Angeliquita,
algodones.” ven, ven, ven…!

Mario Vargas Llosa, Los jefes.


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