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simbólica específicas, cada cual con sus estrategias enunciativas, políticas editoriales, lógicas de
funcionamiento, dificultades y límites, en función de los contextos en que actúan. Se trata de
subrayar y problematizar el papel reservado al periodismo alternativo y los periodistas en las
disputas por el consenso en torno a determinados valores y concepciones de mundo. Eso me hace
pensar en el filósofo marxista italiano Antonio Gramsci, cuando realza la importancia de los medios
de comunicación en la formación de las mentalidades y la definición de las líneas de fuerza del
imaginario social.
En los Cuadernos de la cárcel, Gramsci sitúa la prensa como “la parte más dinámica” de la
superestrutura ideológica de las clases dominantes. La caracteriza como “la organización material
orientada para mantener, defender y desarrollar la «frente» teórica o ideológica”, o sea, un soporte
ideológico del bloque hegemónico que elabora, divulga y unifica concepciones de mundo.2 Para el
filósofo italiano, diarios y revistas –los principales medios de comunicación de su época– cumplen
la función de “organizar y difundir determinados tipos de cultura”, articulados de forma orgánica
con grupos sociales más o menos homogéneos. El objetivo es fijar orientaciones generales para la
comprensión de los hechos. Así, en la perspectiva gramsciana, la prensa, el periodismo y los
periodistas, en sus dimensiones específicas y con influencias mutuas, son agentes históricos
esenciales para la formación de la opinión pública, interfiriendo en los procesos de conservación o
cambio de las formas de hegemonía. Esto implica tomar en cuenta las necesidades y aspiraciones de
las masas de excluidos en las sociedades contemporáneas.
Las formulaciones de Gramsci sobre contrahegemonía nos llevan a vincular proyectos periodísticos
alternativos con la búsqueda de la diversidad y las prácticas de resistencia cultural, permitiéndonos
vislumbrar la posibilidad de reversión gradual de consensos establecidos. El filósofo italiano define
las acciones contrahegemónicas como “instrumentos para crear una nueva forma ético-política”,5
cuyo eje programático es denunciar e intentar superar las condiciones de marginación y exclusión
impuestas a amplios sectores sociales por el modo de producción capitalista. La contrahegemonía
instituye la contradicción en aquello que parecía estable y definido. Gramsci nos hace ver que la
hegemonía no es una construcción monolítica, y sí el resultado de las mediciones de fuerzas entre
bloques de clases en determinada coyuntura. Puede ser reelaborada y alterada en un largo proceso
de luchas, contestaciones y victorias acumulativas. Por más que las instituciones y los medios
hegemónicos busquen modelar la opinión pública y debilitar los grupos y las clases que contrarían
sus propósitos, no lo consiguen plenamente. Un determinado momento histórico-social jamás es
homogéneo; está atravesado por tensiones y focos de resistencia que pueden ser portadores de
contrasentidos y contraideologías. Se trata de una concepción dinámica y dialéctica, que realza
argumentaciones que profundicen el conocimiento de la realidad para cambiarla, a partir de la
crítica de la racionalidad y los modos de pensar.
2. Antonio Gramsci, Cadernos do cárcere, Río de Janeiro, Civilização Brasileira, 2002, vol. 6, p. 78.
3. David Harvey, Espaços de esperança, São Paulo, Loyola, 2005, p. 310.
4. Antonio Gramsci, Cadernos do cárcere, Río de Janeiro, Civilização Brasileira, 2000, vol. 2, p.
201.
5. Antonio Gramsci, Cadernos do cárcere, vol. 6, p. 65.
6. Edward Said, Humanismo e crítica democrática, São Paulo, Companhia das Letras, 2007, p. 95.
7. Rodolfo Walsh, Ese hombre y otros papeles personales, Buenos Aires, De la Flor, 2007, p. 223.
8. Esta noción de comunicación alternativa fue aprobada en el Encuentro Nacional de Medios
Alternativos, realizado el 9, 10 y 11 de octubre de 2004, en Neuquén, Argentina. 106 Dênis de
Moraes 107 Agencias alternativas en red y democratización de la información