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HERNANDO TELLEZ TEXTOS NO RECOGIDOS EN LIBRO TOMO I Edicion a cargo de J. G. Coso Borpa INSTITUTO COLOMBIANO DE CULTURA SUBDIRECCION DE PUBLIGACIONES CULTURALES DIVISION COLECCIO. IBLIGACIONES TORES NACIONALES" y Josefinas que son una escasa y selecta minorfa, sino el de Ja‘inmensa mayorfa de las Jusnas, y las Julias y las Cérmenes de alpargatas 0 de pata ai suelo, de pafiolén o de corrosca, que simbolizan y expresan, con plenitud social, a nuestro pais, al verdadero, al auténtico. El otro, el del doctor Bernal Jimé- nex. 0 del doctor Alvaro Sénchez 0 el del doctor Copete Liza- rralde, ¢s una ficcién paternalista para use exclusive de so- cidlogos reaccionarios. 0 T de 1954. El Tiempo (Suplemento Liverario), ULGARIDAD Y CULTURA En Latinoamérica parece predominar la idea de que la educacién y In cultzra del pueblo, la cultura de las masas, © su entrenamiento cultural, se consigue mis ficil y ripida. mente rebajando las expresiones culturales a un nivel preciso de esas mismas masas. Y su nivel intelectual 0 sensorial. De esta suerte, dicen quienes profesan esa idea y la expanden y Ja ponen en ejecucién, se crearé el hibito cultural. Este ha sido, por ejemplo, el razonamiento —especioso hasta mas no poder— presentado a propétito de Irs supuestas ventajas del Mamado “textro popular”, o de Is ura de magazine, 0 0 de la peor musica, o de la peor escultura, 0 de Ja peor pintura, o del peor cine, Permiiasenos decir, con toda modestia, que sem tesis es entera contraria a Ix historia de Is desarrollo y a su significado. La cultura es una contrariedad, La mis extraordinaria y fértil de todas las contrariedades con- que el pueblo ha venido tropezanco a través de los siglos. Una contrariedad en ta eval trahajan con pleno gusta y de modo natural, cuando wabajan bien, los dirigentes de los pueblos, y con ellos sus artistas, sus escritores, sus intelectua- 128 les, La corriente del arte, en cualquiers de sus manifestaciones, es, bisicamente, una corriente contra la corriente, una nave- gacién aguas arriba, una dramitica peripecia semejante a la soberbla peripecia de los selmones det Pacilico que nacen y mueren en el Rio Columbia después de atravesar, en homé- ica odisea, la Cadena de las Cascadas mavegando’ victoriosa- mente en sentido contrario al de Ja poderosa corriente de agua que los golpea y los asfixia, De esta suerte, convendrfa, acaso, simbolizar en el salmén del Pacifico, mejor que en otra figura de la depreciada herildice legendaria, esta sorda tarea, minucioss y desesperada del artista para Megara su. meta y hacerse oir y hacerse entender de sus semejantes. La faena cultural implica, de hecio, una inconformidad, una anti-estabilizacién, En el argumento de que los pueblos pri- mitivos o retrasados culturalmente, deben recibir, sin benefi- cio de inventario y con suprema benevolencia critica, toda obra que interprete y refleje el mis bajo nivel del gusto y de Ia aficién populares, aparece disimulado pero evidente el més peligroso atentado contra la cultura deseable para ese mismo pueblo. El argumento en referencia es tan demagogico como engaiioso, Opera sobre este supuesto: como no existe culturalmente nada, cualquier cosa es un principio de cultura, Pero no es asi. El rigor critico més elemental, basado en los datos mis simples del proceso social, determina que eso no es asi, y que del inmenso acervo de los hechos "para-cultura- les” en que se va expresando trabajosamente toda sociedad en formacién, queda apenas un modestisimo rezago histérico- cocumental. La culiura propiamente dicha empieza mis allt del documento, cuando les formas del arte han pasado de su grosero estadio inicial a un disefio mis puro, més incorrup- tible y mis firme. Se dira que el caos y la nebulosa son impres- cindibles al génesis. Pero el mérito de les voceros culturales de una nacién consiste en reconocer y demunciar esa nebulosa y €5€ caos y hacerlo entender como tal. Pero esta denuncia no ¢s facil. El equivoco sobre lo que debe ser el significado democritico de la cultura, conduce aun a espiritus muy claros y agudos, 2 una deformacién de 429 SSE ctiterio respecto del problema. Dentro de esa deformacién, se supone que un pueblo con mayoria de analfabetos, no debe tomar contacto inmediato con las expresiones verdaderas de la cultura, sino que ha de pasar previamente, y demorar alli durante mucho tiempo, ‘por el experimento «intelectual que sirva de interpretacién y de reflejo a su propia vulgaridad, Sobre estas bases criticas, la orientacién democratica de la cul- tura consistiria en hacer cada vez més amplias las zonas popu- Jares de la vulgaridad, del mal gusto colectivo, y en estimular- Jos con soberano vigor para dar pabulo a la monstruosa creen- cia de que la democratizacién de la cultura se manifiesta de esta manera. En otras palabras: que debemos utilizar el natu- al desvio de las masas analfabetas 0 casi analfabetas por la cultura, ahorrindoles cualquier posible esfuerzo por compren- derla y asimilarla. ¥ en ofrecerles aquellos manjares que las en: vilezcan intelectualmente un poco més. Por fortuna, la autén- tica nocién democratica de la cultura no corre sobre tan absur- dos registros sociales. Fsa nocién aparece cuando los hacedores de cultura corren valerosa y abnegadamente el riesgo de “na: dar contra la corriente”. Es decir, cuando sobrepasan los nive les de la vulgaridad y persuaden, por medio de sus obras, a las masas esquivas, de que el arte verdadero puede ser ta bién un patrimonio de ellas y, como diria Valéry, “la politi ca de sus mejoras espirituales”, Desde Iuego, a esi lenta y paciente tarea de persuasion cultural no se resignan todos 1os artistas, ni todos los conduc- tores de la opinién piiblica. Entre otras razones, porque es una tarea ingrata y de resultados a largo plazo. En cambio, la otra tarea, la de la concordia entre la demanda que promueve el gusto de las masas cuyo nivel de educacién es muy bajo, y la satisfaccion de ese gusto, resulta muy Hevadera y satisfac- toria. Por lo general, acarrea fama, dinero y prestigio. Algo asi como una gloria circunstancial que hace suponer a los in- cautos que alli, a través de ese efimero esplendor, esta actuan- do ejemplarmente el mecanismo democritico de ta cultura, puesto que el pueblo ratifica con su entusiasmo el sentido y Ja significacién de una tarea que, lejos de contrariarlo cultu- 430 ralmente, lo corrobora en sus precarios y ordinarios ideales es- téticos. En estas condiciones de identificacién y de conformi- dad con la masa, es claro que la cultura sufre una sitbita pa- yalizacion. Y el gusto popular una desmejora, un estragamien- to. El artista, de por si, intrinsecamerte, por el mérito natu- al de sus creaciones, aporta siempre una mejora al gusto cul- tural de Jas masas y determina, por lo mismo, un avance democritico de Ia cultura. El falso artista introduce, en cambio, un elemento de perturbacién y de retardo en el proceso cultural. La adhesin de as masas lo hace esclavo de ellas y con el propésito de no contrariarlas jams porque ello equivaldria a perder su fama y malograr su prestigio, jamis sera capaz de servirlas culturalmente mejorando la significacién, el sentido y el es tilo de su obra. Por el contrario: hard de ésta un espejo donde puedan hallar reflejada, sin posible superacién, la vulgaridad y la ordinaricz que les ofrecié originalmente. El falso artista supone siempre que se halla al servicio de la cultura. Pero en ‘rigor, est aniquilando la posibilidad de la cultura. $u éxito rea un standard, una medida casi invulnerable de ordinariez © de chabacaneria, imposible de romper sin producit profun- os desgarramientos en el cuerpo general de la cultura de un pais. Establecida como canon de la cultura popular la medida de ordinariez, de vulgaridad 0 de chibacanerfa que el falso artista establece con sus obras, la recuperacién © el alcance de niveles més altos y mejores, sera muy dificil y proble tica, El pueblo habri crefdo de buena fe en la supuesta ver- dad artistica y la supuesta verdad cultural que le han dado y presentado como tales. Y los verdaderos artistas, para destruit esa supercherfa, tendrin que esperar a que ocurra una de esas, mutaciones historicas que ponen en evidencia las falsedades de todo orden que acumula en su seno todo proceso social. La literatura pasa ahora por una mala época. Los empre- sarios de las grandes publicaciones han adquirido la sospecha de que las relaciones entre sus masas de lectores y la verdadera literatura no son las més aptas para determinar un ensanche popular de la circulacién de sus papeles y, consecuentemen- 431

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