Aldo Schiavone
Tus
La invencién del derecho en Occidente
‘Traduccién de German Présperi
fl
Adriana Hidalgo editoraAldo Sehisvone
Ale Sehivone
la religidn, custodiada por sus ministros, se convertia en la garantia
suprema de la continuidad del poder, y de su uso correcto.
Pero donde la transformacién de la ciudad habria tenido las
consecuencias mas importantes habia sido sobre el otro saber pon-
tificio: sobre la produccién del ius. Los sacerdotes se enftentaban ya
2 un mundo social atravesado por tensiones radicales, alimentadas
Por las reivindicaciones plebeyas, que debian ser de algtin modo
afrontadas. Lo que se ponfa en discusién no era tanto la exclusivie
dad patricia del colegio pontificio, sino la idea misma —la auténtica
peculiaridad romana~ de que el disciplinamiento de toda la ciudad
debiese pasar a través de las prescripciones hetméticas de un saber
exclusive y secreto. Podia no ser asi, La realidad del Mediterrineo
entre los siglos VI y V ofrecia soluciones diversas, De Grecia llegaba
‘otro ejemplo: el de la cley» como’expresién del dominio politico,
que se habia afirmado con la difusin de la escritura y luego de le
ola democrética. Y también en Roma estaba por abrirse una partida
nueva, de resultados inciertos.
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EL PARADIGMA DE LA LEY
1. Los siglos Vy IV a.C. pueden ser considerados el laboratorio de
la repablica: una larga y dificil ransicién desde la cafda de la monar-
quia hasta la definitiva consolidacién del auevo orden institucional.
En este sentido, es preciso evitar dar una interpretacién sélo
regresiva de la crisis del siglo V. En aquellos aos, en cambio, la
repiiblica logré pese a todo sentar sus bases, y el mecanismo militar
expansionista que habria dado huego tanta prueba de s{ obtuvo con
éxito su bautismo."
Con diversa fortuna, a lo largo de todo el siglo se enfrentaron
dos hipéresis institucionales y de poder, ambas de alguna manera
remisibles a la nueva racionalidad serviana, pero divididas segin
tuna polatidad que reclamaba la dialéctica politica de muchas
ciudades griegas de aquel tiempo. La tradicién romana sucé
formada por entero bajo el signo de la ssbrevenida normalizacién
oligitquica, habria intentado aplacar la radicalidad del contraste, y
fragmentado su relato en una secuencia de desencuentros también
duros, pero episddices y circunscriptos: y, sin embargo, no fue ca
paz de ocultar del todo el real alcance del conflicto.""
El primero de los modelos en cuestién tenia en su centro la res-
tauracién de un intransigente primado por parte de viejos grupos
gentilicos, si bien més alld de las tradicionales relaciones de clan: era
Ja «clausuray del patriciado del cual ha hablado Gaetano de Sanc-
tis! El segundo proyecto debia presentatse, en cambio, incluso para
sus mismos protagonistas, y al menos desde el inicio, més vago ¢
incierto, Este tendia en todo caso a contrzstar la preeminencia patri-
cia, y a proyectar con més fuerza sobre la escena politica a las masas
0?Aldo Schiavone
plebeyas; pero fue disgregindose progresivamente en dos versiones
diferentes, como es racional conjeturas, segiin los datos de los cuales
disponemos. En una, emergéa una orientacién que podriamos defi-
nit como democratica (pensando en los desarrollos contempordneos
en la historia de las poleis griegas en Atica, en el Egeo, en Sicilia,
con el objetivo de introducir en el corazén de la reptiblica el poder
de control de una asamblea plebeya masculina con sufragio uni-
versal, pero que no debfa excluir tampoco soluciones més o menos
abiertamente «tirdnicas», segdin un deslizamiento demagégico muy
conocido en las historias de las democracias antiguas. La otra, mu-
cho menos dristica, y cada vex més triunfante desde fines del siglo
V a.C., entreveia la posibilidad de un compromiso entre patriciado
(oal menos su parte significativa) y elives plebeyas, y la consecuente
formacién de un nuevo bloque oligirquico, con tna base social bas-
tance amplia, capaz de cerrar el periodo de los desencuentros, y de
asegurar un gobierno unitario y «temperado» a la ciudad."
Desde mediados del siglo V a.C., la linea de la intransigencia pa-
tricia se fragments con bastante rapider, bajo los golpes de los éxitos
plebeyos, y comenzé a tomar cuerpo, én cambio, la idea mediadora
de la alianza oligérquica. Pero todavia alrededor del 300. el espe-
jismo de una democracia radical y probablemente «tirdnica» conti-
‘nuaré apareciendo con la suficiente fuerza como para atraer figuras
de relevancia entre las mismas filas del més antiguo patriciado: s6lo
en esta perspectiva el rol de Apio Claudio el Ciego y las historias
conectadas con el plebiscito de Ogulnio encuentran su sentido més
propio. Y por otra parte, el fantasma de una democracia (desde su
punto de vista) subversiva ~y de un posible acuerdo entre tiranos
y pueblo~ habrfa continuado agitando por mucho tiempo el suefio
de los aristécratas, més allé de la conclusién de las luchas de esta
época: seré hasta Catilina y, en cierto sentido, hasta el mismo César,
un temor siempre recurrente para la nobleza*
Seré necesario esperar en todo caso a las décadas iniciales del
siglo III a.C. para que los contrastes de la primera época republi-
cana puedan considerarse definitivamente concluidos, y abrirse el
largo perfodo de la estabilizacién aristocrética, que duraré hasta
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Cémo nace una técnica
los aiios de los Gracos y de la formacién del imperio mundial: a su
consolidacién se deberd la extraordinaria expansién de la ciudad,
Jas grandes fortunas de la repiblica y el nacimiento mismo del mito
de Roma, Pero antes de estos sucesos, el conflicto habria sido por
‘mucho tiempo dspero, y abierto a soluciones muy diferentes,
2, El episodio mas importante en esta lucha concernié por entero
ala historia del ius: , repentino y enigmitico, en efecto condujo, a
mediados del siglo V a.C., ala legistacién de las XII Tablas. La me-
‘moria aristocratica, fiundadora de lo que podemos llamar ‘el canon
republicano’, luego consignado a la histeriografia y a la ancicuaria
entre el siglo II a.C. y la época augusta —de Ia que dependemos casi
exclusivamente-, habria intentado de muchas maneras (como en
‘otros casos, menos cruciales) ocultar el cardcter traumitico de la
sis, orientada como estaba a construir un relato lo més continuista y
finalista posible de la historia de Roma, en el cual todo debia tender
ordenadamente a preparar la futura grandeza: una visién que, por
cuanto respecta las XII Tablas, todavia Pomponio tenia buenas ra-
zones para aceptar (4 es el Ginico jurista al cual se debe un lacénico
relato del evento)" No obstante, si se sabe buscar la profundidad
del desgarro emerge aiin hoy a plena luz, ante nuestros ojos.
Con una precocidad que se habria revelado también como deter-
iminante, luego de los acontecimientos de aquellos afios, la ciudad se
encontré de hecho enfrentada a dos hipétesis diversas, pero igual-
mente definidas, de organizacién normativa y de disciplinamiento
social: dos modelos alternatives de soberanta, podriamos decir. Uno
fundado en el paradigma, especificamente romano, del is; el otro, en
al gtiego y mediterrdneo de la lex. No es aventurado sostener que el en-
frentamiento habrfa tenido consecuencias incalculables: de él depen-
deri la invencién de la ‘forma derecho’ en el itinerario de Occidente.
Sogtin el nticleo narrativo de la tradicién analistica, de diferentes
‘maneras retomada por Polibio, Cicerén, Livio, Dionisio, Diodoro,
Pomponio sobre el cual los historiadores modernos entre los siglos
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