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Todo se debe al azar y a la necesidad

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La segunda ley de Newton, F=ma, establece que si las fuerzas que actúan sobre un
cuerpo son conocidas también lo será la aceleración; si conocemos la velocidad y la
posición en un momento dado, el movimiento quedará determinado para toda la
eternidad. Así hasta hace muy poco la ciencia era sinónimo de determinismo absoluto; el
azar y el accidente estaban desterrados por decreto de la naturaleza o, en el mejor de
los casos, se consideraban como perturbaciones que no tomaban parte de la esencia de
su desarrollo. El azar era identificado con la ignorancia. En realidad, el azar no existía
objetivamente, sino que constituía un indicador de nuestro desconocimiento,
hablábamos de un fenómeno subjetivo. Así Laplace escribió en 1776: "si imaginamos una
inteligencia que en un instante dado abarcara todas las relaciones entre los entes de
este universo, podría decir las posiciones respectivas, los movimientos y las propiedades
generales en cualquier tiempo del pasado y del futuro (...) Así es como debemos a la
debilidad de la mente humana una de las más delicadas e ingeniosas de las teorías
matemáticas, la ciencia del azar y la probabilidad"56.

En contraste, ya en el año 400 a.C. Demócrito había dicho: "Todo se debe al azar y a la
necesidad"57. Para Engels, de la misma manera, necesidad y accidente sólo eran las dos
caras de la misma moneda; si el accidente era concebido, incondicionalmente, como un
fenómeno puramente subjetivo, la necesidad también sería convertida en ilusión. "El
sentido común y con él la mayoría de los naturalistas", comentó Engels, "tratan a la
necesidad y a la casualidad como determinaciones que se excluyen entre sí y para
siempre. Una cosa, una circunstancia, es un proceso, es accidental o necesario, pero no
ambos a la vez (...) Y luego se afirma que lo necesario es lo único de interés científico, y
lo accidental es indiferente a la ciencia (...) de ahí que toda ciencia llegue a su fin, pues
tiene que investigar precisamente aquello que no conocemos. (...) Cualquiera puede
advertir que éste es el mismo tipo de ciencia que proclama natural lo que puede
explicar, y asigna a causas naturales lo que no le es posible explicar. Que yo denomine
casualidad la causa de lo inexplicable o que la llame Dios, es en todo sentido indiferente
a lo que se refiere a la cosa misma. Una y otra equivalen a no sé. (...) De ahí que la
casualidad no se explique aquí por la necesidad, sino más bien la necesidad se degrada
hasta la producción de lo que es apenas accidental (...) En contraste con ambas
concepciones, Hegel formuló las proposiciones hasta entonces desconocidas de que lo
accidental tiene una causa porque es accidental, y de la misma manera carece de causa
porque es accidental; que lo accidental es necesario, que la necesidad se determina
como casualidad y, por otro lado, esa casualidad es más bien necesidad absoluta"58.

Esta manera dialéctica de concebir la naturaleza, la necesidad en el accidente y lo


accidental en la necesidad, es una de las ideas fundamentales de una nueva ciencia, que
algunos llaman junto con la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, la tercera
gran revolución científica del siglo XX: la teoría del caos. Esta teoría que apenas tiene
poco más de treinta años de existencia, ha abierto una prometedora línea de
investigación para entender fenómenos complejos y contradictorios, que parecían
indescifrables para el conocimiento humano y han transformado dialécticamente la idea
de determinación en la ciencia. El tiempo meteorológico, la dinámica de las
poblaciones, la complejidad creciente, las irregularidades en la naturaleza, entre
muchos otros fenómenos, sólo se pueden comprender si, como decía Engels, concebimos
el caos y el orden en su mutua determinación e interdependencia, en donde, el orden,
la vida, los nuevos fenómenos, la complejidad, surgen del caos y el caos del orden, de
las bifurcaciones debidas a diferencias accidentales, así como dentro del caos mismo se
encuentra un orden subyacente complejo y sencillo al mismo tiempo (fractalidad). Los
fenómenos que creíamos lineales y mecánicos, paradigmas del determinismo, se
convierten por ese mismo cambio lineal en fenómenos caóticos. Que la casualidad es un
fenómeno objetivo, tanto como la más férrea necesidad y que gracias a esta
interdependencia la naturaleza no es un ciego autómata predeterminado para toda la
eternidad, sino que implica flexibilidad, creatividad, el surgimiento de infinidad de
nuevos fenómenos debidos a cambios accidentales que no se pueden determinar por
siempre y que, no obstante, no dejan de estar regidos por leyes subyacentes. Como dice
el premio Nóbel, Ilya Prigogine "El futuro es incierto, más incierto aún de lo que hacía
presagiar la mecánica cuántica tradicional con las relaciones de incertidumbre de
Heisenberg"59. Es un futuro incierto, es verdad, pero creativo y, al contrario de lo que
creía Heisenberg, regido por leyes objetivas. El accidente, que se creía haber arrojado
fuera de la ciencia, se ha metido por la puerta trasera, enriqueciendo
prometedoramente a la ciencia y a la concepción de causalidad misma.
Es intención de este capítulo mostrar que la teoría del caos representa,
implícitamente, una reivindicación de las ideas que hace más de cien años explicara
Engels. Que estas ideas se hayan desarrollado al margen de la filosofía marxista, aunque
es cierto que los primeros científicos en profundizarla fueron físicos soviéticos (V. Arnold
y A. Kolmogorov), es una muestra de que ésta no representa un dogma sino una
aproximación a los fenómenos complejos y no lineales. La teoría del caos, como
veremos, implica la unidad e interpenetración de los contrarios, los cambios
cuantitativos que se transforman en cualitativos, la negación de lo viejo y el surgimiento
de nuevos fenómenos, la objetividad de la línea del tiempo (del carácter progresivo del
desarrollo), es decir, de las ideas que Engels y Marx desarrollaron como concepción del
mundo.

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Excepto en economía, donde la teoría de Marx se constituyó como la única manera


coherente de entender la sociedad capitalista, las ideas dialécticas prácticamente no
encontraron eco como método entre amplios sectores de la comunidad científica. No fue
sino hasta 1908 con el trabajo de Henri Poincaré (Ciencia y Método), que se llamó la
atención sobre el efecto de pequeñas incertidumbres en la medición, que en sí mismas
no alteran leyes deterministas, pero pueden transformar totalmente el fenómeno mas
allá de cierto punto. Poincaré escribió que "nosotros sólo podemos conocer la situación
inicial de manera aproximada. Si esto nos permitiera conocer la situación que sigue en el
tiempo con la misma aproximación, es todo lo que necesitaríamos, y podríamos decir
que el fenómeno ha sido predicho, que está regido por leyes. Pero esto no es siempre
así; puede ocurrir que pequeñas diferencias en las condiciones iniciales produzcan
condiciones muy diferentes en los fenómenos finales"60. A pesar del tono reservado,
Poincaré es considerado como el fundador de los métodos que están en la base del caos
determinista. No obstante, pasaron más de sesenta años antes de que sus ideas fueran
retomadas, fundamentalmente por las limitaciones técnicas en los cálculos que son
necesarios para entender la dinámica no lineal del caos (debido a factores objetivos),
pero también debido al factor subjetivo: la ortodoxia dominante no podía aceptar ideas
que implicaran interrupciones, saltos y contradicciones. El mismo Poincaré escribió que:
"La lógica a veces engendra monstruos. Desde hace medio siglo se han visto surgir una
multitud de funciones raras que parecen esforzarse lo menos posible a las honestas
funciones que sirven para cualquier cosa. No más continuidad, no más derivadas,
etc."61. ¡Estas funciones raras y monstruos matemáticos (fractales) representan,
paradójicamente, la matemática discontinua y contradictoria que subyace a la teoría
cuyo pionero es el mismo Poincaré!

La mecánica clásica con su concepción lineal del desarrollo sólo es correcta cuando
tratamos de sistemas simples formados por la interacción de dos variables continuas
(como dos planetas y dos cuerpos, por ejemplo) pero la cosa cambia cuando hablamos
de sistemas de más de tres variables; el caos se comienza a presentar en fenómenos tan
simples como en un juego de billar. Como explican investigadores en la teoría del caos,
quizá de una forma exagerada, pero que ilustra bien la esencia de la cuestión planteada
por Poincaré: "Con un simple golpe, el jugador provoca en el juego de bolas una
prolongada sucesión de colisiones, (...) ¿durante cuánto tiempo podría predecir la
trayectoria de las bolas un jugador con un control perfecto de su taco? Si el jugador de
billar ignorase un efecto tan minúsculo como la atracción gravitatoria de un electrón
situado en el borde de la galaxia, ¡la predicción sería errónea al cabo de un minuto! El
extraordinario aumento de la incertidumbre débase a que las bolas están curvadas por lo
que las pequeñas diferencias en el punto de impacto se amplían en cada colisión.
Ampliación que es exponencial: crece con cada colisión (...) Cualquier efecto, por
pequeño que sea, adquiere rápidamente proporciones macroscópicas"62.

Esta propiedad de ampliación exponencial de las perturbaciones, propia de los


fenómenos dinámicos complejos, es llamada "sensibilidad a las condiciones iniciales" y es
una idea central de la teoría del caos. Si esto sucede con la predicción en el humilde
juego de billar ya podemos imaginar lo que sucede con un gas en donde un sólo
centímetro cúbico contiene 27 trillones de átomos: aquí es imposible explicar la
dinámica del gas mediante el movimiento de las partículas individuales, es decir,
mediante matemáticas diferenciales que tratan sobre movimientos lineales.

La "sensibilidad a las condiciones iniciales", como se puede ver claramente, no es más


que otra manera de expresar la idea de los cambios cuantitativos que se transforman en
cualitativos, un cambio insignificante puede a la larga producir cambios espectaculares.
Un buen ejemplo para ilustrar esta idea es la de "un camello muy cargado al que, en
cierto momento, se le añade una pajita y se rompe su espalda. La paja es en extremo
liviana pero el peso extra que añade tiene una consecuencia fuera de toda
proporción"63. La fractura del infortunado camello representa una interacción entre la
miserable paja y el resto de las variables que afectan al camello y que tienen resultados
inesperados. Este ejemplo aparentemente chusco ilustra la dinámica de la complejidad y
no es una simple anécdota curiosa como pudiera parecer. Ilya Prigogine comenta que "El
caos es siempre consecuencias de inestabilidad. El péndulo sin fricción es un sistema
estable , pero curiosamente la mayoría de los sistemas de interés físico, tanto en el
ámbito de la mecánica clásica como de la cuántica, son inestables. En estos sistemas
una pequeña perturbación se amplifica, unas trayectorias inicialmente cercanas se
separan. La inestabilidad introduce aspectos nuevos esenciales64".

En realidad el universo no es un sistema de dos cuerpos aislados, sino que consiste en


la interacción infinita entre la multiplicidad de los fenómenos que se determinan
recíprocamente. Como dice Engels: "En el hecho de que estos cuerpos se encuentren
relacionados entre sí ya se incluye el de que reaccionen los unos sobre los otros, y
precisamente esa reacción mutua constituye el movimiento"66. En ciertas condiciones,
es posible aislar un proceso de la interacción universal y comprenderlo así separado,
pero en la teoría del caos se trata de comprender al fenómeno como totalidad: ahí en
donde el aislamiento mecánico se torna un dogma para comprender la realidad como en
la mayoría de los procesos de interés para la ciencia moderna. Sin interacción el
universo sería nada: "En cierto modo", nos explica Prigogine "es una suerte que Poincaré
haya demostrado la imposibilidad de eliminar las interacciones. Si se pudieran eliminar,
el universo sería isomorfo a un universo de partículas libres, y todo sería tan incoherente
que no habría química, ni biología, ni por supuesto culturas humanas"67.

La comprensión de la imposibilidad de entender la totalidad en un fenómeno complejo


por las posiciones y velocidades de los elementos individuales se vio impulsada por la
termodinámica: el movimiento de las partículas de un gas sólo podía comprenderse
colectivamente como el promedio de sus estados de libertad (todos los estados posibles
del contenedor del gas). La pregunta no era ya donde se encuentra esta partícula, sino
qué probabilidades hay de encontrar una partícula en determinado lugar y determinado
tiempo; esto llevó a afirmar a J . C. Maxwell en oposición al mecanicismo de Laplace
que: "La lógica verdadera de este mundo está en el cálculo de probabilidades"68. Este
método representa ya un alejamiento de las certidumbres tranquilizadoras e
incondicionales; no obstante, la indeterminación era vista como la simple acumulación
cuantitativa de elementos simples, es decir, la imposibilidad de determinar el
movimiento de las partículas individuales se atribuía a una incapacidad subjetiva y no al
hecho de que el movimiento caótico fuera esencial al sistema; la visión mecanicista y la
estadística convivieron como antípodas entre el conocimiento y la ignorancia, entre lo
conveniente (el mecanicismo) y un método que se utilizaría mientras no se pudiera
utilizar la ciencia verdadera. Comentando el idealismo, Prigogine comenta que en éste:
"Habría que atribuir el funcionamiento de nuestra vida a nuestra ignorancia, o relegarla
a lo que es solamente fenomenológico" (como en la fenomenología subjetivista de
Husserl) "¿Es menos fundamental la vida que la no vida?" (...) "por suerte (...) hoy
podemos relacionar la irreversibilidad no ya a nuestra ignorancia, sino con la estructura
fundamental de las leyes de la dinámica clásica o cuántica, formuladas para los sistemas
inestables o caóticos"69.

En la teoría del caos el accidente es tan objetivo como la necesidad. De acuerdo con
Ilya Prigogine "la novedad reside en que actualmente tenemos sistemas caóticos muy
simples, y ya no nos sirve la coartada de la complejidad. El carácter inestable e
irreversible pasa a ser parte integrante de la descripción en el nivel fundamental" y más
adelante agrega que "La irreversibilidad, una vez más, no se debe a nuestra intervención
en la naturaleza, sino a la formulación de la dinámica extendida a los sistemas
dinámicos inestables (...) Así pues, las trayectorias (individuales) no son eliminadas por
razones de dificultad de cálculo, sino de principio"70. Ya en el primer cuarto de siglo, la
mecánica cuántica había mostrado que la probabilidad era fundamental para la
comprensión de las leyes físicas.

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Es necesario comentar un poco sobre el espacio de fases, los atractores extraños, y


otras cosas más; exposición que podrá ser pesada, pero es fundamental para pasar a
estudiar la fractalidad del caos o el orden subyacente al caos. Para el estudio de los
sistemas caóticos el viejo sistema cartesiano es inútil. En lugar de representar el
fenómeno por los puntos individuales y rígidos, en el plano se introduce el llamado
"espacio de fases" que representa el fenómeno en su totalidad como una figura
geométrica en movimiento haciendo visibles los grados de libertad del sistema (sus
variables independientes); en esta representación las variables independientes del
sistema (por ejemplo coordenadas de posición x, y, z, de velocidad e impulso, el
tiempo, etc) son tratadas como diversas dimensiones del proceso o como sus grados de
libertad.
El movimiento oscilante de un péndulo, por ejemplo, puede ser representado en el
espacio de fases con las variables de impulso y posición; así si el péndulo recibe un
impulso y después de un lapso, por pérdida gradual de energía (estos sistemas son
llamados disipativos) vuelve a su estado de reposo (el punto "a" en la figura) el espacio
de fases sería el de la figura 1. En este caso el punto "a" es el punto a donde el sistema
tiende a llegar; este punto de atracción es llamado atractor; si, por el contrario, se
tratara de un péndulo ideal sin pérdida de energía (los sistemas que conservan su
energía son llamados hamiltonianos) o recibiera constantemente energía del exterior
para continuar su oscilación constante, el espacio de fases sería como el de la figura 2,
ahora su atractor periódico consistiría en la curva cerrada que describe su movimiento;
esta curva atractora sería también su cuenca de atracción.

Para complicar un poco las cosas y llegar a la representación de un proceso caótico,


representemos ahora el movimiento pendular como un conjunto de dos péndulos
acoplados que influyen mutuamente en su movimiento y que no tienen pérdida de
energía (un sistema hamiltoniano) como se ilustra en la figura.

En este caso, en la representación del espacio de fases los dos péndulos que
interactúan se combinan y sus trayectorias, que independientemente se representarían
como planos o curvas cerradas, resultan en una trayectoria de tres dimensiones ya que
ambas trayectorias se desvían del plano horizontal, describiendo una trayectoria en
anillo selenoide en tres dimensiones. Si el movimiento (las frecuencias) de los péndulos
acoplados están en una relación simple, entera o mensurable (por ejemplo 1/9), su
trayectoria, es lineal porque siempre pasa por los mismos puntos del espacio de fases (a
la figura que describe el espacio de fases se le llama toro) su comportamiento es
totalmente predecible y determinado. (véase la figura siguiente).

Si los períodos de las oscilaciones, en cambio, son inconmensurables, resultan en un


número irracional o una representación decimal infinita ("Pi" es un ejemplo de número
irracional) la curva en el espacio de fases nunca se repetirá a sí misma, su trayectoria o
su cuenca de atracción se moverá hasta cubrir casi toda la superficie de la figura (del
toro), sin embargo, este sistema no es aún caótico porque las trayectorias de los
péndulos se mantendrán siempre juntas y si sabemos la posición de una en un punto
determinado sabremos la posición de la otra. A estos sistemas se les llama sistemas cuasi
periódicos (véase la figura).
En realidad no existen los péndulos ideales, un péndulo siempre está sometido a los
flujos de aire, a vibraciones pequeñas que provocan perturbaciones aleatorias que los
separan de su cuenca de atracción. No obstante, en los péndulos con movimientos
lineales, estas pequeñas perturbaciones se pueden ignorar porque el péndulo, a pesar de
los pequeños movimientos caóticos, tiende a regresar a su atractor lineal, el margen de
error no ha llegado al punto crítico en donde pasamos al caos. Pero si en este sistema
hamiltoniano (sin pérdida de energía) de péndulos acoplados, aun en estas condiciones
ideales, las perturbaciones se amplifican por un impulso cambiante y una amortiguación
que saque a los péndulos de su cuenca de atracción, cosa que bien puede suceder, pues
el péndulo no está aislado del mundo circundante. Entonces las trayectorias vecinas
separan su dimensión en el espacio de fases, ya no se puede expresar con números
enteros (como en la geometría euclidiana), su dimensión es mayor que dos (mayor que
los planos en dos dimensiones que veíamos) pero menor que tres (no llega a ser un
cuerpo de tres dimensiones), es decir una situación intermedia entre una superficie y un
volumen. Su atractor (hacia lo que tiende las trayectorias) es llamado atractor extraño
porque al mismo tiempo que tiende a ocupar el toro (o la figura), tiende al mismo
tiempo a separarse del atractor vecino dejando infinitos puntos por los que no pasa y
adquiriendo infinitos valores "caóticos" en cada momento (véase la figura).

"Será imposible el seguir las vueltas", nos dice el profesor Sametband, "prever si en un
centímetro más adelante va a replegarse, ir hacia adentro del ovillo, o hacia fuera, etc;
como tiene sensibilidad a las condiciones iniciales, la más ínfima alteración de éstas se
representará con otro ovillo enmarañado cuyas vueltas no tienen nada que ver con el
primero, aunque el volumen que ocupa sea prácticamente el mismo"75. Con el atractor
extraño impredecible hemos entrado al caos en donde, como afirma Prigogine, lo
aleatorio no se debe al desconocimiento o a la subjetividad humana, sino a las
interacciones objetivas del proceso y a la susceptibilidad a los pequeños cambios
despreciables que se amplifican hasta transformar el proceso; la dinámica es caótica
porque es aleatoria, pero al mismo tiempo está determinada porque se mantiene en
promedio dentro del toro o del espacio de fases; aquí es imposible despreciar lo
accidental por la simple razón de que no se pueden despreciar las interacciones
recíprocas (dialécticas). "Puesto que los atractores tienen tamaño finito" (ya que están
determinados al espacio de fases), nos comentan un grupo de científicos del caos, "dos
órbitas en uno de ellos no pueden divergir exponencialmente de manera indefinida. En
consecuencia el atractor debe plegarse sobre sí mismo, aunque las trayectorias diverjan
y sigan caminos cada vez más alejados; en algún momento habrán de acercarse de nuevo
entre sí, (...) para imaginar lo que ocurre con las trayectorias vecinas en un atractor
caótico, coloquemos una gota de colorante azul en una masa. El amasado consiste en
dos acciones: estirar la masa, con la consiguiente extensión del colorante, y plegarla
sobre sí misma (...) y con el paso del tiempo se estira y se repliega muchas veces (...)
tras tan sólo 20 pasos, la gota inicial se habrá estirado hasta más de un millón de veces
de su longitud original y su espesor ha disminuido hasta el nivel molecular"76. Este
proceso de plegado y estirado en el espacio de fases caótico se ilustra en la siguiente
figura.

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Lo hostil se une; de lo divergente surge una muy bella armonía y todo esto se produce
por medio de la lucha.

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Si nosotros hiciéramos un corte transversal del toro para determinar la posición de las
trayectorias en un punto determinado de un sistema caótico (corte llamado sección de
Poincaré) como en la figura siguiente, nos percataremos que las trayectorias son
fractales: es decir describen una figura que tiene autosimilitud o, en caso de fractales
no lineales, irregularidad en su estructura a cualquier escala a la que la miremos, que
tiene longitud infinita y dimensión fraccional, su atractor, a pesar de que en el siguiente
momento el corte habrá cambiado, es un fractal una figura caótica pero ordenada..
¡Todo este caos misterioso se oculta en el simple movimiento de dos péndulos acoplados
que se suponían eran los paradigmas del movimiento lineal!, ¡aun la linealidad mas
monótona de un péndulo simple puede transformarse por pequeños cambios en un
movimiento complejo! Por eso es que Prigogine dice que la indeterminación no es
necesariamente sinónimo de muchas variables, como se creía en los cálculos de
probabilidades de la termodinámica, sino resultado de la acumulación cuantitativa de
las perturbaciones en los movimientos simples y mecánicos.

Los fractales se presentan como la "huella del caos". La fractalidad del caos, junto con
la misma teoría del caos, y la nueva matemática que ésta implica (llamada topología),
está en contradicción con la matemática euclidiana, que sólo puede trabajar con
realidades que se puedan medir con reglas, escuadras y compases, ³de la misma manera
que la lógica formal sólo trabaja con tautologías y que el liberalismo sólo tiene ojos para
el desarrollo lineal (una verdadera obsesión enfermiza)³ calificando a la realidad
contradictoria, abollada, irregular como una monstruosidad en lugar de adaptar su
teoría a la realidad (éste es el Talón de Aquiles del idealismo). Como decía Goethe: "gris
es la teoría, pero verde es el árbol de la vida". De hecho fractal significa fractura. Las
fracturas y las irregularidades nos rodean por todas partes; como decía Mandelbrot
(trabajador de la IBM, que desentrañó estas estructuras): "las nubes no son esferas, las
montañas no son conos, las costas no son círculos, ni la corteza de los árboles es lisa ni
un rayo viaja en línea recta... La naturaleza no solamente exhibe un grado mayor, sino
también un nivel diferente de complejidad". Los fractales no sólo aparecen en formas
inertes sino, sobre todo, en la dinámica de procesos caóticos. Parece que la mayoría de
los objetos y procesos del universo son fractales (aunque más complejos que cualquier
abstracción). La distribución de estrellas y galaxias en el universo mismo tiene una
estructura fractal, la superficie de las células, la forma de la nubes, las montañas, la
radiación de los quásares, los árboles, los líquenes, los relámpagos, la membrana nasal,
los pulmones, las venas y arterias, los nervios, el cerebro, la distribución de palabras en
este texto, los ruidos de fondo en un aparato telefónico, la música de Beethoven, etc.
¡La matemática había ignorado la mayoría de los objetos del universo! En realidad la
matemática euclidiana como la lógica formal y el liberalismo, tienen campos de
aplicación muy estrechos y se convierten en abstracciones vacías mas allá de cierto
punto.

Los fractales son estructuras que están plegadas sobre sí mismas de manera infinita,
son tan irregulares que no son diferenciables matemáticamente en ningún punto, es
decir, es imposible trazar una tangente en cualquiera de sus infinitos puntos. Se suponía
que la matemática era un ejemplo de perfección absoluta, ¡nada más lejano a la
realidad! Cuando vayamos a la costa, por ejemplo, intentemos medir su perímetro;
como dice Eliezer Braun: "podemos seguir indefinidamente de esta manera, tomando
unidades cada vez más y más pequeñas. Intuitivamente esperaríamos que la sucesión de
valores que se obtenga para las longitudes de la costa, medidas de esta manera,
tendería a alcanzar un valor bien definido que sería la verdadera longitud de la costa;
sin embargo, esto no ocurre; de hecho lo que sucede es que esta sucesión de longitudes
aumenta cada vez más y más. Es decir, al seguir el proceso indefinidamente la longitud
de la costa que se mide se va haciendo más y más grande, es decir, ¡la longitud de la
costa tiene un valor infinito!"78. La curva de Koch es un ejemplo de una línea
infinitamente plegada, que encierra un área finitamente determinada, como sucede en
el perímetro de los continentes (véase la figura).

Los paladines de la lógica formal habían supuesto que el finito y el infinito se


encontraban separados por un abismo irreductible, en donde lo finito se dejaba para la
ciencia y el infinito para el misticismo; de hecho las bases del positivismo están en el
supuesto de que sólo conocemos las cosas particulares; pero en la vida real, el infinito
se encuentra en lo finito y lo finito no es más que un elemento de un infinito que, al
mismo tiempo, jamás conoceremos en su totalidad, ¡de otra forma llegaríamos al
absurdo de una totalidad infinita y sin embargo contada! Por eso cuando descubrimos
una ley en un conjunto de fenómenos finitos, podemos estar seguros que en todos los
infinitos casos en donde esas condiciones se presenten, la ley se cumplirá
incondicionalmente. Engels había comentado que "la infinitud es una contradicción en sí
misma. Ya es una contradicción el que una infinitud tenga que estar compuesta de
honradas finitudes (...) precisamente porque la infinitud es una contradicción, es
infinita, un proceso que se desarrolla sin fin en el espacio y en el tiempo. La superación
de la contradicción sería el final de la infinitud"80.

Otro ejemplo es el movimiento browniano (se supone que las partículas subatómicas y
las partículas suspendidas describen este movimiento) que en su trayectoria describe
una infinita irregularidad de movimientos, de tal manera que, si nosotros establecemos
los puntos por los que pasa en un tiempo determinado y dibujamos su trayectoria (en un
segundo por ejemplo), para la medición en milésimas de segundo en el mismo lapso, la
partícula habrá pasado por otra infinidad de puntos aleatoriamente y así hasta el
infinito, para tiempos más cortos, pero, además, el dibujo de su trayectoria será fractal
(autosimilar) en todos los niveles. Es decir su irregularidad tendrá un patrón o un orden
fractal (véase la figura).

Los fractales, por tanto, son estructuras geométricas verdaderamente contradictorias


(patológicas como se les llama en matemáticas). Así, el polvo de Cantor (un fractal de
una dimensión) tiene longitud cero y al mismo tiempo, infinidad de puntos (porque a
medida que disminuimos la escala, la longitud total tiende a cero, mientras que "el
polvo" va aumentando), o la empaquetadura de Sierpinski (fractal en dos dimensiones),
que tiene un perímetro infinito, pero su área es de cero (véase la figura) o la esponja de
Menger (fractal en tres dimensiones), que tiene área superficial infinita y volumen nulo y
por si fuera poco, todas estas estructuras tienen autosimilitud hasta el infinito (véase la
figura).

Debemos repetir que estos monstruos matemáticos no son curiosidades: "hay cada vez
más pruebas", nos dice Leonard Sander, estudioso de la formación espontánea de
fractales en la naturaleza, "de que la naturaleza siente un amor verdaderamente
profundo por las formas fractales"82. ¡Incluso el crecimiento demográfico de las
ciudades tiene una estructura fractal! (véase la imagen).

Para evitar cualquier interpretación mística de la fractalidad hay que aclarar que,
aunque la estructura fractal constituye una aproximación mucho más cercana a la
realidad que la matemática euclidiana, la fractalidad en la naturaleza es más compleja
aún que los modelos generados por computadora. En primer lugar la autosimilitud de las
estructuras y procesos caóticos constituye una autosimilutud estadística, se repetirá
considerando procesos y estructuras del mismo tipo a gran escala; en segundo lugar la
autosimilitud fractal en la naturaleza tiene límites cuantitativos más allá de los cuales
se pasa a otro tipo de estructura. "A nivel microscópico llegará el momento en que la
figura se desdibuje y nos encontremos con los átomos y las moléculas; a nivel
macroscópico siempre hay una frontera en que el objeto real cambia de un tipo de
patrón a otro"84. Estos saltos cualitativos de una estructura fractal a otra están
determinados por las leyes mismas del proceso estudiado, por ejemplo, por la gravedad
(a nivel macroscópico) o por la función de onda (a nivel microscópico). No es suficiente
con mostrar la estructura fractal de un proceso, puesto que la fractalidad se da en
fenómenos muy diversos; es necesario, además y sobre todo, explicar las leyes
inmanentes al fenómeno y descubrir cómo éstas se relacionan con la forma fractal. Para
no mistificar la teoría es necesario, pues, vincular orgánicamente la forma y el
contenido del proceso estudiado o en otras palabras concebirlo dialécticamente.

Los asombrosos conjuntos de Mandelbrot, figura resultado de representar en un plano


complejo números generados con iteraciones (repeticiones de una misma operación
sucesivamente sobre los resultados obtenidos) sobre la serie de números complejos
llamados "conjuntos de Julia", utilizando una función cuadrática, constituyen una clase
de fractales que se acercan aún más a la fractalidad que se presenta en la realidad
concreta. Estos son un conjunto de "fractales no lineales" que presentan autosimilitud
conservada hasta cierto punto, para transformarse posteriormente en otro tipo de
estructuras fractales, que se transforman en otras y otras por medio de saltos dialécticos
hasta el infinito (véase la imagen del conjunto de Mandelbrot) así como en la naturaleza
nos encontramos progresivamente en una dinámica infinita con estructuras
autoorganizadas a diversas escalas de la realidad, estructuras formales que ya predicen
la existencia de leyes cualitativamente diferentes con cada nuevo salto dialéctico:
cúmulos de galaxias, galaxias, estrellas y planetas, cordilleras, moléculas, átomos,
partículas subatómicas, quarks...

El comportamiento del simple péndulo que veíamos más arriba, por tanto, no es una
simple anécdota académica. Éste se presenta también en el flujo turbulento, en el
tiempo meteorológico, en la dinámica de la población; y en un número cada vez más
creciente de multitud de fenómenos que parecían incomprensibles, inclusive, el
movimiento del sistema solar. En este último, que se supone es un sistema hamiltoniano
(que conserva su energía) y, además, es el símbolo clásico del mecanicismo, nos
encontramos con nuestro buen amigo el caos. Newton descubrió las leyes que rigen la
interacción de dos cuerpos por el simple hecho de tener masa y consideró al sistema
solar como la simple interacción entre el sol y los planetas como si éste se redujera a un
sistema de dos cuerpos, considerando que la gravedad de los demás planetas y masas
que componen el sistema solar eran despreciables en comparación a la fuerza
gravitatoria del sol y, por tanto, lo trató como un sistema estable para toda la
eternidad, desde que Dios se dignó a darle el primer impulso ³de paso vemos como la
imposibilidad de entender la relación entre lo necesario (las leyes de Newton en este
caso) y lo accidental (la perturbación de los otros cuerpos) llevó a Newton directamente
a la Teología para tratar de garantizar la estabilidad del universo³. Sin embargo, la
mecánica newtoniana significó un paso de gigante en la comprensión de la naturaleza ya
mucho antes con este método, aunque aún sin bases teóricas firmes, Tales de Mileto
predijo un eclipse que tuvo lugar el 28 de mayo del año 584 a.C.

Para los tiempos humanos la estabilidad del sistema solar está garantizada pero el
tiempo es, como vimos, relativo, y para el sistema solar los tiempos humanos no son más
que suspiros; en realidad el sistema solar no se reduce a la atracción entre dos cuerpos;
las cosas se complican con la interacción gravitatoria entre tres cuerpos y cada vez que
agregamos un cuerpo, las cosas se complican aún más; las leyes que dominan los
sistemas de más de dos cuerpos no son lineales y, por ende, son susceptibles a las
condiciones iniciales. "Resultó que el comportamiento de los nueve planetas, a partir de
los próximos cuatro millones de años, revela que el sistema planetario está en un estado
caótico. Para nuestra tranquilidad, esto no significa que el caos en el sistema solar sea
de tales características que se vaya a aniquilar dentro de poco tiempo, con planetas
chocando entre sí, o huyendo hacia otras galaxias, sino que sus órbitas son impredecibles
cuando se calculan para tiempos del orden de los cien millones de años y, por lo tanto,
sólo se puede anticipar que se moverán en el espacio dentro de zonas determinadas"85.

Esto significa que si un humilde asteroide pasa un kilómetro mas cerca de la Tierra,
dentro de cuatro millones de años, esa diferencia, junto con las miles de perturbaciones
provocadas por otros cuerpos miserables, se habrá amplificado exponencialmente y
cambiará su órbita radicalmente. Este comportamiento se observa ya en los asteroides
que, para pequeños cambios en la distancia del Sol, entran en una región caótica; lo
mismo se encontró en la órbita de Plutón y en el cambio periódico del giro sobre su eje
de un satélite de Saturno (Hiperión), provocado por simples irregularidades en su forma
elongada.

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En la dinámica de la población, el caos se presenta de una manera increíble; lo


explicaremos porque este comportamiento es esencial en el surgimiento de la
complejidad a partir de lo lineal, del caos a partir de lo complejo y del orden a partir
del caos. La ecuación demográfica parecía tener siempre un comportamiento lineal y
cuando se daban perturbaciones se atribuía al desconocimiento de las variables. Pero en
1970, estudiando el ciclo de insectos y bacterias, se descubrió algo asombroso. Cuando
la tasa de natalidad es menor a uno, la población desaparece paulatinamente; cuando la
tasa de población es mayor a dos, después de algunas fluctuaciones, la tasa de la
población queda estabilizada en 0.5, para 2.7 la tasa fluctúa en virtud del crecimiento y
los depredadores para, finalmente, estabilizarse en 0.63; hasta una tasa menor a tres
pero mayor a 1, la población queda estacionaria teniendo como atractores a una sola
cifra (dependiendo de la tasa) y no importa cuantos ciclos consideremos, la población
tenderá a estabilizarse en su atractor; pero en el punto crítico de 3.0 se da el cambio
cualitativo, la tasa de población se hace compleja y el atractor se bifurca en dos valores
estables que se alternan anualmente (véase la gráfica) que representa la interacción
entre los depredadores y la población considerada, provocando ciclos periódicos. Para
una tasa de 3.4495, los ciclos bifurcados se vuelven inestables y se dividen en cuatro
estados estables que se vuelven a alternar; si seguimos aumentando la tasa, los
atractores se bifurcan de nuevo a 8, luego a 16, etc. Hasta aquí vimos como un cambio
cuantitativo en un esquema lineal y determinado provoca un cambio cualitativo a la
complejidad; no obstante, el sistema sigue siendo perfectamente determinable; pero
para un punto crítico poco menor a 3.56999 el sistema se vuelve inestable, cualquier
cambio infinitesimal puede desencadenar el caos; cuando éste se desencadena, tenemos
un proceso irreversible que ha saltado al caos (véase la figura), ya es imposible
determinar la tasa de población para el año siguiente.

Cuando estamos al borde del caos, el más pequeño cambio cuantitativo provoca una
brusca transición cualitativa, como una explosión atómica o como el inicio de una
revolución social, que puede estallar por el más mínimo ataque a los niveles de vida
(como, por cierto, se dio en Argentina cuando la clase media vio esfumados sus ahorros).
Este punto crítico está expresado en el famoso efecto mariposa acuñado por Lorenz, que
en meteorología representa que, más allá de cierto tiempo, nuestra predicción en las
condiciones meteorológicas ya no se aplica, en virtud de los mas pequeños cambios
meteorológicos en las condiciones iniciales: así, el batir de las alas de una mariposa en
un punto crítico podría marcar la diferencia, varias semanas más tarde, entre un ciclón y
una sequía (el siguiente esquema representa la diferencia del batir de las alas de una
mariposa o más precisamente los atractores de Lorenz).

Una vez llegados al caos, vemos que éste tiene un orden, porque está limitado al
espacio caótico (o, en el espacio de fases, al toro) y lo más asombroso es que, dentro
del mismo mar caótico, encontramos zonas llamadas "ventanas de orden" que vuelven a
dar lugar a tasas lineales por algunos períodos y que son fractales con respecto a la
escala inicial; aquí el orden vuelve a nacer del caos por un incremento cuantitativo en
una interacción dialéctica de transición a los contrarios y de unidad de los opuestos
(véase la imagen).

En contra de lo que se pudiera pensar, las características de la transición del orden


que se bifurca y de la bifurcación que transita al caos, son tan universales como "Pi",
estas características comunes se expresan en los números de Feigenbaum*, que
"aparecen de modo universal y caracterizan la transición del orden al caos; son
fundamentales para la naturaleza"89, nos dice el doctor Rañada. Lo que interesa aquí es
el hecho de que las características de la dinámica caótica de las poblaciones se presenta
en una cantidad cada vez mayor de fenómenos que van desde el humo del cigarro que se
bifurca antes de desparecer y las oscilaciones del ojo de los esquizofrénicos, pasando
por la transición del flujo laminar al turbulento, los casos de sarampión en Nueva York,
los ritmos cardiacos que se bifurcan justo antes de un ataque cardiaco, hasta la
actividad cerebral. En todos estos casos, un simple aumento de un parámetro específico
provoca un salto cualitativo.

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Quizá lo más importante en esta fascinante teoría es que, de acuerdo con Ilya
Prigogine y como veíamos con respecto a los fractales no lineales, la transición del orden
al caos puede constituir un proceso creativo y de surgimiento de nuevas leyes y nuevos
niveles de desarrollo, de la misma forma que para Marx la anarquía del capital y las
revoluciones que emergen de lo caduco, que sin duda son fenómenos de rompimiento de
la continuidad y de caos, son el caldo de cultivo donde todo lo inamovible y eterno es
barrido y en donde se empieza a gestar una nueva sociedad. "Los fenómenos
irreversibles no se reducen, como se pensaba antes, a un aumento del desorden",
comenta Prigogine, "Estos fenómenos, por el contrario, tienen un papel constructivo muy
importante"90.

Así, de acuerdo con la ciencia del caos, los cerebros que en su encefalograma tienen
estructuras fractales o complejas, corresponden a los estados mentales más alertas. Los
sistemas biológicos por ser inestables se adaptan, cambian y sobreviven. Sin el caos, el
universo estaría muerto. En el caos aleatorio de las supernovas, las partículas
elementales vencen el punto de increíble oposición del electromagnetismo que las
separa uniéndose en virtud de la fuerza nuclear fuerte; el caos que une a las
micropartículas permite el nacimiento de los núcleos atómicos, que a su vez atrapan
electrones y forman los diferentes átomos para formar planetas, vida, mente y
sociedades tecnológicas. Cada punto de transición de lo potencial a lo irreversible crea
nuevas leyes y nuevas posibilidades de evolución; negaciones diferentes a sus
antecedentes y que, por el famoso "efecto mariposa", no se pueden anticipar para toda
la eternidad. Un universo sin caos sería un universo eternamente muerto y eternamente
el mismo. Como se puede ver en la siguiente figura, parece ser que el caos esta en el
tuétano mismo del universo (véase la figura).

La flecha del tiempo para la teoría del caos es un proceso creativo. "Esta flecha del
tiempo sigue presente en la actualidad. Es más, existe un estrecho vínculo entre
irreversibilidad y complejidad. Cuanto más nos elevamos en los niveles de complejidad
(química, vida, cerebro), más evidente es la flecha del tiempo"92. Esto, en verdad, es
una reivindicación de la idea dialéctica, tan menoscabada por la crítica superficial, del
carácter progresivo del desarrollo a través de contradicciones.

La flecha del tiempo era para Ludwig Boltzmann sinónimo de muerte térmica (o
aumento de la entropía), que convertiría al universo en una eterna nada incapaz de
volver a crear la luz de una estrella. La evolución del cosmos sólo tenía un camino sin
retorno a la muerte eterna; se concebía a la segunda ley de la termodinámica aplicable
a un sistema termodinámico aislado, como una ley absoluta de la naturaleza;
paradójicamente al mismo tiempo que Boltzmann planteaba esta idea, Darwin concebía
una teoría en la que explica que de la naturaleza podía surgir vida; pero hasta la física
anterior al Caos, sólo se comprendía cabalmente el primer boleto del universo. No
obstante las limitaciones de su tiempo, Engels había criticado la idea del final de todo
movimiento "el movimiento no puede, pues, crearse sino sólo transformarse y
transportarse (...) por todo ello, un estado inmóvil de la materia resulta ser una de las
representaciones más vacías, para llegar a ella hay que imaginarse el equilibrio relativo
en que puede encontrarse un cuerpo en esta tierra como un reposo absoluto, para
generalizarlo luego al conjunto del universo"93. Con la teoría del caos, se ha dado un
salto cualitativo que ha confirmado experimentalmente esta tesis de Engels.

Afortunadamente el Universo no es un sistema aislado reducible a las leyes de la


termodinámica. Las estructuras que se autoorganizan están por todas partes, la
interacción y el caos pueden organizar una vez llegados al punto de irreversibilidad de
manera espontánea a la materia, aun en la dinámica de los gases, donde se supone sólo
se tiene el camino hacia el desorden. Un ejemplo asombroso es el reloj químico, en
donde una mezcla específica de gases de diferentes colores a cierta temperatura, que
de acuerdo a la segunda ley debería llegar al equilibrio inerte "se observó que la solución
cambiaba periódicamente su color, pasando a intervalos regulares de incolora a amarillo
pálido para volver a hacerse incolora, lo que significa que la reacción retrocedía y volvía
a avanzar como si no pudiese decidir qué sentido tomar"94.

La importancia de este ejemplo en la autoorganización de la materia la comenta


Prigogine: "Tal grado de orden surgiendo de la actividad de miles de millones de
moléculas parece increíble y, de hecho, si no se hubieran observado relojes químicos,
nadie creería que un proceso semejante fuera posible. Para cambiar el color todas al
mismo tiempo, las moléculas deben tener una manera de comunicarse. El sistema tiene
que actuar como un todo. (...) Las estructuras disipativas introducen probablemente uno
de los mecanismos físicos más simples de comunicación"95, parece que, después de
todo, el universo no tiene un billete sólo hacia la muerte; el billete hacia la muerte
implicaba su contrario, vida y muerte se condicionan recíprocamente; la muerte de una
estrella es el nacimiento potencial de un nuevo sistema, de la misma forma que el
metabolismo y la muerte de unas células significa el desarrollo y la vida del organismo.

Ya habíamos comentado en otra parte que Einstein había puesto al tiempo en relación
al movimiento relativo de la materia. Para Prigogine las características de
irreversibilidad, bifurcación, caos y nuevo orden propios de los sistemas caóticos le dan
al tiempo, además de objetividad, un carácter irreversible con lo cual pretende
fundamentar la flecha del tiempo de Boltzmann, pero, ahora, como una flecha creativa
ad infinitum y no como una flecha hacia la muerte; en donde los puntos de rompimiento
de la continuidad son también rompimiento de la simetría temporal. Al igual que
Einstein el tiempo depende del movimiento de un sistema, pero se agrega la idea de que
los sistemas dinámicos tienden a la complejidad o en lenguaje dialéctico a la negación
de la negación, en una dinámica en espiral, en un progreso contradictorio.

La teoría del caos ha permitido una comprensión profundamente dialéctica de la


naturaleza y una promesa de cautivantes aplicaciones en la ciencia y la técnica, que van
desde la transmisión de información compleja con operaciones muy sencillas, la
reproducción de modelos y fenómenos naturales, que parecían imposibles de reproducir;
hasta el control de procesos caóticos para predecir, por ejemplo, un ataque al corazón o
estimular al caos para que genere una infinidad de estados ordenados de acuerdo con lo
que se requiera en un momento dado. Dejemos que Prigogine termine con sus propias
palabras este capítulo: "Después que tenemos la irreversibilidad, la flecha del tiempo,
podemos estudiar su efecto en otras rupturas de la simetría y la aparición del orden y el
desorden a la vez, a escala macroscópica. En ambos casos el orden y el desorden
emergen, a la vez, del caos. Si la descripción fundamental se hiciese en términos de
leyes dinámicas estables, no tendríamos entropía, pero tampoco coherencia debida al no
equilibrio, ni posibilidad de hablar de estructuras biológicas, y por lo tanto tendríamos
un universo del que estaría excluido el hombre. (...) Tradicionalmente estas leyes (las
leyes de la naturaleza) estaban asociadas al determinismo y a la reversibilidad en el
tiempo. En los sistemas inestables las leyes de la naturaleza se tornan
fundamentalmente probabilísticas. Expresan lo que es posible, y no lo que es cierto.
Esto resulta especialmente palpable en los primeros momentos del universo. En este
momento el universo se puede comparar con un niño que acaba de nacer y podría llegar
a ser arquitecto, músico o empleado de banca, pero no puede llegar a serlo todo a la
vez. Evidentemente, la ley probabilista contiene fluctuaciones e incluso bifurcaciones"96
y termina comentando que para la teoría del caos, a diferencia de la visión lúgubre de la
muerte térmica: "El mensaje es (..) optimista. La ciencia empieza a ser capaz de
describir la creatividad de la naturaleza, y hoy el tiempo ya no habla de soledad, sino de
alianza entre el hombre y la naturaleza descrita por él"97. De la misma manera, como
dice Alan Woods, a los marxistas, a diferencia de la decadente filosofía del pesimismo:
"Se nos ha acusado de ser unos optimistas incorregibles. Pues bien, nos declaramos
culpables. Los marxistas somos optimistas por naturaleza. Pero nuestro optimismo no es
artificial, sino que está arraigado en dos cosas; la filosofía del materialismo dialéctico y
nuestra confianza en la clase obrera y en el futuro socialista de la humanidad"98.

$ 66'6

Ö  
         
 

En realidad, el átomo cumple estrictamente con la ley hegeliana de la línea nodal de


medida. En física cuántica el aumento cuantitativo de energía suministrado al átomo se
transforma, en puntos críticos, en un cambio cualitativo. El átomo no cumple con el
dogma linneano (variante naturalista del liberalismo reformista) según el cual "la
naturaleza no da saltos". Más bien al contrario, en física cuántica los cambios se dan a
través de saltos bruscos y repentinos. Una de las características más importantes del
átomo y una de las ideas fundamentales que le da el nombre a la física cuántica, es el
hecho de que está cuantificado (como lo propuso Bohr, retomando las ideas de Planck).
Las órbitas que describen las nubes electrónicas alrededor del núcleo, por ejemplo,
representan energía o niveles de energía ³energía resultante de la interacción entre los
propios electrones y de estos con el núcleo, llamada fuerza electromagnética³ , que
tiene valores determinados, discretos o cuantificados. "Sería como un hipotético
rascacielos", nos dice M. Y. Han, "en el que sólo existiese un número intermitente de
plantas: 3, 8, 16, 64...son las únicas plantas que existen en el edificio y no hay nada
entre ellas"103. Podemos suministrar energía a un átomo (bombardeándolo con
electrones de baja energía por ejemplo) y no sucederá nada, el átomo seguirá siendo el
mismo, mientras no lleguemos a los puntos críticos en los que la cantidad de energía se
transforma en calidad, punto en donde los electrones saltarán a un nivel mayor de
energía convirtiendo al átomo en uno más energético y emitiendo rayos X al mismo
tiempo (bombardeándolo con electrones de alta energía por ejemplo). La diferencia
entre los niveles de energía entre las órbitas es de 10²34 julios (1 julio igual a 1 vatio por
segundo, NE) el valor de la constante Planck, valor esencial en la física moderna que
determina el punto crítico donde se transforman sus cualidades.

Esta característica no es un simple dato curioso del átomo, es la idea esencial de la


física cuántica: todas las propiedades del átomo están cuantizadas o en lenguaje
dialéctico se transforman mediante saltos cualitativos, no sólo las orbitas de los
electrones, sino todas sus características: el tamaño del átomo, relacionado con la
función de onda de Schrödinger, es decir, con el espacio donde hay probabilidad de
encontrar un electrón; la forma geométrica del campo que emite el átomo o las
partículas en su interacción dialéctica4554 (electromagnético, fuerte y débil), la cual
sólo puede adquirir formas discretas o específicas; aquí, por cierto, la forma geométrica
o el espacio en el que está inmerso la partícula depende dialécticamente de la misma
partícula. Espacio y materia como ya veíamos en la física de Einstein están
orgánicamente unidos y son inconcebibles sin esta relación (a despecho de la vacía
geometría euclidiana). Incluso el valor del espín o el valor de la rotación de todas las
partículas llamadas elementales sobre su propio eje, ya sea a la derecha o a la
izquierda, serán múltiplos de la constante Planck. El espín, además, es un ejemplo más
de que no hay materia sin movimiento.

         


 
  
       

Para representarse el movimiento fuera de la materia existente hay que imaginarse


una fuerza que actúe sobre ella. Pero no es así. La molécula, dotada de la propiedad
que le es inherente, es por sí misma una fuerza activa. Actúa sobre otra molécula, que a
su vez actúa sobre la primera.

  
Los electrones y protones son como imanes que implican la unidad entre cargas
opuestas y cuya relación determina la carga del átomo en cuestión y su capacidad para
unirse con otros átomos para formar moléculas. La interacción entre las cargas opuestas
del protón y el electrón determina el campo magnético del átomo. Sin esta
contradicción sería imposible la formación de cuerpos macroscópicos y por supuesto,
usted y yo no estaríamos aquí discutiendo sobre la dialéctica. El campo magnético
implica la interacción entre contrarios: lo positivo y lo negativo. A su vez, la unidad de
contrarios entre la atracción electromagnética y la repulsión que se le opone en el
movimiento de las partículas, específicamente en el electrón que se mueve a varios
kilómetros por segundo, es el secreto de la formación de moléculas que se manifiesta
desde la pompa de jabón, cuya tensión superficial es la tensión entre la fuerza
electromagnética y la gravedad, pasando por la unión entre las moléculas del ADN, hasta
la interacción eléctrica entre la neuronas que, a su vez, en su relación con el mundo
externo, posibilitan el pensamiento (por cierto un argumento más en contra del
solipsismo idealista).

Al mismo tiempo, las moléculas o uniones entre átomos manifiestan propiedades que
no se pueden reducir a las características de los átomos que las componen. Cuando se
une una gran cantidad de moléculas que superan el punto crítico de magnitudes,
tiempos y masas que caracterizan a la física cuántica, la constante Planck y
consecuentemente la longitud de onda (o el carácter probabilístico del movimiento
subnuclear) se hace prácticamente despreciable; de hecho no desaparece, pero a
efectos prácticos queda subordinada a una nueva ley representada por la gravedad que
la niega y la conserva al mismo tiempo. Con la gravedad entramos al campo concreto
donde las categorías de la mecánica clásica se transforman de anacrónicas y falsas en
pertinentes y verdaderas.

Muchas propiedades nuevas emergen con el salto cualitativo que representa la


formación de moléculas y cuerpos macroscópicos. En la teoría del caos y la complejidad,
a estos fenómenos se les llama propiedades emergentes. Por ejemplo nos dice Alan
Woods: "Una molécula de agua es una cuestión relativamente sencilla: un átomo de
oxígeno unido a dos átomos de hidrógeno gobernados por ecuaciones de física atómica
bien comprendidas. Sin embargo, cuando combinamos un gran número de moléculas,
adquieren propiedades que ninguna de ellas tiene aisladamente ³liquidez³ . Este tipo
de propiedad no está implícita en las ecuaciones. En lenguaje de la complejidad, la
liquidez es un fenómeno emergente"105. Aún más sorprendente es el hecho de que el
fenómeno del pensamiento, de acuerdo con la teoría del caos, es también un fenómeno
emergente que no se puede reducir a la suma de las partes o como resultado de simples
hechos atómicos aislados. Según el positivismo, los hechos atómicos o hechos de la
experiencia son eventos aislados y sin ninguna relación más que el haber sido objeto de
mis impresiones empíricas e inmediatas. Pero en el mundo real, los hechos no son
aislados sino que están interconectados en una red cuyos infinitos puntos de intersección
determinan las propiedades de los objetos y en cuya interacción orgánica emergen
fenómenos nuevos e inesperados. Así, nos explica de manera contundente Alan Woods:
"El conocimiento de los detalles de las neuronas, axones y sinapsis individuales no es
suficiente para explicar los fenómenos del pensamiento y las emociones. Sin embargo,
no hay en ello nada místico. En el lenguaje de la teoría de la complejidad, tanto la
mente como la vida son fenómenos emergentes. En el lenguaje de la dialéctica, el salto
de la cantidad a la calidad significa que el todo posee cualidades que no pueden ser
deducidas de la suma de las partes, ni reducidas a ellas. Ninguna de las neuronas es
consciente en sí misma. Pero sí lo son la suma de las neuronas y sus interconexiones. Las
redes neuronales son sistemas no lineales. Es la actividad compleja y las interconexiones
entre las neuronas lo que produce el fenómeno que llamamos conciencia"106.

Es irónico que la autoproclamada "filosofía de la ciencia" (El círculo de Viena) no quiso


darse cuenta de que la ciencia desarrollada en su tiempo (la física cuántica), trataba
precisamente de esos saltos cualitativos que habían sido tan desdeñosamente
rechazados como metafísica, prefiriendo entretenerse en su nueva y "profunda"
ocupación de ser "policía de la ciencia", un policía con un criterio empíricamente
estrecho (como la mentalidad de todo policía de tráfico); y en su sueño metafísico y
quijotesco de encontrar la estructura lógica formal de las matemáticas, proyecto ahora
abandonado desde que Kurt Gödel demostró que las matemáticas no se podían reducir a
la lógica formal. En contraste el genio de Engels, sin conocer nada de física cuántica ni
mucho menos de teoría del caos, tan sólo con los limitados marcos de la ciencia de su
tiempo y con esa metafísica desechada por los positivistas, ya había señalado la idea
fundamental de "las propiedades emergentes" de la teoría del caos: "La molécula" ³nos
dice Engels³ "se descompone en sus átomos, que tienen propiedades muy distintas de la
de aquella (...) los átomos libres del oxigeno naciente pueden lograr con gran facilidad
lo que nunca conseguirán los del oxígeno atmosférico, unidos por una molécula. (...) El
campo en que la ley de la naturaleza descubierta por Hegel celebra sus triunfos más
importantes es la de la química. Se puede denominar a ésta la ciencia de los cambios
cualitativos de los cuerpos a consecuencia de los de la modificación en la composición
cuantitativa"107. De hecho con la unión atómico-molecular, posibilitada por el fenómeno
del electromagnetismo, emerge con un salto cualitativo la interacción y trasformación
de átomos, moléculas, iones y radicales, forma de movimiento estudiado por la química;
la química misma constituye una propiedad emergente, inexistente en el átomo per se.

Cuando un electrón da un salto cuántico, libera (o absorbe) energía que se propaga en


forma de onda. El electromagnetismo no es más que la carga eléctrica en movimiento;
movimiento que genera una onda de fotones que se extiende en todas direcciones
llamada radiación electromagnética. El campo electromagnético y, en general, los otros
tres campos fundamentales de la naturaleza, son resultado del movimiento e interacción
entre la materia, expresado en sus respectivos cuantos de acción o partículas
materiales. Al mismo tiempo las propiedades del campo dependen de las características
de movimiento del cuanto específico. El espectro electromagnético, por ejemplo,
representa los saltos cualitativos en la radiación electromagnética, en función de los
cambios cuantitativos de la frecuencia de propagación de los fotones (o las oscilaciones
por segundo, Hertz). Todo mundo sabe la diferencia entre los rayos X y las ondas de
radio; ambas tienen propiedades totalmente distintas: los rayos X traspasan los órganos
y se reflejan en el tejido óseo y permiten obtener radiografías, las ondas de radio por su
parte, al menos en el contexto capitalista, constituyen un medio de difusión de
estupideces y mentiras y de control mediático de la clase dominante. La única diferencia
está en que los rayos X se encuentran en una frecuencia mucho más alta que las ondas
de radio. Verdaderamente el espectro electromagnético es una confirmación
sorprendente de los cambios cuantitativos que se transforman en cualitativos. Este
espectro incluye, desde la frecuencia más alta hasta la más baja: a los rayos gamma,
rayos X, rayos ultravioleta, luz visible (pasando por el violeta, azul, verde, amarillo,
naranja, rojo), para pasar al infrarrojo, a las microondas con las que calentamos nuestra
comida basura; llegando a las ondas de radio, para finalizar en la parte más baja del
espectro con la onda larga usada en los walkie-talkies. Este ejemplo es tan claro y
evidente que hasta los positivistas, quienes se habían rasgado las vestiduras en su lucha
contra la dialéctica, lo podrían entender. Quizá la tesis de Engels ya no suene tan
descabellada, después de todo, a los oídos de los señores analíticos, "es probable que los
mismos caballeros que hasta ahora tacharon a la transformación de la cantidad en
calidad de misticismo y de trascendentalismo incomprensible", dice el propio Engels,
"declaren ahora que en verdad se trata de algo evidente por sí mismo, (..) entonces
tendrán que consolarse como el Monsieur Jourdain de Molière, quien hizo prosa durante
toda su vida, sin tener la menor noticia de ello"108.

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Hasta la postura dialéctica del movimiento de la luz, sostenida por la mecánica


cuántica, las posturas corpuscular y ondulatoria eran vistas como opuestos
irreconciliables; ¿qué podía ser más opuesto que estos dos tipos de movimiento?. Newton
creía que la luz significaba el movimiento de partículas discretas, visión que fue negada
por la teoría ondulatoria de Huygens y Maxwell y sustituida de nuevo por la teoría
cuántica que incorpora ambas posturas en una relación orgánica. Hasta esta negación
dialéctica, ambas teorías, la corpuscular por un lado y la ondulatoria por el otro, tenían
sustento experimental. Algunos fenómenos sólo podían ser interpretados como la
confirmación del movimiento corpuscular de la luz, de hecho con un fenómeno de tipo
corpuscular (dispersión Compton), Thompson descubrió la existencia de los electrones.
No obstante, otros fenómenos como la difracción e interferencia parecían ser la
confirmación del movimiento ondulatorio. Esta pugna de posturas parecía fortalecer la
visión pragmática o subjetivista de la ciencia; parecía, en efecto, que las teorías
científicas no tienen nada que ver con la realidad material o con leyes objetivas sino,
más bien, con la mejor descripción de fenómenos inconexos de la experiencia, que
pueden admitir descripciones convencionales de cualquier tipo y no tienen que ver con
la realidad objetiva, sino con nuestras experiencias subjetivas e incluso (como con
Feyerabend) con la capacidad retórica de las teorías en pugna.

La mecánica cuántica, no obstante, supone un salto cualitativo; el movimiento


corpuscular y ondulatorio de la luz representan las dos caras de la misma moneda.
Sorprendentemente en el movimiento de las partículas subatómicas, el movimiento
corpuscular y ondulatorio está orgánicamente vinculado y sólo tiene sentido en esta
vinculación. Erwin Schrödinger hizo un descubrimiento asombroso, representado en la
ecuación que lleva su nombre: a todo electrón y en general a toda partícula con masa
finita en reposo se le asocia una longitud de onda; mientras más grande sea la masa y la
velocidad de una partícula, la longitud de onda tiende a cero y el movimiento puede ser
descrito con los tradicionales planos cartesianos: el movimiento corpuscular se vuelve
dominante. Pero mientras la masa sea menor, como las masas características del mundo
subatómico, la longitud de onda se transforma en un aspecto esencial del movimiento.
Los fotones son partículas en movimiento pero, al mismo tiempo, la probabilidad de su
ubicación queda establecida dentro de los límites de la función de onda que, a su vez,
depende de la velocidad y la masa del ensamble de partículas; entre los dos aspectos de
su movimiento (onda y partícula) hay una relación de mutua determinación.

La confirmación experimental de esta relación dialéctica es sorprendente: Si lanzamos


un chorro de electrones a una pantalla fotográfica que detecte su impacto,
interponiendo una barrera con dos agujeros los suficientemente angostos que se oponga
al movimiento de los electrones, veremos que el patrón de movimiento reflejado en la
pantalla no será el resultado de dos cúmulos de impactos bien definidos, como el sentido
común nos haría suponer, ³y como sucede si en lugar de electrones lanzamos granos de
arena³ sino que la distribución en la pantalla reflejará, en palabras del doctor Luis de la
Peña: "una distribución mucho más complicada, con una serie de máximos y mínimos
muy notables y cuyo número excede por mucho el número de rendijas, (...) el fenómeno
observado con electrones no puede explicarse en un lenguaje puramente
corpuscular"110. Este experimento se ilustra en la figura siguiente.

Los electrones que chocan con las rendijas provocan ondas, como cuando arrojamos
una piedra a un estanque tranquilo; las ondas que se propagan por el estanque no se
reducen a partículas con posiciones definidas sino que la onda abarca un espacio que no
puede ser reducido a un movimiento discreto; está en un lugar y en otro al mismo
tiempo. "El contacto con sistemas clásicos nos ha acostumbrado a que una piedra está en
un lugar o no está allí", nos dice el doctor Alberto Clemente de la Torre, "en la mecánica
cuántica a un electrón se le asigna una probabilidad de estar en cierto lugar que, en
algunas ocasiones, no es ni cero (no está), ni uno (si está), sino algún valor
intermedio"112. La imposibilidad de determinar la posición exacta de un electrón que
viaja varios kilómetros por segundo es evidente; aquí el electrón está en un punto y en
otro en un momento determinado y su probabilidad de estar y no estar queda
determinado por la onda que describe su movimiento. Esto no es simplemente la
imposibilidad subjetiva de fijar su posición específica sino un aspecto concreto,
verificable experimentalmente, del movimiento de los electrones (esta cuestión la
abordaremos con más detalle cuando discutamos el "principio de incertidumbre").

La onda, no obstante, no es el resultado de la simple suma de las partículas. Si


repetimos el experimento anterior reduciendo el chorro de electrones hasta que pase un
electrón a la vez por los agujeros en la barrera que se interpone a la placa, veremos que
en esta quedan registrados puntos discretos, confirmando en este caso el aspecto
corpuscular de los electrones; pero al mismo tiempo los electrones aislados o
corpúsculos siguen vinculados a una onda específica. De esta manera si seguimos
lanzando los electrones progresivamente veremos que los puntos en la placa comienzan
a perderse y su ubicación quedará dentro de los límites de la onda que describimos en el
experimento anterior. Es decir, que el movimiento de un corpúsculo aislado está
determinado por su respectiva longitud de onda. Es, en realidad, una relación dialéctica
porque al mismo tiempo que la onda es producto de la difracción (fenómeno
ondulatorio) de los corpúsculos, además de estar determinada en sus características por
la velocidad y masa de los corpúsculos, los corpúsculos aislados tienen su ubicación
determinada por la onda asociada; la vinculación es recíproca e inseparable.

Además, este experimento pone en evidencia la relación dialéctica entre orden y caos,
que veíamos en el capítulo anterior. En palabras del doctor Luis de la Peña: "Cada
electrón está sujeto a un movimiento estocástico (caótico, impredecible), por lo que la
trayectoria específica es impredecible; esto hace que electrones idénticamente
preparados tengan un comportamiento diferente, que no existan dos electrones
dinámicamente idénticos. Sin embargo, en cada arreglo experimental, el
comportamiento estadístico de un gran número de electrones es perfectamente regular,
controlable y predecible (con ayuda de la mecánica cuántica); este comportamiento
estadístico presenta, frecuentemente, propiedades ondulatorias, que están
caracterizadas por la longitud de onda de de Broglie"113. Aquí tenemos la contradicción
dialéctica de que una onda de características perfectamente predecibles y determinadas
esté compuesta por partículas caóticas e impredecibles y que lo caótico e impredecible
de los electrones esté, al mismo tiempo, determinado en una onda específica; aquí,
como en muchos otros casos, el todo no es igual a la suma de las partes y el cambio
cuantitativo da resultados cualitativos totalmente diferentes e incluso opuestos. "Todos
estos son fenómenos de la materia", nos dice Trotsky comentando el electromagnetismo,
y la radiactividad ³que constituían para él teorías muy nuevas y prometedoras en sus
implicaciones para la filosofía marxista³, "procesos materiales, ondas y turbulencias en
el espacio y en el tiempo. Los nuevos descubrimientos y sus aplicaciones técnicas sólo
demuestran que la materia es mucho más heterogénea y rica en potencialidades de lo
que hasta ahora se había pensado. Pero, hoy, como antes, nada se hace de la nada"114.

$&1)3
Como hemos señalado, una tesis fundamental del materialismo dialéctico es que
pequeños cambios cuantitativos pueden producir grades cambios cualitativos. La
proposición adicional a esta tesis es que el todo no es igual a la suma de las partes y que
las partes manifiestan propiedades específicas en relación al todo. Una de las
características más relevantes de las partículas subatómicas es el hecho de que son
extremadamente susceptibles a las perturbaciones o en lenguaje de la dialéctica, los
pequeños cambios e interacciones provocan en ellas cambios cualitativos recíprocos,
sobre todo, entre velocidad y posición. La "acción" o la capacidad que un sistema tiene
de modificar su entorno es muy grande en comparación con los sistemas reflejados en la
mecánica clásica. Una consecuencia de este hecho es que las características que definen
al nivel subatómico no pueden ser consideradas de manera aislada, como en el caso de
un mecanismo de relojería; en física clásica, por ejemplo, la posición y la velocidad no
tienen dependencia numérica alguna, es verdad que la velocidad es el resultado del
cambio de posición, pero el determinar la posición no nos dice nada con respecto a la
velocidad, dos cuerpos pueden adquirir la misma posición sin tener la misma velocidad.

En Física cuántica, por el contrario, la relación entre posición y velocidad se vuelve


esencial. Tan esencial que este fenómeno se expresa en el "principio de incertidumbre"
un principio fundamental de la física cuántica. Este principio plantea que "si
determinamos con absoluta precisión la posición de una partícula subatómica, el
conocimiento sobre su velocidad quedará indeterminado y, a la inversa, mientras mejor
quede determinada la velocidad de una partícula, más indeterminada será su posición".
Este principio refleja la relación entre las incertezas recíprocas de la posición y la
velocidad, las dos no pueden ser nulas al mismo tiempo, es decir, no pueden
simultáneamente estar absolutamente determinadas, la determinación absoluta de una
modifica objetivamente a la otra al aumentar su campo de probabilidad. De hecho, si se
pudiera determinar la posición y velocidad al mismo tiempo, como sucede en el
movimiento mecánico, violaríamos lo más esencial de la física cuántica: el hecho de que
el valor de la capacidad de perturbación de las partículas a este nivel no puede ser
menor al de la constante Planck ya que al determinar al mismo tiempo posición y
velocidad, la constante Planck podría valer cero, cosa que es imposible. En otras
palabras diríamos que la parte no se puede separar del todo y el todo resiente los
cambios pequeños de sus elementos constituyentes.
La fuerza de la costumbre se imprime en nuestros cerebros de manera tan
conservadora que parece increíble que si en la vida cotidiana podemos determinar la
posición de un corredor de los cien metros planos en un momento en el tiempo sin
modificar su velocidad, en el mundo subatómico no sucede lo mismo; Alberto Clemente
de la Torre comenta al respecto que: "Considerar el sistema como susceptible de ser
separado en sus partes, es consecuencia de nuestra experiencia con sistemas clásicos,
pero no necesariamente para los sistemas cuánticos. Los observables de un sistema
cuántico están ligados de cierta forma que impiden su total independencia (..) La
necesidad de considerar el sistema físico en su totalidad, no siempre separable, se
denomina holismo. Pero conviene resaltar que este holismo en la física corresponde a
argumentos científicos rigurosos con sustento experimental y no debe ser confundido con
charlatanerías pseudocientíficas"115. Lo que muchos científicos destacados parecen no
saber es que la relación entre los observables en física cuántica representa una relación
dialéctica; podemos parafrasear a Marx cuando, citando a Maurice le responde "¿qué ha
definido el autor sino el método dialéctico?". En efecto, el holismo no es más que otra
manera de decir que las características de los sistemas cuánticos están en determinación
dialéctica y que por nuestra parte sólo nos corresponde poner en relieve esa relación y
enriquecer nuestra filosofía en este hecho material.

Es claro que la posición y la velocidad de una vaca en movimiento no se altera en lo


más mínimo porque lo iluminemos con un haz de luz, ya que la acción o capacidad de
perturbación es tan pequeña en los procesos mecánicos, como para ser modificada por
simples fotones. En contraste, en el mundo de la física cuántica la capacidad de
perturbación es tan grande, que el simple hecho de interactuar con un fotón transforma
sus cualidades; así cuando se observa un electrón con un microscopio, la única manera
en que podemos ver directamente a las partículas subatómicas, se altera el estado del
sistema, mientras la luz sea de onda corta (baja energía) la velocidad de la partícula
quedará determinada, quedando indeterminada su posición, mientras que con fotones
de gran energía determinaremos la posición y no sabremos nada de la velocidad. El
intercambio de energía del fotón lanzado por el aparato hace del fotón parte del sistema
observado.

Este hecho fue interpretado de distintas maneras por los científicos más eminentes. La
"escuela de Copenhague", con Bohr y Heisenberg a la cabeza, interpretó el "principio de
incertidumbre" de manera idealista y positivista. En realidad, de acuerdo con esta
interpretación: "el concepto de objeto material, de constitución y naturaleza
independientes del observador, es ajeno a la física moderna, la que, forzada por los
hechos, ha debido renunciar a esta abstracción"116, afirmó con toda claridad
Heisenberg. Lo que concebimos como una partícula elemental "no es una formación
material en el espacio y en el tiempo, sino, en cierto modo, un símbolo (..)"117, sostuvo
W. Pauli. Además Heisenberg afirmó: "la teoría cuántica no se refiere a la naturaleza,
sino a nuestros conocimientos de la naturaleza"118. La ciencia, según esta escuela, no
afirma nada sobre la realidad objetiva puesto que la observación es modificación y por
tanto, la ciencia no trata sobre la cosa en sí, sino frases sobre los aparatos utilizados y,
en última instancia, sobre fenómenos subjetivos.

Los fenómenos llamados objetivos sólo se materializan al ser observados. "Estas


consideraciones llevan a Bohr a decir que es falso creer que la meta de la física es
descubrir cómo es la naturaleza, pues, en verdad, sólo se ocupa de lo que podemos decir
acerca de ésta, dudando así que la realidad de la naturaleza sea conocible. La palabra
realidad, dice Bohr, es una palabra que hay que aprender a usar correctamente. La
descripción de la naturaleza que hace la física no es, para Bohr, un reconocimiento de la
realidad del fenómeno, sino una descripción de las relaciones entre diferentes aspectos
de nuestra experiencia. Heisenberg afirma, extremando el pensamiento de Bohr, que la
meta única de la física es predecir los resultados experimentales, excluyendo en el
lenguaje toda mención a la realidad"119.

Además, si no hay realidad objetiva con la cual podamos contrastar los esquemas
teóricos, las formas alternas de organizar la experiencia en teorías o sistemas son
complementarios; de esta manera se concilia la visión religiosa y científica pues son sólo
posturas complementarias120 de articulación de los "hechos de la experiencia".

En absoluto la idea filosófica central de la Escuela de Copenhague tiene sustento en el


principio de incertidumbre o en cualquier cosa que no sea la posición deliberadamente
idealista que Heisenberg sostuvo y que, por cierto, le sirvió de justificación para apoyar
el régimen nazi (aunque por supuesto, esto no disminuye en absoluto su aporte
científico). En primer lugar no es la observación, ni el acto subjetivo de medir, lo que
trasforma las propiedades del sistema cuántico, sino el electrón y el fotón que emite el
microscopio el que interactúa con el sistema de manera independiente a la observación.
No es la visión del sujeto, ni siquiera la medición lo que transforma el sistema; no se
puede confundir el acto subjetivo de observar y medir con la objetividad del
instrumento usado para observar y medir; ni siquiera es el aparato como tal el que
cambia el estado del sistema, sino el fotón lanzado por ese aparato, exista o no
observador, sea o no un aparato el que lo emita. El electrón por supuesto es un objeto
material y no una proyección idealista, es la unidad fundamental de carga y sustento de
innumerables adelantos tecnológicos y fenómenos naturales, inclusive el pensamiento
mismo es resultado de la actividad eléctrica del cerebro en su relación con el ambiente
natural y social.

El formalismo de la mecánica cuántica no incluye por ningún lado la observación


subjetiva. El principio de incertidumbre, que expresa la vinculación dialéctica entre las
variables y su carácter probabilístico, se funda en la constante Planck, que es una ley
fundamental para el nacimiento de estrellas, galaxias, elementos químicos, los cuatro
campos fundamentales de la naturaleza y cuerpos macroscópicos. Procesos que de hecho
prueban su independencia con respecto a la subjetividad al ser condiciones esenciales de
la misma subjetividad. En efecto, no es posible la existencia de sujetos pensantes donde
no hay posibilidad de surgimiento de cuerpos macroscópicos. Procesos todos ellos
regidos, entre otras leyes, por los saltos dialécticos de la constante Planck. Sólo basta
mirar por un telescopio potente para presenciar eventos que ocurrieron antes de la
existencia de la subjetividad. La llamada radiación de fondo es testigo del nacimiento de
soles y galaxias en donde las leyes de la física cuántica jugaron (y juegan) un papel
primordial, "pero la idea de que esta radiación es el resultado de mediciones es absurda:
¿quién medía?"121, nos dice con toda razón Ilya Prigogine. En realidad los positivistas se
comportan como los clérigos que no creyeron lo que veían por el telescopio de Galileo,
pues contradecía las sagradas escrituras y seguramente era cosa del demonio122. En el
caso de los positivistas no es posible la existencia del mundo y su cognoscibilidad porque
eso es, (¡Dios nos libre!), metafísica; en ambos casos existe una posición dogmática,
subjetivista y sin ningún apoyo en la ciencia. En segundo lugar el "principio de
incertidumbre" sólo se manifiesta en procesos en donde la constante Planck juega el
papel central. Y constituye una generalización abusiva y sin fundamento plantear la
incerteza como propiedad absoluta del universo. En tercer lugar la física cuántica no
tiene nada de indeterminada, la medición de los efectos de un ensamble de partículas,
como por ejemplo el campo magnético, es una de las más exactas y determinadas que
existen dentro de la ciencia moderna.
La postura ortodoxa está en contradicción no sólo con la física cuántica, sino con la
experiencia científica en general, cuya idea implícita es que el mundo no sólo existe,
sino que además es cognoscible, que la ciencia describe leyes objetivas. De hecho, la
mayoría de los científicos, por no hablar del resto de la humanidad a lo largo de todos
los tiempos, tienen la convicción, aunque sólo sea por las características de su propia
actividad y no una posición filosófica deliberada, de que el mundo existe
independientemente de su percepción. Inclusive los pocos científicos que sostienen
conscientemente la visión ortodoxa, cuando están en las cuatro paredes de sus
laboratorios y aún en el mundo cotidiano, trabajan y actúan como si su objeto de
estudio existiera al margen de su pensamiento, lo cual parece ser una manifestación de
lo poco que respetan sus consideraciones filosóficas reservadas para las discusiones en
los seminarios y en las cafeterías. ¿Qué valor puede tener una filosofía científica que es
inaplicable cuando se hace ciencia? ¿Puede haber una filosofía científica al margen del
quehacer científico? Y a la inversa. ¿Qué sentido puede tener una ciencia que no dice
nada del mundo objetivo? ¿Cómo puede tener valor práctico algo que no tiene conexión
más que con nuestra subjetividad? En realidad el positivismo como filosofía de la ciencia
es inútil justo cuando se hace ciencia, es como un paraguas que es inútil justo cuando
llueve, como explica Engels: "¿Qué se pensaría de un zoólogo que dijese: un perro
parece tener cuatro patas, pero qué sabemos si en realidad tiene cuatro millones de
patas o ninguna? (...) pero los hombres de ciencia se cuidan de no aplicar la frase de la
cosa en sí a las ciencias naturales; sólo se lo permiten al pasar a la filosofía. Esta es la
mejor prueba de la poca seriedad con que la toman, y del escaso valor que posee. Si se
tomara en serio, ¿de qué serviría investigar nada?"123.

Es una pena y un indicador verificar que detrás de la ortodoxia hay intereses no


meramente científicos (como el prestigio y el control de los recursos de los institutos por
ejemplo, que la posición de EPR, planteada por Einstein, Podolsky y Rosen, (además de
Erwin Schrödinger y el mismo Planck), que postula una interpretación materialista de la
física cuántica ha sido silenciada deliberadamente y que generalmente no sea planteada
con tanta insistencia como la visión ortodoxa, evitando una discusión general racional al
respecto. "Tal intento de callar el problema no es neutro", nos dice Clemente de la
Torre, "sino que favorece una interpretación ortodoxa de la teoría que se adoptó en sus
principios, sustentada por la enorme autoridad, bien merecida, de Bohr, Heisenberg y
otros de sus fundadores. Hoy, la mayoría de los físicos que investigan temas
fundamentales de esta teoría no se adhieren a dicha interpretación y encuentran
necesaria una actitud más crítica en la didáctica de la física cuántica"124.

Einstein, Podolsky y Rosen publicaron en 1935 ¿Puede considerarse completa la


descripción que de la realidad física da la Mecánica Cuántica?, en donde
fundamentalmente se argumenta que la mecánica cuántica describe fenómenos reales
existentes, con independencia de la subjetividad. Las partículas subatómicas tienen
simultáneamente posición y velocidad y el hecho de no poderla determinar con los
instrumentos teóricos a nuestra disposición sólo significa que la física cuántica como
teoría aún es incompleta y está en proceso de elaboración; existen variables ocultas que
por principio no son incognoscibles y que nos obligan, por ahora, a considerar de manera
probabilística dichos fenómenos. En este argumento debemos señalar dos elementos: a)
que se reconoce la existencia del mundo material y b) que la física cuántica es sólo una
aproximación a los fenómenos objetivos, dejando fuera de su consideración variables
ocultas que impiden su precisión absoluta, es decir, la física cuántica no es una teoría
completa. El destacado investigador Luis de la Peña señala la esencia de la posición de
EPR y la suya: "(...) se considera que la función de onda describe un sistema material
que existe con independencia de nosotros y que tiene la propiedad objetiva de
encontrarse en ese estado, independientemente de nuestro conocimiento sobre el
sistema"125.

De igual manera, Erwin Schrödinger ridiculizó la visión ortodoxa en su famoso


experimento conocido como el gato de Schrödinger, en donde un gato es encerrado en
una caja con un frasco de cianuro y un tubo con un átomo que emite un electrón al
segundo de cerrar la caja, electrón cuya probabilidad de salir hacia la izquierda o hacia
la derecha es igual. En el lado derecho tenemos un detector de electrones que de ser
activado romperá el frasco de cianuro y, consecuentemente, el gato morirá y del lado
izquierdo el electrón saldrá y el gato vivirá. Si la visión ortodoxa es correcta, el "colapso
de función de estado" o determinación de la posición del electrón sólo ocurre con la
visión subjetiva del fenómeno, es decir, la posición del electrón no se materializa más
que cuando alguna subjetividad se digna mirar dentro de la caja. Como la probabilidad
del electrón hacia la izquierda (gato muerto) y a la derecha (gato vivo) es, en este caso,
igual, mientras no abramos la caja, el electrón no tiene, según la visión positivista, ni
posición ni velocidad, por no ser propiedades objetivas, por tanto el gato, mientras no
se mire dentro de la caja, ¡no estará ni vivo ni muerto! Las implicaciones de este
conocido experimento mental son claras: evidentemente el gato ya estaba vivo o muerto
antes de que el científico abriera la caja, el científico sólo cobra conciencia de un hecho
preexistente a su constatación subjetiva; consecuentemente el electrón tiene posición y
velocidad, independientemente de la subjetividad y la observación; y el hecho de que en
los fenómenos cuánticos las variables de posición y velocidad estén íntimamente
vinculadas no impide su carácter material, ni es argumento (ni siquiera desde el punto
de vista de la lógica formal) para negar su objetividad.

El adoptar una postura conscientemente materialista no se reduce a adquirir una


postura consistente con la ciencia moderna y en particular de la física cuántica, como
habían señalado ya los clásicos del marxismo. Todo error en la teoría se refleja tarde o
temprano en la práctica. La posición filosófica en la ciencia en tanto que unidad teórico-
práctica deriva en resultados concretos, como el investigar o no fenómenos de interés
para la ciencia moderna que de acuerdo con la visión idealista de Copenhague no tendría
ningún sentido investigar, en efecto, si la cosa en sí es incognoscible y "el principio de
incertidumbre" significa que no hay leyes ni causalidad objetivas "no hay mucho más que
investigar en relación al comportamiento azaroso de los electrones", nos dice Luis de la
Peña, "pero si se cree que el fenómeno azaroso es causado por algún agente externo," (o
interno agregaríamos nosotros) "es evidente que este agente requiere de una cuidadosa
investigación física, lo que abre un amplio terreno a la investigación"126.

Una alternativa materialista y dialéctica fascinante a la explicación de la


estocasticidad (aleatoriedad) de los fenómenos cuánticos constituye la teoría del caos,
que tiene algunas diferencias secundarias con las postura materialista de EPR. No es
necesario buscar la causa de la aleatoriedad en fenómenos externos sino en una
característica inmanente de este tipo de fenómenos: la acción o susceptibilidad
asombrosa a los cambios por interacción dinámica, o en palabras de teoría del caos
"susceptibilidad a las condiciones iniciales" pueden ser indicadores de que los fenómenos
cuánticos son fenómenos explicables en términos de caos. Son caóticos y ordenados al
mismo tiempo o, en otras palabras, del desorden y aleatoriedad de las partículas
elementales, aleatoriedad inevitable en virtud de su susceptibilidad a los pequeños
cambios, de sus velocidades inmensas y su complejidad aún mayor que en la
termodinámica; nace el orden a gran escala, orden probabilísticamente determinado con
la función de onda. El orden y las leyes que nacen del desorden del caos es tan
sorprendente que el margen de error de la medición del momento magnético, por
ejemplo, es del orden de uno en 10.000 millones; la incertidumbre en la mecánica
cuántica no es obstáculo para adquirir certidumbres que superan la precisión de la
mayoría de las ciencias.

Así, las variables ocultas que buscaba Einstein y la posición EPR, podrían encontrar su
explicación en la teoría del caos y en las características inmanentes de los fenómenos
cuánticos; efectivamente, las partículas tienen posición y velocidad independientemente
de la observación y medición (el hecho mismo de que la medición objetiva transforme el
estado nos dice mucho sobre las leyes objetivas de ese fenómeno) pero su medición no
puede ser más que probabilística por las características mismas que no pueden ser
explicables en función de las partículas aisladas sino del todo cualitativamente distinto.
Se ha comprobado más allá de cualquier duda, que los sistemas cuánticos son sistemas
orgánicos o dialécticos irreductibles a las partes componentes; éstas son precisamente
las características fundamentales de los sistemas caóticos o dialécticos que conjugan
dialécticamente el orden y el desorden, el todo y las partes. "Por tanto", nos dice Ilya
Prigogine, "en mecánica cuántica tiene que haber un mecanismo intrínseco que lleve a
los aspectos estadísticos observados (...) este mecanismo es, precisamente, la
inestabilidad, el caos"127. Independientemente del desarrollo ulterior de la física
cuántica y de que las causas de la aleatoriedad se encuentren en la teoría del caos o en
algún factor externo ³la teoría del caos es aún muy joven³ , no cabe duda que la
solución de esta fructífera polémica se dará en el campo del materialismo y de la
búsqueda de la solución en el mundo objetivo y sus leyes inmanentes. La preocupación
esencial de Einstein: que la mecánica cuántica, como la ciencia en general, describen el
mundo independientemente del observador, sustituirá, sin duda, a la ortodoxia, cada
vez más cuestionada y criticada.

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Ö 
 
           
 

Y si miramos preparar ajenjos

Sentimos amargor: tanta certeza

Tenemos de que envían emisiones

De sí todos los cuerpos de continuo,


Que a todas partes giran sin pararse,

Y sin interrumpir jamás su flujo,

 
88!99 

Cuando a principios de siglo Ernest Rutherford descubrió el núcleo atómico, abrió un


nuevo horizonte de investigación y con el consiguiente descubrimiento de la estructura
interna del núcleo, se comprendió mejor la fuente de las cuatro fuerzas fundamentales
de la naturaleza (fuerza nuclear fuerte, débil, fuerza electromagnética y gravitatoria),
comprensión que aún está muy lejos de ser exhaustiva, pero que permite comprender
muchas interrogantes aparentemente inextricables y sin relación aparente, como el
origen de las galaxias, la tabla periódica de los elementos y las propiedades de las
partículas más increíblemente pequeñas y efímeras hasta ahora conocidas.

Tanto Hegel como Engels se mofaron del uso indiscriminado del término fuerza, que en
muchos casos servía como un pretexto deus ex machina para ocultar nuestra ignorancia
sobre las verdaderas causas de los fenómenos naturales. A lo más, el concepto de fuerza
era pertinente en la mecánica clásica en donde el impulso venía de una fuerza externa
al sistema. Pero en la explicación de los campos por la mecánica cuántica relativista esa
necesidad de fuerzas externas ha sido superada; las fuerzas, si es que es correcto seguir
usando ese término, se explican por la emisión de cuantos o, mejor dicho, por la unidad
dialéctica entre radiación y absorción de partículas materiales que interactúan y
transforman a la partícula emisora y receptora; cuantos que provienen de la estructura
interna de las partículas elementales (demostrando que no son tan elementales) y de la
unidad materia-energía de la relatividad de Einstein; ya no hay necesidad de acudir a
fuerzas misteriosas y externas a las que son tan aficionados los místicos y ocultistas
charlatanes.

El átomo constituye el punto crítico o salto cualitativo donde comienza a operar de


manera decisiva el electromagnetismo, que permite la unión molecular. Con la unión de
moléculas en cuerpos de tamaño suficiente para hacer despreciable la longitud de onda
de Schrödinger se da el salto cualitativo a la fuerza gravitatoria, que es 10-11 veces más
pequeña que la electromagnética, y que, no obstante, tiene una influencia infinita ³
aunque inversamente proporcional al cuadrado de la distancia³ y opera ya entre dos
objetos, desde la manzana que según la leyenda cayó en la cabeza de Newton hasta el
colapso gravitacional de los agujeros negros; cuando bajamos de escala hasta los 10-15
metros (fermis) se niega dialécticamente el electromagnetismo: el electromagnetismo
sigue existiendo a este nivel pero su presencia ya no juega el papel decisivo, estamos
ante un caso de "negación de la negación". Ahora los protones que por
electromagnetismo se repelerían mutuamente, se pueden unir entre si y con los
neutrones para formar el núcleo atómico (en un espacio que en el caso del núcleo de
carbono es, con relación al átomo de 60.000 a 1, a pesar de que el tamaño del protón es
2.000 veces mayor al electrón).

Por su magnitud espectacular, 100 veces superior a la electromagnética, esta


interacción entre la materia es conocida como la fuerza nuclear fuerte, aunque su
campo de acción es infinitamente pequeño. Por esta limitación los núcleos atómicos
tienen una barrera potencial de 84 protones para su tamaño a partir de este punto
cualitativo el núcleo se transforma de estable en inestable, el núcleo de uranio, por
ejemplo, es tan grande que esta al borde del caos, la frágil unión nuclear se puede
romper más allá de la capacidad de la fuerza nuclear fuerte para mantener el núcleo
como unidad dinámica, expulsando violentamente el contenido del núcleo en forma de
una temible explosión atómica con la liberación de la energía implícita a la materia,
poniendo de relieve su unidad dialéctica y mostrando un ejemplo concreto y violento de
salto cualitativo. La fuerza nuclear fuerte, además, consiste en la tensión dinámica de
tendencias opuestas: atracción-repulsión y absorción-radiación: este campo es atractivo
y repulsivo de manera simultánea; se vuelve repulsivo cuando los nucleones casi se tocan
y atractivo cuando atractiva cuando se "alejan" a 3 o 4 veces el radio del protón; se
transforma cualitativamente en su contrario mas allá de este punto cuantitativo. Por su
parte el proceso dialéctico absorción-emisión se manifiesta con la emisión recíproca de
una partícula virtual liberada de la energía interna de los nucleones (protones y
neutrones) transformada en materia, partícula conocida como mesón (por tener masa
media entre el protón y el electrón) que viaja a velocidades cercanas a la de la luz y
cuya vida media es de 10-23 segundos; esta partícula es el cuanto o partícula asociada a
este campo, que interactúa con los nucleones y los mantiene unidos.

Con el surgimiento dialéctico de la fuerza nuclear fuerte aparece la fuerza nuclear


débil que es responsable de la desintegración radiactiva, verdadero alquimista de la
naturaleza, en virtud del cual las partículas radioactivas o inestables se transforman en
un elemento totalmente diferente; así, por ejemplo, "en un gramo de radio cada
segundo se transforman 37.000 millones de átomos en átomos de otro elemento, el
radón, que es un elemento gaseoso"128 y este cambio cualitativo espectacular se dio
porque el átomo de radio perdió sólo dos unidades cuantitativas en su número atómico.
Además la fuerza nuclear débil se manifiesta en el interior del núcleo de una manera
dialécticamente asombrosa: esta fuerza transforma un neutrón en un protón emitiendo
en el acto un electrón; a su vez el protón se transforma en neutrón emitiendo en el acto
un positrón (antipartícula del electrón) y todo ello en la inimaginable fracción de tiempo
de 10-23 segundos. ¿Qué sentido puede tener aquí el prejuicio de que A es igual a A,
cuando esa A se transforma en B y esa B en A millones de veces en milésimas de
segundo? ¿No tendríamos literalmente que decir que la identidad de A permanece
cambiando y trasformándose en su contrario para volver a ser la misma millones de
veces en milésimas de segundo? Las leyes de identidad son útiles cuando estudiamos la
estructura formal de los juicios y en los estrechos límites de la vida cotidiana, pero
constituye una necedad proyectarla como esencia ontológica del mundo. La necia
dialéctica de la naturaleza se impone aquí una vez más.

Al mismo tiempo, un miserable átomo, por su campo electromagnético, tiene una


influencia infinita, verdaderamente el átomo es una unidad discreta, finita,
determinada, cuya existencia finita tiene una influencia infinita. Incluso los cuerpos del
tamaño de nuestra experiencia cotidiana y base de todos nuestros prejuicios lógicos
(A=A), al contrario de lo que afirmaron los empiristas estrechos, no constituyen entes
aislados o "hechos atómicos" (en la terminología arbitraria e inapropiada de
Wittgenstein130) sin ninguna vinculación, cuyo conocimiento no nos dice nada acerca
del mundo en su totalidad. En realidad su influencia es infinita ya que su campo
gravitatorio tiene un alcance infinito. Conocemos elementos de lo infinito por medio de
lo finito. Lo finito e infinito no están separados por un abismo, por la relación universal
de la materia y la unidad dialéctica entre lo finito y lo infinito, de la cual el campo
gravitacional y el electromagnético constituye sólo un ejemplo. Podemos constituir una
concepción general del mundo sin necesidad de ningún misticismo ni charlatanería.

Con el descubrimiento de la dinámica del núcleo atómico, se ha podido fundamentar la


tabla periódica de los elementos químicos; las propiedades cualitativas de los elementos
están en función de las diferencias cuantitativas de sus pesos atómicos o más
precisamente, del número de protones en el núcleo. El extraordinario genio de
Mendeleyev consiste en que, sin tener noticia sobre la estructura del átomo y solamente
con el conocimiento cuantitativo de los pesos atómicos, relacionó y organizó la tabla
periódica vinculando la cantidad con la cualidad, descubriendo que propiedades
similares se repetían periódicamente por el simple aumento de los pesos atómicos;
propiedades que "se niegan y se conservan al mismo tiempo" y que se transforman de la
cantidad en calidad, como diríamos en lenguaje dialéctico. "Y la demostración de esto es
brillante" ³escribió Engels a quien produjo honda impresión la conquista del
pensamiento del gran químico ruso³, "Mendeleyev probó que las distintas brechas que
ocurren en la serie de elementos emparentados, organizados según los pesos atómicos,
indicaba que en ellas había nuevos elementos que descubrir. Describió por anticipado las
propiedades químicas generales de uno de esos elementos desconocidos (...) Locoq de
Boisbaudran descubrió ese elemento, y las predicciones de Mendeleyev concidían con
muy leves discrepancias. El eka-aluminio fue, a partir de entonces, el galio. Por medio
de la aplicación ³inconsciente³ de la ley de Hegel, de la transformación de la cantidad
en calidad, Mendeleyev realizó una hazaña científica que no es excesiva audacia
equiparar con la de Leverrier, cuando calculó la órbita del planeta Neptuno, hasta
entonces desconocido"131. A pesar de esta hazaña científica, Mendeleyev mismo creía
que los elementos químicos eran inmutables, el oro siempre sería oro y el plomo, plomo
hasta el final de los tiempos. El gran revolucionario León Trotsky comentó al respecto de
las implicaciones de la radiactividad: "Hasta muy recientemente los científicos
supusieron que en el mundo existían cerca de noventa elementos, que estaban más allá
de todo tipo de análisis y que no podían ser transformados el uno en el otro. Esta noción
contradecía al materialismo dialéctico, que habla de la unidad de la materia, y, lo que
es todavía más importante, de la transformación de los elementos de la materia"132.
Como comenta Trotsky, la periodicidad de las propiedades de los elementos y el
conocimiento de la radiactividad, manifestación de la fuerza nuclear débil, ha logrado
no sólo la conciencia del hecho de que la naturaleza misma transforma y crea a los
elementos químicos en las profundidades de las estrellas y en las explosiones de
supernova, sino el acariciado sueño medieval de los alquimistas, la transformación
deliberada de los elementos químicos. "Desde entonces, casi todos los elementos
conocidos han sido transmutados por medio del bombardeo con diversas partículas (...)
Hoy día , el mercurio puede transformarse de hecho en oro, mediante técnicas
nucleares; pero el costo actual de esta transmutación sería tan elevado que el proceso
sería un fracaso económico"133.
Más sorprendente aún es el hecho de que con la aplicación ³aunque inconsciente por
parte de la mayoría de los científicos³ de las leyes dialécticas implícitas a la física
moderna, específicamente en las propiedades periódicas de los elementos y en la física
cuántica, se han podido producir elementos químicos inexistentes en la naturaleza,
creando núcleos atómicos artificiales que por sus características son útiles para el
hombre. El hombre conoce a la naturaleza transformándola objetivamente. Junto con la
transformación de sus relaciones sociales, la historia de la naturaleza, desde la
emergencia activa del hombre, no se puede separar de la historia de la humanidad. La
interacción hombre-naturaleza se va volviendo más determinante conforme avanza el
potencial técnico del ser humano. Con el desenvolvimiento de los modos de producción y
a medida que, de ser esclavo de la naturaleza, el hombre se convierte en su amo, aun
cuando dentro del capitalismo el amo sea estúpido y egoísta (todo un burgués
contemporáneo), el capitalismo ha llevado esta transformación hasta sus límites, dentro
de lo que cabe, en una sociedad de clases y ha vuelto a las fuerzas productivas,
potencial emancipatorio en una sociedad sin clases, contra el hombre mismo; como su
"nuevo amo" aparentemente indomable. Para Marx, el hecho de que no sólo podamos
reproducir la cosa en sí sino además crear cosas en sí como cosas para nosotros que no
existían antes de la intervención objetiva del ser humano, representa una prueba
asombrosa de la terrenalidad y objetividad del pensamiento del hombre y la posibilidad
misma de poner sus resultados bajo el control democrático de la humanidad.

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