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F.

MARTÍN PINEDO AUBIÁN - Casos Prácticos

Caso Práctico 2 – ¡Primero, dinero...!!!

Juan Quevedo es un comerciante informal que se gana la vida vendiendo golosinas en


las calles. Trabaja muy duro para poder mantener a su conviviente y sus tres menores
hijos, que viven en un barrio muy humilde de la periferia de la ciudad. En toda su vida
lo único que ha deseado es poder mejorar su precaria situación económica, lo cual es
motivo de constantes discusiones al interior de su hogar ya que su conviviente alega
que lo que gana no alcanza ni para comer.

Lucio Arriola es un joven abogado de mucho éxito y catedrático en una prestigiosa


universidad privada, que luego de dos años acaba de regresar de los EE.UU. después
concluir su maestría. El sabe que para poder seguir destacando profesionalmente es
necesario mantener su bien ganada reputación, evitando situaciones perjudiciales que
lo puedan comprometer.

En circunstancias que Lucio Arriola se desplazaba por una muy transitada avenida
principal al volante de su lujoso auto Toyota, y poco acostumbrado al tormentoso
tráfico de la ciudad, decide cortar camino por una de las calles adyacentes para poder
llegar a tiempo a una importantísima reunión con unos clientes extranjeros en su
oficina. Al mismo tiempo coge su teléfono celular e intenta comunicarse con su oficina
para avisar que va a llegar retrasado a su reunión. Con toda esa preocupación no puede
llegar a percatarse que la luz del semáforo cambia a rojo y en cuestión de pocos
segundos atropella al pobre de Juan Quevedo, quien solamente sufre contusiones leves
pero que queda con su triciclo y toda su mercadería estropeada.

Lucio, muy preocupado, decide llevar a Juan a una posta médica cercana para que lo
puedan atender de emergencia y le deja US$ 200 para los posibles gastos así como su
tarjeta para que lo llame en caso de complicarse su situación médica, luego de lo cual
parte rápidamente a su reunión. Saliendo de la posta Juan toma un taxi a su casa, y en el
camino conversa con el taxista acerca de lo ocurrido y de lo afortunado que había sido
ya que a pesar del accidente y de la pérdida de su mercadería el dinero que había
recibido le era más que suficiente para poder cubrir las necesidades básicas de su hogar
por un tiempo. El taxista le sugiere a Juan que, como se acostumbra en otros países,
solicite una indemnización teniendo en consideración el nivel económico y el prestigio
del abogado que lo había atropellado, algo que podría ser la única salida para sus
penurias económicas, y le recomienda a un pariente que es abogado.

Diez días después del accidente, Lucio recibe una invitación para conciliar
extrajudicialmente en la que Juan solicita US$ 30,000 por concepto de indemnización
producto del accidente. No niega que hay que indemnizar a Juan pues estima que el
accidente podría haber traído secuelas, pero considera que el monto es sumamente
excesivo, a la vez que estima la inconveniencia de que este incidente trascienda al
ámbito judicial, por lo que decide acudir a la audiencia.

© M. Pinedo A., 2001

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