Está en la página 1de 3

El amor es un concepto universal relativo a la afinidad entre seres, definido de diversas formas

según las diferentes ideologías y puntos de vista (artístico, científico, filosófico, religioso). De
manera habitual, y fundamentalmente en Occidente, se interpreta como
un sentimiento relacionado con el afecto y el apego, y resultante y productor de una serie
de actitudes, emociones y experiencias. En el contexto filosófico, el amor es una virtud que
representa todo el afecto, la bondad y la compasión del ser humano. También puede
describirse como acciones dirigidas hacia otros y basadas en la compasión, o bien como
acciones dirigidas hacia otros (o hacia uno mismo) y basadas en el afecto.

El amor altruista implica una entrega desinteresada al otro sin exigirle reciprocidad y
depositando la confianza en él, y además es sacrificado, paciente y amable, anteponiendo la
felicidad de la persona amada a la suya propia. Este tipo de amor, que responde al concepto
clásico judeocristiano de amor, no parece ser muy frecuente. Cada uno de los modelos de
amor descritos refleja un tipo ideal que no aparece aisladamente o en estado de pureza, sino
que puede presentarse como un episodio en el transcurso de una relación de pareja, o con
más frecuencia manifestarse combinado con uno o más tipos estilos amorosos.

COMPRESIÓN

La comprensión es la capacidad para captar y entender los distintos ánimos que influyen en la
forma de ser, en el estado de ánimo y en el comportamiento de otras personas.

Comprender es sentir con el otro. Ser solidario. Ponerse en su sentimiento, pensamiento,


ambiente, con su gente y en su lugar. La comprensión implica la empatía para percibir el
mundo interior de la otra persona y sus circunstancias emocionales, como si uno fuera esa
persona, pero sin perder la identidad de observador.

Para una clara comprensión es necesario esforzarse en entender con miras a ayudar,
analizando o viendo las cosas desde puntos de vistas ajenos a los nuestros, y teniendo en
cuenta las circunstancias.
Comprender es entender una idea o una situación, es captar el significado de algo, pero para
comprender algo o a alguien hay que ponerse en sus zapatos o en su lugar.

La comprensión de los demás no tiene como objetivo cambiarlos, encasillarlos a nuestras


medidas, sino tomar a las otras personas como son, con sus cualidades y defectos, es decir,
con respeto.

Comprender no necesariamente significa aceptar todo. Puedo entender a una persona, pero
puedo no aceptar su conducta. Son las ideas y la conducta lo que debemos juzgar y rechazar,
no a la persona.

Cuando existe la comprensión es más fácil vivir la tolerancia. Pero tolerancia no implica
indiferencia. Ser tolerante significa respetar a las personas aunque piensen distinto a mí; es
discrepar de las ideas con razones sin atacar a nadie

Tolerancia se refiere a la acción y efecto de tolerar. Como tal, la tolerancia se basa en el


respeto hacia lo otro o lo que es diferente de lo propio. La palabra proviene del latín tolerantĭa,
que significa ‘cualidad de quien puede aceptar'.
La tolerancia es un valor moral que implica el respeto íntegro hacia el otro, hacia sus ideas,
prácticas o creencias, independientemente de que choquen o sean diferentes de las nuestras.
En este sentido, la tolerancia es también el reconocimiento de las diferencias inherentes a la
naturaleza humana, a la diversidad de las culturas, las religiones o las maneras de ser o de
actuar.
Por ello, la tolerancia es una actitud fundamental para la vida en sociedad. Una persona
tolerante puede aceptar opiniones o comportamientos diferentes a los establecidos por su
entorno social o por sus principios morales. Este tipo de tolerancia se llama tolerancia social
en las personas.
De la tolerancia a la inmoralidad
¿Puede uno pasarse de tolerante? En 1993, el senador estadounidense Dan Coats habló de
“una batalla por el sentido y la práctica de la tolerancia”. ¿A qué se refería? Él deploraba que, en
nombre de la tolerancia, haya quienes “pierdan la fe en la verdad moral: en el bien y el mal, en lo
correcto y lo incorrecto”. Tales personas opinan que la sociedad no tiene el derecho de juzgar si
determinada conducta está bien o mal.
En 1990, lord Hailsham, político británico, escribió que “el enemigo más funesto de la moral
no es el ateísmo, el agnosticismo, el materialismo, la codicia ni ninguna otra causa comúnmente
aceptada. Su auténtico enemigo es el nihilismo: en el sentido más estricto del término, no creer en
nada”. Obviamente, si no creemos en nada, carecemos de normas que definan la conducta
apropiada, y todo es tolerable. Pero ¿está bien tolerar todo tipo de conducta?
El director de una escuela secundaria de Dinamarca opinaba que no. A principios de los años
setenta se quejó en un artículo de periódico de que la prensa anunciara espectáculos
pornográficos en los que copulaban personas y animales. Aquellos anuncios se autorizaron en
aras de la “tolerancia” danesa.
Por consiguiente, es problemático pecar tanto por defecto de tolerancia como por exceso. ¿Por
qué será tan difícil evitar los extremismos y mantener el debido equilibrio? Tenga la amabilidad de
leer el siguiente artículo.

También podría gustarte