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Ahora bien, el autor reconoce que, para asumir una aproximación a una noción de
la interculturalidad, hay que asumir un cambio de perspectiva drástico en tanto que
la pregunta ya no es por la definición en el afuera, todo lo contrario, la pregunta sería
por el adentro del sujeto; esto es ¿qué tengo de intercultural yo? para poder tener
una aproximación desde lo propio y ser interpelado desde ahí, lo que implica
aprender a pensar de otro modo, asumir una especie de “analfabetismo” intercultural
e iniciar un proceso de “alfabetización” desde el diálogo intercultural que relaciones
experiencias sobre ello y así poder reconocer otras formas de nombrar lo que
queremos; esto es, reconocer que mi “definición” es un punto de partida para lograr
un diálogo intercultural acerca de la interculturalidad.
Entendida la filosofía como un saber hacer realidad, Fornet asume una perspectiva
de la interculturalidad más allá de la comunicación racional, pues en tanto práxis de
vida, la propone como una práctica envolvente, un dejarse “abordar”, “tocar”,
“impresionar” en tanto experiencia con el otro en la cotidianidad, lo que le permite
plantearnos que es un saber práctico, de experiencia de vida entre las culturas, y
por lo tanto la cultura asume una dimensión histórica.
Ahora bien, ese saber de la cultura será entonces un saber de frontera en tanto
movimiento y tránsito pero no en una relación del adentro y el afuera, más bien es
un tránsito interno con uno mismo en tanto el otro reconocido está adentro de lo
propio y no afuera objetivado.
Primero, las culturas son procesos abiertos de trato y contrato con lo ajeno en un
proceso de apropiación y crecimiento con y desde el otro.