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Aproximación a la semiología / semiótica

La semiología / semiótica puede ser considerada desde tres perspectivas diferentes: como práctica
intuitiva, como teoría y como práctica profesional.

a).Como práctica intuitiva: involucra a todo el ser humano ya que el hombre usa espontánea y hasta
inconscientemente la semiótica, aunque ignore su existencia. La semiosis es el proceso de interpretación y
adjudicación de significados. La relación del hombre con su entorno se cumple por la interacción de tres
entidades: pensamiento, semiosis y mundo (que es el mundo semiótico posible, es decir, cognoscible en
determinado momento).
Como facultad, la semiótica es la capacidad cognitiva de que disponen los seres humanos para producir
e interpretar toda la clase de signos: icónicos, indiciales y simbólicos.
Todo lo que vemos, percibimos, conocemos, sentimos, intuimos, soñamos, etc.; lo podemos pensar
porque significa, es decir, está semiotizado.
Sin este proceso de semiotización no podríamos identificar las entidades de nuestro entorno. Y esto es
así porque existen dos clases de objetos: los que semiotizan y los semiotizados. En otros términos: los signos
y los objetos semióticos
El objeto semiótico no es un signo, sino que recibe ese nombre porque ya está semiotizado, es decir, ya
ha sido construido desde alguna semiosis sustituyente ya sea verbal (simbólica), visual (icónica),
comportamental (indicial), etc. Para que algo llegue a ser un objeto semiótico es necesario que un signo lo
enuncie. Por ejemplo, puedo semiotizar “cigarrillo” verbal, visual o gestualmente.
El signo es la semiosis sustituyente; es aquello que interviene como enunciador, es decir, aquello que
semantiza a algo diferente de sí mismo.
En síntesis: lo que enuncia es un signo y lo que resulta enunciado es objeto semiótico. O también: la
semiosis sustituyente está constituida por signos y la semiosis sustituida está constituida por objetos
semióticos.

b).Como teoría semiótica involucra a los pensadores que han reflexionado, y continúan haciéndolo,
acerca del comportamiento semiótico o semiológico.
La semiótica se define por el campo de investigación que le pertenece: los fenómenos significantes, los
objetos de sentido, los sistemas de significación (todos los lenguajes) y las prácticas significantes, que son
esencialmente prácticas sociales.
La semiótica como disciplina es un conjunto de conceptos y operaciones destinado a explicar cómo y por
qué un determinado fenómeno adquiere, en una determinada sociedad y en un determinado momento
histórico de una sociedad dada, una determinada significación: cuál es, cómo se la comunica y cuáles son sus
posibilidades de transformación. Es decir, estudia la significación de los fenómenos sociales.
La semiótica trata de responder por qué algo significa. Su objetivo es conocer acerca de la semiosis, por
lo tanto se ocupa de la descripción de las condiciones de producción y comprensión del sentido
(interpretación).
El término interpretación involucra una doble tarea: la de reconocimiento y la de interpretación
propiamente dicha. La primera culmina, por ejemplo, cuando en un museo el espectador sabe qué es lo que
está viendo y está capacitado para asignarle un nombre ; la segunda se produce cuando el espectador
vincula lo que está viendo con diversos aspectos del sistema cultural del que participa. Supone la capacidad
para asignarle un contexto, tanto simbólico o conceptual, como existencial o utilitario.
La semiótica proporciona metodologías para explicar la significación (siempre plural, contradictoria y
competitiva) que posee, en un momento dado una sociedad determinada sobre un fenómeno concreto.
El campo de estudio de la semiótica ha tenido a lo largo de la historia, y fundamentalmente en el siglo
pasado, dos vertientes principales: por un lado aparece con el nombre de semiología y por el otro,
semiótica.
La primera surge a partir de los trabajos del lingüista Ferdinand de Saussure, que la define como “la
ciencia general de todos los sistemas de signos gracias a los cuales los hombres se comunican entre ellos”.
Esta vertiente dio origen a la semiótica estructuralista.
La segunda está representada por el filósofo norteamericano Charles Sanders Peirce, quien la define
como “la doctrina de los signos”. Esta vertiente dio origen a la semiótica interpretativa.
Oficialmente no existe diferencia entre semiótica y semiología, aunque el uso vincule más “semiología”
con la tradición europea y “semiótica” con la tradición anglosajona. El primer congreso de la Asociación
Internacional de Semiótica (1969) se decidió por semiótica.

c).Como práctica profesional, el hombre utiliza los conocimientos adquiridos mediante sus reflexiones
acerca de su comportamiento semiótico para intervenir conciente y eficazmente en la tarea de atribuirle
significado al mundo. Esta perspectiva involucra a determinados especialistas ya sea como práctica
profesional analítica o como práctica profesional productiva (semiótica aplicada).
Los métodos semióticos, sobre todo de interpretación y de análisis lingüístico, suelen aplicarse con
frecuencia en la descripción de los distintos fenómenos que forman un sistema ordenado. Es por ello que
hoy tenemos, por ejemplo, una semiótica de la literatura, del teatro, del cine, de la televisión, de la
arquitectura y del resto de las artes, de los diferentes fenómenos sociales tales como la publicidad, el diseño,
la gastronomía, el folklore, las religiones y los deportes, entre otros.
Otro gran grupo de fenómenos estudiados por la semiótica está formado por la kinésica, la proxémica,
los protocolos, los ritos, la moda y los juegos. Detrás de estos términos por supuesto se esconde una
cantidad ilimitada de ceremonias, fiestas, códigos, juegos y otros fenómenos muy variados y heterogéneos
que desempeñan, todos ellos una función social y tienen carácter semiótico.
Lo que caracteriza a la semiótica aplicada es que su objetivo es el estudio de los sistemas de signos, de
los cuales hemos podido mencionar aquí sólo una pequeña parte. Está basada en los conocimientos de la
semiótica teórica, aunque por otra parte contribuye a enriquecerla con sus resultados. Desde luego, también
la semiótica teórica puede estudiar dichos sistemas, en este caso para extraer conclusiones más generales.

Trabajo de Aplicación

1) Lean “Sigma” de Umberto Eco, y respondan:

a- Cuando Sigma sustituye la sensación de molestia por un nombre ¿Qué hace?


b- ¿Por qué dice que “nombrar es culturalizar”?
c- A partir del momento en que Sigma decide comunicar su molestia a un médico entra en un
“reticulado de signos”: Enumeren los signos que debe decodificar para llegar a su objetivo.

Supongamos que el señor Sigma, en el curso de un viaje a París, empieza a sentir molestias en el
«vientre». Utilizo un término genérico, porque el señor Sigma por el momento tiene una sensación confusa.
Se concentra e intenta definir la molestia: ¿ardor de estómago?, ¿espasmos?, ¿dolores viscerales? Intenta
dar nombre a unos estímulos imprecisos; y al darles un nombre los culturaliza, es decir, encuadra lo que era
un fenómeno natural en unas rúbricas precisas y «codificadas»; o sea, que intenta dar a una experiencia
personal propia una calificación que la haga similar a otras experiencias ya expresadas en los libros de
medicina o en los artículos de los periódicos.
Por fin descubre la palabra que le parece adecuada: esta palabra vale por la molestia que siente. Y
dado que quiere comunicar sus molestias a un médico, sabe que podrá utilizar la palabra (que el médico está
en condiciones de entender), en vez de la molestia (que el médico no siente y que quizás no ha sentido
nunca en su vida).
Todo el mundo estará dispuesto a reconocer que esta palabra, que el señor Sigma ha
individualizado, es un signo, pero nuestro problema es más complejo.
El señor Sigma decide pedir hora a un médico. Consulta la guía telefónica de París; unos signos
gráficos precisos le indican quiénes son médicos, y cómo llegar hasta ellos.
Sale de casa, busca con la mirada una señal particular que conoce muy bien: entra en un bar. Si se tratara de
un bar italiano intentaría localizar un ángulo próximo a la caja, donde podría estar un teléfono, de color
metálico. Pero como sabe que se trata de un bar francés, tiene a su disposición otras reglas interpretativas
del ambiente: busca una escalera que descienda al sótano. Sabe que, en todo bar parisino que se respete,
allí están los lavabos y los teléfonos. Es decir, el ambiente se presenta como un sistema de signos
orientadores que le indican dónde podrá hablar.
Sigma desciende y se encuentra frente a tres cabinas más bien angostas. Otro sistema de reglas le
indica cómo ha de introducir una de las fichas que lleva en el bolsillo (que son diferentes, y no todas se
adaptan a aquel tipo de teléfono: por lo tanto, ha de leer la ficha X como «ficha adecuada al teléfono de
tipo Y.») y, finalmente, una señal sonora le indica que la línea está libre; esta señal es distinta de la que se
escucha en Italia, y por consiguiente ha de poseer otras reglas para «descodificarla»; también aquel ruido
(aquel bourdonnement, como lo llaman los franceses) vale por el equivalente verbal «vía libre».
Ahora tiene delante el disco con las letras del alfabeto y los números; sabe que el médico que busca
corresponde a DAN 0019, esta secuencia de letras y números corresponde al nombre del médico, o bien
significa «casa de tal». Pero introducir el dedo en los agujeros del disco y hacerlo girar según los números y
letras que se desean tiene además otro significado: quiere decir que el doctor será advertido del hecho de
que Sigma lo llama. Son dos órdenes de signos diversos, hasta el punto de que puedo anotar un número de
teléfono, saber a quién corresponde y no llamarle nunca; y puedo marcar un número al azar, sin saber a
quién corresponde, y saber que al hacerlo llamo a alguien.
Además, este número está regulado por un código muy sutil: por ejemplo, las letras se refieren a un
barrio determinado de la ciudad, y a su vez, cada letra significa un número, de manera que si llamara a París
desde Milán, debería sustituir DAN por los números correspondientes, porque mi teléfono italiano funciona
con otro código.
Sea como fuere, Sigma marca el número: un nuevo sonido le dice que el número está libre. Y
finalmente oye una voz: esta voz habla en francés, que no es la lengua de Sigma. Para pedir hora (y también
después, cuando explique al médico lo que siente) ha de pasar de un código a otro, y traducir en francés lo
que ha pensado en italiano. El médico le da hora y una dirección. La dirección es un signo que se refiere a
una posición precisa de la ciudad, a un piso preciso de un edificio, a una puerta precisa de este piso; la cita
se regula por la posibilidad, por parte de ambos, de hacer referencia a un sistema de signos de uso universal,
que es el reloj.
Vienen después diversas operaciones que Sigma ha de realizar para reconocer un taxi como tal,
los signos que ha de comunicar al taxista; cuenta también la manera como el taxista interpreta las señales
de tráfico, direcciones prohibidas, semáforos, giros a la derecha o a la izquierda, la comparación que ha de
efectuar entre la dirección recibida verbalmente y la dirección escrita en una placa...; y están también las
operaciones que ha de realizar Sigma para reconocer el ascensor del inmueble, identificar el pulsador
correspondiente al piso, apretarlo para conseguir el traslado vertical, y por fin el reconocimiento del piso del
médico, basándose en la placa de la puerta. Sigma ha de reconocer también, entre dos pulsadores situados
cerca de la puerta, el que corresponde al timbre y el que corresponde a la luz de la escalera; pueden ser
reconocidos por su forma distinta, por su posición más o menos próxima a la puerta, o bien basándose en
un dibujo esquemático que tienen grabado encima, timbre en un caso, lámpara en otro... En una palabra,
Sigma ha de conocer muchas reglas que hacen que a una forma determinada corresponda determinada
función, o a ciertos signos gráficos, ciertas entidades, para poder al fin acercarse al médico.
Una vez sentado delante de él, intenta explicarle lo que ha sentido por la mañana: «J’ai mal au
ventre».
El médico entiende las palabras, pero no se fía: es decir, no está seguro de que Sigma haya indicado
con palabras adecuadas la sensación precisa. Hace preguntas, se produce un intercambio verbal. Sigma ha
de precisar el tipo de dolor, la posición.
Ahora el médico palpa el estómago y el hígado de Sigma; para él algunas experiencias táctiles tienen
un significado que no tienen para otros, porque ha estudiado en los libros que explican cómo a una
experiencia táctil ha de corresponder determinada alteración orgánica. El médico interpreta las sensaciones
de Sigma (que él no siente) y las compara con las sensaciones táctiles que experimenta. Si sus códigos de
semiótica médica son adecuados, los dos órdenes de sensaciones han de corresponder. Pero las sensaciones
de Sigma llegan al médico a través de los sonidos de la lengua francesa; el médico ha de comprobar si las
palabras que se manifiestan por medio de sonidos son coherentes, de acuerdo con los usos verbales
corrientes, con las sensaciones de Sigma; pero teme que éste utilice palabras imprecisas, no porque sean
imprecisas sus sensaciones, sino porque traduzca mal del italiano al francés. Sigma dice “ventre”, pero quizás
quiere decir “foie” (y, por otra parte, es posible que Sigma sea inculto, y que para él, incluso en italiano,
hígado y vientre sean entidad indiferenciada).
Ahora el médico examina las palmas de las manos de Sigma y ve que tienen manchas rojas
irregulares: «Mal signo —murmura—. ¿No beberá usted demasiado?». Sigma lo reconoce:
«¿Cómo lo sabe?». Pregunta ingenua; el médico interpreta síntomas como si fueran signos muy elocuentes;
sabe lo que corresponde a una mancha, a una hinchazón. Pero no lo sabe con absoluta exactitud; por medio
de las palabras de Sigma y de sus experiencias táctiles y visuales ha individualizado unos síntomas, y los ha
definido en los términos científicos a los que lo ha acostumbrado la sintomatología que ha estudiado en la
Universidad, aunque sabe a qué síntomas iguales pueden corresponder enfermedades diferentes, y a la
inversa. Ahora ha de pasar del síntoma a la enfermedad de la cual es signo, y esto es cosa suya.
Esperemos que no tenga que hacer una radiografía, porque en tal caso tendría que pasar de los signos
gráfico–fotográficos al síntoma que representan, y del síntoma a la alteración orgánica. No trabajaría con un
único sistema de convenciones sígnicas, sino sobre varios sistemas. La cosa se hace tan difícil, que es muy
posible que equivoque el diagnóstico.
Pero de ello no vamos a ocuparnos. Podemos abandonar a Sigma a su destino (con nuestros mejores
deseos): si consigue leer la receta que le dará el médico (cosa nada fácil, porque la escritura de los
clínicos plantea no pocos problemas de descifrado), quizás se ponga bien y pueda aún gozar de sus
vacaciones en París.
Puede suceder, también, que Sigma sea testarudo e imprevisor, y que ante el dilema: «o deja de
beber o no puedo asegurarle nada sobre su hígado», llegue a la conclusión de que es mejor gozar de la vida
sin preocuparse por la salud, que quedar reducido a la condición de enfermo crónico que pesa alimentos y
bebidas con una balanza. En este caso, Sigma establecería una oposición entre Buena Vida y Salud, que no es
homologa de la tradicional entre Vida y Muerte; la Vida, vivida sin preocupaciones, con su riesgo
permanente, que es la Muerte, le parecería como la misma cara de un valor primario, la Despreocupación, al
cual se opondría la Salud y la Preocupación, ambas emparentadas con el Aburrimiento. Por lo tanto, Sigma
tendría su propio sistema de ideas (al igual que lo tiene en política o en estética), que se manifiesta como
una organización especial de valores o contenidos. En la medida en que tales contenidos se le manifiestan
bajo la forma de conceptos o de categorías mentales, también ellos valen por alguna otra cosa, por las
decisiones que implican, por las experiencias que señalan.
Según algunos, también ellos se manifiestan en la vida personal e interpersonal de Sigma como
signos. Ya veremos si ello es cierto. La verdad es que son muchos los que creen así.
Por el momento, lo que nos interesaba subrayar era que un individuo normal, ante un problema tan
espontáneo y natural como un vulgar «dolor de vientre», se ve obligado a entrar inmediatamente en un
retículo de sistemas de signos.; algunos de ellos, vinculados a la posibilidad de realizar operaciones
prácticas; otros, implicados más directamente en actitudes que podríamos definir como «ideológicas». Pero,
en cualquier caso, todos ellos son fundamentales para los fines de la interacción social, hasta el punto de
que podemos preguntarnos si son los signos los que permiten a Sigma vivir en sociedad, o si la sociedad en
la que Sigma vive y se constituye como ser humano no es otra cosa que un complejo sistema de
sistemas de signos.
En una palabra, ¿Sigma hubiera podido tener conciencia racional de su propio dolor, posibilidad de
pensarlo y de clasificarlo, si la sociedad y la cultura no lo hubieran humanizado como animal capaz de
elaborar y de comunicar signos?
Con todo, el ejemplo de que nos hemos valido podría inducir a pensar que esta invasión de los
signos solamente es típica de una civilización industrial, que puede observarse en el centro de una ciudad,
rutilante de luces, anuncios, señales de tráfico, sonidos y toda clase de señales; es decir, como si existieran
signos solamente cuando hay civilización, en el sentido más banal del término.
Pero es que Sigma viviría en un universo de signos incluso si fuera un campesino aislado del mundo.
Recorrería el campo por la mañana y, por la nubes que aparecen en el horizonte, ya sabría predecir el
tiempo que hará. El color de las hojas le anunciaría el cambio de estación, una serie de franjas del terreno
que se perfilan a lo lejos en las colinas le diría el tipo de cultivo para el que es apto.
Un brote de un matorral le señalaría el crecimiento de determinado tipo de plantas, sabría distinguir
los hongos comestibles de los venenosos, el musgo de un lado de los árboles le indicaría en qué parte está el
norte, si es que no lo había descubierto ya por el movimiento del Sol. No disponiendo de reloj, el sol le
señalaría la hora, y una ráfaga de viento le diría muchas cosas que un ciudadano de paso no sabría descifrar;
de la misma manera que determinado perfume (para él, que sabe dónde crecen algunas flores) quizás le
diría de qué parte sopla el viento.
Si fuera cazador, una huella en el suelo, un mechón de pelos en una rama de espino, cualquier
rastro infinitesimal le revelaría qué animales habían pasado por allí, e incluso cuándo...
O sea que, aun inmerso en la naturaleza, Sigma viviría en un mundo de signos.
Estos signos no son fenómenos naturales; los fenómenos naturales no dicen nada por sí mismos. Los
fenómenos naturales «hablan» a Sigma, en la medida en que toda una tradición campesina le ha enseñado a
leerlos. Así pues, Sigma vive en un mundo de signos, no porque viva en la naturaleza, sino porque,
incluso cuando está solo, vive en la sociedad; aquella sociedad rural que no se habría constituido y no habría
podido sobrevivir si no hubiera elaborado sus códigos propios, sus propios sistemas de interpretación de los
datos naturales (y que por esta razón se convertían en datos culturales).

Umberto Eco “Sigma” en El Signo (1988) Ed. Labor, Barcelona

2) Lean “Semiótica del Cine”, de Yuri Lotman, y respondan:

a- Lotman define a la semiótica como “una ciencia que estudia las comunicaciones en la sociedad
humana”. Además del leguaje verbal, ¿qué otras formas de comunicación da como ejemplos?

¿Qué es la semiótica? En su forma más primaria es una ciencia que estudia las comunicaciones en la
sociedad humana. Todos nos encontramos en comunicación constante unos con otros, intercambiamos
información y no podemos vivir sin hacerlo. Ésta es una condición básica para la vida, tanto como la
alimentación. Más aún, toda la historia de la humanidad es la lucha por recibir información acerca del
mundo y trasmitirla a otras personas. La necesidad de comunicación está incluida en la naturaleza misma del
hombre como animal social.
La forma más usual de comunicación es el lenguaje hablado, y, naturalmente, su terreno más estudiado fue,
y es la lingüística. Pero el intercambio de palabras no es el único medio de trasmitir información.
Con sólo mirarnos, los unos a los otros, enseguida podemos darnos a entender cosas muy
importantes; cuando queremos saber si nos están diciendo la verdad o si nos están mintiendo, es muy
importante ver la cara de la persona con la que estamos hablando. La expresión del rostro humano es
también una forma de lenguaje.
Otra forma de lenguaje es gestual. Hay un tipo de gestualidad cuando un hombre habla desde una
tribuna y otro cuando conversa con un amigo íntimo. Estos movimientos de las manos o del cuerpo siempre
expresan algo; pueden ser espontáneos e involuntarios y estar unidos a determinados sentidos.
Las acciones o prácticas de comportamiento también pueden ser signos y su significado depende del
sentido que cada cultura le confiera. Un ejemplo: en Rusia, en el siglo XII, si dos hombres libres se peleaban
con armas blancas y uno hería al otro, pero este último le pegaba al primero con el mango de la navaja, su
castigo era más severo que si lo cortaba. En el primer caso, según la ley, sólo se infligía una herida física,
pero en el segundo caso, se trataba de una ofensa aún mayor: significaba tratar a una persona como si fuera
un esclavo. De la misma manera, pegarle a alguien con un arma blanca se consideraba menos ofensivo que
una bofetada.
Los signos valen según aquello que sustituyen. La moneda obtiene valor solamente porque sustituye
a un objeto. En Robinson Crusoe, cuando el hombre estaba solo en la isla desierta, necesitaba cosas que se
utilizan directamente: ropa y comida. Para él hubiera sido totalmente inútil tener dinero en aquél momento,
porque era imposible poder gastarlo en ese lugar. En una isla desierta tampoco sirven de nada las medallas,
los uniformes o la ropa lujosa. Todas esas cosas se utilizan en la sociedad y sirven como signos para trasmitir
y comunicar.
También es un signo la palabra “vaso” pero es imposible beber la palabra. No podemos utilizar la
palabra como un objeto. La palabra sustituye al objeto y por esa razón podemos, sin tocar el objeto,
transmitir la palabra.
En la novela “Los viajes de Gulliver”, en la isla de Liliput, los científicos inventaron un medio de
comunicarse sin palabras. Ellos simplemente se colgaban todos los objetos sobre sí, y si tenían algo que
decir, por ejemplo “silla”, mostraban la silla a la persona con la que se querían comunicar. Era un lenguaje
sin signos, tenía la gran ventaja de que era totalmente imposible mentir con él, pero también era bastante
incómodo.
Las palabras son el invento más grande que hizo la humanidad y como otros grandes inventos,
pueden ser también objeto de abuso. Lo mismo sucede con los signos. Todo el tiempo, la cultura está creada
por signos. Cuando uno ve la ropa de una persona, enseguida recibe diversas informaciones: si es hombre o
mujer, si es niño o adulto, y hasta cuál es su oficio. Apenas se ve a alguien con uniforme militar, se sabe su
rango. Por el vestido, además, se sacan conclusiones sobre el gusto de alguien y sobre su personalidad,
porque uno “lee” la ropa como si se tratara de un libro.

Lotman, Yuri (1973) Semiótica, Ed. Voluntad, Bogotá, Colombia, pp. 45

3) Lean “El Signo” de Magariños de Morentín:

a- ¿Cómo se define “alienación”?


b- ¿Por qué cuando el hombre transforma (por una facultad natural) su universo externo e
interno en “signos” y se “distancia de lo real” al mismo tiempo que se aliena se humaniza?
c- ¿Por qué el hombre, en cada coyuntura histórica renuncia a generar su “propio sistema de
signos” y adopta “los sistemas de signos que le proponen”?

Saussure afirma que: “Existe una facultad general, que gobierna a los signos, y que es la facultad
lingüística”. Con ello, Saussure pone el acento, no sólo sobre los signos verbales sino sobre cualquier clase
de signos capaces, mediante la correspondiente convención, de sustituir.
Al plantear la facultad superior como natural, está estableciendo su cualidad diferencial respecto al
restante ámbito de lo biológico.
He aquí la primera formulación de este modelo de oposición:

HUMANIDAD

NATURAL ARTIFICIAL

Tratemos de ir atribuyendo un contenido a este par de términos.


El hombre, tomado en un determinado momento de su propia historia encuentra a su mundo
circundante constituido como un universo de signos. En virtud de la función derivada de su facultad
semiótica, resulta natural para el hombre significar cuanto le rodea, o sea, transformar a su universo externo
e interno en signos. Mediante esta modificación de su entorno (al cual el animal, utilizando otra vía, se
adaptaría), lo transforma en objeto de conocimiento y, así, su intervención consiste en la elaboración de
una específica artificialidad. La práctica de su humanidad en el mundo consiste en elaborar esas veladuras de
lo real, mediante las que se aliena definitivamente de lo natural y genera un ámbito específico a su
naturaleza: el ámbito de la significación. El hombre, mediante esta actividad de transformar a lo natural en
signos, resulta ser naturalmente artificial.
El modelo de oposición inicial se amplía, por tanto, del siguiente modo:

HUMANIDAD

NATURAL ARTIFICIAL
↓ ↓
Elaboración de su propia artificialidad ?

Si lo específicamente natural al hombre consiste en elaborar su propio nivel de artificialidad, como


consecuencia lógica se plantea la pregunta acerca de su artificialidad específica.
Existe una posibilidad de respuesta que, por la lógica de las oposiciones propuestas, situaría como tal
artificialidad a lo biológico. No obstante, se trataría de una equivocada lógica ya que la asignación de
contenidos a natural y artificial responde al establecimiento de las respectivas funciones derivadas de la
facultad semiótica, y no a deslindar los contenidos natural y artificial de la naturaleza humana. Decir que lo
natural al hombre es lo social y que lo artificial es lo biológico es tan sin sentido como el supuesto inverso. En
el modelo [esquema] que desarrollamos, lo biológico ocupa un lugar muy diferente:

BIOLÓGICO

HUMANO ANIMAL

NATURAL ARTIFICIAL
↓ ↓
Elaboración de su propia artificialidad ?

El interrogante acerca de la artificialidad del hombre permanece, pues, sin respuesta, ya que lo
biológico se sitúa como metalenguaje de humano y animal y lo que estamos buscando es la significación de
lo artificial como concepto incluido en lo humano. El camino correcto será oponer, mediante la negación del
contenido, la significación de artificial a la significación de natural. Por consiguiente, tendremos:

HUMANIDAD

NATURAL ARTIFICIAL
↓ ↓
Elaboración de su propia artificialidad NO-Elaboración de su propia artificialidad

Ahora será necesario desarrollar en qué consiste esta NO-Elaboración de su propia artificialidad. Tal
expresión se vincula con uno de los conceptos más utilizados, debatidos y tergiversados de nuestra cultura:
el de alienación. Este término establece una distancia o ajenidad frente a algo; resulta fundamental
establecer la calidad de ese algo frente al que se toma distancia. Partiendo de la perspectiva de la función
semiótica como natural al hombre, se enriquece el concepto de alienación en tres posibles aspectos.
Decir que es natural al hombre elaborar su propia artificialidad, implica decir que el hombre se
constituye en humano en la medida en que crea su propia alienación, o sea, su propia distancia de "lo real",
expresión que utilizamos, meramente, en el sentido de lo no significativo. Habría, por tanto, un aspecto de la
actividad humana, fundamental para establecer su especificidad diferencial en el ámbito de lo biológico, a la
que puede denominarse "alienación humanizante". Este sería uno de los aspectos que ningún experimento
conductista ni aséptica observación empírica habría podido comprobar en lo que se refiere a los pretendidos
lenguajes animales. La capacidad de reproducción de determinados signos, por efecto del aprendizaje a que
han sido sometidos, no probaría que Washoe ni Koko han cumplido efectivamente esta alienación.
(…)
Pero el esquema que estamos deduciendo no ha quedado todavía completo. Es preciso esbozar, al
menos, cuales sean las posibilidades o formas de esa NO-Elaboración de la propia artificialidad que se ha
señalado como contenido de lo artificial pertinente al hombre. Es evidente que han de tratarse de
restricciones a la mencionada alienación; serán situaciones o comportamientos en que hay una limitación,
pérdida o deterioro del ejercicio de aquella "facultad de constituir... un sistema de signos distintos
correspondientes a ideas distintas" caracterizado por Saussure. Si tal facultad es natural, su posible
limitación provendrá, ya bien de una decisión en mayor o menor grado voluntaria o ya bien como efecto de
perturbaciones psicosomáticas que pueda sufrir. Al primer caso podemos caracterizarlo como "alienación
funcional"; al segundo, como "alienación real".
Con la expresión "alienación funcional" se está haciendo referencia a esa porción de la tarea de
propia humanización a la que se renuncia en función de la comunicación social. O sea, se alude a los límites
de la medida en que se acepta una impersonal alienación estandarizada, que constituye 'la base común e
imprescindible para la organización social de la coexistencia. Cada coyuntura histórico-social supone una
herencia de alienación preestablecida, en cuya interioridad se trata de encauzar el acontecer social. Todo ser
humano accede a la vida comunitaria optando entre un número determinado de pautas que le proponen
modelos de alienación, mediante los cuales encontrará resuelto el problema de organizar en forma
significativa el caos circundante. En los estudios sobre la evolución de los primates hacia elhomo sapiens, hay
una etapa denominada horno erectus en que, con un cerebro todavía inferior a los 1.000 cm3, logra adquirir
una cualidad que multiplica su potencia intelectual y, por tanto, su capacidad para intervenir en el mundo; es
lo que Robert Ardrey confiesa que le sugirió Kenneth Oakley mediante la expresión "la mente social". En su
fácil y entretenido estilo manifiesta: "Mientras escribo estos párrafos, ejercito la mente social. Aunque yo
puedo insertar una o dos conclusiones originales, dependo de un conjunto de experiencias reunidas por
miles de investigadores científicos. Sin estas contribuciones, yo soy sencillamente un hombre con un cerebro
normal, un cociente de inteligencia bastante alto, una disposición a la curiosidad, un moderado valor para
oponerse a corrientes de moda, y esto es todo. De mayor importancia es para mí la mente social. Es la
centralita que retrasmite a medida que reúne las señales de otros cerebros". Esta mente social genera una
alienación que configura los parámetros de seguridad y de desarrollo de toda comunidad. El individuo
renuncia en parte a su autónomo desarrollo para aprovechar el desarrollo social; y toda renuncia implica un
sacrificio. Todos aceptamos tal sacrificio, como ineludible exigencia para integrarnos en una sociedad,
además de que, para cuando adquirimos conciencia de tal sacrificio, el mismo ya está consumado. Por
consiguiente, el hombre, definido diferencialmente, como generador de sus propios signos, se debate entre
dos polos: generar su propio sistema de signos, con prescindencia de las dificultades que, para la
comunicación, ello pueda acarrearle o aceptar los estereotipos de grandes parcelas de significación
mediatizados por los sistemas de signos que se le proponen, en su aprendizaje cultural, como instrumento
de la comunicación intersubjetiva y comunitaria. La sociedad sanciona tan sólo una de estas dos actitudes
polares: la del autista que se niega a integrarse en el grupo comunitario. Ningún reproche social se formula,
por el contrario, a quienes renuncian a elaborar su cualidad de humanos, aceptando y adecuándose
incondicionalmente a la imagen y código que le propone la alienación funcional.
La tercera forma de alienación, la alienación real ("real" en cuanto produce una distancia existencial
entre el hombre y su capacidad de humanización), supone una pérdida o deterioro en la facultad de
constituir sistemas de signos. Ya bien porque el sistema, en tales individuos, carece de la relativa estabilidad
de los conectores que relacionan a los signos que lo constituyen, impidiendo la producción de discursos
unívocos; ya bien porque el sujeto en cuestión no logra distanciarse y duplicar en lo simbólico el ámbito
existencial en el cual transcurre su acontecer; casos, ambos, en que lo que se manifiesta lesionado es la
fundamental capacidad de generar y estructurar los correspondientes signos. No logra la sustitución de lo
imaginario por lo simbólico tanto por carecer o por haber perdido la posibilidad de producir diferenciaciones
en su horizonte semiológico, como por haber perdido o por carecer de la posibilidad de adscribir tales
diferenciaciones a los homólogos lugares de su universo de significaciones. Cuando estudiemos la semiótica
de Ch. Peirce diremos, más técnicamente: por deterioro en la percepción de los representámenes o en la
producción de interpretantes o en la transformación delfundamento, operaciones todas implicadas en la
función semiótica natural al hombre. Tal sería el auténtico demente (y, en cuanto tal,alienado) en el que se
manifestarían los distintos aspectos en que puede producirse la pérdida de la capacidad de elaborar su
propia alienación humanizante.

Magariños de Morentín, Juan (1983) “El Signo”, Hachette, Bs. As.

4) Lean el siguiente texto:

a- ¿Cuál es el principal objeto semiótico tematizado?


b- ¿Cuál es la semiosis sustituyente/signo (reconocimiento e interpretación) que se construye a
partir de dicho objeto semiótico?

Casi todos los hombres de clase media o alta llevan uniforme, como los sacerdotes y los guerreros,
los “arquetipos” de poder. El uniforme masculino es el traje con su complemento indispensable: la corbata.
En Occidente, la mayoría de los hombres se ve obligada a llevar corbata en su trabajo y en muchos
lugares y situaciones; lo contrario equivaldría a desclasarse, a renunciar simbólicamente a su hegemonía,
puesto que la corbata es el estandarte del “señor”, lo que lo distingue tanto de la mujer como del obrero.
La mujer, cuando se pone “elegante”, es decir, cuando reafirma su estatuto social mediante la
indumentaria, tiene innumerables opciones; el hombre, sólo una: el traje y la corbata, el uniforme de macho
dominante.
A pesar de su inofensiva apariencia ornamental, la fálica corbata, es el más importante símbolo de
nuestra cultura patriarcal y clasista. Tiene algo de pendón y de estola clerical, de banda militar y de
aristocrático pañuelo de seda. Su generalizado y a menudo obligado uso por parte de los hombres nos
recuerda que constituyen una casta, un cuerpo y que no están dispuestos a renunciar a sus privilegios de
clase.
El guerrero avasallador ya no se ciñe a la cintura una espada de duro acero: ahora se ciñe al cuello un
suave espadín de seda, porque la dominación ya no se ejerce desde el vientre (sede de las vísceras y de la
fuerza) sino desde la cabeza. Un sedoso lazo, un refinado nudo corredizo; hoy, la corbata, es el arma
simbólica del depredador urbano, del macho ilustrado.

Carlo Frabetti, Revista Rebelión, Madrid, marzo de 2008

5) Realicen el siguiente ejercicio de “semiología aplicada”. Si tuvieran que evaluar la siguiente


publicidad de la Universidad Humanitas a partir de las materialidades significantes (verbales y
visuales) con las que se ha construido el discurso, ¿Qué ponderarían? ¿Qué objetarían? Justifiquen
el análisis.

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