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EL ALTAR Y EL TRONO
Ensayos sobre el catolicismo
político iberoamericano
Óscar Blanco
Humberto Cucchetti
Luis Donatello
Fortunato Mallimaci
Carlos Alberto Patiño
Antonio Rivera
Elurbin Romero
Carlos Ruiz
ISBN 84-7658-801-1
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ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma
ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por foto-
copia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
* Los trabajos reunidos en este volumen son resultado del proyecto de investiga-
ción BFF 20202-04772 del Ministerio de Educación y Ciencia de España.
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2. Richard M. Morse: New World Soundings. Culture and Ideology in the Americas.
Baltimore-Londres, The Johns Hopkins University Press, 1989, p. 101.
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FRANCISCO COLOM
ÁNGEL RIVERO
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2. A. Aparisi y Guijarro, Obras completas [=OCA], Madrid, 1873-1877, tomo IV, p. 150.
3. A. Aparisi y Guijarro, Discursos pronunciados en el Congreso durante la legislatu-
ra de 1858 a 1859 [=DP], Impr. de D. José Mateu Garin, Valencia, 1859, p. 38.
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4. J. Balmes, Escritos Políticos [=EP], en Obras completas, t. VII, BAC, Madrid, 1948-
50, p. 67.
5. Ramón Nocedal y Romea, «Discurso en el Congreso del 2 de mayo de 1891», en
Obras de Ramón Nocedal, tomo I, Madrid, sn., 1907, p. 201.
6. OCA, III, p. 318.
7. DP, p. 112.
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13. EP, p. 6.
14. EP, p. 513.
15. DP, p. 126.
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44. OCA, IV, pp. 266 ss. Aparisi, en realidad, está parafraseando al De Maistre de
Las veladas de San Petesburgo, t. III.
45. E.V. de Mora Quirós, La filosofía política de Jaime Balmes, Universidad de Cádiz,
Cádiz, 2003, p. 324.
46. EP, p. 721.
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47. Es probable que el «Manifiesto del conde de Montemolín a los españoles» (1845)
fuera redactado por Jaime Balmes.
48. J. Donoso Cortés, «Discurso sobre la situación de España», en Discursos políti-
cos, Tecnos, Madrid, 2002, p. 68.
49. Ibídem, p. 69.
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65. P, p. 625.
66. P, p. 630.
67. P, p. 649.
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68. P, p. 648.
69. P, p. 650.
70. EP, p. 649.
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2. Véase Javier Herrero: Los orígenes del pensamiento reaccionario español, Madrid,
Alianza Editorial, 1988
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10. José Carlos Mainer: La doma de la quimera. Ensayos sobre cultura y nacionalis-
mo en España, Madrid-Frankfurt, Vervuert/Iberoamericana, 2004, p. 136.
11. Quién debe gobernar después de la catástrofe nacional (1900), en Joaquín Costa:
Reconstitución y europeización de España y otros escritos, Madrid, Instituto de Estudios
de la Administración Local, 1981, pp. 222-223.
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12. Citado por Luis Díez del Corral, op. cit., p. 530.
13. Antonio Cánovas del Castillo: Historia de la decadencia de España desde el adve-
nimiento de Felipe III al trono hasta la muerte de Carlos II, Madrid, editorial de José
Ruiz, 1910. El contexto en el que se inscribe su famosa frase fue un arranque de frustra-
ción ante la dificultosa tramitación de la Constitución de 1876.
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16. Citado por Miguel de Unamuno: Algunas consideraciones sobre la literatura His-
panoamericana, Madrid, Espasa Calpe, 1957, p. 94
17. José Victorino Lastarria: Investigaciones sobre la influencia social de la Conquis-
ta y del sistema colonial de los españoles en Chile, Obras Completas, vol. VII. Santiago de
Chile, Imprenta Barcelona, 1909, pp. 79-80.
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18. Roberto José Lovera de Sola (ed.): Pensamientos de Andrés Bello, Caracas, Alfadil,
1994, pp. 21-22
19. El derrotero de esta celebración fue, sin embargo, bastante errático. En España,
Primo de Rivera le dio un impulso coincidiendo con la Exposición Universal de Sevilla
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de 1929. Posteriormente, en los años treinta, el Día de la Raza sería rebautizado como
Día de la Hispanidad y, tras la guerra civil, fue convertido por el régimen franquista en
una celebración clave del imaginario nacional-católico. En Estados Unidos, en cam-
bio, Theodore Roosevelt incorporó la fecha al calendario patriótico estadounidense
como Columbus Day, que sería apropiado al poco tiempo por la comunidad italo-ame-
ricana como plataforma de reafirmación étnica.
20. Leopoldo Alas Clarín: Estudio crítico, en José Enrique Rodó: Ariel, Madrid,
Espasa Calpe, 1991, pp. 26-27.
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22. Américo Castro: España en su historia; cristianos, moros y judíos, Buenos Aires,
Editorial Losada, 1948.
23. Claudio Sánchez Albornoz: España, un enigma histórico (2 vols.), Buenos Aires,
Editorial Sudamericana, 1956, p. 7
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24. Miguel Antonio Caro: Escritos sobre el utilitarismo, Bogotá, imprenta F. Manti-
lla, 1869, p. 96.
25. Miguel Antonio Caro: Escritos políticos (primera serie), Bogotá, Instituto Caro y
Cuervo, 1990, p. 10
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26. Miguel Antonio Caro: «Fundación de Bogotá» (1875), en Ideario hispánico, Bo-
gotá, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1952, pp. 102-103.
27. Sobre Caro y su período, véase Rubén Sierra Mejía (ed.): Miguel Antonio Caro y
la cultura de su época, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2002.
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39. Juan Linz: «Una teoría del régimen autoritario. El caso de España», en M. Fraga
et al. (comps.), La España de los años setenta. III: El Estado y la política, Madrid, Edicio-
nes Moneda y Crédito, 1974, pp. 1.467-1.531.
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40. Stanley Payne, entre otros muchos, ha visto mayores analogías en el franquismo
con los regímenes de Dollfuss en Austria, de Tizo en Eslovaquia o de Pavelic en Croacia
que con el nazismo alemán o el fascismo italiano. Cfr. Stanley Payne: Spain, the Church,
the Second Republic and the Franco regime, en Richard S. Wolff y Jörg K. Hoensch:
Catholics, the State and the European radical Right (1919-1945). Boulder, Social Science
Monographs, 1987, p. 195.
41. Alfonso Botti, op. cit., p. 17. Lo cierto es que durante la guerra civil ambos
bandos se sirvieron del mito nacionalista forjado a partir de la lucha anti-napoleónica.
Negaron así la naturaleza civil del conflicto para presentarlo como una guerra por la
supervivencia nacional: contra el fascismo de Hitler y Mussolini o contra el comunis-
mo internacional. Cfr. José Álvarez Junco: Mater dolorosa. La idea de España en el siglo
XIX, Madrid, Taurus, 2001, pp. 144-145.
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42. Gregorio Morán: El maestro en el erial. Ortega y Gasset y la cultura del franquismo,
Barcelona, Tusquets, 1998, p. 126
43. Sobre la primera trayectoria del Instituto de Estudios Políticos, véase Agustín
José Menéndez: Shifting legal dogma: from republicanism to fascist ideology under the
early Franquismo. Arena, University of Oslo, Working Paper N.º 20 (2002), <http://
www.arena.uio.no/publications/working-papers2002/papers/wp02_20.htm>
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44. Véase al respecto la meritoria obra de José Antonio López García: Estado y
derecho en el franquismo. El nacionalsindicalismo de Francisco Javier Conde y Luis Legaz
Lacambra, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1996.
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45. Francisco Javier Conde: Introducción al derecho político actual, Madrid, Edicio-
nes Escorial, 1942, pp. 329-330.
46. Ibíd., p. 358.
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49. Joaquín Azpiazu: El Estado católico. Líneas de un idea, Madrid-Burgos, Ed. Rayfe,
1939, p. 17.
50. Ibíd., pp. 57-61.
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53. Ésta es una idea que, para sorpresa de algunos, ha rebrotado en el debate contem-
poráneo sobre los nacionalismos peninsulares, aunque sólo sea bajo la arcaica forma de
una filosofía de la historia. Estamos pensando en la reciente reivindicación por el filósofo
Gustavo Bueno de la idea proyectiva y universal (católica) de imperio como forma histó-
rica y moral de lo español, así como su posible realización en una comunidad iberoame-
ricana de naciones. Cfr. Gustavo Bueno: España frente a Europa, Barcelona, Alba, 1999.
54. Apología de la Hispanidad, op. cit.
55. Citado en Eduardo González Calleja y Fredes Limón Nevado: La Hispanidad
como instrumento de combate, op. cit., p. 145.
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58. Véase R. Calvo Serer: Mis enfrentamientos con el poder, Barcelona, Plaza y
Janés, 1978.
59. Pedro Laín Entralgo: España como problema, Madrid, Seminario de Problemas
Hispanoamericanos, 1948.
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60. Rafael Calvo Serer: España sin problema, Madrid, Rialp, 1949.
61. José Ibáñez Martín. Alocución por Radio Nacional de España el 10 de julio de
1940 con motivo de la clausura del curso de la Asociación Cultural Hispanoamericana.
Reproducido en Revista de Indias, año I, n.º 1 (1940), p. 13.
62. Santiago Magariños, Crónica del mundo hispánico, Revista de Indias, año II, n.º
3 (1941), p. 198.
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63. Sobre este período de la política cultural del régimen de Franco, véase Lorenzo
Delgado Gómez-Escalonilla: Imperio de papel. Acción cultural y política exterior durante
el primer franquismo, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1992.
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64. Carlos Pereyra, Crónica del mundo hispánico, Revista de Indias, año 4, n.º 2
(1943), p. 192.
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65. Eduardo Bautista, et al.: España, ¿potencia cultural? Madrid, Biblioteca Nueva, 2002.
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Ángel Rivero
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tico. Por tanto, en este artículo quiero mostrar que desde los
años veinte, al convertirse en dictador y hasta su incapacitación
en 1968, Salazar desarrolló sistemáticamente un mismo progra-
ma ideológico que aunaba nacionalismo y catolicismo.
Estos dos conceptos pueden parecer a primera vista opues-
tos. El nacionalismo es una doctrina que busca afirmar, a través
del Estado, la identidad particular de un grupo humano. Por el
contrario, el catolicismo es una creencia religiosa que no es pro-
pia de un grupo humano particular, sino que se afirma, en su
propio nombre, universal. Lo que mostraré es que, lejos de for-
mar principios opuestos de identidad colectiva, nacionalismo y
catolicismo pueden conjugarse productivamente, al menos como
recurso de legitimación de un régimen autoritario. Por ejemplo,
en el caso español representado por la dictadura del general Fran-
cisco Franco se ha hablado de nacional-catolicismo, y creo que
con esta denominación se dice algo con sustancia. Es más, con-
cuerdo con el diagnóstico de Hannah Arendt de que los regíme-
nes autoritarios de Portugal y España, que conjugan catolicismo
y nacionalismo, constituyen una categoría específica con su pro-
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5. Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Madrid, Alianza, 2005, p. 364. Las
potencias supraestatales que despertaban la furia de las masas a las que alude la cita
eran, según Arendt, los jesuitas, los judíos y los masones.
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6. Christine Garnier, Férias com Salazar, Lisboa, Parcería A.M. Pereira [1952], 2002.
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11. Ibíd.
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12. Nuno Severinano Teixeira, O Ultimatum Inglês. Política Externa e Política. Inter-
na no Portugal de 1890, Lisboa, Alfa, 1990, pp. 155-157 y 152.
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23. Gabriel Almond, «The Political Ideas of Christian Democracy», The Journal of
Politics, vol. 10, nº 4 (november 1948), p. 736.
24. António Ferro, Salazar, Lisboa, Empresa Nacional de Publicidade, 1932,
pp. 145-146.
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10. Osvaldo Lira: Nostalgias de Vázquez de Mella, Santiago, Editorial Andrés Bello,
1979, pp. 75-76.
11. Ídem, pp. 67-68.
12. Ídem, p. 181.
13. Ídem, p. 210.
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14. Jaime Eyzaguirre: «Editorial», Estudios, n.º 133-134, (1944), pp. 3-4.
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20. Hayek expresa muy bien esta dimensión conservadora de su liberalismo al de-
cir, por ejemplo que «los liberales habrían podido aprender mucho de los análisis de
ciertos pensadores conservadores. Debemos a su devoción y a su respetuoso estudio de
las instituciones nacidas de un desarrollo espontáneo... visiones penetrantes y profun-
das que son contribuciones reales a nuestro conocimiento de una sociedad libre. Por
más reaccionarios que hayan podido ser en política hombres como Coleridge, de Bonald,
de Maistre, Justus Möser o Donoso Cortés, han mostrado una compresión de lo que es
el desarrollo espontáneo de instituciones como el lenguaje, la ley, la moral, las conven-
ciones, que ha anticipado el desarrollo científico moderno». Friedrich von Hayek: The
Constitution of Liberty, London, Routledge and Kegan Paul, 1960, pp. 339-340.
21. Arturo Fontaine Aldunate: «Más allá del Leviatán», Estudios Públicos, n.º 1
(1980) p. 133.
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3. Pedro Pablo Camargo, El Estado Laico en Colombia. Fin del concordato con la
santa sede. Bogotá: Librería Wilches, 1995, p. 9; Charles W. Bergquist, Café y conflicto
en Colombia (1886-1910): la Guerra de los mil días, sus antecedentes y consecuencias.
Bogotá, Banco de la República - Áncora Editores, 1999, p. 25.
4. Gabriel Márquez García, «La proclama. Por un país al alcance de los niños», en:
Colombia al filo de la oportunidad. Misión de ciencia, educación y desarrollo. Bogotá:
Magisterio, 1994, p.20. Sin embargo, Martínez recalca la influencia europea y de las
ideas exteriores entre los conservadores de la Regeneración. Ver: Frédéric Martínez, El
nacionalismo cosmopolita. La referencia europea en la construcción nacional en Colom-
bia, 1845-1900. Bogotá-Lima: Banco de la República-Instituto Francés de Estudios
Andinos, 2001.
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5. Aquilino Villegas, Por qué soy conservador. Bogotá:, Editorial Santa fe, 1935,
pp. 18-19.
6. El término genérico de «la violencia» se aplica en Colombia al período que se
inicia con el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948 y que se extendería
hasta 1964. La bibliografía es abundante. Véase Javier Guerrero Barón, Los años del
olvido. Boyacá y los orígenes de la violencia. Bogotá, Tercer Mundo - IEPRI, 1991 y
Daniel Pecaut, Orden y Violencia: Colombia 1930-1954. Bogotá, Norma, 2001.
7. Entre esos conservadores destaca, por ejemplo, Carlos Martínez Silva (1847-
1903), un miembro del sector histórico muy influyente. Fue autor de textos de historia
antigua para la enseñanza y del ensayo intitulado Puente sobre el abismo (1897), en el
que denunció la instrumentalización política de la religión a favor de los intereses elec-
torales del conservadurismo. A partir de ahí planteó la necesidad que de que el partido
liberal reconociese la libertad religiosa y el influjo de la Iglesia en las conciencias ma-
yoritarias del país. Cfr. Fernán González González, Partidos políticos y poder eclesiásti-
co. Reseña histórica. 1810-1930. Bogotá, Cinep, 1977. Rafael Uribe Uribe, líder militar
durante la Guerra de los Mil Días, se lamentaba en 1912 de la exclusión religiosa de los
liberales: «Llámeseles corruptores de la lengua, pero por sólo eso no se les expulse de la
comunión católica; suspéndaseles, si se quiere, en gramática pero no en religión». Ra-
fael Uribe Uribe, De cómo el liberalismo no es pecado. Bogotá, Planeta, 1994.
8. William Elvis Plata, El catolicismo y sus corrientes en la Colombia decimonónica.
1850-1880. Tesis de Maestría en Historia, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2001.
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9. Ezequiel Moreno fue beatificado por Pablo VI y canonizado por Juan Pablo II.
Profesó un antiliberalismo furibundo y una desconfianza absoluta hacia los Derechos
del Hombre proclamados por la Revolución Francesa, vistos como un ataque a los
derechos de Dios. Sus posiciones probablemente estuvieron influidas por los frailes
agustinos, recoletos y capuchinos españoles. Ver Fernán González González, «La igle-
sia católica durante la Regeneración y la hegemonía conservadora (1886-1930)», en
Poderes enfrentados. Iglesia y Estado en Colombia, Bogotá, CINEP, 1997. p. 267 y Fernán
González González, op. cit., 1977, 230 p.
10. Rafael María Carrasquilla no participó directamente en política, aunque como
rector del Colegio del Rosario en Bogotá influyó sobre las nuevas generaciones de diri-
gentes conservadores. Sostuvo la irreligiosidad del liberalismo y la imposibilidad de
ser a la vez liberal en política y católico en religión. Cfr. su «Ensayo sobre la doctrina
liberal» (1895), en Roberto Herrera Soto (comp.), Antología del pensamiento conserva-
dor en Colombia. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, tomo I , 1982, p. 416.
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11. Al comienzo de la guerra civil llamada de los Mil Días (1899-1902) los liberales
obtuvieron un triunfo parcial sobre las fuerzas gubernamentales en la batalla de
Peralonso. Las diversas facciones del conservadurismo, temerosas de ver hechas ceni-
zas la obra regeneradora, decidieron apoyar a un gobierno fuertemente conservador
que pronto vencería a las mal preparadas tropas liberales. Ver Villegas, op. cit., p. 4;
Charles Bergquist, op. cit. Otro caso similar sucedió en 1949, cuado el Directorio Na-
cional conservador, en un momento marcado por las convulsiones de la violencia
bipartidista, se adhirió a la candidatura presidencial de Laureano Gómez al regreso de
su exilio en España.
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12. Cfr. Marco Palacios, El café en Colombia (1850-1970). Una historia económica,
social y política, Bogotá: Planeta-Colmex-Uniandes, 3.ª edición, 2002.
13. En su denuncia Núñez sacó la cuenta de las revoluciones ocurridas: entre 1864
y 1866, tres revoluciones en los Estados de Cundinamarca, Cauca y Panamá; entre
1866 y 1868, golpe de Estado del general Mosquera, contrarrevolución liderada por el
general Acosta y trastornos locales asociados a ello; entre 1868 y 1870, revolución en
Cundinamarca y Panamá; en 1870 y 1872, dos revoluciones en Boyacá y Cundinamarca;
de 1872 a 1874, trastornos en Panamá y agitación en Boyacá; en 1874-1876, agitación
en toda la república; entre 1876 y 1878, guerra civil general; de 1878 a 1880, trastornos
en Panamá, Antioquia, Cauca, Magdalena, Tolima y agitación general; en 1880, sosiego
coincidiendo con la presidencia de Julián Trujillo y su primera administración (1880-
1882), que empezó a poner en práctica una política de acercamiento a la Iglesia y al
partido conservador. Cfr. «La paz científica (1882)», en Herrera Soto, op. cit., p. 235.
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15. Prólogo a las cartas del Dr. Holguín, por M.F. Suárez, en Gaceta de Santander
(1893) n.º 2.699, p. 5.552.
16. Garrido, op. cit, pp. 4, 15, 65. La labor misionera de la Iglesia sobre las comuni-
dades indígenas se generalizó entre los países de la región amazónica; ver Pilar García
Jordán: Cruz y arado, fusiles y discursos. La construcción de los orientes en el Perú y
Bolivia. 1820-1940. Lima, IEP-IFEA, 2001, p. 476.
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17. Cfr. María Emma Wills Obregón, «De la nación católica a la nación multicultural:
rupturas y desafíos», en Gonzalo Sánchez y María Emma Wills Obregón (comps.) Mu-
seo, memoria y Nación. Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro.
Bogotá, Ministerio de Cultura-IEPRI-PNUD-ICANH-Museo Nacional, 2000, pp. 387-415.
18. De hecho, Núñez es considerado el precursor de la sociología colombiana. Se
interesó, sobre todo, por las razones de la lentitud del progreso del país y por la dificultad
para establecer el orden. Ver Nora Segura y Álvaro Camacho, «En los cuarenta años de la
sociología colombiana», en Francisco Leal Buitrago y Germán Rey, Discurso y razón.
Una historia de las Ciencias Sociales en Colombia. Bogotá, Tercer Mundo, 2000, p. 181.
19. Sus poemas así lo atestiguan: «Si no vencer, sino luchar, me obliga / por fe y el
honor; si hay un Dios bueno / que enmendar sobre el éxito terreno, cuando, supremo
juez, premia y castiga / ¡adelante! No temo la enemiga / saña, aleve puñal, sutil veneno:
/ con pecho firme y ánimo sereno / dispuesto estoy a la mortal fatiga». Citado en Garri-
do, op. cit., p. 79.
20. «Sufragio», en Diario oficial (Bogota, 14 de agosto de 1886), n.º 60.766, pp. 833-
834, en Miguel Antonio Caro, Escritos constitucionales y jurídicos. Primera serie. Carlos
Valderrama Andrade (comp.). Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, Biblioteca Colombia-
na, 1986, pp. 168-169.
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textos constitucionales, se podría considerar a Bolivia mucho más clerical que Ecua-
dor, siendo así que era verdad lo contrario». Marie-Danielle Demélas, La invención
política. Bolivia, Ecuador y Perú en el siglo XIX. Lima, IFEA-IEP, 2003, p. 333. Ver tam-
bién Marie-Danielle Demélas e Yves Saint-Geours, Jerusalén y Babilonia. Religión y
Política en el Ecuador. 1780-1880. Quito, Corporación Editora Nacional-IFEA, 1988.
25. José María Samper, Derecho público interno de Colombia. Tomo II. Bogotá, Bi-
blioteca Popular de Cultura Colombiana. 1951, pp. 52 y 79.
26. «Si notoriamente falta en la población la unidad de la raza y en el territorio la
unidad de la topografía y clima, al contrario, por lo tocante a la religión, como el idio-
ma, la unidad social es completa. De aquí la necesidad y la justicia de reconocer a la
religión única del pueblo colombiano y, por lo tanto, a su Iglesia, todas las prerrogati-
vas de independencia y dignidad, autoridad y respeto que le son propios; de ahí tam-
bién la consiguiente posición privilegiada, aunque no oficial, de esa Iglesia, por cuanto
es la de los colombianos», op. cit., p. 85.
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30. «Dicho partido será el mismo partido conservador, mejorado, o sea la liga San-
ta, que para mantener la paz, contener al liberalismo y mejorar la situación de Colom-
bia, tanto preocupa al ilustre general Fernández». Citado en ibíd., p. 298.
31. Fernando Correa, Republicanismo y reforma constitucional, 1891-1910. Medellín,
Universidad de Antioquia, 1996, p. 66.
32. Cecilia Henríquez, Imperio y ocaso del Sagrado Corazón en Colombia. Un estudio
histórico. Bogotá, Altamir ediciones, p. 181.
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33. José María Rivas Groot, «Al corazón de Cristo» (1902), en Páginas escogidas.
Bogotá, Escuelas gráficas salesianas, 1943, p. 79.
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38. Veáse Marcos González Pérez (comp.), Fiesta y nación en Colombia. Bogotá,
Cooperativa Editorial Magisterio-Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 1998,
pp. 53-72.
39. «Todo lo que hay de elegante y aristocrático, de inteligente y culto en la ciudad
se movía a lo largo de la avenida, si bien en la más perfecta unidad: la variedad más
atractiva producida por el lujo de nuestras damas, los carros alegóricos, las corporacio-
nes en traje de etiqueta; las flores que perfumaban el ambiente y la alegría reflejada en
el rostro de los espectadores», op. cit., 1911, p. 267.
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40. Álvaro Tirado Mejía, La revolución en marcha. Aspectos políticos del primer go-
bierno de Alfonso López Pumarejo 1934-1938. T. 1. Medellín, Beneficencia de Antioquia
(3.ª edición), 1986.
41. Pastoral de los arzobispos y obispos publicada en Anales del Senado, marzo 20
de 1936, serie 6.ª, n.º 259, pp. 2.385 y s., citado en Tirado Mejía, op. cit., p. 89.
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42. «La fisonomía política del país estaba modelada por una carta fundamental que
podía resistir con ventaja la comparación con las mejores que conoce la sabiduría po-
lítica de los hombres. Allí estaban incluidas fórmulas de eterna sabiduría que garanti-
zaban la libertad en el orden, daban a la sociedad protección para los derechos
fundamentales de la persona humana y aseguraban la realización de las inalienables
aspiraciones individuales y colectivas del ente racional. Pero el comunismo, en forma
disimulada, se introdujo en el recinto de los legisladores y borró todas las disposiciones
que pudieran estorbar a su futuro predominio. Por ser el comunismo en el país una
minoría casi imperceptible, no ha logrado borrar de las costumbres lo que pudo hacer
en las leyes y por eso el semblante de nuestra cultura no ha desaparecido». Laureano
Gómez, «El espectro del comunismo» (1938), en Obra Selecta. 1909-1956. Ricardo Ruiz
Santos (comp.), Bogotá, Senado de la República, 1982, pp. 254-255.
43. «La bancarrota del liberalismo» (1938), ibíd., p. 249. Gómez también cuestionó
el concepto de igualdad: «El concepto cristiano de la dignidad de la persona acreedora
a derechos iguales fue adulterado por el liberalismo con la utopía de la igualdad de la
persona misma, y por eso, al invocar el falso principio de la igualdad natural y absoluta
de los hombres y tratar de que preponderara en las instituciones políticas, engendró
una forma horrenda de tiranía que tuvo su primera demostración bajo el jacobinismo,
cuando la guillotina, en nombre de la igualdad, destruyó la libertad y ahogó en sangre
la fraternidad. El liberalismo desconoció el viejo apotema, impregnado de profunda
sabiduría, que enseña que la verdadera igualdad consiste en tratar igualmente las cosas
iguales y desigualmente las desiguales». Ibíd.
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44. Cfr. José de la Vega, El buen vecino. Bogotá, Voluntad, 1941, pp. 119, 207. Como
senador, Gómez también rechazó el acuerdo entre el 20 y el 23 de agosto de 1940. Ver
Laureano Gómez, «El conflicto de dos culturas», en Obras selectas. Primera serie. Bogo-
tá, Cámara de representantes, 1981, pp. 518-555. En 1914 Gómez ya había protestado
por el tratado Urritía-Thompson, firmado durante la administración de Marco Fidel
Suárez, que reconocía la independencia de Panamá en 1903 y resolvía el diferendo con
los Estados Unidos, que había apoyado la separación de ese antiguo departamento
colombiano para controlar el futuro canal interoceánico en construcción.
45. Silvio Villegas, Prologo, en de la Vega, op. cit., p.10.
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Fortunato Mallimaci
Humberto Cucchetti
Luis Donatello
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Introducción
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2. Así, por ejemplo, el actual cardenal de la ciudad de Buenos Aires, igual que los
anteriores, afirma periódica y públicamente una memoria autorizada de la relación
entre el catolicismo y la nación argentina. El título de su último libro expresa ese ima-
ginario. Cardenal Jorge Bergoglio: Ponerse la Patria al hombro. Memoria y camino de
esperanza, Buenos Aires, Ed. Claretiana, 2004.
3. Podemos citar Roberto Di Stefano y Fortunato Mallimaci (comp.): Religión e Ima-
ginario Social, Buenos Aires, Manantial, 2001; Fortunato Mallimaci: «El catolicismo ar-
gentino desde el liberalismo integral a la hegemonía militar», en Quinientos años de
catolicismo en la Argentina, Buenos Aires. CEHILA, 1992; Fortunato Mallimaci: «La Igle-
sia en los regímenes populistas (1930-1959)», en E. Dussel (ed.), Resistencia y esperanza.
Historia del pueblo cristiano en América Latina y el Caribe, San José, DEI, 1995; Humber-
to Cucchetti, Religión y política en Argentina y en Mendoza (1943-1955): lo religioso en el
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primer peronismo, Buenos Aires, Cuadernos de Investigación CEIL PIETTE, 2005; Luis
Donatello: Ética católica y acción política. Los Montoneros: 1966-1976, tesis de Maestría
de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, 2002.
4. En determinados grupos católicos la lucha contra la modernidad puede ser ana-
lizada en clave premoderna, no ya antimoderna o post-moderna. La modernidad fue
así considerada a menudo como símbolo de lo liberal, lo burgués, el capitalismo o el
comunismo. Por ello, así como algunos sectores sociales latinoamericanos identifica-
ron en el siglo XX la modernidad con los Estados Unidos, también cabe rastrear en esa
identificación los orígenes de movimientos antiyankees, antiprotestantes, antisemitas,
antiimperialistas, antiburgueses, anticomunistas y profundamente recelosos de la de-
mocracia y del llamado demoliberalismo.
5. Eric Hobsbawn: Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 1998
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6. Para un resumen preciso y documentado sobre el tema, cfr. Elías Palti: La nación
como problema. Los historiadores y la «cuestión nacional», Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 2003
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9. Véase, por ejemplo, David Rock: La Argentina autoritaria, Buenos Aires, FCE, 1990.
Rock no logra analizar los diversos nacionalismos y catolicismos y no menciona a las
burguesías liberales en la formación del autoritarismo argentino. Desde una perspectiva
diferente a la anterior, Alain Rouquie, en su ya clásico Poder militar y sociedad política en
la Argentina, Buenos Aires, EMECE, 1983, 2 vols., es más abarcante, pues muestra la
relación entre militares y grupos económicos, políticos, católicos y estatales.
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toria intelectual, participó en revistas como Criterio y Sol y Luna, entre otras. Admirador
del primer Maritain (el antimoderno), se alejará de este autor cuando éste tome posturas
contra la guerra justa durante la guerra civil española. Suele ser presentado como mentor
del nacionalismo católico militante y autoritario, y fue retomado por agrupaciones juve-
niles antisemitas como Tacuara en los años cincuenta y sesenta. Su concepción del orden
social, desarrollada en diversas publicaciones y conferencias, enfatiza un modelo corpo-
rativo de sociedad cristiana con arreglo a lo espiritual (Iglesia). Condenó, pues, tanto el
liberalismo rousseauniano, el comunismo marxista y el sovietismo peronista como las
orientaciones paganas preconizadas por el nacionalismo maurrasiano. Uno de sus libros
más conocidos, De Lammenais a Maritain, escrito en 1945, fue traducido a varios idio-
mas y constituye una síntesis de las críticas al liberalismo católico.
17. Floreal Forni: «Catolicismo y peronismo» (II), Revista UNIDOS, Ed. Fundación
Unidos, Buenos Aires, n.° 17, diciembre 1987, p. 201.
18. En estos casos, su participación en el peronismo estuvo ligada a sus respectivas labo-
res como legisladores (Palacio) o en las Convenciones Constituyentes (Filippo). Es notable
ver cómo en sus actuaciones este tipo de animadores intervenieron en el debate público de
manera mucho más moderada y conciliadora de cómo lo hacieron unos pocos años antes.
19. Convendría aquí detenerse sobre el concepto de populismo, en ocasiones usado
peyorativamente en los análisis socio-históricos. No consideramos el peronismo una
anomalía, sino como una de las formas primordiales de lo social en América Latina. La
presencia en el discurso político de la categoría de pueblo, la lógica constitutiva de las
identidades colectivas y la antinomia de éste contra el anti-pueblo (que en el imaginario
social se define como el Imperio, los vendepatrias, los cipayos o la oligarquía), es lo que,
según entendemos, caracteriza al fenómeno populista y, más específicamente, al
populismo peronista. Para ver literatura al respecto recomendamos Moira Mackinon y
Alberto Petrone: «Los complejos de la Cenicienta», en Mackinnon y Petrone (comps.),
Populismo y neopopulismo en América Latina. El problema de la Cenicienta, Eudeba, Bue-
nos Aires, 1999. También está el clásico texto de Ernesto Laclau: Política e ideología en la
teoría marxista. Capitalismo, fascismo, populismo, Madrid, Siglo Veintiuno Editores, 1999,
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y La Razón Populista, Buenos aires, FCE, 2005. Un estudio comparativo a nivel latino-
americano entre Estados e Iglesias católicas ha mostrado históricamente el paso de la
ausencia de legitimidad a la participación activa de lo católico. Cfr. Fortunato Mallimaci:
«La Iglesia en los regímenes populistas (1930-1959)», en E. Dussel (edit.), Resistencia y
esperanza. Historia del pueblo cristiano en América Latina y el Caribe, op. cit., pp. 211-234.
20. La proclamación del propio primer mandatario de que «la razón es lo que el
pueblo quiere» explica en gran medida al populismo de la época peronista. Será tradu-
cida años más tarde a la lógica católica tercermundista como el pueblo nunca se equivo-
ca o el ethos católico de la sabiduría del pueblo.
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22. Cfr. Fortunato Mallimaci: «Los diversos catolicismos en los orígenes de la expe-
riencia peronista», en Di Stefano y Mallimaci, op. cit. En esta obra están sintetizadas
las diferentes respuestas católicas y nacionalistas ante el naciente fenómeno peronista.
Sobre la JOC, cfr. Abelardo Sonería: «La Juventud Obrera Católica en la Argentina (y
notas comparativas con su desarrollo en Brasil y México)», en Alicia Puente Lutteroth:
Innovaciones y tensiones en los procesos socio-eclesiales. De la Acción Católica a las
Comunidades Eclesiales de Base, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Méxi-
co. Realizar historias de vida nos mostrará a lo largo de los años itinerarios diferentes
y hasta enfrentados. De allí la precaución al categorizar.
23. Las medidas adoptadas por el peronismo en contra de la institución eclesiástica
también afectaban la identidad católica común. Se pueden citar, entre ellas, la supre-
sión de la Dirección de Enseñanza Religiosa (2/12/54), la negación del permiso para
celebrar misa en la clausura del Año Mariano Universal (8/8/54), la sanción de la ley de
divorcio (14/12/54), el levantamiento del valor académico de las materias Enseñanza
Católica y Moral (16/12/54), la legalización de los prostíbulos (30/12/54), la suspensión
del dictado de la materia de Religión (14/4/55), la derogación de la ley de enseñanza
religiosa (11/5/55) y la separación de Iglesia y Estado (18/5/55). Estas medidas legales
fueron acompañadas de otras no menos polémicas: detención de sacerdotes
antiperonistas, expulsión de Monseñor Tato y de Monseñor Novoa por la polémica y
multitudinaria procesión de Corpus Christi el 11 de junio de 1955.
24. En 1948, la condecoración oficial a Monseñor Nicolás de Carlo, obispo de Re-
sistencia y señalado como obispo peronista, generó polémicas por el discurso de Perón
al resto del episcopado argentino. Ver Cucchetti, op. cit.
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que, en nombre del propio Santo Tomás, existieron apreciaciones muy diversas sobre
la naturaleza de la presencia católica en la modernidad. No todo el tomismo condujo a la
proclamación de una sociedad de corte feudal o fue portado por un catolicismo de corte
integrista, como muchas veces se suele suponer. Baste recordar cómo fue leída en América
Latina la encíclica Populorum Progressio, de Pablo VI, cuando señaló que se podían usar las
armas para enfrentarse a una tiranía evidente. Parte de la radicalidad católica de los años
setenta y su articulación en grupos político-militares se apoyó en esa legitimidad.
28. Arturo Sampay: La formación política que la Constitución Argentina encarga a
las universidades, La Plata, Ed. Biblioteca Laborems, 1951. Este libro se basó en una
conferencia dictada por Sampay en la Universidad Nacional de Cuyo.
29. Ibídem.
30. Ibídem, p. 50.
31. Arturo Sampay: Introducción a la teoría del Estado, Buenos Aires, Ediciones
Politeia, 1951, p. 399.
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36. Las víctimas fueron alrededor de 350 muertos y miles de heridos. Cf. Gonzalo
Chaves: La masacre de la Plaza de Mayo, Editorial de la Campana, La Plata, 2005.
37. De esta forma se autodenominó el golpe cívico-militar-religioso que derrocó al
gobierno constitucional del general Perón.
38. Declaración del obispo Giaquinta en su reciente homilía de abril de 2005.
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41. Documento final del V Encuentro Nacional del Movimiento de Sacerdotes para
el Tercer Mundo, octubre de 1972, en Domingo Bresci: Documentos para la memoria
histórica. MSTM , Buenos Aires, Cehila, 1994
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44. Ibídem.
45. «Declaración del Movimiento Obrero de Acción Católica en apoyo al Padre Je-
sús Fernández Naves». Sr. Victorio Bernardi, responsable, y Padre Miguel Ramondetti,
asesor, marzo de 1968.
46. «Declaración de JUC sobre los enfrentamientos militares de 1963», en Armada,
Habbeger y Mayol, op. cit.
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48. Cfr. Michael Löwy: Guerra de Dioses. Religión y política en América Latina, Siglo
XXI Editores, México, 1999.
49. Joseph Lebret (1897-1966) fue un sacerdote dominico francés que fundó en
Lyon el Centro de Estudios Economía y Humanismo en 1940, dando origen a una co-
rriente intelectual del mismo nombre. Un concepto clave de esta corriente es la noción
de pecado social.
50. Mounier creó la noción de socialismo personalista como una síntesis filosófica
entre socialismo y cristianismo. Sus escritos, editados en francés, tuvieron una profun-
da influencia en los grupos conciliares de toda Latinoamérica.
51. Pierre Theillard de Chardin, sacerdote jesuita francés, fue un investigador que
innovó el pensamiento católico de la segunda mitad del siglo XX e intentó adaptar la
teoría evolucionista al catolicismo.
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52. Juan García Elorrio, hijo de una familia de clase media de la zona norte del
Gran Buenos Aires, ingresó en el seminario de San Isidro. Lo dejó a partir de un viaje
a Cuba y del acercamiento al marxismo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni-
versidad de Buenos Aires. Intentó sintetizar las ideas de cambio social con el catolicis-
mo y el peronismo.
53. Gustavo Morello, Cristianismo y Revolución. Los orígenes intelectuales de la gue-
rrilla argentina, Córdoba, Educc, 2003.
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57. Daniel Raffecas, Juez del Juzgado Federal N.º 3, Resolución de marzo 2005 en
causa N.º 14.216/03: Suárez Mason y otros sobre homicidios.
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58. Esta mutua relación puede analizarse en los documentos internos de la dictadu-
ra militar que tuvieron como objetivo, también, la eliminación de toda crítica en el
seno del movimiento católico. La apelación a las Fuerzas armadas para que reprimie-
sen las disidencias (es decir, las resistencias o a quienes se oponían al orden instituido
en cada campo), sean católicas o de otros grupos religiosos, sindicales, de partidos,
culturales, educativas o empresariales, fueron alentadas por quienes dominaron el te-
rreno y buscaron seguir ejerciendo su monopolio haciendo detener y desaparecer a los
que les disputan parte de su poder.
59. Cfr. Emilio Mignone: Iglesia y Dictadura. El papel de la Iglesia a la luz de sus relacio-
nes con el régimen militar, Buenos Aires, Ediciones del pensamiento nacional, 1986.
60. «Más allá de una disconformidad juvenil (como sus empañadores intentan pre-
sentarlo), el terrorismo subversivo —que en un día trágico asesinó veinte policías y, en
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una noche triste de Belgrano, a cinco religiosos— importa una conspiración criminal
contra nuestra civilización cristiana». Revista Esquiú, n.º 847, 18-24 de julio, 1976,
Editorial, p. 10. En julio de 2005, por primera vez, las autoridades eclesiásticas, como
fruto de la presión interna y de la demanda social de dar fin a la impunidad, iniciaron
el proceso de reconocimiento como mártires de esos religiosos asesinados por el terro-
rismo de Estado.
61. Revista Esquiú, n.º 886, 17-23 de abril, 1977, p. 6.
62. Revista Esquiú, n.º 923, 1-7 de enero, 1978, p. 3.
63. Emilio Mignone, op. cit., p. 133.
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Buenos Aires. La CONADEP estuvo formada, entre otros, por el rabino Meyer, el obispo
metodista Gattinoni, el obispo católico De Nevares y el escritor Ernesto Sábato.
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7. Ibíd., p. 24.
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8. Ibíd., p. 27.
9. Pedro Trigo: «Interpretación teológica de los últimos 40 años de la Iglesia en
América Latina», en Christus, n.º 707 (julio-agosto, 1998), p. 12.
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12. Gilles Kepel: Las políticas de Dios, Madrid, Anaya & Mario Muchnik, 1995,
pp. 75 y ss.
13. German Doig Klinge: Juan Pablo II y la cultura en América Latina, Bogotá,
CELAM, 1991.
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