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Codigo Bustamante. Montevideo 1978 y Pacto de San Jose
Codigo Bustamante. Montevideo 1978 y Pacto de San Jose
La idea de dicha normativa común fue promovida por Antonio Sánchez de Bustamante y
se concretó durante el 6° Congreso Panamericano celebrado en Cuba en 1928,
específicamente en el documento final, el Tratado de La Habana, se adjunta en el anexo
el Código de Derecho Internacional Privado.
El Código en cuestión no tuvo gran aceptación; Estados Unidos se retiró a mitad de las
negociaciones, México y Colombia no firmaron dicho tratado, Argentina, Uruguay y
Paraguay decidieron regirse por las normas de Montevideo en lo relativo al Derecho
Internacional Privado y el resto de los países ratificaron con grandes reservas.
La idea de dicho codex común fue incitada por Antonio Sánchez de Bustamante (La
Habana; 13 de abril de 1865 - 24 de agosto de 1951, Abogado, jurista y político
cubano.) quien promovió la existencia de una normativa común para América sobre el
derecho internacional privado.
Perú: Jesús Melquíades Salazar, Víctor Maúrtua, Enrique Castro Oyanguren, Luis
Ernesto Denegri.
Uruguay: Jacobo Varela Acebedo, Juan José Amézaga, Leonel Aguirre, Pedro Erasmo
Callorda.
México: Julio García, Fernando González Roa, Salvador Urbina, Aquiles Elorduy.
Guatemala: Carlos Salazar, Bernardo Alvarado Tello, Luis Beltranena, José Azurdia.
Venezuela: Santiago Key Ayala, Francisco Gerardo Yanes, Rafael Angel Arraíz.
Colombia: Enrique Olaya Herrera, Jesús M. Yepes, Roberto Urdaneta Arbeláez, Ricardo
Gutiérrez Lee.
Chile: Alejandro Lira, Alejandro Alvarez, Carlos Silva Vildósola, Manuel Bianchi.
Brasil: Raúl Fernández, Lindolfo Collor, Alarico da Silveira, Sampaio Correa, Eduardo
Espínola.
Estados Unidos de América: Charles Evans Hughes, Noble Brandon Judah, Henry P.
Fletcher, Oscar W. Underwood, Dwight W. Morrow, Morgan J. O'Brien, James Brown
Scott, Ray Liman Wilbur, Leo S. Rowe.
Las diversas reservas de los estados partes y la reticencia de algunos especialistas del
derecho de los múltiples estados en cuando a la utilidad y aplicación de dicho tratado
sin afectar el orden interno de los mismo torno poco viable que el Código fuera puesto
en practica.
4. Que Su Santidad el Papa Juan Pablo II manifestó el deseo de enviar a las capitales
de los dos Estados un Representante Especial suyo para obtener informaciones más
directas y concretas sobre las posiciones respectivas y para contribuir al logro de un
arreglo pacífico de la controversia;
6. Que designado para esta misión de paz Su Eminencia el Cardenal Antonio Samoré
ha mantenido, a partir del dia 26 de diciembre de 1978, conversaciones con las mas
altas Autoridades de ambos países y con sus más inmediatos colaboradores;
10. Ambos Gobiernos declaran no poner objeción a que la Santa Sede, en el curso de
estas gestiones, manifieste ideas que le sugieran sus detenidos estudios sobre todos
los aspectos controvertidos del problema de la zona austral, con el ánimo de contribuir a
un arreglo pacífico y aceptable para ambas partes. Estas declaran su buena disposición
para considerar las ideas que la Santa Sede pueda expresar;
11. Por consiguiente, con este Acuerdo, que se inscribe en el espíritu de las normas
contenidas en instrumentos internacionales tendientes a preservar la paz ambos
Gobiernos se suman a la preocupación de Su Santidad Juan Pablo II y reafirman
consecuentemente su voluntad conducente a solucionar por vía de la mediación la
cuestión pendiente.
DADO en Montevideo el día 8 del mes de enero del año 1979, y firmado en seis
ejemplares de idéntico tenor.
El Cardenal Antonio Samoré, Enviado Especial de Su Santidad Juan Pablo II, al recibir
la solicitud de mediación formulada por los Gobiernos de la República de Chile y de la
República Argentina, pide que dicha solicitud vaya acompañada con el compromiso de
que los dos Estados no recurrirán a la fuerza en sus relaciones mutuas, realizarán un
retorno gradual a la situation militar existente al principio de 1977 y se abstendrán de
adoptar medidas que puedan alterar la armonía en cualquier sector.
Los Cancilleres de ambas Repúblicas, Excmo. Señor Hernàn Cubillos Sallato y Excmo.
Señor Carlos Washington Pastor, dan su acuerdo en nombre de sus respectivos
Gobiernos y firman con el mismo Cardenal seis ejemplares de idéntico tenor.
Reconociendo que los derechos esenciales del hombre no nacen del hecho de ser
nacional de determinado Estado, sino que tienen como fundamento los atributos de la
persona humana, razón por la cual justifican una protección internacional, de naturaleza
convencional coadyuvante o complementaria de la que ofrece el derecho interno de los
Estados americanos;
Reiterando que, con arreglo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sólo
puede realizarse el ideal del ser humano libre, exento del temor y de la miseria, si se
crean condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos económicos,
sociales y culturales, tanto como de sus derechos civiles y políticos, y