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“Filosofía del hombre que roba ladrillos”

Radioteatro

Lugar: Buenos Aires, Argentina.

Tiempo: Comienzos de siglo XX.

Subgénero: humor.

Personajes:

Roberto: Ladrón de ladrillos.

Elvira: Esposa de Roberto.

Juan Carlos: Dueño de ladrillos.

Rosa: Esposa de Juan Carlos

Fabricio: Niño.

Parte 1

Locutor: En Argentina, a comienzos del siglo XX, existieron lo que podríamos denominar “ladrones
de propiedades”. Estos ladrones se encargaban de sustraer los materiales con los que sus vecinos
comenzaban a construir su casa. Aquí les presentamos el caso de Roberto y Juan Carlos, uno más
de los tantos que por entonces se veían:

Rosa: ¿Gordo, no te parece que la pila de ladrillos está cada día más chica?

Juan Carlos: ¿Ya empezamos? Otra vez con tus locuras ¡Todos te roban a vos!

Rosa: Si contaras los ladrillos te darías cuenta que faltan.

Juan Carlos: ¡Pero no, mujer! ¡Te parece a vos, no más!

Rosa: A mí me parece que es tu amiguito. Porque ellos también están construyendo. La pared
crece pero no veo que compre ladrillos.

Juan Carlos: No, para mí es ese mocoso de Fabricio. Pero ya que insistís siempre con lo mismo,
esta noche voy a vigilar.

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Parte 2

Locutor: Es así como Juan Carlos decide vigilar, idea que al rato se le olvida, inmerso en los
quehaceres de la vida cotidiana. Rosa, sabiendo que esto era de esperarse, le pide a su vecino y
amante Julio que estuviera atento en la noche, para custodiar la pila de ladrillos de su marido.

Roberto: ¡Dale, Elvira, que se hace tarde!

Elvira: ¿Llevo la carretilla?

Roberto: ¡No, no, no! ¡Eso no que hace un ruido bárbaro!

Fabricio: Yo no voy a cargar un millón de ladrillos, como la otra vez. Voy a cargar solo tres,
máximo. Porque me raspan todas las manos. Y además, por la guita que me das no voy a ser tu
mulita.

Locutor: Ya a oscuras, Roberto con su esposa y el pequeño Fabricio salen de su casa dirigiéndose a
la ya menos abultada pila de ladrillos rojos que se encuentra en el patio delantero de la casa de
Juan Carlos. Cuando Roberto comienza a cargar los primeros ladrillos en su bolsillo, se escuchan
unos gritos desde la vereda de enfrente.

Julio: ¿Quién anda ahí?

Roberto: ¡Rajen, Rajen!

Julio: ¿Eh, me escucharon? ¿Qué están haciendo?

Elvira: Se me caen todos los ladrillos ¡pará, pará!

Julio: ¡Dejen todo eso ahí!

Roberto: ¡Tiralos y corré, Elvira!

Julio: ¡Juan Carlos! ¡Despertate! ¡Te están robando los ladrillos!

Fabricio: ¡Esperenmé!

Roberto: A vos no te van a decir nada, gil.

Fabricio: ¡Ah, con que me dejan acá! ¡Bueno, acá tienen sus ladrillos! (los tira con fuerza hacia las
cabezas de Roberto y Elvira!

Elvira: Te dije mil veces que era mala idea traer ese mocoso.

Roberto: ¡Callate! Con vos sola no íbamos a terminan nunca.

Fabricio: ¡Juan Carlos, despertate! ¡Te están robando los ladrillos!


Roberto: (desde el patio trasero de su casa) ¿Qué hace ahora Fabricio? ¿¡Lo está llamando a Juan
Carlos!?

Elvira: ¡Te dije que era mala idea!

Roberto: ¡Callate vos, y dejame ver!

Fabricio: (toma un ladrillo para tirárselo en la ventana a Juan Carlos) Hoy ni caramelos me van a
dar, y todo por ese buchón de Julio. A ver si con esto te despertás, Juan Carlos…

Se escucha ruido a vidrio roto y el grito de Juan Carlos.

Parte 3

Locutor: En la madrugada, Juan Carlos se despierta y junto con Rosa salen afuera, asustados por el
ladrillo que rompió su ventana y por tantos gritos. Allí, los está esperando Julio, para contarles
todo lo que pasó.

Julio: Che, disculpenmé, no pude agarrar al mocoso ese...Juan Carlos, Rosa, les tengo que decir
que Roberto y su mujer son quienes les estuvieron robando los ladrillos.

Rosa: ¡Yo lo sabía! ¡Te lo dije! ¡Yo sabía que eran ellos! Y nosotros que con tanto sacrificio
compramos esos hermosos y rojos ladrillos. (mirando a Juan Carlos) Sospechaba que eran él y su
señora, pero vos no me quisiste creer.

Julio: No, si ya no se puede confiar en nadie.

Locutor: Juan Carlos se dirige muy enojado hacia la casa de Roberto y Elvira, mientras su señora
Rosa aprovecha para darse unos besos con Julio. Una vez frente a la puerta, Juan Carlos observa
como una silueta desde la ventana se esconde y espía hacia afuera.

Juan Carlos: ¡Salí que te estoy viendo, cobarde! ¡Y yo que pensé que eras mi amigo, que nos
podíamos confiar todo! Vos me correspondés de esta manera, robándome lo más preciado que
tengo: mis hermosos ladrillos.

Locutor: Roberto sale afuera. Cabizbajo y arrepentido de todo lo sucedido.

Roberto: Yo necesitaba los ladrillos, porque estamos haciendo con Elvira una piecita nueva,
porque estamos esperando un hijo.

Juan Carlos: ¡No te puedo creer! ¡Y por qué no me dijiste nada! Si me los hubieras pedido te los
habría dado.

Roberto: Sí, pero viste como son estas cosas. Me daba mucha vergüenza. Además tu mujer mucho
no me quiere.
Juan Carlos: Sí, eso es verdad. Intentemos recomponer esta amistad. Como padrino de tu hijo
prometo darte todos los ladrillos que necesitas.

Locutor: Y así, abrazados y con una relación fortalecida, los amigos se dirigen hasta la pila de
ladrillos, donde se sientan a tomar unos mates.

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