Está en la página 1de 2

Este libro clásico, publicado por primera vez en 1923, se ha convertido,

con los años, en el libro más buscado y leído que se haya publicado jamás sobre

el mercado de valores. Desde que comencé mi carrera como operador de mercancías

y acciones en los años 60, este libro, de las muchas docenas que he leído,

siempre ha sido el que más ha influido en mi pensamiento desde que me fue

presentado en 1965, y es con verdadera nostalgia y orgullo con la que se ha hecho

esta edición de la Traders Press de 1985. Tengo la firme creencia de que los

principios del comportamiento del mercado y el comportamiento característico

de los partícipes del mercado, que se describen aquí, son inmutables y permanecerán

siendo los mismos en la medida en que se permita a los mercados

fluctuar libremente y a los especuladores acceso libre y participación en el

mercado.

Si todavía no es consciente de ello, observe que esta obra de ficción es,

de hecho, una biografía ligeramente disfrazada de Jesse Livermore, el especulador

más colorista en el "Vestíbulo de la fama " de los operadores de mercancías

y acciones.

Si, después de leer esta interpretación ficticia de la vida de Livermore,

Vd. desea leer más sobre este fascinante individuo, puede obtener un ejemplar de

Jesse Livermore: Rey de la Especulación por Paul Sarnoff, publicado también

por Gesmovasa, en castellano.

Greenville, S.C.

Julio, 1985 Edward D. Dobson


/

EMPECÉ A TRABAJAR cuando salí del colegio. Conseguí trabajo como

chico encargado del tablero de cotizaciones en una oficina de corretaje. Era

despierto para los números. En el colegio hice tres años de aritmética en

uno. Era bueno, especialmente con la aritmética mental. Como encargado

del tablón de cotizaciones, mi labor consistía en enviar los números al gran

panel que había en la sala de los clientes. Uno de estos clientes solía

sentarse al lado de la cinta y decir en voz alta los precios. Nunca los decía

demasiado deprisa. Siempre he recordado los números sin problemas de

ningún tipo.

Había muchos otros empleados en esa oficina. Me hice amigo, por

supuesto, de los otros tipos, pero el trabajo que yo hacía, cuando el mercado

era activo, me mantenía lo suficientemente ocupado desde las 10 de la

mañana hasta las tres de la tarde como para permitirme pasar mucho tiempo

hablando. De todas formas, esto no me preocupaba especialmente

durante las horas de trabajo.

Sin embargo, lo que no me impedía pensar en el trabajo era el

mercado ajetreado. Esas cotizaciones, tal cantidad de dólares por participación,

no representaban, para mí, precios de acciones. Eran números.

Significaban algo, por supuesto. Siempre estaban cambiando. Los

cambios, eso era todo lo que debía interesarme. ¿Por qué cambiaban?

No lo sabía. No me preocupaba. No pensaba acerca de ello. Veía

simplemente que cambiaban. Eso era todo lo que debía pensar unas

cinco horas al día y dos, los sábados: que estos estaban siempre

cambiando.

También podría gustarte