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Historia de Hayy Ibn Yaqzan

Abentofail expone dos posibles nacimientos de Hayy Ibn Yaqzan. El primero se relacione con una
isla de la India, situada bajo la línea ecuatorial, donde es posible que un hombre nazca por
generación espontánea. La otra versión sostiene que Hayy nació en una isla vecina a la
mencionada, hijo del embarazo clandestino de una princesa que para evitar el deshonor tuvo
que deshacerse de él arrojándolo al mar dentro de una caja, no sin antes implorar a Dios que
velase por su vida. La caja llegó a la isla y Hayy, que estaba hambriento, lloró. A él acudió una
gacela que había perdido su cría. La gacela sintió compasión por el niño, lo amamantó y crió,
apartándolo de todos los peligros.

Los que creen que Hayy nació por generación espontánea afirman que el cuerpo se formó a
partir de arcilla fermentada, surgiendo primero una burbuja con dos compartimentos. A este
cuerpo se unió el espíritu que emana de Dios en comunión perfecta. El alma/espíritu que emana
de Dios, se extiende sobre todos los seres. Hay algunos que no muestran vestigios de ella porque
les falta aptitud, como los minerales. Otros los muestran en parte, según sus aptitudes, como
las plantas. Y otros que lo muestran completamente, como los animales. Entre los animales hay
algunos que reciben muy bien el espíritu, hasta el punto que lo reflejan y son hechos a su imagen.
En el hombre esta imagen queda robustecida y prepondera sobre las demás imágenes.

Una vez el espíritu fue fijado, a él se sometieron todas las potencias por orden de Dios. Enfrente
de la primera burbuja se creó un segundo receptáculo en que se alojaron algunas de estas
potencias sometidas al primer espíritu. Después se formó una tercera burbuja donde se
ampararon otras potencias. Los tres receptáculos surgieron de la arcilla fermentada y se
gobernaron jerárquicamente según el orden de nacimiento.

El primero de estos tres receptáculos, una vez se le hubo unido el espíritu, tomó forma de
corazón. Para ejecutar su función, disolver y destruir humores, necesitaba alimentarse y percibir
lo que convenía. Las otras dos burbujas tomaron forma de órganos para subvenir las
necesidades del primero. El encargado de la percepción fue el cerebro y el de la alimentación
fue el hígado (necesitaban del corazón para que les proveyese calor y fuerza). Se formó una red
de conductos: arterias y venas. Los que apoyan esta teoría continúan este desarrollo hasta la
formación del organismo completo. Tras ello, la envoltura de arcilla se quiebra y el niño llora
llamando la atención de la gacela sin cría, que va en su auxilio. A partir de aquí las historias
coinciden (respecto del crecimiento del niño).

Creció al amparo de la gacela imitándola, pero observó que todos los animales eran distintos a
él; estaban dotados de armas inherentes a sus cuerpos mientras que él andaba desnudo y era
lento, entre otras comparaciones, y eso lo hacía sentirse inferior.

Cerca de los siete años Hayy se cubrió con hojas y fabricó lanzas de madera para lidiar con los
animales. Entonces concibió cierta idea de poder y vio que su mano era superior a las garras
animales. Las hojas con que se cubría se marchitaban rápido, así que cuando vio un águila
muerta se hizo un vestido con sus pieles y plumas. Con él se calentó e infundió respeto sobre los
animales, que ya no se acercaron más para pelear, excepto la gacela que lo había amamantado
y criado. Esta gacela envejeció y enfermó, y finalmente le sobrevino la muerte y reposó inmóvil.
Hayy deseaba encontrar la raíz del mal y repararlo para que la gacela volviese a la vida, pero no
veía señales externas que denotasen daño alguno. Dedujo que algo obstruía las facultades de
acción y percepción de la gacela (propia experiencia), y creyó que si la libertaba de ellos,
volverían a obrar. (no daño exterior) creyó que el órgano dañado estaba oculto en el interior del
cuerpo y era indispensable para el funcionamiento de los demás.
Los cadáveres de los animales salvajes sólo tenían concavidad en el cráneo, el pecho y en el
vientre, y pensó que ese órgano debía residir en uno de esos tres lugares. Creyó que estaba en
el centro por: de él requerían los demás órganos (carácter central) y él mismo lo sentía. Se
decidió a abrir el pecho de la gacela para buscar lo que en él hubiese. En el centro del pecho
halló el corazón. Lo apretó y notó que estaba hueco. Lo abrió y encontró dos cavidades: la
derecha repleta de sangre coagulada y la izquierda vacía. Pensó que el compartimento de la
izquierda había de tener una función, como todos los órganos, y que lo que dentro de él se
hallaba se había marchado dejando el cuerpo paralizado.

Entonces el cuerpo le pareció despreciable en relación con aquel ser, y a ese ser dedicó sus
reflexiones. Se convenció de que su madre era ese algo (dueño y motor del cuerpo) que se había
marchado y que el cuerpo no era más que un instrumento. Después, y en imitación de otros
animales, enterró el cuerpo de su madre, que ya empezaba a corromperse.

Hayy conoció el fuego por azar y aprendió a mantenerlo vivo. Habiendo crecido su pasión hacia
este elemento, por la excelencia de sus efectos y la grandeza de su poder, llegó a pensar que
quizá lo que residía en el corazón era algo de la misma naturaleza (lo corrobora: calor en vida-
frío muertos + calor en su pecho). Diseccionó entonces animales vivos y en el compartimento
izquierdo del corazón halló un aire vaporoso y notó su calor con los dedos. Hayy se convenció
de que ello era el principio de movimiento, que los animales son por causa de esta alma, que
desde un centro fijo se reparte a todos los miembros, los cuales son sus servidores y perecen
cuando ella lo hace. Concluye que el alma animal es una, y dependiendo del órgano con que
obre, su acción será una u otra. Si el alma abandona el cuerpo, éste se paraliza y muere.

Se interesó después por otros temas: examinó todos los cuerpos existentes y en todos halló
generación y corrupción, pero tenían todos propiedades numerosas, acciones distintas y
movimientos concordantes y divergentes. Por ello infirió que los seres eran múltiples, y que
incluso su esencia lo era, pues miró sus miembros y los percibió distintos, pero a su vez vio que
estaban todos juntos entre sí y bajo una misma ley directiva. Le pareció a Hayy más razonable
que su esencia fuese esa alma animal única, de la que se derivaban múltiples funciones.

Halló después la unidad de cada especie, a pesar de la multiplicidad de sus individuos, y


comprendió la unidad del reino animal; pues juzgó que el alma, que cada especie tiene, es sólo
una, y que únicamente se diversifica porque se divide en muchos corazones, pero si fuese
posible reunir todo lo repartido entre esos corazones sería una única cosa, así como el agua o el
vino, que, aunque se reparta en muchos recipientes y después puede volver a reunirse. La
multiplicidad le sobreviene por accidente (las diferencias entre especies son mínimas). Halla la
misma unidad en el reino vegetal y más tarde en el mineral. Todos los cuerpos se le presentaban
iguales, sólo que unos, por medio de órganos, producían actos, y no sabía si la naturaleza de los
mismos era externa o esencial. Luego Hayy creyó que los actos no eran esenciales, sino que
proceden de causa externa.

Examinó después que todos los cuerpos tienen movimiento, vivientes e inanimados, y se
mueven o bien hacia arriba como el humo, o bien hacia abajo como el agua, y sólo reposan
cuando un obstáculo corta su camino. Resolvió que los cuerpos tienen pesadez o ligereza, y tuvo
la evidencia de que los cuerpos están compuestos de dos propiedades: la corporeidad y la
pesadez o ligereza. Atendiendo a la segunda propiedad, los cuerpos se mueven, como ya he
dicho, hacia arriba o hacia abajo.

A raíz de ello consideró que el alma animal, cuya sede es el corazón, había de tener un atributo
añadido a la corporeidad que la permitiese desarrollar sus actos propios, que son las
sensaciones, las percepciones y los movimientos. Este atributo es su forma y la diferencia del
resto de los cuerpos. Lo mismo ocurre con el alma vegetativa y con la naturaleza de los seres
inanimados. En darse cuenta que la corporeidad era atributo común a todos perdió el interés
por él y se centró en el atributo diferencial, el alma.

De las formas de cada cuerpo derivan sus posibles actos. Existen tres categorías de cuerpos: la
primera categoría tiene en común el movimiento hacia abajo, la segunda, además de poseer la
anterior forma, tiene otra, causa de nutrición y crecimiento, que se conoce como alma
vegetativa. Y otra categoría de seres tiene también una forma que les permite sentir y moverse.
La cualidad común que encontró a todos los cuerpos fue la extensión: todos los cuerpos están
dotados de longitud, latitud y profundidad, y por tanto es la única propiedad que tiene el cuerpo
en cuanto cuerpo. No puede prescindir de ella.

Consideró entonces que el cuerpo en cuanto cuerpo está compuesto de dos cualidades
complementarias: la forma, que puede cambiar y variar en aspectos sucesivos, y la materia, que
está libre de formas, pero se amolda a ellas. Observando el agua Hayy observó que en su forma
habitual es fría y propende a caer, mientras que si le aplicaba calor sus cualidades variaban.
Estos cambios de forma sugirieron a Hayy la idea vaga de un hacedor de la forma, pues todo lo
que es producido (formas) necesita de un productor. Consideró también las esencias de las
formas, y notó que no eran más que una capacidad de cuerpo para producir un acto u otro; es
decir, la forma son las aptitudes de un cuerpo (agua sube). Los atributos distintivos de cada
forma no existen realmente en las mismas, sino que son obra de un agente productor.

Los cuerpos sensibles se corrompen y necesitan de un productor: Hayy pone atención en los
cuerpos celestes. Observándolos se planteó si estos cuerpos eran finitos o infinitos, pero
rápidamente vio, por múltiples razones, que un cuerpo infinito es absurdo, imposible e
ininteligible. Cuando tuvo certeza de la finitud del cosmos quiso saber qué figura tenía, y vio que
los astros salían por oriente y se ponían por occidente, y esas salidas eran simultáneas y situadas
siempre a la misma distancia: cielo era esférico. Le pareció que todas las esferas pertenecían a
una sola, a un todo, y lo comparó a un individuo con sus respectivos miembros.

Hayy pensó si el mundo era producido o eterno, pero pasó mucho tiempo sin hallar una razón
de peso que corroborase alguna de las tesis. Si el mundo fue creado es preciso que tenga un
hacedor que sea incorpóreo, pues si este tuviese cuerpo implicaría que habría sido producido, y
por tanto necesitaría de un productor, y si este segundo productor fuese también un cuerpo
necesitaría de un tercero, y así hasta el infinito. Por tanto ese hacedor no puede ser percibido
(sentidos= cuerpos y accidentes), ni, por ende, imaginado (representación cosa.sens.) Y si no es
cuerpo no tiene extensión. En cambio, si el mundo es eterno lo es también su movimiento. La
fuerza de los cuerpos es finita, como los propios cuerpos, por ello el movimiento del mundo ha
de provenir de un ente inmaterial autor de los distintos y constantes movimientos del cielo, y
por ello ha de ser fiel conocedor de los mismos. Eternidad o producción del mundo justificaban
la existencia de un autor incorpóreo exento de las cualidades corpóreas.

El Autor es la causa y los seres son los efectos, y en su existencia necesitan y dependen del Autor.
Éste les dio su forma y les enseñó a emplearla correctamente. A raíz de ese conocimiento Hayy
vio en todos los seres huellas de este autor y quedó fascinado por su belleza. Comprendió
entonces que la esencia del autor había de ser más grande que estas cualidades citadas. Todas
las cualidades de perfección las posee y emanan de él. Por el contrario, estaba libre de toda
imperfección. Hayy, asumiendo la grandeza del Autor, trató de olvidar el mundo sensible para
sumirse en la exploración inteligible.

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