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Lógica de la neurosis obsesiva como fundamentación subjetiva para la

construcción de la cultura: Freud1

Por: Edgar Bennetts.

El origen de la cultura, la moral y la religión, ha sido tema recurrente desde diversos


campos del saber.2 La indagación que se presenta, corresponde únicamente al campo del
psicoanálisis.3 Así pues, el trabajo que se realiza aquí, corresponde al análisis del origen
de la cultura, pues de este análisis, nace la tesis que se pretende sostener, a saber: que la
lógica neurótico-obsesiva es la que propicia el nacimiento de la cultura, y no el sólo
acontecimiento del asesinato del padre de la horda primitiva. En efecto, se analizarán los
factores que intervienen, primero, en el asesinato del padre de la horda primitiva y
segundo, en los factores que intervienen en el origen de la moral y la religión, pues de
esto segundo, deviene parte del sustento de la tesis, pues se considera que la moral y la
religión son representaciones de la lógica neurótico-obsesiva, y a su vez, manifestaciones
primigenias de la cultura en sí, pues la cultura, sin manifestaciones que den cuenta de su
existencia, no es cultura.4

1
Este trabajo pertenece a un desarrollo que he venido haciendo acorde al sentido del sujeto en la cultura
occidental. Debido a lo extenso que plantea dicho proyecto y de manera en suma resumida, aquí sólo
expongo la primera parte de éste (pues el proyecto abarca la relación que se da entre las tesis de Freud y las
de Nietzsche, así como el análisis del sentido de la crítica foucaultiana al poder), debido pues, a los tiempos
y requerimientos del proyecto de investigación que requería el diplomado.
2
Como lo es la antropología, la filosofía, la arqueología, la historia, etcétera. Peculiar interés he tenido del
mismo tema desde la filosofía de Nietzsche, pues desde ésta, notó, enfáticamente, una semejanza enorme
entre el psicoanálisis y la filosofía mencionada.
3
Son consabidas las tesis de Freud al respecto, en cuanto al primer término: «el parricidio», éste se explica
fundamentalmente en el famoso texto de Freud sobre el Tótem y tabú, aunque este tema se encuentre
disperso en casi toda la literatura psicoanalítica freudiana. En esta investigación, substraeré de la literatura
mencionada, lo relacionado al tema del parricidio como acontecimiento hipotético fundante de la cultura,
sin pretender con esto, apuntar al objetivo clínico ulterior, que fue en su caso, el objetivo de Freud. En
cuanto al tema del incesto, el psicoanálisis se mueve alrededor de este núcleo (por decirlo de alguna
manera). El complejo de Edipo, como puede saberse, es el punto central tanto de la teoría, como del
método y la terapia psicoanalítica. En este escrito, me remitiré al tema del incesto y al complejo de Edipo,
siempre y cuando éste sirva para explicar la génesis de la cultura y el desarrollo de la subjetividad. En efecto,
sustraeré el tema del incesto de la misma manera que haré con el tema del parricidio.
4
Por cultura entiendo lo que entiende Tylor al respecto (cf. 1995).

1
El cuerpo como potencia erótica, la ambivalencia emocional y el parricidio

Como se dijo a penas en el planteamiento, Freud sostiene la hipótesis de que, en el origen


de la cultura, se encuentra un acontecimiento fundante: el asesinato del padre de la horda
primitiva, y en efecto, existieron factores que lo causaron, y en especial uno, la
ambivalencia emocional. En cuanto a esto, Freud (1998i: 158) menciona: «No sabemos
nada sobre el origen de esta ambivalencia. Se puede adoptar el supuesto de que es un
fenómeno fundamental de nuestra vida de sentimientos. Pero también otra posibilidad me
parece digna de consideración: que ella, ajena en su origen a la vida de los sentimientos,
fuera adquirida por la humanidad en el complejo paterno».

Así bien, Freud apunta a que dicha ambivalencia se encuentra fundamentada desde
el complejo paterno, pero ¿qué propició desde lo más interno del hombre, el complejo
paterno?, ¿qué hay en el fondo de la rivalidad entre congéneres (hombres) del mismo
clan? –el cuerpo y la pulsión. Puede ser de merecido énfasis la idea de que el ser humano
es necesariamente un ente arrogado al mundo de las posibilidades, de la potencia de ser.
Pero sin embrago, es claramente refutable la idea de que ese ser en potencia del que
hablaba Aristóteles, estuviera concebido fuera de los límites del lenguaje. Precisamente
para Heidegger (1991: 254) es que «el lenguaje es la casa del ser y la morada de la esencia
del hombre», puesto que la pregunta por el ser viene dada desde lo humano. Así pues, sin
lenguaje no habría hombre, ser humano: sería lógico apuntar a que el lenguaje es una
predeterminación de lo humano, pero no es la única.

El cuerpo de características humanas, puede ser, lo que desee de él. Si no, hágase la
remembranza de los casos de niños salvajes o ferales.5 Lacan (2003: 239) en este sentido,
mencionaba a ese deseo que le otorgaba flujo (desarrollo) a la vida del niño como
«llamado a la vida». Ese deseo de la madre, ese hablar, pondrá en marcha a la pulsión y
al deseo del niño; pero no se olvide que otro predeterminante además del lenguaje es el
órgano y uno importante de ellos, es la boca. En efecto, no sólo el lenguaje nos

5
El tema de los niños salvajes o ferales ha sido analizado rigurosamente por varios campos del saber, entre
ellos, el propio psicoanálisis, la filosofía, la antropología, la lingüística, etc., aunque para algunos
despistados, sea tema mítico o irreal. A propósito del tema: Cf. Althusser, L. (1996). «Psicoanálisis y
psicología». En, Psicoanálisis y ciencias humanas. Buenos Aires: IMEC., Pizarro, V. (2010). Los últimos días de
Vicente Cau Cau, el niño lobo chileno, Chile: The Clinic., Bettelheim, B. (1959). «Feral Children and Autistic
Children». En, The American Journal of Sociology, Vol. 64, No. 5., pp. 455-467.

2
predetermina, sino también el cuerpo compuesto de nervios, de sentidos: esa boca que es
el acceso al alimento, pero también al placer.

Es bien sabido en psicoanálisis los caminos que toma la pulsión en su desarrollo,


las fases y los complejos, que no es mi tarea explicar extendidamente aquí, pero que
delinean lo que pretendo resaltar: que además del lenguaje, está el cuerpo con la potencia
de ser dirigido hacia un fin, de ser «erotizado», neurotizado y quizá también, psicotizado.
Ese cuerpo en potencia, ese cuerpo con la capacidad de sentir placer y de erotizarse, es
uno de los factores principales que lleva al ser humano al complejo paterno, y así como
lo menciona Freud, puede ser que ese complejo paterno, dé razón de la existente
ambivalencia emocional acontecida en los remotos tiempos de la horda primitiva; sin
embargo, falta un eslabón clave en esta trama: el complejo de Edipo. Sin bien podemos
apreciar el complejo de Edipo todavía vivo en los niños de nuestro tiempo, se puede hacer
la aventura que hizo Freud (cf. 1998c, 1998d, 1998g y 1998h), –la de pensar
retrospectivamente (genealógicamente) la neurosis hasta llegar a su mera etiología, que
daría razón no sólo del origen de ésta, sino de la cultura en general.

Recapitulemos, primero se tienen dos factores que determinarán la vida de lo


humano: el lenguaje y el cuerpo, que significan varias cosas, pero que en cuanto a lo
central de este escrito, se encuentra el llamado a la vida que tiene que ver en poner en
función a la pulsión, cosa que en consecuencia, llevará al Edipo; si pensásemos
retrospectivamente ese complejo edípico, se llegará al origen de éste, que se fragua con
el origen de la cultura. Si sostenemos lo que sostiene Freud, que va precisamente acorde
al llamado a la vida, al cuerpo y a la pulsión, se tendrá pues, que sostener que primero
hubo el complejo de Edipo, y después cultura, es decir, que el Edipo explica a la cultura
(porque de ello se genera el asesinato del padre primordial, que a su vez representa el
acontecimiento fundante de la cultura) y no la cultura al Edipo.

Ahora bien, si se toma pues esta premisa clave de la teoría psicoanalítica freudiana
(que el Edipo explica a la cultura y no al revés), me parece sustancial que para que ésta
tome fuerza y sentido, se tendría que explicar sus especificaciones y puntos nodales.
Freud explica –fundamentalmente– toda su teoría sobre el origen de la cultura en Tótem
y tabú y es ahí, donde Freud (1998i: 145) sostiene que la ambivalencia juega un papel

3
central en asesinato del padre de la horda, pues los hijos de ese padre, lo amaban y se
identificaban con él, pero también lo odiaban por negarles el acceso a la satisfacción de
sus pulsiones sexuales: de realizar el acto sexual con las mujeres de la horda, que en este
caso, serían su madre y hermanas. Pero Freud explica (analógicamente) a través de un
caso clínico cómo se podría entender esa ambivalencia emocional; él menciona (ibíd.:
37) a propósito de una angustia de contacto (en cuanto al caso de un neurótico obsesivo),
semejante al tabú de tocar en los salvajes lo siguiente:

« (…) al comienzo, en la primerísima infancia, se exteriorizó un intenso placer de contacto cuya meta
estaba mucho más especializada de lo que uno se inclinaría a esperar. Pronto una prohibición contrarió
desde afuera ese placer; la prohibición, justamente, de realizar ese contacto. (…) Pero a consecuencia
de la constitución psíquica primitiva del niño, la prohibición no consiguió cancelar a la pulsión. El
resultado fue sólo reprimir {esforzar al desalojo} a la pulsión —al placer en el contacto— y desterrarla
a lo inconsciente. Tanto prohibición como pulsión se conservaron. La segunda, porque sólo estaba
reprimida, no cancelada; y la primera, porque si ella cejaba, la pulsión se abriría paso hasta la
conciencia, y se pondría en ejecución. (…) El carácter principal de la constelación psicológica fijada
de ese modo reside en lo que se podría llamar la conducta ambivalente del individuo hacia un objeto
o, más bien, hacia una acción sobre el objeto. Quiere realizar una y otra vez esa acción —el contacto—
[ve en ella el máximo goce, mas no tiene permitido realizarla], pero al mismo tiempo aborrece de ella.
La oposición entre esas dos corrientes no se puede nivelar y compensar por el camino directo porque
ellas —no nos resta otra posibilidad que formularlo así— están localizadas de tal modo en la vida
anímica que no pueden encontrarse. La prohibición es expresa y consciente; en cambio, el placer de
contacto, que perdura, es inconsciente: la persona no sabe nada de él. De no mediar este factor
psicológico, la ambivalencia no podría durar tanto tiempo ni producir tales fenómenos consecutivos.

En efecto, la ambivalencia emocional del obsesivo que trató Freud y de ese


hipotético hombre primigenio (pensado éste en sentido retrospectivo a propósito de una
antiquísima manifestación cultural que es el tabú), se explica por medio de un placer de
contacto (pulsión), reprimido (desalojado) hacia el inconsciente, que perdura en el ser del
hombre, porque dicho goce no fue cancelado, sino sólo prohibido; en tanto se conserva
la pulsión de contacto (Icc.) y se conserva a su vez, la prohibición (Cc.).

Entonces supongamos, así como Freud (ibíd.: 143-144) nos incita, a que en tiempos
inmemoriales:

«Hay ahí un padre violento, celoso, que se reserva todas las hembras para sí y expulsa a los hijos
varones cuando crecen; (…) Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre,
y así pusieron fin a la horda paterna. Unidos osaron hacer y llevaron a cabo lo que individualmente
les habría sido imposible. El violento padre primordial era por cierto el arquetipo envidiado y temido

4
de cada uno de los miembros de la banda de hermanos. Y ahora, en el acto de la devo-ración,
consumaban la identificación con él, cada uno se apropiaba de una parte de su fuerza. El banquete
totémico, acaso la primera fiesta de la humanidad, sería la repetición y celebración recordatoria de
aquella hazaña memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo tantas cosas: las organizaciones
sociales, las limitaciones éticas y la religión».

Si se perpetró el parricidio y éste se relaciona con la ambivalencia ilustrada por


Freud del caso de un neurótico obsesivo, específicamente ¿cómo y por qué se conectan
el parricidio (antiquísimo) y la ambivalencia emocional de un neurótico obsesivo del siglo
XIX?, ¿qué no podría ser que el caso hipotético del parricidio estuviese total y
exclusivamente explicado por él mismo (si es que es válida dicha hipótesis) y no acorde
a la ambivalencia emocional del paciente obsesivo de Freud y en consecuencia,
totalmente ajena a la teorización psicoanalítica? –pues es preciso apuntar (Mannoni,
1987: 45) a que la ambivalencia del neurótico obsesivo de la que habla Freud, es un caso
que desvela la primera tópica freudiana, así como que ésta se relaciona íntimamente al
núcleo del psicoanálisis: al complejo de Edipo y de castración.

Si se piensa al Edipo y a la castración, meramente como sucesos del desarrollo


psicosexual, se estaría dejando de lado al Edipo y la castración, como estructuras
inconscientes (arcaicas y arquetípicas) de la cultura en general. Se sigue, mediante las
coordenadas que Freud plantea, un acercamiento de tipo libidinal del niño hacia sus
padres, y en especial, del varón hacia su madre. Se sabe en psicoanálisis que estas
coordenadas sugieren el complejo de Edipo. Entonces, ¿cómo y por qué se relacionan la
ambivalencia develada en los neuróticos obsesivos y el hipotético parricidio? –porque la
ambivalencia observada en los obsesivos, se remite, fundamentalmente, a la prohibición
de la pulsión incestuosa que tuvo el infante con su madre. Esa pulsión reprimida hacia el
inconsciente debió de haber sido padecida por el padre del hijo, y a su vez, por el padre
del padre del hijo (pues cultura, es sinónimo de represión de la pulsión; al menos hasta
donde llegó a saber Freud: no hay cultura que no tenga el tabú del incesto),6 hasta llegar
a los hijos del padre primordial, y la dinámica de la que habla Freud de la angustia de

6
Son varios textos, donde Freud está constantemente expresando que toda cultura, por muy primitiva que
sea, refleja la prohibición al incesto. A propósito del tema: Cf. Freud, S. (1998c). «La herencia y la etiología
de la neurosis», Freud, S. (1998d). «La moral sexual ‘cultural’ y la nerviosidad moderna», Freud, S. (1998e).
«El malestar en la cultura», y Freud, S. (1998g). «Sobre las teorías sexuales infantiles».

5
contacto, sea fragua bajo las mismas coordenadas que en el Edipo. En todo ser humano,
parece demostrarse así, por medio del cuerpo pulsional y del psicoanálisis, que el Edipo
puede ser aplicado universalmente a la génesis de la cultura en general y a las
manifestaciones que de ella emanan: filosofía, arte, religión. Por lo tanto, la ambivalencia
emocional padecida por los hijos de la horda primitiva, se expresa, por un lado, por medio
del amor y odio hacia el padre, y por otro, por medio de las coordenadas del Edipo; el
Edipo de fragua primero (por medio de la pulsión y el cuerpo), y la ambivalencia (en
sentido de amor-odio) se fragua después, pues de ese odio al padre, deviene de la
prohibición a la realización del acto sexual incestuoso (devenida la prohibición, del
complejo de castración).

Consciencia de culpa, consciencia moral y religión como neurosis obsesiva

Sostener la tesis de que es la lógica de la neurosis obsesiva la que inaugura (origina) el


devenir cultural, puede ser una tesis que necesita aclarar –concisamente– cómo es que se
relaciona la observación clínica de la neurosis obsesiva en los tiempos modernos y el
análisis del tótem y tabú. Aunque anteriormente ya se dio cuenta de cómo se relacionan
estos dos, es preciso retomar, para aclarar aún más, la relación mencionada. Freud para
poder teorizar el origen de la cultura, empieza por entablar una analogía entre el tabú
(como manifestación arcaica de la cultura primitiva) y la neurosis obsesiva. Al respecto,
Freud (1998i: 34 y 76) nos advierte de dicho proceder metodológico, mencionándonos
que la analogía que se pretende, se debe ver desde la siguiente óptica:

« (…) debemos prestar oídos a una advertencia. La semejanza del tabú con la enfermedad obsesiva
puede ser meramente externa, valer sólo para la forma de manifestación de ambos, y no extenderse a
su esencia. Tendremos presente esa advertencia, mas no por la posibilidad señalada dejaremos de
emprender la comparación que nos hemos propuesto».

« (…) empero, el tabú no es una neurosis sino una formación social: esto nos plantea la tarea de
señalar aquello en que pueda consistir la diferencia de principio entre la neurosis y una creación
cultural como lo es el tabú».

6
En efecto, plantear que el origen de la cultura se relaciona con el tótem y el tabú
(trabajo que emprende Freud)7 y estos a su vez, cobran explicación y sentido, por medio
de la observación psicoanalítica de los neuróticos obsesivos, es algo que no se demuestra
o explica de manera lineal y plana, es decir, cronológicamente en sentido historiográfico,
sino más bien, que la explicación del origen de la cultura en Freud se explica en cuanto a
puntos lógicos, lo que supone, así como lo plantea Ricoeur (1990: 25) una explicación
(interpretación) de tipo genealógica.

En tanto, es importante también aclarar, que esta tesis se titula lógica de la neurosis
obsesiva como fundamentación subjetiva para la construcción de la cultura, porque ella
pretende manifestar que no es la neurosis obsesiva como tal, la que le da origen a la
cultura, puesto que la neurosis obsesiva, es según Freud (1998j: 27) «un cuadro clínico
que refleja el resultado del eterno combate entre pulsiones eróticas y pulsiones
destructivas. En el caso de una neurosis obsesiva, el equilibrio no se realiza entre los dos,
y son las tendencias destructivas las que predominan».8 Es decir, la neurosis obsesiva, es
un cuadro clínico diagnosticado o sondeado a partir de ciertas manifestaciones
sintomáticas presentes en un individuo; éste ser analizado, no pertenece al momento
histórico del origen de la cultura, sino a un momento histórico que viene mucho después
de éste; así pues, si históricamente el individuo de la neurosis obsesiva es diferente al del
momento del origen de la cultura, se infiere pues, que las circunstancias en las cuales cada
uno de los dos se ven inmersos, son diferentes también. Por lo tanto, sostengo que es la
lógica de la neurosis obsesiva la que origina la cultura, y no de por sí, la neurosis obsesiva
como tal, puesto que la neurosis obsesiva –como explicación–, es absolutamente
improcedente para explicar el origen de la cultura.

7
Cf. Freud, S. (1998i). «Tótem y tabú». Buenos Aires: Amorrortu, pp. 27-78.
8
En un primer momento, Freud entendió que la neurosis obsesiva era una enfermedad que demostraba la
lucha entre pulsión inconsciente y prohibición consciente. Sin embargo, mediante el desarrollo del
psicoanálisis, Freud comenzó a inteligir la pulsión de muerte presente en la neurosis obsesiva y en la cultura
en general. No es hasta el texto Más allá del principio de placer, en dónde Freud aclarara y expone el sentido
de la pulsión de muerte en el individuo. En cuanto a cómo esta pulsión se relaciona con la cultura, no es
hasta El malestar en la cultura, donde expone dicha relación, pero el texto, que explica concisamente la
relación, no sólo de la pulsión de muerte y la cultura, sino la de pulsión de muerte, neurosis obsesiva y
religión, es en Moisés y la religión monoteísta.

7
Ahora bien, ¿qué se entiende por lógica neurótico-obsesiva? Si se ha dicho que una
cosa es la neurosis obsesiva como tal, y otra es la lógica de ésta, lo que diferencia una de
la otra, es que la segunda no se suscribe como tal a las manifestaciones fenoménicas que
rigen a la primera. Mientras que las manifestaciones sintomáticas de la neurosis obsesiva
como tal se delinean por las llamadas «representaciones obsesivas», que tienen que ver
con una enorme ganancia de angustia, con la ritualización de acontecimientos de la vida
cotidiana del paciente, etc., las manifestaciones de la lógica neurótico-obsesiva, tienen
que ver con la ambivalencia emocional, con los rituales en sí, que se asocian a la religión
totémica y en general a la religión, y con las manifestaciones prohibitivas, que devienen
de la moral y eticidad de los pueblos. En tanto, la lógica neurótico-obsesiva se enmarca a
cuatro puntos nodales (Freud, 1998i: 36):

«1) El carácter inmotivado de los mandamientos; 2) su reafirmación por constreñimiento interno; 3)


su desplazabilidad, y el peligro de contagio por lo prohibido, y 4) la causación de acciones
ceremoniales, mandamientos que provienen de prohibiciones».

En efecto, la neurosis obsesiva observada por Freud se puede relacionar así como
él mismo lo hace, con el tabú; por medio de dicha relación, se pueden sacar varios puntos
nodales que expresan en esencia, la concordancia lógica que existe entre una y otra, esa
concordancia lógica, es lo que yo entiendo, como lógica neurótico-obsesiva.

Por otra parte, también en el planteamiento de este escrito, se mencionó que la


cultura no nace de por sí, cuando sucede el hipotético asesinato del padre primordial, sino
cuando se generan las primeras manifestaciones culturales. Me explico. Si la cultura se
funda con el parricidio, es decir, que de éste se abre el boquete para que exista la cultura,
eso no quiere decir, en consecuencia, que la cultura exista como tal; lo que manifestaría
ese acontecimiento fundante es que están dadas las condiciones para que exista la cultura,
y no que la cultura exista en ese preciso momento en que aconteció el parricidio.
Entonces, así también mencioné, que las primeras manifestaciones de la cultura, son en
sí, la cultura misma; de ellas me interesa analizar dos: la moral y la religión.

8
Según Freud, dado el parricidio, deviene en los hijos de la horda una ambivalencia
emocional9 que se expresa, por un lado, como satisfacción de cumplir con la pulsión
inconsciente (de matar al padre), y otro, de insatisfacción de haber logrado la pulsión
parricida. Dada esta ambivalencia, surge en el individuo una nueva categoría psíquica que
lo sujetará como ente cultural. A propósito, Freud (1998i: 145) menciona:

« (…) así nació una conciencia de culpa que en este caso coincidía con el arrepentimiento sentido en
común. El muerto se volvió aún más fuerte de lo que fuera en vida; todo esto, tal como seguimos
viéndolo hoy en los destinos humanos. Lo que antes él había impedido con su existencia, ellos mismos
se lo prohibieron ahora en la situación psíquica de la «obediencia de efecto retardado [nachtraglich]»
que tan familiar nos resulta por los psicoanálisis.

También Freud (ibíd.: 145):

Revocaron su hazaña declarando no permitida la muerte del sustituto paterno, el tótem, y


renunciaron a sus frutos denegándose las mujeres liberadas. Así, desde la conciencia de culpa del
hijo varón, ellos crearon los dos tabúes fundamentales del totemismo, que por eso mismo
necesariamente coincidieron con los dos deseos reprimidos del complejo de Edipo.

En efecto, esa ambivalencia sobrevenida después del asesinato del padre, formara
la «consciencia de culpa». De esta consciencia de culpa, viene la prohibición, que según
Freud, coincide con las prohibiciones totémicas. En tanto, a esta prohibición, se le
puede ver como el origen de la moral y la eticidad de los pueblos primitivos (claro,
interpretación de tipo psicológica fundada por Freud).

En este sentido, se forma a su vez, otra manifestación cultural, que se remite a esta
consciencia de culpa: la religión. Entendida la dinámica que ha estructurado a este
primitivo individuo, se puede llegar a inferir que la falta del padre se proyecta –desde la
culpa interna– hacia afuera, como anhelo de éste. Se le rinde culto al tótem, como re-

99
La ambivalencia de la que habla Freud se puede entender en tres tiempos y en tres coordenadas
diferentes, pero que se engloban bajo la misma lógica subjetiva. Primera, la ambivalencia existente en el
complejo de Edipo: por un lado se odia al padre como rival, y por otro, se le ama: se le proyecta una
identificación. Segunda, dada la primera, deviene en el individuo, después del sepultamiento del complejo
de Edipo, la ambivalencia de tipo dual (amor-odio); en la horda primitiva, esta dualidad se expresaba en el
amor al padre por la identificación hacia él, y el odio, por celos, de que él logra la realización de la pulsión
sexual. Tercera, la ambivalencia que deviene después del asesinato del padre de la horda, pues, el individuo
se siente poderoso al haber realizado la pulsión inconsciente del asesinato del padre, pero a su vez, la
insatisfacción de haber perdido al padre, porque quiérase o no, tener al padre presente, sostenía la
identificación y el amor: falta del padre se traduce a falta de amor, y como padre es hombre y el individuo es
hombre, hay una disolución de la imagen del hombre en sentido interno: dado todo esto por la
identificación fraguada en la salida del Edipo.

9
ligión (re-ligar, re-ligazón) hacia al padre perdido. Así pues, el posicionamiento
subjetivo que adopta el individuo ante el culto hacia Dios es del hijo al Padre, y, en
otros términos, que se remite a la no superación del complejo infantil. Parafraseando,
«ante Dios, el individuo es inmaduro, pues adopta una posición de infante ante él»
(Freud, 1998e: 73). Entonces, si se sigue la secuencia lógica que se viene explicando, se
podría decir que la religión se fragua en condiciones de la lógica neurótico-obsesiva y lo
es,10 porque según Freud (1998i: 77): «Uno podría aventurar la afirmación de que una
histeria es una caricatura de una creación artística; una neurosis obsesiva, de una
religión; y un delirio paranoico, de un sistema filosófico».

En conclusión, la lógica de la neurosis obsesiva explica la dinámica psíquica que


determina el origen como tal de la cultura, pues la cultura es, sus manifestaciones: en este
caso, la moral y la religión; así pues, la misma lógica, explica el sentido genético de la
moral y la religión, aunque en el fondo, la única manera –siguiendo a Freud– de explicar
dicha lógica, sea por medio del entendimiento del Edipo. Por lo tanto, explicado esto se
puede concluir, de manera afirmativa, que la tesis que se pretendía sostener es sostenible,
pues, la lógica neurótico-obsesiva explica dentro de sus márgenes el origen y desarrollo
de la cultura –o mejor dicho de sus formaciones obsesivas que dan cuenta de su
existencia: la moral y la religión.

10
Si se quiere corroborar la afirmación hecha, Freud dedicó varios trabajos para explicar dicha afirmación.
Vid. Freud, S. (1998ª). «35 conferencia. En torno a una cosmovisión», (1998b). «Acciones obsesivas y
prácticas religiosas», Freud, S. (1998e). «El malestar en la cultura», Freud, S. (1998f). «El porvenir de una
ilusión», y Freud, S. (1998j). «Moisés y la religión monoteísta».

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Bibliografía central

Freud, S. (1998a). «35 conferencia. En torno a una cosmovisión». En, Nuevas conferencias de
introducción al psicoanálisis y otras obras (1932-1936). Buenos Aires: Amorrortu.
_ (1998b). «Acciones obsesivas y prácticas religiosas». En, El delirio y los sueños en la
“Gradiva” de W. Jensen y otras obras (1906-1908). Buenos Aires: Amorrortu.
_ (1998c). «La herencia y la etiología de la neurosis». En, Primeras publicaciones
psicoanalíticas (1893-1899). Buenos Aires: Amorrortu.
_ (1998d). «La moral sexual ‘cultural’ y la nerviosidad moderna». En, El delirio y los
sueños en la “Gradiva” de W. Jensen y otras obras (1906-1908). Buenos Aires:
Amorrortu.
_ (1998e). «El malestar en la cultura». En, El porvenir de una ilusión. El malestar en la
cultura, y otras obras (1927-1931). Buenos Aires: Amorrortu.
_ (1998f). «El porvenir de una ilusión». En, El porvenir de una ilusión. El malestar en la
cultura, y otras obras (1927-1931). Buenos Aires: Amorrortu.
_ (1998g). «Sobre las teorías sexuales infantiles. En, El delirio y los sueños en la
“Gradiva” de W. Jensen y otras obras (1906-1908). Buenos Aires: Amorrortu.
_ (1998h). «Psicología de las masas y análisis del yo». En, Más allá del principio de
placer. Psicología de las masas y análisis del yo, y otras obras (1920-1922). Buenos
Aires: Amorrortu.
_ (1998i). «Tótem y tabú». En, Tótem y tabú y otras obras (1913-1914). Buenos Aires:
Amorrortu.
_ (1998j). «Moisés y la religión monoteísta». En, Moisés y la religión monoteísta.
Esquema del psicoanálisis y otras obras (1937-39). Buenos Aires: Amorrortu.

Tylor, Edward B. (1995) [1871]: “La ciencia de la cultura”. En: Kahn, J. S. (comp.): El
concepto de cultura. Barcelona: Anagrama.

Bibliografía secundaria

Heidegger, M. (1991). Ser y tiempo. México: F.C.E.

Lacan, J. (2003). «Función y campo de la palabra en psicoanálisis». En, Escritos 1. México:


Siglo XXI.

Mannoni, O. (1987). El descubrimiento del inconsciente. Buenos Aires: Nueva Visión.

Ricoeur, P. (1990). Freud: una interpretación de la cultura. México: Siglo XXI.

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